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La expansión por Europa

Tras convertirse en emperador de los franceses, Napoleón Bonaparte comenzó


su expansión militar por Europa. En pocos años, sus victorias militares le
permitieron levantar un gran imperio que rivalizaba, e incluso superaba, a
Austria, Prusia y Rusia. Su extraordinaria capacidad militar permitió a Francia
derrotar a los diferentes monarcas absolutistas europeos y anexionarse varios
países. Aunque se trataba de un gobierno autoritario y personalista, las guerras
napoleónicas permitieron que se difundieran por Europa las ideas de la
Revolución Francesa.
El sistema del poder napoleónico se basaba en tres modelos de relación entre
los países conquistados o anexionados y Francia. En primer lugar, estaban
los territorios anexionados al territorio francés, como, por ejemplo, Roma,
Países Bajos, Etruria o las provincias Ilirias. En segundo término, los reinos
vasallos del emperador, territorios conquistados pero en los que Napoleón
nombra como gobernante a un familiar (nepotismo) o a un general de su
ejército. Un ejemplo es España, donde coronó como rey a su hermano José I.
Y, por último, los estados dependientes de Francia, aliados políticos del
emperador, como, por ejemplo, el Reino de Italia, Suiza o el Ducado de
Varsovia.
En la nueva configuración del mapa europeo llevada a cabo por el emperador,
el gran rival de Francia fue el Reino Unido. Napoleón estableció con el resto de
naciones europeas el Bloqueo Continental a la islas británicas, que únicamente
contaban con Portugal como aliado.
Evolución del Imperio napoleónico

En esos años, los estados europeos formaron varias las coaliciones militares
para enfrentarse al ejercito francés. Las dos primeras se engloban dentro de la
Revolución Francesa, mientras que las cinco siguientes se dieron bajo el
mandato de Napoleón.
En 1805, Suecia, Austria y Reino Unido formaron la Tercera Coalición, que
combatió contra Napoleón por mar y tierra. En el primero de esos escenarios,
el hecho más decisivo fue la victoria del almirante Nelson en la batalla de
Trafalgar. Mientras que en el terrestre, las tropas francesas, de la mano del
mariscal Soult, derrotaron a sus enemigos en Ulm y Austerlitz.
La Cuarta Coalición se formó en 1806 y, nuevamente, Gran Bretaña se puso
al frente junto con Prusia y Rusia. Sin embargo, tras las victorias francesas en
Eylau y Jena, se firmó la Paz de Tilsit en 1807.
Austria y Gran Bretaña formaron en 1809 la Quinta Coalición, que se disolvió
debido a la victoria napoleónica de Wagram contra Austria y al matrimonio de
Bonaparte con Maria Luisa de Austria, de la casa Habsburgo. Este momento
marcó el punto álgido del Imperio napoleónico.
Napoleón Bonaparte inició una gran campaña en contra del Imperio ruso, pero
fracasó estrepitosamente debido, entre otras cosas, a la estrategia rusa de la
tierra quemada. Esta derrota, y la Guerra de la Independencia que se estaba
llevando a cabo en España, propiciaron la formación de la Sexta Coalición
(1812), donde todos los enemigos de Francia (Rusia, Prusia, Suecia, Austria y
Reino Unido) se aliaron en contra del emperador. Los franceses fueron
derrotados en la Batalla de Leipzig y, en 1814, el emperador abdicó.
Tras esta derrota, Francia tuvo que aceptar una dura capitulación y firmar
el Tratado de París (1814). Las fronteras francesas volvían a los límites de
1792 y la corona regresó a manos de la dinastía borbónica en la figura de Luis
XVIII.

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