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LITERATURA LATINOAMERICANA I

2022
Facultad de Filosofía y Humanidades
UNC

Equipo de Profesores:
Profesora Titular: Dra. Nancy Calomarde
Profesora Adjunta: Dra. María José Sabo
Profesora Asistente: Dra. Cecilia Luque
Mgter. Cristian Cardozo

Integrantes:
Franco Exequiel Perez Corinaldesi. 44473009
Joaquin Gomez Oliverio. 44851208
Martina Llaó, 44845171
El registro histórico-mítico de la cultura Quiché, inmerso en el discurso colonial, se
articula con la faceta de propiedad de la tierra como una forma de sustentar y reafirmar el
sentido de pertenencia, el derecho divino, histórico, social y cultural de los Quichés sobre el
territorio invadido por los colonos.
Los Mayas habitaron de manera particular el espacio geográfico en el que se
asentaron. Ya que mediante procesos culturales, sociales, políticos y bélicos se formó una
dinámica comunal intrínsecamente ligada a la tierra.
En primera instancia el texto, en su faceta cosmogónica, denota que los pueblos
mayas fueron establecidos en su lugar como parte fundamental y final del proceso de
creación de la tierra; “esto lo hicieron los progenitores Tepeu y Gucumatz” (pág 62), quienes
con reiterados intentos, crearon y destruyeron prototipos de hombres (como los hombres de
madera, cuya ignorancia respecto a los dioses, los condujo a su destrucción) para luego crear
eficazmente al hombre de maíz, un ser más consciente y piadoso.
Los progenitores necesitaban de la adoración de los humanos para alimentarse y vivir
en la tierra, con esa intención los crearon. De esta manera los dioses manifiestan “que
aparezcan los que nos han de sustentar y nutrir, los hijos esclarecidos, los vasallos civilizados,
que aparezca el hombre, la humanidad, sobre la superficie de la tierra.” (pág 61). Se genera
una relación simbiótica en la que el hombre juega un papel central, donde su devoción
termina por justificar su existencia.
Además, la materia que usaron los dioses para crear a los cuatro hombres fundadores
y sacerdotes del linaje quiché fue la masa de maíz extraída de las mazorcas del pueblo de
Paxil. Esto denota un fuerte vínculo, una naturaleza compartida entre los hombres y la tierra
que habitan; desembocando en el derecho espiritual proveniente de su materialidad
específica. Como dice La Garza, “la naturaleza condiciona el espíritu (...) lo cual nos habla
de una unidad indisoluble del hombre con su medio” (pág. XXXVI).
Luego de la creación comienza el peregrinaje y las disputas territoriales de los
distintos pueblos. Antes de que el sol aparezca, ya han sido formadas las diversas tribus y
algunos parten de Tulan en búsqueda de las tierras donde asentarse para ver el amanecer. En
estos desplazamientos se afirma y se resignifica el vínculo de los quichés con esas tierras.
Sobre el territorio elegido formaron ciudades mediante defensas y conquistas;
aumentaron sus habitantes, e instalaron a sus dioses, Tohil, Hacavitz y Avilix; durante seis
generaciones de reyes prodigiosos sostuvieron la gloria Quiché. En base a esto, queremos
decir que el derecho político-cultural-territorial, se asienta en el mito del origen y el linaje de
los quiché; tanto la herencia material como la espiritual, contornean la construcción de una
dinámica social, una identidad política y una materialidad (ciudades, edificios, códices)
sostenida en las zonas habitadas de México y Guatemala.
Entonces, volviendo al principio; El registro de una cosmogonía propia que ubica a
los quiché en esas tierras, es una forma de resistencia a la evangelización, en un designio de
defender su territorialidad. Que los maya quiché habiten la tierra creada por los dioses, se
vuelve un argumento que respalda la validez de su estadía en el territorio frente a la invasión
de los españoles, en su formación socio-política, religiosa y cultural. El relato del Popol Vuh
afianza la dignidad del pueblo invadido, que preservó hasta hoy, la memoria de sus orígenes.

BIBLIOGRAFÍA:

-- DE LA GARZA, Mercedes(comp.) “Literatura maya”. Caracas,


Biblioteca Ayacucho. (1980)
– Popol Vuh. “Las antiguas historias del Quiché” . Mèxico: FCE (1993)

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