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0eeión Dotupisto

Ó R G A N O DE L A S S O C IE D A D E S
■ V E G E T A R IA N A ESPAÑO LA» Y ‘ N A T U R IS T A IB É R IC A »

D IR E C T O R E S PR O PIETA R IO S Y FUNDADORES
Dr. Ruiz Ibarra. Dr. Enrique Jaramillo. Dr. Eduardo Alfonso.
Fa eacB rr al. n ú m .l3 6 - M adr id. PerrBZ, núm. 86. - Madrid. Arenel, cúrn. S6. « M adr id.

Administrador; RAFAEL SERRANO ALCÁZAR


Redacción y Administración: CALLE DEL ESPIRITU SANTO, nüm . 41.
SUSCRIPCIONES No se mantiene correspondencia sobre ^
En EepaOa, por on «fio... . 5 pesetas.
]os originales.
En ei Extranjero, Mem.. . . 6 —

A ño 1 E sc o rp io .—M a d rid , 1919. N úm . 11

¡S eam o s n a tu r is ta s !
El papel modesto que llevo en el mundo naturista no me autoriza
a ponerme como árbitro en ciertas cuestiones para discutir todas las
particularidades de los defectos de' una sociedad incoherente, ni tam­
poco de dar lecciones a otros naturistas que buscan como yo el ca­
mino de la verdad sobre el terreno peligroso de la evolución univer-'
sal. Sin embargo, creo útil y oportuno para el movimiento naturista
de España, expresar, con la humildad de un simple miembro de la
Sociedad naturista mundial que yo soy, la opinión que conmigo
profesan numerosos de nuestros hermanos en este Ideal, acerca de
cierta propaganda violenta de tendencia política que vienen haciendo
varios naturistas desde hace algún tiempo. ^
to d a actitud, toda propaganda cuyo espíritu está en oposición con '
la acción bienhechora y pacifica de las leyes naturales, no puede cali-'
ficarse de naturista.

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ACCIÓN NATURISTA

En la base de toda maldad (cuando realmente hay mala intención)


impera la inconmensurable ignorancia que no se destruye por medios
violentos, sino por la instrucción y la educación. Los defectos de los
hombres son tan naturales como sus cualidades, y si ciertos hombres
poseen menos de éstos que de aquéllos, debemos considerar estas
condiciones morales como determinados grados en la escala de la
evolución. Es falta de sabiduría en los naturistas no considerarlo asi.
La Naturaleza toda está sometida a sabias leyes de evolución,' y los
hombres son órganos de esta naturaleza. Deben por ellos mismos ven­
cer sus malos instintos y ayudarse mutuamente hacia esta finalidad.
Los verdaderos naturistas deben imitar el proceso pacífico de evolu­
ción que sigue la Naturaleza; las palabras o acciones violentas no pue­
den ser inspiradas más que por corrientes pasionales de la civilización
corrompida en la cual vivimos. Los medios propios del naturismo para
la realización de sus finalidades, son medios pacíficos y tolerantes de
iniciación, de instrucción, pues como lo dice el distinguido naturista
de Valencia D. S Bonafé: »[Lo que es bueno no se impone, se enseña,
y esto basta para que triunfe!»
Además de lo dicho me parece poco hábil iniciar una propaganda
de revuelta. El movimiento naturista que hasta ahora tiene un número
relativamente pequeño de adeptos y en contra muchos adversarios po­
derosos (en el cuerpo médico oficial en particular), encontrará mañana
los mismos poderes públicos contra él, si siguen ciertas entidades a c ­
tuando en este sentido poco razonable y el movimiento nàturistà será
ahogado.
La obra bienhechora del naturismo en el terreno físico y moral
para la regeneración humana, no debe ser comprometida por una
acción ajena, al mismo naturismo. Pienso obrar en favor de nuestro
ideal haciendo un poco de luz sobre estos errores peligrosos y recuer­
do a los excépticos que leyeron mis artículos, que no combatirán con
éxito los defectos que vieron en el mundo actual, aceptándolos por su
cuenta.
Nuestro emblema no es una bandera roja, es el ramo de oliva que
simboliza la sabiduría pacifica que rige las leyes naturales y nos invita
a realizar la perfecdónhumana con el perfeccionamiento de uno
mismo, o sea; la desintoxlcáción física y moral.
P . M acé.

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ACCIÓN NATURISTA

Labor de la Sociedad
Vegetariana Española
D e u n a c o n f e r e n c i a d a d a a la S o c ie d a d V e g e t a r i a n a
E s p a ñ o la d u r a n t e e l p a s a d o c u r s o i p o r s u p r e s i>
d e n t e D r. R u iz I b a r r a .

( c o n c l u s ió n )

La observación atenta de ios fenómenos que estamos estudiando de­


muestra que siempre que entre dos especies de seres de naturaleza in­
trinsecamente antagónica se producen fenómenos que intensiñcan sus
condiciones de agresor y agredido, provocando una perturbación en la
salud de la especie agredida que rebaja sus condiciones de resistencia,
se determina a la vez una exaltación de las energías consexvatrices y re­
productoras en los individuos de la especie agresora; detalle éste que
descifra el enigma de las plagas y las pestes.
Arí por ejemplo, la sequía pertinaz durante varios años resulta condi­
ción favorable para la reprodución de ciertas plagas del campo, como la
langosta, esta sequía hace a la vez que las plantas sean más leñosas y así
más aptas para la nutrición de la langosta, y estos dos factores reunidos,
efectos de la misma causa, sequía, son los que determinan la plaga; vie­
ne después el fenómeno contrario y es otra especie la que se reproduce
por encontrar en él las condiciones más favoraffles para su nutrición y
reproducción, que son a la vez las menos favorables para aquella otra
especie que va a ser agredida.
Todas las observaciones hechas en este terreno coinciden en confir­
mar el hecho, que en el último resumen no es más que el cumplimien­
to de la ley de adaptación al medio, que es la fundamenta!, y en el cam­
po de la experimentación se reproduce el fenómeno -fácilmente como
hace muchos años publicó el maestro insigne que guía siempre mis
ideas; el profesor Letamendí.
Numerosos y variados experimentos practicados en animales y
plantas le ccnÍLg:roa siempre al uivailahlc resultado que t^io el mua-

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do puede comprobar. En las plantas un exceso ya del agua, ya del abo*


DO requerido según su especie, y en los animales una alímentacióa
sobre azoada, producen una enfermedad general progresiva a cuya apa­
rición sigue inmediatamente ia de especies parásitas, críptógamas, pul­
gones, orugas, piojos, etc., en tal exceso, que a menudo, antes que el ser
agredido ceda a la enfermedad producida por el mal régimen, sucumbe
a la influencia de los efectos parasitarios.
En las aves y en algunos mamíferos es muy fácil producir este fe­
nómeno alimentándolos con carne y grasa de cerdo y desaparecen, lo
mismo el parásito que la enfermedad que motivó su aparición, al com­
pás que el individuo vuelve a ser puesto a un régimen adecuado,
Resulta, pues, de los hechos de observación y experimentación que,
aquellos seres vivientes que por ser agresores naturales de una especie
dada constituyen en estado normal su mal fisiológico, su riesgo cons­
tante, BU mal esencial, se convierten en mal patológico en el mal acci­
dental de dicha especie agredida, en cuanto ésta, en virtud de un princi­
pio de degeneración, disminuye su poder de resistencia acrecentando a
la vez el poder y medio de la especie enemiga.
Y esta coñclusión, tan claramente vista y expuesta por el maestro,
aclara la cuestión llamada por los modernos bacteriólogos de los porta­
dores de girmenes.
Creyóse cuando el entusiasmo producido por el descubrimiento de
los microbios anubló la razón de muchos experimentadores, que la
existencia de ciertas especies microbianas en los organismos iba necesa­
riamente seguida de la aparición de la enfermedad accidental, y gran
sorpresa produjo después el descubrimiento de estas bacterias en indivi­
duos perfectamente sanos, a los oue se Ies llama portadores de gérme­
nes, que lo somos todos, y que solo cuando esas otras causas vienen a
alterar nuestra vida normal, manifiestan su actividad agresiva.
He ahí por qué los clínicos que se orientan en las verdades lógica­
mente aquilatadas vienen a confirmar estas ideas y así vemos, con ver­
dadero gusto por nuestra parte, que uno de los defensores acérrimos
del vegetarismo en Francia, Paul Cartón en su magnífico estudio de
«La Tuberculosis por Artritismos» dice que, la Tuberculosis no es una en>
jermtiad determinada por el bacilo de Koch, sino un estado de decadencia orgá­
nica que permite el desarrollo de este; estado de degeneración que es debido,
más que nada, a una alimentación antijisiológica qite arruina nuestra salud.

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Tan cierta y comprensiva es esta ley, tan universal y constante, dice


Letamendi, que basta dentro del orden social la vemos pilpitante en la
historia de las humanas guerras. Entre las frecuentes invasiones de
pueblos cultos realizadas por otros llamados bárbaros, que los anales de
la humanidad registran, así en lo edad antigua como en la media y la
moderna, así en Asia y Africa como en Europa, no se encuentra un
solo caso en que la irrupción haya tenido lugar durante el período de
-virilidad y de austeras virtudes del pueblo invadido y por solo la multi*
plicación del pueblo invasor, sino que constantemente todas han obede*
cido a la razón combinada del aumento de población de la comarca
bárbara y la decadencia social del pueblo invadido; es decir, que esta
razón combinada que, según nadie ignora, determinó en Europa la
caída del imperio de Occidente y la del imperio de Oriente, o sea el
principio y Sn de la edad media, es la misma que en la antigüedad pro*^
dujo aquel flujo y reflujo de los pueblos de Asia y Africa, entre los cua­
les el de Israel desempeñaba alternativamente los papeles de bárbaro
invasor en los períodos de energía y prosperidad y de pueblo invadido en
los de enervación y decadencia.
Si se analiza bien se encontrará el mismo fenómeno en los momen­
tos presentes aunque se presente más complejo.
Todo esto dicho de otro modo no quiere decir más sino que, para
que exista tal agresión es preciso que el invasor encuentre condiciones
adecuadas para su obra en el terreno invadido, y téngase muy en cuen­
ta esto que nos dará la norma única para evitar la invasión.
La bacteriología moderna, principalmente la escuela española re­
presentada por el Dr. Ferrán, está aclarando detalles biológicos de los
microbios que creo yo han de conducir a conclusiones interesantes,
iguales a los que la escuela naturista defiende, pues a la verdad cuando
con cariño se la busca, se llega por muchos caminos que parecen dis­
tintos y no lo son.
Dicha escuela sostiene que ciertas bacterias pasan por estados ante­
riores a los que como patógenas se manifiestan, y llegan a hacerse da­
ñinas efecto de evoluciones sucesivas dentro del ser en que viven. Esto
no significa más sino que obedeciendo a la ley de adaptación, y varian­
do el medio en que viven, adquieren nuevas propiedades biológicas, que
es lo mismo que antes hemos dicho, que estados de decadencia de un
ser permite que se desarrollen en él parásitos invasores, o que loa que

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ACCIÓN NATURISTA

en él existen, quizá en perfecta simbiosis, adquieran otras propiedades^


solo por la variación del medio que esto supone.
Tenemos, pues, como consecuencia de todo lo dicho que para que
las relaciones entre seres vivos de especies distintas, que como antagó*
nicos se comportan, se trastornen y vengan a invadir los de una a Ios-
de la otra constituyendo una epidemia, hace falta que los agentes del
mundo extraorgánico determinen una variación de la que se resienta la.
biologia normal de un grupo, pero como nunca se maniñesta la tal en­
fermedad en todos los individuos del grupo atacado, siendo así que di­
cha causa cósmica influyó en todos, ha de haber condiciones anteriores
en los afectados que los hagan más vulnerables a dicha causa, estos son
los degenerados por condiciones anteriores aquellos que resultarán las-
víctimas del invasor.
De ios tres elementos que podemos considerar concausantes de la
evolución y resultados finales de una epidemia, cambios en el mundo
físico que sostiene el orgánico, estados de degeneración anterior de una
especie, y exaltación de las propiedades atacantes de otra antogónica a
esta (que es el desarrollo de microbios) mirados desde el punto de vista
de modificarlos con el fin utilitario de evitar su incremento, pues su es­
tallido es imposible, es decir, de la profilaxis de la epidemia como en
lenguaje técnico se dice, tenemos que el primero no está en nuestra
mano el modificarlo; sobre los otros dos si podemos influir.
¿ A cual de las dos debemos dirigirnos?
En esto estriba la diferencia, en mi conceptó, entre la escuela natu­
ralista y la artificialista; nosotros prescindimos de los intentos de in­
fluencia directa sobre el microbio o con el microbfo, y atendemos pre­
ferentemente a modificar el terreno para hacerlo inadecuado para su
obra debastadora, por la sencilla razón que se desprende de todo lo di­
cho anteriormente, de que, sin estado preparatorio anterior el invasor,
por falta de condiciones de medio, porque no encontrará medios útiles
para sus funciones no se desarrollará, ni podrá vivir siquiera.
¿Y cómo se consigue ésto? Si estos estados de degeneración prepa­
ratorios no son más que la resultante de la transgresión de las leyes
que rigen la alimentación, la respiración, el movimiento y el pensa­
miento humanos, consecuencia de la que es el quedar retenidas en
nuestros tejidos substancias extrañas a su composición que, por incom­
pletamente transformadas no pudieron eliminarse, y que serán el ver--

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/KCCIÓ'n NATURISTA

-dadero pasto de los microbios, cumplamos estas leyes, sigamos los con*
sejoB tan repetidos aquí de la vida natural, y cuanto más nos aproxi­
memos, más evitaremos la acción de estos seres que como a cosa muer*
ta nos tratan.
La escuela artificíalista que solamente en el microbio se ha fijado y
solamente de descubrirlo y estudiar su biología artificial muchas veces se
preocupa, ha pretendido llegar a evitar su acción nefasta por distintos
medios que no pueden satisfacernos. Primeramente con la utópica des­
trucción de microbios, cosa imposible por su número y porque como
liemos visto son necesarios en el ciclo evolutivo de la materia organi­
zada: después buscando una adaptación, sufriendo su influencia más o
menos modificada, la profilaxis por medio de sueros y vacunas, que
muy pronto decaerá cuando se crea haber conocido más especies bacte­
rianas y se quiera someter a la influencia de todas a los organismos,
pues no habrá ninguno que lo resista ni quien a ello se preste, y si es
cierta la evolución y cambio que sufren las mismas especies en el tiem­
po y en las distintas condiciones, basta el punto de comportarse como
nuevas especies con propiedades distintas, las vacunaciones tendrían
que multiplicarse al infinito; y sí estas vacunaciones fueran inocentes,
si ellas no llevaran consigo una alteración en el organismo con el con­
siguiente detrimento y gasto de su energía integral, podían tolerarse,
pero no es así, nosotros no podemos admitir nunca como inocente la
penetración en nuestros tejidos y nuestra sangre de substancias que no
pueden ser preparadas para la asimilación de'lo útil y eliminación de lo
inútil por las funciones normales, para las que el organismo tiene que
crear nuevas funciones, tiene que enfermar en una palabra.
Esperamos que no han de pasar muchos años para que la reacción
se efectúe y los directores de las campañas sanitarias se convenzan de
que en vez de dirigir los esfuerzos y los gastos al campo del microbio»
se dirijan al campo del hombre y en vez de intoxicar a éste con los ve-
henos de aquél, se le dé medios de que coma alimentación pura y respi­
re siempre el mejor aire, de que viva en ciudades jardines en vez de en
jaulas y pocilgas, de que pueda asearse en debida forma, de que no ten­
ga necesidad de grandes preocupaciones morales, de que no vea ai ene­
migo en su hermano y viviendo así limpio y libre de venenos su orga-
tiismo, alegre y tranquilo por su porvenir, la acción nefasta de las epi­
demias será despreciable, sin necesidad de sueros ni vacunas.

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8 ACCIÓN NATÜRISTA

Seguid pues, vegetarianos, practicando y difundiendo vuestras ideas;


la vida al aire libre y la alimentación vegetal os proporcionarán siem­
pre todos los elementos nutritivos que necesitéis y no os dejarán resi­
duos tóxicos en vuestros cuerpos; procurad la fraternidad más univer­
sal posible y evitarais los venenos del alma y viviendo así, no temáis a
ninguna epidemia, que si de tal intensidad fuera que no pudiérais esca­
paros de ser atacados, tened por seguro que teneis más probabilidad
que nadie de no llegar a ser victimas.

Impresiones de una excursión


pro Naturismo.

El movimiento naturista por un lado, y la insistente demanda por


los enfermos, de consejos y nuevas orientaciones que acabaran con los
niales que no pudo vencer la escuela alópata, nos arrastraron un día
hacia tierras de Córdoba, donde nuestras ideas prosperan rápidamente.
Y tras breve estancia en esta capital, nos dirigimos a Castro del Rio»
principal representante del movimiento naturista de esta provincia. Un
mal automóvil por una mala carretera nos hizo el recorrido.

C a s t r o d e l R ío .
Es Castro del Río, un pueblo grande (13.000 habitantes), bordeado-
por el río Guadajoz. cuyas riberas, asiento de riquísimas e innumera­
bles huertas, producen una enorme cantidad de exquisitas frutas, sien­
do las más abundantes las granadas. (¡Qué colonia naturista podía ha­
cerse en aquellos paradisiacos lugares de suave temperatura!).
El éxito de nuestra propaganda superó a todo cuanto nos pudimos-
figurar... Una legión de vecinos del pueblo, ansiosos de nuevas luces
y hartos de los remedios usuales e infructuosos (jpobres enfermos de
os pueblosl) desfiló por nuestra consulta en pocos días. El trabajo fué
xcesivo. Convencidos estamos de que un 80 por 100 de ese trabaja

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ACCIÓN NATURISTA

fué inatendido e inútil. Estamos seguros de que pocos tuvieron volun­


tad para aplicase el agua al cuerpo y prescindir del tocino y la carne;
pero nos queda la satisfacción de que el 20 por 100 que atendió nues­
tros consejos, mejora, comprende y agradece. Esto es tan natural, que
más no puede ser. También la Naturaleza es pródiga hasta la exage­
ración en esparcir las semillas de los seres vivientes, y sólo una mino­
ría fructifica; y, sin embargo, he ahí la vida pujante y vigorosa triun­
fando siempre de la muerte y de la nada. El Naturismo hasta .para
desarrollarse debe seguir las mismas leyes que la Naturaleza. Y ven­
cerá seguramente. Con tal ley, ¿quién no vence?
Di una conferencia en Castro del Río, con el teatro Heno. El alcal­
de me favoreció amablemente y puso a mi disposición al jefe de poli­
cía. Muy de agradecer es este rasgo, tratándose de que yo era un des­
conocido; pero la presencia de mi mujer que me acompañaba y mi
buena fe en mis trabajos, inspiraron confianza a todos. La conferencia
tianscurrió en medio de la mayor atención de todos y del asentimiento
de muchos. Dos médicos me escuchaban. Terminada mi disertación
tuve la satisfacción de no oir ni un solo aplauso; en cambio, de entre
la muchedumbre, surgieron algunas voces de «muv agradecidos». Este
original comentario final a mi conferencia me satisfizo grandemente.
Agradecieron mis consejos sin duda porque fueron comprendidos. ¡Qué
hermoso me pareció aquel acto, en donde no hubo ni una estridencia,
ni una desarmoníal Allí juntos, en un ambiente donde se habló de
salud y de vida, escucharon unidos por un momento, la autoridad, los
médicos y el pueblo.
¡Qué encanto mantenía aquella unión! ¡El problema de la vida! ¡El
deseo de nueva luz!... Pero pronto cesó aquella mágica sugestión, y el
pueblo se desparramó pacificamente por las calles vecinas, pensando
qué se yo en el interior de su alma... ¿Hubo quien me llamó loco?
¿Hubo quien me creyó poseedor de la verdad? No lo sé; pero la gente
afluía a mí casa y las visitas menudeaban. El pueblo estaba curioso e
intrigado... El último día tuve que consultar desde las ocho de la ma­
ñana hasta las doce y cuarto de la n':>che. No pude dormir aquella
noche; mi cerebro hervía. Al dia siguiente una o'ra campestre que en
nuestro honor organizó el grupo naiurista de Castro, compensó debi­
damente ia iaiiga del dia anterior. Se comió arroz y fruta en la magní­
fica huerta donde pasamos el dia, y hubo natación en el rio y tiro de

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10 ACCIÓN NÀTURISTÀ

barra, etc. Un dia agradable y simpático en el que se supo sacar a la


Naturaleza todo el secreto de sus encantos.
En medio de tantas alegrías y satisfacciones como me deparó
Castro del Río, hubo su nota amarga y penosa: los médicos —aquéllos
que deberían haberme recibido con los brazos abiertos (increíble pa­
rece)—, me hicieron una guerra implacable y de mala ley (loh, apósto*
les directores de la Humanidad!) Me exigieron el titulo. Hubo médico
que inventó cuentos absurdos para hacer creer a los enfermos que yo
comia carne; y que, en la cabecera del enfermo escarneció y rebajó
mis consejos, que (Dios es justo) estaban haciendo tanto bien muy a
pesar de los que hubiesen querido .que el Naturismo fuese una farsa.
iQué ruindad y qué bajeza de miras en los minisiros de la salad! {\Oh,
siglo XX con toda su podredumbre moral!)
Hubo una reunión del grupo naturista, que me hicieron presidir
aquella noche, y en las que les expliqué cosas que ignoraban y les
aclaré cosas que dudaban... ¡Cuánto merecen aquellos hombres de
buena voluntad nuestro apoyo y nuestra ayudal
Observé una nota errónea en la mente de aquel pueblo, como en la
de la mayoría de les pueblos hoy día; Tienen el pensamiento de que
es posible mejorar y arreglar la sociedad, sin arreglar antes al indivi­
duo; y creen poder llegar a la sociedad perfecta fumando, bebiendo,
comiendo carnes y no sabiendo leer ni escribir. ¡Oh! ¡Error magno y
peligroso! ¿Cómo hemos de arreglar el todo sin perfeccionar cada una
de sus partes? ¿Pretenderíamos llegar a la completa salud orgánica si
dejásemos enfermas las células del hígado? ¿Y qué es la sociedad más
que un organismo? En la sociedad más perfecta, más equitativa, ¿qué
conseguiríamos mientras hubiese hombres degenerados, ladrones, vi­
ciosos, holgazanes, analfabetos, etc....? Pues que no sería perfecta. Cese,
pues, la utopía de las luchas sociales mientras el hombre no sepa luchar
consigo y vencerse asi mismo... Sea usted inteligente, virtuoso, sano, y
luego pida usted lo que quiera. Todo hombre de voluntad, aun en los
peores tiempos, puede perfeccionar su salud, su inteligencia y su moral.
... Y al día siguiente al de la gira dejamos Castro del Rio, el pue­
blo rico en frutos de la tierra, y emprendimos el camino a Bujalance,
con cuatro caballerías y dos buenos amigos del grupo naturista que
tuvieron la amabilidad de hacer con nosotros los veintitantos kilóme­
tros que separan a los dos pueblos cordobeses.

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ACCIÓN NATURISTA 11

B u ja la n c e .

Su riqueza es el aceite. Durante el camino pudimos admirar las ra>


m as de las olivas que cedían al peso del valioso fruto. (¡Bendita Espa­
ña donde están caras las subsistencias!)
En Bujalance, mi presencia, no tuvo la resonancia que en Castro.
La falta de tiempo me hizo escasear los anuncios de mi llegada y re­
comendar a los enterados que no propalasen la noticia. No obstante,
el número de los que me consultaron y el de visitas, superó con mu­
cho a lo proyectado. En Bujalance (pueblo de 16,000 almas) se podía
haber hecho quizás tanto como en Castro. La primera impresión que
recibí al entrar en Bujalance, fué la que me proporcionó la noticia de
que un médico de alli, con influencia pública, dijo al saber mi llegada:
«Si ese señor no trae titulo le meteremos en la cárceU (¡1). En Bujalan­
ce vi verdaderos horrores de origen alopático...; enfermos febriles con
prohibición facultativa de beber agua. En aquellos días la grippe hacía
grandes estragos en el pueblo; y todo se figuraba grippe a los médicos
costando gran trabajo sacar a éstos de sus casas para visitar a los en­
fermos (salvo rarísimas y honrosas excepciones). Unos enfermos se cu*
raban solos y otros se morían solos: La Naturaleza obraba a sus an­
chas, también sola.
La mayor satisfacción que experimenté en Bujalance, fué al visitar
a una mujer pobre, atacada de pulmonía a quien el médico prohibió
el agua al interior (al exterior ni pensar en ello): Cuando la puse la
primera compresa—en medio de las miradas estupefactas y desespera­
das de hijos, marido, cuñadas y vecinas—exclamó la pobre mujer!
jGracias a Dios!... Desde entonces ful dueño de la situación y del espí­
ritu de aquellas gentes; y no se dejó de hacer ni un solo baño ni una
sola compresa de las por mí prescritas, ni de darla un solo vaso de
agua de limón y de jugos de frutas... No supe más de ella.
En Bujalance los naturistas estaban en plena formación de un gru­
po vegetariano ¡Adelantel
A los tres dias de estancia y en un malísimo coche que nos llevó
por una peor carretera, salimos hacia El Carpió, para tomar el tren
q u e nos había de conducir a Valencia.
Después de veinticinco horas de tren (¡ay!) llegamos a la capital le­
vantina, habiendo pasado por entre bosques de naranjos colmados de
frutos, gloria y orgullo de esta España donde los alimentos están caros.

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12 ACCIÓN NATURISTA

V a le n c ia .

Nuestra corta estancia fué bien aprovechada: Pocas consultas, po­


cas visitas y mucho recreo. ¿Teníamos derechos a descansar tres dias?
Di una conferencia a la simpática y entusiasta sociedad vegetaria­
na que me escuchó con interés y amabilidad; y que fué comentada con
muchos más elegios de los merecidos en La Correspondencia de Va-
fcflc/a.-La sociedad me cedió el local para recibir a mis enfermos o vi­
sitantes. Mi agradecimiento en estas líneas.
Los hospitalarios amigos del grupo Helios nos obsequiaron con
una excursión a la Albufera y al mar que recordaré con gusto toda mi
vida. Una paella valenciana—vegetariana, insuperablemente hecha, y
algunas frutas y ensaladas, fueron digno comentario a la belleza del
recorrido. En suma, un día agradabilísimo entre buenos amigos.
Después de molestar mucho a los naturistas de Valencia—como
ya antes molestamos a los pacientes y bondadosos de Castro del Río y
Buialance—partimos de la ciudad de las flores y del arroz, en medio
de una despedida cariñosa y obsequiosa de los amigos naturistas de
Valencia. Ni más ni menos que nos sucedió en los pueblos cordobe­
ses. Si el agradecimiento hubiese que hacerle efectivo en algo mate­
rial, tendría que pagar con tiras de mi pellejo, a las atenciones y obse­
quios, con que me agasajaron los naturalistas de los pueblos ya ci­
tados.
En suma: El Naturismo se extiende y triunfa. Tened cuidado de n a
impurificarle. ¡Construyamos y adelante todos!
D r . E d u a r d o A lfo n so .

AGRADECIDOS
Estamos hondamente satisfechos y agradecemos como cosa propia,
las atenciones, obsequios y agasajos de que ha sido objeto nuestro di­
rector Sr. Alfonso por parte de los miembros de la Sociedad Vegetaria­
na de Valencia, durante su estancia en esa población, y asimismo noB

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ACCIÓN NATURISTA 13

alegrao de corazón las lineas que en su elogio publica nuestro querida


colega y a fin la revista Helios.
Vemos en todo esto una simpática manifestación de fraternidad qu&
nos regocija doblemente, pues—afortunadamente, equivocados—creimoB
que discrepábamos del grupo Helios en algunas ideas fundamentales na­
turalistas y que existía cierto alejamiento que por bien de todos no exis­
te,—tal como lo pensábamos lo decimos, y tal como ahora lo sentimos-
nos expresamos.—Nuestros brazos y nuestra ayuda modesta al grupo
Helios.
L- da ü.

Narración histórica de ana enfermera


de un Instituto quirúrgico español.
En este Instituto está prohibido terminantemente dar agua a los-
operados, hasta pasadas bastantes horas después de la operación.

Un enfermo operado de trepanación por una lesión del oido, por


la mañana, se ve en estado tan grave por la tarde, que el cirujano le-
cree irremisiblemente muerto, y así se lo manifiesta a la enfermera, que
hace muy pocos días desempeña estas funciones; tiene que quedarse-
de guardia aquella noche y tiene mucho miedo a tener que encargarse
de amortajar por primera vez un cadáver.
Al quedarse sola la enfermera en su guardia, se acerca al pobre
operado desauciado, y éste le pide por lo que más quiera un poco de
agua. La enfermera, muy sensible y compasiva, siente lástima por el
pebre hombre, y pensando que dentro de breves horas va a morir, no
tiene inconveniente en darle agua, aunque sabe que está terminante-
mente'prohibido por el operador. Esta escena de pedir agua el operado
y dársela la enfermera, se repite varias veces durante la noche, y el
enfeimo parece que se encuentra cada vez más animado.

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14 ACCION NATÜRISI A

A la mañana siguiente, al llegar el operador a la sala, pregunta a


su enfermera;
—¿Habrá muerto el operado de ayer?
—No, señor—contesta la enfermera—, está mejor.
—¡A ver, a veri—exclama el cirujano, acercándose a la cabecera
<lel enfermo.
Y, efectivamente, el pulso está mejor; la cabeza está despejada y
sin dolor; la temperatura casi normal. El enfermo ha trasudado, ha ori­
nado y hasta ha dormido de madrugada.
—Es extraño esto—dice el operador—. ¿Qué ha hecho usted?—pre­
gunta a la enfermera.
—Pues nada, señor; únicamente una cosa que está prohibida; me
pidió con tanta insistencia y, al parecer, con tanta necesidad, agua, que
me dió mucha pena, y... como se habla de morir... yo le di cuantas
veces me pidió...
—¡Pues ha hecho usted una barbaridad!—exclama el cirujano—
(Por una casualidad no le ha matado usted! No vuelva usted a hacer
cosa semejante.

iA cuántos" comentarios se presta esta escena, que se repite varias


veces durante el año en los hospitales de cirugía!
Todavía vale más una afirmación de un hombre consagrado como
eminente, dicha en la cátedra o estampada en un libro, que un hecho
real y tangible que contradice esta afirmación.
Y aún hay para muchos años, hasta que no se considere como re­
gular la escuela médica, que funda sus prácticas en el análisis de un
hecho aislado provocado en un animal en el laboratorio, y vuelve la
espalda a la vida real del hombre entero, con sus vidas física, mental
y moral, influyéndose mutuamente con reciprocidades constantes y
con hechos irreproductibles en los laboratorios.
¡Negar el agua al que tiene sedi ¿Es esto posible en caso alguno?
¿Pues que es la sed?
La sed no es más que el aviso de la Naturaleza de la necesidad de
introducir agua para disolver algo que tiene que ser asi transformado
para asimilarlo o para eliminarlo más frecuentemente. Ni aún enei ca-
.so de una herida en el estómago, una vez suturada, puede haber in-

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ACCIÓN NATURISTA XS

conveniente en dar agua al enfermo si siente intensa sed; podrá con^


dicionarse la cantidad y la frecuencia, pero negarla, nunca.
En el enfermo de esta historia puede asegurarse que fue el agua la­
que le salvó. Aquella sangre saturada de cloroformo, aquellos escom­
bros orgánicos que destruidos por el bisturí y el escoplo pasaron tam­
bién al torrente circulatorio, aquella commoción cerebral que inhibien­
do muchas funciones hacia que se suspendieran funciones eliminado­
ras importantes, llegaron a espesar la sangre con detritus y venenos y
llegaba al sensorio la salvadora sensación de sed, para diluir aquella
sangre, aumentar asi la tensión en ciertos órganos y que saliera ai ex,-
terior el veneno, por la orina, por el sudor y por el intestino.
Y siempre venimos a parar al mismo punto en materia de patoge­
nia morbosa. Mientras no se vean como causas primarias de enferme­
dad, la vitalidad rebajada, la composición anormal de la sangre y la
linfa y el acámalo de venenos y detiitus en el sistema orgánico, los tra­
tamientos serán inútiles y perjudiciales, porque la excitación de tales o
cuales órganos por medio de drogas o de extractos cadavéricos, la bus­
ca y captura del microbio y la introducción de antitoxinas tóxicas ar­
tificiales, no pasarán de ser una buena intención, pero muy perjudicial
para la humanidad, por ser el resultado de experimentos analíticos fue­
ra del hombre, sin tener presente la advertencia dada por el maestro
hace más de veinte siglos: experinientum periculasiim.
D r. e r i .

Bespiiesias m üeíieis nar a ios aiapues contra


PREGUNTA; A. C. (Jerez de la Frontera.—Objeción a la respuesta
dada a la segunda pregunta inserta en el número 8 de A c c ió n Natu-
RISTA.
«En una sociedad fundada en las leyes de la sabia Naturaleza, me

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16 ACCIÒ NNATURISTA

parece totalmente injusto el hecho de que unos disfruten de más dere­


chos que otros, aunque medie la circunstancia de que sean más inteli­
gentes, porque entiendo que el trabajo intelectual por ningún concep­
to puede ser más útil a la colectividad que el trabajo manual. A mi en­
tender, tanto contribuye al bienestar de la sociedad el trabajo del cam­
pesino que con sus rudos esfuerzos rotura la corteza terrestre hacien­
do que germinen y se desarrollen los productos de que ha de alimen­
tarse la Humanidad, como la labor del pedagogo que pasa su vida edu­
cando a la infancia e inculcándole amor al trabajo y al prójimo. Y ya
que tan necesario es el trabajo manual como el intelectual, no puedo
concebir que haya razón para considerar diferentemente a los que lo eje­
cutan; y una sociedad fundada en la observancia de las leyes naturales
debe conceder iguales derechos a todos sus componentes, toda vez que
la Naturaleza a todos sus seres sin preferencias proporciona los ele­
mentos de que necesitan para su desarrollo y me parece que la exis­
tencia de una aristocracia cualquiera que sea puede comprometer la
armonia indispensable para el buen funcionamiento de una sociedad.
RESPUESTA: Su extensa objeción tiene mucho que contestar, y

procuraré ser completo dentro de los limites que me imponen las pá­
ginas de esta revista.
La Naturaleza misma nos dá el ejemplo, dando más al más inteli­
gente. Su preferencia es para el hombre más evolucionado.
La Naturaleza dà sus hermosos secretos, y el inefable goce de sus
armonías y divinos encantos, solamente al hombre que tiene suficien­
te inteligencia para comprenderlos y sentirlos; no al pobre hombre que
lOtura la tierra con un azadón (que por excepción puede comprender­
la), el que por su inteligencia ha llegado a saber las leyes físicas, quí­
micas, biológicas... de la Naturaleza, cuenta con un rrlundo, que por sí
solo puede darle la felicidad (el sublime placer de conocer) y que le ha
sido cedido por la propia Naturaleza, fuente de todo conocimiento.
¿Qué duda cabe también, de que la Naturaleza, dá más fruto y me­
jor, al que por su mayor inteligencia, ha sabido escoger sitio, terreno,
y ha sabido cultivar ese terreno con mayor conocimiento e inteligen­
cia que los otros? ¿No responde la Naturaleza con más y mejor, a la
mayor inteligencia? Esto es evidente. La ignorancia, la estulticia y la
tontería, no pueden obtener de la Naturaleza más que precarios frutos

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ACCIÓN NATURISTA 17

físicos y morales (si bien los físicos por ley natural no deben faltar a
nadie.
Sabrá usted, que en los mismos animales que viven en manadas
{sobre todo en animales superiores) existe un jefe que suele ser el más
viejo y de más experiencia, al cual todos obedecen y acatan (¿no es
ésto por ventura—irónicamente hablando—el triunfo de la aristocracia
del talento?) E) más inteligente o superior—que por de contado puede
y debe roturar la tierra todos los dias—debe ser guía de los menos -n* •
teligentes, para el bien común. ¿No tiene este hombre más dereciios
puesto que su saber redunda en beneficio de los demás? La función
del pensar, no necesita más comodidades que el ejercicio físico. ¿No
son por tanto mayores las necesidades?
¿Un hombre que como fruto de su^inteligencia ha llegado a hacer
que los campos de sus compatriotas produzcan cuatro veces más, no
tiene por ese enorme favor colectivo más derechos que los otros? Si
hubiese confiado egoistamente a su propio terreno, el resultado de sus
estudios, la Naturaleza le hubiese respondido con una mayor produc­
ción para él solo. Imitemos, pues, a la Naturaleza. Es ley natural que
el más inteligente tiene más derechos. Además con la inteligencia au­
mentan las necesidades espirituales; y al hombre culto le es imprescin­
dible—como alimento de su espíritu— (sin el cual todo progreso sería
nulo) escuchar música, gustar de las obras de pintura, poseer libros de
ciencia, etc., etc. Todo esto requiere más gasto, y por tanto, la inteli­
gencia debe ser mejor recompensada. Ya hemos visto cómo la Natura­
leza es la primera que la recompensa mejor.
Un hombre inteligente que es capaz de gobernar un país, mante­
niendo la paz y la armonía entre los paisanos, llega al raáximun de
derechos y necesidades por el supremo bien que realiza. Pocos pueden
xealizar este magno papel, mientras que cualquiera es capaz de exten­
der unas simientes de trigo por un campo. ¿Es comparable una labor
a la otra?
Precisamente en España, país rico de producción, estamos en per­
petua lucha por la carestía de los alimentos, a pesar del útilísimo tra­
bajo de los campesinos. ¿No merecería comer gratis toda la vida, el go­
bernante que por su inteligencia, lograra reducir el coste de las subsis­
tencia al precio que deberían tener en nuestro país?
La única Igualdad que la Naturaleza admite —y que la sociedad

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18 ACCIÓN NATURISTA

Naturista, por consecuencia debe admitir—, es la de los elementos de­


vida y salud. Todo hombre debe comer igual que los demás y tener en
su casa sol aire y agua como los otros; es decir, todos debemos poseer
lo que la Naturaleza nos dá a todos para nuestra perfecta vida animal,
pero en cuanto se sale de esto, ya hemos visto que la Naturaleza varía
y nosotros debemos variar.
Contestando a uno de sus puntos concretos, le diré que es mucho
más útil la labor del pedagogo que inculca amor al trabajo que la det
que no trabaja, porque nadie le ha inculcado ese amor. Si un hombre-
rotura la tierra porque un maestro le ha convencido de la bondad del
trabajo, no cabe duda que ese maestro merece mucho más que el dis*
cípulo. Bien puede decirse que su inteligencia ha labrado la tierra des­
de la mesa de su escuela. Su perfecta justicia el discípulo debe man­
darle parte del fruto de su trabajo que ha sacado gracias a sus con­
sejos.
Por fin: la misma obra de la Naturaleza Inteligente, del Principia
inteligente Creador del Universo de Dios, o como quiera que le llame
cada pueblo o cada individuo, según su religión, ¿no nos impone una
serie de Leyes Naturales, que si no seguimos nos hacen caer en la en­
fermedad o la muerte? ¿No hay que aceptar los principios de esa Inte-
ligencia Prima —como predica la escuela naturista— para vivir armó­
nicos? ¿Vamos a aceptar los mismos derechos para esa Suprema Inte­
ligencia, directora de todo, que para el ser cuyo trabajo contribuye a
la fructificación de la Tierra? '
Y para terminar: Si la inteligencia, no fuese premiada en moyor es­
cala que el trabajo manual, acabaría por perder prestigio e interés, y
no habría aliciente para cultivarla, acabando por atrofiarse, y el hom­
bre retornaría a una primitiva animalidad, negando de este modo su
única finalidad, que es la evolución de su mente y espíritu, para alcan­
zar grados superiores de perfección. A esta conclusión contra natura,
humana, llegaríamos con el razonamiento que hace usted en su obje*
ción. Negar la supremacía de la inteligencia y sus mayores derechos es
tanto como hacer el panegirico de la fuerza bruta.

PREGUNTA: A. C. (Jerez de la Frontera.—¿Por qué decís que la


mayoría de las personas debemos alimentarnos de vegetales, y no de­
cís que todos los humanos debemos hacerlo?

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ACCIÓN NATURISTA 19

RESPUESTA; Un esquimal que vive en las tierras ártica, no solo


no pueda comer vegetales, porque no los tiene, sino que aunqne los tu»
viera no debería alimentarse exclusivamente de ellos, porque perecería.
Para vivir en esos países no pueden prescindir de tomar sus grandes
cantidades de aceite de foca y de pescado. He aquí por qué mientras
toda la humanidad no habite las zonas tórridas y templadas, no podC'
nios decir que «todos los humanos deben alimentarse de vegetales»
O r. E . a.

COCINA VEGETARIANA
CUATRO COMIDAS PARA EL MES DE NOVIEMBRE
P r i m e r a c o m id a . S e g u n d a c o m id a .
Sopa de setas pequeñas. Sopa Veloute.
Remolacha a la campesina. Acelgas con patatas.
Tortilla con queso. Calabaza a la madrileña.
Pastel de harina y lentejas. Pisto manohego.
Buñuelos de monja. Soplillo al minuto.
T e r c e r a c o m id a . C u a r t a c o m id a .
Sopa Villalbina. Sopa de hierbaa.
Judías verdes en salsa de huevo. Repollo rehogado.
Setas al horno. Croquetas de zanahorias.
Pimientos rellenos con tomates, Judías verdes con calabacines.
Millasones de Bigorre. Pudding de coco y leche.
Ensalada do eS'^arola y tomate. Frutas frescas y secas.

S opa DE setas p e q u e r a s . —Perfectamente rebogada una cebolla de


tamaño regular en aceite, mézclese con ella sin quitarla del fuego, 5C0
gramos de setas pequeñas bien lavadas y secas. A los ocho o diez minu>
tos espolvoréense con una cucharada de harina, agregando después
agua suñciente para que queden cubiertas las setas, sal y un ramo de
hierbas Unas.
A los veinticinco minutos de cocción retírense y con cuatro yemas de
huevo y 50 gramos de manteca de coco, espésese el caldo y viértase
todo sobre oostrones de pan frito.

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20 ACCIÓN NATURISTA

No debe oooer la sopa después de haber agregado el batido d»


huevos.
R em olacha A LA CAMPESINA.-H aoer cocer la remolacha en agua;
pelarla y cortarla en ruedas. Poner en un cazo aceite a dorar; añadir-
dos cebollas cortadas también en ruedas.
T o r t il l a con qu eso . —Preparar loe huevos como para una tortilla
ordinaria con poca sal. Añadir queso parmesano rallado, revolver bien
la mezcla y echarla en la sartén a buen fuego. Antes de doblar la to r­
tilla agregar queso al interior. Dejar que tome color y servirla.
P astel d e h a r in a t l e n t e ja s . —Se fríen 15 gramos de cebolla, aña­
diendo 150 gramos de harina de arroz, cebada o avena; mezclándola se­
guidamente se deslíe en tres cuartillos de agua, haciendo que la masa
total hierva unos quince minutos. Se añaden dos yemas de huevo bati­
das coa dos cucharadas de egua y un poquito de sal.
Aparte se habrán cocido unas pocas lentejas y se pasan por un ta­
miz. Se mezcla todo y se deja hervir junto un rato, echándolo en un
molde que se mete en el horno.
Se sirve caliente.
B uñuelos d e m o n ja . -E n una olla de b a r r o se pone medio litro de
agua con sal, azúcar y una cucharada de mantequilla de coco en plena
ebullición; añádese poco a poco harina meneándolo sin cesar hasta que
se forme una pasta espesa.
Se cuece durante cinco minutos sin cesar de agitarle, se la quita del
fuego y se deja enfriar un poco; se echan sois yemas de huevo una a
una moviendo la pasta, y después se la deja enfriar durante dos o ties
horas. Se echan unos trooitos de naranja para perfumarla. Se frie acei.
te, se toma de la pasta un trozo como una nuez para buñuelo y se
va echando uno a uno en la sártén donde está hirviendo el aceite de­
jándolos dorar.
Al sacarlos de la sartén se espolvorean con azúcar.

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