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OCTUBRE DE 2018

Documentos
Escuela de Economía
FCE - CID Nº 94
LA CONJETURA DE SHAIKH.
UN MODELO CLÁSICO DE LA TASA DE CAMBIO
REAL COLOMBIA-ESTADOS UNIDOS

THE CONJECTURE OF SHAIKH. A CLASSIC MODEL


OF THE REAL EXCHANGE RATE COLOMBIA-UNITED STATES

Álvaro Martín Moreno Rivas

Facultad de Ciencias Económicas


Centro de Investigaciones para el Desarrollo - CID
Sede Bogotá
Documentos FCE-CID Escuela de Economía N° 94
Octubre de 2018

LA CONJETURA DE SHAIKH. UN MODELO CLÁSICO DE LA TASA DE


CAMBIO REAL COLOMBIA-ESTADOS UNIDOS

Álvaro Martín Moreno Rivas1

Resumen

En este trabajo se presenta lo que hemos denominado la “Conjetura de Shaikh”. (i) explicamos
la concepción clásica de la competencia real en el modo de producción capitalista, definida
como una guerra continua por la sobrevivencia, cuyas armas son el cambio técnico, la
inversión en capital y los ajustes de precios que permiten golpear duramente a los capitales
adversarios para concentrar y centralizar el poder en el mercado. (ii) introducimos la teoría de
la desventaja absoluta que determina la especialización y la división internacional del trabajo,
que explica los procesos de causación circular acumulativa de los superávits comerciales y de
acumulación de obligaciones externas entre países desarrollados y en desarrollo (iii)
explicamos porque la interpretación monetaria de la tasa de interés impide que las ventajas
absolutas se transformen en desventajas comparativas en libre comercio. Por último, se
presenta el modelo de determinación de la tasa de cambio real entre dos países (USA y
Colombia), que se deriva de la teoría clásica del sistema de precios de producción.

JEL: B12, B51, F50, F31, F41, C32

Palabras clave: tasa de cambio real, competencia real, competencia perfecta, costos reales
unitarios de trabajo
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Profesor Asociado de la Universidad Nacional de Colombia y Profesor Investigador Universidad Externado de
Colombia

Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá - Facultad de Ciencias Económicas


Álvaro Martín Moreno Rivas

THE CONJECTURE OF SHAIKH. A CLASSIC MODEL OF THE REAL


EXCHANGE RATE COLOMBIA-UNITED STATES

Abstract

In this paper, we present what we have called the "Shaikh Conjecture". (i) We explain the
classical conception of real competition in the capitalist mode of production, defined as a
continuous war for survival, whose weapons are technical change, investment in capital and
price adjustments that allow capital to hit hard adversaries to concentrate and centralize
power in the market. (ii) We introduce the theory of absolute disadvantage that determines
the specialization and international division of labour, which explains the cumulative circular
causation processes of trade surpluses and accumulation of external obligations between
developed and developing countries. (iii) We explain why the monetary interpretation of the
interest rate prevents absolute advantages from becoming comparative disadvantages in free
trade. Finally, we present the model for determining the real exchange rate between two
countries (USA and Colombia), which is derived from the classical theory of the production
price system.

JEL: B12, B51, F50, F31, F41, C32

Keywords: Real Exchange rate, real competition, perfect competition, real unit labor cost
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Álvaro Martín Moreno Rivas

Hay un cuadro de Klee que se titula Angelus Novus. Se ve en él un ángel al parecer en el momento de
alejarse de algo sobre el cual clava la mirada. Tiene los ojos desencajados, la boca abierta y las alas
tendidas. El ángel de la historia debe tener ese aspecto. Su cara está vuelta hacia el pasado. En lo que
para nosotros aparece como una cadena de acontecimientos, él ve una catástrofe única, que acumula
sin cesar ruina sobre ruina y se las arroja a sus pies. El ángel quisiera detenerse, despertar a los
muertos y recomponer lo despedazado. Pero una tormenta desciende del paraíso y se arremolina en sus
alas y es tan fuerte que el ángel no puede plegarlas. Esta tempestad lo arrastra irresistiblemente hacia
el futuro, al cual vuelve las espaldas, mientras el cúmulo de ruinas sube ante él hacia el cielo. Tal
tempestad es lo que llamamos progreso.

Walter Benjamín
Tesis de Filosofía de la Historia

1. Introducción
Existen diversas maneras de contar los acontecimientos sociales o científicos del pasado cuya
lógica narrativa depende de las coordenadas espacio-temporales e ideológicas del sujeto que
reescribe la historia. La llamada historia Whig es una de ellas (Butterfield, 1931; Sewell,
2005). Este ejercicio de reconstrucción racional exige resolver un problema de consistencia
inter-temporal. El objetivo es definir las huellas significativas del pasado que justifican de
manera sincrónica lo que la actualidad acepta como verdadero. El historiador resuelve un
problema de optimización de “recursión hacia atrás”. Se sitúa en la coordenada (x,y,z,t) y
determina la trayectoria óptima de los sucesos sociales o conceptuales acaecidos desde
(x,y,z,t-n) que conducen inevitablemente hasta los logros del presente.

Es la narración lineal y continua del ascenso del hombre y del progreso de la ciencia. Un
ejercicio anacrónico sin duda, pero que permite defender la idea de que la historia social o de
las ideas elimina por sí misma los errores y los disparates del pasado, manteniéndose solo
aquello que tiene valor social o epistemológico desde el Aquí y del Ahora. En este sentido, “la
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historia no puede ser pensada sino como sublime y redentora de la razón y del progreso. Es

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oportuno recordar aquí el programa que G Sarton había impuesto a la historia de la ciencia:
que dividió en <<definición>>, <<teorema>> y <<corolario>>” (Baringoltz, 1998, p.26).

El ejemplo paradigmático o ejemplar del ejercicio de la historia Whig son los llamados
resúmenes del “estado del arte” en una determinada área del conocimiento. Abundan las
historias patrias y las historias oficiales donde se establecen las conexiones de una abundante
literatura sobre un tópico en particular, señalando los aportes y desarrollos analíticos y
empíricos que sustentan la validez y la racionalidad del saber convencional. El consenso se
refuerza mediante la narración lineal y continua de aproximaciones sucesivas y de bellos
refinamientos a la verdad, expresados en definiciones, teoremas y corolarios, que determinan
las trayectorias de la investigación positiva, excluyendo del recuento los programas
metafísicos o regresivos según el dictamen de la comunidad científica que ejerce la
hegemonía.

Esta es la práctica recurrente en los “resúmenes” sobre los determinantes de la tasa de


cambio y la historia de la teoría de la paridad de poder de compra (PPP). Sin excepción, las
narraciones se construyen bajo dos derroteros: (1) Existe una tasa de cambio real de equilibrio
en el largo plazo, determinada por los llamados “fundamentales”; (2) la competencia perfecta
y los procesos de arbitraje en el mercado de bienes permiten que las desviaciones de corto
plazo se amortigüen y su valor converja rápidamente al equilibrio de largo plazo (PPP). De lo
anterior se deducen dos claras dicotomías: la dicotomía real-monetaria y la separación entre
la teoría del comercio internacional y los determinantes de la tasa de cambio (Officer, 1976;
MacDonald y Marsh, 1999; MacDonald, 2007; MacDonald, 2008; Froot y Rogoff, 1995;
Rogoff, 1996; Taylor y Taylor, 2004, Lahtinen, 2005). Como lo manifiesta Paul Krugman:
“Bajo la piel de cualquier economista internacional yace una creencia profundamente
arraigada en alguna variante de la teoría PPP de la tasa de cambio” (Citado por Taylor y Taylor,
2004, p.135).

Sin pérdida de generalidad, se parte de la definición estándar según la cual la tasa de cambio
es el precio relativo entre dos monedas-mercancía. El dólar y el peso colombiano se
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consideran bienes sin mayores distinciones que se pueden transar en el mercado. La teoría de
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la PPP sostiene que un dólar puede comprar la misma cantidad de bienes en el mercado de los

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Estados Unidos y de Colombia, una vez se convierte a unidades de moneda nacional. Sea P el
nivel de precios de Colombia y P* el nivel de precios de los Estados Unidos. Si la tasa de
cambio es E (las unidades de moneda local que se paga por un dólar), se cumple que P=EP*. Si
no existen costos de transporte, impuestos, tarifas y costos de transacciones, la Paridad de
Poder de Compra se considera una condición de equilibrio de arbitraje.

En efecto, si Estados Unidos y Colombia cuenta con la misma estructura de bienes y servicios,
cualquier brecha en los precios que se aleje de la PPP, se corregirán rápidamente, pues los
agentes compraran los bienes en el país con menores precios y los venderán donde son más
caros. En el primero aumentarán los precios y en el segundo se reducirán, hasta que se alcance
la condición de igualdad. La precondición para que se cumpla la versión absoluta de la PPP es
que la ley de un solo precio se confirme para cada bien que hace parte de la canasta transada
en el mercado internacional. Si existen costos de transporte, impuestos, tarifas o medidas no
arancelarias, la PPP relativa se cumple, es decir, ΔE = ΔP − ΔP * . Esta expresión dice que los
países que experimenten altos diferenciales de inflación interna versus la externa sufrirán de
grandes depreciaciones de sus tipos de cambio.

EP *
Ahora, si definimos la tasa de cambio real como Q = , debería ser igual a la unidad.
P
Tomando logaritmos, tenemos: qt = et − pt − pt* = 0 . Ello significa que la serie de tiempo de

la tasa de cambio real debería ser representada por un proceso estacionario que revierte a su
media. En otras palabras, las desviaciones de la tasa de cambio de la PPP son transitorias y
deberían desaparecer monotónicamente con relativa rapidez hasta alcanzar el valor de
equilibrio. Aunque la evidencia inicial no respaldaba la hipótesis de la PPP, las narraciones de
los avances teóricos y empíricos se han dirigido a mostrar como a medida que se mejoraban
las técnicas econométricas y los modelos teóricos, los nuevos resultados respaldaban por lo
menos la validez de la teoría de PPP y los “fundamentales” para el largo plazo. En otras
palabras, el paso de los test donde se examinaba la hipótesis nula de que PPP se mantenía, a
las pruebas -con baja potencia- de la presencia de una raíz en el círculo unitario y los recientes
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modelos multi-variados de co-integración y corrección de errores, permitieron validar la idea


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de la existencia de un equilibrio de largo plazo de la tasa de cambio. Sin embargo, aún

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quedaba un rompecabezas por resolver (puzzle): la combinación de la alta volatilidad de la
tasa de cambio en el corto plazo y su lento ajuste hacia su nivel de equilibrio, constatada
mediante una medida de persistencia definida por los años de vida de media de los choques.
Como lo manifiesta Roggoff (1996):

El puzzle de la paridad de poder de compra entonces es este: Cómo se puede


reconciliar la enorme volatilidad de corto plazo en la tasa de cambio con la
extremadamente lenta tasa a la cual los choques parecen amortiguarse. Muchas
explicaciones de la volatilidad de corto plazo de la tasa de cambio apuntan a factores
financieros tales como los cambios de preferencia de portafolios, burbujas de precios
de los activos de corto plazo y choques monetarios. Tales choques pueden tener
efectos sustanciales en la economía real en presencia de rigideces nominales de
salarios y precios. El consenso de las estimaciones para la tasa de amortiguamiento de
las desviaciones de la PPP, sin embargo, sugieren una vida media de tres a cinco años,
aparentemente muy largas para ser explicadas por rigideces nominales. No es difícil
racionalizar el lento ajuste si los choques reales – de gustos y tecnología- son los
predominantes. Pero los modelos existentes sobre los choques reales no pueden dar
cuenta de la alta volatilidad de corto plazo de la tasa de cambio (p. 647).

Es importante decir que definir un puzzle o rompecabezas no riñe con la aceptación del
paradigma dominante, pues se convierte en un reto a los defensores de la teoría de la PPP
para ofrecer hipótesis y modelos alternativos que permitan explicar y resolver de manera
satisfactoria el hecho problemático. Las revisiones de la literatura reseñan toda una gama de
variaciones del modelo estándar que buscan responder a la situación anómala. Tenemos
primero, el llamado efecto Samuelson-Balassa que incorpora los bienes no transables y
explica los resultados a partir de las diferencias relativas de productividad de los dos sectores
entre los países que comercian en el mercado mundial. Oros modelos introducen la
competencia imperfecta y la estructura de mercados oligopólicos que ayudan a derivar las
regularidades encontradas. Finalmente, una creciente literatura construye modelos no
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lineales con costos de transacciones que arrojan altas tasas de reversión a la media. El
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entusiasmo llega al paroxismo de uno de los expertos del tema: “En suma, hemos

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argumentado que aunque existe algún número de puzzles en la literatura de la tasa de cambio
los tres principales puzzles considerados en éste articulo han sido resueltos” (MacDonald,
2008, p. 54).

Este juicio lapidario recuerda una situación similar en el desarrollo de la física de la segunda
mitad del siglo XIX. El problema era como integrar las ecuaciones de Maxwell del
electromagnetismo y los hallazgos de la óptica sobre las propiedades de la luz como una
onda. Era necesario construir un modelo que resolviera el problema de la electrodinámica de
los cuerpos en movimiento. Dichas ecuaciones deberían ser consistentes con los
experimentos de Michelson y Morley y permitir derivar el coeficiente de arrastre de Fresnel.
Las mejores mentes del siglo XIX se dedicaron a inventar modelos mecánicos del éter, el
supuesto medio que trasmite las acciones de los cuerpos y permite la propagación de las
ondas de luz. Se intentaron modelos que consideraban el éter como un fluido perfecto o como
un sólido elástico.

Solo para ilustración podemos citar los siguientes modelos matemáticos rigurosamente
elaborados: la teoría del éter de Green, la teoría del éter de MacCullagh, el modelo de éter de
Kelvin, la teoría del éter de Largor, el modelo del éter de Stockes (Schaffner, 1972). Fue el
físico holandés Hendrik Antón Lorenz quien en 1904 derivó un modelo consistente con un
éter en reposo y que explicaba una serie de resultados experimentales. Sin embargo, la teoría
de Lorenz no era correcta. Únicamente cuando Einstein eliminó el éter o le privó de su última
propiedad mecánica, se pudo avanzar de manera certera hacia la construcción de la teoría
especial de la relatividad (Berkson, 1974; Sánchez Ron, 1983; Tejeiro, 2005).

Sin embargo, desde el punto de vista de la teoría especial de la relatividad, la hipótesis


del éter parece ante todo una hipótesis vacía. En las ecuaciones del campo
electromagnético intervienen, además de las densidades de carga eléctrica, solo las
intensidades del campo. El desarrollo de los fenómenos electromagnéticos en el vacío
parece quedar solamente determinado en virtud de aquella ley interna, sin que ejerzan
influencia algunas otras magnitudes físicas. Los campos electromagnéticos surgen
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como realidades últimas, no atribuibles a nada previo, y parece ante todo superfluo
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postular la existencia de un medio etéreo homogéneo y cerrado en sí mismo, como si

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las circunstancias del mismo sirvieran para interpretar dichos campos (Einstein, 1920,
p. 141).

Tal vez la salida de la situación problemática de la teoría de la paridad de poder de compra


PPP sea similar a la ofrecida por Einstein a la crisis de la física del siglo XIX. Sencillamente
descartar la hipótesis vacía de la PPP como una teoría de equilibrio de la tasa de cambio y
olvidar todos los modelos accesorios que explican el puzzle de la PPP a partir de
imperfecciones, costos de transacciones y choques reales de productividad. De hecho, es lo
que proponen los resúmenes no Whig de la teoría de la tasa de cambio. A diferencia de los
artículos reseñados anteriormente, los trabajos no convencionales establecen el fracaso
absoluto de la teoría de la PPP para explicar las regularidades empíricas de las economías
modernas. El problema no se resuelve manteniendo la hipótesis central, para luego
hábilmente inventarse sustancias como el éter (imperfecciones) que permiten explicar las
situaciones anómalas de la teoría básica.

Por ejemplo, Harvey (1996) sostiene que “a pesar del hecho que este es uno de los campos
más estudiados en la disciplina, ningún modelo ha pasado bien las pruebas. Los resultados
han sido tan fatales que los economistas de la corriente principal admiten abiertamente su
falla” (p. 567). Por su parte, Sarich (2006), considera que:

“los modelos enraizados en la teoría de la PPP son fundamentalmente mal


especificados, como lo muestra la desconexión entre la evidencia empírica, la cual
refuta la PPP, y el resultado empírico de que los shock reales son asociados con las
tendencias seculares observadas en muchas tasas de cambio real” (p. 470).

La alternativa combina varios postulados: (i) una teoría clásica de la competencia real y la
formación de precios de producción; (ii) una teoría de la ventaja absoluta del comercio
internacional: (iii) una teoría monetaria de la tasa de interés. A esta alternativa la hemos
denominado la Conjetura de Shaikh (1980a, 1990, 1991, 1999, 2000, 2016). El objetivo de
este trabajo es presentar de manera detallada los diversos componentes de la Conjetura de
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Shaikh para los determinantes de la tasa de cambio real y presentar evidencia empírica parcial
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utilizando información para Colombia y los Estados Unidos.

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2. Competencia real y la teoría clásica de la gravitación de los precios


Los economistas clásicos (Smith, David Ricardo) y Marx concibieron la “competencia real”
como un proceso dinámico y turbulento cuyas leyes de movimiento garantizan que los precios
de mercado fluctúen alrededor de los centros de gravedad del sistema, denominados “precios
naturales” o “precios de producción”. Sin embargo, los precios naturales o de producción no
se pueden considerar como “precios de equilibrio”, sino como posiciones de largo período que
establecen las condiciones de la reproducción del sistema, mediante la formación de una tasa
de media de ganancia. (Semmler, 1984; Eatwell, 1982, Harris, 1988). Los precios naturales o
de producción son invariantes a los movimientos de la demanda. Son las condiciones técnicas
de producción y las variables distributivas las que pueden afectar el movimiento de los
centros de gravedad en el tiempo.

Como sostiene Shaikh (1990):

La noción marxista de competencia define un proceso, no un estado. Describe un


proceso destructivo y antagónico, no una fantasía de equilibrio. Por competencia entre
capitalistas describe una guerra. Para extender la analogía un poco más, el
movimiento de capital de una industria a otra corresponde a la determinación del
territorio (sitio) de batalla; el desarrollo y adopción de tecnología corresponde al
desarrollo y adopción de las armas de guerra (la carrera armamentista); y la
competencia de una firma contra otra corresponde a la batalla misma. En todo esto
nunca puede haber garantía para ningún capital individual de que recibirá alguna
ganancia, sin considerar la tasa media de ganancia social. Esta tasa media es, al fin y al
cabo, un promedio de los resultados de cientos de miles de batallas peleadas en una
variedad de terrenos y con variedad de armas. El que paga escoge. (p. 84)

Por el contrario, los economistas neoclásicos definen la “competencia perfecta” como un


estado final de precios paramétricos que garantizan que todos los mercados se vacían, es
decir, que las ofertas y las demandas se igualen haciendo los excesos de demanda iguales a
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cero. Dicho resultado requiere, entre otras cosas, dos condiciones: (i) la existencia de un
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número infinito de agentes y (ii) cada participante es infinitamente pequeño (Santos Ferreira,
2012; Eatwell, 1982).

El concepto de competencia perfecta, por ejemplo, para continuar la comparación con


las ciencias físicas, es análogo no al principio de gravitación sino más bien a la idea de
vacío perfecto; no es una fuerza ordenadora, sino más bien un estado asumido de
cosas –uno en el cual, aunque poco realista- en verdad, una abstracción irrealizable, es
sin embargo un dispositivo analítico (McNulty, 1968, p. 643).

En este mundo de Liliput, donde cada agente es un simple tomador de precios, se excluye por
definición cualquier referencia a la competencia. El horror al vacío no es otra cosa que horror a
la competencia real. Tal vez por eso prefieren utilizar el término sincrónico de “competencia
imperfecta”.

La estrategia retórica para desvirtuar la concepción clásica de “competencia real” por la idea
artificial y vacía de la competencia perfecta consistió en mostrar las supuestas deficiencias
analíticas y las fallas de los economistas clásicos en desarrollar un sistema consistente y
axiomático de determinación de los precios “normales” por la iteración de dos fuerzas: la
oferta y la demanda. “Hay un sentido muy importante en que ninguno de los economistas
clásicos tenía una verdadera teoría general del equilibrio: ninguno de ellos asignó un papel
explícito a las condiciones de la demanda” (Arrow y Hahn, 1971, p. 14).

En este sentido, la reconstrucción del concepto se describe como un proceso secuencial de


mejoramientos y refinamientos sucesivos que permiten establecer el concepto de
competencia perfecta como una estructura de mercado, que ocupa uno de los extremos del
espectro de formas de mercado y que culmina con el monopolio, como expresión de la
ausencia de competencia.

En este contexto, las varias estructuras de mercado son definidas en términos de


asunciones bien definidas concernientes a las características de los bienes producidos,
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la tecnología de producción, la elasticidad de la demanda, el número y tamaño de las


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firmas, la presencia, la naturaleza y significancia de barreras a la entrada y la salida, el

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tipo de conjeturas de las reacciones de los rivales etc. En particular, un mercado


perfectamente competitivo es caracterizado por la asunción que cada competidor
enfrenta una curva de demanda perfectamente elástica, esto es, que toma los precios
como datos paramétricos cuando elige la cantidad del producto que maximiza sus
ganancias (Salvadori y Signoro, 2012, p. 6).

De hecho, los historiadores de la competencia perfecta inician con las ideas seminales de
Adam Smith sobre la libre competencia cuyo símil es el de una rivalidad en una carrera, donde
la cantidad de competidores existentes en el mercado determinan las condiciones para cobrar
precios mayores o menores y limitan las posibilidades de llegar a acuerdos mutuamente
beneficiosos. De esta manera, se reduce la idea clásica de la competencia real a una teoría
cuantitativa de la competencia en estado embrionario.

La definición de Cournot era enormemente más precisa y elegante que la de Smith en


lo que al tratamiento de números se refiere. Un mercado se apartaba de la
competencia ilimitada en la medida que el precio excedía al coste marginal de la firma,
y la diferencia se aproximaba a cero en tanto el número de rivales se aproximaba a la
infinitud (Stigler, 1957, p. 148).

Sin embargo, se puede mostrar que el precio puede ser igual al coste marginal con un número
pequeño de empresas, pero diferir del mismo con un número grande (Segura, 1988). Pero tal
vez el resultado más importante del equilibrio del modelo competitivo neoclásico reside en la
eliminación de la heterogeidad de las empresas de la industria. En equilibrio cada una de las
unidades productivas que maximizan beneficios, operan con la misma técnica, la misma
función de costos y el mismo tamaño de planta (Guerrero, 1995). Evidentemente, cada una de
las empresas obtiene una tasa de ganancia media uniforme, expresada como el costo de uso
del capital.

Como lo manifiesta Eatwell (1982):


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A pesar de la adición de la infinidad de agentes a la definición de competencia, el


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objeto del análisis económico que tanto los economistas clásicos como los neoclásicos

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intentaron analizar y explicar fue el mismo, al menos en lo que respecta a los precios:
eso es, los precios normales y la tasa general de ganancia del método de largo período.
Puesto que en la teoría neoclásica los precios y las cantidades son determinados
simultáneamente, el logro de la combinación de productos que maximiza los
beneficios es parte de la teoría de la tasa de ganancia; en contraste, para la
aproximación clásica del excedente la teoría del valor y de la distribución es
independiente de la teoría del producto y del proceso por medio del cual la tasa de
ganancia se establece. En la teoría neoclásica el intento de los agentes individuales
para maximizar ganancias es parte del contenido conductual de la teoría, pero en la
medida en que la teoría se dirige hacia la determinación de las posiciones de largo
período esto no inhibe la congruencia entre teoría y método. (p. 219).

No obstante, el programa neoclásico post walrasiano abandonó el método de largo periodo,


dirigiendo su esfuerzo a derivar los teoremas formales de existencia, unicidad y estabilidad
del equilibrio general de corto periodo con base en la idea de equilibrio inter-temporal, ya sea
mediante la hipótesis de completitud de mercados de futuros para todos los bienes del
sistema o del esquema expectacional del equilibrio temporal y secuencial de John R Hicks
(Garegnani, 1976).

Aunque se acostumbra a empaquetar las ideas de Smith, Ricardo y Marx en un solo costal que
resume o sintetiza lo que se conoce como modelo clásico (Shaikh, 1980b; Harris, 1988;
Dumenil y Levy, 1987). Algunos autores insisten en la necesidad de separar en otro
compartimiento las ideas seminales de Carlos Marx. Ello se justifica en la medida que Marx no
solo realizó la crítica de la economía política burguesa, sino que incorporó importantes
novedades conceptuales y analíticas para analizar rigurosamente la dinámica competitiva y el
proceso de acumulación de capital en el sistema capitalista (Shaikh, 1990, 2016; Palermo,
2017; Chattopadhyay, 2012). En particular, el análisis de Marx del capital social como
totalidad le permite establecer con rigor lógico el origen de las ganancias en la esfera de la
producción.
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Marx explica que antes de analizar las relaciones entre muchos capitales debemos
discutir que tienen en común, su cualidad de ser capital. El rasgo distintivo del capital
– de cualquier capital individual- es la capacidad para expandir su valor por apropiarse
del excedente creado en el proceso de producción. Esta cualidad general del capital es
independiente de la manera en que los capitales individuales participan ellos mismos
del total del excedente de la clase trabajadora. La competencia es solamente el
mecanismo que asigna el total de las ganancias a un solo fragmento del capital social
total. Otros mecanismos, sin embargo, podrían cumplir esta tarea diferentemente.
Todos ellos pueden solamente distribuir lo que ya existe. Por tanto, ni la competencia
ni ningún otro mecanismo asignativo puede ser la causa del excedente y de las
ganancias. Solamente el capital en su unidad puede explicar el origen del plus-valor
(Palermo, 2012, p.11).

El capital social total no es una magnitud física que resulta de la agregación simple o
ponderada de un conjunto de capitales individuales. El capital social total es una propiedad
emergente del sistema, es decir, una relación social que se sustenta en la separación de los
trabajadores de la propiedad de los medios de producción. Como totalidad, el capital impone
condiciones y restricciones a los capitales individuales que se manifiestan en la dinámica
completiva, pero que se oscurecen en las prácticas bilaterales entre capitalista y trabajador,
entre capitalista y capitalista y entre trabajador y trabajador.

La realidad esencial del capital es que es una totalidad social basada en relaciones de
clase entre capital y trabajo, de las cuales la naturaleza de la competencia no puede
ser legítimamente abstraída. La competencia de capitales es, entonces, la realización
de las leyes inmanentes del capital, esto es, de la producción capitalista en la cual
cada capital aparece en contra de los otros como el agente ejecutivo. Por el mismo
testimonio << la libre competencia le impone al capitalista las leyes inmanentes de la
producción capitalista como leyes coercitivas externas>> (Marx, 1987)
(Chattopadhyay, 2012, p. 73).
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En este sentido, la competencia es un concepto derivado y no un punto de partida en el
proceso cognitivo de las leyes del movimiento del sistema capitalista (Semmler, 1984).

Marx distingue claramente entre dos escenarios o espacios donde se manifiestan las leyes de
movimiento de la “competencia real”. La competencia intra-industrial y la competencia inter-
industrial. En la primera rige la “ley de los precios correlacionados” y en la segunda “la ley de
la uniformidad de la tasa de ganancia” (Semmler, 1984: Shaikh, 2016; Tsoulfidis y Tsaliki,
2005; Tsoulfidis, 2015). De otra parte, se necesita distinguir entre firmas o empresas y
capitales. Las empresas no solo fijan los precios en el mercado, sino que además buscan
reducir sus costos con el fin de desplazar a sus competidores para apropiarse de una mayor
parte del mercado. En efecto, las firmas que componen una industria A, se caracterizan por su
heterogeneidad. En el mundo real de la competencia intra-industrial conviven firmas con
diversos tamaños (relaciones capital/producto) y diferentes técnicas de producción
(relaciones capital/trabajo). La compulsión por mayores ganancias pecuniarias constriñe a las
empresas a reducir sus costos medios de producción. Ello lo pueden realizar mediante
reducciones de salarios, aumentando la jornada laboral o mejorando la productividad media
de trabajo. La innovación y la incorporación de técnicas más intensivas en capital son ubicuos
en el proceso cotidiano de centralización y concentración del capital (Shaikh, 1990; Shaikh,
2016).

El mayor tamaño de las empresas y las fusiones y adquisiciones por parte de las corporaciones
industriales más eficientes y agresivas no es un indicador de reducción de la competencia, sino
todo lo contrario, el combustible que hace que la intensidad y la dinámica competitiva sean
más agudas. De todos modos, la competencia intra-industrial conduce a que el precio del bien
sea aproximadamente igual para todas las empresas. El precio estará determinado por el
“capital regulador”. La característica de éste depende de las condiciones de la industria. Si
existen rendimientos constantes, el capital con costes iguales al promedio determinará el
precio del bien. Si existen regimientos decrecientes, como es el caso de la agricultura, el
capital que establece el precio sería el que incurre en mayor coste y no obtiene renta.
16

Finalmente, en un mundo con rendimientos crecientes, el capital regulador es aquel que tiene
Página

el costo reproducible más bajo. Así las cosas,

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El primer efecto general de la competencia real es la diferenciación de las tasas de


ganancias que surgen de la igualar los precios de venta debido a la competencia
dentro de la industria. Cada industria termina con un espectro de tasas de ganancias
distribuidas alrededor de una tasa de ganancia promedio. El espectro es diferente para
diferentes industrias, y las tasas promedio no necesitan ser iguales entre industrias
(Shaikh, 2016, p. 267).

La competencia inter-industrial obedece a otros derroteros. La persistencia de diferenciales de


tasas de ganancia entre industrias conduce a que los capitales fluyan de las industrias con
tasas de ganancia por debajo de la media, hacia aquellas que arrojan una tasa de ganancia
superior. La libre movilidad de capitales inter-industrial, permite que la capacidad productiva
y la oferta de bienes de las industrias que atraen capital aumenten, lo que conduce –dada la
demanda efectiva- a que se reduzcan los precios y la tasa de ganancia, incluso por debajo de la
media. Lo contrario ocurre en las industrias donde salen capitales. Este proceso turbulento
permite la formación de una tasa de ganancia uniforme entre industrias y la fijación de los
precios de producción. Una condición que garantiza la reproducción del sistema en el largo
período. Como lo ha señalado Shaikh (2008, 2016), la paradoja entre la constelación de tasas
diferenciales de ganancia a nivel intra-industrial y la tendencia a formarse una tasa de
ganancia uniforme entre industrias, se resuelve mediante la incorporación de los “capitales
reguladores”. En realidad, los flujos de capital fluyen hacia aquellos capitales reguladores que
cumplen con las condiciones de reproducción. De hecho, pueden existir algunos capitales que
cuentan con tasas de ganancia por encima de la media, pero dicha diferencia se explica por
factores que no son reproducibles (localización, monopolio de tierra, recursos naturales no
renovables, etc). En este sentido, las tasas de ganancia inter-industrial que se igualan son
aquellas asociadas a los capitales reguladores con las mejores condiciones reproducibles del
sistema.

La igualación de tasas reguladoras de ganancia por tanto implican que para los
capitales reguladores, los márgenes de beneficio serán más altos en industrias con
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razones capital-producto más altas. Esta es una consecuencia necesaria de la


Página

competencia real. Como hemos visto tales patrones son muchas veces interpretados

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como evidencia de la competencia perfecta (poder de monopolio) simplemente
porque ellos están ausentes en la teoría de la competencia perfecta. Por ultimo en la
competencia real, las industrias con más altos costos de inversión inicial tendrán
costos más altos de entrada y de salida, lo que hace la entrada y la salida más rígida.
Esto significa que las firmas ya establecidas en estas industrias tienden a absorber la
mayor parte de las fluctuaciones de la producción mediante cambios en la tasa de
utilización de su capacidad existente y menos a través de fluctuaciones de precios
dirigidos por la entrada y la salida. Así la competencia real entre industrias implica que
las industrias de gran escala tenderán a tener un rango mayor de capacidad de reserva
(mayor de los rangos normales) y precios más estables. A pesar de todo dentro del
análisis convencional enraizado en la teoría de la competencia perfecta,
equivocadamente se toma como evidencia de monopolio o poder de oligopolio
(Shaikh, 2016, p. 270-272).

Estudios recientes desde la perspectiva marxista arrojan evidencia que respalda la validez de
la hipótesis clásica de la competencia real intra-industria e inter-industrial, desvirtuando las
conjeturas de la competencia perfecta e imperfecta del análisis convencional (Shaikh, 2008;
Shaikh, 2016; Bache y Eres, 2013; Tsoulfidis y Tsaliki, 2005, 2013; Sarich y Hecht, 2013).

3. Ventaja Absoluta, tasa de interés monetaria


y la tasa de cambio real clásica
Sin duda la teoría neoclásica del comercio internacional es una especie de econo-física
aristotélica. El mercado nacional y mercado mundial son lugares diferentes. En el mercado
nacional, la competencia está guiada por la ventaja absoluta, es decir, por el diferencial de
costos unitarios de producción entre firmas o regiones; mientras que en el mercado mundial
rige la ventaja comparativa. En una economía en autarquía, si las empresas de la región A
cuentan con menores costos y mejores tecnologías que las firmas de la región B, los bienes
provenientes de la región A inundaran los mercados de la región B, reduciendo las ventas de
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las empresas de dicha región y generando un “déficit” comercial profundo. En la región A


Página

aumentará la producción, el empleo, los salarios, las ganancias y la eficiencia productiva,

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mientras que en la región B sucederá todo lo contrario. El tejido empresarial de la región B


desaparecerá progresivamente, dejando el espacio a los bienes y capitales de la región A. El
des-balance podrá ser compensado por medio de los sistemas de transferencias estatales y los
mecanismos del public choice como “votar con los pies”. De todos modos, la ventaja absoluta
de la región A en condiciones de libre mercado terminaran perjudicando a los habitantes de la
región B en términos de pérdidas de ingreso, empleo y bienestar (Shaikh, 1980a).

Sin embargo, cuando las regiones son definidas como el país A y el país B, la historia no
termina de la misma manera. De hecho, las desventajas absolutas del país B se pueden
convertir en ventajas comparativas en algunos de los bienes transados en el mercado mundial.
Una vez se complete el equilibrio global del sistema, tanto el país A como el país B tendrán
equilibradas sus balanzas comerciales y habrán alcanzado niveles mayores de bienestar. Para
que ello se cumpla, se requiere contar con un mecanismo automático que permita que las
tasas de cambio reales se ajusten de tal manera que hagan “que todos los países que
comercian libremente sean igualmente competitivos, sin considerar las diferencias en sus
niveles iniciales de desarrollo y tecnología” (Shaikh y Antonopoulos, 2013, p. 203).

El mecanismo automático al que se recurre es una versión de la teoría cuantitativa del dinero.
Si el país A es una nación desarrollada y el país B una en desarrollo, las ventajas absolutas
favorecen al país en A en todos los bienes. En autarquía, los dos países producen las mismas
mercancías. Una vez se inicia el comercio, el país A exportará todos los bienes a la economía
B, se producirá un déficit comercial, pues las exportaciones del país B serán menores que las
importaciones provenientes del país A. En este se produce un superávit comercial. El déficit
comercial en el país B repercutirá en una reducción de la liquidez, por lo tanto, los precios
empezaran a reducirse. Lo contrario ocurrirá en el país A, donde aumenta la oferta monetaria
y produce un aumento de los precios. De esta manera, los bienes del país B se hacen más
baratos, mientras que los del país A se encarecen, reduciéndose las tensiones sobre el balance
externo.
19

El proceso continúa hasta que el país B empieza a exportar el bien con menor costo relativo,
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es decir, se configura un equilibrio en el cual los dos países se especializaran en la producción

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de los bienes que arrojen una ventaja comparativa. Al final las exportaciones se igualan a las
importaciones en el país A y B, dejando el sistema en equilibrio. La teoría HOS extiende el
modelo, simplemente agregando la diferencia de “dotación factorial” para explicar las
diferencias iniciales de las naciones. Se producen los mismos bienes, se utilizan las mismas
funciones de producción, pero se cuenta con diferentes dotaciones de capital y trabajo. En un
régimen de tasa de cambio flexible, no son los precios los que se ajustan, sino la tasa de
cambio nominal. Nada de ello cambia la sustancia del principio de la ventaja comparativa. El
modelo no requiere movilidad internacional de factores productivos, pues el teorema Stopler-
Samuelson muestra que es suficiente que exista libre comercio de bienes para que las
remuneraciones de los factores productivos se igualen en equilibrio (Schumacher, 2012).

La liberalización de los mercados no solo es la fuente de eficiencia y bienestar, sino que se


convierte en el camino expedito (óptimo para lograr altos ingresos per cápita de los países
ricos (convergencia). Krugman lo dice de manera idílica: “el comercio internacional no es
acerca de la competencia, es acerca de los intercambios mutuamente benéficos” (Schumacher,
2012, p.64). Sin embargo, la evidencia empírica desmiente dichas conclusiones. El proceso de
globalización, por el contrario, no ha generado convergencia entre países ricos y pobres, sino
que se han profundizado las diferencias. Los países no han llegado a ser igualmente
competitivos, sino que se han formado centros y periferias que se auto-refuerzan. Los países
con desventajas absolutas han acumulado grandes déficit comerciales y crecientes
obligaciones en moneda extranjera. La tasa de cambio real no ha servido como mecanismo
equilibrador de la cuenta corriente, sino que se comporta como una variable no estacionaria
con alta persistencia, que en lugar de corregir los desequilibrios externos, en muchos casos
los exacerba. Por último, el mecanismo de ajuste del mercado monetario no sigue los
preceptos monetaristas, pues los déficits comerciales afectan directamente la liquidez de la
economía, aumentando las tasas de interés.

Algunos economistas consideran que es necesario un cambio de paradigma o de modelo


explicativo. El punto de partida es rechazar el principio de la ventaja comparativa y acoger la
20

hipótesis de la ventaja absoluta. En este caso, se asume que el principio que rige la
Página

competencia de la economía nacional es el mismo que el que rige el mercado internacional.

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Ello quiere decir, que la competencia real y la formación de precios de producción o centros
de gravedad que se dan en una economía cerrada se pueden extender sin mayores problemas
a la economía internacional. También es importante descartar la formulación del comercio
internacional como una economía de trueque, donde el dinero es un simple velo y no tiene
efectos reales. La competencia internacional se debe analizar en el contexto de una economía
monetaria de producción con desempleo involuntario (Milberg, 2002; Shaikh, 1980a, 2007;
Schumacher, 2012).

Esto quiere decir, que la variable de ajuste de los desequilibrios monetarios derivados de los
déficits o superávits comerciales no son los precios, sino la tasa de interés. Cuando ello
sucede, se pierde el mecanismo que convierte las desventajas absolutas en ventajas
comparativas. Por ejemplo, si el país B incurre en un déficit comercial, ello reduce la liquidez
interna, lo que lleva a un incremento de la tasa de interés. El encarecimiento de los créditos
reduce la inversión y el gasto de consumo, la contracción de la demanda interna aumenta el
desempleo y disminuye los salarios, todo lo cual agudiza la contracción del producto. Puede
ser que los aumentos de la tasa de interés atraigan capitales e inversión del exterior, sin
embargo, ello no resuelve el problema de cuenta corriente, pues el tipo de cambio puede
revaluarse, ahondando el déficit comercial. Claramente, la existencia del desempleo y la
ausencia de un mecanismo automático de ajuste de precios se lleva al traste con la teoría de la
ventaja comparativa (Milberg, 2002; Shaikh, 1980a, 2007; Schumacher, 2012).

Desde este punto de vista, es la ventaja absoluta la que regula la competencia


internacional, al igual que la competencia hace lo propio en el interior de cada nación.
La teoría de la ventaja absoluta llega a la conclusión de que los desequilibrios
comerciales tendrán a mantenerse, pues no hacen sino reflejar desigualdades
estructurales en los costes de producción reales de los países. Concluye que las
devaluaciones no tendrán efectos duraderos sobre las balanzas comerciales, a menos
que se les opongan cambios fundamentales en los propios costes de producción (es
decir, salarios reales y en las productividades nacionales). En caso contrario, los
21

desequilibrios comerciales provocaran flujos de capital internacional en el sentido


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contrario, con el subsiguiente crecimiento de la carga de la deuda internacional
(Shaikh, 2000, p.116).

El modelo clásico de tasa de cambio real es una extensión directa de los esquemas de
formación de precios de producción y la tasa media de ganancia para una economía cerrada.
Los centros últimos de gravedad son los valores de las mercancías expresados en cantidades
de tiempo de trabajo directo e indirecto verticalmente integrados, cuya expresión monetaria
se denomina precio directo. Los precios de mercado oscilan alrededor de los precios de
producción y estos tienen como atractor los precios directos (Shaikh, 1990, 1984, 1998,
2016). Sean Pi y Pj , los precios de mercado de las mercancías de la industria i y de la

industria j respectivamente. Sean Pi * y Pj* , los precios asociados a los capitales reguladores

(costos menores reproducibles) de la industria i y la industria j. La competencia intra-


industrial determina que los precios de las industria i y j los determinan los capitales
reguladores, por tanto, existirán al interior de cada industria una amalgama de tasas de
ganancia y márgenes diferentes, acordes con las tecnologías en uso de la diferentes empresas.
La competencia inter-industrial lleva a la formación de precios de producción y a la igualación
de las tasas de ganancia de los capitales reguladores, esto es: ri* = r j* = r . En este sentido se

Pi P*
dice que los precios relativos, ≅ i* están determinados por las condiciones técnicas de
Pj Pj

producción y la distribución del ingreso (Sraffa, 1960; Garegnani, 1984; Shaikh, 1984, 1990;
Martínez Hernández, 2017).

El precio de cualquier mercancía se puede descomponer en tres partes: (i) costos de los
materiales o insumos (M); (ii) Los costos salariales (wL) y (iii) Los beneficios brutos (Л)2.
Formalmente tenemos:

Pi = M + wL + π (1)
22
Página

2
Shaikh (1984, 1990); Deepankar (2015)

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El costo de los materiales e insumos es el ingreso bruto de los empresarios que producen y
venden dichas mercancías en el mercado. Por ello, se pueden también descomponer en los
mismos tres componentes: (i) costos de los materiales para producir M ( M (1) ); (ii) los costos
salariales ( wL(1) ); (iii) beneficios brutos ( π (1) ). Formalmente, tenemos:

Pi = M (1) + wL(1) + π (1) + wL + π (2)

Este procedimiento de recursión hacia atrás se puede repetir hasta el punto en el cual el
residual de materiales tienda a cero. De esta manera, el precio de cualquier mercancía se
puede siempre expresar como la suma de dos componentes: (i) Los costos de trabajo directos
en indirectos verticalmente integrados ( W T ); (ii) Los flujos directos e indirectos de beneficios
verticalmente integrados ( π T ). Formalmente, se pueden escribir como:

W T = wLT ≡ w( L + L(1) + L( 2) + L(3) + L( 4) + ....) (3)

π T ≡ (π + π (1) + π ( 2) + π (3) + π ( 4) + ...) (4)

A partir de las ecuaciones (1) a (4), el precio de la mercancía i se puede escribir como:

Pi = W T + π T (5)

Factorizando W T de la ecuación (5), tenemos:

⎛ πT ⎞
Pi = wLT ⎜⎜1 + T ⎟⎟ (6)
⎝ wL ⎠

πT
Donde z i = se define como la razón beneficios-salarios verticalmente integrados. Si
wLT
definimos el vector de trabajo directo e indirecto verticalmente integrado como
vi = ( L + L(1) + L( 2 ) + L(3) + L( 4) + ....) , podemos escribir la expresión de los precios relativos
23

y de sus capitales reguladores como:


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Pi Pi* wvi* (1 + z i )
≅ = (7)
Pj Pj* wv *j (1 + z j )

rK iT rK Tj
Ahora, por definición, sabemos que z i = e igual para z j = , esto es así, pues las
wLTi wLTj

ganancias brutas resultan de multiplicar la tasa de ganancia por el capital directo e indirecto
verticalmente integrado ( K iT y K Tj ). Se puede mostrar que, en un sistema complejo de

⎛ rK iT ⎞
⎜1 + T ⎟
⎜ wL ⎟
interdependencia densa industrial, la razón ⎝ i ⎠ ≅ 1 .3
⎛ rK jT

⎜1 + ⎟
⎜ wLT ⎟
⎝ j ⎠

Acá vale la pena citar extensamente a Shaikh (1990):

Pero se hace evidente que, en la medida que la economía esté interconectada, es decir,
compuesta por bienes básicos (en el sentido de Sraffa), entonces todas las industrias
entrarán directa o indirectamente en la producción de cualquier industria, lo que
implica que la razón integrada ganancia-salario directas existentes en la economía.
Pero si esto es así, se desprende de la ecuación (7) que las desviaciones entre precios y
los valores relativos dependen de la extensión en que diferentes promedios
ponderados (combinaciones convexas) del mismo conjunto de razones directas
ganancia-salario difieran entre sí. En una economía real, con una extensa red de
interconexiones industriales, resulta bastante claro conocer por qué incluso grandes
variaciones en las razones directas ganancia-salario (Л/W), pueden reducirse a
variaciones relativamente moderadas en las razones integradas de ganancia-salio
rK iT
zi = . La influencia de las variaciones en z i es, entonces, aún más reducida, por
wLTi
el hecho de que para las desviaciones precio-valor lo que resulta relevante son las
variaciones en (1+ z i ), siendo estas últimas variaciones siempre menores que las
24
Página

3
Deepankar (2015) y Martinez Hernandez (2017).

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primeras. Para razones ganancia-salario directas y por tanto integradas, generalmente


menores que uno, que es el caso en todas las principales economías capitalistas, éste
último efecto es de suyo importante. (p. 109-110)

Así las cosas, el precio relativo de las industrias i y j, se pueden reducir a la razón de la suma
de los costos directos e indirectos de trabajo verticalmente integrados:

Pi Pi* wvi*
≅ ≅ (8)
Pj Pj* wv *j

La extensión a la competencia internacional es directa. Sencillamente se debe distinguir entre


la canasta de bienes transables y no transables en cada economía. Los precios de los bienes
transables se igualan a nivel internacional, mientras que los no transables están sujetos a
costos de transporte o de localización que impiden su comercio en los mercados externos. En
la economía actual, existe una amplia movilidad de capitales y de recursos a nivel
internacional, sin embargo, persisten grandes restricciones a la movilidad del trabajo. Por ello,
las tasas de ganancia de los capitales reguladores tienden a igualarse a nivel internacional. Los
capitales reguladores pueden distribuirse de cualquier manera entre los países que participan
del intercambio externo. Sea e es la tasa de cambio, expresada en unidades de moneda
nacional por cada unidad de moneda extranjera, Pc* y Pc , los índices de precios al consumidor

en el país extranjero y en el país nacional respectivamente. Sea PcT* y PcT , los precios de los

bienes transables en el país extranjero y en el nacional respectivamente. La ley de precio único


para los bienes transables implica lo siguiente: ePcT* = PcT . Además, definimos la variable

Pc P*
τ= y τ * = c* para el país nacional y el país extranjero. La tasa de cambio real se define
PcT PcT
de la siguiente manera:

eP * wr* v * ⎛ τ * ⎞
eR = = ⎜ ⎟ (9)
P wr v ⎜⎝ τ ⎟⎠
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w ew*
Donde, wr = y wr* = * .
Pc Pc

“El precedente resultado implica que los precios relativos en moneda común de dos
países –tasa de cambio real entre ellos- serán regulados por los costos reales de
trabajo verticalmente integrados de los capitales reguladores de las canastas de
mercancías ajustadas por contenido transable/no transable (apertura) de las canastas
de consumo” (Shaikh y Antonopoulos, 2013, p. 210).

El modelo clásico de tasa de cambio real ha sido evaluado empíricamente para países
desarrollados y en desarrollo (Ruíz Nápoles, 2010; Martínez Hernández, 2010; 2017; Shaikh,
1991,2016; Boundi Chraki, 2017; Mejorado, 1996). Un ejercicio detallado exige tener
información consistente de las matrices insumo-producto de los dos países de interés. Esto es
así ya que los costos unitarios indirectos de trabajo verticalmente integrados se obtienen de la
matriz inversa de Leontief. Es muy difícil tener información de las matrices insumo producto
de los países a lo largo del tiempo. Sin embargo, se puede contar con una buena aproximación
a partir de la razón de los cosos reales unitarios de trabajo directo. Algunos autores, siguiendo
tradiciones teóricas diferentes, interpretan dicha razón como tasa de cambio real de equilibrio
o indicador de competitividad internacional (Jesús Felipe y Kumar, 2011; Marconi, 2012)

El ejercicio que se realiza en este trabajo para Estados Unidos y Colombia adopta dicha
recomendación. Siguiendo la metodología sugerida por Martínez Hernández (2010), la razón
de los costos reales unitarios de trabajo directos de Estados Unidos (US) y Colombia (Col) es:

r
wUSA + SUSA
r

r
PIBUSA
EmpleoUSA
rxr = (10)
wCol + S Col
r r

r
PIBCol
Empleo Col
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La información utilizada para calcular la razón de costos reales unitarios de trabajo entre
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Colombia y Estados Unidos (rxr) fue: el PIB real de ambos países, los pagos de sueldos y

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salarios reales, el empleo total de las dos economías y los índices de precios implícitos de PIB.
La información cubre el periodo 1970-2000. La tasa de cambio real de Colombia se tomó de
la información que publica el Banco de la República.

En el gráfico 1 se presentan las dos series. La tasa de cambio real de Colombia (ITCR) y la
razón de costos reales unitarios de trabajo directo (rxr) de Colombia y los Estados Unidos. A
pesar de que este ejercicio es una primera aproximación del cálculo del centro de gravedad de
la tasa de cambio real de Colombia, sorprende el buen ajuste del modelo. Efectivamente, la
tasa de cambio real fluctúa alrededor de los costos reales unitarios de trabajo directo durante
el periodo 1970-2000.

Se identifican dos periodos: (1) periodo 1970-1985, cuando la tasa de cambio estuvo por
debajo de su centro de gravedad. Durante este periodo, se presentó un déficit comercial
persistente en la economía colombiana; (2) periodo 1986-2000, donde se recupera la tasa de
cambio real, situándose por encima de su centro de gravedad. Las políticas de ajuste y la
depreciación del tipo de cambio que fueron impulsadas por el gobierno permitieron que el
balance externo de bienes y servicios se corrigiera, pasando de un déficit a superávit. Sin
embargo, dicha situación no se pudo mantener sino hasta principios de la década de los
noventa. Desde 1993, se volvió a registrar un saldo negativo de la balanza comercial que
continuó aumentando hasta el final del periodo de análisis.

En este sentido, se confirma la hipótesis del modelo clásico de la tasa de cambio real. La
devaluación de la moneda nacional no corrige automáticamente el des-balance comercial en
el largo plazo, ni permite compensar el diferencial de costos relativos, es decir, no elimina la
desventaja absoluta en el comercio internacional. 27
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Gráfico 1

Tasa de Cambio Real y Razón de costos reales unitarios de trabajo Col-USA

160

140

120

100

80

60

40

20

0
1970

1972

1974

1976

1978

1980

1982

1984

1986

1988

1990

1992

1994

1996

1998

2000
INDICE TASA DE CAMBIO REAL COLOMBIA rxr

Fuente: DANE, Banco de la República y US Departament of Comerse,BEA. Cálculos propios.

Un ejercicio más riguroso consiste en examinar la existencia de una relación de largo plazo
entre la tasa de cambio real y la razón de costos reales unitarios directos de trabajo. El
procedimiento sigue las dos etapas de Engel y Granger (1987). El primer paso consiste en
examinar sí las variables presentan una raíz unitaria, es decir, definir si son series estacionarias
o no. El segundo paso requiere estimar la relación de co-integración y determinar sí los
residuos de dicha ecuación son estacionarios o no. En el cuadro 1 se muestra la prueba de
Dickey Fuller que evalúa la hipótesis nula de presencia de raíz unitaria. Como se puede
28

constatar, las dos series presentan una raíz unitaria.


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Cuadro 1
Pruebas de Raíz Unitaria

Variable Dickey Fuller 1% 5%


Tasa de Cambio Real -2.175689 -4.309824 -3.574244
Razón de Costos Reales de Trabajo Directo -1.250623 -4.309824 -3.574244
Cálculos propios

En el cuadro 2 se presenta la regresión de co-integración. Se incorpora una variable dummy de


cambio estructural (PS) que toma el valor de 0 entre 1970 y 1985 y de 1 entre 1986 y 2000.
Los resultados son los esperados. La razón de costos reales unitarios directos de trabajo tiene
el signo correcto y es significativo a niveles normales de confianza estadística. Como la
regresión se realizó expresando las variables en logaritmos, el coeficiente de la variable RXR
es la elasticidad de largo plazo de la tasa de cambio real a la razón de costos relativos de
trabajo directo. Una disminución de 10% en esta variable, es decir, un mejoramiento en la
eficiencia económica o en la productividad del trabajo se traduce en una depreciación del 8%
del tipo de cambio real de Colombia y estados Unidos. La prueba de raíz unitaria muestra que
los residuos de la regresión co-integrante son estacionarios, es decir, que existe una relación
de largo plazo entre la tasa de cambio real y los costos reales directos unitarios de trabajo
(Cuadro 3).

Cuadro 2
Ecuación Coi-ntegrante

Variable Dependiente Tasa de Cambio Real (ITCR)


1970-2000
Variable Coefficient Std. Error t-Statistic Prob.
C 0.464576 0.666156 0.697398 0.4913
LRXR 0.867757 0.144083 6.022628 0.0000
PS 0.340321 0.023792 14.30379 0.0000

R-squared 0.880137 Mean dependent var 4.606862


Adjusted R-squared 0.871575 S.D. dependent var 0.161820
S.E. of regression 0.057991 Akaike info criterion -2.765306
29

Sum squared resid 0.094162 Schwarz criterion -2.626533


Log likelihood 45.86224 F-statistic 102.8000
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Durbin-Watson stat 1.395057 Prob(F-statistic) 0.000000


Cálculos propios

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Cuadro 3
Prueba de Co-integración

Variable Dickey Fuller 1% 5%


Errores de la Regresión -4.434320 -3.679322 -2.967767
Co-integrante
Cálculos propios

4. Conclusiones
El objetivo del presente trabajo fue presentar de manera rigurosa lo que hemos denominado
la “Conjetura de Shaikh”. Primero se desarrollan los tres componentes teóricos y
conceptuales que hacen parte de sus “fundamentos”: (i) Una concepción de la competencia
real en el modo de producción capitalista, definida como una guerra continua por la
sobrevivencia, cuyas armas son el cambio técnico, la inversión en capital y los ajustes de
precios que permiten golpear duramente a los capitales adversarios para concentrar y
centralizar el poder en el mercado. (ii) Una teoría de la desventaja absoluta que determina la
especialización y la división internacional del trabajo, que explica los procesos de causación
circular acumulativa de los superávits comerciales y de acumulación de obligaciones externas
entre países desarrollados y en desarrollo (iii) Una interpretación monetaria de la tasa de
interés, que inhibe que las ventajas absolutas se transformen en desventajas comparativas en
libre comercio.

Luego se procede a presentar el modelo de determinación de la tasa de cambio real entre dos
países, que se deriva de la teoría de formación de precios de producción o centros de gravedad
del enfoque clásico y marxista. Se muestra que la tasa de cambio real está determinada en el
largo plazo por la razón de los costos reales directos e indirectos de trabajo verticalmente
integrados. De ello se deduce que la tasa de cambio real no es la variable de ajuste automático
que garantiza el equilibrio de las balanzas comerciales y que hace a dos naciones desiguales
igualmente competitivas.
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El libre comercio como lo manifestó Adam Smith siempre favorece a los países ricos y puede
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llegar a perjudicar a las naciones con menor desarrollo tecnológico. Las reducciones salariales

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o las devaluaciones no resuelven el problema de los déficits comerciales persistentes, y por el


contrario, pueden empeorar otras calamidades presentes en los países en desarrollo, como lo
es la aguda desigualad funcional y personal del ingreso y la riqueza. Finalmente, se presenta
evidencia econométrica del modelo de tasa de cambio real clásico con datos de Colombia y
Estados Unidos para el periodo 1970-2000. Se encuentra que la tasa de cambio real de
Colombia está co-integrada con la razón de los costos reales directos de trabajo de los dos
países.

Este ejercicio cobra gran relevancia a nivel global, cuando la administración del presidente
Trump adelanta acciones conducentes crear un ambiente de guerra comercial con China,
aduciendo que el país asiático manipula su tasa de cambio para alterar artificialmente sus
ventajas con el coloso del norte. Sin embargo, desde la perspectiva clásica, el persistente
déficit comercial de Estados Unidos con China no se explica por las políticas “cambiarias” de
empobrecer al vecino, sino por factores estructurales: la ventaja absoluta de China en
términos de la razón de los costos relativos directos e indirectos de trabajo verticalmente
integrados de su sector transable (Shaikh y Weber, 2018).

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