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La rebelion @Pp -« rebelién de las palabras de las palabras Andrea Ferrari Como se festejael gol de un equipo de ftbol sin usar ninguna letra o? Eso le sucedié a Marcio Clam cuando descubrié que suftia un sintoma del mal de las palabras. Fue el primero en su familia que manifesto esa extraha enfermedad que hace que ls palabras se rebelen yaalgan de a boca de manerasinesperadas A través del humor, la ironia yelingenio, Andrea Ferrari introduce a los lectores en un misterioso y sorprendente juego con las palabras. n loqueleo santana 004 avon Fenn {© 2008, 2010, 2015, EINES SHLAA. ‘Ac Lando Alem 720 (C1002) Chaat to i eine Ty cpelign eee ees de las palabras sens Pt em: “Andvea Fen nr iin sete 715 ‘hszaiones de Cals Rodriguez ina rompresi: enr de 2022 ‘sae organ lr CAL ROEIOUEE Project grfer Matos De B80 RUBE Cus usa One pin! A {eis gs a hd aa ee ees ‘Som ass Loqueteg rtsmer moses a rome ona 25 (lai 1 Rast ‘Seo Aarons es arn acre Prot detente Claudia 1. Rastelli Pl sees ys Pr6LoGoO Doane mucho viempo se crys aque las personas hacfan juegos con las pala- bras. Sin embargo, recientes investigaciones han demostrado que es exactamente al revés: son las palabras las que hacen juegos con las personas. Se ha descubierto también que ellas son caprichosas, extremadamente vanidosas ¢ incluso maleducadas, por lo cual se recomien- da extremar el cuidado en su manejo. Las palabras desean, por sobre todo, ser tratadas como reinas. Si por ellas fuera, la gente deberia andar haciendo rimas o soneros en cada esquina. Les gusta que los chicos rian hasta tener ataques de hipo con los cuentos hhumoristicos y tiemblen con las novelas de terrot, que los novios se declaren su amor en verso y que todo el mundo pierda el stefio devorando letras en las madrugadas. 5 ‘Adoran especialmente que los poctas sufran por ellas sofiindolas mas perfectas de Jo que nunca podrin ser. Pero como son malhumoradas a cada rato se enojan porque les molesta el uso comin y corriente que la gente les da. No soportan frases como “Me duele el dedo gordo del pic’ y mucho menos aun “Proba- bles luvias y Hoviznas, mejorando hacia la noche”, Entonces planean venganzas. A eso se debe, por ejemplo, que a veces tengamos dos dias una palabra en la punta de lengua 4 no logremos soltarla. O que digamos exac- tamente aquello que no debfamos decir en el momento menos oportuno. La historia que van a leer ahora trata justamente de estos juegos que las palabras hacen con nosotros. Si se atreven a leetla, claro, porque la cuestién ha resultado ser extrafiamente peligrosa. Ya verin. ANDREA FERRARI Alnés, que me ayuda aevitar que se rebelen las palabras. ‘magino que ustedes acaban de posar sus ojos sobre estas lineas de un modo ino- cente y despreocupado. Confian en que esta serd simplemente una historia mis. Pero yo me veo obligado a hacerles una advertencia: piénsenlo bien, tal vez prefieran no leer este relato. Piénsenlo bien, insisto, porque lo que ‘voy a contar aqui ¢s un secreto que muy poca gente en el mundo conoce y, entre ellos, casi ninguno sc atreve a mencionarlo. Temen sus isteriosos efectos. Ya algunos se estarin_preguntando por qué entonces yo quiero hablar. Todavia no puedo explicarlo, pero si siguen adelante pronto lo van a saber. Después ustedes serin libres de decidir si lo cuentan o lo callan para siempre. Verin que tengo mis razones para pensar que van a elegir el silencio. ry Puedo adelantarles por ahora que se trata de un problema muy serio descubier- to en la familia Clum: a ellos se les rebelan las palabras. Sé que suena extraiio, pero es estrictamente cierto. Las letras cobran vida y actiian por las suyas, de forma indepen- diente al duefio de la boca que las produce. Claro que si uno les pregunta, los Clum lo niegan enfiticamente. Son capaces de reirse a carcajadas y hacer bromas sobre una idea tan absurda. A quien no los conoce pueden parecerle sinceros. Es que lo hacen realmen- te bien: estin acostumbrados a fingir para evitar que las cosas empeoren. Porque una de las caracteristicas del mal de las palabras 5 que puede sobrevenir con slo mencio- narlo, Por eso los Chum mantienen el secre- to a cualquier precio. No es que les suceda a todos ellos, pero al parecer existe una predisposicién familiar a contraer el mal. Pasa de genera- cién en generacién, sin que nadie pueda saber por qué a algunos les toca y a otros no. Uno de los casos mas difundidos fue el de la 8 abuela Clara, a quien de un dia para el otto se le empezaron a multiplicar las eses y al hhablar parecia un sifon, “Esssstoy essssspe- rando a Sssssofi, decia, y la gente se corria por temor a que escupiera. También sufrié el mal Femnandito: el dia en que cumplia diccisiere afios se levantd y descubrié que sélo podia decir palabras que contuvieran Ja letra t. Iritado, intent explicarlo a sus sorprendidos padres con una frase que nadie entendiés “jEstoy totalmente atrapado: todo tiene d”. Peor sin duda fue lo de Mercedes, a quien la enfermedad la atacé pocos dias después de conseguir su primer trabajo. A ella la invadieron las tin: tres letras que se Te colaban en las palabras. Sucedi6 cuando su jefe la habia llamado para encomendarle una tarea. —Sefiorita Mercedes... —Si, sefior —tespondié presuro- Aqui estoytin. 4Cémo dijo? —Nada, sefiortin, nadatin. Mu —{Usted me estd tomando el pelo? —pregunté enojado al jefe. —Notin, notin —dijo ella cada vez és nerviosa—. No sé quetin me pasatin, —Mire, sefiorita —dijo ya harto el jefe—, aqui no estamos para bromas. ;Va a trabajar 0 no? —Sitin! Porsupuestin, seftortin. Tin- tintintintintintintin. Evidentemente, Mercedes se quedé sin trabajo. Pero al menos ella contaba con la experiencia reunida por la familia para intentar resolver el problema. No sucedié lo mismo con el tio Marcio, el primer caso del ‘que se tenga memoria. Ya él queria llega a Marcio, Pero antes de contarlo tengo que teiterarles la advertencia: no sélo los Clum pueden padecer de este mal. Se sabe que otras personas también tienen la predispo- sicién a contraerlo, De modo que piensen bien si quieren seguir escuchando mi relato. No me hago responsable de la conducta de sus palabras de aqui en més. 18 Veo que decidicron seguir adelante. Espero muy sinceramente que no se arrepien- tan. No tengo dudas de que van a encontrar Ia historia de Marcio Clum sumamente inte- resante: a dl se le escaparon las o. Ast dicho parece una tonterfa, pero verin que no lo es, ‘Todo empezé un domingo de 1984 en un restaurante, Marcio habia planeado disfrutar de una buena comida antes de ira la cancha, que esa tare jugaba su equipo. ¥ era uno de aos hinchas de tbl que no s perden un solo partido, Tras estudiar detenidamente el ment, cligié un pollo al ao acompafiado de arroz y llamé al mozo para hacer el pedi —Quier un pil al aj cn arrz —dijo y sus propias palabras le sonaron extrafas. —;Cémo? —pregunté el mozo que no habia entendido nada—. :Desea que le traiga algo para tomar? — Si! —exclamé Marcio y se enva- Jentoné al ver que habia podido decir una palabra completa—. Una cpa de vin. Finalmente, sdlo pudo tomar agua cen ese restaurante, ya que, como es piblico 6 y notorio, el agua no tiene ninguna o. Salié de alli preocupado por esa extraiia afeccién que trababa su lengua. Caminaba cabizbajo cuando una pareja lo detuvo para preguntar- le la hora, Marcio miré su reloj y respondié: —Las ds y cuart, “Parece que es extranjero”, oy que susurraba la mujer y la pareja siguié adelan- te, Marcio se sentia més deprimido a cada momento. Lo mejor, pensé, serfa ir a la can- cha de una vez por todas para ver el partido de fixbok: tal ver si se distrajera el mal desapa- receria solo. Pero de pronto se dio cuenta de que era imposible. ;Qué sucederia si su equi- po hacfa un gol? ;Qué iba a hacer él? Se ima- ginélevancindoseefiric en a ibuna para No, no tenia sentido. Marcio tiré al piso la entrada que con tanta expectativa habia. guar- dado en su bolsllo y lentamente fue a tomar el colectivo para volver a su casa. Mientras esperaba, se dio cuenta de que tenia un nuevo problema por delance, Recuerden ustedes que en esa época atin no Yr "7 cxistian las méquinas que venden los boletos: tuno se lo compraba directamente al con- ductor. El problema de Marcio era que el boleto hasta su casa costaba dos pesos, pero de ninguna manera podia pedir en vor alta ‘ese importe. ¢Qué iba a decir? :Ds pes? Tras pensarlo un rato, considers que bien valia Ia pena gastar un poco més para evitarse un nuevo papelén. De modo que cuando lleg6 el colectivo, subié y en vor alta y clara dijo: —Tres. Pero cometia un error. Aunque Mar- cio no lo sabia, ya que nunca viajaba muy Iejos, no existfa un boleto de tres pesos: habia uno que costaba $2,80 y a ese seguia uno de $3,50. De modo que el chofer sus- pird y le pregunté: —;Hasta dénde viaja, don? Pero él no estaba preparado para esa pregunta. Contesté como hubiese contesta- do cualquier dia de su vida anterior, cual- quier dfa en que posefa todas sus 0. Marcio, aclarémoslo, vivia cerca del Zooldgico. —Hasta el Zigic —dijo. 18 —,Cémo? rado, el conductor. Se hizo silencio, Cuanto més nervio- so se ponfa, mds le costaba a Marcio pensar en una calle sin ninguna o. La gente que queria subir se acumulaba atris de él y lo empujaba. La mente de Marcio estaba tan blanca como su cara. El chofer se impacient6, Y, don, para cudndo? ;Me va a decit adénde viaja? Ya desesperado, Marcio miré hacia todos lados y vio el cartel que publicitaba un restaurante: “Cantina La Esplendorosa. Abierto mediodfa y noche. En La Lucila’. —A La Lucila di Era el destino més lejano posible. Le costé cinco pesos y un reto del colectivero por intentar engafiarlo con el bolero. —pregunt6, ya malhumo- ‘Durante el viaje, Marcio se dedicé a pensar cémo iba a decirlea su mujer, Manue- la, lo que le habia sucedido, Evidentemente, ‘no era una tareaficil: debja explicarle que por 19 alggin extrafio motivo todas sus 0 se le habfan escapado, pero sin usar para esa explicacién ninguna 0. Lo primero, se dijo, era no poner- Ja nerviosa. No podia entrar en la casa farfu- llando frases incomprensibles. De modo que } se preparé mentalmente una lista de palabras sin 0, para poder mostrarse como una perso- na normal, al menos durante un rato. ‘Asi fue como entré muy sonriente a su casa y saludé a su mujer: Qué tal? —Bien, zy vos? —respondié distrai- damente Manuela, que miraba televisin. —May bien. De pronto Manuela se volvié y lo miré con extrafieza. —:Qué hacés vos acd? {No ibas a ver cl partido? —Cambié de idea —dijo Marcio fei- citndose a si mismo por tan buena frase sin ninguna 0. —;Cambiaste de idea? Pero vos siem- pre vasa la cancha. Als. 0 Manuela se vela cada ver. més des- confiada. —:Cémo “aja”? Por qué cambiaste de idea? Esta pregunta no le sent6 bien a Marcio. Querfa decir que estaba cansado, 0 nervioso, 0 agobiado, pero todas esas pala- bras tenian o. Entonces —Estaba mal. {Mal ;Pero me acabés de decir que estabas bien! Si. —,Cémo “si”? Marcio, a vos te pasa algo. —Para nada. —No me digas que no, porque yo te veo raro, 2No tendris fiebre? —Para nada. —Y dale con “para nada’. No me stds ocultando algo? —Para nada. jTerming de una vez con el para nada! —A esta altura Manuela estaba fuera de si—. ;Vos me estés engaiando! if —ijNnnnl! —exploté Marcio—. jNannannnnnt! {Cémo nnn? Marcio se senté y se secé la transpi- racién de la cara con un pafiuclo. Inspird hondo y lo dijo: —Perdi una letra. —,Perdiste una letra? Y eso que quiere decir? ;La letra de una cancién, la letra de un juego?

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