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11 LETRAS

DON PEDRO

RELATO BIOGRAFICO EN ESPEJO


Gonzalo González Murillo *

Fue don Pedro, llamado sucesivamente en cada una de las etapas de su


desarrollo y maduración hasta la cincuentena, Pedrín, Pedrito, Pedrón y Peter,
hombre alto, casi elegante, de vestir intermedio, de porte ligeramente extendido,
entrado en carnes más allá de la flacura y además, astuto, tímido, distraído, in-
genuo, pacífico, sensitivo, duro, explosivo y así sucesivamente hasta poseer algo
de todo y a veces mucho, mucho de los todos o mucho de los algos. Esta,
su propia experiencia existencial, lo condujo a ser bastante escéptico en relación
a los temas psicológicos y psiquiátricos comentados y aparecidos con tanta fre-
cuencia en artículos periodísticos, en revistas y en libros, numerosos por cierto,
que dan fórmulas casi mágicas para resolver los múltiples problemas que aque-
jan al hombre, a la mujer, al niño y en general, a la personalidad, etiquetada
con frecuencia en compartimentos estancos, tanto en su vertiente normal, como
en la que se considera desviada, distorsionada, disgregada y así sucesivamente
hasta llegar a no saber en donde estamos.
En los diversos aspectos de su mundo personal, era don Pedro casi, casi
y mostraba en ocasiones débiles casi, casi en aquellos aspectos que consideraba
columnas fundamentales en ese su mundo: la exactitud y la honradez. En re-
lación a ésta, podemos afirmar, basados en íntimas confesiones, que de ma-
nera compulsiva e irracional se veía obligado a respirar apenas el aire justo y
necesario para no quitarlo a sus semejantes.
Esta su concepción y actividad, se acentuaron en los últimos modernos
tiempos en los cuales es necesario que el Homo Sapiens respire hondo a causa
de las múltiples academias yoga, del auge y práctica generalizada del deporte,
de los sustos que provocan los líderes religiosos y políticos amantes de su propia
humanidad y gremio, de las ansiedades provocadas por las noticias periodís-
ticas y divulgadas por otros medios y ante todo, a causa de los constantes sus-
piros por la ausente paz que no logran salvar las naciones que se dicen amantes
de la paz a pesar de los cuantiosos gastos para tal fin en edificios, técnicos tra-
ductores, fantoches, fantochitos, bombetas y por qué no decirlo, en alguna que
otra figura digna de respeto y admiración.

-Yo, Pedrín, Pedrito, Pedrón, Peter y don Pedro no estoy en cierto modo
de acuerdo con las anteriores ideas expuestas por González, quien se
atreve a describir y detallar aspectos de mi vida, sin considerar, ni te-
ner noción de que nadie es capaz de captar en otro la personal exis-

* Médico neurólogo y psiquiatra, ex Director del Hospital Nocional Psiquiátrico.


El presente es un capítulo de su próximo libro .. Don Pedro - Relato biográfico en espejo".

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tencia en sus sucesivos, variables y múltiples instantes. Pues bien, he de
expresar, tengo derecho a ello por haber contribuido al bienestar del pue-
blo y al triunfo de mis partidos políticos porque a escondidas fui un vivillo,
que me hubiese gustado ser diplomático a pesar del sudoroso trabajo
inherente a ello, ministro de verdad, ministro consejero, ministro adjunto
o de cualquier otra modalidad que surgiere, así como, pertencer a mi-
siones y organizaciones internacionales para enriquecer mi curriculum
vitae y viajar gratuitamente a costa de los contribuyentes no privilegiados,
grupo discriminado en todos los regímenes, sin defensa posible, ni mejoras
ni gangas para gozar de inmunidad cuando sucede esto o aquello y a
veces más de aquello, y en otro horizonte, me hubiese gustado adquirir
cultura tanto al visitar países desarrollados, en desarrollo y desarrolla-
ditos, así como admirar y fotografiar la torre Eiffel, la tumba de Napoleón,
el Moulin Rouge, el Arco del Triunfo, la Estatua de la Libertad, los ca-
mellos junto a las pirámides y muy a la ligera, no hay tiempo por el
excesivo trabajo, visitar los museos y tantas otras cosas dignas de éstos
y de los venideros tiempos. Estos viajes internacionales aportan utilísimo
material para contar y describir a los familiares al regresar a casa, a los
vecinos, a los amigos, a los redactores de la sección social de los perió-
dicos y alguna vez, para escribir una interesante crónica o un buen libro.
Además, en contra de las ideas de González, he de agregar que
como Pedrín me gustaron los chocolates, como Pedrito los triciclos, como
Pedrón los automóviles deportivos, como Peter los dólares y como don
Pedro, haber gozado y gozar de todas las gangas, entre ellas de la exen-
ción de impuestos con frecuencia y de la pensión, sin necesidad de haber
hecho grandes esfuerzos en el estudio, ni en el trabajo, ni "quemándome
las cejas" como por ahí se dice.
Espero no seguir despertando las iras de don Pedro al comentar al-
guna de las casillas que en su réplica anterior se dejó decir en uno de esos
momentos aptos para las confidencias y de las cuales, luego nos arrepentimos.

SOBRE LOS PUNTOS FLACOS DE DON PEDRO

He de decir y agregar a lo dicho, que mi biografiado era persona que


se exaltaba en extremo si alguien le tocaba uno de sus múltiples puntos flacos,
señales-nudos en la personalidad que tienen de sostén un complejo. El mismo
se extrañaba de exaltarse hasta la ceguera, ante hechos y situaciones sin apa-
rente importancia. Lo tranquilizaba, mal de muchos, consuelo de tontos, recordar
haber observado desde la etapa de Pedrito, a una mayoría de personas que
reacciohaban de igual manera porque poseían esos puntos débiles, causa de
tantas amistades rotas, de disgustos, pleitos, duelos, celos y de castillos en un
segundo destruidos.
Estas reacciones te ocurrían a don Pedro porque no había intentado ana-
lizar con la ayuda de los técnicos, la manera de desatar esos nudos, para re-
construir de manera bella y sana, el tejido de su personalidad.

-No, González, habla Ud. por hablar, sigue las mismas !=ostumbres de
nuestra sociedad de consumo y de no consumo. No creo que Ud. lo haga
con el fin de ganar dinero y prestigio, fundamento de aquélla sociedad
y de esta, por lo menos a nivel consciente, que en lo inconsciente estamos
Ud., los otros y yo parecidos.
Fueron muchos mis intentos para lograr con la ayuda de otros, desen-
redar mi primera urdimbre, los tejidos de mi personalidad, con el fin de
reconstruir la malla sin defecto alguno. A pesar de la meditación trascen-
dental, de los eiercicios yoga, de los prolongados análisis, de las prác-

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ticas de descondicionamiento y de visitar célebres lugares dedicados a
este y otros fines, no logré mansedumbre al toqueteo de mis puntos fla-
cos, ni tranquilidad en mis angustias y obsesiones por ser aquéllos y
éstas parte de mi carne y de mi espíritu y tal vez por no haber tenido
suerte en acertar mis escogencias, en encontrar lo bueno en el maremág-
num de lo malo yeso que nunca estuve en condiciones pecuniarias que
me obligasen a exclamar como Cremilo cuando sin dinero, conducía
al ciego Pluto por las calles de Atenas en busca del médico que lo curase:
.. ¿Cómo encontrarlo?, donde no hay recompensa no hay arte".
En su caso particular le doy la razón a don Pedro, quien, como el lector
se ha dado cuenta, muestra cierta erudición y me pregunto: ¿Estará bien (a cita?
Para no irritarlo, aunque ya 16 estará con esta pulla, dejaremos este aspecto
para cuando sea oportuno y agregamos que las cosas no siempre suceden de
la misma manera que a él le ocurrió. Incluso el individuo puede quedar sin di-
nero, ni hacienda después de prolongados intentos curativos, pero a la larga,
con paciencia, -la naturaleza es muy sabia-, logra ecuanimidad, creatividad,
serenidad y tranquilidad, desapareciendo las molestias inherentes a cuando dis-
frutaba de sus posesiones y, para ser juntos, como el mundo es una cadena, un
toma y daca, hoy para mí, mañana para ti, quítate tú para colocarme yo, el ma-
lestar de la culpa y otras muchas cosas pasan a otros nuevos privilegiados,
quienes, igualmente reaccionarán con violencia cuando les manipulen sus puntos
flacos, o cuando se nombre la soga en casa del ahorcado.
Al observar con más cuidado la réplica de mi biografiado, deduzco que
en su existencia emergían las obsesiones igual que bandada de pájaros de mal
agüero, las angustias igual que encierros y a causa de motivos sin aparente im-
portancia, la exaltación "fuera de tiesto".
-González, exprese mejor sus ideas, si lo hubiere, que no lo hay, es pre-
ferible un discreto error en una cita que hacer confusiones, caer en ambi-
güedades y propagar falsedades tal como lo hacen Ud. y la mayoría de
personajes y personajillos a través de tantos modernos medios.
(-Ya lo había pensado, explotó y se metió con otros-l.
En el curso de la existencia, amigo González, esas cosas que nombre
Ud. al parecer con sorna, malicia y con cierto aire sapiente son simple-
mente maneras de ser, de existir. A causa de 10 importancia que en un
sentido errado se las da, como Ud. ahora al pretender conocer mis inti-
midades, se las cita como si fueran algo vergonzoso y propio para hu-
millar y desvalorizar a la persona humana. Es por este motivo condicio-
nado a lo largo de los siglos que se las teme, igual que a la peculiar y
personal existencia a la que han de acudir y acogerse gran mayoría de
personas consideradas enfermas a causa del acorralamiento a que las
someten sus semejantes, tanto aquí como allá y debido, a que la ma-
yoría de los seres humanos, sea cualquiera la máscara a la que acuden
en lo personal, en lo político y en lo otro, no corrijen su egoísmo, su
orgullo, su envidia, ni tantas otras cosas que brotan por aquí y por allá
como dañinos insectos. Tengo amistades que no permiten hablar de
estos temas, ni que se las vea salir de ciertos consultorios por temor y
vergüenza, tanta es la carga acumulada.

Empeñados en continuar hacia adelante a pesar de las interrupciones,


el lector se da cuenta por quién provocadas, y sin temor a entrar y escudriñar en
intimidades ajenas con sana y buena intención, diferente a [a adoptada en reu-
niones de damas, caballeros, adolescentes y niños, he de seguir comentando una
y mil cosas más, a pesar de las protestas de mi oidor.

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