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El secreto de la felicidad
Israel Rojas Romero
Por falta de comprensión la humanidad busca la felicidad por medio del placer, pero
sucede que el placer al consumir nuestras energías de vida por la emoción, nos trae el
desencando, el vacío, la tristeza y el dolor. Cada vez que el hombre apura la copa del
placer, se está preparando para tener que apurar obligadamente, lo menos diez copas
de desilusión, de desengaño, de pesadumbre.
Lo que se llama expansión a través del placer emotivo, está justamente en contra de
la armonía, y por eso trae dolor. ¿Por qué la emoción del momentáneo placer, es
arrítmica e inarmómica? Sencillamente porque el placer experimentado a través de la
emoción es el producto de una sobreexcitación, de un desgaste exagerado de las
potencias vitales. Por eso el placer es locura frente al ritmo de la vida.
La Vida para ser perfecta tiene ante todo que ser armoniosa, rítmica, suave, aunque
activa y penetrante en su acción, como lo es la irradiación solar, expansiva en grado
sumo, pero siempre dentro de lo rítmicamente natural; y es que debe llegar a ser la
vida del hombre, para que pueda conquistar la verdadera felicidad.
Tanto los científicos como los filósofos y místicos verdaderos, están de acuerdo en el
hecho de que el hombre es el Rey de la Creación. Pero nosotros preguntamos: ¿es
verdaderamente el hombre el Rey de la Creación? Por lo menos en lo común y
corriente no lo es en modo alguno; mas bien es esclavo, y esto en el noventa y nueve
por ciento de los individuos.
Para ser verdaderamente felices se necesita ante todo liberarnos de nosotros mismos.
Liberarnos de los múltiples prejuicios que nos tienen esclavizados tanto en lo físico,
como en lo mental, y por ende en lo espiritual. Sufrimos porque somos débiles,
porque nos dejamos esclavizar por las múltiples insignificancias de la vida. Somos
esclavos de una palabra buena, de una palabra mala, esclavos de caprichos sociales
del sistema, de la moda en el vestir, del color racial, de la estatura, de la política,
esclavos de los dogmas ya sean de ciencia, de religión o de filosofías; y no estamos
en ningún caso capacitados para analizar y comprender libremente aquello a lo que
estamos ligados o esclavizados.
El hombre para ser feliz tiene que analizar la vida en el verdadero sentido, o sea en el
de expansión, belleza y armonía, y para lograrlo, requiere realizar constante y
permanentemente un trabajo consciente de auto-cultura, haciendo uso de la
comprensión, del amor al bien, y ante todo del dominio de sí mismo.
Los factores antes citados que ligan al hombre y lo esclavizan, son nada más que un
cúmulo de ilusorias fantasías que nosotros les damos vida con nuestra manera de
pensar, dejándonos aprisionar por ellas sin que tengan valor en sí mismas. Por lo
tanto el hombre para ser feliz, requiere en primer lugar tener pleno dominio de su
mente, pudiéndola gobernar y dirigir a voluntad.
La luz de la inteligencia florece por la fecunda actividad que el hombre haga por
desenvolverla, y en la misma proporción lo son todos sus sentidos.
El hombre para ser verdaderamente feliz, tiene ante todo que ser consciente y dueño
de sus actos; por lo tanto, conscientividad, bondad, amor, sabiduría y plena
comprensión, junto con el dominio de sí mismo, harán la verdadera felicidad del
hombre; y para conquistar ese estado necesita – como lo han dicho los filósofos –
pulir la piedra bruta de su naturaleza en evolución, hasta hacerla pura, radiante,
equilibrada y perfecta por la fuerza del Amor, de la serenidad y por el dominio de sí
mismo.