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Bisila se había levantado de la silla tras haber ayudado a su madre a soplar el fuego y
tras coger del brazo a su prima se dirigieron las dos hacia unos bancos que había delante de su
casa.
Wewe sabía que la idea de irse a España no le hacía mucha gracia a su prima porque
dentro de unos años más le tocaría a ella, ya que terminaría el “Preu” o sea una especie de final
de la Enseñanza secundaria y, si quería seguir estudiando porque en la Isla de Santa Isabel no
hay ni una sola Universidad, la única salida era viajar hacia cualquier otro país en el que se
pudiese estudiar alguna carrera, pero todos los bubis preferían España por la lengua y la
proximidad como Provincia española que era la isla de Santa Isabel. Sabía Wewe que a su prima
no le interesaban mucho los estudios, sólo le interesaba casarse y formar una familia, como
hacían todas las chicas de su edad. Pero sabía también que viniendo de la familia que venían
eso era un poco difícil, siempre les habían inculcado las ventajas, las salidas que tendrían
estudiando, tanto a los chicos como a las chicas. Pero a ellas las tenían más controladas por el
riesgo de quedarse embarazadas, control que a Wewe le resbalaba porque a ella le gustaba
estudiar, y aunque tenía muchos amigos, y disfrutaba de ellos, sus ganas de terminar sus
estudios, saber más, salir de allí para poder seguir estudiando y conocer otros lugares lo
superaba todo. Una vez las iban a meter, a su prima y a ella, en un internado como la
mayoría de padres hacía, y a ella le pareció bien, pero su madre que era la que siempre llevaba
la voz cantante en la familia, se opuso alegando que un embarazo podían tenerlo aun estando
en un colegio, por lo tanto mejor tenerlas al lado para controlarlas bien. Pero estaba claro que
Wewe las miró sin darle la mínima importancia, pues le interesaba que hablara de otra
cosa, por ejemplo de lo de su tío, y no dudó en preguntárselo.
− Oye “Bisi” ¿es cierto lo que dicen del t ío?
− ¿Lo de que es un brujo? No sé qué hay de cierto en ello, pero te puedo asegurar que
desde que saltó el rumor ya no ligo como antes... y eso me da mucha rabia.
No podía ser que siendo tan inteligente como era su prima, y tan guapa, pensaba Wewe
mientras miraba con desinterés las uñas de su prima, no se dignara a meter otra cosa en su
cabeza que no fueran chicos.
− ¿Y no has intentado averiguar qué hay de cierto en todo esto?
− No. Mi madre pasa del tema, o más bien, la noto como más pendiente de papá. Mis
hermanos pasan completamente, y yo también paso. Aunque la verdad, noto a papá
muy extraño. Se mete en esa habitación constantemente y sigilosamente y se asegura
de tener la puerta siempre cerrada, y no sé dónde diablos esconde la llave. A veces
oigo ruidos extraños procedentes de esa habitación ... pero no digo nada.
Dicho esto, Bisila se encogió de hombros y a Wewe le dio la sensación de que su prima
tenía realmente miedo de todo aquello más de lo que intentaba aparentar.
Ya estaba preparada la cena y su tía la estaba llamando desde la cocina.
− Éste es para tu tío, llévaselo y luego ven a coger lo tuyo.
− ¿Comerás aquí o en el salón con tu tío?
− Comeré ahí fuera con Bisila.
Mientras subía las escaleras de entrada a la casa vio desde lejos que la puerta de la
habitación estaba otra vez abierta y entonces empezó a subir con total sigilo, tanto que había
pensado en quitarse las zapatillas si no hubiera sido porque tenía especial miedo en pisar un
ciempiés que por esas fechas suelen proliferar mucho por doquier.
Caminaba en cuclillas tan despacio que casi se tropieza con sus propios pies, veía a
su tío de espalda, como si llevara o sujetara algo o incluso hablara solo. Ya casi estaba dentro
del salón cuando salió, y rápidamente cerró la puerta y metió las llaves en el pantalón.
Se fijó en los pantalones y recordó que eran los mismos de todos los días. Se estaba
dando cuenta de que eran los pantalones que utilizaba para faenar, y que se metía en ese cuarto
todos los días después de regresar del bosque. Ahora tendría que fijarse dónde los colgaba
después de cada jornada.
−Tío, te dejo aquí la comida.
Éste se había dado la vuelta bruscamente.
− Pero, ¿qué diablos te pasa? Me has asustado, estú pida. ¿Me estás vigilando?
Le tenía a un palmo de ella, y aunque él era más alto pudo observar que tenía los ojos
rojos, muy rojos. Y estaba realmente furioso.
−Te he preguntado si me estabas vigilando. ¡Contéstame!
− No. ¡No, tío!
− Pues ten mucho cuidado. ¿Me has entendido?
−Sí, tío. Sí.
Estaba claro que su tío estaba furioso, pues nunca le había hablado de esa manera, pero
a Wewe le pareció que, en efecto, tenía los ojos muy rojos, y eso le producía más inquietud
todavía.
Cuando se despertó, sus tíos se habían ido a la finca. Estaban sus dos primos fuera
jugando. Bajó las escaleras de la casa con los pies descalzos, a pesar del asco que le
producía pisar cualquier cosa, y sus primos lo sabían por eso se quedaron mirando sus pies.
− ¿Dónde está Bisila?