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Psicológico: Relacionado con la restricción de experiencias, mismas que son necesarias para el
desarrollo integral de todo individuo.
Una relación de dependencia excesiva hacia los padres, que más tarde puede ser
transferida a nuevos vínculos.
Inseguridad en sí mismo y en sus decisiones.
Falta de iniciativa.
Temor a lo desconocido.
Poca confianza en sus propias habilidades.
Tendencia a explotar cuando no obtienen lo que quieren.
Creatividad deficiente.
Incapacidad para asumir las consecuencias de sus actos.
Tendencia a renunciar a tareas difíciles -e incluso relativamente sencillas, si no salen a la
primera-.
Personalidad tímida y nerviosa.
Baja autoestima.
Egocentrismo.
Dificultad para establecer empatía.
Agresividad física y verbal.
Conductas desafiantes.
Baja tolerancia a la frustración.
Problemas de lenguaje.
Dificultad para regular sus emociones.
Susceptibilidad a desarrollar dependencia a sustancias psicoactivas.
Mayor posibilidad de sufrir bullying.
Guía para fomentar a independencia en tus hijos sin caer en la
sobreprotección
Se trata de un proceso diario, en que los padres deben emplear apoyo, motivación, paciencia y
oportunidades.
1.Deja que tu hijo se equivoque: La próxima vez que tenga que hacer los deberes,
facilítale todo lo que necesita para ello (un lugar tranquilo y iluminado, agua...), pero
no acudas corriendo a la mínima duda o consulta que le surja. Tiene que esforzarse
para que, él solo, consiga llegar a la solución del problema. Aprender a equivocarse le
dará muchos aprendizajes.
4. Motiva a tu hijo a hacer las cosas por sí mismo: Atarse los zapatos,
organizar los juguetes, hacer la cama, gestionar el tiempo para los
deberes... son tareas que los niños deben aprender a hacerlas ellos
solitos. Si además de eso, tu hijo demuestra interés por aprender a
cocinar, a poner la ropa en la lavadora u otra actividad, enséñale a
hacerlo. Aprender nuevas habilidades mejorará la autoestima y la
autonomía de los hijos.
5. No le pegues tus miedos a tu hijo: Un error muy común que cometemos muchos padres es
contagiarles a nuestros hijos nuestros miedos. Por ejemplo, no les dejamos que monten en bici
porque a nosotros nos da miedo de que se caigan. Pero es tu miedo no el suyo, y aquí tenemos
que tener mucho cuidado.