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A Sip of Eternity

Nota de la autora: Este cuento comenzó su vida como una escena en un primer borrador de
Archangel’s Shadows. Se centra en Dmitri y Honor, así que no hay spoilers de la historia de
Archangel’s Shadows. Sin embargo, si todavía no has leído Archangel’s Blade (la historia
de Honor y Dmitri) entonces guarda esto para leerlo más tarde. ¡Espero que lo disfruten!

Después de que Janvier se fuera cerrando la puerta tras de sí, Honor volvió
a los brazos de Dmitri y dirigió los ojos hacia su rostro. A pesar de que estaba
manejando un incidente triste, él no se veía tenso o estresado. –Si te gusta el
desafío, ¿no? – ella le dijo.

–La eternidad es mucho tiempo para aburrirse. – Con el calor reflejado en


sus ojos, él le levantó la barbilla colocando un dedo debajo de su mandíbula. –
Eso, sin embargo, ya no es un problema.

Honor iba a bromear sobre él cansándose de ella, pero algo la hizo


detenerse. Tal vez fue el conocimiento de que la herida todavía estaba fresca.
Él había vivido mil años sin ella y la había amado a través de todo ese tiempo.
Alzándose de puntillas, ella reclamó sus labios, el beso era un placer delicioso
y su sabor aumentaba los latidos de su corazón.

Curvando sus manos alrededor de su garganta, él pellizcó muy ligeramente


el labio inferior con sus colmillos.

Honor contuvo el aliento.

–Tienes que alimentarte –murmuró apartándola gentilmente para exponerle


su cuello mientras abría el cuello de su camisa blanca.

–Y tú también. –Ella le desabrochó otro botón de su ojal, disfrutando del


resplandor de su bronceada piel oscura –. Eres tan bello.

Él enredó su mano por su pelo y la atrajo más cerca del ritmo de vida de su
pulso. –Yo no necesito alimentarme tan a menudo como tú –. Fue su ronroneo
contra un lado de su cara.

Con sus pezones apretados y su piel caliente, Honor se puso de puntillas y


chupó la piel sobre su pulso. Él se estremeció, sus dedos apretándole su
cabeza. –Jugo de naranja.
Ella se echó a reír en voz baja. Eso era lo que le había dicho la primera vez
que la había engañado para alimentarla después de que se despertara como
una vampiro. Había necesitado hacerlo, porque sintió el golpeteo, el impulso
erótico, pero ella había vacilado. Él le había dicho que se sentiría igual a como
si consumiera jugo de naranja. En ese momento ella también se había reído
aliviando sus nervios. Y entonces lo había probado, el estado de éxtasis que
golpeó su sistema fue tal que casi la había derribado a la inconsciencia.

–Wow –ella había susurrado cuando pudo hablar de nuevo – ¿Es siempre
así?

–Va a serlo para ti. –Había sido una promesa oscuramente sensual.

Honor se daba cuenta de que él era tan poderoso para ella por dos razones.
La primera era que ella lo amaba tanto que le quitaba el aliento. La segunda
era que él tenía mil años de edad y el poder que le da la misma. Incluso ahora,
ella sólo necesitaba darle un sorbo y su energía era suficiente para durar todo
el día. A veces, ella tomaba más, pero la dejaba un poco borracha.

Penetrando su piel, ella tomó un trago, y sintió que su cabeza daba vueltas
mientras sus células brincaban, por lo que se obligó a parar. –Quiero beber
más –se quejó mientras lamía sobre la marca. Él realmente no lo necesitaba,
era lo suficientemente fuerte como para que la picadura de los colmillos se
cerrara en un minuto o menos, pero a ella le gustaba darle ese pequeño placer
para borrar el dolor erótico–. Quiero beber sin que tú me derribes.

Duro como una roca, él se apretó contra ella. –Va a tomar tiempo – dijo, con
la voz áspera. –Cuanto más antigua te hagas, serás capaz de beber más sin
que la energía se te suba a la cabeza.

El tiempo, en el sentido inmortal, Honor había aprendido que no quiso decir


años. Podría ser décadas o siglos. –¡Qué vida tan dura que tengo! – dijo ella,
besándole su cuello y la hendidura formada por sus clavículas –. Sorbiendo de
ti por toda la eternidad. –Otro beso, succionando en ese punto sensible sobre
el pulso en su cuello mientras sus dedos rozaban su cuello.

Gimiendo, él la levantó y la puso sobre la mesa, pasando a estar de pie


entre sus piernas. –Creo que una cierta cazadora está tratando de seducir a su
marido. –Él dejó caer su cabeza hacia su garganta y la mordió con fuerza.

Ella susurró un suspiro y se agarró a su pelo, pero él no hundió sus


colmillos. Dmitri era muy cuidadoso con lo mucho que se dejaba llevar con ella,
joven como era, su cuerpo no podía reponerse de todo lo que él tomara. Desde
que ella odiaba la idea de que él se alimentara de cualquier otra persona, y él
no tenía ninguna inclinación a tocar otra sangre tan íntimamente, ellos tenían
sangre embotellada en la nevera de arriba.

Curiosa, ella la había probado una vez y se dio cuenta exactamente de


cómo de delicioso era Dmitri; las cosas embotelladas eran útiles pero sin sabor.
–Bebe de mí –lo persuadió –. No tienes botellas hasta dentro de dos días. –
Acariciando su pelo, ella pasó sus manos por encima de los hombros hacia su
pecho–. O tal vez podemos resolver la tensión de otra manera.

Él agarró su muñeca derecha antes de que hubiera llegado a su meta. –


Tengo una reunión con Rafael en quince minutos.

Meneando las cejas, ella sonrió. –Tendrás que correr para llegar a la línea
de meta.

Fue rápido, caliente y salvaje, y la dejó destrozada. –Eres letal – susurró


ella acostada de espaldas sobre el escritorio, sus papeles y bolígrafos
esparcidos sobre la alfombra.

Al presionar un beso en su abdomen desnudo y con su camisa abierta a


ambos lados de ella, su marido peligrosamente sexy se levantó y se subió la
cremallera de sus pantalones. Dios, el sonido de metal contra metal. Hizo que
sus dedos se curvasen. Él mismo se había reajustado correctamente en unos
treinta segundos mientras ella todavía yacía allí acaloradamente en ruinas.

Cuando se sentó en su silla y tiró de ella hacia adelante, se sonrojó de


repente consciente de lo expuesta que estaba para él. No había nada que no
haría con él, pero a veces su carnalidad todavía la llevaba a ruborizarse
completamente. Ahora, ella contuvo la respiración mientras él le frotaba su
mandíbula contra su muslo y finalmente cedía a su propia sed de sangre.

Pero no antes de que levantara la mirada y sin perder el contacto con sus
ojos, dijo–: Siempre fuiste tú. Siempre serás tú.

Su pecho se oprimió, sus ojos comenzaron a arder y su corazón cayó una


vez más en las manos del hombre hermoso, letal y violentamente leal que era
su eternidad.

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