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Don Pedro
Don Pedro
DON PEDRO
-Yo, Pedrín, Pedrito, Pedrón, Peter y don Pedro no estoy en cierto modo
de acuerdo con las anteriores ideas expuestas por González, quien se
atreve a describir y detallar aspectos de mi vida, sin considerar, ni te-
ner noción de que nadie es capaz de captar en otro la personal exis-
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tencia en sus sucesivos, variables y múltiples instantes. Pues bien, he de
expresar, tengo derecho a ello por haber contribuido al bienestar del pue-
blo y al triunfo de mis partidos políticos porque a escondidas fui un vivillo,
que me hubiese gustado ser diplomático a pesar del sudoroso trabajo
inherente a ello, ministro de verdad, ministro consejero, ministro adjunto
o de cualquier otra modalidad que surgiere, así como, pertencer a mi-
siones y organizaciones internacionales para enriquecer mi curriculum
vitae y viajar gratuitamente a costa de los contribuyentes no privilegiados,
grupo discriminado en todos los regímenes, sin defensa posible, ni mejoras
ni gangas para gozar de inmunidad cuando sucede esto o aquello y a
veces más de aquello, y en otro horizonte, me hubiese gustado adquirir
cultura tanto al visitar países desarrollados, en desarrollo y desarrolla-
ditos, así como admirar y fotografiar la torre Eiffel, la tumba de Napoleón,
el Moulin Rouge, el Arco del Triunfo, la Estatua de la Libertad, los ca-
mellos junto a las pirámides y muy a la ligera, no hay tiempo por el
excesivo trabajo, visitar los museos y tantas otras cosas dignas de éstos
y de los venideros tiempos. Estos viajes internacionales aportan utilísimo
material para contar y describir a los familiares al regresar a casa, a los
vecinos, a los amigos, a los redactores de la sección social de los perió-
dicos y alguna vez, para escribir una interesante crónica o un buen libro.
Además, en contra de las ideas de González, he de agregar que
como Pedrín me gustaron los chocolates, como Pedrito los triciclos, como
Pedrón los automóviles deportivos, como Peter los dólares y como don
Pedro, haber gozado y gozar de todas las gangas, entre ellas de la exen-
ción de impuestos con frecuencia y de la pensión, sin necesidad de haber
hecho grandes esfuerzos en el estudio, ni en el trabajo, ni "quemándome
las cejas" como por ahí se dice.
Espero no seguir despertando las iras de don Pedro al comentar al-
guna de las casillas que en su réplica anterior se dejó decir en uno de esos
momentos aptos para las confidencias y de las cuales, luego nos arrepentimos.
-No, González, habla Ud. por hablar, sigue las mismas !=ostumbres de
nuestra sociedad de consumo y de no consumo. No creo que Ud. lo haga
con el fin de ganar dinero y prestigio, fundamento de aquélla sociedad
y de esta, por lo menos a nivel consciente, que en lo inconsciente estamos
Ud., los otros y yo parecidos.
Fueron muchos mis intentos para lograr con la ayuda de otros, desen-
redar mi primera urdimbre, los tejidos de mi personalidad, con el fin de
reconstruir la malla sin defecto alguno. A pesar de la meditación trascen-
dental, de los eiercicios yoga, de los prolongados análisis, de las prác-
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ticas de descondicionamiento y de visitar célebres lugares dedicados a
este y otros fines, no logré mansedumbre al toqueteo de mis puntos fla-
cos, ni tranquilidad en mis angustias y obsesiones por ser aquéllos y
éstas parte de mi carne y de mi espíritu y tal vez por no haber tenido
suerte en acertar mis escogencias, en encontrar lo bueno en el maremág-
num de lo malo yeso que nunca estuve en condiciones pecuniarias que
me obligasen a exclamar como Cremilo cuando sin dinero, conducía
al ciego Pluto por las calles de Atenas en busca del médico que lo curase:
.. ¿Cómo encontrarlo?, donde no hay recompensa no hay arte".
En su caso particular le doy la razón a don Pedro, quien, como el lector
se ha dado cuenta, muestra cierta erudición y me pregunto: ¿Estará bien (a cita?
Para no irritarlo, aunque ya 16 estará con esta pulla, dejaremos este aspecto
para cuando sea oportuno y agregamos que las cosas no siempre suceden de
la misma manera que a él le ocurrió. Incluso el individuo puede quedar sin di-
nero, ni hacienda después de prolongados intentos curativos, pero a la larga,
con paciencia, -la naturaleza es muy sabia-, logra ecuanimidad, creatividad,
serenidad y tranquilidad, desapareciendo las molestias inherentes a cuando dis-
frutaba de sus posesiones y, para ser juntos, como el mundo es una cadena, un
toma y daca, hoy para mí, mañana para ti, quítate tú para colocarme yo, el ma-
lestar de la culpa y otras muchas cosas pasan a otros nuevos privilegiados,
quienes, igualmente reaccionarán con violencia cuando les manipulen sus puntos
flacos, o cuando se nombre la soga en casa del ahorcado.
Al observar con más cuidado la réplica de mi biografiado, deduzco que
en su existencia emergían las obsesiones igual que bandada de pájaros de mal
agüero, las angustias igual que encierros y a causa de motivos sin aparente im-
portancia, la exaltación "fuera de tiesto".
-González, exprese mejor sus ideas, si lo hubiere, que no lo hay, es pre-
ferible un discreto error en una cita que hacer confusiones, caer en ambi-
güedades y propagar falsedades tal como lo hacen Ud. y la mayoría de
personajes y personajillos a través de tantos modernos medios.
(-Ya lo había pensado, explotó y se metió con otros-l.
En el curso de la existencia, amigo González, esas cosas que nombre
Ud. al parecer con sorna, malicia y con cierto aire sapiente son simple-
mente maneras de ser, de existir. A causa de 10 importancia que en un
sentido errado se las da, como Ud. ahora al pretender conocer mis inti-
midades, se las cita como si fueran algo vergonzoso y propio para hu-
millar y desvalorizar a la persona humana. Es por este motivo condicio-
nado a lo largo de los siglos que se las teme, igual que a la peculiar y
personal existencia a la que han de acudir y acogerse gran mayoría de
personas consideradas enfermas a causa del acorralamiento a que las
someten sus semejantes, tanto aquí como allá y debido, a que la ma-
yoría de los seres humanos, sea cualquiera la máscara a la que acuden
en lo personal, en lo político y en lo otro, no corrijen su egoísmo, su
orgullo, su envidia, ni tantas otras cosas que brotan por aquí y por allá
como dañinos insectos. Tengo amistades que no permiten hablar de
estos temas, ni que se las vea salir de ciertos consultorios por temor y
vergüenza, tanta es la carga acumulada.
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