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Estimado Rubén,

Por fin te escribo tras llegar de nuevo a una ciudad. Después de más de dos meses y
medio adentrada en la profunda selva del Amazonas, estoy de vuelta en la civilización.

Todo este tiempo ha sido muy duro. Desde que llegué mi forma de vida cambió
radicalmente y tuve que adaptarme muy rápido a los cambios que me exigía la tribu en la que
me alojé.

Nada más llegar, para encontrar el campamento tuvimos que recorrer un pequeño
camino que se abría entre la abundante vegetación en el que encontramos todo tipo de
obstáculos. El peor momento fue cuando un árbol nos cortó el paso, haciéndonos bajar de
nuestro coche. A partir de ese punto, tuvimos que seguir a pie, los más de 8 kilómetros
restantes.

Sim embargo, esta aventura no había hecho más que empezar. Al llegar, tras el
cansancio de la caminata, lo único que me apetecía era descansar, pero mi sorpresa que, si me
quería tumbar, me tendría que acostar en el suelo húmedo de una choza. En ese momento
cambié de opinión y fui a dar una vuelta por la aldea. Justo ahí llegaron los hombres de caza
con peces y un par de venados, por lo que me alegré mucho. Mi última sorpresa es que alguno
de ellos, que vestían en taparrabos, fueran comiéndose la caza totalmente cruda.

Después de los primeros días, me fui adaptando poco a poco a esa vida, e incluso me lo
empecé a pasar muy bien, gracias a esto he descubierto una nueva faceta en mi vida.

Un abrazo de tu hermana,

Julia

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