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DE PRINCESA A CABRONA

silvia turcios
Texto — 2018 silvia turcios

Todos los derechos reservados


ÍNDICE

CAPÍTULO I
ILUSIONES Y DESILUSIONES
CAPÍTULO 2
LIBERACIÓN
CAPÍTULO 3
RECUPERACIÓN
CAPÍTULO 4
ADIÓS INOCENCIA
CAPÍTULO 5
AL ATAQUE
CAPÍTULO 6
PERFECTA CABRONA
CAPÍTULO 7
ENAMORADOS
CAPÍTULO 8
HERIDAS DEL PASADO
CAPÍTULO 9
AMISTAD Y SINCERIDAD
CAPÍTULO 10
AMOR QUE SANA
EPÍLOGO
CAPÍTULO I

ILUSIONES Y DESILUSIONES
En los últimos cuatro meses, Andrés Rodríguez había irrumpido en la
vida de Sofía Madrigal, revolucionándola por completo, él era un joven de
veintisiete años, alto, fuerte, no precisamente guapo, de facciones toscas, ojos
negros y cabello igualmente negro. Emanaba virilidad y era encantador, traía
de cabeza a todas las chicas que conocía, estudiaba derecho en la universidad
nacional.
Desde que Sofía lo había conocido no hacía más que pensar en él, se
había enamorado muy rápidamente ya que la hacía sentir especial, amada
como nunca había sido amada, además de cuidada y protegida.
Definitivamente se sentía en las nubes.
Casi desde el primer momento, Sofía había sucumbido a su encanto, le
parecía tan varonil, tan dueño de sí mismo, Andrés le dedicaba tantas
atenciones que ella se había enamorado casi de inmediato.
La bombardeaba de flores, peluches, la invitaba a los mejores
restaurantes que podía, había cortado flores silvestres para ella, no tenía ni
siquiera que decir que quería algo, él parecía adivinar sus pensamientos,
cumplir sus deseos y mucho más. No dejaba pasar un día sin darle aunque sea
un pequeño detalle amoroso.
°°°°°
Sofía en ese momento tenía veintiún años, era una hermosa chica, de piel
blanca, de mediana estatura, delgada pero muy fuerte, había sido gimnasta
desde su infancia y aún se entrenaba en ese deporte, era parte del equipo de
gimnasia de la universidad.
Sus facciones eran muy delicadas, sus labios muy sensuales bien
delineados, sonrosados por naturaleza y sus ojos eran enormes, color verde
musgo. Su cabello era color castaño muy rojizo, muy lacio pero abundante,
una melena verdaderamente hermosa, que usaba larga, cubriendo su espalda
como un velo, brillante y suave como la seda.
Sofía Madrigal era huérfana desde los cinco años, sus padres habían
muerto en un accidente de tránsito. Se había criado con sus tíos; el hermano
de su madre, Fernando y su esposa Sol, se habían hecho cargo de ella y de
sus dos hijos al mismo tiempo.
Sus primos ya no vivían en casa, su prima Patricia, de treinta años ya
estaba casada y tenía a su primer hijo, y su primo Alejandro de veinticinco
años vivía en el extranjero, se había ido a estudiar y ya trabajaba, ella era la
pequeña de la casa y la única de los hijos que quedaba en ella.
Sus tíos le habían procurado la mejor educación que había estado a su
alcance sin tocar la herencia que le correspondía y habían hecho lo mejor
posible desde el fondo de su corazón que para que creciera feliz.
Al cumplir los veintiún años, hacía unos pocos meses, su tío Fernando,
abogado, había sido su albacea testamentaria había puesto en sus manos su
herencia, justo a esa edad, como decía el testamento de sus padres.
La casa de su madre, que había sido herencia familiar y un fideicomiso
que él mismo había invertido desde el inicio, Sofía le había pedido que
continuara manejando su fideicomiso, por lo menos hasta que se graduara.
Sofía aún vivía con sus tíos, estudiaba economía en una universidad
privada, ya estaba en tercer año. Antes de conocer que la esperaba una
herencia, había tenido la iniciativa de trabajar, su tío Fernando le había
ayudado a conseguir una plaza de asistente ejecutiva en una sucursal bancaria
de un banco que contrataba los servicios de su bufete.
Aún con la noticia de la herencia, Sofía insistió en seguir trabajando, era
de la idea de que la experiencia en el campo le enseñaría tanto como sus
libros de texto.
Un brillante destino se abría ante ella. Sofía Madrigal, estaba pasando por
el mejor momento de su corta vida, no el más inteligente, según la opinión de
su mejor amiga Virginia, pero para ella, que estaba en las nubes, no la suerte,
si no sus padres desde el cielo la habían bendecido.
Andrés Rodríguez, el hombre de su vida, le había confesado que estaba
profundamente enamorado de ella y le había pedido que se casara con él. Y
ella, ¡claro que sí! Había aceptado encantada.
°°°°°
—Sofía, piénsalo bien, aun estás muy joven, no veo la necesidad de
casarte con veintiún años, aunque estés enamorada, espera a graduarte —
decía una vez más, Virginia Torres, su mejor amiga desde el colegio, del que
ambas se habían graduado juntas.
Virginia Molina, también de veintiún años, amiga de toda la vida de
Sofía, estudiaba tercer año de derecho en la misma universidad que Virginia.
De mediana estatura, piel clara y ojos marrones muy grandes y expresivos,
muy atractiva, aunque no espectacular como Sofía, cabello negro ondulado.
A pesar de tener la misma edad, Virginia parecía ser mucho más sensata
que su amiga, la verdad era que el carácter de la chica era muy fuerte y tenía
una autoestima muy cimentada, y lo más importante, era lapidariamente
sincera.
A ella le costaba creer en las bondades del amor romántico, después de la
experiencia nefasta de su madre que fue abandonada con dos hijas pequeñas
y había tenido que luchar a brazo partido para sacarlas adelante.
—No veo por qué no, ya soy mayor de edad, estoy por terminar el tercer
año y tengo trabajo ¿Por qué negarme el amor, después de no haber tenido el
amor de mis padres? —decía Sofía
—No seas así con tus tíos, ellos te han dado el amor de padres, a mí me
consta, te lo han dado todo. Eres tú la que piensa que otros pueden ser
mejores que ellos, trata de ser objetiva Sofía, hasta el trabajo que tienes te
ayudó conseguirlo tu tío Fernando y ni siquiera tocó tu herencia para
educarte, ellos te quieren como padres verdaderos.
—Sí lo sé, pero ese es amor filial y yo estoy hablando del amor de mi
vida —insistió Sofía.
—¿Prométeme que no dejarás de estudiar? —la amenazó Virginia
—Por supuesto que no lo haré, ya lo dijiste, estoy joven, aun puedo
esperar para tener hijos, primero voy a graduarme, de hecho tampoco dejaré
mi trabajo, por el momento Andrés no tiene trabajo —anotó la joven Sofía —
Además ya hablamos con mis tíos y están de acuerdo.
Ante esa declaración Virginia hizo una mueca, pero decidió callarse,
estaba visto que Sofía no entraría en razón de ninguna manera.
A sus tíos, Andrés Rodríguez no les gustaba para nada y también
consideraban que Sofía estaba muy joven para casarse, hubiesen preferido
que terminara sus estudios, pero sabían que a una chica enamorada, decirle lo
que pensaban era ponerla en su contra y eso no podían permitirlo.
Lo que menos les gustaba de toda la situación, era Andrés, de quien casi
no sabían nada, pero ellos eran pragmáticos y si Sofía tenía que aprender
algo, lo aprendería por propia experiencia, no porque ellos le soltaran miles
de discursos, no podían hacer nada más que desearle lo mejor, sin embargo
estaban decididos a apoyarla en cualquier circunstancia de su vida, se
mantendrían alerta.
°°°°°
—No hay forma de convencerla Alejandra, dice que es el amor de su
vida y que tiene derecho a vivirlo —le contaba una desesperada Virginia a su
hermana —el colmo, piensan irse a vivir a esa casa que le dejaron sus padres,
ella quería mantenerla alquilada porque es muy grande. Imagínate, siete
habitaciones, tres baños, dos salas, dos terrazas y jardines inmensos,
demasiado para dos personas, pero él quiere vivir allí y ella le está dando
gusto. La renta de esa casona es más del triple del salario que gana Sofía.
Podrían rentar un apartamento pequeño para los dos, sería lo más sensato.
Alejandra era la hermana de Virginia dos mayor que ella, Virginia se
parecía mucho a ella, tenían las mismas facciones atractivas y los grandes
ojos marrones, solo que Virginia era alta y muy fuerte, pertenecía a la
selección nacional de atletismo. Tenía el cabello también negro ondulado, lo
usaba largo y se lo recogía para entrenar.
Alejandra también era un chica muy pragmática, probablemente el
carácter de las hermanas estaba forjado por la dura experiencia de abandono
que había sufrido su madre, no eran románticas, ambas eran pragmáticas
hasta la médula y sinceras en demasía, sobre todo Virginia. Les había tocado
sobrevivir junto a su madre y no creían en cuentos de hadas.
—Cuando una mujer está enamorada, está en un estado de locura
temporal, no le vas a sacar la idea de la cabeza, mejor apóyala, eres su mejor
amiga, casi su hermana —aconsejó Alejandra.
—Ese tipo no termina de convencerme, aunque la trata como a una reina,
se desvive por ella, es muy romántico, no hay día que no le de flores o
peluches o le haga algún regalo fantástico. Pero tiene veintisiete años y no se
ha graduado, no me queda claro que es lo que hace, de hecho no tiene trabajo,
por el momento solo Sofía trabajará… no sé, no le tengo confianza —
manifestó Virginia.
—No se lo vayas a decir, de esa nube tiene que bajar ella sola, y si te
peleas con ella no estarás para consolarla si se cae de allí —apuntó
Alejandra.
—¿También piensas que las cosas no van bien? —preguntó Virginia con
un poco de asombro.
—Está a la vista. Apóyala, no te queda de otra, tarde o temprano te va a
necesitar y tú tienes que estar para ella, y no lo podrás hacer si te peleas con
ella ahora —anotó Alejandra -¿Se casarán por la iglesia?
—No, el tipo es divorciado, bueno, eso dice, primera ilusión que le
rompe, ella que soñaba con su vestido de novia —se quejó Virginia.
—Mejor, así podrá casarse como soñaba cuando conozca al verdadero
amor de su vida —apuntó Alejandra
—¿Cómo puedes ser tan cruel? —preguntó Virginia.
—Solo soy realista —se excusó Alejandra bruscamente.
°°°°°
Su tío Fernando redactó el matrimonio civil y este se llevó a cabo en el
gran patio de la casa heredada por expreso deseo de Andrés. El matrimonio
se había llevado a cabo en cuanto los inquilinos habían abandonado la
mansión.
Sofía se disponía a vivir el sueño de su vida. Inició su vida marital en una
nube rosa, Andrés era muy detallista, le llevaba el desayuno a la cama todos
los días, hasta con una flor en la bandeja, luego ella se preparaba para ir a
trabajar y él a estudiar, él la llevaba en auto de ella, por la tarde la también la
recogía.
Cuando Sofía llegaba del trabajo, se ponía a preparar la cena para los dos,
siempre procuraba poner un ambiente romántico con velas y flores. Las
noches eran siempre románticas, ella era la princesa de Andrés, aunque no
hacían el amor más que un par de veces al mes, a Sofía no le sorprendía
porque era su primera relación seria y no tenía ninguna experiencia sexual.
El primer año fue de ensueño para Sofía, estudiaba y trabajaba. De lo
único que se quejaba era de tener que hacerse cargo de una casa tan grande,
contrató a una mujer que la ayudaba una vez por semana, pero no era
suficiente y su salario no daba para contratarla más días.
Trató de convencer a Andrés de alquilar la casa e irse ellos a un
apartamento más pequeño, pero él desechó la idea. Tenía la costumbre de
hacer fiestas en la terraza que daba al enorme patio, le encantaba presumir su
estilo de vida con sus amistades, gente que Sofía apenas conocía, y solo en
muy escasas ocasiones, Andrés le decía que invitara a sus tíos y sus amigas.
°°°°°
El tiempo comenzó a correr y sin darse cuenta, Sofía se vio madrugando
para preparar el desayuno de ambos y la comida que llevarían ambos para la
jornada diaria, siempre tenía el detalle de ponerle una notita amorosa en la
lonchera.
Siguió estudiando el tercer año de universidad a puros empujones, estaba
agotada. Para entonces, Andrés regresaba muy tarde a casa, empezaba a
extrañarlo y fue cuando puso más empeño en atraerlo a su lado.
En una ocasión, ella preparó una cena romántica, con velas y vino y al
llegar a la cama se durmió de inmediato, había pasado todo el día preparando
la comida.
Al día siguiente, Andrés la despertó con un beso diciéndole
—¡Lástima! Yo que estaba con tantas ganas de amarte anoche —dijo con
zalamería, pero con la nota de reproche al fondo. Curiosamente esa noche sí
tenía ganas de sexo.
—Lo siento mucho —dijo ella muy avergonzada.
—Estás muy cansada, preciosa —dijo Andrés con una sonrisa que no
correspondía a su tono de voz de reproche.
—Sí, de verdad lo siento, estaba muy cansada después del trabajo y
preparar la comida —contestó Sofía con la vista baja.
—Haces demasiado, yo te quiero para mí, quiero a mi princesa contenta
y descansada —anotó Andrés con autoridad.
—Lo siento —repitió Sofía, no se atrevía a verlo a la cara.
—¿Sabes? No estudies más, yo ya estoy haciendo la tesis, cuando yo
termine tú sigues estudiando y así tengo a mi preciosa princesa para mí —
propuso Andrés con un tono, que aunque suave, no dejaba lugar a dudas de
que estaba dando una orden.
Sofía asintió con la cabeza, se sentía avergonzada, mala esposa, las
palabras de Andrés la habían atravesado. Así que solo terminó el tercer año y
ya no inició el cuarto año, se dedicó siempre a su empleo y a atender a
Andrés.
Fue cuando ella empezó a preguntarse, cuándo se graduaría Andrés, y por
qué diablos no trabajaba nunca, luego desechaba esos pensamientos
sintiéndose culpable por no ser lo suficientemente comprensiva, lo amaba, no
quería altercados con él, por eso se lo callaba todo.
El día que encontró la notita que le había puesto en la lonchera mojada
entre restos de comida, fue el día que, sin que ella lo notara empezó a
desvanecerse la nube que la envolvía. Al día siguiente, cuando preparó la
comida, tomó su pequeña libreta que tenía en la cocina, para poner la notita,
pero había perdido la inspiración, pensó un rato, pero luego cerró la lonchera
sin poner la nota.
También había empezado a poner comida empacada, nada preparado por
ella, porque la lonchera regresaba hecha un asco y ella tenía que limpiar todo
eso.
Andrés después de varios días notó el cambio, esa tarde le envió flores al
trabajo y la invitó a cenar fuera, sería una velada increíble.
—Eres mi princesa, Sofía, mi amor por ti es infinito —decía Andrés
tomando su mano y Sofía sonreía, pero su sonrisa no era la de hacía dos años,
y sus ojos no brillaban igual.
Sofía estaba muy cansada, tenía cierta ayuda doméstica, una vez a la
semana, pero no era suficiente, terminó por cerrar las habitaciones que no se
ocupaban y dedicarse a las demás.
Andrés seguía invitando amigos a fiestas en casa, Sofía no decía nada
por no contrariarlo, pero el dinero apenas le alcanzaba, tenía que cocinarlo
todo personalmente, no podía contratar un catering, y después ser la perfecta
anfitriona.
Andrés comenzó a llegar muy noche a casa, ya no daba explicaciones,
Sofía se apagaba poco a poco, estaba cansada y prisionera, no se atrevía ni
siquiera a preguntar, Andrés la fulminaba con una sola mirada y ella prefería
encerrarse en sí misma.
Al inicio, él la llevaba al trabajo y la recogía al final de la jornada,
aunque el auto era de ella, ahora, ella no conocía su horario, entraba y salía a
la hora que le daba la gana y ella tenía que usar el transporte colectivo, justo
ella que nunca antes se había visto en la necesidad de hacerlo y que tenía su
propio auto, comprado por su tío Fernando.
De vez en cuando, para su cumpleaños y para aniversarios, se portaba
espléndido con ella, la agasajaba y la volvía hacer sentir la ilusión por unos
cuantos días, Sofía se estaba conformando con unas migajas de amor. Apenas
una lucecita de rebeldía brillaba en su interior, pero amenazaba con apagarse.
°°°°°
Durante dos años, Virginia no había podido ver a Sofía con la
frecuencia de antes. Ahora que Andrés ya no la recogía, podía ver de nuevo a
su amiga, siempre que podía la recogía en el trabajo y la llevaba ella a su
casa. Ya tenían la costumbre de hablar de nuevo, aunque Sofía estaba aún
muy cerrada, Virginia creía que seguía con los ojos cerrados, pero la verdad
era que ya estaba empezando a abrirlos y se sentía muy avergonzada.
—Oye, ¿Qué te parece si vamos un día de estos a la peluquería? Si sigue
creciéndote el pelo te llegará a los pies, serás Lady Godiva de Coventry —
dijo Virginia.
—Andrés me ha pedido que no me corte el cabello, dice que le gusta
mucho —contestó Sofía avergonzada, porque ella misma se sentía muy
complicada al tener que lavarse el cabello, se tardaba horas en lavarlo y
peinarlo.
Virginia se daba cuenta de cómo su amiga estaba siendo tiranizada, le dio
rabia y no pudo evitar enojarse y trató de callarse, pero no pudo, estaba
acostumbrada a decir lo que pensaba sin filtros.
—¿Tampoco éste año estudiarás? —preguntó Virginia, tratando de
cambiar de tema y adentrándose en otro más peliagudo.
—Hemos hecho un trato, él estudiará primero y yo después, cuando él
esté graduado —dijo Sofía con una sonrisa un tanto forzada.
—¿Y él por qué no se ha graduado? Ya pasaron tres años —apuntó
Virginia —en estos tres años ya te hubieras graduado tú, con lo buena
estudiante que eres.
—Él se queja de que le dedico muy poco tiempo por estar estudiando, me
quiere exclusivamente para él —contestó Sofía con cierto orgullo —desde
que llega a la casa nos dedicamos el uno al otro.
—Bueno, sí es así —dijo Virginia, disgustada —lo siento, no quise
entrometerme —se disculpó. Sofía calló largo rato, paseó un rato por la sala.
—¿Sabes? Tienes razón, ya me hubiera graduado y tuviera un trabajo
mejor —confesó Sofía —En el banco he oído decir que hay programas de
estudios en línea ¿Me podrías averiguar y enviarme la información?
—Claro, pero no quiero que tengas problemas con Andrés —anotó
Virginia alarmada, ya se había dado cuenta, de que no tan en el fondo, Sofía
le temía, y debía ser por algo.
—No se dará cuenta, llega muy noche, ahora ya no pasa vigilándome, a
lo mejor… —comentó sin querer dar más explicaciones, pero Virginia ya
había notado cómo estaba de delgada y cómo la luz de sus hermosos ojos se
había apagado por completo.
°°°°°
Sofía siempre había sido una alumna excelente, se inscribió en el
programa en línea y comenzó a estudiar de nuevo, ahora, ya no se esmeraba
en la comida y la casa la dejaba en manos de su empleada una vez por
semana, Andrés solo la requería para cuando quería ofrecer una fiesta y
nunca hablaba con ella.
Volver a los estudios le devolvió un poco la ilusión, se sentía más
motivada, estudiaba con afán y evitaba preguntarse a sí misma qué estaba
siendo de su matrimonio, sacaba excelentes calificaciones, pero evadía pensar
en su forma de vida, y tenía el pretexto. Estudiar se había convertido en el
escape perfecto a su realidad imperfecta.
Ahora que Andrés pasaba de ella, podía reunirse con su amiga más
seguido, poco a poco empezó a confiarle cómo su vida se había convertido en
un desierto, pero Virginia se limitaba a escuchar, sabía que solo Sofía podía
hacer algo al respecto, pero para eso tenía que tocar fondo.
Y ese fondo se acercaba muy lentamente, pero de forma firme, sin
retroceder. Habían pasado más de cuatro años, Virginia no se explicaba cómo
demonios Sofía soportaba a ese indeseable.
Esa ocasión, estaban en un restaurante, al pedir la cuenta, Sofía pagó con
su tarjeta de crédito, se la devolvieron por falta de fondos.
Al día siguiente en el banco, se puso a investigar. Resultó que la tarjeta
que ella le había autorizado a Andrés, él la tenía al límite y al revisar las
compras, había artículos como ropa de mujer y perfumes femeninos que
nunca habían llegado a sus manos. Esta vez sí se lo contó a Virginia.
—¿Qué piensas hacer? —preguntó Virginia anonadada.
—Pagar, qué más me queda… cancelé su tarjeta —dijo con expresión
neutra.
—Se enojará mucho cuando se entere, ten cuidado Sofía —dijo Virginia,
quien había aprendido a temer a Andrés a través de Sofía.
—Le diré que se ha vencido y que está en trámite —dijo Sofía secamente
—le daré largas a ese asunto, faltan solo dos meses y terminaré el quinto año.
—Pero si se enfada…- Virginia calló, se moría por saber qué haría su
amiga en esta situación, pero había costado años que se abriera de nuevo, no
iba a presionarla.
—Que se enfade. Las cosas no son como antes, Andrés se ha convertido
en un perfecto desconocido para mí, trato de no pensar en él, prefiero
concentrarme en los estudios, sé que tengo que hacer algo, pero no tengo el
valor de tomar decisiones, no sé por qué, tengo miedo. Estoy paralizada.
Además mi prioridad es egresar, luego veremos…
—Cualquier cosa que necesites, solo llámame, ya sabes que haré lo que
sea por ti —dijo Virginia
—Gracias —murmuró Sofía en un hilo de voz.
CAPÍTULO 2

LIBERACIÓN
Se acercaba el quinto aniversario y Andrés quería celebrar por lo grande,
por supuesto, él no aportaba ni un centavo.
—¿Cuándo estarán las tarjetas nuevas? —preguntó
—Dentro de un mes, salieron con un error en el chip, tendrán que
hacerlas de nuevo —dijo Sofía mientras limpiaba la cocina.
—¡Qué fastidio! —exclamó Jorge —Quiero que empecemos a preparar
la fiesta de nuestro quinto aniversario.
—Mejor celebremos en privado, no tenemos tarjetas —propuso Sofía.
—¡Por supuesto que no! Son cinco años juntos ¿Es que no te alegra
celebrar nuestro amor? —preguntó Jorge tomándola por la cintura, ella apartó
la cara, él se puso furioso, pero se contuvo.
—¿De dónde sacamos el dinero entonces? —preguntó Sofía
—De la cuenta común —dijo Andrés —lógico.
Sofía ya había puesto la cuenta de ahorros al día y se había encontrado
con que también estaba vacía, ahora solo contaba con su propia cuenta de
ahorros, que había mermado bastante al tener que pagar el saldo de la tarjeta
de crédito. Ya se sentía furiosa, Andrés había dejado de ser un desconocido
para ella, ahora era un indeseable ¿Cómo había podido ser tan estúpida?
—Hueles a perfume de mujer —dijo Sofía.
—Es el tuyo, ¿de quién más podría ser? —preguntó Andrés, tomándola
con una mano por la cintura, con la otra empezó a acariciar su largo cabello,
de repente enrolló el cabello en su brazo y tiró de ella fuertemente echándole
la cabeza hacia atrás, la besó con violencia y volvió a tirar de su cabello con
violencia al retirarse.
Sofía se quedó con ardor en el cuero cabelludo y los labios, esa chispa de
rebeldía no se había apagado, al contrario, había crecido lentamente día a día,
momento a momento, imperceptiblemente, ahora ya era una llama que ardía
violentamente amenazando con consumirla. Esta vez había llegado
demasiado lejos, estaba furiosa, la próxima vez la golpearía…si ella lo
permitía.
°°°°°
Le costaría algo de dinero, pero empezó a hacer los preparativos para
celebrar su aniversario, esta vez se cuidó muy bien de invitar a sus tíos
Fernando y Sol y a sus amigas Virginia y Alejandra.
Antes no lo hacía, por no molestar a Andrés, de alguna manera se dejaba
convencer y así, él la mantenía alejada de su familia y amigos. Pero en este
momento ya estaba boca abajo en la cuneta, había tocado fondo, esa era su
casa y ella también tenía familia y amigos.
Virginia le ayudó a hacer las compras para la celebración.
—¿Estás segura de que tienes lo suficiente para este gasto? —preguntó
Virginia —Yo puedo ayudarte, tengo dinero ahorrado.
—¿Ayudarme a darle gusto a Andrés? No gracias, es cierto que tengo
muy poco, pero este gusto que voy a darme vale la pena —dijo Sofía con
resentimiento.
—No te entiendo, decías que Andrés era un desconocido para ti, y ahora
estás gastando en una fiesta de aniversario —comentó Virginia.
—Hay costos que valen la pena —contestó Sofía, Virginia percibió la
ironía en su tono, pero se abstuvo de preguntar, al fin tenía de vuelta a su
amiga, pero temía importunarla si emitía su opinión, aun no tenía la confianza
suficiente. Entre ellas siempre estaba la sombra de Andrés.
—Necesito tu ayuda, pero de otra forma, quédate conmigo desde la
mañana, y no te separes de mí en la fiesta hasta que todo haya terminado y
lleva tu auto y Alejandra el suyo ¿Puedes hacer eso? —preguntó Sofía con
cierto misterio.
—Sí, claro, es sábado, tengo todo el día a tu disposición —contestó
Virginia aunque su expresión era todo un acertijo, ante tanto misterio.
El día de la fiesta, Virginia llegó muy temprano, después que Andrés se
hubo marchado Sofía le pidió que la acompañara a comprar el vestido para la
celebración, nada le quedaba bien, estaba muy delgada. Andrés no estaba, así
que irían en el auto de Virginia.
Escogió un vestido verde, del mismo tono de sus ojos con finos tirantes,
corto y entallado.
—Te queda perfecto —dijo Virginia —pero puede causarte problemas.
Virginia no dejaba de pensar en lo que Andrés podría hacerle a su amiga si lo
disgustaba, aunque ella nunca se había quejado de que la golpeara.
—Ya es hora de ir teniendo problemas —dijo Sofía enigmáticamente —
Es perfecto, me gusta.
Luego le pidió que la acompañara a la sala de belleza
—Hace años que no venimos juntas por aquí ¿Qué quieres hacerte hoy?
—preguntó Virginia.
—Voy a cortarme el pelo, ayúdame a escoger estilo —dijo Sofía.
—¡Pero me habías dicho que Andrés no te dejaba hacerlo! —apuntó
Virginia alarmada.
—Eres mi amiga, no de Andrés —contestó Sofía enfadada
—Ok. ¿Cómo lo quieres? —preguntó Virginia, sin hacer más
comentarios, ni preguntas.
—Corto, bien cortito —contestó Sofía.
—¿Y eso? Nunca te ha gustado el pelo corto —mencionó Virginia
hojeando el catálogo de peinados, tratando de buscar un estilo que le sentara
lo mejor posible.
—¿Qué te parece este bob a nivel de la barbilla? —preguntó Virginia
mostrándole la revista.
—Sí, está bonito, me gusta —contestó llorosa Sofía.
—Sí, está bonito —dijo Virginia, pero nunca has usado algo así, es
completamente diferente.—¿Estás segura de querer hacerlo? La chica temía
la reacción de Andrés.
—Sí —contestó Sofía, llorosa, pero con voz segura.
Le preguntaron a Sofía si iba a donar y ella asintió. Comenzó a llorar
cuando empezaron a cortar los largos mechones amarrados con liguitas. El
resultado fue muy impactante y favorecedor, los ojos de Sofía se veían
enormes y su rostro coquetamente enmarcado por un flequillo y los
mechones a los lados de sus mejillas, se veía muy sexy.
Luego se depiló las cejas y se hicieron juntas la manicura y la pedicura,
al menos en esos momentos Sofía volvía a ser la que había sido antes.
Ya en casa, la empleada tenía todo dispuesto para la celebración en el
patio. Sofía llamó a sus tíos y les pidió por favor que estuvieran media hora
antes, les dijo que los necesitaba mucho esa noche, que luego les explicaría.
Luego subieron a vestirse, esta vez, Sofía se maquilló como acostumbraba
antes, cuando tenía una fiesta, haciendo énfasis en sus hermosos ojos verdes.
Andrés tocó a la puerta, ya estaban listas, Sofía se veía preciosa, pero
parecía otra persona, no la que había sido esos cinco años y Virginia se había
puesto muy nerviosa.
—Amor, ya llegaron tus tíos —dijo Andrés detrás de la puerta.
—Atiéndelos por favor, amorcito, bajo en un momento —dijo Sofía con
tono meloso y haciendo muecas, terminó por mostrarle la lengua a la puerta.
Virginia abría unos grandes ojos.
—¿Qué diablos estás haciendo? —preguntó.
—A lo mejor suicidándome, pero me lo merezco, por estúpida.
¿Llamaste a Alejandra? —preguntó con sangre fría.
—Viene en camino —contestó Virginia.
°°°°°
Desde la ventana de su habitación podía ver el patio, vio que sus tíos ya
estaban allí, y luego la llegada de Alejandra, quien saludó a sus tíos y se
quedó conversando con ellos. Luego empezaron a llegar los invitados de
Andrés y éste tuvo que recibirlos, no tuvo tiempo de subir a apurar a Sofía.
Cuando parecía que ya todos estaban en el patio, Sofía le dijo a Virginia,
ahora baja tú, yo bajaré sola por último.
—No quiero dejarte sola —dijo Virginia
—No te preocupes, hay público, pero mantente cerca —pidió Sofía.
Sofía bajó lentamente por las escaleras, estaba espectacular, sumamente
sexy y se veía más joven y fresca con el cabello corto. A Andrés se le
salieron los ojos, pero no de admiración, si no de rabia ¿Cómo se había
atrevido? Le dio el brazo y ella lo tomó, saludó a sus amigos, fingiendo ser la
esposa feliz. Luego saludó sus tíos, Virginia y Alejandra estaban atendiendo a
los invitados.
Sofía fue con sus amigas para ayudarles a servir las bandejas con la
mayor naturalidad, mientras Andrés departía alegremente al parecer, aunque
en el fondo estaba furioso con Sofía, cuando ella pasó cerca de él con una
bandeja, le dijo al oído —Pareces puta. Ella le sonrió con coquetería y le
guiñó un ojo, desafiante.
Mientras servían las botanas, les dijo a sus amigas
—La tipa de azul, ella usa el perfume que he olido.
—Yo me ocupo —dijo Alejandra, tomando una bandeja, Sofía vio cómo
Alejandra se le acercó y entabló conversación con ella.
Fue entonces cuando Sofía junto con Virginia se acercó a sus tíos
—Tío Fernando, tía Sol, me voy de aquí, quiero volver a casa —disparó
sin explicaciones. Los tres se quedaron con la boca abierta.
—¿Hoy? —preguntó Fernando reaccionando lo más rápido que le dio
tiempo la sorpresa.
—En este mismo momento, Virginia puede llevarme, no sé dónde están
las llaves del auto, Andrés las tiene —explicó Sofía.
—Vámonos hija —dijo tía Sol, de inmediato —tienes tu habitación tal
como la dejaste.
—¿Tendré que darle parte de la casa a Andrés? —le preguntó a su tío.
—No, el matrimonio lo redacté por bienes separados, yo me ocupo de
sacarlo de aquí, si es lo que quieres —apuntó Fernando.
—Sí, es lo que quiero, pero me voy ya —dijo Sofía con apremio —me
iré con Virginia.
—Yo las acompañaré —dijo Sol.
-Váyanse, yo me encargo de Andrés —dijo Fernando.
Las tres se perdieron entre los grupos de gente, por el momento no se
veía a Andrés por ningún lado. Mientras, Fernando hacía una llamada por el
móvil.
—¿Te ayudamos a empacar algunas cosas? —preguntó Sol y Virginia
asintió.
—Todo está en tu auto —dijo Sofía
—¡Dios! Lo tenías todo planeado —casi gritó Virginia.
—Así es —dijo secamente Sofía.
Cuando iban hacia el auto, vieron a lo lejos dos siluetas abrazadas,
entraron rápidamente al coche, al encender las luces vieron claramente a
Andrés besándose con la mujer de azul, la que Sofía había identificado como
la del perfume, Sofía se agachó, pero no fue necesario, la pareja estaba muy
ocupada en esos momentos.
Sofía ni se inmutó, siguió con su plan.
—Habla con Alejandra, dile que salga de allí, antes de que se vayan los
amigos de Andrés —le pidió a Virginia, quien lo hizo de inmediato, estaba
nerviosa.
°°°°°
Al llegar a casa de sus tíos, Sol las condujo a la antigua habitación de
Sofía, una vez en su habitación, las piernas le flaquearon, cayó de rodillas y
comenzó a reír histéricamente.
—¡Lo hice, lo hice, soy libre! —decía. Virginia y Sol se miraron
preocupadas, Sol se fue corriendo a preparar una tila.
Cuando regresó Sol con la tila, ya Sofía estaba sentada sobre la cama y
lloraba a mares.
—Toma esto hija, te ayudará —dijo Sol dándole la taza.
—¡Al fin, al fin, no sé cómo pude hacerlo, no sé cómo pude soportarlo!
—chilló Sofía histérica.
—¿Por qué no nos dijiste nada? —preguntó Sol.
—Primero tenía mucho miedo de Andrés —contó Sofía.
—¿Te pegaba? —preguntó Sol.
—Nunca, hasta la semana pasada que me tiró del pelo, entonces me di
cuenta de que si seguía allí iba terminar golpeándome, pero la verdad es que
yo no decía nada porque me daba vergüenza haber caído tan bajo —explicó
Sofía, comenzando a llorar de nuevo. Estaba completamente fuera de sí,
lloraba a gritos y luego reía.
Sol llamó al médico de la familia, le explicó la situación, el facultativo
habló un rato con Sofía y le dejó unos tranquilizantes, después de un rato
Sofía dormía profundamente.
—Me voy, doña Sol —dijo Virginia —volveré mañana.
—Gracias por apoyarla, hija. Ya está aquí y está a salvo —dijo Sol.
°°°°°
Mientras tanto en la celebración, los invitados empezaban a retirarse,
Andrés estaba furioso, porque los estaba despidiendo él solo, era una fiesta de
aniversario y su esposa no aparecía por ningún lado, todos, por cortesía
preguntaban por ella y Andrés disimulaba la rabia, dando excusas.
La última en despedirse fue la mujer de azul. Solo quedaba Fernando
con tres hombres de traje, él se acercó a Alejandra, quien a pesar de la
advertencia se había quedado, por si había algo en que ayudar.
—Alejandra, prefiero que te vayas —le dijo al oído a la chica —Sofía ya
está en casa.
—Y Virginia también ya llegó a casa —contestó Alejandra.
—Gracias por apoyarnos, hija, pero yo me encargaré de Andrés, vete
ahora que está despidiendo invitados, será mejor que no te vea —apuntó
Fernando.
Alejandra se fue discretamente, Fernando se quedó prácticamente al
centro del patio, los hombres de traje, no se veían en ese momento.
Cuando por fin se fue la mujer de azul, Andrés se dirigió a Fernando
—¿No ha visto a Sofía don Fernando? —preguntó con mansedumbre,
pero hervía por dentro, cómo se había atrevido a dejarlo solo y a
contradecirlo absolutamente en todo.
—Sí, hace como dos horas —dijo Fernando secamente.
—¿Tanto? Habrá subido a nuestra habitación —contestó Andrés confuso.
—No, está en nuestra casa, te abandonó —apuntó Fernando.
—¿Cómo? Eso no puede ser, estamos celebrando nuestro aniversario —
gritó Andrés —¡Ella no puede abandonarme!
—No sé qué estarías celebrando tú, pero ella se largó. Y como este
matrimonio se acabó, ahora recoge tus cosas y te largas tu —ordenó
Fernando con una calma pasmosa.
—¡Esta es mi casa! —gritó fuera de sí. Los hombres de traje comenzaron
a acercarse a ellos, venían en formación de triángulo, dos atrás de Andrés, a
cada lado y el tercero detrás de Fernando.
—No, ésta es la casa de Sofía, ella ya dio por terminado esta relación, así
que tú te vas —dijo Fernando siempre con calma. Andrés quiso tirarse sobre
Fernando, pero inmediatamente el hombre que tenía detrás, lo inmovilizó y el
otro lo apuntó con su arma. El tercero se situó atrás y al lado de Fernando.
—Te doy una hora, empaca y vete. ¡Ah! Y dame las llaves del auto de
Sofía. Ellos te llevaran a donde les digas, yo te enviaré los papeles del
divorcio.
—¡No firmaré nada! —gritó Andrés. El hombre que lo sujetaba ejerció
una especie de llave que lo hizo gritar de dolor.
—Por supuesto que firmarás lo que te diga, el caballero te ayudará a
empacar —dijo abrochándose la chaqueta, yo espero aquí. Una hora,
recuerda.
°°°°°
Era ya de madrugada cuando Fernando llegó a casa. Sol lo esperaba
impaciente.
—¿Todo bien? —preguntó.
—Dentro de lo que cabe, se resistió un poco, es lógico ha estado viviendo
como rey a costa de Sofía, llamé a unos hombres de seguridad del bufete, casi
lo tuvimos que echar por la fuerza. Mañana mismo me pongo en lo del
divorcio.
—¿No tienen que esperar un año? —preguntó Sol.
—Por mutuo consentimiento, sí, tiene que demostrarse el año de
separación, pero tiene antecedentes penales y si no quiere que le saque todos
sus trapitos sucios, firmará, nosotros y sus amigas podemos testificar que han
estado separados un año —anotó Fernando.
—¿Siempre supiste que tenía antecedentes? —preguntó Sol -¿Por qué no
lo dijiste?
—Y todos por estafa, incluso ha estado preso. Sofía jamás me hubiera
creído, hubiera pensado que le quitaba el amor de su vida, recuerda que hay
lecciones que no se aprenden en la teoría —anotó Fernando.
—Pero le pudo hacer mucho daño —argumentó Sol.
—Se lo hizo. Contraté un investigador privado, he estado al corriente, le
ha robado bastante, le topó la tarjeta de crédito y le dejó la cuenta común a
cero. Aunque nunca pareció haber indicios de violencia física ¿Cómo está
ella? —preguntó Fernando.
—Muy mal, primero llegó y reía histéricamente que al fin era libre, luego
empezó a llorar sin parar, llamé al doctor, le ha prescrito tranquilizantes,
ahora duerme profundamente —dijo Sol.
—Le llevará cierto tiempo recuperarse, ese tipo nunca la agredió
físicamente, pero hizo papilla su autoestima, tenemos que ayudarla —apuntó
Fernando.
—Pobre mi niña —dijo Sol.
—Nada de niña, Sol, que ya es una mujer. Y una mujer valiente que
logró darse cuenta del infierno en el que estaba y salir de él. Ahora tendrá que
reinventarse, pero la parte más difícil, ya la hizo.
CAPÍTULO 3

RECUPERACIÓN
Había pasado un mes, Sofía ya estaba durmiendo un poco mejor, aún
tenía pesadillas, aunque seguía tomando los tranquilizantes, se encontraban
en la sala de estar, se estaba mirando al espejo, tenía unas ojeras terribles y
estaba pálida, demacrada y delgada en extremo.
Había pedido sus vacaciones atrasadas en el trabajo, en total, le debían
tres meses, pero no le parecía tiempo suficiente, no tenía valor en enfrentarse
todavía a la rutina laboral. Le daba terror salir de casa, no podía enfrentarse a
la calle.
—No pueden verme así —dijo Sofía, tirando el espejo sobre el sofá.
—Así te han visto los últimos años —dijo Virginia sin piedad, mientras
Alejandra la fulminaba con la mirada.
—La verdad es que tienes tiempo de verte desmejorada —asintió
Virginia —aunque nos hayas dicho lo contrario no parecías tan feliz. Sofía
soltó el maquillaje y comenzó a llorar, una vez más.
—Al principio, el primer año todo era maravilloso, para mi cumpleaños
llenó la habitación de globos llenos de helio, de todos colores y cada uno de
ellos, tenía amarrado un mensaje de amor, me servía el desayuno en la cama
¡Hacía tantas cosas lindas! Y yo no me daba cuenta de que me estaba aislado
de todos ustedes y además me estaba explotando, porque yo estaba viviendo
en otro mundo. Era feliz muy feliz… y muy engañada —comenzó a contar
entre lágrimas.
—¿Qué pasó después? —preguntó Alejandra.
—No me di cuenta cómo fueron cambiando las cosas, sí noté cierto
alejamiento, pero me pareció normal en un matrimonio de dos años, sobre
todo después de tantísimo esfuerzo por quedar bien conmigo, pero no sé
cómo entré al infierno. Primero me pidió que dejara de estudiar, yo estaba
agotada. Nunca estaba contento, yo me esforzaba por ser la mejor esposa,
pero siempre había un pero, que si el desorden de la casa, que si mucha sal en
la comida, ni siquiera teníamos sexo. Hasta que se consiguió una amante, yo
pude sentirme un poco en paz, ya no estaba todo el tiempo conmigo, ya podía
respirar. Claro, me tenía segura —dijo llorando y gritando con ira.
—¿Te duele que tenga una amante? ¿Aún lo amas? —preguntó Virginia.
—¡Ya no sé qué es el amor! Tenía una amante, sí, eso se considera
traición. La gente solo piensa que la traición es tener a otra persona. ¿Y el
hecho de que me robara? ¿De que no me permitiera estudiar? ¿De qué me
pusiera a trabajar a mí, mientras él solo gastaba el dinero? ¿Eso no es
traición? ¿Cómo pude ser tan estúpida? —gritó Sofía comenzando a llorar de
nuevo. Alejandra y Virginia se removieron inquietas, no hallaban qué decir,
pero en eso iban entrando Sol y Fernando a la sala, habían alcanzado a oír
todo lo que había dicho Sofía.
—Ya no te culpes Sofía, lo importante es que te diste cuenta y te pudiste
liberar de él —dijo Fernando —es difícil liberarse de ese tipo de gente, lo sé
porque trabajo con sus víctimas como abogado que soy, pero tú no solo te
diste cuenta, también te liberaste. Has sido muy inteligente y valiente. Ahora
tienes que decidir cómo quieres continuar tu vida.
Sofía se calmó, asintió.
—Primero, la tesis, la haré yo sola, y quiero continuar trabajando —dijo
Sofía.
—¿Cómo la tesis, si dejaste de estudiar? —preguntó Sol.
—Estudié en línea los dos años que me faltaban, de escondidas, ya estoy
egresada —explicó Sofía limpiándose las lágrimas.
—¡Eso sí que no me lo esperaba! —exclamó Sol -¡Qué maravilla!
—Ya ves cómo has sido valiente, ahora puedes optar a un mejor puesto
en tu trabajo —anotó Fernando —si quieres te ayudo en eso y si se puede en
otra sucursal ¿Te gustaría cambiar?
—Sí tío, sí, me gustaría cambiar todo, también mi lugar de trabajo, me da
vergüenza que la gente me vea, me siento tan tonta….
—Ya pasó, hija, pero si te sientes muy mal, debes darte un tiempo para
recuperarte —apuntó Sol. Todos asintieron, Sofía se sintió peor aún.
—De acuerdo, lo pensaré —concedió.
°°°°°
Pasaron los tres meses de las vacaciones y Sofía puso su renuncia, ella
pensó que estaría recuperada, pero no fue así. Casi no salía de su habitación,
no tenía ganas ni de levantarse, a duras penas comía lo que le ofrecía su tía
Sol. Al verla de esa manera, Fernando aún no había hecho movimientos por
conseguirle un nuevo trabajo, ni tampoco Sofía había movido un dedo por su
tesis.
Preocupados Fernando y Sol pidieron una consulta con un terapeuta para
que los asesorara sobre cómo manejar la situación. Respondieron a todas las
preguntas iniciando desde cómo fue su infancia y luego cómo fue la relación
con Andrés desde que lo había conocido.
—Es evidente que ese hombre es un psicópata narcisista —Fernando
asintió —no todos cometen delitos, o son asesinos en serie. Hay algunos que
se integran a la sociedad y nadie se da cuenta, solo sus víctimas.
—Éste hombre sí tiene antecedentes penales, todos por estafa —anotó
Fernando.
—Entonces está claro que es el tipo de persona que les explicaba, buscan
víctimas inocentes para vivir a costa de ellas, de cara al público son
encantadores, pero en casa, unos abusadores emocionales y unos parásitos en
cuestiones materiales.
—Ese ha sido el caso de Sofía —apuntó Sol.
—Aquí el problema es que la víctima, en este caso su sobrina, está en
una especie de shock post-traumático, el psicópata destruye la autoestima de
la víctima. Ella corre el riesgo de caer en depresión, sin embargo, el hecho de
que ella misma huyera y se tomara revancha y estudiara de escondidas, nos
habla de aún conserva bastante de su propia valía. Eso es positivo —explicó
el terapeuta.
—¿Qué debemos hacer? Ya pasaron tres meses, y apenas sale de la cama,
sigue muy delgada y no se ocupa de sí misma —preguntó Sol preocupada.
—Me comentaron que tiene amigas que están tratando de ayudarla
también —comentó el profesional. Ambos asintieron.
—Pues válganse de ellas, ustedes en su preocupación están dejando que
llore su tristeza, y está bien la ha llorado y la seguirá llorando, pero es
momento de trabajar con la rabia que lleva, sobre todo contra sí misma.
—No entiendo por qué siente rabia contra ella misma, si ha sido la
víctima —anotó Sol.
—Es muy común en las víctimas de estas personas, se sienten
avergonzadas y muy culpables, porque se han dado cuenta de que se dejaron
engañar. La vergüenza que sienten les produce ese enojo contra sí mismas.
—Sí, dice constantemente que ha sido una estúpida —explicó Fernando.
—Hablen con sus amigas, que la obliguen a levantarse a arreglarse y si es
posible a hacer ejercicio y si es ejercicio fuerte, para liberar la rabia mejor.
No hay que presionarla tanto, todo lo que está pasando es normal en alguien
que ha sido víctima de un psicópata de estos.
°°°°°
Sofía se encontraba recostada en la sala de estar, viendo televisión, con la
mirada perdida, por supuesto en piyama, llegó Fernando y se sentó frente a
ella.
—¿Podemos hablar? —preguntó.
—Sí, claro —contestó Sofía como quien venía de una lejana dimensión.
—Ya tu casa está alquilada, la renta será depositada en tu cuenta —
anunció Fernando.
—Gracias, tío Fer, no quiero seguir siendo una carga para ti —murmuró
Sofía.
—Nunca lo has sido, lo único que he lamentado de tenerte con nosotros
es haber perdido a mi hermana, tu madre, pero tu presencia me ayudó a
soportar ese dolor —anotó Fernando.
—Gracias, has hecho mucho por mí —contestó Sofía conmovida -¿Qué
ha sido de él? —preguntó.
—La verdad, lo retuve unos días y lo obligué a firmar el divorcio, le puse
un investigador privado por si quería acercarse a ti, aunque con el dinero que
le quedaba pagó a un coyote, se fue para el norte. Le perdimos la pista en
México, a saber si pasó o no.
Sofía calló, pareció aliviada.
—¿Te arrepientes? —preguntó Fernando.
—No tío, para nada, es que me da miedo salir a la calle y encontrármelo
—confesó.
—Bueno, pues no te lo encontrarás, pero… Hija, no puedes seguir así,
has detenido tu vida, es natural que sientas miedo e inseguridad, necesitas
ayuda, si tú quieres, claro —ofreció con cautela.
Fernando no se lo esperaba, pero Sofía, asintió.
—Sí, necesito ayuda, si no, de esta no salgo, no me atreveré ni a pasar de
la puerta ¿Conoces a alguien? —preguntó Sofía.
—La verdad es que sí. Sol y yo estamos en terapia, precisamente por esta
situación —confesó Fernando.
—¿Por qué no me lo habían dicho?
—Precisamente porque tienes que ir por voluntad propia, es la única
forma de que la terapia te ayude.
—Sí, tío, haré lo que sea por salir de ésta —contestó Sofía con
resolución.
°°°°°
Virginia y Alejandra entraron a la habitación de Sofía, ambas saltaron
sobre el colchón.
—¿Cómo estás Sofi? —preguntó Virginia. Sofía por toda respuesta se
tapó la cabeza con las mantas.
—Hemos venido a traerte para ir a la peluquería, ya es hora de que
arregles un poco —dijo con amabilidad, pero retirando las mantas con
firmeza.
—No tengo ganas —contestó Sofía.
—No es necesario, de todas maneras vendrás con nosotras —apuntó
Alejandra —Así que vístete.
—Ese idiota no merece tus lágrimas —disparó Virginia, Alejandra le
hacía señas para que se callara.
Sofía quiso resistirse, pero sintió la vergüenza de siempre, de estar allí
tirada llorando por un imbécil, así que se levantó a desgana y se metió a la
ducha. Virginia y Alejandra chocaron las manos, los tíos de Sofía ya habían
hablado con ellas y pedido su ayuda.
Primero la llevaron a desayunar, estar fuera de su cama y con sus amigas
y el olor del café le despejó un poco la mente y la hizo recordar viejos
tiempos, cuando no hacía más que estudiar y salir con sus amigas. Por
primera vez en mucho tiempo comió con apetito.
—¿Cuándo inscribirás la tesis? —preguntó Virginia
Sofía parecía ida, mirando al vacío, pero aun así contestó
—Pronto, comenzaré a recoger la documentación, quiero graduarme. Ya
perdí mucho tiempo —dijo y los ojos se le llenaron de lágrimas.
—¿Sabes que ya no estoy en atletismo? Me retiré —Alejandra
interrumpió sus pensamientos.
—¿Por qué? —preguntó Sofía.
—Ya tengo veintiséis, ya me quedaban pocos años, después iba a tener
que ser entrenadora, pero cuando conocí el crossfit, me encantó —explicó la
chica con entusiasmo.
—Es porque le gusta machacarse el cuerpo, si no es atletismo es esa
tortura de cargar sacos y saltar sobre cajas —bufó Virginia.
—¿Cargar sacos? —preguntó Sofía.
—Son ejercicios no convencionales, pero trabajan todo el cuerpo, te
mantienen fuerte, elástica y con los músculos bien formados —explicó
Alejandra —puedes venir a una sesión a ver de qué se trata.
Sofía iba a declinar, pero Virginia no la dejó hablar
—Tienes que verlo, es todo un espectáculo ver cómo se machacan, es
algo que no se ve todos los días —anotó con entusiasmo. Sofía sonrió de
medio lado.
—Bueno, luego nos iremos a la peluquería, te cortaste el pelo hace tres
meses ya lo tienes bien disparejo —dijo Virginia.
—Sí, me lo corté porque Andrés se enrollo todo mi cabello en el brazo
para tirarme de él. Lo hice para darle el mensaje de que nunca más sucedería
eso —explicó Sofía enojada.
—Y lo hiciste ¿Crees que no lo tiene claro? Primero lo desafiaste en
público y luego lo abandonaste ¡Fue una jugada maestra! —apuntó Virginia.
—Sí —dijo Alejandra —hasta fue emocionante ayudarte a escapar —Me
sentí como en las películas.
—Por cierto —dijo Sofía —¿Averiguaste quién era la tipa de azul?
—Es una masajista, hasta me dio su tarjeta —contestó Alejandra.
—Eso ya no te sirve de nada, ni te acuerdes —protestó Virginia. Sofía
hizo caso omiso de la protesta de su amiga.
—¿Andas la tarjeta? —preguntó.
—De seguro, tengo la mala costumbre de no sacar todas las tarjetas que
me dan —contestó Alejandra
—Búscala, por favor —pidió Sofía.
—¿Para qué la quieres? Olvídate de eso —gruñó Virginia.
—En serio, búscala, o no voy a la peluquería con ustedes —amenazó
Sofía.
Alejandra y Virginia cruzaron una mirada de sorpresa, pero Alejandra
decidió obedecer y comenzó a rebuscar en su billetera, tal como había dicho,
tenía montones de tarjeras, pero la encontró y con cierta inseguridad se la
entregó a Sofía.
Sofía la leyó y sacó su móvil, sus amigas no sabían que hacer, no les
parecía digno que su amiga montara el show de la esposa engañada con la
masajista. Sin embargo Sofía sin mediar palabra tomó su móvil y marcó
—¿Tengo el gusto con la señorita Margarita López? —dijo leyendo la
tarjeta.
—….
—Soy la licenciada Marcela Flores, trabajadora social de Clínicas
Integrales, le llamo porque necesito informarla de que el señor Andrés
Rodríguez, la ha puesto en la lista de sus contactos sexuales.
—…
-Ahora le explico, el señor ha salido positivo en la prueba de VIH,
estamos llamando a los contactos de nos dio, para que se tomen los exámenes
pertinentes y por supuesto para que avisen a sus propios contactos sexuales.
—…
—¡Ah! Eso es confidencial, pero, sí, siendo su caso, que quede entre
nosotras, además de usted hay otras cuatro mujeres en su lista y un hombre,
pero claro, se lo digo solo para que se cuide usted, querida.
—…
—¡Claro que tiene que analizarse! Y también se le pedirá su lista de
contactos sexuales. Es cuestión de salud pública, tienen que llevarse registros.
—…
—Estamos a sus órdenes. La esperamos para atenderla lo más pronto
posible —Sofía colgó sin siquiera una sonrisa. Virginia y Alejandra estaban
de piedra.
—¿Se puede saber qué fue eso? —preguntó Virginia tratando de contener
la risa.
—Ustedes me la pasan diciendo que me entretenga en algo, es lo que
acabo de hacer, me entretuve un ratito —contestó Sofía tomándose su café y
saboreándolo.
Alejandra empezó a reír a carcajadas.
—Esa pobre tipa va a pasar unos días terribles mientras se da cuenta —
dijo aun riendo.
Sofía sacó el chip de su móvil y lo rompió.
—Tengo que cambiar de número, por Andrés, claro, para que no pueda
contactarme, tenía que aprovechar lo que le quedaba de vida al pobre chip.
—Oye ¿Odias a esa tipa? —preguntó Virginia.
—Para nada. Supongo que desde que ella se atravesó fue que dejó de
estar encima de mí todo el tiempo. Fue entonces cuando volví a salir contigo,
en realidad le estoy agradecida, pero ella no debería salir con casados, tal vez
aprende del sustito. Bueno, vamos ustedes me sacaron de la cama, dijo
levantándose.
Alejandra y Virginia chocaron manos detrás de ella. En la peluquería
ella dijo que quería dejarse crecer el cabello de nuevo, así que le retocaron los
mechones de la frente y solo le dieron forma al corte. Se arreglaron manos y
pies.
Cuando regresó a casa, parecía otra, no tenía un cambio físico evidente,
sin embargo sus ojos tenían una pequeña luz y su expresión había cambiado,
no era la expresión que había tenido los últimos años, pero la inocencia de
antes se había ido por completo de su semblante.
°°°°°
Hubo varias ocasiones en que Virginia y Alejandra tuvieron que
arrancarla de la cama, cada vez les costaba menos, y aunque no había dicho
nada, porque pasaba encerrada con su ordenador, ya había empezado
investigar, ya tenía el tema y había inscrito su tesis en línea.
—Ya te dije que tienes que ver a Alejandra —insistió Virginia.
—No veo que tiene de interesante ver una sesión de ejercicios —protestó
Sofía.
—¿Lo dices tú que antes entrenabas cuatro horas diarias?
—Fue en otra vida —contestó Sofía.
—Esta vida también es genial. Vamos.
No era la primera vez que la sacaban a la fuerza y probablemente no sería
la última, pero cada vez se resistía menos, cuando ya estaba fuera de casa con
sus amigas parecía sentirse bien.
Esta vez llegaron a una especie de bodega, para nada parecía un
gimnasio, pero allí estaban las personas, unas pasaban unos sacos que
parecían pesar mucho de un lado a otro, otros levantaban con ambas manos
unas pesas grandes y redondas. Hacían planchas, sentadillas, subían a saltos
sobre cajas de madera y sudaban a raudales, incluso había una mujer
avanzando mientras volteaba una rueda de camión.
Lo que más le llamó la atención a Sofía fue que se utilizaban los aros y
las barras de gimnasia, eso le trajo recuerdos. Al fondo había una pizarra
donde se anotaban las rutinas, que al parecer eran diferentes para cada
persona.
Alejandra las vio y fue a recibirlas toda sudorosa.
—Bienvenidas al gimnasio de crossfit —les dijo
—Esto no es un gimnasio, es una bodega —renegó Virginia.
—Es porque tú no sales de los mismos gimnasios que solo son para darte
la ilusión de moverte un poco —atacó Alejandra.
—Pero estoy en forma —protestó Virginia
—No, como yo —se jactó Alejandra, y era cierto, cada músculo de su
cuerpo estaba marcado —El crossfit trabaja el cardio, la fuerza, la
flexibilidad, el equilibrio, es bastante integral -¿Qué te parece? —preguntó
Alejandra.
—Me gusta —contestó Sofía
—El gym de Virginia no me parece, no entrenan lo suficiente. Tú tienes
mucho tiempo sin entrenar, así que el entrenador te guiará para comenzar, si
tú quieres —aventuró Alejandra.
—Sí, de acuerdo —dijo Sofía espontáneamente, dejándolas a las dos con
la boca abierta.
Así fue como Sofía reinició su rutina de ejercicios, fue difícil al principio,
lo más duro fue comenzar a salir sola, Fernando había vendido su antiguo
auto y le había comprado otro, más nuevo y sin recuerdos.
Ella había sido gimnasta y acostumbraba a entrenar muchas horas y muy
duro, ahora con veintiséis años, ya estaba mayor para la gimnasia, pero al
igual que Alejandra que había sido atleta de alto rendimiento estaba
encantada con el crossfit.
Había iniciado con tanto entusiasmo, que el entrenador había que tenido
que intervenir para que no se lesionara, era evidente que muchas veces hacía
los ejercicios con rabia y eso no era conveniente, aun no estaba en forma,
pero poco a poco fue adaptándose y mejorando sus marcas.
En casa de sus tíos hizo instalar un saco de boxing, eso no era parte del
crossfit, pero el terapeuta le había sugerido sacar la rabia que sentía a golpes
y lo estaba tomando muy en serio, a veces pasaba hasta una hora dando
puñetazos y patadas al saco sin parar.
°°°°°
Sus tíos estaban encantados con la mejoría de Sofía, pero evitaban hablar
de ello, preferían que ella sola se abriera, y al fin lo hizo.
—Tío Fernando, tía Sol, quería decirles que les agradezco mucho que me
ayudaran a salir del matrimonio, yo sé que ustedes no estaban de acuerdo con
que me casara tan joven y sé que él no les gustaba, pero aun así me apoyaron
en el momento que más lo necesité.
—En ningún momento íbamos a dejarte sola, hija —dijo Sol.
—Así es —dijo Fernando —solo esperábamos tu señal para ayudarte,
pero no íbamos a hacer nada sin tu consentimiento.
—¡Se los agradezco tanto! —dijo Sofía al borde de las lágrimas.
—Eres nuestra hija y te amamos —anotó Sol —haríamos cualquier cosa
por ti, y nos alegra mucho verte recuperada ¿Te sientes mejor?
—Bueno, más o menos, pero sí mucho mejor que cuando llegué, y ha
sido gracias a ustedes y a Virginia y Alejandra.
—Mencionaste que querías trabajar ¿Crees que estás lista? —preguntó
Fernando.
—La verdad, siento un poco de temor de no funcionar bien, pero creo
que debo intentarlo —anotó Sofía.
—Ahora ya estás egresada, lo lógico es que aspires ya a un nivel
ejecutivo ¿estás de acuerdo? —preguntó Fernando. Sofía asintió —Entonces
prepara tu currículo.
—Está listo, solo falta imprimirlo —anunció Sofía.
—Siempre nos sorprendes —anotó Fernando.
—Y gratamente —recalcó Sol.
—No siempre, perdí cinco años de mi vida por tonta —se reprochó Sofía.
—Ningún aprendizaje es pérdida de tiempo —anotó Sol
—Así es —apuntó Fernando —te has convertido en una mujer fuerte y
valiente. Estamos muy orgullosos de ti.
Sofía rompió a llorar y sus tíos la abrazaron, los tres se fundieron en un
apretado abrazo que decía mucho más que mil palabras.
CAPÍTULO 4

ADIÓS INOCENCIA
Era su primer día de trabajo, una nueva etapa comenzaba en su vida.
Había realizado su entrevista de trabajo con éxito y había sido asignada la
Unidad de Investigaciones, del departamento de Estudios de Política
Económica, debido al tema que había elegido para su tesis, que se trataba
precisamente de una investigación.
Su primer día de trabajo, el licenciado Alejandro Guadrón, un hombre de
cincuenta años de muy buena presencia quien era el subgerente de Estudios
Económicos, la acompañó al departamento en el que trabajaría.
Su jefe inmediato sería el licenciado Arturo Gallardo. Era un hombre alto
de treinta y dos años, cuerpo con músculos bien marcados que se adivinaban
a través de su traje. Facciones muy varoniles, sin ser toscas, ojos y cabello
negro que usaba muy corto, atractivo a pesar de la seriedad y autoridad que
emanaba de toda su presencia.
—Buenos días Arturo, acabamos de contratar a la ejecutiva que
solicitaste para tu departamento, ella es Sofía Madrigal. Sofía tendió su mano,
éste se la estrechó.
—Mucho gusto —dijo con la mirada fija en ella. A sus veintisiete años
estaba hermosa, su piel brillaba saludable, tenía su cabello rojo lacio, hasta
los hombros con un flequillo escalonado que comenzaba en la frente y le
enmarcaba el rostro con mechones asimétricos, su cuerpo estaba muy bien
formado y vestía con elegancia, sin excesos. Nunca había visto una mujer tan
hermosa.
Arturo le presentó al otro ejecutivo de su unidad, se trataba de Marcos
Andrade, de treinta años, alto y delgado, sumamente atractivo, con rostro de
actor de cine y unos ojos grises con enormes pestañas, cabello negro un poco
rizado. ¡Todo un ejemplar!
—Un placer conocerte, Sofía —dijo estrechando la mano de Sofía unos
segundos más de la cuenta, ella frunció el ceño. Arturo lo notó de inmediato e
interrumpió el momento llevándola a otro escritorio.
—Ella es Marta Zaldívar, ella también es ejecutiva de esta unidad. Marta
ella es Sofía Madrigal, trabajará con nosotros.
—Mucho gusto —contestó Marta estrechándole la mano, se trataba de
una chica de veinticinco años, estatura mediana, piel trigueña, cabello negro,
corto. Facciones finas, muy inteligente y astuta, ella le sonrió con amabilidad
a Sofía.
Por último la llevó al escritorio que estaba al centro de los cubículos,
éste estaba ocupado por una chica de veintitrés años, atractiva, bastante
voluptuosa y vestida muy ceñida para destacar sus encantos, delanteros y
traseros, usaba maquillaje llamativo, que resultaba vulgar.
—Ella es Yesenia Martínez, nuestra secretaria. Yesenia te presento a
Sofía Madrigal, desde este día trabajará con nosotros en la unidad de
investigaciones.
—Mucho gusto —dijo Yesenia, sin tender la mano y sin levantarse —ya
era hora que nos dieran otro ejecutivo, tenemos mucho trabajo.
Luego Arturo la llevó a su cubículo.
—Aquí trabajarás tú, nos estamos enfocando en estudios sobre créditos
pequeños, queremos saber hasta qué nivel podemos arriesgarnos prestando
pequeñas cantidades a emprendedores, porque los grandes préstamos se han
estancado por la crisis, los datos están en tu ordenador y cualquier cosa que
necesites, puedes preguntármela —dijo con una seriedad que podría dar
miedo, sin embargo Sofía lo miró a los ojos, descubriendo en ellos una
frialdad que más bien podría ser tristeza.
—Muchas gracias, licenciado, es muy amable de su parte, le aseguro que
pondré mi mejor esfuerzo —dijo sin mover un músculo de su precioso rostro.
°°°°°
La jornada laboral había transcurrido con tranquilidad, Sofía se
encontraba leyendo expedientes, consultando su ordenador y ordenaba las
cosas de la manera que sería más cómoda para ella. Mientras tanto Marcos
irrumpió en la oficina de Arturo.
—¡Qué buena está la nueva! ¿No te parece? —preguntó sentándose
frente a él.
—Espero que trabaje bien, por lo menos mejor que tú, que ya sería
bastante, tenemos mucho trabajo, hombre, no te distraigas, y no le amargues
la vida a Valentina —apuntó Arturo.
—Valentina es mi esposa, es la catedral, pero las otras son capillas. ¿Cuál
es el problema? —preguntó descaradamente Marcos.
—Que no trabajas lo suficiente, y también haces que Yesenia se
distraiga, ponte a trabajar, hombre, no puedo estar pidiendo más personal
solo porque tu vienes a vagar —anotó Arturo.
—Es que eres un gran amigo —mencionó Marcos descaradamente, pero
ante la mirada de reproche de su amigo, optó por retirarse, no sin antes hacer
su advertencia —de que me la tiro, me la tiro ¡Está buenísima!
Arturo lo vio retirarse, moviendo la cabeza negativamente, apreciaba
mucho a Marcos, pero le estaba dando muchos problemas.
Marcos era su amigo, lo conocía desde la universidad, pero era
incorregible, siempre en busca de una nueva conquista, lo lamentaba mucho
por Valentina, su esposa, quien también era su amiga y no comprendía como
ella podía soportar la situación y pasársela de detective vigilando a Marcos.
Por otro lado le había molestado mucho el comentario que había hecho
sobre Sofía, visto estaba que era una mujer preciosa, pero le pareció una falta
de respeto la forma en que se había expresado, cosa que no era de extrañar,
pero en esta ocasión lo que sí era de extrañar era por qué Arturo se había
molestado, en realidad lo único que debería importarle era que Marcos
trabajara eficientemente.
°°°°°
En cuestión de tres meses, Sofía estaba llevando a pasos agigantados su
investigación, Marta había sido la persona que más le había ayudado y
también la había prevenido de Marcos. Almorzaban juntas, de lejos estaban
mirando a Arturo y Marcos que comían juntos.
—Es muy atractivo, y cree que el sol se para a verlo, así que cree que
todas la mujeres caen rendidas a sus pies solo por su físico, además tiene las
manos muy largas, ten cuidado —advirtió Marta —a mí me dejó en paz hasta
que lo golpeó mi novio.
—¡Por Dios!
—En realidad no quería golpearlo, Francisco vino a recogerme, porque
yo ya estaba harta, me seguía, cada vez que salía. Así que cuando vio que
venía tras de mí y casi ni me dejaba caminar, le advirtió que me dejara en
paz. Y el muy cínico le dijo que yo me le ofrecía.
—¡Qué bárbaro!
—Así que Francisco perdió los estribos y lo golpeó, lo tiró al suelo y le
dejó un ojo morado por varios días, por suerte estábamos en la calle, así que
no hubo repercusiones laborales —contó Marta —Tienes suerte de que no te
siga al salir.
—Yesenia se le cuelga cada vez que es hora de salida, entonces me
escabullo lo más pronto que puedo —contestó Sofía —Por lo que se ve ahora
está con Yesenia —observó Sofía.
—Bueno los dos juegan, Yesenia se le pasa ofreciendo y él no
desaprovecha, conste, Marcos es casado y su esposa es amiga de Arturo
también.
—¿Y así se comporta en el trabajo?
—Sí, hay que cuidarse de él, es haragán y acosador. Arturo lo protege
porque es su amigo, pero se nota que lo tiene al límite, compromete a todo el
departamento —anotó Marta. Sofía se quedó pensativa, ya tenía que estar
evitando a Marcos, pero en lo sucesivo tendría más cuidado aún.
Desde que llegaba a la oficina, Sofía se sumergía en el trabajo y no
hablaba con nadie, excepto con Marta cuando necesitaba preguntar algo y
cuando requería la autorización de Arturo para alguna cosa concerniente a su
trabajo.
Marcos la rondaba constantemente, pero ella fuera del “buenos días”, no
se detenía a hablar con él, notaba sus escapadas a lugares escondidos con
Yesenia, pero eso no le concernía.
Luego salía de su trabajo y se iba al gimnasio, mejor dicho a la bodega,
allí se reunía con Alejandra y la mayoría de veces con Virginia, a veces
hablaba de su trabajo.
Con sus tíos y sus amigas había vuelto a ser abierta y afectuosa. En su
trabajo por el contrario era una ostra, una ostra muy eficiente, eso sí.
°°°°°
Marcos se acercó a su escritorio y puso un dulce sobre él.
—Para ti, dulzura —dijo poniéndolo sobre el escritorio.
—No como dulces —dijo secamente, poniendo de nuevo el dulce sobre
el escritorio pero cerca de él con un golpe.
Marcos volvió a la carga.
—Vamos preciosa, un dulce no te hará daño —dijo poniéndoselo cerca
de nuevo.
—No gracias —contestó Sofía, dejando el dulce donde estaba.
La expresión de Sofía lo disuadió de seguir en su ofensiva. Además
Yesenia que observaba la escena a corta distancia, lo llamó y se lo llevó al
área de la cafetera.
—¿Coqueteando? —preguntó mientras le echaba los brazos al cuello y
comenzaba a besarlo.
—No, para nada, tú estás buenísima, mamacita —dijo Marcos
introduciendo su mano bajo la falda de Yesenia, en ese momento iba
entrando Sofía, al verlos, solo se dio la vuelta y volvió a su escritorio. Arturo
siempre observaba a Sofía, sabía que a esa hora más o menos todos los días
se preparaba un café, se sorprendió al ver que volvía a su escritorio tan pronto
y sin café, así que él mismo fue a la cafetera.
Se encontró a la pareja en plena acción, Yesenia ya mostraba mucho más
de lo debido y Marcos estaba todo pintarrajeado.
—Estamos en el trabajo, me van dejando eso para la salida —dijo en voz
alta y con autoridad. Yesenia salió corriendo y se encerró en el baño.
—Por el amor de Dios, Marcos ¿Por qué te empeñas en poner en riesgo
tu trabajo? No siempre voy a poder protegerte, ya me estás cansando —rogó
Arturo.
—Perdona hermano, es que, bueno, tú sabes, Yesenia es bastante
resbalosa —mencionó Marcos con una sonrisa.
—Y tú eres un santo. Límpiate la cara y vuelve al trabajo —dijo con voz
cansina.
Más tarde, Yesenia llevaba unos documentos al escritorio de Marcos.
—Yo sé que fue Sofía la que le dijo a Arturo, estoy segura, anda tras de
ti, y eso es porque tú le gustas —acusó Yesenia, queriendo poner a Marcos en
contra de Sofía y logrando el efecto contrario. Naturalmente, Marcos se lo
creyó, porque eso le inflaba el ego.
°°°°°
Cuando se hizo la primera presentación de los avances de las
investigaciones, Sofía y Marcos hicieron presentaciones muy similares.
Arturo se sorprendió, porque Sofía expresamente había pedido autorización
para tener acceso a los expedientes de cinco años atrás de solicitudes de
pequeños créditos que habían sido denegados, Marcos no, sin embargo estaba
presentando información sobre esos expedientes. Arturo miró a Sofía,
ninguna emoción asomaba a su rostro, sin embargo la abordó después de la
reunión.
Marta por el contrario había centrado sus investigaciones en el estado
financiero actual de las pequeñas empresas que sí habían recibido el préstamo
requerido.
Al terminar la reunión Arturo abordó a la chica.
—Sofía, yo sé que pediste autorización para examinar esos expedientes,
pero Marcos no. Sé que has trabajado mucho en eso, pero no dijiste nada al
respecto ¿Por qué? —preguntó Arturo.
—Porque no tengo pruebas, licenciado —contestó Sofía.
—Llámame Arturo, por favor —pidió éste.
—De acuerdo, Arturo —contestó Sofía con una pequeña sonrisa antes de
retirarse, era la primera vez que sonreía en el trabajo, Arturo se quedó con
una sensación de pasmo y a la vez sintió que el corazón se le aligeraba.
°°°°°
Continuaron el trabajo en la misma dinámica, el licenciado Guadrón
quería las investigaciones antes de cerrar el año. Sofía continuó su trabajo de
igual manera que siempre, solo que ahora llamaba a Arturo por su nombre y
con el suavizaba su expresión, por el contrario a Marcos apenas lo soportaba.
Marcos había terminado claudicando, cada vez que la llamaba linda, o
preciosa o muñeca o algo similar, Sofía le contestaba agriamente que su
nombre era Sofía, Marcos pensaba que se estaba haciendo la difícil y estaba
pensando en la estrategia siguiente.
A Sofía se le había presentado otro problema, Yesenia, la chica se
esmeraba en confundirle los documentos, en no darle a tiempo la información
que necesitaba y hasta en hacerla esperar en el baño de damas. Por supuesto a
ella no le servía el café, solo a los hombres. Sofía optó por ignorarla y
asegurarse de encontrar ella misma la información que necesitaba y por
supuesto de preparar su propio café.
Se encontró con Marta en la zona de la cafetera, ella también preparaba
su café.
—Tampoco a ti te prepara el café —observó Marta.
—¡Ni lo mande Dios! Le puede poner orina a la taza —gruñó Sofía —
pero eso es lo de menos, no me ayuda en nada, me da los documentos
equivocados y me parece que desordena mi escritorio cuando me levanto.
—Sí, lo hace, lo mismo hace conmigo, pero antes era peor, cuando
Marcos me perseguía, solo trabaja para Marcos y Arturo, claro, es el jefe —
explicó Marta.
—Bueno, me las arreglo yo sola —dijo Sofía con resignación.
—Tienes que esperar lo peor de ella siempre, lo único que te falta es que
venga la señora Valentina, es la esposa de Marcos, se deja caer de improviso
para marcar territorio, lo divertido es que quien la mantiene informada es la
misma Yesenia —advirtió Marta.
—¿Y le cree? —preguntó Sofía con asombro.
—Las mujeres como ella que andan en búsqueda y persecución del
marido me dan vergüenza ajena, es indigno —dijo Marta —pero ella cree que
su presencia nos advierte de no tocar a su maridito.
—Pues ya va siendo hora de que la señora detective encuentre pistas
verdaderas ¿no crees? —mencionó Sofía como al descuido.
—Una buena detective, seguro que las encuentra —contestó Marta
elevando una ceja. Ambas volvieron a su trabajo.
°°°°°
Como si Marta hubiera sido una pitonisa, pocos días después de la
conversación en la cafetera, se presentó Valentina. Entró al cubículo de Sofía
sin avisar, pero la habían visto pasar Arturo, desde el cristal de su oficina y
había pasado frente al cubículo de Marta, quien también la vio, Marcos y
Yesenia no estaban en ese momento.
—Buenos días —dijo Valentina entrando al cubículo de Sofía, ésta se
sorprendió, estaba muy concentrada en el ordenador.
—Buenos días —respondió -¿le puedo ayudar?
—Solo venía a presentarme, soy Valentina de Andrade, esposa del
licenciado Marcos Andrade.
Sofía tuvo ganas de virar los ojos hacia arriba, pero se contuvo, se puso
de pie y le tendió la mano.
—Un placer, señora. Soy Sofía Madrigal —dijo y Valentina estrechó su
mano. En eso apareció Marta en la puerta del cubículo.
—Señora Valentina, que gusto verla por aquí —dijo Marta
—Hola Marta —contestó Valentina secamente mirando con rabia a
Sofía, quien no se daba por aludida.
—¿En misión de reconocimiento e intimidación o de búsqueda y
persecución? —preguntó Marta con ironía -¿O en ambas?
—¡Ah! ¿La señora es detective? —preguntó Sofía a su vez. Valentina se
puso colorada, se veía sofocada, la estaban avergonzando —Si es la misión
reconocimiento e intimidación, dela por terminada. Estoy intimidada.
—¡Claro! Está en la primera etapa de la misión de este día —dijo Marta
—pero si no se mueve rápido, la segunda etapa de la misión se le irá de las
manos —enfatizó Marta —Su informante y su sospechoso no se encuentran
cerca.
Valentina miró a su alrededor, se sintió mucho peor, la burla en los ojos
de Marta y Sofía le aceleraba más el pulso.
—Tal vez en la cafetera —dijo Sofía, encogiéndose de hombros.
—Como todos los días —añadió Marta —No la atraso más señora, tiene
una misión que cumplir.
—Buena suerte con eso —dijo Sofía.
Valentina apenas escuchó lo último, se dirigió como una tromba hacia la
zona de la cafetera, encontrándose con el espectáculo previsible, Yesenia a
medio vestir y ahora también Marcos, además de tener el maquillaje de
Yesenia por todo el cuerpo.
Valentina empezó a gritarle a Marcos, porque Yesenia, como siempre
corrió a encerrarse en el baño, Marcos trataba de apaciguarla, pero aquello
parecía un reality show de lo más vulgar. Increíblemente, Sofía y Marta
parecían estar sordas, porque ambas estaban en sus cubículos, trabajando
muy concentradas.
Fue Arturo, quien al escuchar las voces acudió, encontrando a Marcos
terminando de vestirse, y otra vez, lleno de labial y sombra,
inconfundiblemente la que usaba Yesenia.
—¡SILENCIO! —gritó. Valentina y Marcos callaron —YESENIA,
AQUÍ, INMEDIATAMENTE —gritó de nuevo. Yesenia salió del baño, ya
estaba vestida y con la cara lavada. Arturo estaba fuera de sí.
—Es el colmo, ya no más advertencias, ésta vez la sanción será por
escrito, los dos tienen suspensión laboral de cinco días, sin goce de salario.
Se me van ya —ordenó con voz dura y con una expresión de enojo que daba
miedo, los dos se retiraron sin decir nada.
Luego Arturo se dirigió a Valentina
—¿Puedes acompañarme a mi oficina? —preguntó suavizando su tono.
Valentina lo siguió.
—¿Qué ha sido esto Valentina? —preguntó con rudeza.
—¡Viste cómo estaban! —dijo Valentina histérica.
—Y lo he visto antes, ya estaban advertidos. Y no te traje aquí para esto
Valentina. Quiero preguntarte si te das cuenta del triste papel que estás
haciendo —recalcó Arturo.
—Marcos es mi marido, yo defiendo lo que es mío —dijo Valentina
llorosa.
—Pues no me parece muy tuyo, Marcos hace lo que le da la gana y tú lo
sabes, Valentina. ¿Has dejado tu trabajo por venir a vigilarlo? —preguntó.
Valentina asintió.
—Nos conocemos desde que éramos estudiantes, Valentina, me parecías
una mujer muy inteligente y segura de ti misma. ¿Qué diablos te pasa? ¿No te
das cuenta del ridículo que estás haciendo? —dijo Arturo exasperado.
—Por eso vine…
—Por más que lo sigas no va a cambiar, Valentina, o lo aceptas con su
harem y te aguantas o de una maldita vez recoges tu amor propio y tomas una
decisión que sea buena para ti —apuntó Arturo con dureza.
—Es que lo amo —gimió Valentina.
—Tú lo amas, él dice que te ama. Pero yo te pregunto Valentina ¿Tú te
amas a ti misma? —esto último lo dijo con mucha frialdad.
Valentina rompió a llorar, Arturo le ofreció pañuelos desechables y
abandonó la oficina dejando a Valentina sola.
CAPÍTULO 5

AL ATAQUE
Como parte de su investigación, Sofía tuvo la iniciativa de hacer un
pequeño viaje a los municipios de los que provenían la mayor parte de
solicitudes denegadas, y para ello pidió permiso a Arturo.
—No sé por dónde llevas tu investigación, pero me parece una idea
excelente —aprobó Arturo.
—Los expedientes son viejos, sin embargo una pequeña encuesta e
incluso buscar a algunas de las personas que solicitaron los créditos puede
servirme —anotó Sofía.
—Me parece bien, solo te pido que dejes tu trabajo bien resguardado,
después de lo que pasó la última vez no me fío —anotó Arturo.
—Creí que Marcos era tu amigo —dijo Sofía seriamente.
—Y por eso lo conozco bien, no puedo permitirme ese tipo de trampas,
aunque se trate de mi amigo, no por eso voy a dejar que se aproveche de los
demás, es cuestión de ética —apuntó Arturo.
—Gracias por decírmelo, si no te molesta ¿podría guardar unas carpetas
en tu oficina? —preguntó Sofía.
—Claro, y asegura bien las claves de tu ordenador —sugirió Arturo.
—He estado trabajando en eso —anotó Sofía —Me iría mañana, si te
parece, vuelvo en tres días.
—Me parece, espero que encuentres la información que necesitas —
anotó Arturo. Sofía iba a retirarse cuando Arturo dijo —Ah, Sofía —ella se
volvió —Voy a extrañarte. Sofía no contestó, pero sonrió, esta vez le iluminó
el alma con su sonrisa sincera y el brillo de sus ojos.
Arturo se quedó pensativo, realmente iba a extrañarla. Había pasado
mucho tiempo antes de que se permitiera sentir algo por alguna mujer.
°°°°°
Marcos entró en la oficina de Arturo, como siempre se sentó frente a él
en una de sus sillas. Había pasado casi un mes desde el penoso incidente y
Marcos lo había olvidado por completo.
—¿Tan pronto le das permiso de faltar a la nueva? —preguntó
—No es permiso personal, es de trabajo, para la investigación —contestó
Arturo molesto.
—¿Desde cuándo es antropóloga? —preguntó Marcos con sorna.
—¿Y desde cuándo tú revisas expedientes antiguos que no has pedido?
—preguntó Arturo.
—Desde que me los sirven en bandeja —contestó Marcos con cinismo.
La expresión de Arturo se volvió endemoniada.
—Me refiero a Yesenia, no sabía que estabas interesado en Sofía —dijo
con premura.
—Y no lo estoy, pero no es ético robarse el trabajo de otro —anotó
Marcos.
—Total, ella ni se quejó ¿Piensas acudir en auxilio de la damisela en
apuros? —mencionó Marcos.
—No te metas conmigo. Ella es la llamada a defenderse —contestó
agriamente Arturo.
—No seas tonto, hermano, las damiselas que no se defienden lo hacen
para que lo hagas tú, es una estrategia. Allí está Sofía, está buenísima, si te
interesa te la cedo, tíratela tú y deja de ser un amargado —dijo Marcos.
—No es para que te lo tomes a broma, ni para que le faltes el respeto a
Sofía, Yesenia es otro tipo de mujer, no me parece lo que lo haces a tu
esposa, pero me lo callo, pero conmigo no te metas. Y por favor, las Yesenias
están buenas para ti y tus intenciones, Sofía es tu colega y vas a respetarla
como tal —bufó Arturo.
—Estás tratando de engañarte a ti mismo, pero a mí no me engañas, Sofía
te gusta. Pero si insistes en decir que no te interesa, luego no te quejes de que
te la quite, ya te dije que te la dejaba, pero tú no te haces cargo, ya sabes que
yo no desperdicio —mencionó Marcos.
Arturo se puso furioso, Marcos sabía cómo pincharlo.
—Ya déjame en paz y ponte a trabajar de una maldita vez. Y hazlo bien,
ya te dije que no puedo protegerte siempre y estás haciendo barbaridades
como plagiar el trabajo de otros —gritó Arturo.
—Yo tengo más antigüedad aquí, es mi derecho —se defendió Marcos.
—Lo fuera si tú hubieras buscado la información personalmente, pero no
lo hiciste —acusó Arturo.
—¿Y qué? La tonta esa no dice nada, y tú tampoco vas a decir nada. De
seguro no dijo nada, porque está esperando que este delicioso bocado le dé
gracias como es debido —dijo tomándose las solapas del traje.
A Arturo le hirvió la sangre, cosa que le sorprendió a él mismo, tenía
años de estar muerto en vida, sin embargo lo único que hizo fue advertir a
Marcos.
—Ponte a trabajar de una vez, y cerciórate de que sea en tu trabajo —dijo
volviendo al tono de voz neutro que solía usar. Marcos decidió dejar de
molestar y se retiró.
Arturo vio cómo se retiraba, sintió furia, luego se quedó pensativo ¿Por
qué sentía furia? Y, en algún momento pensó en Sofía, en verdad la estaba
extrañando.
°°°°°
Alejandra en los últimos tiempos, después del trabajo pasaba mucho
tiempo con el entrenador, tenían el proyecto de hacer un equipo de crosfit y
competir. Así había surgido la atracción entre ambos.
En realidad tenían muy poco tiempo para su proyecto, Alejandra era
administradora de empresas y José era contador y también trabajaba a tiempo
completo. José era quien había fundado el gimnasio de crosfit. Era un tipo
alto, moreno y facciones un poco duras, no era extremadamente musculoso,
porque el crosfit, no era para eso, pero cada músculo de su cuerpo estaba
detalladamente definido.
La ilusión por el equipo los había acercado, y habían terminado teniendo
una relación bastante sincera que parecía encaminarse al amor verdadero. Sin
embargo Alejandra siempre tenía tiempo para Virginia y Sofía. Ese día
estaban tomando un batido verde después del entreno, Virginia entrenaba en
un gimnasio normal.
Alejandra les había hablado de su proyecto de hacer un equipo y contra
todo pronóstico, Sofía había aceptado formar parte de él, para Sofía el
ejercicio era una terapia estupenda, en el gimnasio y en casa. Sofía las había
puesto al tanto del robo de la información en el adelanto de la información de
las investigaciones.
—Debiste decirlo en el momento —apuntó Virginia.
—No tenía pruebas contundentes —se defendió Sofía.
—Pero tu jefe lo sabe y te apoya —protestó Alejandra.
—Sí, pero no voy a permitir que me rescate y que los que hicieron eso
solo se lleven una regañina —gruñó Sofía, sorbiendo su batido.
—¿No me digas que tienes un plan? —preguntó Virginia.
—¿Y cuándo Sofía no tiene un plan? —anotó Alejandra —Y vaya
planes. De verdad si se calló en el momento es porque no se va a quedar así.
¿Me equivoco? —le preguntó a Sofía mirándola significativamente.
Sofía se encogió de hombros y fue a entregar el vaso, Virginia y
Alejandra se miraron sorprendidas, luego se rieron y chocaron las manos.
°°°°°
Virginia acostumbraba a entrenar en un gimnasio normal, hacía cardio y
luego pesas, como todos, en una ocasión escuchó a un hombre haciendo
pesas decir que las rutinas del gimnasio lo aburrían, ella lo abordó y le contó
acerca del crosfit. Ese mismo día después de la sesión lo llevó a la bodega de
José.
Cuando llegaron, estaban en pleno entrenamiento, Virginia le presentó a
José.
—Mucho gusto, soy Arturo Gallardo —dijo amablemente estrechándole
la mano.
—Soy José Galdámez, y estoy comenzando el proyecto de este gimnasio
de crosfit.
—Virginia me dijo que era diferente, le comenté que aburren las rutinas
del gimnasio, no puedo subir ni peso ni repeticiones o los músculos se me
hincharán igual que el corazón —argumentó Arturo.
—El crosfit pretende trabajar todas las áreas, cardio, resistencia, fuerza,
flexibilidad, equilibrio, las rutinas cambian cada día —dijo mientras los
llevaba a la pizarra —aquí está el récord de los que practican, la meta es
superarse a sí mismos. Date una vuelta y observa los ejercicios que están
haciendo a ver qué te parece —dijo José.
Arturo leyó la pizarra, vio el nombre de Sofía, pero no tenía apellido,
luego empezó a deambular por la bodega, Alejandra se encontraba
levantando y tirando una rueda de camión, sus ojos luego encontraron a
Sofía, quién se encontraba en las argollas. Sofía lo vio y bajó de un salto.
—Hola —dijo cansada, con las mejillas arreboladas y el cabello sujeto en
una cola de caballo excepto por los mechones que se habían pegado a su
rostro por el sudor.
—No esperaba encontrarte aquí —dijo Arturo.
—Ni yo me lo hubiera esperado hace unos meses, pero me gusta. De
hecho te lo recomiendo —contestó Sofía.
—Sofía lleva unos seis meses —dijo José y ha tenido una mejoría muy
rápida en todas las áreas.
—Eso es porque fue gimnasta —argumentó Virginia.
—Pero dejé de entrenar a los veintiún años —anotó Sofía —tú eres la
cobarde que no se atreve.
—¡Ay no! Se ve difícil —protestó Virginia.
—Cuando Sofía vino, tenía años de no entrenar y estaba baja de peso,
imagínate tú que has entrenado siempre lo que lograrías —dijo José.
—¿Tú crees?
—Claro que sí, la disciplina la tienes, como con Sofía, empezaríamos con
un nivel que puedas manejar —apuntó José.
—A mí me parece divertido —dijo Arturo —yo me apunto.
—Esooo —dijo José estrechándole la mano con los pulgares.
En eso llegó Alejandra.
—Ella es Alejandra, mi hermana y novia de José —dijo Virginia —He
conseguido un nuevo miembro para tu equipo.
—Él es Arturo Gallardo, da la casualidad de que es mi jefe —dijo Sofía.
—Solo faltas tú —dijo Alejandra.
—¡Ay no! No sé si podré, pero ustedes ya mucho molestan, vendré y si
me mato ustedes tendrán la culpa —lloriqueó Virginia.
José y Sofía aplaudieron, y Alejandra abrazó a su hermana y la levantó
en peso dándole vueltas.
—Parece que aquí no me voy aburrir nada —comentó Arturo. Sofía le
dedicó una sonrisa encantadora.
°°°°°
Se acercaba la fecha de la presentación de las investigaciones, los tres
ejecutivos trabajaban febrilmente en sus investigaciones, estaban tan
ocupados que Sofía había tenido un respiro de los avances de Marcos y por
otro lado Yesenia la había dejado en paz, tenía mucho que hacer.
Sin embargo a la salida del trabajo, siempre entrenaba, ahora que Arturo
se había unido al equipo, la pasaba mejor, poco a poco se habían hecho
amigos los cinco y la pasaban muy bien en los entrenos.
En el gimnasio Arturo era muy concienzudo con su trabajo, como en el
banco, quizás demasiado tenaz, José ya había tenido que intervenir varias
veces.
—Con calma hermano, no queremos lesiones, no estás compitiendo
contra nadie, solo contra ti mismo —decía el entrenador. Y Arturo, aunque
acostumbrado a mandar en su trabajo se sometía sin perder el buen ánimo.
Después de los entrenos, cuando los demás se iban, casi siempre había
una pequeña tertulia de los amigos, Virginia incluida, quien había empezado
quejándose mucho, pero tal como José había dicho, estaba en buena forma y
tenía disciplina, también ella iba superando sus propias marcas en forma lenta
pero progresiva.
En esas cortas reuniones Sofía aprendió más sobre Arturo. Era un
hombre distante y frío en el trabajo; pero cuando estaba con ellos en el
gimnasio, no parecía tener más ambiciones que mejorar sus marcas sin
obsesionarse, y ser feliz, porque cuando estaba allí, increíblemente mostraba
un sentido del humor que nadie hubiese imaginado que tenía.
Arturo, era sereno pero alegre, siempre estaba presto a ayudar y le
gustaba la compañía de Sofía, pero parecía haber un bloqueo con respecto a
reconocer sus sentimientos hacia ella. La admiraba y la respetaba como
profesional, como mujer y como amiga, pero no se preguntaba a sí mismo
que había más allá de eso.
Por su parte Sofía se mostraba interesada por Arturo y su forma de ser, ya
que nunca había conocido a un hombre tan sincero y noble, admiraba la
paciencia y el cariño que mostraba por sus amigos, sobre todo con el pedante
de Marcos que volvería loco a un santo. También admiraba el compañerismo
y la fraternidad que mostraba con ellos.
Le gustaba su forma de ser, sobre todo lo admiraba. No se le ocurría
pensar en él de forma romántica, esa área la tenía bloqueada su corazón, si es
que no se había destruido por completo. O era que en realidad pensaba que el
amor era sufrimiento y drama. Virginia lo notaba, era la mejor amiga de
Sofía, de seguir así las cosas, tendría que sacudir un poco a su amiga.
°°°°°
Se llegó el día de presentar las investigaciones, la primera fue Marta
quien había hecho su investigación sobre pequeñas empresas que habían
recibido un crédito de cinco mil dólares, que era el mínimo que el banco
concedía en contadas ocasiones, Marta le había dado seguimiento a una
muestra de estas empresas para constatar la capacidad de pago y comprobar si
dichas empresas habían tenido crecimiento, permanecían igual o habían
quebrado.
El siguiente fue Marcos quien habló de los créditos menores de cinco mil
dólares, que no habían sido concedido específicamente en ciertos municipios
del país, de hecho los más pobres, demostrando que estas personas no tenían
ninguna capacidad de pago y que el banco no podía arriesgarse a dar
pequeños créditos.
Por último presentó Sofía su investigación, le había dado seguimiento a
créditos denegados, e investigó la situación financiera de cierta cantidad de
estas personas, la mayoría, se las había ingeniado para montar su pequeña
empresa de un modo u otro y a la fecha, al menos el 80% se mantenían
funcionando. A partir de esta información, proponía un perfil de persona o
empresa con la suficiente capacidad de pago, con la que el banco podría
arriesgarse a dar un pequeño crédito.
—Datos muy interesantes —anotó el licenciado Guadrón -¿Qué opinas
Arturo?
—Marta ha comprobado que la mayoría de empresas que recibieron
créditos de cinco mil, no solo han pagado, si no que se mantienen activas. Y
por otro lado, las empresas a las que se les denegó el crédito, de alguna
manera también están activas. Yo me inclinaría por trabajar en el perfil de
Sofía, y probar arriesgarnos a pequeños créditos digamos de tres mil dólares.
—No estoy de acuerdo —apuntó Marcos, esa gente no tiene capacidad de
pago, en los municipios estudiados no hay empresas, ni siquiera pequeños
emprendimientos.
—Por cierto, Marcos ¿de dónde tomaste la información? —preguntó el
licenciado Guadrón.
—De los archivos del banco —contestó Marcos.
—Interesante. ¿Estas personas vinieron expresamente a San Salvador a
hacer sus trámites? —preguntó.
—Ese dato no lo recopilé —contestó Marcos, un poco confuso.
—Porque es de notar, que en ninguno de los municipios que tiene tu
estudio hay sucursal de nuestro banco, precisamente por la pobreza que
impera en esas zonas.
Marcos guardó silencio.
—¿De dónde sacaste la información? —preguntó el licenciado Guadrón.
—Se la solicité a la señorita Martínez, ella me proporcionó los
expedientes.
—Muéstramelos —insistió el licenciado Guadrón.
—No los tengo, no los he traído —murmuró Marcos.
—Marta ¿tienes tú los expedientes de tu investigación?
—Sí, licenciado, aquí los tengo —contestó la chica, mostrando la caja
con expedientes.
—¿Y tú Sofía, los tienes? —preguntó de nuevo
—Sí, claro, licenciado, aquí están los expedientes y también las encuestas
realizadas.
El licenciado Guadrón estaba furioso, clavó su mirada en Marcos, que ya
no hallaba qué decir. Mandó a llamar a Yesenia.
—Señorita Martínez, el licenciado Andrade nos ha dicho que usted le
proporcionó una información ¿Podría mostrarnos los expedientes?
Yesenia se llevó el susto de su vida, y se mostró resentida con Marcos, la
había acusado.
—No saqué la información de expedientes licenciado —dijo Yesenia en
voz baja.
—¿De dónde la tomó entonces? —preguntó mucho más enojado.
—Del ordenador de Sofía, como la vez anterior. Él me dijo que lo
hiciera, que la información pertenecía al banco —informó Yesenia, con un
tono de voz muy agudo.
—Yo no le pedí que lo hiciera, ella me dio la información, fue mi error
no corroborar de dónde la tomó —se excusó Marcos. Yesenia se puso como
loca.
—¡Mentiroso! Hasta me diste la clave para poder entrar a sus archivos —
gritó.
—Sofía ¿reconoces esa información? —preguntó el licenciado Guadrón.
—Sí licenciado, pero esos datos no son del banco, olvidé borrarlos,
fueron los datos preliminares de mi tesis —dijo Sofía, con voz calma y sin
ninguna expresión facial.
Arturo la miró, no notó en su rostro ninguna emoción, recordó cómo él se
había molestado porque ella no se había defendido cuando le robaron los
datos de los avances de la investigación “Bravo Sofía”, pensó.
—La falta que han cometido ambos es muy grave —dijo el licenciado
Guadrón muy enojado —merece el despido.
—¡Por favor licenciado, yo solo cumplí órdenes! —suplicó Yesenia
—Hasta para cumplir órdenes hay que tener criterio, señorita Martínez —
argumentó el licenciado Guadrón.
—¿Tienes algo que decir, Arturo? —preguntó el licenciado Guadrón.
—Como jefe de la unidad debo informar que ambos ya tienen sanciones
orales, y escritas, les puse a ambos una suspensión de cinco días, por
comportamiento inadecuado, que no incluía robo de información, lo que no
me da lugar a defensa alguna, lo siento mucho.
—Marcos, vuelves de gerente a una sucursal bancaria y la señorita
Martínez irá a otra sucursal, de nuevo como cajera. Tendrán un período de
suspensión de un mes, como sanción, luego serán reubicados —apuntó el
licenciado Guadrón.
Nadie hablaba, Sofía y Marta completamente indiferentes, ni siquiera
cruzaron una mirada entre ellas. Arturo estaba muy molesto, le había dicho
expresamente a Marcos que no lo hiciera, Sofía no lo había delatado, él
mismo había llegado a pensar que Sofía era una tonta por no delatarlo, pero
obviamente de tonta o de inocente, no tenía un pelo. Había logrado que se
pusieran en evidencia ellos solos.
El que se había pasado de tonto, era Marcos, no había nada que pudiera
hacer por su amigo, aunque bien visto, se libraba de un problema, aunque
Marcos fuera degradado no se le podía bajar el salario, ni a Yesenia tampoco,
y él se libraba de un problema.
Aunque apreciaba mucho a Marcos, trabajar con él había sido un
quebradero de cabeza, en cierto modo estaba aliviado y también un poco
estresado, también él podía ser sancionado por su exceso de tolerancia,
aunque todo estaba consignado en los expedientes laborales.
Por suerte para Arturo, el licenciado revisó los expedientes laborales y
consideró que habían tenido suficientes oportunidades, él también era un
hombre tolerante y consideró que Arturo había actuado bien como jefe, su
decisión era irrevocable, ambos habían cometido ya muchas faltas.
CAPÍTULO 6

PERFECTA CABRONA
Sofía se graduaba, todo estaba listo, solo quedaba el acto de graduación y
sus tíos ofrecerían un cena en su casa, Sofía invitó a Marta y su novio, a
Arturo y a sus amigos del gimnasio, estaría también su prima y su familia,
sería una cena muy íntima.
Pero los primeros que querían celebrar fueron sus amigos del gimnasio.
—¿Qué quieres comer para celebrar? —preguntó Virginia.
—Pizza, por supuesto —contestó Sofía sin pestañear.
—Pidan ustedes la pizza y nosotros iremos por las cervezas —ofreció
José.
—¡Vino para las niñas! —se quejó Alejandra.
—De acuerdo, pero en vasos desechables —anotó José.
—Claro, nosotras prepararemos todo en los cajones de madera —ofreció
Alejandra.
Ellas pidieron la pizza y juntaron las cajas de madera donde saltaban, se
sentarían en el suelo, casi llegaron al mismo tiempo la pizza y los chicos con
la cerveza y el vino.
Así celebraron la graduación de Sofía, la primera, la informal, pusieron
música y se sentaron en el suelo y se dieron un banquete.
—Por Sofía —dijo Virginia levantando su vasito de plástico con vino.
—Por Sofía —contestaron los demás levantando sus botellas de cerveza
los hombres.
—Gracias, para mí es un sueño hecho realidad, pero nada mejor que estar
celebrando con ustedes —dijo Sofía conmovida.
—No, no, no, esta noche es para celebrar, no para llorar —dijo Virginia
subiendo el volumen de la música y todos terminaron bailando en la bodega-
gimnasio, había espacio de sobra.
Nunca, ni en sus mejores sueños, Sofía hubiera esperado una celebración
como esta, fue hasta ese momento la mejor de su vida. Después de tanto
tiempo aislada y teniendo miedo, estar en esa bodega y tener amigos era lo
mejor que podía pasarle en la vida.
°°°°°
La cena que ofrecieron sus tíos fue íntima, pero muy elegante, Sofía pudo
presentarles a sus tíos a Marta y su novio, a Arturo también, sus compañeros
de trabajo. Alejandra se encargó de presentarles a José como su novio.
Sofía tenía mucho tiempo de no hablar con su prima, todo su matrimonio,
casi no la había visto, había ido muy poco a la casa de sus tíos y Andrés se le
pegaba como una lapa, no podía conversar íntimamente con nadie. La estaba
poniendo en antecedentes, Patricia no podía estar más contenta de verla libre,
con energía, graduada, con trabajo y amigos.
Era increíble todo lo que el supuesto matrimonio feliz de Sofía le había
negado, pero esa etapa había pasado.
Fernando estuvo muy conversador con Arturo, de hecho su bufete
trabajaba con el banco, por eso había podido recomendar a Sofía, estaba
gratamente impresionado con él, era amable, educado, tenía un puesto de
jefatura y era evidente que le gustaba su sobrina, lo único que no se hubiera
imaginado el pobre Fernando, era que ni él mismo se daba cuenta.
La misma impresión tuvo Sol de Sofía, su lenguaje corporal la delataba,
le gustaba Arturo y mucho, su forma de mirarlo era muy diferente a la mirada
que tenía en tiempos de Andrés, era un signo de madurez, sin embargo para
Sol, sí era notorio de que Sofía estaba ajena a sus sentimientos. Vio a
Virginia ir por una copa de vino y la interceptó.
—¿Cómo van las cosas ahora que todos ustedes son equipo? —preguntó
para iniciar la conversación.
—Genial, yo no quería, pero la verdad me divierto mucho —contestó
Virginia.
—¿Has notado algún cambio en Sofía? —preguntó Sol con cautela.
—De aquí al fin del mundo doña Sol, me imagino que ya notó cómo le
gusta Arturo, se está enamorando —aseveró Virginia —y lo mejor es que
estoy segura de que Arturo está loco por ella.
—¿Pero?
—Creo que usted también ya lo notó, los dos ni se dan cuenta, no
conozco la historia de Arturo, es evidente que le gusta Sofía y mucho, pero
no hace nada por acercarse a ella. Lo mismo Sofía, aunque a ella la entiendo
por todo lo que vivió. Había pensado decírselo, pero no quiero hacerlo,
mientras Arturo no haga ningún avance —explicó Virginia.
—Pues sí, exactamente esa impresión me dio, todo los delata, pero ellos
no se dan cuenta —dijo Sol suspirando.
—No sé de qué manera ayudarlos —anotó Virginia contrariada.
—Creo que por el momento dejemos las cosas así, después de todo lo
que pasó Sofía, puede salir corriendo —comentó doña Sol.
—Sí, por eso no toco el tema, aunque hacen una bonita pareja ¿no le
parece? —preguntó Virginia.
—Sí, me lo parece y por lo poco que sé de él, creo que es un buen
hombre, solo falta que Sofía se dé cuenta —apuntó Sol.
—También él, ése es el problema —reflexionó Virginia.
—Esperemos un poco a ver qué pasa —propuso Sol.
—Está la ventaja de que se ven todos los días, en el trabajo y el gimnasio,
bueno, ya veremos —dijo Virginia un poco decepcionada.
°°°°°
Marcos estaba de visita en la casa de Arturo, era una casa mediana con
un jardín bastante grande, muy bonita y bien distribuida, pero a medio
amueblar, solo tenía lo básico para un hombre soltero. El jardín sí que era
bonito, Arturo se ocupaba personalmente de las plantas el fin de semana, sus
padres habían sido campesinos y de niño él había ayudado en los cultivos,
estaba apegado a la tierra.
No tenía muebles de sala, solo de comedor, y la cocina tenía lo
indispensable para un hombre solo. Ambos tomaban cerveza en el comedor.
—Deberías terminar de amueblar la casa o alquilarla e irte a un
apartamento —anotó Marcos.
—La estoy pagando, y me gusta el jardín —contestó Arturo secamente.
—Bueno, por el jardín, tienes razón, pero me parece que te trae malos
recuerdos —apuntó Marcos.
—No, esta casa no tiene recuerdos —se defendió Arturo —siempre fue
mi espacio.
—Pues le falta calidez —dijo Marcos
—Para mí está bien —insistió Arturo.
—Hombre ¿Quién iba a pensar que Natalia te dejaría un mes antes de la
boda y con todo pagado? —recordó Marcos.
—Con todo a medio pagar, recuerda, tardé dos años en terminar de pagar
los gastos de la grandiosa boda de sus sueños, que no se hizo…. ¡Gracias a
Dios! —murmuró Arturo.
—¡Ahora dices eso! Fue una canallada —dijo Marcos.
—Pero ahora veo las cosas de otro modo, me enamoré de Natalia, sí,
pero ella no me amaba…
—¡Claro que sí hombre! ¡Solo pasaba detrás de ti! —exclamó Marcos.
—Exacto, me necesitaba, no me amaba, y librarme de eso si valió todo lo
que tuve que pagar —anotó Arturo.
—¿A qué te refieres con que te necesitaba? —preguntó Marcos.
—Bueno, la tenía pegada todo el tiempo, como tú dijiste, no quería ir
sola a ningún lado, hasta había dejado de salir con sus amigas por estar
conmigo. Yo me sentía halagado, claro y creí que eso de verdad era amor.
Luego ella encontró a otro que le ofrecía más que yo. ¿No puede estar más
claro? —mencionó Arturo, levantándose a la refrigeradora por otra cerveza.
—Ahora que lo mencionas, cuando Valentina y yo éramos novios, ella
tenía vida, su propia vida. Yo empecé admirándola mucho, así me enamoré
de ella… pero ahora —Marcos le dio un sorbo a su lata, dejando la frase a
medias.
—Pero lo que le haces no tiene nombre, la pones en ridículo a cada rato
—reprochó Arturo.
—Ya no tengo claro si la pongo en ridículo o ella se pone en ridículo,
quisiera que despertara y volviera a ser la mujer de la que me enamoré, ahora
parece un accesorio mío, siempre ocupándose de lo que yo hago y no de sí
misma, no tiene más conversación, bueno, que lo que yo hago…
—¿Lo haces a propósito? —preguntó Arturo sorprendido.
—No, soy un cabrón y lo sabes. Aunque tal vez sí, es como ponerla a
prueba, a ver hasta adonde llega siguiéndome. La verdad no sé. Sí, soy
mujeriego, pero estoy enojado con ella, me siento estafado, me enamoré de
otra persona, de una mujer, ahora no es más que una muñeca llorona, vestida
de detective —anotó Marcos con rencor.
—Pero es que tú le das motivos —la defendió Arturo.
—Lo sé, lo sé. Pero mientras más me persigue, más me dan ganas de huir
—confesó Marcos.
—Aunque no lo creas te entiendo, Natalia no me andaba investigando,
bueno, se metía en mi vida mucho más que yo en la de ella. Claro que me
dolió lo que me hizo, pero no soportaría tenerla colgada esperando que yo le
resolviera la vida. Así tiene al tipo con el que se casó, como que es su papá, y
claro, el hombre tiene plata, además es interesada —anotó Arturo.
—Por esos recuerdos te digo que vayas de esta casa —insistió Marcos.
—No jodas, de todo lo que escogimos, la casa fue lo único que me gustó
verdaderamente, creo que a ella no, pero no cedí, me gusta esta casa y al final
nunca la compartí con ella —confesó Arturo.
—Pues termina de amueblarla —dijo Marcos
—Todo a su tiempo —contestó Arturo.
—Tienes razón, tal vez te enamoras de nuevo —pinchó Marcos.
—Después de lo de Natalia, he tenido muy mala opinión de las mujeres,
se supone que tienen derechos iguales, pero en una relación, no te dejan ni
respirar, se te cuelgan y no te sueltan, quieren que respires por ellas. Pero a
Valentina la jodes mucho, aunque tienes razón, antes no era así, se ocupaba
de sus proyectos, era toda una estrella. Si todas son así, prefiero estar solo —
apuntó Arturo.
—No, no creo, me parece que ya estás enamorándote —disparó Marcos
—¿Yo? Estás delirando —se defendió Arturo.
—No, no deliro. Sofía te gusta desde que llegó, a mí no puedes
mentirme, me reclamaste cuando le fusilé los avances de la investigación —
dijo Marcos.
—Pensé que iba a quedarse así y cómo eres mi amigo no tendría
necesidad de defenderte, aunque no me gustó su actitud tan pasiva, lo admito.
Me pareció una damisela en su papel de víctima para ser rescatada y yo ya no
rescato a nadie —aseveró Arturo.
—Te aseguro que si vieras que alguien la molesta, sí la defenderías —
atacó Marcos.
—Como defendería a cualquier persona en problemas verdaderos, pero
Sofía puede defenderse sola, ya lo demostró —apuntó Arturo.
—Ya lo sé, es una cabrona. Hizo la jugadita perfecta sin involucrar a
nadie, no cabe duda de que es muy lista, me jodió bien. Además es muy
guapa, aunque nunca me hizo caso —se quejó Marcos.
—Es demasiado mujer para ti —apuntó Arturo.
—Es una perfecta cabrona esa pelirroja, y te gusta, no te des paja,
hermano —dijo Marcos levantándose por otra cerveza.
—Hablando de la jugadita de Sofía ¿Cómo se tomó Valentina lo de tu
traslado a una agencia? —preguntó Arturo.
—Todavía hace drama, y allá visita más seguido, como hay cajeras —
respondió Marcos con un deje de amargura en la voz —Al menos me libré de
Yesenia, a esa ya la tenía en el lomo.
—Tú te lo buscaste —mencionó Arturo
—Ya lo sé, la verdad, no sé qué quiero. Valentina me fastidia, de verdad
yo creo que la amo o la amaba, la admiraba, tienes razón, era una estrella,
pero ahora…
—Creo que la admiración es básica para una relación, si no admiras ni te
admiran, eso no llegará a ser amor nunca —concluyó Arturo.
—Y tú admiras a Sofía —acusó Marcos señalándolo con el dedo.
Arturo asintió con la cabeza. Luego se encogió de hombros.
—¿Irás a la fiesta de navidad? —preguntó Marcos
—Sí, iré —contestó Arturo.
—¿Acompañado?
—No solo, pero irá toda la unidad, no estaré solo. ¿Y tú?
—Como siempre y llevaré a Valentina, colgada de mi brazo —dijo
Marcos mirando al techo.
—Ya no la fastidies tanto y verás cómo se calma, piensa en los viejos
tiempos, no la hagas sufrir —pidió Arturo.
—Con tu perdón hermano, sé que no soy un santo, pero yo no la hago
sufrir, ella sufre, creo que es feliz sufriendo —contestó Marcos resentido.
Arturo calló, no pensaba en él, le preocupaba Valentina, escuchando a
Marcos, veía que ese matrimonio naufragaba y la que colapsaría sería ella.
Porque Valentina sin Marcos ya no era nadie.
°°°°°
Sofía subía las gradas para entrar al local dónde se celebraba la fiesta de
navidad, estaba nerviosa, después de tantos años, se le hacía extraño entrar
sola, pero estaba sola y lo haría bien. Llevaba un vestido azul negro, con un
solo tirante y una abertura para la pierna, marcaba increíblemente su figura
perfecta. Llevaba un medio moño y el resto del cabello suelto y usaba un
pequeño bolso tipo clutch.
Todas las miradas se volvieron cuando entró, estaba espectacular.
Caminó lentamente entre las mesas, cuando vio a Marta haciéndole señas con
la mano, allí estaba la unidad de investigaciones. Arturo parecía estar viendo
una visión, estaba preciosa.
Poco tiempo después llegaron Marcos y Valentina y se sentaron en la
misma mesa, si Sofía se sintió incómoda, no lo demostró para nada. Hablaron
un rato de cosas intrascendentes y luego Marta y su novio se fueron a bailar.
Arturo invitó a su vez a bailar a Sofía, no quería que se quedara en la misma
mesa con Marcos y Valentina.
Arturo se estaba emborrachando con el aroma de Sofía, tan suave y
sensual, además de bailar hablaban con mucho entusiasmo y no notaban que
se habían acercado muchísimo, la estaban pasando genial, el uno con el otro.
En eso escucharon gritos, dejaron de bailar.
Se trataba de Yesenia, se había emborrachado y estaba llorando. Fue
directamente a halar del brazo a Marcos que bailaba con su esposa.
—¡Eres un maldito traidor! Por tu culpa me pasaron de nuevo a caja —
gritó Yesenia con todo el maquillaje corrido.
Valentina lo haló del otro brazo, para apartarlo de Yesenia, pero ésta tiró
con más fuerza.
—¡Lo único que querías de mí era sexo y que te hiciera el trabajo sucio!
—gritó la chica, mientras las demás cajeras, se habían levantado para llevarse
a Yesenia.
—¡Tú me pediste que robara la información! —gritó. Valentina
continuaba halándolo del brazo y Yesenia del otro, y las amigas de ella,
tratando de retirarla, a pesar de la música, los gritos se escuchaban y todo el
mundo estaba pendiente del show.
—¿Y para qué lo hiciste? Eso fue asunto tuyo, y no fuiste nada brillante
—gruñó Marcos.
—¡Maldito! Me engañaste —gritó Yesenia, sus amigas la arrancaron del
brazo de Marcos y se la llevaron, pero como Valentina estaba halando el otro
brazo, Marcos perdió el equilibrio y ambos cayeron al suelo. Valentina se
levantó humillada y corrió al baño.
Arturo se disculpó con Sofía y fue tras Valentina. Sofía se acercó a la
mesa de los canapés con Marta y Francisco, se pusieron a conversar.
Mientras Arturo tocaba la puerta del baño.
—Valentina, no puedes pasar allí toda la noche, tarde o temprano tendrás
que salir —dijo del otro lado de la puerta.
—¡No! —gritó —¡Qué vergüenza! Mejor me quedo encerrada hasta
mañana.
—Si quieres irte te acompaño a tu auto, deja a Marcos, no te pongas a
rogarlo para que se vaya contigo, eso ya sería demasiado —anotó Arturo.
Valentina abrió la puerta, estaba medio recompuesta y muy avergonzada.
—Tienes razón, me voy, que Marcos pida un taxi, no puedo más —dijo
Valentina.
Ambos salieron de los baños, tenían una panorámica de la mesa de los
canapés, donde estaban conversando Sofía y Marta, ambos vieron cómo
Marcos se acercó a Sofía por detrás y le puso la mano en el trasero, los dos
reaccionaron como un resorte, pero no alcanzaron ni a moverse.
Sofía en cuanto sintió la mano en su trasero se volvió y ni siquiera vio
quien era, solo dejó ir el puño izquierdo directo al rostro, mientras con la
derecha seguía sosteniendo la copa sin derramar una gota. Marcos aterrizó de
espaldas un par de metros atrás con la cara ensangrentada. Sofía era muy
fuerte y últimamente tenía puños de acero con tanto entrenamiento con su
saco de box.
Valentina no lo soportó más y salió corriendo de la fiesta, Arturo se
acercó a la mesa, ya estaban ayudando a Marcos a levantarse, él no se acercó
a Marcos, sino a Sofía.
—Buena izquierda —le dijo casi al oído.
—No has visto mi derecha —contestó ella —pero me voy, la compañía
se ha puesto desagradable.
—Te acompaño a tu auto —dijo. Sofía no contestó.
Cuando llegaron al auto de Sofía, ella se volvió y se encontró con sus
ojos mirándola fijamente.
—Gracias —dijo ella, mirando también sus ojos. Ella le dio un beso en la
mejilla, pero él buscó sus labios, ella se entregó al beso por entero mientras
Arturo la tomaba por la cintura y ella se abrazaba a su cuello acariciando su
nuca y su cabeza. Él la aferraba con el brazo derecho y con el izquierdo,
acarició su espalda y la atrajo aún más hacia él. Ella dejó hacer y siguió
enredando su lengua con la de él.
Al fin se separaron, ella tenía los labios rojos y los ojos brillantes, él
estaba casi jadeando. Sofía sonrió y puso su mano sobre su mejilla, la
acarició y luego pasó el dedo por sus labios.
—Gracias por acompañarme —dijo y entró a su auto.
Arturo se quedó viendo cómo se iba el auto, tenía que esperar un rato
para regresar a la fiesta, por el momento tenía un problemita en la
entrepierna.
°°°°°
Esa noche Sofía tenía problemas para dormir, nunca la habían besado de
esa manera, tan sensual, tan profundo, tan íntimo. Recordó el rostro de Arturo
después de besarla. ¡Dios, qué bueno estaba! Y además, era un hombre que
ella admiraba tanto. Era un hombre de verdad, bueno y noble y además era
lindo y ¡cómo besaba!. Suspiró mucho antes de quedarse dormida de puro
cansancio.
°°°°°
Otro que tenía problemas para dormir, era Arturo, había pasado por el
hospital para ver a Marcos, Sofía le había roto la nariz, tenían que
anestesiarlo para enderezársela, regresó a su casa, porque Marcos pasaría allí
la noche. Al llegar a su casa, volvió a sentir en los suyos los labios de Sofía,
necesitó una ducha fría.
CAPÍTULO 7

ENAMORADOS
Arturo trabajaba en el jardín, estaba más contento que de costumbre
cuando recibió una llamada a su móvil, era del hospital, él tenía pensado
visitar a Marcos más tarde, pero al parecer Marcos necesitaba ayuda, así que
se preparó para ir al hospital.
Entró en la habitación que le habían indicado, lo encontró sentado en la
cama, ya vestido, con la ropa de la noche anterior. Parecía un mapache, tenía
ambos ojos tan morados que parecían negros, una férula sobre la nariz y
sendas mechas en ambas fosas nasales que le impedían respirar, tenía que
hacerlo por la boca.
—¡Válgame! Estás hecho una desgracia —exclamó Arturo.
—Tu hermosa cabrona me dejó así —dijo Marcos con voz de pato,
apenas se le entendía.
—Tú la tocaste, yo te vi —señaló Arturo.
—Quería que tú vieras, a ver si era cierto que no defendías a la damisela
—dijo Marcos, con los labios muy resecos.
—Te vi y si hubiera estado más cerca, yo te habría partido la cara —
contestó Arturo.
—Viste que tenía razón, sabía que no lo soportarías, yo sé que te gusta.
—Y sabes que Sofía puede defenderse sola.
—Mierda ¡Quién diría que la cabrona se entrena con Oscar de la Hoya!
—lloriqueó Marcos.
—Estaba consolando a Valentina del ridículo que hicieron, cuando por
fin salió del baño, solo salió a ver eso —contó Arturo.
—¿Valentina vio esto? —preguntó señalándose la cara.
Arturo asintió. Marcos suspiró y calló un rato.
—Por eso te llamé, Valentina no ha venido, la han llamado y no
responde. ¿Podrías llevarme a casa? —preguntó Marcos hablando con la
nariz.
—Te estoy rescatando a ti y no a Sofía, conste, no te lo mereces.
Vámonos —dijo Arturo. Marcos solo lo siguió, estaba adolorido y esas
malditas mechas que no lo dejaban ni respirar, necesitaba los cuidados y los
mimos de su esposa.
Al llegar a su casa, Marcos abrió, no dijo nada, entró cauteloso, se
imaginaba cómo estaría de molesta Valentina, haría como siempre, le pediría
perdón de rodillas y le juraría cambiar. Arturo esperó en la sala. Después de
un rato volvió Marcos.
—Valentina se fue de la casa —dijo con su voz nasal.
—¡No puede ser! Ha de estar muy enojada, pero no creo que se haya ido.
Ella no es así, siempre te perdona —dijo Arturo.
—No está su ropa, ni las maletas —contestó Marcos, quien no salía de su
asombro.
—¿Alguna nota?
—Nada.
—¿Ya la llamaste?
—Toda la mañana, por eso te llamé a ti, ella no responde, me manda a
buzón.
—¿Dónde estará? —se preguntó Arturo más para sí mismo.
—En casa de sus padres de seguro, la llamaré allí.
°°°°°
Valentina no estaba en casa de sus padres, ellos eran casi victorianos, no
aprobarían que abandonara su casa. Se encontraba en el apartamento de su
hermana Elisa, tres años menor que ella, quien prefería vivir sola, para no
tener que soportar las restricciones de sus padres, quienes por supuesto
reprochaban que viviera sola estando soltera.
Valentina había llegado a media noche, llorando a mares. Elisa la había
dejado llorar, hasta que se quedó dormida, recién despertaba con los ojos tan
inflamados que apenas los podía abrir.
—¿Cómo estás ahora? —preguntó Elisa, entrando con la bandeja del
desayuno para ambas.
—Mejor —respondió Valentina con voz ronca.
—¿Me vas a decir que ha pasado? Valentina asintió, tomó una de las
tazas de café y le dio un buen sorbo, lo necesitaba.
Valentina le hizo un relato de todo lo ocurrido la noche anterior, por ratos
se le salían las lágrimas, y también se detenía a comer algo y tomar café.
Cuando terminó, notó que Elisa se estaba aguantando la risa.
—¡Elisa! —exclamó
—Lo siento, pero…
—Ya lo sé —interrumpió Valentina —gané el Nobel de los ridículos.
—Al menos estás consciente —dijo Elisa evasiva, quien estaba cansada
de los dramas de su hermana y de lo que le permitía a Marcos.
—¿Cómo no estarlo después de esto? —Valentina rompió a llorar de
nuevo -¿Podría quedarme contigo, hasta que encuentre un apartamento para
mí?
—¿Qué? ¿Lo estás abandonando? —preguntó Elisa asombrada.
—Sí, mi ropa está en el auto, saqué mis cosas, ya no quiero pasar por
esto, ya fue demasiado —dijo Valentina.
—Claro que puedes quedarte lo que quieras, pero en este momento estás
enojada por lo de anoche y con justa razón, cuando te baje el enojo y lo
pienses mejor, lo perdonarás y todo volverá a ser como antes —anotó Elisa.
—No Elisa, no comprendes, esto ya no se trata de Marcos, ni de mi
matrimonio. Se trata de mí, yo ya no puedo seguir así, Marcos no va a
cambiar, yo pensé que mi amor lo haría cambiar, pero la única que cambió fui
yo. Me convertí en esto —explicó abriendo los brazos —ya no más, quiero
volver a ser persona. No sé si puedes entenderlo.
—No solo puedo entenderlo, si de verdad estás dispuesta a ser una mujer
completa, te apoyo incondicionalmente —dijo Elisa emocionada.
—Es que no puedo más, me he convertido en una caricatura de mí
misma, ya no me pregunto si lo amo o no, no me importa, solo me importa
que he dejado de amarme a mí misma, tanto como para hacer semejante oso.
Ya me arrastré suficiente a sus pies, ya rogué, ya amenacé. Hasta ha bajado
mi rendimiento laboral por estar pensando en qué estará haciendo Marcos.
¡Ya basta de Marcos! ¡Quiero ser yo! ¡Por el amor de Dios, quiero volver a
ser una persona! —gritó Valentina mientras gruesas lágrimas bajaban por sus
mejillas.
Elisa estaba conmocionada, el comportamiento de su hermana le
repugnaba, la había confrontado muchas veces, pero ella no hacía el menor
caso, siempre decía que defendía lo suyo. Ahora al verla de esa manera,
desmelenada y con los ojos inflamados, comprendió que había tocado fondo,
no le diría “te lo dije”. Abrazó a su hermana y dejó que siguiera llorando en
sus brazos.
°°°°°
Era Domingo, Arturo llamó a Sofía para invitarla a almorzar, y ella
accedió encantada, en realidad la llevó a un brunch, teniendo en cuenta que la
noche anterior se habían desvelado. Pasaron un par de horas muy agradables,
Sofía comía con apetito y Arturo no podía dejar de compararla con Natalia
que apenas picaba la comida y apartaba de su plato todo lo que no le parecía
adecuado para su dieta
Sofía había amanecido con apetito y no fingía, luego fueron a caminar
por un parque botánico que era el favorito de Arturo, allí gustaba de pasar sus
ratos de soledad, hablaron mucho, de todo y de nada, sobre todo de las
plantas, Arturo sabía mucho de ellas, pero evitando mencionar lo ocurrido en
la fiesta.
Arturo se puso nervioso, tal vez Sofía le había correspondido al calor de
los eventos y el alcohol, sin embargo tenía que salir de la duda. Pasó su brazo
alrededor de su cintura y ella se apretó contra él. No, no se lo había
imaginado entonces.
Caminaron un rato abrazados, él se detuvo y se colocó frente a ella, con
la punta de sus dedos acarició su rostro suavemente, ella se acercó y le echó
los brazos al cuello, se puso en puntas y besó sus labios. Él la atrajo hacia él y
bajando la cabeza continuó su beso profundo, apasionado, mientras ella lo
recibía con pasión y ternura.
Cuando se separaron ella estaba sonrojada y le brillaban los ojos, pero
sonreía y se echó de nuevo a sus brazos riendo, él la tomó entre sus brazos y
la abrazó estrechamente, aspirando el aroma de su cabello.
Cuando ya habían recorrido todo el parque y tuvieron que marcharse,
Arturo le preguntó
—¿Te gustaría conocer mi casa? Yo ya conozco la tuya.
—¡Claro! —contestó ella.
Arturo dejó que ella entrara primero, la sala estaba vacía.
—¡Cuánta luz! —exclamó ella —me encantan los ventanales, dan una
vista soberbia al jardín. Es tu obra ¿verdad? —preguntó.
—¿Cómo lo sabes? —preguntó Arturo un tanto turbado.
—Bueno, venimos de un parque botánico, se nota que te apasionan las
plantas —contestó ella de frente al ventanal mayor.
—¡Qué observadora!
—Me parece que eres un hombre sincero, que no guarda muchos secretos
—dijo ella.
—Solo algunos —contestó Arturo sonrojándose. La llevó a conocer toda
la casa, a ella le encantó, sin embargo no preguntó por la falta de muebles.
—Esta es mi habitación —dijo abriendo la puerta.
—Muy masculina, se nota que un hombre solo vive aquí —dijo ella —
tienes muy buen gusto.
—Me gustas tú —dijo él con voz ronca. Ella se volvió hacia él y lo
abrazó, él la estrechó fuertemente entre sus brazos y buscó sus labios, que ya
estaban buscando los suyos, buscando esos besos intensos, profundos e
íntimos que recién habían descubierto.
Él introdujo su mano bajo la camiseta de ella, acariciando la suave piel de
su espalda, ella impaciente se la sacó por la cabeza dejando su cabello todo
revuelto, él la imitó y se quitó su camisa. Ella admiró sus pectorales y puso
sus manos sobre ellos, mientras él jugaba con sus cabellos y bajaba por su
nuca a su espalda, jugando con el broche de su sostén.
Ella comenzó a desabrocharle el jeans, y él soltó su sostén, ella se
desembarazó de él, y Arturo tomó sus senos con ambas manos acariciándolos
con premura, ella bajó el cierre de su pantalón, él se lo quitó, era evidente su
erección, entonces ella se quitó su jeans, quedándose únicamente con su
tanga de encaje blanco, su cuerpo parecía esculpido en mármol, también el de
él.
Ella se echó de espaldas sobre la cama y tiró de él riendo, también él reía
y comenzó a acariciar sus senos con su boca, sus pezones se endurecieron y
sus senos se pusieron sonrosados. Sus besos eran cada vez más largos y más
profundos, sus lenguas se negaban a desenredarse.
Él se incorporó para quitarse su ropa interior y tomó y sobrecito plateado
de su mesa de noche, se colocó el preservativo. Sofía, aún tenía la tanga, dejó
que él se la quitara, dejando que él contemplara su desnudez, era exquisita. Él
siguió acariciando sus senos, ahora bajando cada vez más cerca de su sexo,
ella se revolvía impaciente.
Comenzó a acariciar su sexo y ella empezó a gemir, introdujo un dedo y
ella gruñó de placer, estaba caliente, mojada y muy impaciente. Ella lo atrajo
hacia ella y tomó su miembro para que entrara en ella, lo que hizo él
sintiendo que se deslizaba como en un tobogán de piscina, completamente
mojado, sin ninguna resistencia.
Ella gimió más fuerte cuando lo sintió dentro de ella y se aferró a él con
brazos y piernas, él estaba a más no poder, él apenas podía contenerse, pero
ella comenzó a moverse, impaciente, ávida. Él siguió sus movimientos
confundiéndose en un solo cuerpo. Ella llegó a un lugar donde nunca había
estado, por un momento pensó que había perdido el conocimiento, pero era lo
más maravilloso que había sentido.
Él la acompañó rápidamente y ella continuaba, se contorsionaba de
placer, él la tocaba estratégicamente para que siguiera y ella lo hacía, hasta
que al fin fue bajando del cielo poco a poco, encontrándose con un hombre
atractivo y sudoroso que la veía con ojos de adoración. Se abrazó a él y se
quedaron enlazados largo rato.
°°°°°
Arturo se encontraba en la casa de Marcos, éste caminaba de un lado a
otro como un león enjaulado.
—No puede ser, no puede ser —repetía. Arturo lo seguía con la mirada,
no sabía que decirle.
—Han pasado seis meses, ni siquiera ha respondido a ninguna de mis
llamadas y ahora me manda los papeles del divorcio —rezongaba Marcos.
—Perdona Marcos, pero te lo advertí, se te pasó la mano, todo tiene un
límite, me parece que Valentina tocó fondo… Bueno para serte sincero, tú le
diste el empujón que le faltaba para tocar fondo —anotó Arturo.
—No puede ser —repitió Marcos —estoy seguro de que si hablo con
ella, todo volverá a ser como antes, la conozco bien.
—Ya te demostró que no quiere hablar contigo. Además por qué
protestas, tú mismo me dijiste que estabas cansado de ella —dijo Arturo.
—También dije que pensaba que aun la quería ¿recuerdas? —se defendió
Marcos.
—Bonita manera de demostrarlo —apuntó Arturo indiferente.
—Le diré a su abogado que no firmaré mientras no hable con ella,
cuando la tenga frente a mí la convenceré de que vuelva a casa, le pediré
perdón —aseguró Marcos.
—Buena suerte con eso —murmuró Arturo.
—¡Claro! Cómo tú ya tienes a la mujer que tanto te gustaba y querías, me
dejas solo —protestó Marcos.
—No voy a defenderte, eso siempre lo supiste, yo también he pasado
momentos difíciles en cuestiones de pareja. Sí estoy feliz con ella, pero eso
no tiene nada que ver contigo.
—Ya sabía yo que te gustaba la cabrona esa —escupió Marcos.
—No la vuelvas a llamar así o te vuelvo a romper la nariz —amenazó
Arturo.
—No, no es para tanto, era una broma, Sofía es una mujer preciosa, pero
es peligrosa —dijo tocándose la nariz.
—No para mí —contestó Arturo
—Yo que tú me cuidaría —advirtió Marcos.
—Yo que tú me ocuparía de Valentina —sentenció Arturo dando por
terminada la conversación.
°°°°°
En el banco nada había cambiado a partir de la relación de Arturo y Sofía,
los dos se comportaban muy profesionales, por supuesto Marta lo sabía y se
alegraba por Sofía, Arturo le parecía un buen hombre, tenía algunos años
trabajando con él y lo consideraba un hombre íntegro y noble.
En el gimnasio eran más expresivos, haciendo rabiar a José, quien los
conminaba a entrenar, había inscrito el equipo en una competencia y justo
ahora, un par de tórtolos en medio del entrenamiento.
—Hombre, no te quejes, llevamos buenas marcas todos, en peso y tiempo,
hasta Virginia. Además tú y Alejandra también están juntos —se defendió
Arturo.
—Pero nosotros sí entrenamos —atacó José.
—Nosotros también —intervino Sofía —no seas tan puntilloso, mira la
pizarra, si bajamos el rendimiento estará bien que nos regañes, no por gusto.
—Dejen de pelear y entrenen —gritó Virginia —ahora resulta que solo la
soltera va a entrenar.
Todos volvieron a sus actividades refunfuñando, en realidad Virginia y
Alejandra que conocían el pasado de Sofía estaban muy contentas con su
relación, tenían un alto concepto de Arturo y además le tenían cariño. Estaban
muy satisfechas de ver a su amiga feliz, se lo merecía.
Después de los entrenos, Arturo y Sofía se daban sus escapadas, estaban
viviendo su romance al máximo. Sofía quien había dejado de creer en el
amor, estaba enamorada, no sentía mariposas en el estómago, se sentía a
gusto y en paz con Arturo, como que había llegado a casa.
Por su lado Arturo, quien había llegado a pensar que las mujeres no valían
la pena había comenzado admirando a Sofía y ahora había pasado lo que
creyó que nunca volvería a pasar, se había enamorado. Ya no era un amor
loco, como en el pasado, era un amor profundo, íntimo, reposado. Sofía era
su estrella.
Vivían su amor con pasión y ternura, cuando estaban juntos desaparecía el
mundo para ellos y se daban por completo el uno al otro, ninguno de los dos
alguna vez pensó que se podía amar de una manera tan completa y profunda.
Eran felices. Y sobre todo, vivían el momento.
°°°°°
Marcos esperaba a Valentina en el restaurante, ella había aceptado hablar
con él, había reservado mesa en un apartado muy elegante y tenía una botella
de champán helándose en una cubeta.
Valentina llegó diez minutos tarde, Marcos se levantó para apartar su
silla como todo un caballero.
—Gracias, disculpa la tardanza —dijo ella, cuando se hubo acomodado,
Marcos no pudo adivinar nada ni en su expresión ni en el tono de su voz, pero
estaba preciosa, había perdido peso, tenía un nuevo corte de pelo que le
sentaba de maravilla, usaba maquillaje discreto que realzaba sus facciones,
vestía con elegancia y se movía con gracia y aplomo a la vez. Se parecía a la
joven de la que se enamoró un día, solo que ahora en versión aumentada y
mejorada.
—No, gracias a ti por aceptar venir a esta cita —dijo Marcos
levantándose a servir el champán.
—El licenciado Morales me dijo que lo habías puesto como condición
indispensable, así que aquí me tienes —dijo con voz y expresión neutras,
Marcos le ofreció la copa —Gracias —dijo de la misma manera.
—He estado ansiando verte todo este tiempo —dijo Marcos —no te
imaginas cómo te he extrañado.
—Sí, me lo imagino. Pero ya que estoy aquí, dime qué es lo que quieres,
para firmar el divorcio —Valentina fue directa al grano.
—Eso es de lo que quiero hablar, Valentina, no quiero divorciarme. Yo te
amo —rogó Marcos.
—Bueno, el matrimonio es cosa de dos, y si uno de los dos no quiere
continuar no hay nada que hacer. Aunque no firmes, igual se declarará el
divorcio cuando se constate la separación de un año —dijo Valentina con
serenidad bebiendo un sorbo de su copa.
—No puedo creer que en una sola noche hayas dejado de amarme. Tú
decías y demostrabas que estabas enamorada —protestó Marcos.
—Ah, eso. Sí, la verdad, dije cosas bastante cursis, y las que hice, pues,
se pasaron de ridículas ¿Y sabes qué?
—¿Qué?
—Que yo creía que lo hacía por amor —contestó Valentina con una
sonrisa irónica en su rostro.
—¿Y por qué lo hacías entonces? —preguntó Marcos confundido.
—Por tonta, porque la que había dejado de amarse a sí misma era yo —
anotó Valentina —pero debo agradecerte la dosis masiva de ridículo que me
diste en esa cena, solo así pude darme cuenta de lo que me estaba haciendo a
mí misma. Esa sola noche, fue la gota que derramó el vaso.
—Pero estamos hablando de nuestro matrimonio —protestó Marcos.
—Ah sí, claro. Ya no quiero seguir casada contigo, por eso estoy aquí,
porque pusiste esa condición —apuntó Valentina.
—Quería que reconsideraras lo del divorcio. Sé que me he portado muy
mal contigo y tú lo has soportado todo, por favor, perdóname. Te juro que
soy otro hombre, después de seis meses de no tenerte he cambiado totalmente
—dijo Marcos.
—Tú nunca cambiarás, y está bien, así eres tú —anotó Valentina.
—Valentina, yo te amo, quiero que vuelvas, podemos empezar de nuevo
y tener una relación completamente diferente. Estoy seguro de que todavía
me amas —rogó Marcos.
—No importa, no me gusta cómo soy yo, cuando estoy a tu lado, así que
prefiero estar sola que convertida en una idiota —disparó Valentina.
—¡Yo sé que me amas! —casi gritó Marcos.
—No me detendré a examinar mis sentimientos por ti, podrías tener
razón, pero aun así no quiero seguir a tu lado — apuntó Valentina
bruscamente.
—Por favor
—Esta conversación no nos está llevando a ningún lado, si no quieres
firmar, no firmes, cumplido el año, el proceso seguirá solo, tampoco es que
tenga prisa —dijo Valentina levantándose.
—Pero ¿te vas? —preguntó sorprendido Marcos.
—Vine porque dijiste que si venía firmabas, no firmas, no hay nada de
qué hablar, el proceso seguirá. Yo cumplí, vine, tú has lo que quieras —dijo
Valentina ya de pie empezando a caminar.
Marcos se le puso enfrente, ella tuvo que detenerse, Marcos se arrodilló
frente a ella.
—¡Por favor, dame otra oportunidad! —rogó de rodillas.
—Visto está que somos la pareja del ridículo, no la hacemos ni con pega
loca —insistió Valentina —levántate hombre, ya fue suficiente —dijo
dándose la vuelta y marchándose.
Marcos abrió los brazos, Valentina le vio la intención de intención de
abrazar sus piernas, dio dos pasos atrás.
—¡Ni se te ocurra! —dijo y dando un rodeo, se marchó.
Marcos se quedó allí de rodillas, viendo cómo ella se iba sin mirar atrás,
todo el restaurante lo estaba mirando, se levantó y regresó a la mesa, se sirvió
más champán preguntándose qué había ocurrido con Valentina.
Tomando y en silencio empezó a preguntarse de verdad qué sentía por
Valentina, la había extrañado cada día desde que se había marchado de casa,
sí estaba más tranquilo y tenía toda la libertad que ella le quitaba con sus
dramas, pero tuvo que admitir qué esos dramas que ella montaba lo hacían
sentirse importante y amado, por eso la provocaba.
Por primera vez, de verdad sintió dolor por perderla, pero ella era otra,
era dura e impenetrable, tendría que dejarla ir.
CAPÍTULO 8

HERIDAS DEL PASADO


Se encontraban en casa de Arturo, Marcos estaba en la barra
desayunadora con su cerveza, cabizbajo y alicaído.
—Era lo mejor que podías hacer, de todas maneras ni la ley la puede
obligar a volver contigo —dijo Arturo, quien estaba en una silla del comedor.
—La cagué hermano, ahora que no la tengo, la extraño, ahora sé que la
amaba de verdad —gimió Marcos.
—La verdad la relación no fue buena y lo sabes, lo que te gustaba era que
te hacía sentir importante, imprescindible, que ella no podía vivir sin ti, lo
único que pasaba era que alimentaba tu ego. Además le hacías la vida
imposible, hasta mucho se tardó —apuntó Arturo.
—Es otra mujer, si la vieras, está más hermosa que nunca, dueña de sí
misma y dispuesta a pisar mi corazón y el de ella si es necesario —comentó
Marcos.
—Ajá ¡la perfecta cabrona! —exclamó Arturo
—Ya cállate, bueno, la verdad me lo merezco y te tengo envidia ¿Cómo
estás con Sofía?
—Muy contento, ella renunció al banco, está trabajando en una
organización no gubernamental, está poniendo en marcha la propuesta de su
tesis en dos de los municipios más pobres, está apasionada con su proyecto.
Viaja dos o tres veces al mes, para darle seguimiento y seguimos entrenando
en las tardes, José inscribió al equipo en una competencia, nos está haciendo
sudar —contestó Arturo con una sonrisa en el rostro.
—¡Ja! Los famosos municipios pobres con los que me jodió. Nunca
pensé que alguien dejara un gran banco para ir a trabajar con la gente más
pobre del país —comentó Marcos.
—Así es Sofía —anotó Arturo con cierta nota de orgullo en la voz —la
verdad es que no necesita trabajar, tiene rentas suficientes como para vivir
con comodidad, pero está apasionada con su proyecto. Está muy
comprometida con esa gente.
—¿La quieres? —preguntó Marcos.
Arturo asintió con la cabeza.
—Me alegro, al menos uno de los dos tiene suerte en el amor —dijo
Marcos levantando su lata de cerveza.
°°°°°
Se encontraban en casa de Arturo, Sofía había traído semillas de
hortalizas de las que se había repartido entre la gente de su proyecto.
—Me gustaría sembrarlas aquí —dijo —así voy viendo el progreso paso
a paso, desde casa.
—Tienes que tener en cuenta que el suelo es completamente diferente,
pero de todos modos puedes darte una idea, si quieres las sembramos aquí —
contestó Arturo y la llevó a un área de su jardín que tenía la tierra limpia, lista
para sembrar.
—Un metro cuadrado será suficiente, pero como te digo, esta tierra está
bien fertilizada y tenemos suficiente agua, no tengas expectativas tan altas
con el resultado en las comunidades —explicó Arturo mientras se disponía a
trabajar, Sofía quería aprender, así que sembraron juntos, luego entraron a
lavarse.
Arturo sirvió dos vasos de agua fría, habían estado bajo el sol, se sentó en
una de las sillas del comedor e invitó a Sofía a sentarse en sus piernas, cosa
que ella hizo con gusto, después de tomarse el agua comenzaron a besarse.
Ella no se cansaba de sus besos, la hacían sentirse etérea como si fuese un ser
de otro mundo.
La llevó a su habitación e hicieron el amor primero lentamente, con
ternura, deteniéndose a acariciar cada centímetro de sus cuerpos, Sofía dejaba
escapar gemidos ahogados, sin embargo continuaba acariciando lentamente el
cuerpo de Arturo y recibiendo sus caricias.
Luego la pasión se apoderó por completo de ellos y enredaron sus
cuerpos como habían enredado sus lenguas entregándose el uno al otro en
una danza arrebatadora, con el alma en cada movimiento en cada gota de
sudor, en cada gemido. Luego se quedaron abrazados largo ratos
adormecidos en el amor que sentían el uno por el otro.
°°°°°
Antes de que Sofía se fuera, le dieron un último vistazo a la tierra que
había cultivado.
—Espero que se den bien —dijo Sofía, mientras Arturo la abrazaba por
detrás.
—Yo también, ojalá sea buena semilla —dijo éste —Así me gustaría que
contempláramos la siembra y la cosecha cuando nos casemos.
Sofía se soltó y se puso frente a él, estaba muy pálida.
—¿Casarnos? —preguntó
—¡Claro! ¿No quieres casarte conmigo? —preguntó Arturo sorprendido.
Sofía estaba sudando frío, las manos le temblaban.
—Estamos tan bien ¿No podemos seguir así? —preguntó con voz
temblorosa.
—¿Por qué? Acaso no me quieres, me has dicho que me amas —insistió
Arturo.
—No tiene que ver lo uno con lo otro —explicó Sofía tartamudeando —
te he dicho que te amo porque es cierto.
—Pero por lo visto no lo suficiente para querer compartir tu vida
conmigo —dijo Arturo dolido.
—No se trata de eso…
Sofía calló, estaba muy nerviosa, no sabía que decir, seguía sudando y no
lograba darle forma a sus ideas, la palabras no lograban salir de su boca.
—Comprendo —dijo Arturo, pero había molestia y dolor en su voz, le
dio un beso en la mejilla para despedirla.
Sofía no logró articular palabra, decidió marcharse sin decir nada y
Arturo se encerró en su casa a rumiar su enojo.
°°°°°
Ahora se veían solo en el gimnasio, era notorio que se evadían, el
ambiente se había vuelto tenso, los dos entrenaban en silencio y con mala
cara. Las marcas de Sofía y Arturo no mejoraban, se habían estancado, al
terminar el entreno se iban rápidamente cada uno por su lado. José estaba
preocupado por la competencia, las chicas estaban sorprendidas y
preocupadas por Sofía y Arturo.
—¿Alguien sabe qué ha pasado? —preguntó José
—No, no lo sé —dijo Virginia —pero lo averiguaré —dijo con
determinación. Fue corriendo a vestirse.
José se quedó sorprendido
—¿Estaban tan bien? ¿Qué habrá pasado? —preguntó casi para sí mismo.
—De seguro heridas del pasado —dijo Alejandra dándole un beso en la
mejilla, él buscó sus labios y enredaron sus lenguas en un apasionado beso.
—No quisiera que algo así nos pasara a nosotros —dijo José.
—Yo tampoco, pero los seres humanos somos complicados y a veces nos
hacemos daño sin querer —contestó Alejandra, besándolo de nuevo.
José respondió al beso tomándola por la cintura y estrechándola
fuertemente contra él.
—Si te molesta algo que yo haga o deje de hacer, quiero que me lo digas
—dijo Alejandra poniéndose seria.
—Si claro —contestó José, abrazándola.
—Promételo —insistió Alejandra.
—Lo prometo, pero deseo que hagas lo mismo conmigo, que hablemos
las cosas claramente y de frente sin esperar a que se conviertan en problemas
—anotó José separándose de ella y mirándola fijamente a los ojos.
—Siempre seré sincera contigo, José, te amo. No quiero perder tu amor
por miedo a decir algo o dejar de decirlo, quiero que seamos sinceros el uno
con el otro, aunque nos cueste.
—Imagino que alguna vez nos costará ser totalmente sinceros, pero yo
quiero lo mismo para nuestra relación —aseguró José.
Ambos se estrecharon en un fuerte abrazo, permanecieron abrazados
largo rato y luego terminaron haciendo el amor en el piso del gimnasio,
estaban agotados, pero esta vez se habían entregado con el corazón desnudo y
con el firme propósito de amarse lo mejor posible. El cansancio no fue
impedimento para que la pasión de nuevo pusiera sus cuerpos a moverse y
sus almas a volar.
°°°°°
Virginia estaba ya en la habitación de Sofía, ésta estaba sobre su cama
boca abajo, lágrimas silenciosas corrían por sus mejillas. Virginia estaba
sentada a su lado y la había dejado llorar sin decir nada.
—¿Me vas a decir al fin que ha pasado? —preguntó Virginia, después de
largo rato.
Sofía se limpió las lágrimas y se puso boca arriba, mirando al techo.
—Mencionó algo de casarnos y yo entré en pánico, le pregunté que por
qué no podíamos seguir así —explicó Sofía —él dice que no lo amo lo
suficiente como para querer compartir mi vida con él.
—¿Nunca le has contado lo que te pasó? —preguntó Virginia extrañada
Sofía negó con la cabeza.
—He pensado hacerlo muchas veces, pero nunca he tenido el valor de
hacerlo, no quiero descomponerme frente a él, puede pensar que aún estoy
enamorada de Andrés —explicó Sofía.
—A estas alturas ya deberías habérselo contado, si llegara a acusarte de
falta de confianza y sinceridad, estaría en lo cierto —acusó Virginia.
—De acuerdo, pero me acusó de no amarlo, de no querer compartir mi
vida con él. Es diferente, él sabe cuánto lo amo y da por sentado otra cosa, así
sin más —se quejó Sofía.
—¿De verdad lo amas? ¿Cómo amaste a Andrés en su momento? —
preguntó Virginia
—¿Sabes? Pensé que nunca en mi vida volvería a enamorarme. Pero
ahora me doy cuenta de nunca había estado enamorada, hasta ahora. Con
Andrés viví una ilusión, una fantasía de niña. Con Arturo siento que… no sé
cómo explicarlo… como si hubiera llegado a casa. Mis sentimientos por él
son mucho más intensos de lo que alguna vez fueron por Andrés —explicó
Sofía con tristeza. Con Andrés ni siquiera el sexo era bueno, yo nunca había
sentido… tú sabes.
—¿A qué te refieres? —preguntó Virginia.
—Que nunca había llegado hasta el final —contestó Sofía poniéndose
colorada.
—¡Cinco años de matrimonio y ni un orgasmo! —exclamó Sofía
escandalizada.
—¿Cómo iba a saberlo? Era mi primera vez, además desde que nos
casamos solo lo hacíamos un par de veces al mes y al final, nunca —confesó
Sofía.
—¡Por Dios! ¿Y quieres echar a perder ésta relación? —anotó Virginia.
—No, no quiero, pero…
—Había llegado la oportunidad de contarle todo y decirle lo que sientes
por él ¿Por qué no lo hiciste? —preguntó Virginia
—Me puse muy nerviosa, empecé a sudar frío y las manos me
temblaban, él malinterpretó todo. No es justo, yo nunca le dije que no lo
quería, eso se lo inventó él —insistió Sofía en el punto que le había dolido
tanto a ella.
—Pero no le explicaste nada —apuntó Virginia.
—No, no pude. Y cuando me acusó de no quererlo lo suficiente me dio
rabia, no dije nada y salí de su casa —explicó Sofía.
—¿De verdad sientes que no podrás compartir tu vida de nuevo? —
preguntó Virginia.
—Si lo preguntas de esa forma, la respuesta sería: No, no quiero volver a
compartir mi vida —anotó Sofía.
—¿Y cómo quieres que lo pregunte? —insistió Virginia.
—La pregunta es: ¿Quiero compartir mi vida con Arturo? —dijo Sofía
casi con misterio.
—¿Y cuál es la respuesta? —preguntó Virginia con voz suave.
—¿Sabes? Lo he pensado todos estos días, y la respuesta es, SI, con
Arturo sí, lo amo. Pero me duele que dude de mí, de mi amor. Si duda de mí,
no es verdadero amor.
—Vamos Sofi, esto se arregla hablando, hablando desde el corazón —
dijo Virginia.
—Él llegó a sus propias conclusiones, no me dio oportunidad —replicó
Sofía.
—¿Cómo iba a darte la oportunidad si te quedaste muda? Sofía, el
hombre no lee mentes, que yo sepa —insistió Virginia.
—Pero por lo visto está seguro de haber leído mi corazón —concluyó
Sofía, llorando de nuevo en silencio.
Virginia la dejó llorar un rato. Luego arremetió de nuevo.
—No he conocido a ninguna mujer más valiente que tú, saliste del
infierno y prácticamente sola, no es justo que después de haber luchado como
una verdadera guerrera para recuperar tu vida, ahora te hundas en el dolor por
comportarte como una chiquilla, eso no va contigo Sofía.
Sofía no contestó, estaba muda, mirando al techo, sus lágrimas seguían
deslizándose a los lados de sus ojos. Virginia se levantó y se dirigió hacia la
puerta, luego se volvió a Sofía.
—¡Piénsalo bien Sofía! La solución la tienes en tus manos. Y también
tengo que decirte, que por tu terquedad, también lo estás haciendo sufrir a él,
todos hemos visto la tristeza en su rostro.
Virginia se fue y Sofía siguió en la misma posición, no podía pensar con
claridad, los pensamientos venían unos tras otros confundiéndola más, pero
su corazón, ese gritaba de dolor, pero Sofía no lo escuchaba.
°°°°°
—Así que nubes negras en el paraíso —dijo Marcos irónicamente.
—No debí dejarme llevar, todas son iguales —anotó Arturo dando un
puñetazo en la mesa, volcó la lata de cerveza. Marcos se apresuró a levantarla
y a limpiar —le mencioné algo sobre casarnos y me dijo que prefería seguir
como estamos ¡No me quiere!
—No me digas, Natalia quería casarse desde el primer día, hizo que le
pagaras la boda de sus sueños y te abandonó. Ahora dices que Sofía no quiere
casarse y tu conclusión es que :”todas son iguales” Hermano, no sabes lo que
estás diciendo, la lógica la mandaste al diablo —dijo Marcos abriendo otra
lata y poniéndosela a Arturo.
—Si no quiere casarse es porque no me quiere —insistió Arturo.
—¿Te lo dijo ella? —preguntó Marcos.
—Ella dijo que podíamos seguir como estábamos, eso significa…
—Eso no significa que no te quiere. No te confundas, Natalia no te
quería, te dejó por otro y sí quería casarse. Deberías hablar con ella
claramente, no te escondas hombre. Aclara las cosas, no es justo sufrir por
gusto.
Arturo movió negativamente la cabeza
—No hay más que explicar, es obvio que no me quiere, al menos como
yo a ella —insistió tozudamente Arturo.
—Mira, Arturo, Sofía es una mujer dura, con temple, si te aceptó y está
contigo es porque te quiere, no porque te necesita, ni siquiera necesita tu
salario. Natalia te destrozó el corazón. ¿Eso es lo que quieres? ¿Qué venga
otra tipa a colgarse de ti sin quererte? Si Natalia no se hubiera ido con el otro,
seguirías con ella. ¿Dirías que está contigo por amor? —preguntó Marcos sin
piedad.
—No, está claro que Natalia se estaba aprovechando de mí, yo tenía que
hacerlo todo por ella, hasta que apareció otro que le daba más —recordó
Arturo.
—Y eso te hizo pedazos el corazón ¿Buscas otra Natalia? —conminó
Marcos.
—Creí que Sofía me quería lo suficiente como para querer compartir la
vida conmigo, pero resulta que no ¡Eso es todo! —gritó Arturo.
—¿Le pediste matrimonio en serio? —preguntó Marcos.
—No, menos mal, solo hice un comentario sobre el matrimonio y se puso
como si hubiera visto al diablo en persona, pálida y con una cara de susto —
recordó Arturo.
—Pues está claro que algo le pasa ¿le preguntaste?
—No, cuando le dije que no me amaba lo suficiente se fue —respondió
Arturo.
—Algo le pasa a ella que no te ha contado, es evidente. ¿Le has contado
sobre Natalia? —preguntó Marcos.
—No, la verdad, no, me siento estúpido de solo recordarla —mencionó
Arturo.
—Pues si no son sinceros ambos y hablan con la verdad desnuda no
pueden estar hablando de amor —acusó Marcos.
—Miren quien habla, tu historia es patética —apuntó Arturo.
—Precisamente por eso, mírate en mi espejo. Incluso yo, hablé con
Valentina, aunque no me sirvió de nada, pero lo hice. ¿Piensas quedarte sin
hacer nada? Solo por conclusiones que tú solo has hecho. Valentina tenía
suficientes pruebas para mandarme a la mierda, pero tú ¿Qué tienes? —
insistió Marcos.
—Mala suerte en el amor, nada más —se quejó Arturo.
—Déjate de tonterías y aclara las cosas, si de verdad la quieres, lo menos
que tienes que hacer es escucharla —retó Marcos.
—Ella se fue sin decir nada —se quejó Arturo.
—¡Tú la acusaste! Búscala hombre, por lo menos has el intento como yo
lo hice, Sofía es una mujer que vale la pena… y eso que me rompió la nariz.
Nunca te había visto tan feliz, ni siquiera con Natalia, no es posible que lo
eches a perder todo por un mal entendido de mierda —apuntó Marcos.
—Yo … bueno, tal vez tengas razón, no hemos aclarado nada, y es
posible que la experiencia con Natalia me nuble la razón —concedió Arturo
avergonzado.
—No seas idiota, hermano. Tienes la felicidad al alcance de la mano,
lucha por ella.
Arturo levantó la cabeza por primera vez en toda la conversación, no dijo
nada, pero se quedó pensativo. Marcos se calló, pero siguió a su lado, sabía
que necesitaba compañía. Y también sabía que de alguna manera sus
palabras habían hecho mella en su testaruda cabezota.
°°°°°
Pasaron los días, la tensión se sentía en el gimnasio, se trataban con fría
cortesía, pero ninguno de los dos había dado ni un solo paso por aclarar las
cosas.
Sin embargo, ambos se habían relajado uno poco, se saludaban,
compartían el agua. Se habían empezado a quedar a las reuniones que tenían
siempre después de los entrenos, hablaban poco, eran amablemente
indiferentes el uno con el otro.
La relación de Sofía y Arturo se mantenía así, solo cortés, ya no se iban
juntos ni tenían muestras de cariño más que los saludos y las despedidas,
definitivamente se comportaban muy civilizados, pero la tristeza se les notaba
en el rostro a ambos.
Alejandra y Virginia trataban de disimular pero estaban a la expectativa,
ninguno de ellos se atrevía a hablar de la situación directamente con ellos,
pero ahora estaban un poco esperanzados.
CAPÍTULO 9

AMISTAD Y SINCERIDAD

La situación en el gimnasio vino a relajarse un poco cuando José llevó a


un amigo de él que era fisioterapeuta para que observara los ejercicios de
todos y para mostrarle las marcas que habían establecido hasta ese momento.
Salvador Martínez tenía unos treinta y tres años, era de mediana estatura
y delgado, pero su cuerpo estaba bien definido, moreno con grandes ojos
color miel que daban un contraste muy atractivo a su rostro de labios gruesos.
José le presentó a todos uno por uno, primero a su novia Alejandra, por
supuesto a Arturo y a Sofía y por último a Virginia, ella le dio la mano y él
no pudo evitar mirarla fijamente y retener su mano por unos segundos, luego
la soltó turbado. Nadie pareció darse cuenta, todos estaban pendientes de las
observaciones que les haría.
Empezó por José, quien hacía sentadillas con peso en los hombros, a
cierta velocidad.
—Bajas demasiado —dijo Salvador —doblas las rodillas con todo ese
peso, terminarás haciéndote polvo los meniscos y además pierdes tiempo, si
bajas menos podrás hacer más y proteger tus rodillas.
—Pues estamos mal —apuntó Virginia —éste nos ha enseñado a hacerlas
así. Quiere destrozarnos las rodillas a todos.
Salvador se rió de la ocurrencia de Virginia y se puso a enseñarle cómo
hacerlas adecuadamente, el primer día solo trabajaron en las sentadillas.
Salvador no llegaba todos los días, esos días seguían entrenando como les
había enseñado. Y cuando llegaba de nuevo pasaban a otro ejercicio.
En cuestión de un mes, el equipo había roto todas sus marcas, eran más
eficientes y se cansaban menos.
—Hacía falta la opinión del experto —dijo José, en la reunión después de
un entreno.
—Son un equipo formidable, solo les faltaba pulir detalles —explicó
Salvador.
—Pero hombre, con estas marcas, tenemos posibilidades de ganar —
apuntó Alejandra.
—De acuerdo, pero el trabajo lo han hecho ustedes —contestó Salvador.
Luego Virginia se interesó en Salvador y le preguntó sobre su trabajo,
resultó que trabajaba toda su jornada en un hospital nacional, y que en
ocasiones atendía pacientes privados a domicilio. Fue un momento agradable,
ya que al fin el foco no estaba puesto en el disgusto de Sofía y Arturo.
°°°°°
Esa noche Alejandra regañaba a Virginia
—¡Qué bárbara, le hiciste un interrogatorio! —le reprochó.
—¿Eh? No pude evitarlo, tenía mucha curiosidad, está divino ¿No crees?
—preguntó sin ningún atisbo de timidez o vergüenza.
—Bueno, sí es atractivo, pero…
—¿Es soltero? Eso no se lo pregunté
—Hubiera sido el colmo enfrente de todos nosotros, pero tú eres capaz,
Virginia. Al fin te interesas en alguien —comentó Alejandra.
—Bueno, me gustó, es todo, no pasa nada —se defendió Virginia.
—A mí me parece increíble que te interese alguien, tienes estándares
muy altos, por eso estás sola —anotó Alejandra.
—No tiene nada de malo estar sola, es mejor que salir con alguien solo
por probar si después llega a gustarte, o simplemente por no estar sola y
soportar la presión social —apuntó Sofía.
—En eso te concedo la razón, es patético como hay mujeres se cuelgan
del primero que pasa con tal de no estar solas. Pero tu ni disimulas, bueno, él
tampoco disimuló, le gustaste —opinó Alejandra.
—¿Tú crees? —preguntó Sofía y dio un gritito.
—Todos lo vimos y sí, es soltero, yo le pregunté a José, precisamente
porque noté eso —concedió Alejandra —pero no lo atosigues, lo vas a
asustar y va a salir corriendo.
—Solo le pregunté por su trabajo, otra cosa es que le hubiera preguntado
cosas más personales y sobre sus relaciones, además él contestó con
naturalidad, no pareció molestarse. Y la verdad, todos pasamos un buen rato
sin estar pendientes de las caras de muertos de Arturo y Sofía.
—¿Has hablado con ella?
—Sí, está ofendida porque él le dijo que no lo quería lo suficiente como
para compartir su vida. En el fondo lo que tiene es miedo de contarle su
pasado, si lo hiciera todo se aclararía —observó Virginia —De todos modos
Sofía aún tiene terror, solo habla del asunto y se descompone, se pone pálida
y tiembla. Eso sí puede ser mal interpretado.
—¡Claro! Si Arturo es tan susceptible, podría pensar que Sofía no lo
quiere a él tanto como a su ex. Una nunca sabe, ya interpretó a su modo,
podría volver a hacerlo y terminar de arruinar la cosa, Sofía está siendo
prudente, me parece —opinó Alejandra.
—No lo había visto desde ese punto de vista. Tienes razón, pero no pensé
que Arturo, tan inteligente, tan centrado, fuera a salir con una chiquillada así
—comentó Virginia.
—Comprendemos a Sofía, porque conocemos todo lo que vivió, pero no
conocemos el pasado de Arturo, a lo mejor también tiene heridas que no han
cicatrizado bien —opinó Alejandra.
—¡Qué vaina! ¿Por qué somos tan complicados los seres humanos?
—Los seres humanos somos complicados. Tu no, Virginia —apuntó
Alejandra.
—¿No soy ser humano?
—¡Graciosa! No eres complicada, siempre vas directo al grano, apuntas y
disparas —dijo Alejandra.
—No entiendo todos esos rodeos y ese sufrimiento innecesario —
protestó Virginia.
—Como te digo, tenemos suerte de no haber vivido experiencias tan
dolorosas, aunque nuestra madre sí sufrió, de ella aprendimos que la
honestidad y la sinceridad van siempre primero —reflexionó Alejandra.
—Sí, muchas veces, dolió, pero fue lo mejor, así se aprende a ir directo a
la diana, tú también eres lapidariamente sincera, no te hagas. Aunque sé que
yo soy bastante más bruta para decir las cosas —acusó Sofía.
—Sí, lo admito y prefiero ser un poco tosca a complicarme la vida —
aceptó Alejandra.
—Ojalá pudiera hacer algo por Sofía —dijo Virginia.
—Ya se te ocurrirá algo, lo sé, por el momento estás en misión Salvador,
me parece —anotó Alejandra.
—No te adelantes, no corras —protestó Virginia.
—Lo dicho, eres muy exigente —acusó Alejandra. Sofía solo se encogió
de hombros.
°°°°°
—Ya es un hecho, firmé el divorcio —dijo Marcos. Estaba con Arturo en
un bar, estaban cenando y tomando cerveza.
—Ni modo, hermano, hay que aprender de la experiencia —anotó
Arturo.
—Pensé que siempre estaría incondicionalmente a mi lado, que la tenía
segura. De verdad creí que no podría vivir sin mí —se quejó Marcos.
—Con todo lo que le hiciste, ni te quejes, que mucho te aguantó —
apuntó Arturo, quien a decir verdad también estaba muy sorprendido, no
esperaba que Valentina tuviera el valor de dejar a Marcos.
—Lo sé, lo sé. Ahora sé cómo te sentiste con lo de Natalia, y cómo te
estás sintiendo ahora —comentó Marcos.
—La veo todos los días, pero aun no tengo el valor de hablar con ella, me
mata esta inseguridad de sentir que no me quiere como yo a ella —admitió
Arturo.
—La única forma de estar seguro es preguntar, y por otro lado, debes
tener en cuenta que después de lo de Natalia es natural que sientas eso, en mi
opinión, que no soy ningún experto, sino un perfecto fracasado en amores,
deberías contarle tu pasado —dijo Marcos.
—Lo sé, lo sé, pero verla cerca de mí, tan fría, me da miedo confirmar
mis temores —admitió Arturo.
—Pues para mí, es mejor confirmarlos que estar con la duda, si lo
confirmas, pues te echas al sufrimiento de una vez hasta superarlo ¿No? —
anotó descaradamente Marcos.
—Hombre, para no ser un experto, me parece que tienes toda la razón —
admitió Arturo.
—¿Entonces cuando hermano?
—No sé, no lo sé.
Marcos movió negativamente la cabeza, Arturo era un necio, a su modo
de ver estaba sufriendo por gusto.
°°°°°
Sofía se encontraba en una cafetería con Marta, ellas se habían seguido
viendo de vez en cuando después de que Sofía dejara el banco, se ponían al
día con respecto a sus vidas.
—¿Cómo va tu proyecto? —preguntó Marta
—Bien, hasta donde se puede, es difícil, la pobreza es solemne, falta
todo, están desnutridos y enfermos. Les damos asesoría financiera que es mi
parte, asesoría agrícola y emprendedurismo. Tengo esperanza, pero todo va
tan lento, es duro.
—Es un proceso largo Sofía, tendrás que tener paciencia —anotó Marta.
—Me gustaría llevarles una campaña médica, por lo menos unos días,
enfermos no pueden trabajar bien, ni siquiera pensar bien —suspiró Sofía.
—Te puedo poner en contacto con una ONG de salud, tal vez puedan
coordinar la campaña —ofreció Marta.
—Eso sería genial —apuntó Sofía.
—Perdona que te pregunte esto Sofía, pero ¿Ha pasado algo entre Arturo
y tú? —cuestionó Marta.
—Eeehh ¿Por qué? —preguntó Sofía poniéndose colorada.
—Arturo anda triste, parece un zombie, tú has trabajado con él y sabes lo
eficiente que es, ahora se distrae, pasa pensativo, el licenciado Guadrón le
llamó la atención por entregar investigaciones atrasadas —contó Marta.
—Bueno, digamos que nos peleamos. El habló de casarnos, no me estaba
pidiendo matrimonio en ese momento, sino que lo dijo al aire, y yo me
asusté, le dije que si mejor seguíamos como estábamos. Él sacó la conclusión
de que no lo quiero lo suficiente y me enojé —contó Sofía también con
tristeza.
—¿Le tienes miedo al compromiso? —preguntó Marta.
—La verdad sí, tuve un matrimonio horroroso, pero creo que puedo
superarlo. Lo que pasa es que Arturo no sabe nada de mi pasado y cada vez
que quiero hablar de eso pierdo el valor, me da miedo que él piense que estoy
enamorada de mi ex o algo así. ¡La verdad no sé qué hacer! —dijo Sofía con
los ojos llenos de lágrimas.
—Toma valor y habla con él. Él de verdad te quiere, mira como está en el
trabajo, está sufriendo y tú también —anotó Marta.
—Lo sé, lo sé. Sé lo que tengo que hacer, es que me falta valor
—Apóyate en el amor que sientes por él. Amor contra temor —sugirió
Marta.
—Tienes razón —contestó Sofía con una sonrisa triste, mientras las
lágrimas corrían por sus mejillas.
—Confía, Sofía, él te ama, se le nota, te lo digo yo que tengo años de
conocerlo —observó Marta apretándole la mano.
°°°°°
Se llegó el día de la competencia, todos dieron lo mejor de sí,
concentrándose exclusivamente en sus rutinas. Contra todo pronóstico, ya
que era la primera vez que participaban, ganaron la competencia. José estaba
feliz, la verdad todo el equipo.
Lo estaban celebrando en el gimnasio, con pizza, como les gustaba, esta
vez estaban muy animados, hablaron mucho de los ejercicios de los otros
equipos y todos participaron en la conversación. José colocó el trofeo en un
lugar preferencial, fue una celebración muy agradable en la que por fin
olvidaron la tensión de los últimos días, todos estuvieron muy contentos.
Cuando ya se retiraban todos, Salvador buscó a Virginia y la invitó a
salir, por supuesto ella aceptó.
°°°°°
Virginia se vestía en su habitación, Alejandra estaba sentada en la cama.
—Te dije que le gustabas —apuntó Alejandra.
—No adelantes nada, solo me ha invitado a salir —contestó Sofía.
—Siempre tan pragmática —se quejó su hermana.
—¿Para qué hacerse ilusiones por adelantado? Voy sobre la marcha, me
gusta, es cierto, pero no pienso hacer una novela de todo esto, vivo el
momento —anotó Virginia.
—Eso es una buena vacuna para el sufrimiento —anotó Alejandra.
°°°°
Salvador llegó por ella, la llevó a un lugar donde además de comer
podían hablar, no había música a todo volumen, eso le gustó a Virginia.
—Estás preciosa —le dijo Salvador.
—Gracias, es que siempre me has visto en ropa deportiva —anotó
Virginia.
—Igual te sienta bien —dijo él —me gusta tu naturalidad.
—Vaya, sí que eres directo —comentó Virginia.
—Igual que tú, por lo que he observado —contestó él.
—Pues eres muy observador —apuntó Virginia, echándose a reír.
Pasaron una velada muy agradable, se hicieron muchas preguntas
mutuamente, pero lo que imperó en todo momento fue la risa y el buen
humor, era evidente que se acoplaban y tenían una forma similar de ver la
vida.
Al llegar a casa, Alejandra la esperaba ansiosamente.
—¿Cómo te fue? —preguntó.
—Genial, hoy me gusta más, es alegre, sincero y sin complicaciones —
contó Virginia con una gran sonrisa.
—Se parece a alguien que conozco —anotó Alejandra con una sonrisa
pícara -¿Te invitó a salir de nuevo?
—Siiii.
Alejandra abrazó a su hermana, se alegraba por ella y realmente Salvador
le parecía un buen hombre.
°°°°°
Los entrenos volvieron a lo habitual, solo que ahora con menor
intensidad, para descansar los músculos, tal como les había sugerido
Salvador.
Sofía estaba muy inquieta, había conseguido la campaña médica por
medio de Marta y la estaba planeando, en realidad quería hacer el viaje, no
era necesario que fuera ella, pero ir a la montaña y pasar las noches en
soledad le hacía muy bien, sosegaba su espíritu y ahora lo necesitaba más que
nunca.
A veces Sofía tenía el impulso de hablar con Arturo pero perdía el valor
en el último momento. Lo mismo pasaba con Arturo, pasaba la noche
pensando y decidía que ese día hablaría con Sofía, pero no lo hacía
Al final de un entreno, Arturo por fin se decidió, tomó a Sofía por la
cintura y se la llevó. El grupo se quedó sorprendido y se quedaron
conversando sobre la situación
—Espero que se arreglen —dijo José
—Yo también —dijo Alejandra —se quieren no es justo que se separen
sin haber hablado siquiera.
—Les falta sinceridad —apuntó Virginia con los labios apretados. José la
miró sorprendido, pero Alejandra cambió el tema.
°°°°°
—Sofía, necesito hablar contigo —dijo Arturo en el parqueo.
—Yo también, Arturo, lamento mucho lo que piensas de mí, eso no es
cierto, yo….
No pudo terminar, Arturo había atrapado sus labios y se estaban
entregando al más dulce de los besos, cuando se separaron lo ojos de Sofía
estaban llenos de lágrimas. -¡Te amo! —exclamó y rompió a llorar.
—Ay Sofía, no sabes cuánto te amo —dijo Arturo abrazándola, mientras
ella apoyaba la cabeza en su pecho. Pasaron así un largo rato delicioso,
consolándose de la ausencia que ambos habían sentido.
Sofía se separó y lo miró a los ojos
—Arturo, hay cosas de mí que no sabes, y debí decírtelas antes, es muy
doloroso para mí recordarlas, pero es justo que lo sepas —murmuró Sofía
limpiándose las lágrimas.
—No es necesario que me cuentes absolutamente todo, tienes derecho a
tu privacidad —anotó Arturo.
—Es que quiero hacerlo, así me comprenderás mejor —manifestó Sofía
—viajaré una semana, entonces hablaremos.
—De acuerdo. Y, Sofía, también hay cosas de mi pasado que no te he
contado y han influido en este comportamiento que he tenido contigo, quiero
que las sepas también —apuntó Arturo.
Sofía asintió con la cabeza, no podía hablar, las lágrimas resbalaban por
sus mejillas, Arturo las enjugó con sus besos.
—Cuando regrese hablaremos —dijo Sofía con la voz quebrada.
—Te extrañaré —dijo Arturo, limpiándole las lágrimas y dándole un
último beso, lleno de amor y ternura.
CAPÍTULO 10

AMOR QUE SANA


Terminaba un entreno, Alejandra y José se sentaron, como siempre a
conversar. Arturo iba a sentarse con ellos, cuando Virginia lo llamó
—Arturo, quiero hablar contigo, hoy mismo —dijo imperativamente.
Él se esperaba otro regaño, pero al final se estaba dando cuenta de que se
lo merecía, así que aceptó resignado.
—Vistámonos, vamos a tomar algo, tengo hambre y sed y me imagino
que tú también —dijo resignado.
—¿Me llevarás a casa? Así le digo a Alejandra que se lleve el auto —
mencionó Virginia.
—Claro, con gusto.
Ambos se retiraron a darse una ducha rápida y a vestirse. Arturo la llevó
a un restaurante pequeño, muy discreto, servían una comida deliciosa, ambos
pidieron rápidamente, estaban hambrientos y pidieron vino y mucha agua.
—Tú dirás —dijo Arturo resignado.
—Y tú escucharás —anotó Virginia apuntándolo con el dedo. Arturo
asintió con la cabeza. —Lo primero, si Sofía se entera de que he hablado
contigo, eres hombre muerto ¿De acuerdo?
—¿No te pidió ella que hablaras conmigo? —preguntó Arturo.
—¿Acaso no la conoces? Ella jamás pediría a nadie que le arregle los
problemas —aclaró Virginia.
—Bueno, tienes razón, le pedí que habláramos y me dijo que lo haríamos
al regresar del viaje —mencionó Arturo.
—Por eso quiero hablar contigo, me alegro por los dos que hayan
decidido hablar. Te hablará de su pasado, que es algo muy difícil para ella,
tanto, que he decidido contarte lo que pasó para que no vayas a
malinterpretarla si se descompone mientras habla contigo, cosa que es muy
probable que pase —apuntó Virginia —ya la malinterpretaste antes.
—Le dije que no tenía que contarme nada, que tiene derecho a su
privacidad, pero ella insistió en que quiere hacerlo —explicó Arturo.
—Bien por ti, si ella quiere hacerlo, es porque así la podrás comprender
mucho mejor. ¿Acaso no somos el producto de nuestras decisiones pasadas?
—mencionó Virginia.
—Sí, lo sé, y lo sé por mí mismo, creo que mi pasado fue el que
interpretó a Sofía de esa manera —admitió Arturo.
—¿Secretos tú también? —preguntó irónicamente Virginia.
—He omitido contarle cosas de mi pasado, que en realidad quisiera
borrarlas —contestó Arturo.
—Igual que ella, Arturo, pero ambos son producto de ese pasado ¿No?
Arturo asintió.
—Sofía estuvo casada durante cinco años, de los veintiuno a los
veinticinco…
—¿Y eso qué? Eso a mí no me importa, solo el presente—interrumpió
Arturo.
—No me interrumpas —gruñó Virginia —el tipo la abusó
psicológicamente de una manera brutal, la aisló de sus tíos y de mí. Ella
estudiaba tercer año de economía, cuando terminó ese año, no dejó que
continuara estudiando, pero sí trabajando, de hecho solo ella trabajaba, se
suponía que él estudiaba. La llevaba al trabajo y luego la recogía, no permitía
que hablara con nadie.
—¿Él no trabajaba?
—Nunca trabajó, Sofía le autorizó sus tarjetas de créditos y las topó, la
endeudó al máximo. La obligó a vivir en la casa que sus padres le heredaron
a Sofía, no es una casa, es una mansión inmensa, pero a él le gustaba
presumir con sus amistades y dar fiestas. Durante los dos primeros años de
matrimonio casi no supimos de ella.
—¿Qué pasó entonces?
—Debe haberse conseguido una amante porque dejó de recoger a Sofía
en el trabajo y faltaba mucho a casa, a veces ni llegaba a dormir, solo le
informaba cuando quería hacer alguna fiesta.
—Pobre Sofía, debió haber sufrido mucho —murmuró Arturo.
—Le tenía miedo, sí, pero se sintió liberada, ya podíamos vernos, yo la
recogía en el trabajo, porque él usaba su auto. Fue cuando Sofía decidió no
enterarse de su realidad y se inscribió de nuevo en la universidad y terminó
de estudiar los dos años que le faltaban en línea, a escondidas de él por
supuesto.
—Aun así buscó superarse —dijo Arturo admirado.
—Lo mejor vino cuando el tipo quiso celebrar su quinto aniversario de
boda, ésta vez invitó a sus tíos y a Alejandra y a mí, no nos dijo por qué, la
cosa es que abandonó la casa en medio de la celebración. La llevé en mi auto,
con doña Sol, ella había empacado y guardado las cosas en mi auto. Don
Fernando se quedó, para ocuparse de él, llamó a los guaruras de su bufete.
Virginia se interrumpió para tomar agua, tenía mucha sed.
—Después de eso Sofía quedó muy mal, no podía salir a la calle, tenía
miedo, casi no comía y tenía pesadillas, estuvo en terapia. Tuvo que
renunciar a su trabajo porque no podía salir de casa. Después de unos meses
comenzó a salir conmigo y con Alejandra. Para sorpresa nuestra, cuando
Alejandra le habló del crosfit, ella se interesó y comenzó a entrenar, antes
había sido gimnasta de alto rendimiento. También nos dio la sorpresa de que
había inscrito su tesis.
—Cuando yo la conocí, estaba haciendo la tesis —mencionó Arturo.
—Exacto, había pasado un año de la fuga del matrimonio nefasto, don
Fernando consiguió el divorcio e investigó al tipo, tenía antecedentes
judiciales, todos por estafa. Lo último que se supo fue que estaba contactando
con un coyote, al parecer se le perdió la pista en México, para tranquilidad de
Sofía.
—¡Dios, ha pasado por tanto! Y pensar que cuando la conocí me pareció
débil en un inicio, pero cuando vi cómo se defendía sin hacer escándalos fue
cuando empecé a admirarla —recordó Arturo.
—Sofía ha cambiado mucho, esa experiencia la modeló por completo,
era una niña cuando ese hombre la envolvió. Así que si tiene reacciones de
temor o se asusta, creo que ya te he contado suficiente como para que
comprendas. Me alegra que ella quiera contártelo, porque es una experiencia
que todavía la pone a temblar. ¡No se lo hagas más difícil! —pidió Virginia.
—No fue mi intención, a mí me rompieron el corazón una vez, estaba por
casarme cuando ella me abandonó… y cuando vi a Sofía pálida y… ¡Qué
bruto! No me di cuenta de que estaba en pánico, solo me ocupé de sentirme
rechazado —explicó Arturo avergonzado —volví a vivir el rechazo de mi
pasado.
—Sofía ya lleva una vida normal, nos alegramos mucho cuando ustedes
se enamoraron, creíamos que ella jamás volvería a tener una relación, hubiera
sido lo lógico —anotó Virginia.
—Sí, tuve suerte de que me aceptara y yo todavía…
—Ya no te reproches, ella quiere contarte lo que le pasó, y lo más
importante quiere hablarte de sus sentimientos. Por favor, sé abierto y
escúchala —pidió Virginia.
—Ya estaba dispuesto a hacerlo, aunque no me imaginaba la gravedad de
lo que ha pasado, te prometo que trataré su corazón con mucho cuidado —
aseguró Arturo.
—Y de paso sana el tuyo —apuntó Virginia.
—Tienes razón, no puedes ver bien la realidad a través del lente del
dolor, yo deseo que Sofía deje el pasado atrás, pero no le ayudaré si no dejo
el mío atrás también —reflexionó Arturo.
—Ya sabía yo, que comprenderías —dijo Virginia.
—De verdad lo siento mucho, he sufrido yo y la he hecho sufrir a ella.
Eres una gran amiga, Virginia, quiero que sepas que de verdad la amo —
confesó Arturo.
—Lo sé, lo sé, si no, no estuviéramos aquí —concluyó Virginia.
°°°°°
Esa noche Arturo no podía dormir, pensaba en lo que Virginia le había
contado, ni siquiera le había dicho el nombre del ex de Sofía, pero con solo
pensar en él le daban ganas de agarrarlo a puñetazos ¿cómo podía alguien
abusar así de otra persona?
De verdad era admirable Sofía, se había rehecho a sí misma después de
semejante experiencia. Luego pensó en sí mismo y en Natalia, habían pasado
cuatro años. Ahora se alegraba de lo que había pasado, Natalia era una
princesita mimada mientras que Sofía era toda una mujer, estaba ansioso
porque regresara y poder hablar con ella.
En eso sonó su móvil, un mensaje de Sofía: “Te extraño”, luego una
foto, una parcela en las montañas con pequeños brotes verdes, alzándose
sobre la tierra, fuertes y saludables. “Así crece mi amor por ti” Arturo quiso
contestar, pero al parecer Sofía había apagado su teléfono.
°°°°°
Era una mañana de domingo, Sofía regresaría esa misma tarde, Arturo
estaba deshierbando la tierra en la que habían sembrado las semillas con
Sofía, los brotes crecían, los de la foto se veían más grandes y verdes, pero
aun así crecían saludables.
—Así quiero que siga creciendo mi amor por ti —dijo la voz de Sofía a
su espalda.
Arturo se levantó y se volvió encontrándosela de frente, con camiseta
blanca, jeans y gorra, su melena rojiza revuelta a gusto del viento, al parecer
había venido directamente de la montaña a su casa.
—¡Estás aquí! —dijo tomándola por la cintura y atrapando sus labios en
un beso desesperado que fue correspondido con igual pasión y desesperación.
Cuando separaron sus labios, él la tomó entre sus brazos y la apretó contra su
pecho, ella se quedó apoyada, cerrando los ojos para que las sensaciones se
agudizaran, su olor, el calor de su piel y el sonido de su corazón.
—Quiero hablar contigo —dijo Sofía, con voz segura.
—De acuerdo, vamos adentro —contestó, tomándola por la cintura, se
sentaron en el comedor. Arturo sirvió un gran pichel de agua fría, seguro ella
estaría cansada y sedienta.
Arturo estaba impaciente por pedirle perdón y contarle él también las
razones que tuvo para reaccionar así, pero tenía que considerar que Sofía
estaba superando lo que pareció un ataque de pánico, así que dejó que ella
hablara primero.
—Tengo mucho que contarte —comenzó Sofía, Arturo asintió —Estuve
casada cinco años, eso terminó hace más de dos años. Fue una situación
horrible, él me tenía encerrada y yo le tenía mucho miedo, no dejó que
siguiera estudiando y solo yo trabajaba. No me dejaba hablar con mis tíos ni
con mis amigas.
—¿Te golpeaba? —preguntó
—Nunca, al inicio, parecía el tipo más romántico del mundo, yo tenía
veintiún años, tenía unos detalles al límite de lo extravagante, en mi
cumpleaños llenó de globos mi habitación. Cuando me pidió matrimonio me
llevó a un lago con cisnes e hizo volar palomas. En fin cuando éramos novios
me bombardeaba de detalles. Pero cuando nos casamos todo cambió. Yo
tenía que trabajar y ser la perfecta anfitriona de sus fiestas, tomó mi auto y no
me permitía usarlo. Me sentía prisionera, no sé cuándo dejé de quererlo, solo
seguía por miedo y porque me puse a estudiar de escondidas, así evadía la
realidad.
Sofía se detuvo a tomar agua con mucha rapidez, estaba nerviosa.
—Al final decidí que no podía continuar así, y tuve que huir de casa, y
eso que era mi casa, le pedí ayuda a mis tíos y a Virginia y Alejandra y me
escapé en medio de una fiesta. Mi tío Fernando me ayudó y me protegió,
volví a casa de ellos. Pero después de pasar por eso, me puse muy mal, no
podía salir de casa porque me daba miedo, tuve que dejar de trabajar; estuve
en terapia… —Sofía se detuvo, no pudo continuar, se quebró y comenzó a
llorar.
Arturo la levantó, le quitó la gorra y la abrazó mientras le revolvía el
cabello, sintió cómo sus lágrimas mojaban su camisa, sin embargo Sofía
estaba decidida a continuar y se recompuso, se separó de Arturo y continuó.
—He pensado mucho, me dolió lo que me dijiste, pero tenías razón —
Arturo quiso interrumpir, pero Sofía le puso los dedos en los labios.
—Jamás pensé que pudiera amar de nuevo, y no lo he hecho ¿Sabes por
qué? —Arturo se mostró muy sorprendido, pero no dijo nada.
—Porque es la primera vez que amo —dijo, Arturo la abrazó de nuevo,
con lágrimas en los ojos.
-Aquello fue un engaño nada más, que me dejó marcada para siempre.
Después de eso jamás pensé que podría compartir mi vida con alguien, y no
creo que pudiera hacerlo… con “alguien”… Pero tú no eres “alguien”… Tú
eres el hombre que amo. Si es contigo sí, contigo sí, porque te amo Arturo —
terminó quebrándose por completo y rompiendo en llanto sobre el pecho de
Arturo.
Él acariciaba su cabello y su rostro, las lágrimas también corrían por sus
mejillas. La apretó fuertemente, dándole pequeños besos en la frente y las
mejillas, ella fue calmándose poco a poco y su boca buscó sus labios, él la
besó intensamente, con profundidad, con ternura, con amor.
—La palabra “casarnos” me asustó, creo, lo siento —dijo Sofía aun
llorosa —luego cuando me dijiste que no te amaba me enojé y las palabras no
salieron.
—Y yo lo malinterpreté —dijo Arturo —y eso fue porque me rompieron
el corazón. Yo iba a casarme, eso fue hace cuatro años, ella quería la boda de
sus sueños, y yo quería hacer todo por ella. Pagaba lo que ella quería, mi
intención era hacer realidad sus sueños, porque yo estaba loco por ella, al
menos eso creo.
—Un mes antes de la boda se fue con otro, yo tardé dos años en terminar
de pagar la dichosa boda. Desde entonces he estado solo, y la verdad me he
sentido receloso de las relaciones, siempre he huido, hasta que llegaste tú e
irremediablemente me enamoré. Ahora sé que aquello no era amor, solo
ilusión, porque el amor lo he conocido contigo, Sofía —explicó Arturo.
—¿Por eso no has amueblado la casa? —preguntó Sofía.
—Así es, sin embargo, esta casa fue lo único que compré para mí, me
gustó mucho, aunque a ella no. No tiene ningún recuerdo de ella, porque ella
nunca quiso ocuparse de la casa, solo se ocupaba de la boda. Por eso la
conservé, siempre me gustó a mí, sobre todo por el jardín, tú sabes lo que me
gusta. Pero después de lo que pasó no me interesó amueblarla, solo mi
habitación… Perdóname Sofía, en ese momento pensé que ibas a
abandonarme… y… de verdad, lo siento.
—Parece que los dos hemos llegado un poco rotos a este amor —dijo
Sofía suavemente, aun con la voz quebrada.
—Pero hemos llegado, Sofía, hemos llegado, rotos y todo, pero aquí
estamos —dijo Arturo —y te prometo que si siento alguna duda sobre algo,
te lo preguntaré, no haré suposiciones.
—Yo también te prometo decirte lo que siento, a veces me cuesta
controlarme como ese día, las palabras no me salían, no me pude explicar,
pero aquí me tienes, dispuesta a decirte lo que siento.
Arturo la abrazó de nuevo, se besaron con una gran ternura, luego con
pasión, degustando sus labios con apremio y pasando a la pasión. Él la
levantó y la llevó en brazos a su habitación, la colocó sobre la cama, mientras
empezaba a desvestirse.
Ella también se deshizo de su ropa rápidamente, quedándose solo en ropa
interior, él desnudo colocó su rodilla entre sus piernas mientras acariciaba sus
senos con pequeñas mordiditas en sus pezones, ella gimió y se incorporó para
quitarse el sostén, entonces el saboreó sus pezones a su antojo, mientras ella
se arqueaba, arañando su espalda.
Él fue bajando con su boca de sus senos a su vientre, mientras ella gemía
más y más, la tocó por encima de su tanga, ella se desembarazó de la prenda
en un solo movimiento. Los dedos masculinos estaban haciendo magia en su
sexo, pero ella estaba al máximo, impaciente necesitada. Se incorporó y lo
hizo acostarse boca arriba, entonces ella subió sobre él haciendo que entrara
en ella.
Desde su posición él tenía una panorámica espectacular de sus senos
moviéndose al compás de las embestidas, tomó sus senos con ambas manos,
mientras ella se arqueaba en convulsiones de placer. Casi al momento la
acompañó en sus espasmos, cuando terminó la vio, aun sobre él, con todo el
cabello revuelto, sobre la cara y los labios enrojecidos e hinchados y supo
que era la mujer más hermosa del mundo.
Él se sentó y comenzó a ordenarle el cabello, suavemente, pasó su dedo
índice por sus labios y no pudo evitar poner en ellos con cuidado un beso
suave, tierno, sin abrir la boca, ella se abrazó fuertemente a él y cayeron
sobre la cama abrazados, ella estaba llorando. Él se asustó.
—¿Te duele? ¿Pasa algo? —preguntó
—Es que soy muy feliz —contestó ella. Él la envolvió con su cuerpo
besando sus labios de nuevo muy suavemente, mientras acariciaba su espalda
apenas rozándola con las yemas de los dedos.
Ella también acarició su espalda suavemente de la misma manera y así,
abrazados se quedaron dormidos, habían sido demasiadas emociones para un
par de horas.
°°°°°
—Así que al fin hablaste con Sofía, boca dura —anotó Marcos.
—Sí, y le conté sobre Natalia —dijo Arturo.
—La verdad esa Natalia te hizo la vida puré un tiempo, pero esta vez te la
estabas haciendo puré tú mismo —anotó Marcos.
—Es increíble, los dos actuamos dando cosas por sentado, cosas que
están en nuestro pasado, Sofía estuvo casada con un abusador que la mantuvo
encerrada y solo ella trabajaba. La aisló de su familia y le robó todo lo que
tenía, además del sueldo —contó Arturo.
—Hombre ¿tanto así? —preguntó Marcos sorprendido —no parece la
misma Sofía de la que hablamos.
—Tenía veintiún años cuando la engatusó, terminó escapándose de su
propia casa, pero no en sentido figurado, huyendo de verdad, hasta con la
intervención de los guaruras del bufete de su tío. Después tuvo que
recuperarse, hasta recibió terapia, le daba miedo salir de su casa —explicó
Arturo.
—A cualquiera que le ha pasado eso le daría horror oír sobre matrimonio,
y tú pensando tonterías —acusó Marcos.
—Lo sé y me sentí muy mal por eso, yo sentí que me estaba
abandonando, como lo hizo Natalia, por eso la acusé. Pero en realidad Sofía
es toda una mujer, Natalia era una princesita, no hay comparación. Aun sin
saber la historia de Sofía, no debí haber actuado así —comentó Arturo.
—También tú quedaste tocado por la gracia de Natalia, concédete eso.
Me alegro de que se te pasara el berrinche y hablaras con ella —comentó
Marcos.
—Fue gracias a ti, hermano, no creas que no te escuché y medité tus
palabras, al final me decidí y la busqué para hablar, ella también quería
contarme de su pasado —le contó Arturo.
—Vaya, quien diría, justo yo, que soy el peor de los peores en cuestión
de amores —apuntó Marcos riendo.
—Debes aprender a respetarte a ti mismo primero y también a la mujer
que amas, Marcos —dijo Arturo con seriedad.
—¿Y al fin le pediste matrimonio? —preguntó Marcos.
—No, no oficialmente, ella me dijo que nunca pensó en volver a
compartir su vida con nadie, pero que conmigo sí, porque me ama. Por el
momento me conformo con eso, no la voy a volver a asustar —apuntó
Arturo.
—Bueno, eso ya es un sí, pero tienes razón, acaban de hacer las paces,
además le contaste lo de Natalia, deja que se aquieten las aguas.
—Hicimos el amor como nunca, fue la primera vez que sentí algo así, tan
intenso, tan íntimo y no me refiero solo a lo físico, y ella lloró —confesó
Arturo.
—La mujer que llora al hacer el amor, te ama de verdad. Ya no se te
ocurra dudar, tarado —lo regañó Marcos.
—¡No sabes cómo agradezco tus palabras, las de antes y las de ahora! —
exclamó Arturo.
—Te ves feliz, hermano, como nunca antes, ni siquiera cuando estabas
tan entusiasmado con Natalia te veías así. Hoy de verdad irradias felicidad.
Me alegro por ti, por los dos. Aunque me haya roto la nariz —anotó Marcos
con sinceridad.
°°°°°
—Me alegro que hayan aclarado todo con Arturo —dijo Virginia —no
era justo que estuvieran sufriendo cada uno por su lado, porque creía que el
otro pensaba que…. Ya están grandecitos para eso ¿No te parece?
—Eres dura, Virginia, pero tienes razón. No es fácil ser sinceros, ni
siquiera con nosotros mismos, pero no puede haber amor sin sinceridad —
contestó Sofía.
—¿Aliviada? —preguntó Sofía
—Sí
-¿Enamorada?
—Sí, sí, claro que sí.
—¿Contenta?
—No. ¡Feliz, estoy feliz! —gritó Sofía y se fundió en un abrazo con su
amiga.
—Me alegro Sofi, no sabes cuánto me alegro. Te lo mereces y Arturo es
un hombre noble, que vale la pena —dijo Virginia.
EPÍLOGO
Sí, hubo boda. Sin ponerse de rodillas, sin hacer la pregunta formal.
Pasado un tiempo Sofía empezó a hablar de un nosotros en el futuro, Arturo
supo que había llegado el momento, comenzó por invitarla a comprar
muebles, ella iba encantada y elegían lo que les gustaba a ambos.
Cuando ella eligió un par de muebles para cosas “femeninas” además de
compartir gastos, Arturo le compró un anillo de diamante. Un día cualquiera,
sin mediar palabra se lo colocó en el dedo y ella sonrió ampliamente antes de
besarlo apasionadamente.
Sin embargo cuando le preguntó sobre los preparativos de boda, de los
cuales él conocía, ella solo pidió casarse por la iglesia.
—Sí claro, podemos hacerlo —dijo Arturo -¿Y la fiesta? ¿Y todo lo
demás?
—Una cena íntima en casa de mis tíos, tía Sol estará encantada —anotó
Sofía.
Arturo se sorprendió mucho, suponía que quería todo eso que implicaba
una boda, pero los sueños de Sofía sobre su boda se limitaban a la iglesia y su
vestido de novia, por supuesto lo eligieron con esmero Sol, Virginia y
Alejandra ayudando a Sofía.
Naturalmente Virginia, Alejandra y Marta fueron sus damas, y también
se concentraron en sus vestidos. Sofía estaba cumpliendo sus sueños de niña,
el añorado vestido de novia, aunque ella reconocía que era algo superfluo,
quiso darse el gusto, sobre todo porque Arturo estaba dispuesto a
complacerla.
°°°°°
Sofía entró a la iglesia del brazo de su tío, era una novia hermosa y
estaba radiante, Arturo la esperaba en el altar, acompañado de Marcos, su
padrino, se conmovió mucho al verla de novia, sus ojos se llenaron de
lágrimas. Marcos tuvo que darle un discreto empujón porque se había
quedado estático.
La fiesta fue muy íntima, solo la familia, y sus amigos en el patio de la
casa de Fernando y Sol. Casi todos se conocían y la pasaron muy bien, se
notaba que Sofía era feliz, todos los que la querían estaban muy complacidos,
porque llegaron a pensar que jamás volverían a verla sonreír de esa manera.
Lo mismo pasaba con Arturo, de los presentes, quienes más lo conocían
eran Marcos y Marta, Marcos lo había visto llorar cuando le rompieron el
corazón en el pasado, Marta lo había visto sufrir por Sofía. Ahora irradiaba
felicidad, y se la merecía. Estaban muy felices por él.
Estaban rodeados de las personas que más los querían, todos deseaban de
corazón que su amor fuera duradero y que la felicidad se alojara en sus
corazones para siempre.
°°°°°
Las vistas desde la montaña eran impresionantes y el clima muy
agradable. Arturo había sugerido un tour por Europa para la luna de miel, sin
embargo Sofía prefirió ir al pequeño hotel de montaña que había descubierto
en sus viajes, allí dónde se había retirado voluntariamente para reencontrarse
a sí misma. Quería compartir el lugar con Arturo.
—Ahora entiendo por qué te gusta tanto este lugar, esto es hermoso —
dijo Arturo.
—Lo sé, aquí no escuchas más que el silencio, y si pones atención,
también escuchas a tu corazón —dijo Sofía con aire de misterio.
—A ver —dijo Arturo, cerrando los ojos, sintiendo la fresca brisa en el
rostro —sí tienes razón, escucho a mi corazón y me dice que te ama.
—Así dice el mío, aquí lo escuché por primera vez —confesó Sofía.
—Pues me alegro de que lo hayas escuchado —dijo Arturo.
—Yo también —dijo Sofía —de aquí regresé con el valor necesario para
luchar por mi amor por ti.
—Pues entonces tiene mucho más significado que empecemos nuestra
vida juntos aquí, en este lugar tan hermoso —dijo Arturo tomándola por la
cintura y atrayéndola hacia él.
—Así es, por eso quise venir aquí —susurró Sofía en su oído.
—Siempre me sorprendes —contestó Arturo suavemente.
—Espero seguir sorprendiéndote siempre —dijo ella apoyando la cabeza
en su hombro.
—Estoy seguro de que ambos nos seguiremos sorprendiendo y amando
cada día —contestó él apretándola contra su cuerpo.
Luego se fundieron en un fuerte abrazo, besándose con ternura y pasión,
mientras el viento de la montaña silbaba a su alrededor envolviéndolos como
para proteger su amor.

FIN

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