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Los cardenales eligen al papa, aunque no siempre ha sido así.

Originalmente, eran los


miembros de la Iglesia de Roma quienes lo hacían, pero este procedimiento cambió durante la
Edad Media, hasta hacer que solo los cardenales, un grupo especial de clérigos de la diócesis
de Roma, tuvieran derecho a elegir al sucesor del apóstol Pedro. La constitución apostólica In
nomine Domini, promulgada por el papa Nicolás II en 1059 limitó la potestad de elección a los
cardenales romanos que fueran obispos. En 1179, el papa Alejandro III (constitución
apostólica Licet de vitanda discordia) extendió a todos los cardenales este derecho. En 1274
el papa beato Gregorio X fijó que para la elección del papa eran precisos los dos tercios de los
votos de los cardenales reunidos (constitución apostólica Ubi periculum). Ambas disposiciones
siguen vigentes.
En tiempos más modernos, los monarcas ingleses, españoles y franceses nombraron
cardenales como primeros ministros: El cardenal Thomas Wolsey en Inglaterra, el cardenal
Alberoni en España, Richelieu y Mazarino en Francia. Igualmente las más importantes cortes
europeas forzaban el nombramiento de determinados cardenales para que gestionaran en
Roma sus respectivos intereses. Estos hombres eran cardenales no por sus funciones
religiosas sino porque permitían que sus reyes les pagasen con los impuestos eclesiásticos.
Roma aceptaba la pérdida de dichos impuestos para proteger el resto de su propiedad y
rentas.
En teoría, el papa puede sustituir al Colegio Cardenalicio por otro cuerpo de electores en
cualquier momento, aunque para ello habría que modificar el Código de Derecho Canónico
(capítulo III, cánones 349 y ss.) Lo habitual es que se modifique el estatuto de elección: para
ceñirnos al último siglo, ya desde tiempos de San Pío X y de manera más profunda durante
los pontificados de Pío XII, de Juan XXIII, de Pablo VI y de Juan Pablo II, se han modificado
las reglas y número de miembros del Colegio Cardenalicio. Una propuesta recurrente ha sido
la de que sea el Sínodo de los obispos la instancia que elija al papa. Sin embargo, este no
puede reunirse más que a petición del papa.

El Colegio de Cardenales tiene como máximas jerarquías el decano, el vicedecano (véase


"cardenales obispos") y el "camarlengo", oficial mayor de la Santa Sede, al cual compete la
organización de la Sede Vacante y del cónclave. Dispone además de un prelado secretario y
de un tesorero, cargos estos no necesariamente ocupados por cardenales.

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