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© ET ers aiferencia esencial, ya anonciads, era a imagen ae se tone acerca de la condicién de los curacas prchispinicos y en los tiempos ccoloniales. Vemos que los curacas andinos previos a la invasion espasola ro pueden sor simplemente entendidos come eprivitegiados», cuya autori dad provenia de una docisi6n de un poder superior, sino como aportes im portantes de ut sistema iniegrado, con funciones y responsabilidades cla- ramente establecidas dentro de la reciprocidad y la cedistribucién; en el segundo, una fectura quizés directa de las fuentes coloniales, dala immpresién de un funcionario que recibia su auloridad de una merced 0 delegacién de! propio régimen colonial y, en iitima instancia, del rey. Por cierto que se trataba de Ia auroridad que la administracién reconocia. Las condiciones Ge esta merced estzban indicadas en la legistacién generada desde los inicios ce Jos tiempos cotoniales. El universo colonial delimitaba en ella las activida- des de Ios curacas, concibiéndolos como funcionarins colonials, media. dores considerados «desde arriba» por la propia administraciGn, entce ella ‘misma y la poblacién andina. Por ello se hace necesario estudiar tas rela ciones del curaca con fa propia pobiacién andina, que le reconceia un auto ridad diferente a la que le conferta fa administraciin colonial; fue justamente el reconocimiento de esta autoridad andina el que hizo posidie et manteni- ‘iento del prestigio étnico de Tos curacas alo largo de la Calonia, No es del caso repetir [as opiniones de los cronistas sobre fa admi= nisuacién prehispanica, ni acerca de la existencia de una amplia barceracia rogida desde un poder central omnimodo, en las cuales se ve reflojada en mucho fa opinién que tentan de s{ mismos los propios administracares co- loniales espafoles. La relacin del curaca con fos primerns espastoles en los Andes no es clara ni ha sido detenidamente estudiada. Los primeros cronstasrelaaron los coniacios iniciales, mencionando la existencia de numerosos jetes, aun gue maturalments en forma poco precisa; se les design’ como «el eacig ‘0 «el sorior», en una indeterminacién progia de la misma sitvacién provo. cada por la invasin, aunque wilizéndose con frecuencia el primer iésmi no, trasladado desde las Antillas y Mesoamérica, el cual hizo fortuna pos- 149 teriormente en los Andes, transforméndose en el empleado por el Iéxico oficial para designer a) curaca. Los cronistas confimndieron igualmente la ‘autoridad andina (los niveles de la misma), cuando Iamaron weacique> 0 simplemente «Cuzco al ita, Sin embargo, a través del largo proceso iniciado con la invasi6n, los espalioles pasaron a individealizar mas a los curacas, no s6lo cuando fueron registrindolos a su paso, sino especificamente cuando comenzaron a enco- rendar a los pobladores andinos (pues, como se sabe, todos los depésitos © encomiendas se hicieron a través de los curacas y no individualizando 3 tos pobladores), eatonces fos curacas aparecieron ans claramente precisa~ dos en las cédulas de encomienda, y se les registr6 incluso en ocasiones en que aparecfan como dependientes de otros curacas'. Al avanzar el estable~ Cimiento espafiol, fueron aumentando las informaciones sobte los curacas y se distinguié mejor las categorias y jeracquias existentes, si bien ia ten- Gencia inevitablemente eurocénirica liev6 a los cronistas y funcionarios a suponer una jerarquizacién global y burocrética, extenclida a todo el Ta- ‘wantinsuyu y, en consecuencia, facilmente reemplazable por una similar estructura dopendiento de fas autoridades coloniates. La imagen de Tos curacas como sefores naturales aparece claramen- te aplicada a Jos curacas andinos durante ef Tawantinsuya primero, al menos en aquellos autores de erdinicas que buscaban satanizar a os incas como «ti- anos» para justificar a su vez la invasin espariola, Tambign fue empleada por los autores come Guarsan Pama con una finalidad muy distinia: de- mostrar que los curacas tenian derechos potticas en los Andes, criterio que compartéan --dado que la inspiraron— os laseasianos. Un buen ejemplo del primer cas0, que no erividiaria e} autor discutiéo del «AnGnimo de Yo- cayo de 1571, se encuentra en unas frases del «Pareser acerca de la perpe- tuidad y buen gobicmo de fos Indios del Pert y aviso de To que deben ser Jos encornenderos paza salvarles. Dirigido 2 Don Juan de Sarmiento, Pre- sidente dei Consejo de Indias»: ‘Antes eran tan avasallados y sefloreados de los Ingas que no hay nin ‘guno esclavo que tenga tan poca libertad como ellos tenian, y agora 7 Lavdependeocnsasegistadastonasimismoconfsss, pues seconsidere comes fueran ‘htocnas de dependetete series lips dt Teadllsmo francés previo al sigio XT ‘es terdetarlansopervivensns expos 150 i I | | i | ou tienen tanta y més que los otros vasallos de $.M., porque no pagan diczmos ni olras ningunas imposiciones fuera de sus tibutos ~ A la vez que los autores lamados toledanos vituperaban el gobierno de los incas buscando glorifcar el propio, trataron también —como muchos autores del siglo XVI—de establecer un estereotipo de los curacas, que los presentaba como explotadores de fa poblacién andina,liberada entonces de su presién por la autoridad hispanica; de un lado, el autor o redactor de la «eRolaci6n del origen y gobierno que los indios de este reino, y de que icm- po y otras cosas que al gobiemo convenia, declaradas por sefiores que sir- vieron al inga Yupangui y a Topainga y a Guainacdpac y a Hiudscar Ynga», afirmaba: Agora estan los indios pobres y particularmente més subjetos a sus Caracas que en ningsn tiempo, y son ellos més vejados y violentados, Yyesio se ve claro, poes Ia mitad del aio gastan en servir a sus curacas, Y la causa es no haber justia y fos pobres no atreverse a pedilla por iemor de no salir con ello y no tener favor, y como no bay justicia sobre los curaeas ni quien les vaya a la mano, hacen To que quieren, porque los corregidores, como ellos no pueden robar y ser aprove: Chados con el favor y ayuda de 10s curacas, hanse hecho con ellos, y asf roba el corregidor por una parte y el curaca por otra, y ast son los Indios més vejados que numca; e para el remedio desto don Francisco ¢ Toledo dio tasa y salarios, y quedéronse con lo uno y lo oKr0? De un lado, uno de los visttadores toledanos de Chucuito, Juan Rami- rez Zegarra, {lev adelante una informacidin para demostrar que los curacas explotaban a la gente andina, haciéndolos trabajar sin pagaries salario. De 2 Mesina 1904, { 227 Hse autor la anol cme anGnioaysin fecha; D. Juan de Sarin Fis Presidonte del Consejo de Inia entre 1563 y 1554, wen que falls. Domingo de ‘Sai Tadsprotesabaen una carnal presidente dl Consejo (1-VIl-15S0)delecarge gue Dactionses sgnlioaban lor diezmos pars lo pobadores adios rein bratizadoe (on Varga 1937: 2. 3 Medine 19041205, Bhostodecsiarlacénes enone en cuanto laerhae posible {Queso ate ds una vers "selovads” por on redatceposieroey gue el misno sea on ‘Sica, Wein preitaiesnna qu ne roferencat 2 Toledo provienen de inerciones finel texto, poscriorss a au redacann origina, yeaala se reals entre 1558 y 1563; Jstmeni, cient cada ex sna segonds igure ep la version origina, poser por {eno alas fechas inicades por Wealin,pusst cu meneiona ys el establecimiento de los Covteginientes, Cl Win 194675758, Lohmana 1965. Asi «sta manera, para las Tuncionarios del gobierno colonia el salario europea cra justo, migntzas no lo eran en contraro las pautas redisiributivas que cexmpleaban los curacas andinos, como los Lupaga, objeto de sus indagacio- nes (Ramirez Zegarra 1575, Murra 1975, Pease 1989, cap. 3). Las Orde- nanzas de Toledo, rclativas a los «caciques principales y logue deben guardar por razén de sus cargos» destacaron las asibuciones y protibiciones especificas que tenfan los curacas, considerados como funcionarios colo riales a la par que los alcaldes y otzos cargos dol xégimen hispsnico en los ‘Andes (Lorente 1867, I, publics las ordenaaza}. Esia era, sin duda, una tctica de la administraciOn destinada a quebrar 12 autoridad wradicional ¢e los curacas andinos para establecerlos como fan cionarios menores de la propia administraci6n, a los cuales se asignaba un salario como wjusta» retribucidn, Tampoco es una novedd fa acusaciGn de olusién cnire corregidores y curacas; poro no es faci probar que fucra Uinicamonte una iniciativa de unos & otros, pues tanto ios corregidores se aprovechaban de los curacas para obtener un mayor rendimiento extratri- butario, como los curacas de ios corregidores para que éstos simularan no ver los casos de convenientes reductiones del némero de tributarios; elo perjudicaba a la administracién, no necesariamente a la renta oficial ni real del corregir, pero si aprovechaba directamente a la poblacién andine que podia exiraer gente det tribulo. Ouos casos que aparccen en los padrones de Visitas del XVI dejan ver ¢6mo tos hijos (al menos uno) de una pareja an- ina podian sor registrados como mestizos, de manera de poderlos dejar Tuera det tributo y de la mita cuando legaran a la edad de ingresar dentro de sus regimenes, Una versin distin de los euracas como seiores naturales (ergo, re- gidos por pautas tradicionales que deben ser reconocidas) es la que se apre- cin en determinados aviores de siglo XVT, mayormente en aquellos que se hallaban dentro dela linea lascasiana, Tal era el caso de ls saceedotes y fuancionarios que arganizaron congresos en Mama (Huarochii), en uli y en “Arequipa, en los cuales se otorgs poseres a Las Casas, al oidor Bravo de Sarabi, a Domingo de Santo Toms, « Gil Ramirez Davalos y a Alonso Manvel de Anaya, para que representasen a os curacas ante la Corte. Pe- dian jos curacas la finalizaci6n de las encomiendas ~larga prédica las- casiana ~ y frecion pagar un tripuo drectamente ala Corona, en cuya ce beza descaban estar. Los lascasianos habfan hecho llegar un memorial al rey, firmado por Las Casas y Domingo de Santo Toms, aproximadamen- 152 {@-en 1560: los congresos mencionades, realizados en 1562, bien podian ser consecuencia de la tramitacién del memorial conocide# Los lascasianos ignoraban al propugnar que los pobladores andinos pasaran a poder de la Corona y pagaran (ributa directamente a fa misma, que respaldaban con su acei6n el pavaraso crecimiento de la buraccacia repre- sentada cabalmente por los corregidores y sus tenicntes, que terminaron siondo, muy ripidamente, los méximos exploladores de la podtacion andina, En el siglo XVI, Guaman Poa de Ayala mantendria en alto la pro- puesta, partiendo de la aficmacién de que wen ld conquisia de este reina se Pordieron Jos seftores principales de casia y sangre» (Guaman Poma [1615] 1980, Tl: 171), reseata en todo un captulo de la Nueva carénica la tradi- ién de los curacas andings, no perdienda por cicna la ocasién para sealir- ‘mar su entroncamienta con etlos desde mucho antes de os incas, compi- rando a la ver a Jos curacas con los nobles eurapees. Adiite que los cura- ‘cas principales de sus icmpos «ha de vestirse como espatiol pero diferen- ie» (idem: 156), distinguiéndase asimismo de los mestizos, tan vapu- Jeados por el cconista andino, Sefala repetidas veces los valores cradicio- rales que deben presidic sus actividades, y reconoce su capacidad para ad miniscrar a Ja poblacidn andina cuando sugiere que los espaiioles scan reducidos a las ciudades y los propios curacas administren, con mejor {u tro, a la poblacién andina dentro del régimen colonial (Zbidem: 335); po da por ello que los curacas Fueran reconocidos como encomenderas: Fay encomendero ni sefor de la tierra, sina son nosolzos propicarios leg timos de Ia tierra por derecho de Dios y de las justicia y leyes». «Noso- wos», en este caso, se refiere a los curacas anklinas, entse tas cules st cvet- 4 Usane 1966, Las runiones de curses rena en Marit 12-1562 (A.C, Lima 120). ul el24-X y em Arequipa el [-XL el msioata. lake y Ginx Férnnde 1984: 178, undo’ Hanke 19a, sian ve exis Poe legs lore por nvloe petuiyos Fay arilomédelss Cat" sgn cn or open e19-V 11-1554 Delineno to 1562 sn" Kelaion heca al obispo fay Barokae de Tak Casas poe cl padre Fray Dasningode Santo Tomsedeloquecanviens proc paraslmejoraumentoy somservecen ‘elas aatucles en 1s rings de Pr, que recone et Vargis 1977: GP-108. ido docurtnto de A.GI, Lins 12Iy aparece rejstrady en It obte de Uke v GndnerFemirdar (1954: 198-199) coma de 2611-1506 el prneracpindalllque “xa verel inode les pared nds que convwetivo deb pesptuaad de as encnicn se dicron en vida de Fray Bartolo ce ng Cass, quien al versn rir se sleac cn Madrid Selo ao 1556 13 ta sf mismo Guaman Poma, distinguiéndose fos mismos {individual- ‘mente y como grupo) como un sector cuyos derechos podfan rastrearse desde antes del Tawantinsuyu (su denuncia de la pérdida de tos de casta y sangre era entonces parcial), casa que no podian hacer los xcaciquesm ad- vyenedizos, carentes de un derecho antiguo e impuestos por la situacién co- Ionial, ét0s no eran «seftores naturales»; posiblemente los «advenedizos» fueran algunos de aquellos que ganaron juicios de adjudicacién de cura- ccazgos, basindose en recomposiciones de lineas hereditarias confeccionadas ‘la manera europea. Riquoza de curacas y prestigio étnico Desde et siglo XVI nos encontramos con curacas ricos. Naturalmen- te, se les ha estudiado de acuerdo con los criteros anteriormente expuestos Yy que repraducen los estercotipos establecidos desde los tiempos anteriores al virrey Toledo, consideréndolos ‘nicamente como explotadores de Ia poblacién andina, a cuya costa se habfan enriquecido. En la visita toledana de Chucuito se hizo un empadronamicnto espacial de los 1,000 eindios ri- cos» de la regién Lupaga (Diez de San Miguel [1557] 1964: 306 y ss.) los criterias de rigueza se fijaron en aquella ocasién en términas de riimero do ccamélidos. Hay muchos ejemplos posteriores, todos los cuales contrastan ‘con los eriterios de riqueza previos la invasiGn espanol —anteriormente expuestos-—, pues aparentements slo st mencionaba la rigucza en tSrminos ceuropeos; veremos algunos casos donde interesa no s6lo dejar testimonio de su riqueza, sino, en lo posible, de! modo de obtenerla, ciertamente al margen de sus salarios come caciques nombrados por Ia administracién, y de la forma de edministarlaen felacisn con la pobtacién. 1. Los curacas de Jauja En 1971 se publicaron probanzas y otros documentos presentados ante Ja Audiencia de Lima, En elios demostraban haber entrezado bienes y gente 1 los espafioles encabezados por Francisco Pizarro, Iniciaron sus gestiones fen 1555 0 antes, reckamando el pago de los gastos efectuados al momento ela invasi6a espatiola en apoyo de los espafioes y en las sucesivas guerras cemprendidas por los espatioles en los Andes, fucra entre etos 0 contra a poblacién andina, La prestacién de servicios y la entrega de bienes a 154 Pizaro y los demds espafoles ha sido amplismente comentada por Espinoza (1971, 1974), la vez que publicaba fos aludidos documentos. Llegé a la conclisién de que los euracas eran aliados de los espafoles. Es visite que éstaes la versin que daban de s{ mismas los propios curacas evando hacian sus probanzas, es devr, cuando requerian demostrar a la administraci6n la realidad de sus leales servicios ala Corona, en busea de una merced —ya dentro del sistema colonial—, que en el caso de ls curacas de Jauja parecia ejemplifcarse en la encomienda que solicitara D. Francisco Guaera Paucar en 1560" ‘Como es sabido, las probanzas eran entonces fos instrumentos para demostrar derechos, asi como para poner en evidencia los servicios presta ‘dos en el momento en que se buscaba una meroed real (propia de una socie dad patrimonialisia) como recompense por los mismos: por ello fas pro- banzas son testimonios de parte y, en general, poco confiables. Un buen ejemplo de su falibilidad halase en el caso del clérigo Fernando de Aven dafo, el conocido extirpador de las «idolatrias» del arzobispado de Lima: ‘Avendafo hizo cuando menos tres probanzas de servicios en busca de as- condi en la jorarquia celesistiea, en la primera de eilas (1612) afirmé que sus padres eran «Gaspar de Avendafio y Maria Gonzalez Enrriguea, su roger, nagido en es.a dicha giudad de los reeyesm («Ynformagién fecha de ‘officio en la real auencia de fos Reyes fsobre} las partes, virwd y letras do! Maestro Fernando de Avondafo, Presbitero», A.G.1,, Lima 327). Bn la segunda (1637) alirmé que era cijo lextimo de Gaspar de Avendafo y de ona maria Gonzdler Trusillo naturales que fueron de I giudad de Truxillo reynos de Espafan (A.G.L. Lima 331). Finalmente, una eertificaci6n fir ‘mada por Gerénimo Sdenz. de Mesa, escribano de la inquisiién de Toledo, da cuenta de que Avendatio habia dado su genealogis al haber sido amitido para calificador del Santo Otcio: en ella declaraba que sus padres tran Gaspar de Avendato y «Marfa de Orozco naturaies de Buitragon; i corti [5 Espinosa 1971: 216217. Br 1552, endo Ios cusens de in rein cotl andine se elneron et Mar ara darun pode alP, Lar Casas, a Domingo de Sano Tomssy aot Tnsionason cones la pevpeldaé de ls encaniendas, fim “on Cecio Larimaya [pLinyllat]eaighe pencil de Latin Guanca x el valle de Xana" (A.G. Lim 121). Hoang cars sttecien ce Felipe GunsrePatcss came cuacs dela mma Lim Gute [ven cab vosene etonces largo ples sbreeleuacargo. Ex a obrx de Espinors (1571: 390-400 ta provision Toledo ellaallanamente indo natural do ese provinie [edna Noczeatrano ps loscaracas mwiton grandespeoblemasal boscaradecuarse Elsie nucoseno espaol, En 1598, sis de Velasco nombrs a Felipe Gurera Pévcnr gobernador de losinbios de dichorapsninierto”Espinara sto ecoge(1 911: 405-407). 155 ficaciOn es de 1642 y se afirma baberse hecho las averiguaciones debidas (AG. Lima 332). La variacin del nombre de ta madre y hasta del lugar de nacimiemto de los padres adquieren sentido a la luz d¢ Ios criteros de Jimpieza de sangre, pero a la vez denuncian fa debilidad de las informa- cones contenidas en las probanzas; los testigos de las mismas eran esco- sidos por ei propio solicitante. Igual cosa ocurti6 con fas elaboradas a pe- ido de los curacas de Jaujay, si bien no anula le tolalidad del testimonio, sf pone dudas razonabies sobre los motivos que tuvieron Jos curacas para en- tuegar gente y bienes a Pizarro y sus sucesores en Jauja [No se trata, como se ha visto anteriormente, de entregas gratuitas, ni ‘tempoco de la necesidad de sellar una simple alianza con los espafiolcs. El asunio es m4s complicado. De un lado, puede discutisse mucho sobre silos curacas guancas peleaban contra el Tawantinsaya «sobreviviente» de los incas de Vileabambs; puede ponerse en duda que estos mantuvieran Ia ca pacidad de sostener una redistribuci6n, fuente especifica de sus relaciones, con Jos grupos éinicos andinos, De otro, los grupos étnicos del Mantaro hhabian sido incorporados al Tawantinsuyu de ls incas dentro de las pautas que nosmaron las rolaciones entre éstey los grupos étnicos que ingresaron cn 6h; dichas pautas incluian la entrega de presentes por el fnka, quien daba inicio asi una relacién distributiva, cuya mano de obra para ciertas tareas, ‘como se dotatla por ejemplo en la conocida lista de Huénuco (Mori y Mal- partida (1549] 1957; vid. supra). Simitar pauta podia estabtecerse cuando un grupo étnico entraba en rclacién con un nuevo poder; por elo los curacas de Jauja pasieron a disposicién de tos espatoles cierta gente y bienes (di- {erencisndolos, por cieto, de los xancheadas). Esperaban a cambio de ello una situacién similar a Ja mantonida durante el Tawantinsuyu: Ja condicion de mediador entre la gonce y el nuovo poster; por eflo solicitaron una enco- micnda, dado que se atibufa al encomendero dicha condicién, a la vez. que Ja propia encomicnéa conferia una evident situaci6a de prestigio que los curacas pensaban reforzaria su pedido de reconocimiento hispano de su status tradicional, La relaciGn asf establecida con los espaftoles, y representada en las, probanzas, no era sin embargo, absoluta, Prueba inicial de ello es la con- ducta de los propios curacas de Fauja que firmaron los memoriates publi- ‘eados por Espinoza, y que signaron tambiga los pedidos a la Corona, a tra ‘és de los padres conferidos a Las Casas y a Domingo de Santo Tomés para climinar las encomiondas de espanoies en la regia andina, También 156 participaron fos guancas en levantamientos poco posteriores. Hace attos Carlos A. Romero publicé un texto fragmentario correspondiente al tiempo de Lope Garcia de Castro (1565); denunciaba un fevantamienio masivo y 1a dlacién fue reeibida por un espafol obrajero justamente en el mismo repar- timiento de Hanan Guanca, EI mismo escribié al licenciado Castro (3-X1- 1565) informanda lo que le habfa transmitido un informante andino en e} pueblo de Chupaca: «que los caciques y principales deste reina desde Chile hasta Quito, estén alzados contra Dios y contra tu sey, y tienen wratado y concertado alzarse con ef reino y matar cuantos espaaoles hay, el Fueves Santo que viene, en la noche, ai tiempo que andan las procesiones de fa ‘isciplina por las calles», Castro formé un expediemte y dispuso general pesquisa; el comegidor de Jauja recogié muchas armas y «més de cincuenta mil fanegas de mate, frijoles, ali{rlamuces, quinua, papas y chutio, todo adetezado para poder comer sin llegar al fuego: y més de cuarenta mil fa nnegas que tenian para coger de la cosecha que habfan sembrado para e! di cho efecto» (Romero 1935: 321-323). Esta informacién debe relacionarse con ta proporcionada por Loh- ‘mann acerca de una «vasta conmecién popular» en fa Sierra sur del Perd, con ramificaciones en el Cuzco, Chucuito y Potosi (Lohmann 1957: 41}; el Licenciado Castro mandé apresar curacas de la propia zona de auja, Cu- riosamente, el arzobispo Loaysa escribia al rey el 1 * de marzo de 1586 que Jos rumores de alzamiento eran infundados (Lisson 1944, 1, 7: 310 y 8), Resalta de la informacién publicada por Romero Ja cantidad de comida preparada para la sublevacién y las cosechas que se esperaba recoger con prontité; no debe referirse a esta sublevacidn, en cambio, la mencién que hizo el Licenciado Castro en una carta frecuentemente asociada con el mo- vimiento del Tagui Ongoy (Los Reyes, 23-Il1-1565), pues es anterior 4 la informacién que recibiera cl mismo Casto en diciembre del mismo ato ‘procedente del Mantaro; curiosamente, las cartas ediladas ce Castro no ha- cen mayor mencign a tal prablema, salva que se cnticnda por ello fas go- nerales referencias a la situacién de los incas de Vilcabamba, fuente, para los virteyes y funcionarios, de todas Tos deséridenes en fas Andes de la ép0- ca. En cambio, la informacién acerca de esta sublevacién descubierta en el ‘propio valle de Jauja da fe de actividades o estrategias de los curacas, muy diferentes 2 la pregonada alianza con los espaholes; no obstante ello, 10s cu racas prosiguicron sus gestiones ante la audiencia imetta Los curacas de Jauja eran ricos, y tos documentos publicados por Bs: 157 (alain ensccscss orci ea caaiiiea RNR REA se AL pinaza lo aseveran no s6lo aclarando que Felipe Guacra Péucar estavo en. Espatia largo tiempo, sino que antes det viaje su padre habia mandado cons- truis la iglesia de San JerSnimo de Tundn, donde deseaba ser enterrado. Se requiere de mayor informacién acerca de los euracas de Jauja y de a forma como obtuvieron el dinero en efectivo para aquetios gastos, asi como los (Rivera 1978: 17); 1o comprueba en tomo a las disposiciones testamentarias relativas a los cobros hechos @ los calque haqui (qulgi ja- 4), pobiadores que pagaban una suma para no asistr ala mita de Powst, siendo reemplazados: con ello se formaba un fondo que el curcca buscaba cconsolidar en una propiedad agraria cuyos frutos se pudieran aplicer al paga de tibutos y sustento de pobres. Esto es redistribucién, [La fortuna administiada por Guarachi deja apreciar Ia efectivided de su administracion, esa ecapacidad gerential» que Chambilla manifiesta y Murra ha resaltado en los curacas andinos. El volumen de os recursos administrados deja clara evidencia de su eficacia, Si consideramos que las actividades de Guarachi, como las de Chamba se realizaron en un mo- ‘mento previo a la segonda numeracidin general y correspondiente tasacién tributaria realizada por et duque de la Palata, no puede dejar de tenerse en cuenta que el manejo de Ias empresas del curaca requeria de numerosas 162 prestaciones de mano de obra, tanto para la produccién de vino, por ejemplo cen Moquegua, como en las nueve chacras adicionales que tenfa en el mismo valle, en las cuales se obienia mafz y trigo (Rivera 1978, 22, ff. 7r-v); la Droduccidn de las diltimas deba levarse al asiento minero de Esquilache, cerca de Puno, Hay también una breve mencién de salarios, espe- cificamente pera pastores, pero ello no es inconveniente para qué pueda pensarse en que buena parte de la energta humana requerida por el curaca provenia de fuentes tradicionates, ede dénde si no la'acumulacién de dine- +o que permitia legados tan cuantiosos? Si bubiera mantenido un régimen salarial generalizado, sus beneficios habrfan sido sin duda menores, y si hubicra «explotado» lanamente ala poblacién habria perdido claramente cl prestigio étnico que ostentaba como curaca. 5. Los curacas gestores. Jeronimo Lorenzo Limaylla En 1667 se hallaba Jerénimo Lorenzo Limaylla, viviendo en Espatia cocupado en el seguimiento de un pleto sobre el curacazgo de Lurin Guana, apelado ante el Consejo de Indias. Anos después se hallaba todavia alli y habia presentado largos memorials y probanzas, algunos de los cuales se hallaban imptesos, puede discutise las fechas de su estadia, pero se conocen ahora los memoriales (véase, ApSadice). El Consejo determind que el curacazgo se entregara a Bernaldino Limayila; Jerdnimo pidié entonces ser su asogumda persona» (Konetzke 1958, II: 653 y ss.). Anadfa en fos ro- cursos impresos presuntamente del afio 1678 ?, una representacién de} raliato que reribia la poblacién, proponiendo medios y solicitando que st creara una «cavallerfa u orden» bajo el patrocinio de Santa Rosa, con wna insignia similar a la de la Orden de Santiago para que fueran premiados tos descendientes de Jos incas —entre los cuales se contaba él mismo, segtin afirmaba— y de los antiguos gobernantes de la Nueva Espafia (Konctzke 1958, I: 654-655, y Apéndice). Et Consejo de Indias opiné radicalmente en ‘contra, porque «es necesario no ponerlos con ese honor, porgue Su natural es {cil de reducir a la noveda, y se ensoberbecen con cualquier privilegio sin 7 Lafecha det documento ofree problemas. Es posible qu a seals por Kontak: sea crea, pot I canonizacifn ds Sania Rota de Lina foe solamente en I6TI, El exiodet pltotiempreso dl curae 2 encuerrsasampaacode oro mprso, qo wanscriss na Enna de an fine franeiseano, Alonso Zubana,fchedo en Matags el 12-1657; el {egundo texto impreso press haber sido scempafedoalpemeroy apartterant sm de faisme impress erouontan 6 A.GIL inferents Ganteal 640 1683 quererse aplicar al trabajo personal para poderse sustentar, de que resultan Jos levantamientos que suclen hacer retirindose a los montes» (Konetzke 1958, It 695). También consider6 el Consejo la sugerencia de Limaylia de que los pobladores andinos fueran tratados como vasallas libres, en lo que puede considerarse una reiteracién de muchos pedidis anteriores, que in- cluye a Guaman Poma; finalmente, el Consejo asoci6 a Limayila con alain religioso, pues se consideré que no se hallaba personalmente en condiciones de preparar los textos impresos a su nombre. Ello no seria una novedad, pero si podia serlo toniendo en cuenta la fecha , pues es sabido que en el si- slo XVIII dirigentes andinios estuvieron en contacto estrecho con religio- 505, ¢ incluso perienecieron a una Orden, como es el caso de fray Calixto de San José Tapac Inca, franciscano. Debe considerarse a este respecto las "itidas informaciones proporcionadas por Lavalle (1982) en relacin con la progresiva cercania a la poblacién andina y hasta el «indigenismo» de los religiosos criollos en el propio siglo XVIE en el virreinato peruano. De otro lado, se halla la presencia de Santa Rosa, criolla que aleanz6 Jos altares en el propio siglo XVII (1671), Santa Rosa tavo un importante culto andino durante la Colonia, cosa que se aprecia cuando fa santa limetia aparece mencionada en movimientos indigenas cercanos y previos al de Tupa Amaro, Se anunciaba en corrllos populares cuzquefios que «...Los Yndios se figuran que por profecia de San Luis Belirin y Santa Rosa [ie Lima] han de resiablecer Ia dominacién de estos Reynos el afio de Ios tres 777 que comesponde al presente de 777> (Autos 1776-1777: 18¥). Ow asunto en el cual aparece Santa Rosa es en representaciones coloniales de la rmoerte del inka (CF. Millones 1988: 45, 46, 49). El mismo expediente an- {criormente aludido hablaba de presuntos descendientes de los incas que ciculaban por el Cuzco, y ain de anuncios de los pobladores de otras zones de que pronto terminarfa el régimen espaol. No era ésta Ja primera vez que Limaylla se hallaba en Espatia; lo en-

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