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Cuentan que el amor nunca ha sido fácil, sin embargo, Laura y Luis vivían un

noviazgo idílico con el que todo joven habría soñado alguna vez. Atravesaban
el mejor momento de su relación, pero algo inesperado lo cambiaría todo.
Laura se había quedado embarazada, con tan solo 20 años de edad, ambos
después de un tiempo decidieron seguir con el embarazo. Pasaron los meses y
la pareja seguía tan unida como al principio, a Laura le tocaba ir al médico para
continuar con el seguimiento del bebé, pero ese día las cosas se torcieron. El
médico le comunicó que el bebe que tanto esperaban le habían detectado
síndrome de Down, Laura en ese instante se le vino el mundo encima. Los
estereotipos que había marcado la sociedad le empezaron a pasar factura a la
pareja, hasta el punto de pensar en la opción de abortar. Tras varias semanas
pensando en lo que les había comunicado el médico, la pareja decidió buscar
información sobre esta discapacidad intelectual, pasaron muchas horas
buscando todo tipo de información acerca de esto, hasta que asumieron que su
bebé iba a tener esa discapacidad y que nada lo podría remediar, pero si algo
tenían claro, era que harían todo lo posible para que el bebe tuviera una vida
de lo más normal, plena y feliz, entendieron que hay discapacidades que no
son físicas, ni mentales sino del corazón, el problema no lo tenían estas
personas sino la sociedad. Pasaron 9 meses, por fin llegó el momento tan
esperado y nació una niña preciosa llamada Marina. Era una niña encantadora,
amable, cariñosa, pero lo que más destacaba de ella era su capacidad de
contagiar alegría, le encantaba la música, pero su gran pasión siempre fue el
futbol. Desde pequeña su madre le inculco la misma pasión que tenía ella por
este deporte, siempre iba con un balón en los pies. Para Marina no fue nada
fácil, desde niña sufría un gran aislamiento social por el simple hecho de tener
una discapacidad, sus padres siempre se mantuvieron a su lado luchando para
que su pequeña pudiera tener una vida normal, no fue nada fácil pero poco a
poco todo el que conocía a Marina quedaba prendado con el gran corazón que
tenía la pequeña. Todos pensaban que no podría llegar leer, ni escribir o
simplemente hablar bien, pero como solía hacer, aprendió, dando una vez más
una gran lección de vida, diciendo que todo con esfuerzo es posible. Un día
Marina le comunico a sus padres que quería jugar en un equipo de futbol ya
que era su gran pasión y lo que la hacía feliz realmente, su madre encantada
accedió. El primer día de entrenamiento, nada más entrar al campo de futbol
sus compañeros de equipo comenzaron a juzgarla por su aspecto y a
continuación a reírse sin parar, Marina estaba acostumbrada y no reaccionó. El
entrenador con solo verla le comentó a su madre que no podría jugar en su
equipo, Laura se enfureció y se fue. Marina no dejaba de insistir en que quería
jugar al futbol, sus padres decidieron volver a intentarlo una vez más y
volvieron apuntarla en otro club. Esta vez nada era igual, desde el primer día
sus compañeros descubrieron la gran persona que era y la acogieron muy bien
en el equipo. El entrenador y sus compañeros confiaban mucho en ella, y la
ayudaban en todo lo que podían, Marina estaba encantada y sus padres más
aún de verla feliz. Jugaba su primer partido contra el equipo que sin conocerla
la rechazó y la trató tan mal, su entrenador le dio una gran confianza, la que
necesitaba para poder jugar. Durante el partido todo el equipo animaba a
Marina, todos estaban encantados de jugar con ella. Al final ganó su equipo,
gracias a gol del Marina, ese día se demostró que nadie tiene límites, que las
barreras las impone la sociedad y que la gran tarea que tiene el mundo, es
asumir que la superación no siempre tiene que venir de un impedimento.

Miriam Navarro Sicardo.

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