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L A fama póstuma, que no puede ya rendir ningú

beneficio cor:iercial a quien la merece, es sin em~


bargo la meJpr garantIa de la excelencia de un
autor. Nadíe cosecha hoy tanto esa fama como Walter
Benjamin (1892-1940), lúcido analista e intérprete de la
cultura, que vivió, igual que Kafka, en una Europa de
tiempos oscuros. Como muchos otros judíos burgueses
de su generación, Beníamin simpatizó con las corrien-
tes más críticas del marxismo, especialmente la es-
cuela de Francfort, con la que guarda problemáticas y
ambivalentes afinidades electivas.
Este· volumen reúne ensayos y cartas sobre Ben-
jamín de Theodor W. Adorno;· ilustre representante de
esa escuela. Adorno promovió las publicaciones de Ben-
jamin, diez años mayor que él pero desvalido finan-
cieramente, y trató de ayudarle desde Norteamérica
hasta el día en que el solitario y desesperado escritor'.
huyendo de la Gestapo, puso fin a su vida en la fron-
tera española de Port Bou. El lector tiene en sus ma-
nos un documento inestimable para acercarse al pen-
samiento y a la figura del hombre que se describió a sí
mismo como alguien que se mantiene trepando a lo
alto del mástíl de un barco que se hunde y desde allí
lanza una señal de rescate.

ISBN 84-376.-1333-7

0111062 .1.UIJUI
Theodor W. Adorno

Sobre Walter Benjamin


Recensiones, artículos, cartas

Texto fijado y anotado por RolfTiedemann

CATEDRA
TEORE!VIA
Título original de la obra:
Ober Walter Benjamín

Ín'dice
EscRITOS SOBRE W ALTER BENJAMlN ..•.... ................................... 9
Traducción: Carlos Fortea Caracterización de W alter Benjamin ......................... ., .... 11
Direcdón única de Benjamin ............................................... 28
Ilustración de cubierta: Santiago Calle Introducción a los Escritos de Benjamín ........................... 28
Acerca del libro epistolar de Benjamín Alemanes ... ............ 54
Benjamín el escritor de cartas ................ ,................. .......... 62
En memoria de Benjamín .................................................. 70
Epílogo a Infancia en Berlín hacia 1900 ... .. ... ..... ..... ... .......... 72
Recuerdos ............................................................................ 76
Prefacio a Estudios sobre la filosefia de Walter Benjamin,
Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto de RolfTiedemann .... ..................................................... 83
en el art. 534-bts del Código Pe1ül vigente, podr~n ser castigados Notificación provisional .... .... ........................ ..................... 88
con penas de multa y privación de libertad quienes repi"odujeren Sobre la interpretación de Benjamín. Notas para
o plagiaren,, en tock, o .en parte, una obra literaria artística un proyectado artículo .................... ... .. ..... .... ..... .... ............. 94
o cíenlffica fijáda en cualquier tipo ck'. .s(;¡;oité .· A l'écart de tous les courants ............................................. 98
sin la prect'ptiva autorización.
DE CARTAS A W ALTER BENJAMIN ......... .... ......... ..................... .... 103
Sobre Franz Kajka. Con ocasión del décimo aniversario
de su muerte ............ .................. ... ................ ......... ............. l 05
Sobre París, la capital del siglo XIX ,....................................... 114
Sobre La obra de Arte en la m,
de su reproductividad
técnica ................................................................................ 138
© Suhrkamp Verlag Frnnkfurt arn Main 1970 Sobre El narrador. Consideraciones sobre la obra de
Ediciones Cátedra, S. A., 1995 Nilwlai Lesskow ................................................................ 147
Juan Ignacio Luca de Tena, 15. 28027 iVIadrid Sobre El Parú del Second Empire en Baudelaire y Sobre
Depósito legal: ,\,1. 14.701/1995 al.gunos motivos en Baudelaire ............................................ 150
I.S. B.N.: 84-376-1333-7 NOTA ED!TORW., ........................................................................ 175
Printed in Spain
Impreso en Femández Ciudad, S. L.
Catalina Suárez, 19. 28007 Madrid
7

1
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Escritos sobre Walter Benjamín
/

Caracterización de Walter Benjamin~i-


.(1950)

... y escuchar los sonidos del día como


si fueran los acordes de la Eternidad.

KARL KRAus

El nombre del filósofo que extinguió su vida mientras se


fugaba de los esbirros de Hitler ha ganado aureola en los
quince años que han pasado desde entonces, a pesar del ca-
rácter esotérico de sus primeros trabajos y de lo fragmenta-
rio de los posteriores. La fascinación de persona y obra no
deja otra alternativa que la atracción magnética o el rechazo
temeroso. A,qµrU9. ~QRX~.!9.9\J~ . \=ªÍªtLH,lS... Rªl~hrn~ S\".JWn.~-
formaba como sí fueran radiactivas. Su capacidad para esta-
biecer·a~tman'era '.íi'icesante··nuevos aspectos -menos al
romper críticamente las convenciones que al comportarse
respecto al objeto, debido a su organización interior, como
si lo convencional no tuviera poder sobre él- apenas cabe

'' Este artículo, escrito con ocasión del décímo aniversario de la muer-
te de Benjamín, fue concluido en junio de 1950. Primera edición: Die
NeueRundschau, 61 (1950), págs. 571-584 (cuaderno 4); última redacción:
Theodor W. Adorno: Prismen. Kulturkritik und Gescllschaft, 3ª edición,
Francfort 1969, págs. 283-301. Texto del que se ha hecho la presente edi-
ción: Adorno, Gesammelte Schrifien, tomo 10.1: Kulturkritik und Gtsellsch,ift
l Prismen, Ohne Leitbild, edición de Rolf Tiedernann, Francfort, 1977,
págs. 238-253.

11
sin embargo dentro del concepto de lo original. Ninguna era ajeno, ni a la «objetividad» como mera desaparición del
de las ideas de esta mente inagotable parece mera ocurren- sujeto en tales constelaciones. Más bien 4eúy,t de una Jen-
cia. El sujeto al que en persona le tocaron en suerte todas de11c~a qtte\ª. CQmp<ll"tjmer1~aliz<1CÍÓn. dd espfritllmelere.-
las experiencias originarias que .la Filosona contemporánea seiyif al Arte, pero, transformaqa e11 .teoií..i., se clespoja qe su
o!lcial ha~~a tra~ado ú.nicamente de manera formal no pare· brillpy.asume una.•incpmparnble cligrifclad:_.la, . pron1es,i . d.e
c;1a, al m1smo tlem~o, haber tomado parte en dlas, igual felicidad,1& 9Jlt: l?eni@.rrii11 4e~ía y escri~ía sqnaba COITlO .si
que su forma, especialmente el arte de la formulación ins- e1 p(:11s,1mie11!0, er,i vez de apal:i:arlas_ de sí59_11.g¡eg,1nte ma-
tantáneo-definitiva, .se apartaba de la característica de lo dµrez, ..tom,qiaJas promesas, deJos librQs )ntant1les. y las---ie-
que, en sentido tradicional, era espontáneo y burbujeante. yrnclas tan al .Ptt de Ja l<:tq que. rn f1Jmpli,n1J~11~g .real . se
11~~~¿¿l>~i~~illü/lfl111farq~tte.. pmg1,1~e . 11. obtiegey~rgad c!~mrel"lcliera del fClllOCin}Át:'Jl.tQ mismo.,. ?n su topografia fi-
losófiéa, la renuncia está descartada de antemano. Quen se
~c!1if.~<1. s~mqi~ti~pr~m:º\ñ~~:~~::1¿~~e:~iliiiff~~ dirigía a él se sentía como un niño que ve la luz del árbol
en e.
q~~ ~§1ª . eJiLil.SP..$edu:n.e11,1;9. No tenía nada del filó-
sofo fradicional. Lo que él mismo aportó a sus hallazgos
de Navidad por la rendija de la puerta entreabierta. Pero la
luz prometía al mismo tiempo, como propia de la razón_, la
apenas era algo vivo y «orgánico»; la comparación con el verdad misma, no su brillo impotente. Si el pensamiento 1e
creador erraba básicamente en su caso. La subjetividad de Benjamín no era un crear a partir de la Nada, era a cambio
su pe1;s~i~11:to _se r;~ujo hasta diferencia específica; la ca- un entregar a manos llenas; quería indemnizar todo lo que
ractenstlca 1d10s1~cras1ca de su propio espíritu, lo singular prohíbe la adaptación al y el mantenimiento en el placer,
de que el procedimiento filosófico tradicional se aplicara a en el que se imbrican espíritu y sentidos. En su ensayo so-
lo casual, efímero, completamente nulo, se acreditaba en él bre Proust, estableció la aspiración a la felicidad como el
c~m~o el medí~ ~e 1~ ~nculante. La frase de que en el cono- motivo del poeta elegido como afln1, y no se yerra mucho
Clf?tento lo mas !nd1V1dual es lo más general le sienta como si se sospecha en esto el origen de una pasión a la que se de-
amllo al dedo. S1 toda comparación flsica no resultara pro- ben dos de las traducciones más perfectas de la lengua ale-
fundamente sospechosa en la era de la divergencía radical mana: las de A l'ombre des jeunes filies en jleurs y Le cóté de
de las conciencias social y científico-natural, en su caso se Guermantes. Pero igual que en Proust la aspiración a la feli-
podría hablar de hecho de la energía de la fisión del átomo cidad gana profundidad mediante el pesado lastre de la no-
intelectual. Su insistencia resolvía lo irresoluble· se adueña- vela de la desilusión que se completa mortalmente en la Re-
ba. de la esencia precisamente allá donde el mur¿ de la mera cherche du temps perdu, así en Benjamín la fidelidad a la felici-
obíetividad defendía implacable todo lo falazmente esen- dad denegada es comprada con un luto del que la Historia
c~a~. Dicho de manera SUJ:?aria, le ,}Elpulsab,1_~ ~<ll!LQ<: µ.Qa de la Filosofia da por lo demás tan poco testimonio como
~f
1-~~1 :liifa?~~PE~Japri:t,i,~u!~:--~Cl11. J6 ·ge~~r~l···º ~?~!rae lo
g-·······--···:···- -.,....,í!mfJJtt ,. . . ~·--º--RiYttrnl;i,r:.__~~gª·· ~9mpr:t:1.1~k! ...la
de la utopía del día claro y despejado. :t:-J?está.n1As lejgga-
n1ente en1pªi:emad9sonKafka que con Prn1.:st.. Qye ~1ay m-
e~t:119<1. :Hª 99.!!9$:..DLJ(: P:t,J-1:!Q,<:_q<:stilar. tP . JJna. . Qperación finita esperanza, per()l,o pa,ra no~otrns, hul:J1era_p?d1~0 ser
'!c1Jto.mát1ca.m. Je. PJJedt.RexcifütdtJOrma·dudosg_:_adivinarla
1 Ver W alter Benjamín, Gesammelte Schriften, editado por Rolf Tiede-
l1{j;a~~i1:r1/~~fí-(:ífi~~r~t!E1}e~~irrEf0:ªi~~~tá¿~!~~~d~: mann y Hermann_ Schweppenhauser con la colaboración de Theodor
O e &U rl OSÓ ¡;:e···· .. W. Adorno y Gershom Scholem, 7 tomos (en 14 vols.), Francfort 1972 a
Sín err1hargo;··su delicada irresistibilidad iguala a su plani- 1989; tomo II, pág. 312 s. Las citas de remisiones a escritos de Benjamín se
refieren a esta edición, a la que en lo sucesivo sólo se remitirá indicando
ficado extravío. No se debe ni al efecto mágico, que no le tomo y número de página-

12 13
d~ forma inoce.nte, a la. ilustració11,d,e c;911repto~ Jllt':4iante
el l.e•· n.1.a. de. . su . me.·ta·,····.·.ft.1sica sise; hi.u. b. . . i. e.r. . ·.P··.·r.·.e. s.tado a e. . s. c.r.ibir
rn~a, y el centro de su Qbra mas desarrollada en elafil)eCto
ª.·.· ..
·ªfüK<!.i;rag9~9)'.>j~J2S histfüicós, .63íno sostuvo Simmel cuan-
.el
teona,, el l1bm .sobre !}~'.i1TQCQ, lo ocupa no por casuali- do presentó su sencillá metafisica de la forma y la vida en el
dad la construcción ddhi.fü) como la últi!lla alegoría reyo- ejemplo del asa, del actor, de Venecia. Su de~e~perado .es-
lucion;gfo., la geJa,reqt:l}ci<S!J· ~Ifü'fübjefividad qué se pie- .fuego PQ! rq111per la prisió11 del .confürij\isrno •·. mlturaJ se
c1p1ta ~n el abismo _de los s1gmficados se convierte en «ga-
rante formal del milagro, porque anuncia en sí misma la
apJis:ª·ºª··ª . ¿OJ1$1iliyi9~e( ºe . 1P. füit◊rico . .que .110 · se queda-
9ar1 en eiemplosjµtercambíablesde las ideas, sino que en
acción divina,>2. En todas sus fases, Benjamín unió en su su Ü11i5=i9;.d .constituían•histórícamentelas·•ideas coi,no.J,ües.
pensamiento la decadencia del sujeto y la salvación del Esto le valió fama de ensayista. Hasta hoy, su halo es el
hombre. Esto de;fine el arco macrocósmico en cuyas micro- del literato refinado, como él mismo habría dicho con anti-
cósmicas figuras estaba absorto. cuada coquetería. ~nyistaAeJª.Qc;.ulta i11terci9r;iªlidad de
Porque lo distintivo de su Filosofia es su forma de con- Stl.VOlvene contmm . c:l~sgastªd;ttemáúca.de. la.Filosofiaysu
c~~ción.. Igual 9,ue su pensamiento trata de escapar a lo cla- ¡trg9t. -:-;-solfa Uamarlojerg¡t. c:le proxenetas=,resulta facil se-
s1hcatono en siempre renovados intentos así para él la ima- guir señaland? el cliché. del e11sayista somo.m.erq. mªlepJen-
gen primigenia de toda esperanza es el n¿mbre de las cosas dic:16,].J~rQ apelar (i los foª1entmdidosenlaacción . de las
y los hombres, e intenta reconstruir su conocimiento. En c9r111gµi:;.cionesin tekctuales noJleva. lejos. Presupone una
esto parece en_cont~arse con la tendencia global que se irri- inmanencia del contenido independiente de su destino his-
:.aba contra el 1d~ahsmo y la teoría del conocímiento, exigía tórico, incluso lo que el autor pensaba, lo que por principio
ir a las «cosas misma~>: en vez, de_ a su vaciado intelectual y apenas se puede convenir, y menos en un escritor tan den-
e11:contr~ba su expres1~m academ¡ca en la Fenomenología y so y zigzagueante como Benjamin. I,,.9.,s .:r:r:iª!ei;itendi<ig~s,on
onent~c1ones_ ';}ntológ1cas afines a ella. Pero igual que las di- el. rrie4io.cle.~OIDWJ!fi-lf;iQ!}. c:leJ2 UO fQIDJ.Ulicaüv:o: . El reto
ferencias d~c1s1v~ entre los filósofos se esconden siempre de esqibirgp «rtío1lq5opre lcís. p¡t~'i1iesde Pads ióñfiene
en los matices, e igual que lo más inconciliable es aquello trtásnlosofia.queJas ....cóiisideiádones.sobre . . . el . ser .. del••Ser,
q~e se parece, pero _es~ alimentado por centros distintos, pega más con el sentido de la obra de Benjamin que la bús-
as1 se comporta Ben¡1mm respecto a la ideología hoy acep- queda de aquel esqueleto conceptual igual a sí mismo que
tada de lo concreto_ El la ve como mera máscara de un con- él mandó al trastero\ Por lo demás, .alnoremet'i1rJaJronte:
cepto en ~í 1:1!smo extraviado, igual que desprecia como rª eqtre eiliteratoy el filqsofo Wz9 deJª r1e(;esidª{Lempb;i- •
m~ra 1est1lac1on el concepto existencial-ontológico de la ca su virrµc:l inteligible, P,ªra ~11yergµenza, las Universidades .
H1stona, que evapora el material de la dialéctica histórica. . le récha~;'.lwn,. rnien1.1:as eJ;:¡.nticµario que había en él se ,sen -
C~il:'? can?_nde . su,P~9\:=e.de;.s.igµj9, q11i:i;i.sins9t1q(erla, la #a.jg¿Hp¡tdoa lo ..ac.idfrnico,.c:le manera similarmente iróni-
9p,1mp11 qltlql 5,!d. 1.1,lJ1ipo I:J1et?,§(;h~ ge quela verdad no es q ;il...de Kafka. respe::<,:;!Q. gl~e¡.;tQr de ~eguros. El pérfido re-
a
l~e~tl~a 19 general r ¡nternp()ra!, ~i110 qµé 4Di(;~meme lo proche de ser un superdotado le persiguió durante toda su
h1stonco ;:v;up1,t~Ja figura deJo. absoluto. ~Lprogt:anJ?: está vida: un bonzo4 existencial se atrevió a insultarlo Uamándo·
f9rn1n.lad9 eri.unanou. a rnfragrnepqri;,i ofíia.púncipal, lo «tocado por los demonios», como si la dolencia de aquel
que dice que «lo EternQ. e§ eµ todocaso más un adorno en
la ropa q11e unajde;;1» 3 : g911 esq en modo alguno n:{ería, ie 4 Adorno en una carta de 4.3.1951 a Scholem: «El bonzo existencial no
es otro que el señor Buber. Naturalmente, el viejo talmidista (sic) no ha he-
2 1(1), 408. cho editar su clerical invectiva, sino que la ha empleado en conversación
3 V(l), 578. con Kracauer».

14 15
que domina y enajena el espíritu foera una sentencia de aní- fll:Uerta, . nature ntrJ,r,tt,¡J?gsl;-fo .ffiJJYJ?imrntular.la entrada.,a sµ
quilación metafísica, sólo porque perturba la vivadsima re- pri~RúI~l9~§fisi füc::911<::eptg. pegelia110 9e la.segll11da na-:
lación YoTú. A este respecto, rehuyó todo ªi::tp .d.tviolen- · tu.raleza cqmo concreciqri deJas.rdaciones.humanas que se':
ci;i •. c:optgJª,¡ p;il;1hr:1s;. lfl 51,1:(,:eptlhUidácfk J'Td. . ajena :en Jo alienan a sí rni~mas, a.sí. cQrnoJarnp~~n Ja categqpa marxi:.ta :
más íntinK\ ElJ realidad, suscitaba odios porque s~lpiirada de.l fetkhistnQ delas .rnei-c:;g.1cíªs, tirnet1 y11a pqsición dave :
mostrabairivoluntariamente, sin .la menor intenci911 polé- eI1Berijarrii11...!12.te,fü5-c::inªs,0,1()·.despei:t:~dª.xid.ªo.culta.en.
fl1Íca, al mundo l.1abítuaJen eledipseque es súlti:?perma- ló'pe,trjfj~ª,QB~:::~~)fu().,~E. .1.aAegs::rfo:::,.siQQ,!e.@bifn. . i::Pn:.
nente: Sin embargo, al mísmo tieni.po lo inconmensurable témplª¡-lo ..VlVO de. tal n1oa9 qt1ese pre~t:11tt:c:Qmo.Jarga-
de s1.i'naturaleza, insuperable por táctica alguna e incapaz menteaco#i:eéido, ,;piefüst6rico»,y_ libgej11esperndamente
para el juego social en la república de los espíritus, le permi- sé'
susignifkadó. ~i Filosofi~ arfroj:,ia dla misma .. del. foti-
tía ganarse la·'vida como ensayista por su propia cuenta y chismg d,e lasmer~anc:ías: tcidó tieµeqye miti,fi~aJ"Sf! en hm-
sin protección. Esto fomentó infinitamente la agilidad de ci9n d,t: t'.llapara que ella df'.~initifiqueJg~ fec.:h011as de la rea-
su penetración. Aprendió a demostrar, con silenciosa risita, · · Hdª,lEste pensamiento está de tal modo saturado de cultu-
la vaciedad de las enormes pretensiones originarias de la pri- ra como su objeto natural, que a,bjura de la objetividad en
ma filosofia. Todas sus manifestaciones están igual de próxi- vez de contradecirla sin vacilar. Este es el origen de la ten-
mas al punto medio. Las recensiones dispersas por el Lítera- dencia de Benjamín a ceder su fuerza espiritual a lo comple-
rischen Welt (Mundo literario) y el Franlifurter Zeitung apenas tamente opuesto, que encuentra su expresión extrema en el
atestiguan menos su terca intención que los libros y grandes trabajo sobre «La obra de Art;e en la era de su reproducibili-
tratados de la Zeitschrjftfür Sociafjorschung (Revista de Investi- dad técnica». La miradade ~lJ. :filq~s~fi~J~~medusiana. Si en
gaciones Sociológicas). El mismo siguió la máxima de «Direc- ella -sobre t6do efCsüTásé'm~s· antigua, confesad.amente
ción única» de que hoy en día todos los golpes decísivos se teológica- el concepto de mito ocupa un punto central
dan con la mano izquierda5, sin por eso apartarse en lo más como contrapartida a la conciliación, después es su propio
mínimo de la verdad. Hasta los juegos literarios más precio- pensamiento el que todo lo vuelve mítico., sobre todo lo efl-
sistas pasan por estudios para el chef~d'ouvre, género del que mero.J_,ac;rític<1 gel qqrnj11~q cleJa. Naturaleza que anuncia
él desconfiaba profundamente al mismo tiempo. programáticamente la (lltima parte de «Dirección única,\ re-
El. ensayo; COJ:11.() fi?i-m<.'!, . c:;Qmiste SI:1,S9)1t~mpla¿ J<1s,:3pa- salta el duali~J:110. ()11 t{)lógicq e.te mito y. conciliac:;~ón: é~ta es
eI
. .fl1;t1r~i~}!~%i~:rm7r.\w~:fu~t~}i~~~!¡~:::~~~j¿t;f~
· ~e hacerlo c<?mo_pocos.1'?dgs,1:1p~11,~~ie,Qt9S,~,PQ.4nac:;~-
la ddprqpiQ. iniip,· E~ cúrs.ode ."s.ta crític:a$e§t:Clllariza el
conc:;em() :1e ~i~9. $t1Agt(füia.déLdestinó como .continui-
dag ·•. ~k c11lpª c:le Jq yiyq 6 se <::qrwierte e,nJa .•· ck la .. c911ti:
hficar de ...s1histónco-naturaF. Le· atraían los componentes nuic:lªc:1, de <::ti!Pe sk . la. SQGiedad: '?Mie,ritr<J..~ .. haya un solo
pet~ifi~ad?s,. s¿~g~Ja~o~·u obsófetos'deía ··c~Ú:llra,.••~~dii.I.o . ·rneµqjgg, §eguiráhabiendnmitos:,7. Así la filosofia de Ben-
quteü elfo se ileiRQÍ ~ba :de la. yifohclág ámáble y. fawili<1r, jamin, que un día, por ejempló en la ,,Crítica de la violen-
igual que el fósil o la planta del herbario atraen al coleccio· cia», quiso conjurar directamente las esencias, se vu~lve de
nista. I::ntre sus ute11siligs, foyotito~, e§tªban gsas bolas de manera cada vez más decidida hacia la Dialéctica. Esta no
crist.al.'quec.ontienenun..pai~aite,n.el que . nieva.cuando . se creció de un pensamiento en sí mismo estático, desde fuera
Lis agit;1. L~ palabra.frªnc::esa para. referirse. aJa naturaleza o por mera evolución, sino que estaba predefinida en el

6 Verl(l), 138 y Il(l), 175.


5 Ver IV(l), 89. 7 V(l), 505 y VI, 208.

17

~
qmdpro quo de lo más rígido y de lo más móvil, que reapa- reliquias teológicas o, como los socialistas religiosos, dío un
rece en todas sus fases. La concepción de la «J.?ialécti,ca in- sentído trascendente a la profanidad. Más bien esperaba
móv;ih pasa cada vez con mayor claridad a primer plano. únicamente de la radical y abierta profanización la posibili-
~ra conciliación del mito es el tema de la filosofla de Ben- dad de la herencia teológica que se despilfarra en aquélla.
jamín. Pero, como en las buenas variaciones musicales, casi La clave de estos jeroglíficos se ha percliclq. Deben, como se
nunca se muestra abiertamente, sino que se mantiene ocul- díceet1elJ16etnabarróco·s_ofüéla·mdanc?lía, «h;1~lar P?r
ta y desplaza la carga de su legitimación a la mística judía, sí mismos» 8• EJprocedirn1ento se .asemeja ?J.. c!t1Hague
~?fifi~~h~~b¿~~~i~~~~~~~~~~~~~:~¡~~~~~&~ª¡1~?[~~~:·
de la que había tenido noticia en su juventud a través de su
amigo Gerhard Scholem, importante investigador de la Cá-
bala. No sabemos hasta qué punto se apoyaba de hecho en ba. Es evidente la analogía eón Kafka, pero se d1ferencia del
esas tradiciones neoplatónicas y antinómico-mesiánicas. ptagués, de más edad, en cuya extrema negatividad todavía
Hay indicios que apuntan a que él, que casi nunca ponía las habitaba algo rural, épico-tradicional, tanto en eJ muy pro-
cartas sobre la mesa, utilizó, por enraizada oposición al nunciado elemento de urbanidad como contrafigura de lo
pensamiento amateur y la inteligencia «flotante», la técnica arcaico como en el hecho de que su pensamiento, en virtl1d
de la pseudoepigrafla, muy popular entre los místícos -na- del rasgo ilustrado, se muestra infinitamente más inmune a
turalmente, sin sacar a relucir los textos-, para engañar la regresión demoníaca que el de K.afka, para el que deus abs-
con ella a la verdad, de la que sospechaba que era inaccesi- conditus y demonio se confundían. Fn su edad madura,
ble al C(JllQ<.;imiento autónomo. En cualquier caso, orientó Benjamín podía entregarse sin reservas, ni siquiera menta-
por la \Cáb_aJii)su concepto de lo que es un. t~.JCTO sagrado. les, a sus conocimientos sociocríticos, y no se prohibió nin•
P~t~. é.!iJ,,filQ~nffa.J:.onsistia tsmi.;ialmmte..en. 1::9mtntilliqy guno de sus impulsos. La fuerza de su interpretación se apli,

;it¿~tGt··ük1a~~~~'-i~Qm;.,c~~t!Fd~!~;··~~;¿¿°r~~f;f'Jt,
q ... •................ p............
··•·····•··········••·· ...............•........ ,.)l)'. ... •············•gn
có a penetrar las manifestaciones de la cultura burguesa
como jerogHficos de su tenebroso secreto: ~º!11-º ideologÍJ;5.
fi~;;I99.Yh~ti,LdtJ,l . J;xpr.esión. La relación de la Filosofía Ocasionalmente habló del «veneno matenahsta», que tema
con cualquier opinión doctrinal codificada existente es me- que añadir a su pensamiento para sobrevivir. Entre las il~-
nos ajena a su gran tradición de lo que Benjamin podía siones de las que se desembarazó para no tener que rend1r-
creer. Escritos o partes de escritos centrales de Aristóteles y se estaba también la de la figura monadológica, yacente en
Leibniz, de Kant y de Hegel son «críticas» no sólo implíci- sí misma, de la propia reflexión, que .medía incansa~lemen-
tas, como trabajo sobre problemas puestos sobre la mesa, te, sin imf ortarie el dolor del despo¡o, p~)f ~ª, coactiva ten-
sino como. confrontaciones específicas. ~Q!Q _c;1,1mg9JgsJi- dencia de colectivo. Pero de tal modo asimilo el elemento
l9~gfos ..reunido~ eg_g[e!Ilio. Eer~E~rngJª,:c.2~wm1?rtcii;:t2.eJ1- ajeno a la experiencia propia que lo aprovechó para bien_. _
s ª!J29J:.~Lmismos, cadiüiió'.pegsq,qg 'i. siµ.e,proJegerse Las contraenergías ascéticas mantenían la balanza eqmh-
brada con las de la invención renovada en cada objeto. ;sto
~1p;;~r¡~i~,Po°si6f~!Si'~esiª··c.:i~fi?crrrecc10'*1,1Fi~ñ~}~~si~- ayudó a Benjamín a hacer Filosofí.a contra la Filosofía. Esta
Ben¡am1n reiresént6 Jn de~iat<lo aléjañclrínismo, y co; no se representaría mal con las categorías que no se}fan.en
ello alzó contra él todos los afectos furiosamente enraiza- ella. Su idiosincrasia contra palabras como personah?a11a
dos. J;r.15.p1.1s() l.i}cleª delte}StO ,s.1gr.1d9 a llna Ih,istración gJa una idea de ella. Su pensamiento se alza desde el pnnc1p10
qtie la @ísticij1.1clí~g;disp9riJ;:t.1c;iill1l:,iiJ!1 trasJt$ .hU:elfotde
Sch9lem- Su. . ens.a,yíst,is.:ª ..es. . d . tf:it.imitrito.de . l9s. . te~tQS. pw- 8 Ver «La melancolía habla por sí misma», de Andreas Tscherning; cita"

(ilf!?JS9111:?..~iJgernP-~,ªg¡:;wos. En modo alguno se aferró a da por Benjamín en El origen de la tragedia alemana (I (1 ), 317),

18 19
contra la mentira de que el hombre y el espíritu humano se lenguaje que se rige por la Cábala la contempla como un
fundamentarían en sí mismos, y de ellos surgiría lo absolu- conjunto de garabatos para el nombre. Esto une su fase ma-
to. Lo rupturista de esta reacción no se puede confundir terialista a la teológica. St1 yisión _de la Modemidadcomo
con los movimientos neorreligiosos que quieren volver a Ai-seis;iJ.?c.4t1.? . C_? 11.sel:,'.a,.x~~tmsde. iiiii:s§pffrnª:férdad·'anti-
hacer del hombre en la reflexión aquella criatura a la que de 0 gua, smo que se_refiere al esta1lid9 r.~al dela.~11s0Üaí:ióii'd~
todas formas le degrada la total dependencia social. El no se la 'füñiai1én\iaJfüfi;üesr Nó.lepreoéüpá tanló rec:'óüstrüir
dirige contra el subjetivismo supuestamente hinchado, sino fa totalidad de la sociedad burguesa como ponerla bajo la
contra el concepto mismo de lo subjetivo. E.ntre los polos lupa como algo deslumbrado, natural, difuso. A este respec-
de §ll füosofiª'·. 1ll~ts"!.Y. C()f!<:iJi<1i:i9t1, . ·.s.~.i,1~§Y.iv~(f ~tIUi:~to. to, su método micrológico y fragmentario nunca se apropió
Para su 1njgclª.\:le:me11t1s.ª, eiho1t1bré ~e. tr;µ1:;formaen .es- del todo de la idea de la mediación univeJ§_al, que tanto en
~iiri?i:!9:geJª &ªJiiasióng!:>ietiy¾: Dé ·a1i1 que la filosofia de Hegel como en Marx furioamenta Ia totalidad. Se mantuvo
~Js.J?ne!~~~::~¡~Jª:~i·
Benjamín extienda poco menos espanto que la felicidad
que promete. Como en el entorno del mito, en lugar de la }falídi~r~¿°¿~~~u~ri~i~]H;~á6;ll¿J~
r•·--••v,, Sl1.
•·•••·P,.,. ...,. w . ,. ..
••·· •·•""'' ,.·. · ,,.e,.

subjetividad, reinan la variedad y la ambigüedad, la univo- fuu11do:L() gu~ le . irnporta~.1 . ¡;mjnJerpr~t..ylofJ~iiüf11ene;~


cidad de la conciliación -presentada conforme ai modelo
del ,:nombre»--, es la contrafigura de la autonomía huma-
na. Esta se reduce, por ejemplo en el héroe trágico, a mo-
f6J~º~gq~~~~iQo1~i~f~r~rf~~~Üi~~~t1%:~;t~;seg, ;j~f{r1~il;.i~~
mento de tránsito dialéctico, y la conciliación del hombre
con la creación tiene como condición la disolución de toda
~i~i!J11iüai:trnafi~~!!Y!i 1~·tJf1ri21i~!;:~:~:;~ d~t
cual la observación del capitalismo como sistema amenaza
1

esencia humana autocreada. Según una manifestación oral, con equipararse a éste. Aparecen motivos del primer Hegel,
Benjamín sólo reconocía al Yo como místico, no como me- al que apenas conocía: también en el materialismo dialécti-
tafl.sico-crítico del conocimiento, como «sustancialidad». La co percibió lo que aquél llamaba «positividad», y se le opu-
vida interior es para él no sólo el albergue de la abulia y la so a su manera. En el roce con lo materialmente próximo,
turbia autosuficiencia, sino también el fantasma que defor- la afinidad con lo que es, siempre estaba asociado a su pen-
ma la vida posible del hombre: por doquier la contrasta con samiento --con toda su rareza y agudeza- algo peculiar-
lo corpóreo y exterior. Así pues, en vano se buscarán en él mente inconsciente, ingenuo si se quiere. Esta ingenuidad
conceptos no sólo como autonomía, sino también como le hacía simpatizar a veces con tendencias políticas de po-
totalidad, vida, sistema, pertenecientes todos ellos a los do- der que, como él bien sabía, hubieran liquidado su propia
minios de la Metafísica subjetiva. Lo que celebraba en Karl sustancia, su experiencia espiritual no reglamentada. Pero
Kraus -por lo demás tan enteramente distinto de él-, también ante ellas adoptó,. astuto, una postura interpretati-
para su disgusto, es un rasgo propio de Benjamín: la inhu- . va, como si al mismo tiempo -si se interpreta sólo el espí-
manidad contra el engaño de lo omnihumano9 . Pero las ca- ritu objetivo- se diera por satisfecho y conjurara su horror
tegorías que declaró no válidas son al mismo tiempo las al comprenderlo. Antes aceptaba sostener la heteronomía
propiamente socio-ideológicas. Siempre, el señor que hay de las teorías especulativas .que renunciar a la especulación.
en él se alza como Dios. El crítico de la violencia retrotrae Política y Metafisica, Teología y Materialismo, Mito y
por así decirlo la unidad subjetiva al magma mítico, para Modernidad, materia carente de intención y especulación
entenderla como una mera relación natural; el filósofo del extravagante ... todos los caminos de la ciudad de Benjamín
csmvergían en el plano del libro sobre París como en su
9 Ver II(l), 334-367. Etoile. Pero no hubiera conseguido representar de forma re-

20 21
sumida su filosofia en un objeto por así decirlo apriorística- dialéctica,Una teoría del jugador¡¡ grandiosamente impro-
mente predeterminado. Igual que la concepción estaba s_e- vi'.~aci:t·es'fáblecía su modelo: desde el punto de vista de la
parada del impulso concreto, a lo largo de los años se abnó Filosofla de la Historia, debían descifrar la fantasmagoría
paso la forma monográfica. Una recensión aparecida en la del siglo XIX como figura del infierno. Al estrato originario
Neue Rundschau, «Cursi onírico», se ocupaba de los chocan- de Pasajes, de en torno a 1928, se le superp~ní~ ,entonce_s
tes destellos de elementos obsoletos del siglo XIX en el Su- otro materialista: ya fuera porque la determmac~on _del s1·
rrealismo. El punto de intervención material lo ofrecía un glo XIX como infierno era i~parable e_n vista del mmmcnte
artículo sobre los pasajes de P?fis que él y Franz Hessel pro- Tercer Reich, ya porque la 1dea del m~e~o apuntaba en
yectaban. Se atuvo al título, reasaj,~~' mucho después de que una dirección poUtica completamente d1stmta cuand? Hen-
se configurara un proyecto qüe debía proceder con los ras- jamin rindió ante sí mismo cuentas del pa~el estratégico de
gos fisonórhicos extremos del siglo XIX de forma similar a la apertura de bulevares por Haussmann 2 y, sobre todo,
como el Libro de la tragedia lo hada con los del Barroco. _ /j;_ cuando topó con un escrito desaparecido de Auguste 1?1:in-
~~::tk.~~a¿itii/~~tt~ It~i~~iM~l~íiiii!iªp;ifª9~¿Jft;Í~
,enJ+d . .,, ... ,. ,.........P ...... _.........
•·•.•··-···•·----·---·--·º-·-----·---·--.. "·"·-""···"----
Jescubrir, por ejemplo, rudimentos arcaicos en el pasado re-
qui, L'étemitépar les astres, surgido en la cárcel1 que antl~~pa
con acento de.absoluta desesperación la doctnna del eterno
retomo de Nietzsche. La segunda fase del plan está docu-
ciente, sino determinar lo más nuevo como figura de lo mentada en el memorándum, escrito en 1935, «f¡J!ͧ,JLc;.~-
más antiguo: «A la forma del nuevo medio de producción., pital cl~Lúgl9 ~¡x,,. En élri::1<1.~iQn~ figuFif.§ .sl~Y~I,9.\': lªipo.ca
que al principio aún es dominado por la del viejo ... corres- cci'ri" cate11oriás delrpupgq is;,l<1Li1uág!:'..n$.;,S,• Iba a tratar de
ponden en la conciencia colectiva imágenes en las que lo Four'té'r'yD"á~~rre:-ae·Crandvilley Luis Felipe, de Baude-
nuevo se entremezcla con lo viejo, Estas imágenes lo son de laire y Haussmann, pero trató de_ temas cC:mo moda .Y nou-
deseos, y en ellas el colectivo busca tanto superar como veauté, exposiciones y construcc1ó1: en_ !'llerro f½nd1?0, el
transfigurar la rudimentariedad del producto social y los de- coleccionista, el proxeneta, la prost1tuc1on. Del amb1to de
fectos del orden de producción social. Paralelamente, desta- la interpretación, dotado de excita~ión extrema, puede _dar
ca en estas imágenes la enfática aspiración a afirmarse con· testimonio, por ejemplo, un pasa¡e acerca de_ Grandv11le:
tra lo anticuado, es decir: contra lo que acaba de pasar. Es- «Las exposiciones universales consti:uyen el umverso d; los
tas tendencias remiten al pasado remoto la fantasía que productos. Las fantasías de Grandvt~le traslada!1 el caracter
recibe su impulso de lo nuevo. En el sueño en el que cada de producto al universo. Lo modermzan. El amllo de Satur-
época se presenta ante los ojos de la que le sigue, esta últi- no se convierte en un balcón de hierro fundido en el que
ma aparece maridada a elementos de la prehistoria, es decir, los habitantes de Saturno se airean al atardecer... La moda
de una sociedad sin clases. Sus experiencias, que tienen su prescribe el ritual según el cual ho~rar al fetiche del _produc-
depósito en el inconsciente del colectivo, producen en su to. Grandville extiende su pretens10n tanto a los ob¡etos co-
infiltración con lo nuevo la utopía, que ha dejado su huella tidianos como al cosmos. Al perseguirlos en sus extremos,
en mil configuraciones de la vida, desde las obras perdura- descubre su naturaleza, que está en contradicción con lo or-
bles hasta las modas fugaces» 10 • Para Benjamin, tales i~e- gánico. Une el cu~rpo vivo al mund? inorgáni~o. _Hace rea-
nes eran más que arquetipos del inconsciente colectivo lidad en el vivo los derechos del cadaver. El fet1ch1smo, que
como en Jung: por ellas entendía f~Z<KÍonys 9bieti:Y:ª's está sometido al sex-appeal de lo inorgánico, es su nervio vi-
4rLm2Yüni.1:n1gJ1ist<,',i,1im, y les dio e nombre de\i~,igf;F\\':S
11 Ver V(l), 612 s.
10 V(l), 46 s.
l2 Ver V(l), 56 s.

22 23
taL El culto al producto está a su servicio» 13. Consideracio- ba el sabotaje de la aspiración a la felicidad, la mera ratifica-
nes de este tipo conducen al planeado capítulo sobre Bau- ción de lo infinitamente igual: el mito mismo. Pero el mo·
delaire. Benjamín lo desprendió del gran proyecto para ha- tivo utópico está emparejado con lo antirromántico. Se
cer con él un librito en tres partes; un trozo grande apareció mantiene lejos de la seducción de todos los intentos aparen-
en 193 9-40 en la Zeitschriftfür Sozia!forschung en forma de ar· temente emparentados -por ejemplo los de Scheler- de
tículo «Sobre algunos motivos en Baudelaire». Es uno de alcanzar la trascendencia a partir de la razón natural como
los pocos textos del complejo de los pasajes que llevó a tér- si el pr~)Ceso delii:nit~dor de la Ilustración fuera revotable y
mino. Un sewrido.texto son las tesis Sobr_(!frnncepto.de}a se pudiera recurrir sin problemas a filosofias pasadas recu-
Historia, que resumen por así decirlo las éonsideraciones de biertas de Teología. Por eso su pensamiento, conforme a sus
teoría del conocimien~o cuyo desarrollo ha acompañado el cálculos, se niega a sí mismo el «éxito», la unanimidad sin
del esbozo efe los pasa¡es. Hay miles de páginas de éste, ma· fisuras, y convierte lo fragmentario en principio.· Para llevar
teriales escondidos en París durante la ocupación. Sin em- a efecto lo que le rondaba en la cabeza, eligió la total e,'(tra-
bargo, el conjunto apenas es reconstruible. La inte.nciéiri . de territorialidad respecto a la tradición manifiesta de la Filoso-
Ben¡arqig !:'.[ªE(:'.i\lltl(!§lLª·· toda . . interp¡-etªciéin· mar1ifiista·y fía. A pesar de toda conformación, los elementos de la His·
hacer. surgir .l~s signi~c,.1d9s. ií11j~a111!:'.nte 111edi§lnte eLmpn- toria por él aprobada entran en su laberinto de forma dis-
faje . choca11tejíef µ:qteríaf; .. ½1 .F'ilosqfia .no.sólo Jkbia . reco· persa, subterránea, transversal ..~.QjQ<:Q)?file}Js,grgple., m?9Sit
gáel surreªlim19, .. sinoser surrealista . ella .misma. Entendía ~íe~i~e~¡~~t~eg~:,~ia~~lil~J 1 *a\'i;~;·~Y!: 1:~ei:sa-
füeralmente la frase de Direáion iíiiiúi de que las citas de sus ···,·'"··-·F•···········,. J?,••••·•·••••a,"S,•C•J\ ......... ,,,m•••• .,.......•,,••·•·•••'e•••••••• • ••• •. • • .• ••• .osa, .es.ta
trabajos eran como ladrones en el camino, ~ue saltan de s.e: ruelYe. g:i;:g;iiía, q:img 9,Jgq q:,J;i,d,imo .cuandn se . mira al
pronto y le arrancan al lector sus convicciones 4. Como co· %~~%~copj~:•1Aa~Mnd~~=·t1R¿tt*·~n ai;~{deJaªµsencia.d~
ronación de su antisubjetivismo, la obra principal solamen· . ••·· ·•· . · · •· . . •Y..............,.......,....... ,......................... ep;? J.,.. entre. . los. repre
te debía consistir en citas .. Sólo raramente se encuentran se1,1t,ag!e.s. Ae. Je. 1gtµkic'in,2,I<1sisi.R!l ...... y. asf.füe. . malentendi-
anotadas interpretaciones que no hubieran surgido ya en dC> . }1 me:111.1q9 i11clt1s9 p.oi::. ;1migQ$. §J.lYQ§=, s,,e:. qlyidFlría.lo
Baudelaire y en las tesis sobre Filosofía de la Historia, y no i6Ít~¿.L.ªe~IÍ;d;~~Td··•·tª'1,~2 . e.yig~,4$..fo@i1. . d,i:ec.t~ . .:.í?••ªb-
·······. , . ,p . . . . . .·.•·•· . . ...... ,,. . e.mu:ar... .,Qp!ga entf::xa.. es.dJ,5ctlJ;,ta.
hay ningún canon que diga cómo se podría realizar la osa·
da empresa de una FiJgmfla..depµmda.deFargumtutP, ni si- La tecmca del aumento permite moverse a lo inmóvil y de-
quiera cómo se podrían alinear las citas de manera en algu- tener lo móvil. Su preferencia por los objetos mínimos o
na medida razonable. La Filosofia fragmentaria se quedó en raídos, como el polvo y el peluche en el trabajo sobre los
fragmento, víctima quizá de un método del que no se pue· pasajes, es complementaria a aquella técnica que se ve atraí-
de deci1ir si se puede mantener siquiera en el medio del da por todo aquello que se cuela por entre las mallas de la
pensamiento. red conceptual convencional o ha sido demasiado despre-
Pero el método no se puede separar del contenido. El ciado por el espíritu reinante como para dejar otra huella
ideal de conocimiento de Benjamín no se conforma con Ta" ~as él que la del juicio apresurado. Como Hegel, el dialéc-
:re···•rocfii'ccioñ a¿··10 ·ue··ae·toctá.s''iñañe~as·····e·s:·· En·. 1a· fí~Ita- t1co espera de la fantasía, que definió como «extrapolación
d~~ deCcfréülo def ~ñocl¡;{í;~;:~ posibíe: ·~n el orgullo de hacia lo mínimo,)5, «contemplar la cosa como es en sí mis·
la F1losofla moderna por su madurez desilusionada, ventea- ma y para sí misma», es decir, sin reconocimiento del irre·

13 V(l), 5L 15 Ver IV(l), 117: «El patrimonio de la fantasía es el don de interpolar en


l4 Ver IV(l), 138. lo mfimtamente pequefü;:i».

24 25
vocable umbral que hay entre conciencia y cosa en sí. Pero
la distancia de tal contemplación está desplazada. Porque
no tanto, como en Hegel, se desarrollan sujeto y objeto
É~lJ~¡,l~jé~k9}fil;é~i~¿~~~~:J~·tJ:1:itit~i1~
·f.or· tg¿µfrrifo.~c:1ifo
g~'.'~.i,f füqpiª ~á~ific;;i,cign, fuista de~ceu-
como en última instancia idénticos, sino que más bien la d~i-aJg.augxgínico. «Lá esperanza sólo nos ha sido dada en
intención subjetiva se.presenta como extinguida en el obje- aras de lo carente de ella» 18, concluye el tratado sobre las afi-
to, este pensamiento no se conforma con intenciones. L.1 nidades electivas. E11 la paradoj_;i <lfJi! p9síb,ili4a4 dfJQjrn-
posib,le se eµcllf11fr,í~~{ff-~f p'cfr 1\Jt~a y~z;Mistica . eJlnstra-
t~·~!r?,~~ctUt:;i~~~;~~~:~t1i:li~;{~~:~slªº'
sua los
pera penetrar en
~f!"
filones nue nin 01'1 n nrocedi-
ción. Se desembarazo del sueño sm tra1e1onarlo y hacerse
ó:Sinplice de aquello en lo que los filósofos siempre estuvie-
.mÍento ··aasifiéatórío· atéañíi'síñ 'ftaslacl~iaf'az:t1/;~spon- ron de acuerdo: que no debe ser. ELcarásJ!tL9'fit;rQglificp
·¿abüícfad.·a¿•··li.diiaioiitimpfa~ign:•1a···di;miñiiclóñ.·•·c1e la que .él .1::is1119 . ~io z
a ~?~ . efi?.Ii.gnp!>. ~. }¿gf( . IÍ!1lC~ q_y,e
distancia al objeto fundamenta al mismo tiempo la relación catatténza todo lo que escnbm tiene su :fu:11 . . arner~tPm,e§~
con la práctica posible que después guiará el pensamiento paraa91a;Desplegana-coll'1o·s ui'licos·med·ios ae·10s qúe dis-
de Benjamín. Lo que la experiencia encuentra al d,efja vu, sin pone la Filosofia, los conceptos, es lo «uno» por lo que se
aclarar y sin objetividad, lo que Proust se prometía para la hundió sin reservas en lo «múltiple».
reconstrucción poética mediante el recuerdo instintivo, es
lo que Benjamín quería recabar y elevar a verdad a través
del concepto. Le obliga a hacer en cada momento lo que
por lo común está reservado a la experiencia aconceptual.
La idea debe ganar la densidad de la experiencia sin renun-
ciar sin embargo a nada de su severidad.
Pero la utopía del conocimiento tiene la utopía por con-
tenido. Benjamín la llamaba la ,,irrealidad de la desespera-
ción»16. La Filosofia se adensa en experiencia para que le
quepa en suerte la esperanza. Sin embargo, ésta se presenta
únicamente como rota. Cuando Benjamín organiza la so-
breiluminación de los objetos en aras de los contornos
ocultos que un día han de manifestarse en ellos en estado
de reconciliación, ello hace al mismo tiempo que destaque
bruscamente el abismo entre ellos y la existencia. El precio
de la esperanza es la vida: «la Naturaleza es mesiánica por
su eterna y total fugacidad» y suerte, según un fragmento
tardío que lo incluye todo, por su «ritmo» 17 propio. Por eso

16 Probablemente Adorno cita una formulación oral ,de Benjamín: no se


encuentra en sus escritos. .·, ·
l7 Il(l), 204. El «Fragmento teológico-político» del que se ha tomado la
cita apenas pertenece a la etapa tardía de Benjamín; pudo haber sido escri•
to en torno a 1920 (ver ll(3), 946 s). 18 1(1), 20 l.

26 27
de Benjamin, aparecida por vez primera en 1928, no es,
como pudiera pensarse en un fugaz vistazo, un libro de
aforísmos, sino una colección de imágenes mentales; un
tomo posterior de breves textos en prosa de Benjamín,
pertenecientes al entorno de Dirección única lleva de hecho
ese nombre3 • Naturalmente, el sentido de la expresión ha
experimentado un desplazamiento. La expresión de Benja-
mín sólo tiene en común con la de George que atribuye
objetividad precisamente a aquellas experiencias que ha-
cen que el punto de vista trivial pase por ser meramente
Dirección única de Benjamin (1955Y subjetivo y casual, que lo subjetivo se entienda tan sólo
como manifestación de lo objetivo.,. las imágenes menta-
les de Benjamin son tan platónicas como el platonismo de
En aquel poema del ,,Séptimo anillo» en el que George que se ha hablado en Marcel Proust, con cuya obra Benja-
expresa su gratitu~ a Francia, se alaba a Mall~:m~ como min tuvo un contacto que fue más allá del de mero tra-
«sangrante por su imagen mental,,!. La expres1on m_1agen ~ctm ·
mental, un holandesismo, sustituye a la palabra ,,idea», Sin embargo, los textos de Dirección única no son imáge-
desgastada por el uso; se jue~a ~on una f~rma de entei:rder nes como los mitos platónicos de la cueva o el carro. Son
a Platón opuesta al neokantiamsmo, segun la cual la idea más bien jeroglíficos garabateados que evocaciones alegóri-
no es una mera representación, sino un ser en si, contem· cas de lo que no se puede decir con palabras. No pretenden
plable incluso, aunque sólo espirit1-1:al11:~nte. La expresión tanto ofrecer apoyo al pensamiento conceptual como
"imagen mental» resultaba atacada mc1S1vamente en la re· llamar la atención por su forma enigmática y poner en mo-
censión de George que escribió Borchardt_2, y ha ten~~o vimiento al pensamiento que en su expresión tradicional y
poca fortuna en alemán. Pero, como los l~bros, tamb1e1;1 conceptual parece rígido, convencional y envejecido. Lo
las palabras de las que ~stá~ ,compues_tos t1ene1;1 su desti- que no se puede probar al estilo habitual y sin embargo sub-
no. Mientras la germamzaoon de la idea fue impotente yuga, debe espolear la espontaneidad y energía del pensa-
frente a la tradición del lenguaje, el impulso al que acudía miento y, sin ser tomado al pie de la letra, hacer saltar, por
la nueva expresión siguió teniendo efectos. Dirección única medio de una especie de cortocircuito intelectual, chispas
que iluminen súbitamente lo familiar, si es que no lo incen-
,, Este texto, escrito en junio de 1955, apareció como recensión_ de la dian.
nueva edición de Dirección única (Francfort, 1955), en: Texte und Zetcben I
(1955), págs. 518 a 522 (cuaderno 4); una reimpresión en el volumen So· Para esta forma filosófica era esencial encontrar un niv¡::l
bre Walter Benfamin. Con aportaciones de Theodor_ W. fi.dornc: y otr?s en el que se unieran espíritu, imagen y lenguaje. Y ése es el
(Francfort, 1968, págs. 55-61) pudo haberse producido sin part1c1pac1on del sueño. Así pues, el libro contiene numerosos relatos de
del autor. Texto de esta edición: Adorno, Gesammelte Schriften, tomo 11: sueños y reflexiones sobre sueños. Afirman su prioridad
Noten zur Literatur, edición de Rolf Tíedemann, 2ª edición, Francfort,
1984, págs. 680-685. los conocimientos obtenidos de la zona del sueüo. Pero
este procedimiento tiene muy poca similitud con la inter-
1 Stefan George, Werke, Edición en dos tomos a car9o de Ro~ert Boeh·
ringer, 2ª edición, Düsseldorf, Múnich 1968, t?rno_I, pag. 235 («Fi;anken»).
2 RudolfBorchardt, Prosa I, edición de Mana Lmse Borchardt, Stuttgart,
1957, pág. 267, nota.
3 VerIV(l), 428-433.

28 29
pretación freudiana de los sueños, a la que Benjamín alu- do, y quería decir: quien viva aquí un día, que no se le pa-
de a veces. Los sueños no son considerados símbolos de lo rezca en nada» 4.
espiritual inconsciente, sino tomados literal y objetuai- La técnica de Dirección única está emparentada con la del
mente. Dicho en lenguaje freudiano, lo que importa en jugador que Benjamin se sentía y a cuya figura daba vueltas
ellos es el contenido manifiesto del sueño, no la idea laten- una y otra vez; el pensamiento renuncia a todo rastro de la
te en el mis-mo. El nivel de los sueños es puesto en rela- seguridad de la organización espiritual, a la deducción, la
ción con el conocimiento buscando determinar en la for- conclusión y la consecuencia, y se entrega por entero a la fe-
ma de representación lo que los sueños tienen que anun- licidad y el riesgo de apostar por la experiencia y ganar lo
ciar de verdad dispersa. No se hace abstracción de su esencial. No en últimasinstancia, en esto está lo chocante
origen psicoló~ico, sino de las advertencias, proverbiales, del libro. Provoca en el lector supuestamente irónico mar-
pero extremadamente actuales, que hacen los sueños a la cadas reacciones defensivas para hacerle ver de inmediato
vigilia y que la razón habitualmente desprecia. El sueño se aquello que hace mucho que quería negar, y que sólo por
convierte en un medio de experiencia no reglamentada eso niega tan encarnizadamente. Porque los números a los
como fuente de conocimiento frente a la superficie encos- que Benjamin apostaba salen con mucha frecuencia, y a la
trada del pensamiento. En muchos momentos se mantie- idea le toca mucho más de lo arriesgado. Son experiencias
ne a distancia la reflexión de manera artificial, se enfoca como ésta, melancólica y alegórica: «El anfitrión puede ver
con exceso la fisionomía de las cosas ... no porque el filóso- de un golpe cómo ha transcurrido una velada con invitados
fo Benjamín despreciara la razón, sino porque sólo me- por la posición de los platos y las tazas, de los cuencos y ali-
diante tal ascesis esperaba poder restablecer el pensamien- mentos»5. O bien: «Sólo conoce a una persona quien 1a
to mismo, que el mundo se disponía a apartar de los hom- ama sin esperanza»6 . O bien: «Dos personas que se aman
bres. Lo absurdo se presenta como si fuera obvio para dependen sobre todo de sus nombres» 7 • El dolor de estas
privar de su fuerza a lo obvio. percepciones es el que obliga a reprimirlas en la vida coti-
El texto titulado Subterráneo atestigua asimismo esta in- diana; pero este dolor es el sello de su verdad.
tención, al delinearla en alguna medida, hasta donde lo per- Pero Dirección única no sólo consiste en evidencias de lo
mite la forma del asalto filosófico. «Hace mucho que he- indeducible. A veces habla la razón transparente; pero
mos olvidado el ritual con el que se construyó la casa de cuando lo hace, lo hace con una fuerza de cuño sentencio-
nuestra vida. Pero cuando haya de ser atacada y caigan las so que no se queda detrás de esa certeza ensoñadora ali-
bombas, qué antigüedades agotadas y embrolladas no que- mentada de la continuidad de la vida entera. A ella pertene-
darán al descubierto en sus cimientos. Qyé no estaría ente- cen algunas de las definiciones de la obra de arte frente al
rrado y sacrificado bajo fórmulas mágicas, qué estremece- documento, como: «La obra de arte es sintética: central
dor gabinete de objetos curiosos allá abajo, donde los po- energética»8 • «Una obra de arte crece con su repetida con-
zos más profundos están reservados a lo más cotidiano. En templación»9. Las definiciones de Benjamín no son deter-
una noche de desesperación, me vi en sueños con mis pri-
meros compañeros de mi etapa escolar, a los que hace déca-
das que ya no conozco y a los que apenas he recordado en 4 IV(l), 86.
este tiempo, renovando tempestuosamente la amistad y la 5 IV(l), 125.
6 IV(l), 119.
hermandad. Pero al despertar, me quedó daro que lo que la 7 IV(l), 119.
desesperación había puesto de manifiesto como una explo- 8 IV(l), 108.
sión era el cadáver de ese hombre que allí estaba empareda- 9 IV(l), 108.

30 31
minaciones conceptuales establecidas sino, siguiendo la listas, hacia los que Benjamín se vuelve en Dirección única:
tendencia, eternizaciones del instante en que la cosa acude «Los sellos ~epletos ?e cifras, letras diminutas, hojitas y oji-
a sí misma. Una formulación como la siguiente tendría que tos. Son grahcos te¡1dos celulares. Todo eso bulle y vive
poner fin para siempre a W1 pleito legislativo que hoy es es- como los animales menores, se despedaza a sí mismo. Po;
pectralmente recurrente: «La ejecución del criminal puede eso con trocitos de sellos pegados se consiguen imágenes
ser moral: su legitimación, jamás» 10 . tan efectistas. Pero en ellos la vida siempre tiene un toque
Pero se entendería muy mal Dirección única de Benjamin de podredumbre, como signo de que está compuesta de co-
si se le considerara irracional por algunos de sus plantea- sas muertas. Sus retratos y obscenos grupos están llenos de
mientos metodológicos o mitologizante por su a_finidad _ai esqueletos y montones de gusanos» 12• Mientras ·el pensa-
sueño. Más bien a Benjamín la incrementada, ciega y sm miento de Benjamín penetra sin reservas mentales hasta el
embargo transparente vinculación de la modernidad y su enamoramiento de lo mítico, cada una de sus frases vibra
sociedad al destino alienado de cada individuo le parece con el pálpito que un día se expresa en libro como axioma:
precisamente el mito al que el pensamiento tiene que ase- que toda esta modernidad culposa sucumbe, ya sea por sí
mejarse para ser dueño de sí mismo y romper así el hechizo misma, ya sea por fuerzas que la derriban desde fuera. La
del mito. En virtud de esta intención Dirección únt'ca, como voluntad que domina Dirección única es templarse en el pre-
primer escrito de Benjamín, está dentro del co1:t~xto de la dominio de lo existente, aunque sea sin esperanza: los men-
prehistoria de la Modernidad que planeaba escnbir. En este sajes mitoló&ic?s 9.ue se extraen del ~ueño S\m siempre casi
terreno describe el estilo mobiliario de la segunda mitad del los de una disc1plma carente de sentimentalismo, que se li-
siglo XIX: «El interior burgués de los años sesenta a noventa, bra de toda ilusión de intimidad y refugio, un «échalo a un
con sus gigantescos aparadores desbordantes de taraceas, las lado y ganarás». De la dureza del mundo anterior se querría
esquinas en sombra con una palmera, el torreón en el que aprender con un recuerdo pensante, la dureza del presente
se atrinchera la balaustrada y los largos pasillos con la can- se querría superar con la propia. La marcha del mundo obli-
tarina luz de gas sólo son adecuados para alojar cadáveres. gó al ingenio de Benjamín, originariamente metafisico, ale-
"En este sofá solamente se puede matar a la tía." La desal- jado de la política, a transformar sus sugerencias en sugeren-
mada exuberancia del mobiliario sólo se convierte en verda- cias políticas. En agradecimiento a tal despojo, le cupieron
dero confort ante el cadáver. Mucho más interesante que el en suerte -ya durante la inflación de los primeros años
Oríente paisajístico de las novelas policiacas es el· exube· posteriores a 1918- opiniones sociales que siguen siendo
rante Oriente de sus interiores: la alfombra persa y la oto- válidas hoy como entonces, y en las que está encerrado el
mana, el velón y el noble puñal caucásico. Tras el cortinón pronóstico de la desgracia de la que el propio Benjamín se-
que cuelga pesadamente, el dueño de la casa c~lebra sus ~r- ría víctima. Así, en el «Viaje por la inflación alemana» se
gías con valores, puede, como comerciante onental! sentir- dice: «Una extraña paradoja: cuando actúa, la gente sólo tie-
se como un podrido pachá en el khanato de la podnda ma- ne en mente los más estrechos intereses privados, pero al
gia, hasta que aquel puñal que cuelga en su v.:i.in~ plateada mismo tiempo su conducta está determinada más que nun-
sobre el diván ponga fin una hermosa tarde a su siesta y ª. él ca por los instintos de la masa. Y más que nunca los instin-
mismo» 11 • Emparentada con ésta encontramos la descnp- tos de la masa están equivocados y son ajenos a la vida» 13 •
ción de los sellos, uno de los objetos favoritos de los surrea- La mirada de Benjamín admite, saturnina, la ilación de la
\

10 IV(l), 138, ¡2 IV(l ), 135.


11 IV(l), 89. ¡¡ IV(l ), 95.

32 33
desgracia que alborea, y a veces casi pare~e coi:no si.s,ucum-
biera a lo que Anna Freud ha llama~o la 1dent1ficac1c:n con
el agresor, por ejemplo en ese pasa1e 14 en el que meg~ el
concepto de crítica y, en nombre de la praxis colectiva,
adoptando en terreno harto conocido el espíritu de los
tiempos, pone en relieve aquello que a él más le espa11;taba.
De todas las frases de Dirección única, la más melancólica es
la siguiente: «Una y otra vez se ~a visto qu~ ~u apego a la
vida acostumbrada, largo ha perdida, es tan ng1d.o, que echa
a perder la aplicación propiamente humana del mteiecto, la
previsión, incluso en caso de. acucia~te peligro» 15 ... la m~s Introducción a los Escritos
melancólica, porque al propio Ben¡~m, que n~ quena de Benjamin (195St
sino oír en el sueño la voz que trae consigo el bene~co des-
pertar le faltó esa misma salvación. Pero sólo mediante la
incur;ión en el objeto, hasta la literal extinción del yo, po- La publicación de una amplia edición de los escritos ,de
dían alcanzarse las posturas de «Dirección única». Este libro Walter Benjamin 1 debe hacer justicia a su importancia obje-
extraordinario se desvela a sí mismo en las palabras con las tiva. La intención no es ni recopilar meramente la obra de
que se presenta e~ él a la Spes de ~drea Pisano: «Está sen- un filósofo o erudito ni hacer justicia a alguien que murió
tada y alza desvalida los brazos haoa un fruto que le resul- víctima de la persecución nacionalsocialista y cuyo nombre
ta inalcanzable. Sin embargo, tiene alas. Nada es más cier- fue expulsado desde 1933 de la conciencia pública alema-
to»l6.
na. :fJSQJJr;e,pJQ.~.~. . Ql:i.rª,t?tcom2J2 g;i,p9c,:em2§Ae.s5k . el
siglo JJX, . . es . . . imldecuado . parn .. J3enj;unin; etJfücµtiplegge
1:!11.? . .9Pt? . . así,. qµereqµiei:e . . Y!1?.xid.g.son~gmª44§Ü1 fü1::1r~ . ª
Pa.:.rtir ele .~ll~. P!QPiQ§ . rnernpye.st.%..1t~e~tfQJJfesfüiil. .hQY. . .en
f¿ii2a~ª1!eiKefi]Jt ~eTu9n~lllr~~e~~~¿ia~/li1fá1itea1:!¿
.... ·· ·•.·· ......•....... P..................K........., ........ ,•.......... .,.·.•·•········•···•········•········· ....
i21:1fi~r.a,ci2x.s2n<:!.e.n?K.2n . . ilc.J? . fra,&rr1e,Pt?1:ied.~rc;l.4 . tºgª•·§µ . ,fi-
10so~a, no. sé>l() .al gra,JJ e,sq':lema d.e.sµs µltimos m"íps,en el
que P?nfa t9d~s}~f e~p~f~z:a,s: Por supuesto, el intento de

'' Este artículo, terminado en 19~5, fue publicado bajo el título «Intrer
ducción de Th. W. Adorno» en la edición recogida en la nota 1 (tomo I,
págs. VILXXV1I); el título utilizade, en la presente edición ha sido formu-
lado por el editor. Texto de esta edición: Adorno, Gesammelte Scbriften,
tomo 11: Noten zur Literatur, 2ª edición, Francfort 1984, págs. 567-582 y
702-704.
1 Ver W alter Benjamín, Schriflen, edición de Theodor W. Adorno y Gre-
14 Ver IV(l), 131.
15 IV(l), 96. tel Adorno, con la colaboración de Friedrich Podszus, 2 tomos, Franc-
fort, 1955.
16 IV(l), 125

34 35
protegerle precisamente de la amen~za del olvido ya serí~ lo .l.itfünita,c:ione~. Y.PI9hfüic:jq1.1:fá,a,nti;;las .qt,1.~..~1lekdoblegar-
bastante legítimo: sin duda, esa sene de textos -con~K1da s9, !;i conciencia elabora,cla(Benjamiñi no reconod.ó en pin-
de antiguo por un pequeño círculo-, como Las afinidades fillria.4e sus· mánifosta¿io"~es"eflíñiité oovfo .Rára:to"dü e1
ekctivas de Goethe o sobre el Origen de la tragedia akmana, da- pe11sc1J.11iento J.110der11q, eLnia,gdato delvirit de no ..hui[ ha-
ría ocasión a todos de volver a hacer accesible lo perdido ciarnungos inirtteligibk~ 9, cornqJ·legef lo Uamó cqnir.ri-
durante décadas. Pero tal intento de indemnización espiri- tación, allá doncle ha,y «111<\las ca,sa?"· El pensamiento de
tual habría tenido un punto de impotencia en el hecho ~e Benjamín no se dejó cortar el paso ni hacia la felicidad sen-
que nadie se hubiera reconocido menos_ en él que Ben¡a- sorial, prohibida bajo sanción por la tradicional moral del
min que se había desembarazado valientemente de la trabajo, ni hacia su contrapolo espiritual, la relación con el
cree~cia infantil en la inmutabilidad ahistórica y perdura- Absoluto. Porque lo sobrenatural es inseparable del cumpli-
ción de las c.onstrucciones intelectuales. Lo que motivó miento de lo natural. !2t.@iqµ,e,J3.enjamin.nodespg:p.qa
más bien la decisión de editar una oeuvre, de la que su autor rlel. c{)nse.pt()la.y,Jgciéi11 con.Jo '1,bsql,qto, ~Ü1.Q .qt1eJ9 pµs-
hubiera podido desear que se la ocultara en «criptas de már- que . en elsáílt;i~tg_fük2,59i\fos p.1a.!;rjªJe.t.Jodo . ac¡gel!q
mol» para ser desenterrada en una época mejor, es una pro- e.11.·.c{)11t,rn__ fieJg,i;µal Ae . empei;iriariJas . 11<Jrrp;,íf qe._ Ji. e:isre;
mesa que partía de Benjamin, el escritor y la persona, y que rien.cia. de~e.;igipµirse sr::gv11.eJ ip-ipµ1s9• 4el?erüarnit1_}... l.ª
era tanto más apremiante recordar cuanto _que las podero- í:J<peri_e.11sia..Lsgg_si.gi~n,.Jp . $Q!P. e..r1. . ~.l1 PX9Pi<! ..S.9.IJC:[t::.<:Íflrl1_e.11.
sas fuerzas de lo fáctico parecen hoy con¡uradas para no vez efe volatilizaresta su parte inmortal al someterla al es-
permitir que nada semejante salga a la luz; una_fasci1;1~ció1;1 qÜerrúideTá"ge~fr~I{dad'áEstrást~:Beñjamin·sepóiííaasf én
única. Nci deriva sólo de su espíritu, abundanc1a, ongmal1- bruscá contraposición a toda la moderna Filosofia, con la
dad y profundidad. Las ideas de Benjami11 resplanclec:enen excepción quizá de un Hegel, que sabía que levantar un lí-
U!l colorqlle ape11a~ aparece en el r::specy:9d,e l{)s C()11C:e,ptos mite siempre significa también superarlo, y se lo puso fácil
y qµe pe,rte11ece a, . u11 orde1_1 cont~a eJ q11e J?QJ:)Q c911111n la a aquellos que discutían la fuerza vinculante de sus ideas,
conciencia se bloquea de mmed1ato para, ,119 ~a,stwse_. del queriendo desecharlas como ocurrencias meramente subje-
mundo habituar y de S,lIS obietivos,Lo que ~enJ¡JJ1J.md1~0 Y tivas, meramente estéticas, o como mera cosmovisión meta-
escrífoó ?ODaba como. sipr9cediera del. secret().p~rq reC1bia fisica. Se encontraba en posición tan opuesta a tales crite-
su poder .de la eyicle11cia, Estaba libre de 1~ po~e j:k J~ dpc· rios, que ni siquiera se le ocurrió defenderse como Bergson
trina secreta y del rit() iniciátirq; ~enjamin1amas_ pr~c:!1cq ~l contra su validez; desdeñó incluso reclamar para sí una es-
«pe11s?111iei;i.t9 prjyilegiadq,:2, Sin dud~ no era dificil 1mag1- pecial fuente de conocimiento en el golpe de la intuición.
nárselo como un mago de alto y pui:uagudo som~rero, y a Fascinaba porque las habituales objeciones contra la evi-
veces entregó pensamientos a sus am1g_os como qmen ent~e- dencia de su experiencia, en modo alguno remontable a to-
ga objetos mágicos valiosos y quebradizos, per_? a to1os, m· dos sus pasos, pero a menudo convincente, adoptaban un
cluso al más extraño y extravagante, acampanaba siempre algo de tontamente esgrimido, de apologético, el tono del
tácitamente algo así como una advertencia de que la co~- «sí, pero». Sonaban como meros esfuerzos de la conciencia
ciencia despierta sólo podría apoderarse de a9uellos conoct- convencional por afirmarse contra lo irrebatible, contra una
mientos precisamente si era lo bastante desp1erta._;;,11s_fr~~.~~ fuente de luz más fuerte que el envoltorio protector de la ra-
no invocaba11 la revelación, sino un tipo de expenen_(:Ja que cionalidad conjurada en lo existente..Sin.em!J?,rgQ,JQQQ.iQ
i,'!ni~~gi,füt_é .·se. gi§fipg4Ji:de)á;ge11~i~l~§·qu<~?:.~~~P!!a,l?a, s211trnÜQ ql1e.jrra~i.9n,1,l,Jª filQ.S.Q.fi.il (,fo . .Benjªmin S()!IY~P:
ºª·JÍn p9lép-iici1,S9Q§ll merc1me~<;ní.:ͪ, a. es.1 . . rª~i()t1?:füiªª
2 Ver III, 315-322. g~-.sll. P!'?P!ª.jªi9te:z·.N°?..E2I . fa,Jt.ª ~.l~ ,<::9110:c:in\ien,.tQf 9 PW

36 37 ;(

-~·--~J
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r.ªntas1am d._1sc1p_ma(
· 1· i a__ 1gn9~~
. b. . ª,1'}.tr-ª,./9Qn._
' d. . ' .filQS.QJc;ªy
' fi __ 1
--ª,_S parecen Ígllales en lQ)Il:ás íritimo; los sistemas desarroHan la
r~glas en curso de la iógi,,:f c1(:nJ¡J1s;ª,.}PlQJX?[9.Yo<::~J}tfü1.le vana ilusión de aquella verdad que se alberga en la Teología
irritaba lo que de. estéril, mútil,. de~k1do.tema,. y pmqµ~Ja a cuya fiel y radical traducción a lo secular se aplican. A su
~~~f:¿t\~~d:~~~~,~~e]f¿~:?;fr!.·1~~rs~
1
~~~:~riz~ªp~; fuerza de autoabandono corresponde subterráneamente
una topera de galerías que todo lo unen. Desconfi<1ba al
el índice alzado dd control intde~:¡:µql. máximo de una organización superficial clasificatoria: te-
. La filosofía de Beniamin desafía al malentendido de con- mía que con ella, como advierte la leyenda, se olvidará lo
sumirla y quitarle fuerza considerándola consecuencia de mejor. ~i la tesis ge Be1?-iaII1it15 esmyo dedicada a _un aspec-
un Aperr;u desvinculado u obediente al azar del día y el estí- to t~órico. central del priII1~r R01panticisr:n9 alemán, quedó
mulo. Contra esto no se debe sostener tan sólo una reac- qfü1gado ch1i;<1,11te}9da rn yid,~ ~ Fried,ric.b S,éh,lege[i Nova-
ción tensamehte espiritual, como la de un molusco, ni lIS,. fl) ht concepc1ón del fragr:nentó cotJ:19 fqfll},i füqsqfica
mantener el carácter enteramente contrario de sus opinio-
nes en medio de los objetos más sensoriales, sino que cada
una de ellas tiene su valor en medio de una extraordinaria
~i¿;· ~:iitªe7I:r~:r~~~~-i¿ui~I!~1f
l?E()yecr9)pt,egral. Asípúes;
J·e·l~~~~~l::~iz~:~~~í
el que.la oBra de BénjamÍÜ..per-
unidad de la conciencia filosófica. Esta unidad encuentra su 111ane'.c1e:rª fragqi.e:pJapa 110 es atr:ibuibletan s,ólo a µn desti-
esencia en ir hacia fuera, ganarse en tanto que se arroja so- nq a~ar9s(), .. sipo qu~ estaba,. inserto en Ja es~ructµJª ge sµ
bre lo múltiple. La medida de la experiencia que p()rta cacla pe11sarn}ento, en $U 1clea ce:11ctral de:sqe eJprinc.ipio. El libro
fr.ts~ d~ fü:njaII11p e,· fa fue~za para lievar in!~nsamfllt~ ~l S1!,Yº mas extenso que nos ha quedado, el Origen de la trage-
i~11.tr,() hacia la periferia, e~ vez. de 1es,arro~lar la pe,nfena a dia alemana, está construido, a pesar de su minuciosa arqui-
¡)artir del centro, como e:iageIJ. la practica Ge lC?s fi}osofos_ y tectura, de tal modo que cada una de sus secciones densa-
la teoría tradicional.. Si el pensamiento de Ben¡amm no tl~- mente entretejidas y compactas en sí mismas, toma' por así
ne en cuenta el límite entre lo condicionado y lo i11cond1- decirlo aliento, empieza de nuevo, en vez de desembocar
donaclo, ta111poco, viceversa, levanta la aspiración de l_o de- en la próxima conforme al esquema del pensamiento con-
finitivamente total que resuena allá donde el P.ensam1ento tinuo. Este principio literario de composición apenas repre-
demarca su propio círculo, el ámbito de do mimo de la sub- s~?ta un¡;i..preten,:iÍÓI: menor que. la 1e ep.presar la concep-
jetividad, para r:nandar soberaname11te ep éL Su ;1:étodo _es- ~1on de :ta verdag misma de Beniamm. Esta no es para él,
~;~fu~~Y~ iib~~p:ob:ªtº!~i;cmtaJ¿;;;i6~~~:1f~~;c~ó~ :i~~~~·~~~~:ar~M~~' l~giii~iif6dd~13~!j~iiLg5~3~:
metafisica del nominalisma3: en él, no se sacan las conclu-
siones sin excepción _de arri~a abajo, sino que se ,act~a pre-
cisamente de forma «mductlva», de un modo excentnco. t,,:i
d; i:b;r~;1~e;~J1fZr·rfiªii~;~tJ1in1tkt}~r~~iXb~
d1v1110, y estas ideas cristalizan en cada caso más en el deta-
fantasía filosó:fic;a es para d la. capac:idad de «interpolación lle que en su campo de acc;i6n.· .. . .. .
en lo mfoimo»4, y. una célµla _de realidad contemplada COll- l1enja~i11_pe,ft~1~e~~-ª la generación filosófica que trataba
trape~apara fl ::-también ésta es su propia fórmula- -~Lrl'.'.s- de escapar.por todas partesdelidéafümü ·a sisteñia···n:o
to. del II1undo, Benj amin está tan lejos de la arroganaa del falfan'relacióñes suyas··c§nlCl~jfpf~~~_:i,füibJt{cfe ñ1i; :dad
sistema.cqgiq de la resignació11 e11 lo finito; amba,s cosas le de tales esfyerzos. Con[ la Fenomenología \)t: l1.12:s\.§Q.Pre
todo en su Juventud, el prot'eaímieñfoa'e'"cleterminación
•.e,•••-'•••• • '"''"""'' ''"••'••• •• ••

3 Ver [(1), 220-225.


4 Ver N(l ), 117; véase también arriba, pág. 25, nota 15. ' Ver 1(1), 7-122.

38 39 ¡
-- -___ j
qgj1:tiYo:significativo,analítica4e iQS et1t\:$, _orie:,1tada P?r ~1 serl que no le entendía; él y Scholem albergaban por Sche-
lenguaje y opuesta al_ esta~lecmnento arbitrano d~ tenm- ler la burla de la tradición judeo-teológica contra la resurrec-
nos. La Crítica de la violencia representa de :nodo eJemplar ción de la Metafisica en el mercado. ,PeroJoque Ji; qistin-
este procedimiento. Benjamin siempr~ ha dispuesto de una guía más íntimamente de cualquier paralelo de su éooca era
fuerza de definición arcaicamente estncta, desde la del des- é[iii§o:ispeafü:9.ai·:1o~ouqet9en·.·sij···fifc;s¿fi¡_·!'fü1~C:í . 1'.é-
tino como «continuidad de culEa.. . cl(:J() vivo»6 hasta la ta,r-
día del «Aura,/. A la escuela de(~~C?r.g~;p_ la que debe mas
de lo que podría observarse en la superficie de lo q~e ense-
~i~fet11iii11fíriit6.1f!!:Gí!~iiiS~~;h¡~fi~:)mt<lt~~ati~:~~
nia.ranado ~ggciqp.itl!9J, §iQQ. qgf t,Qt11é/t:L.S:l?JJC{Jlto . . <i.e
ñaba recuerda un algo de exorcizante, algo de agitado Y " cohéfC:ció11 -entretanto degenerado en ideología y oscu-
que fuerza a apoyarle en su gestualídad filosófica, esa ~o- iántism~ ~an Jit~~r.1!111ente,qy~J9gi:z;(), (:!1 ...(:r . . PeCJr . . 9t'.)QS
numentatidad de lo momentáneo que es unt,,1e.las.~ens10- cas9~,jni'.ttil"Jiwitodasa'qµ(:Uªs·mªnipul.iciq11<=~.qµe.hox.se
nes definitorias de su forma de pensar._ Co_~\?~rgmeJ; el an- Hévan a cc1bocq11 él? et1 no1nJ_)rf'. ciel maµgatq y .e.l etJrnen-
tisistemático está emparentada su aspiracion de sacar a la
Filosofla det' «desierto helado de la abstracción» 8 Ylleya.r :=l
p~nsamien!q c1jgi~g~.l:~-~-h~~~~~ic;1s ~gri~r,~~a.s. Entre sus co~-
l~ñ1¿\1ü~i t1~1~fut1itt~~1~tiJJªa:e<ll~t!1lE~oif
... ,.,.. ,..,.........................
conceptos no legitiI11ados, bajo
{ttlfi1t
,., ............... •·•· .... P ............. ··•····•···•··•······
fa p¡-otecció11 el~ afirm4¡;:jo-
táneos se encuentra con Franz Rosenzwelg en la_ tendencia ñ;es cóñü~Jás,c.Qfugsi fuera11 •. sijstanóale§iempíric:an1ente
a tran;formar la especulación en doctrina teológica;_ ~on el iesist,;ntes, deslizando. tácitalllente lo concreto como mero
Emst Bloch del Espíritu de la Utopía en la s~mcepc1on, d~l ~fr111pI<3di t111yoncept()xa· pre1neditado. qorideJe es Jiaúª
«teoricismo mesiánico», en la despreocupac1~n por el hm1- dado ar pellsarnietit()l sie:gi.pre digiéi cqmq qhjeto.lm. P!JP-
te crítico del filosofar y en la intención de mte~~etar _de tos""i:í9cfü~S: el~ Jci ~01.1qeto,.Jo. indis.ol t1bk.en.él,...aqµellpde
modo más trascendente la experiencia del mundo mtenor Iq qll_l:;JeahntriJthª- ~urgid.o,, En la más delicada entrega a
como clave. Pero precisamente de los ~losofemas ,con los las cósas, su Filosofia se afila incesantemente los dientes en
que pareció coincidir ~orno con las c~m1en_t;s de la ~poca es las semillas. A este respecto tiene que ver de manera no ex-
de los que más enérgicamente se_ d1stanc10., Pr~fino adue- presa con Hegel, permanente esfuerzo del concepto, sin
üarse de elementos de un pensamiento para el a¡eno Y ame- confianza ninguna en los mecanismos espontáneos de un
nazador, como quien se pon~ una v~cl!-na, antes que hace:· categorizar que simplemente recubre los objetos. Jn extre-
se responsable de un pensarmen~o. s1m1lar en el gue mante-
ner incorruptiblemente la comphc1dad con lo ~x1ste1;1-te Y lo !feiljitii~ª~¿?~t~?{?~Jl{fH?ii6eü~~~{ie¿fliitéiiie9cÍ!1~:'.
oficial, incluso allá donde se actuab~ como s1 hu~1era co- ma expresai cómo en el libro sobre el Barroco, intenciones
menzado el primer 9ía de todos l?s tiempos y hub1e;a que como la alegórica- copiar inte11c:i9pe~ (:()!1 eLpe11sami_1:;11-
empezar de nuevo. El, cuya audacia especul~tlv~ venia rar~- ,tQ, .. si119 al:im g19\$s:c1-m y eiijp11j~Ias . t~s:ie .19 s:a.r\:nt<=sk. In-
mente aparejada ~ ~os _restos de u;1 !1eokan~1an1s1!10 acade· ~#.
tenció11I cua11d9 no il.lc_lusg~ 1111a esp~ci,\ sktrnpajpi;k,Sí-
mico, incluso a d1stmc1ones escolastlcas, soha dec1r de Hus· sífo, descifrarlo carente de
inte11ción misrnq, Cuanto ma-
yor. sea ·1a éxigéiicia que .Benjamin . plantea al concepto
especulativo, tanto más desatado, casi se podría decir más
6 Ver I(l), 138 y II(l); ver también arriba, nota 6 del capítulo «Caracteri-
ciego, es el hundimiento de ese pensamiento en su materia.
zación de Walter Benjamín».
, 7 Ver 1(2), 440; lbídem 479 s.; {bidem 646 s.; II(~), ?78 s. Y ~1(1), 354 s.
No por coquetería, sino con toda seriedad, dijo en una oca·
a Ver Adorno, Gesammelte Schrift-en, tomo 6: D1alecttca negatwa. Argot de sión que necesitaba una buena porción de idiotez para po·
la realidad, Francfort, 1973, pág. 9. der tener un pensamiento decente.

40 41
Naturaleza_ y de lo sobrenatural- LTifexerna,faJ':{atur~;:>
raJ:~rlt~J} 1 i i~e1~ ~ü{J6Í:ii?~tª·1st@~i~tr¿ªsYá*~¡
vein1:e,.T6rniúlf eu··un~· ocasi6n,·.· como. ináxirna.suya~í:10
.rª. g: . cpnvierte m Pª,1:ál?ofa,, de . . IP.hi~tórtc:o.
«Inco~pa;able
lengua¡e de la calavera: con¡uga la total mexpresividad -el
querer.ponerse apensar nunci libremente o, . como él decía negro de las cuencas de sus ojos- con la expresión más sal-
«c:o!ll<)t111 aficioáado», sinó sie111pre . y exclusivamente e~··· vaje: las sonrientes filas de dientes», se dice en Dirección úni-
rt;lac:ióncon te:x:tos ya existentes. Benjamin ve la Metafísica ca:..EL9r.kter~r~fic:.9 .RJ:9tl!R. c:le)a. ('.specµlªc:iéig. r,k J3tcpja-
idealí~fa c0?'1o un engaf10, en tanto que transforma lo que .!!:1.lfl, .~ll . ra~gQ . !Ultlfic:,ªf.Íüf. .§1 §f qg1ere, J)fQyÍe:p.e,pf.~S::isarnep-
es en identidad con un sentido. Al mismo tiempo, sin em- !e..ªet¡9~e . .~.aJ9 . 1ª m1rac:!a, cie.~11 . . w;net.rnc:iq:nJP.historil: 9•.se
bargo, le está históricamente vedado hacer cualquier afirma- trnn~ ggg~ .f11. .Natmª.le~ª de.bicio. Afo·. pmpiª frngjjicl,1~;: y
ción directa sobre tal sentido, sobre la trascendencia. Esto todo lo naturaie,µ un trozo de la.historia de la creación.
da a su filosofi~ el ra~go ah~g§úc:o. Incide en lo aqsgl11to, Bérijafriiñ"gírá incansablerneñteeñ1:or11oa esfarélacíé;i:i: es
pero de. forma quebrada, mecliata: Ji creacioii én.tera . se como si quisiera sondear el enigma, entregar los camar~tes
vúdve para él Ún escrito qué hay. qÜ.e desdfrar désconoden - de l?s barcos y los carromatos de los gitanos al asombro in-
fantil, y, como para Baudelaire, ante él todo se convierte en
~t~t~\~~1~g~~}fctóti1a¿ri1~í~~:Atªiia;Tir{ftl~s.~tl;;:¡ alegoría. Sólo en lo carente de intención hallaría su límite
desupe11sam1ento. El niuro de. las palabras, alque llama,
cla a· laidea sin techo. autoridad ii?rqtecdó:ti;.0C:asiónálrnen- {t1iI~r~~~f~~ºii;~11°:~~~r~5i~ftii~~itiF1°rJíi
Péro.igüaf.quéno·~conodaúñafilosofí~·1rraéioñáHsta···P¿r-
tcihabfode.sú 111érodó((}rn9cle~11a·p~oclia·dd.fif6I6&ico. q~e únicamente los elementos determinados por el pensa-
Tampoco ahí se puede desconocer un modelo teológico, la
tradición de la interpretación judía de la Biblia, sobre todo miento podían reunirse en tal figuración, así de lejos están
la mística. Entre las operaciones de secularización de la Teo- en realidad las imágenes de Benjamín de lo mítico, tal
logía en aras de su salvación, no es la última la de contem- como lo describe por ejemplo la psicología de Jung. No re-
plar los textos profanos como si fueran sagrados. En esto re- presentan arquetipos invariables extraíbles de la Historia
sidía la afinidad electiva de Benjamín con Karl Kraus. Pero sino que se reúnen precisamente por la fuerza de la Hísto~
la limitación ascética de su filosofia a lo ya preformado por ria .. La mirada II1icrológicade Benj.irnin1 .el. c:olor igc9nflm-
e_l espíritu, a la «cultura», aún allá donde esgrimía provoca- d.ibl~9e Sl1fógn¡1 .de, .cor1crecí6n esJa direé;éipn E,íc}a 16 liis-
tivamente contra ella el concepto de barbarie, esta limita- t◊!tS<)etl ~11srntid.() . ºBlft'.StQ iJii.pbi(éi.Ú!.Pki«,P.f[(!11ZÚ;.$Ji fu: Giü
ción a lo madurado por el espíritu, la renuncia a ocuparse te,1e,sfüº~9f!c:9119..s.e, d1nge,. e,µ .1pJ9luml}.1qªfo ahi$tQpcq, ·
filosóficamente de toda la inmediatez del ser y toda la lla- .~in°.Pr.~sis.a!11~.11~~.h.1.ci~)o tn~S de,te,rmiggclp. ttffiPQtªlrp~p,
mada originalidad, atestigua al tiempo que precisamente el t~1h~~~a lo no reversíl:5!~, De ahí el título Díreccíón única. Las
mu:11do de lo hecho por el hombre y proporcionado por la jmJá('.;nii.21:6:a~iiiamfonq f§J.Ínrelac:ionada,s CQ.11 la NatÜra.-
sociedad, que llena su horizonte filosófico, se ha colado en
forma de totalidad por delante de la «Naturaleza». De ahí l~!1Sf[i[;~~iJb~e~eñ~~5ffá~1.y~.~~~wteatrrJl~t~
ciclad c6n16 categodá súpéríoi' del ·~er natural, Í-iacÍa la, q1.1e
que Benjamin vea lo histórico mismo como si fuera Natu-
raleza. No en vano en su interpretación del Barroco el con-
cepto de «historia natural» ocupa un lugar central. Aquí, :rii~~líe%i~:t¿!ªE~~1l~tvt~Az;ifif~111~¿~f¿~·~1!!
imágenes de su filosofia: el plan del libro Pasajes de París
como en muchos otros lugares, Benjamin destila la esencia
propia a partir del material ajeno. Lo históricamente~.con,
9 N(l), 112.
c;rttQ se Yl!elye «i,mage?» )?.lEª él -imagen primigenia de la

42 43
apunta tanto a un panorama de imágenes dialécticas como entre natural y sobrenatural-, como la involuntaria rees-
a su teoría. El concepto de imagen dialéctica se empleaba tructuración y alienación de tales conceptos bajo su mirada
en un sentido objetivo, no psicológico:·T.lrepresentaciónde saturnina. Porque precisamente el carácter que separa tan
!g e ).()ya. fd_~_:-1J?.füYiifo.füEe.ií
mod<~rt19_con:iqJ9 !l~~Y()i d1 enfáticamente a Benjamín tanto del orden de lo moral
e tema fi1osónco central y en
(.1:·1i1iiiíffiJLillctic~ ce~friCen .·•-· •-•·•·-·.•.•·.· . . . . ·. · . . ·. · . ·· . . . ·-· · ·-· · · • · · ·
uno, sé habría convertido como del orden del destino es en Kant, como «más inteligi-
ble», como autónomo, el fundamento de determinación de
Las enom1es dificultades que Benjamín plantea al lector la libe1tad moral; en lo que, naturalmente, resuena a su vez
no son las de la representación, aunque también ésta, por lo el motivo de Benjamín de que en el carácter lo sobrenatu-
menos en los textos tempranos, le exige algo debido al tono ral, el hombre, se libera qe lo mítico amorfo. Dado que lar-
de la doctrina, un lenguaje que en sí mismo, por la fuerza go tiempo después de escribirse este trabajo relativamente
del nombrar, /reclama autoridad y en muchas formas -de temprano seguía habiendo esfuerzos por hacer una inter-
forma no disímil en esto a la Fenomenología- niega fun- pretación ontológica de Kant, hoy hay que señalar que,
damentos y argumentaciones. Pero mayores aúp son las exi- bajo aquella mirada medusiana y petrificadora de Benja-
gencias que brotan del contenido filosófico. Este fuerza a mín, el pensamiento enteramente funcional de Kant, orien-
dejar al margen las expectativas con las que normalmente se tado a las ,,actividades», se congelaba ya en una especie de
acerca a los textos el iniciado en la Filosofia. En primer lu- ontología. Los conceptos de lo fenoménico y lo nouméni-
gar, el impulso antisistemático de Benjamín determina la co, unidos entre sí en Kant por una razón y además mutua"
forma de proceder con mucha mayor radicalidad de lo que mente determinados en su oposición, se convierten en Ben-
suele ser el caso incluso entre los antisistemáticos. La con- jamín en esferas de un orden teocrático. Pero en tal espíritu
fianza en la experiencia, en ese sentido especial que apenas modificó todo lo que de formación entraba en su entorno,
se puede delimitar en general, sino que sólo se obtiene del como si la forma de su organización espiritual y el luto con
trato con los pensamientos de Benjamín, prohíbe expresar el que su naturaleza concebía la idea de sobrenatural, de
las llamadas ideas fundamentales y deducir el resto como conciliación, hubieran tenido que otorgar un velo mortuo-
consecuencia de ellas. Es dificil convenir hasta qué punto el rio a todo lo que tocaba. Incluso el concepto de dialéctica,
concepto de idea fundamental viene radicalmente negado al que se inclinaba en su fase tardía, materialista, tiene tales
por el propio Benjamín, o hasta qué punto predomina su rasgos. No en vano es una dialéctica de imágenes en vez de
inclinación a callar esas ideas fundamentales para hacerlas una de avance y de continuidad; una «dialéctica detenida» 10
regir con tanta mayor fuerza desde lo oculto, de forma que cuyo nombre halló, por lo demás, sin saber que hacía mu-
su luz cae sobre los fenómenos, mientras quien las mirara cho que la melancolía de Kierkegaard la había evocado. Es-
directamente habría de quedar deslumbrado. Atín así, en su capó a la antítesis de lo eterno y de lo histórico mediante--el
juventud, Benjamín jugó a veces -por emplear l\.na expre- pr()c:t:4ím1e~ig:,mI~iiif6gf~'gº,•·_·ñ.-iecÜ;nte··_1~ ··cotÍcetÍtraci<fo.·.eíi
sión suya- con cartas más claras que después. El mismo lg tp~spequefíg, gy~ c:ontiene eJ:n:i9yirni~11t() füstóriqJ y se
declamó siempre fragmentos especialmente grandes del tra-
bajo breve Destino y carácter, y lo contemplaba como una es-
§~<ÍiI"I?:eiif~:t'.~
ifüa,gf11,$ólo se_. ~nte11Jt:rá rnn-ectan1eijte . ?
l?t:11i.1mfo.si .se percibe . . detrás.. de . ca.da. _µr1a. de 5us.Jrases.Ja
pecie de modelo teórico de aquello que le rondaba el pen- tra.nsforma,ciém. geJa ext:J:ernan:i9yilidad,e.n una es¼tica. . en
samiento. Qiiien quiera aproximársele haría bien en empe- fo -.-•i~rri~iPiiiki.u .ésiliki·:tjiJ.,moYimiento . _. . misn:19;_. ~~.til
zar por estudiar de forma intensiva este discurso. Percibirá trn11s[o~~c:~9_!1 jrnpreg1,1,a. t;Jm!:ii,~r,Ja .e~~11c:ia e~pecífü:a g~
tanto la profunda vinculación, levemente anticuaria, de
Benjamín a Kant -sobre todo a su terminante distinción !O V(l), 55 y V(2), 1035; véase también I(2), 702s.

44 45
_s1:1;}enguaj~. En las decisivas tesis sobre el concepto de la que cada idea musical, cada tono incluso, está igual de cer·
hísfüfiá~'-pertenecientes al complejo de la obra tardía Pasqjes ca del punto central, así también la fiiosofia de Beniamin es
de Parfs, habló por fin abiertamente de su idea filosófica, so- «atemática». Signi:fi¡;;,;;L)ambjén sljaléctica, d~tenida,. en tanto
brevolando conceptos dinámicos como el del progreso en que_ti;,aln:u;Qts;,, no ,.cop_gi;eJ?tl1QQQ...ªlg1JQQ,,di~i:YQl1tció11,en
virtud de su incomparable experiencia, similar quizá única- eUa, sinoqµe reci~e~suJoima de l;t c_on~te1gciqn qgI;~·dE-
mente a una instantánea fotográfica ... Si, fuera del discurso t:intas 3fümadgn,es.J)e ahi wafiµidadp)fl: el aforisÜ}o·.--x1
temprano y de las tesis --escritas con el mayor esfuerzo, m~smo ti~mp~, sin embargo, el element? teórico· eñ"Brnja-
probablemente ya a la vista del peligro último--, se siguen mm reqmere siempre grandes contextos mtelectuales. El ha
buscando claves, habría que mencionar en primer término comparado su forma a un tejido, y su carácter extremada-
la Crítica de la violencia, en la que tan poderosamente se ma- mente cerrado está condicionado por ello: los distintos mo-
nifiesta la polaridad entre mito y conciliación. En la disocia- tivos están armonizados entre sí y entrelazados sin preocu-
ción entre lo carente de figura y de objeto aquí, y lo priva- parse de delinear su proceso mental, ,,comunicar» algo o
do de todo orden natural, la justicia, allá, en Benjamín se di- convencer al lector: «Convencer es estérib,ll. Si se busca un
luye todo lo que normalmente forma el mundo medio de resultado en la filosofia de Benjamín, se quedará necesaria-
lo humano, como dinamismo, evolución, libertad. Debido mente decepcionado; sólo satisface a aquel que cavila hasta
a tal disociación, la filosofia de Benjamín es de hecho inhu- encontrar lo que le es inmanente: «Y una noche la obra co·
mana: d ):1qip,~re es más. bien su lug;ar y su. escenario que bra vida» 12 , como en la alfombra de George. En años poste-
algo que es a partir de síiriisinó y para sí iriismó. El rehuir riores, bajo la influencia de inyecciones materialistas, Benja-
este aspecto define siri düda1idificúlfadmás íntima de los min quiso destilar el elemento no comunicativo, que en los
textos de Benjamín. Raras veces se derivan dificultades espi- escritos tempranos no tiene consideración alguna y que
rituales de la mera falta de comprensibilidad; la mayoría de halló su plasmación más perfecta en el importantísimo tra,
las veces son consecuencia de un shock. Retrocederá ante bajo La tarea del traductor; La obra de arte en la era de su repro-
Benjamin quien no sea capaz de hacerse responsable de ductibilidad técnica no sólo describe los contextos histórico-
ideas en las que ventea por sí mismo un peligro mortal para filosóficos que desencadenan ese elemento, sino que con-
la conciencia cotidiana. La lectura de Benjamín sólo podrá tiene también en secreto un programa para la fropia
ser fructífera y feliz para quien mire ese peligro a los ojos sin escritura de Benjamin, al que intentaban obedecer e trata-
enrocarse de inmediato en no querer tener nada que ver do Sobre algunos motivos en Baudelaire y las tesis Sobre el con-
con semejante desnaturalización de la existencia. En Benja- cepto de la Historia. 1~~2-,nd · skJªJ;fm;u,mj¡;J~iúu
mín, lo salvador sólo aflora realmente allá donde está el pe-
ligro. '
La composición interior de su prosa es incómoda tam·
té~Jueidi~~1~~~~ 1~iert~ªii~p1ifrcació~es~()llJ~ki~:~~
güísticos. Pero, como tantas veces en la Historía de la Filo-
r:
bién en la unión de las ideas, y en ningún otro sitio es más sofia, la sencillez engaña; nada ha cambiado en la óptica
necesario que aquí despejar falsas expectativas si no se quie- mental de Benjamín, y en tanto que las ideas más ajenas se
re incurrir en error. Porque la idea de Benjamin, en su seve- manifiestan como si fueran puro entendimiento humano
. ridad, excluye como motivos básicos su evolución, realiza-
ción, el mecanismo entero de presuposición, afirmación y 11 IV(l), 87.
prueba, tesis y resultados. Igual que la Nueva Música, en sus 12 Stefan George, We1ke, Edición en dos tomos a cargo de Robert Boehc
representantes más intransigentes, no tolera ya «ejecución» ringer, 2ª edición, Düsseldod; Múnich, 1968, tomo 1, pág. 190 (La alfom-
alguna, ninguna diferencia entre tema y desarrollo, sino bra).

46 47
ello no hace sino aumentar su alienación; nada podría ser incluso su tendencia a las concepciones teocráticas, es del
más benjaminiano que la respuesta que dio un día al pre- mismo cuño que su tipo de marxismo, que él creía asumir
guntársele por un ejemplo de sano entendimiento huma- de forma ortodoxa, como pieza doctrínal, sin sospechar el
no: «Cuanto más entrada la noche, tanto más hermosos los productivo malentendido que estaba creando al hacerlo.
invitados.» Su ademán verbal adopta nuevamente, como en No es dificil percibir la inutilidad de todos esos intentos de
su juventud, algo de autoritario; algo de refrán ficticio, qui- ruptura, de desvalida equiparación a los poderes emergen-
zá de la voluntad de compensar entre su forma de experien- tes, de los que nadie tiene que haber temido tanto como
cia espiritual y la comunicación más amplia. Sin duda, del Benjamín: «Era como sí no quisiera formar en modo algu-
materialismo dialéctico le atraía menos su contenido teóri- no un frente, aunque fuera con mi propia madre», dice en
i
co que la esperanza en un discurso reforzado y acreditado Infancia en Berlín 13 • Era consciente de la imposibilidad de su
I 1
de forma colectiva. No siguió creyendo, como en su juven- integración, y sin embargo nunca ha negado su aspiración
tud, poder crear a partir de la Teología mística sin sacrificar a ella. Pero tal contradicción no remite en modo alguno a
la idea de la doctrina: también en esto se expresa claramen- la debilidad del aislado, sino que en ella se anuncia algo
te el motivo del abandono salvador de la Teología, de su se- cierto, el examen de la insuficiencía de la reflexión privada,
cularización sin reservas. La configuración de lo incompati- en tanto que está separada de la tendencia objetiva y de la
ble, implacable al mismo tiempo contra aquell9 que dese- praxis modificadora. De esa insuficiencia sufre incluso
chaba desde siempre, da a la filosofia tardía de Benjamín su quien, como Benjamín en extraordinaria medida, se con-
profundidad dolorosamente quebradiza. vierte en sismógrafo de aquello que ocurre en el momento.
La necesidad de autoridad, en el sentido de cobertura co- Qiien un día se declaró de acuerdo con la caracterización
lectiva, no era por lo demás en modo alguno tan ajena a de que pensaba en quiebras no temió ni siquiera la más ex-
Benjamín como sería de sospechar por su predisposición es- trema; metido en sí lo ajeno y para él mortal, renuncia in-
piritual, alejada de toda aquiescencia. Más bien es precisa- cluso a la imagen de la concordancia que le era posible: la ·
mente lo inconmensurablemente individualizado, hasta el de la mónada sin ventanas que «representa» sin embargo al
más doloroso aislamiento, de este pensamiento y de su por- universo. Porque sabía que ninguna vocación de armonía
tador lo que ha buscado su enajenación desde el primer día, preestablecida sería ya sostenible si había sido un día de
incluso en el intento, como siempre sin esperanza, de inte· otro modo. Del tour de force al que se entregó sin muchas ilu·
grarse en colectividades y órdenes. Sin duda Benjamín fue sienes sobre su posible éxito no se aprende menos que de
uno de los primeros filósofos en observar la contradicción lo magistral que llevó a cabo. Cuando titulaba una recen-
que sufre el individuo burgués pensante, que se vuelve cues- sión «Contra una obra maestra», escribía también contra sí
tionable hasta lo más íntimo sin que se haga presente sus- mismo, y la capacidad de hacerlo no se puede separar de su
tancialmente un algo supraindividual en la existencia en el fuerza productiva.
que el sujeto individual se encuentre espiritualmente eleva- En tal contradicción hay que buscar la razón del luto de
do sin represión; él le dio expresión en tanto que se definió Benjamín, su «carácteP>, en el sentido que él mismo daba a
como alguien que abandonaba su clase sin pertenecer a la palabra_ Luto -no tristeza- era la determinación de su
otra. Su papel en el movimiento juvenil, entonces natural- naturaleza, como el saber judío sobre la permanencia de la
mente muy distinto de sus posteriores manifestaciones amenaza y la catástrofe, igual que la inclinación anticuaria
-estaba entre los colaboradores principales de «Anfangs» y convertía lo actual en largamente pasado. Benjamin, el ina-
fue amigo de Wyneken hasta que este se convirtió en uno
de los apologistas de la Primera Guerra Mundial-, quizá :3 IV(l), 287.

48 49

t!
~~~j
gotablemente ocurr:nte, produc~iv:~, conscie-:1te por entero sentía como el niño en el instante en que se abre una rendi-
del espíritu en cada msta11;te de VIgiha de su v:1da y por ente- ja de la habitación navideña y una plenitud de luz llena los
ro dominado por él, era sm embargo cualqmer cosa menos ojos de lágrimas, más conmovedora y confirmada de lo que
lo que el cliché considera espontáneo:. como hablaba co~o nunca saluda el resplandor cuando es invitado a entrar al
un libro, se le podía aplicar en su con1unto su hermos~ f~:ir- c~arto. Todo el poder del pensamiento se reunía en Benja-
mula sobre el viejo Goethe como escribano de su propio m- mm para deparar momentos así, y sólo a ellos se trasladó lo
terior14. La prepotencia del espíritu le ha~ía en_a1enado en que un día anunciaron las enseñanzas de la Teología.
extremo de su existencia flsica y hasta psicológica. De for- La edición no busca la autenticidad científica. Los libros
ma similar -en palabras de Schónberg- a Webern, cuya de Benjamin -incluyendo la tesis doctoral El concepto de la
letra recuerda a la de Benjamín, había dotado de un tabú al crítica de.Arte en el Romanticismo alemán, que siempre tuvo en
calor animal; sus amigos apenas se atrevían a ponerle una gran estima, y la Infancia en Berlfn, aparecida a título póstu-
mano en el hombro, e incluso su muerte puede estar rela- mo--, han sido recogidos por entero, así como los grandes
cionada con el hecho de que en la última noche en Port- tratados, con la excepción de aquellos de los que él mismo
Bou el grupo con el que había huido le cedió, por re~peto, se distanció. Era necesario aportar dos trabajos juveniles ex-
una habitación individual, en la que pudo tomarse sm ser tremad3:111-ente expuestos, los referentes al lenguaje y a
observado la morfina que había acopiado par;;i un caso e~- Holderlm, que él respaldó, como también, ya maduro, ape-
tremo. Pero aun así su aura era cálida, no fría. Le era p~opia nas repudió ninguno de sus textos anteriores y, por ejemplo
una capacidad que dejaba muy atrás en fuerza de ~at1s,fa~- en la teoría del aura, se refería aún al tratado sobre Las afi-
ción a cualquiera otra más directa: la de la entrega ~m limi- nidades electivtts 18 • De la Infancia en Berlín se han suprimido
tes. Lo que Zaratustra elogia como supr~mo, la virtud de algunos fragmentos ya incluidos en Dirección única, en una
dar, era suya en tal grado que todo lo _<lemas pas~~a a segun- redacción ligeramente divergente. A la hora de elegir los es-
do plano: «Inmensa es i~ suprema virtud, e mut1l, resplan- critos menores, los editores, basándose en la confianza de
deciente y suave en su bnllo» 15 . Y cuando Uam~ a su emble- Benjamín, tuvieron que seguir su juicio y, naturalmente,
ma preferido -el Angelus Nov!i,s de Klee- el_angel qu: n_o aquello que sabían de la propia opinión de Benjamín sobre
da sino que toma 16 esto tamb1en rescata una idea de Nietz- su producción. Así, se eliminaron casi todos los fragmentos
sche: «Este amor q~e da tiene que volverse ladrón de todos novelísticos. Sin embargo, la edición tiene en cuenta la ne-
los valores», porque «ila tierra ha de volverse lugar de sana- cesidad de no mostrar sólo al filósofo Benjamín, sino tam-
ción! Ya hay un nuevo olor en tomo a ella, uno que trae la bién al crítico y «literato» por el que él se tení~ y que no se
salvación ... iy una nueva esperanza!,;\7• pe
esta e~per~nza puede deducir de su imagen de la Filosofia. Integramente
ha dado testimonio la palabra de Beniamm, su sonn~a s1l~n- pero en un modo manejable aparecieron los fragmentos
ciosa y acorpórea ~orno la de l?s cuentos, y su sdenc1?· aforísticos, que forman parte del entorno de Dirección única
Cada estancia con el ha restablecido lo que de lo contrario y que él mismo planeaba añadir a su segunda edición. En
está irrevocablemente ido, la fiesta. En su cercanía, uno se cambio, las críticas reproducidas son una selección, en algu-
na medida arbitraria, del material disponible, especialmen-
14 VerIV(l), 211. . . ., •. te del Literarische Wélt, pero también de otras revistas y pe-
!5 Friedrich Níetzsche, Siimtl1che Werke. Ed1c1on cntlca,_ torno 4: _Als~ riódicos como el Fran!efurtery el Vossúcher. Hubo que renun-
sprach Zarathustra HV, edición de Gíorgio Colli y Mazzmo Montman, ciar a la recopilación de cartas Alemanes, que editó en Suiza
2" edición, Múních 1988, pág. 97.
16 Ver II(l), 367.
17 Nietzsche, op. cit., págs. 98 y 101.
13 Ver 1(2), 639, nota.

50 51
en 1936 con el pseudónimo, que utilizó con frecuencia, de tantes datos biográficos, a su hijo y heredero Stefan, que
Detlef Holz, y que contiene introducciones y comentarios dio su autorización a la edición, y a su amigo Gerhard
especialmente penetrantes. G. Scholem, que aportó los manuscritos de los trabajos
Benjamín trabajó en el complejo de los Pasajes de París: la tempranos y participó como asesor en la realización de la
prehistoria jilosijica del sigw XIX, desde finales de los años edición.
veinte hasta su muerte. Sólo están excluidos el artículo «So-
bre algunos motivos en Baudelaire» y las tesis «Sobre el con-
cepto de la Historia». Además se han incluido el gran me-
morándum París, la capital del siglo XIX, de 193 5, que desarro-
lla el plan completo para el Instituto de Investigaciones
Sociológicas, y una selección de un conjunto de anotacio-
nes aforísticas de la ultimísima época que él mismo tituló
Parque central. Estaban pensados como capítulo final del li-
bro sobre Baudelaire, extraído del complejo de los Pasajes,
del que el artículo sobre el poeta representa una especie de
resumen. Sin embargo, todo esto es poco más que una
muestra de lo proyectado. Aparte de lo incluido en la edi-
ción, se han conservado no sólo partes sustanciales del libro
sobre Baudelaire en fase de boceto, sino los amplísimos ma-
teriales para el trabajo sobre los Pasajes.
En la configuración del texto se procedió de tal modo
que se mantuvo la fidelidad a las muestras impresas y ma-
nuscritos aun sin poder garantizar total fiabilidad. La mi-
croscópica letra de Benjamin es a menudo dificilmente legi-
ble; los manuscritos a máquina e incluso las versiones im-
presas contienen sin duda innumerables errores. Pero las
correcciones tuvieron que limitarse a las evidentes erratas
de imprenta y similares; en pasajes de sentido problemáti-
co, que no faltan, no se arriesgaron con,jeturas; también se
mantuvieron los solapamientos y repeticiones, siempre que
parecían imprescindibles en el contexto del texto. El am-
plio aparato científico de El origen de la tragedia akmantt fue
sustituido por referencias comprimidas; el de la tesis se
mantuvo por entero; aquí habría que recurrir a las ediciones
originales.
Los editores quieren dar las gracias a todos aquellos que
han conservado los manuscritos de Benjamín, y especial-
mente los han escondido durante la ocupación de París;
además a su viuda, Dora Sophie Morser, que aportó impar-

52 53
El destructivo autoelogio criticaba por puro contraste; la
pomposidad que elevaba hasta la locura la de los años fufr
dacíonales del imperio; el ventajismo de aquellos que pre-
tendían extirparla, Alegró especialmente a Benjamín la bro-
ma de Max Rychner acerca del subtítulo, al decir que la
grandeza de Goethe no había carecido por completo de bri-
llo, una de esas ingeniosas observaciones que, según un au-
téntico proverbio chino de Nietzsche, producen una sonri-
sa apenas visible. De hecho, el libro llegó sin daño a Alema-
nia; naturalmente, no tuvo efecto político alguno. Los que
· A.cerca del libro epistolar entonces leían literatura eran de todas formas adversarios
del régimen, era dificil crear otros nuevos. Benjamín com-
de Benjamin Alananes (1962f partía con nosotros, los otros emigrantes, el error de que el
espíritu y la inteligencia pueden hacer algo contra una vio-
lencia que ni siquiera reconoce ya al espíritu como algo au-
El libro Alemanes. Una seri'e de cartas fue publicado por tónomo, sino tan sólo como un medio para sus fines, y por
Benjamín con el pseudónimo de Detlef Holz en 19}6, tanto no tiene que temer una confrontación con éL El espí-
durante la emigración, en Suiza. Ya· antes, en los. anos ritu apenas puede asumir su abolición.
1931/32, publicó individualme~1te las cartas, con sus intro- El libro se encrespa contra la aniquilación del espíritu ale-
ducciones en el Frankfurter Zettung. Ya entonces tuvo que mán, totalmente rebajado a ideología por los nacionalsocia-
ocultar su'propio nombre: el fascismo !anz.a,ba por delante listas, Recuerda sus posiciones a aquellos que se mantuvie-
su alargada sombra. Con todo, la publ_1cac~on en el Fran~- ron limpios ante el espejismo, y cuya objetividad «no tiene
furter Zeitung tuvo un efecto ex1:aordmano, como atesti- que evitar la comparación con ninguna nueva»2 . Podría des-
guan recientemente las cartas enviadas en respuesta a un ar- velar una tradición alemana subterránea: de la que en el
tículo de Benno Reifenberg1. . . peor de los casos no podía apropiarse el nacionalsocialis-
La idea de lograr ese efecto explic~ el t~tulo. Según ~nd1ca mo, que, indiferente a las diferencias específicas en las que
el propio Benjamit:, debí~ hacer pos1bl~ importar el libro al el espíritu halla su vida, se incautó de todo, incluso de lo
Tercer Reich. Al mismo tiempo, el subt11:1:1lo revelaba '.11_l~c- más heterogéneo. Esa corriente subterránea está profunda·
tor al que se dirígía que se trataba de un hbro de opos1oon. mente emparentada con la Ilustración, que en Alemania
/
nunca se logró del todo, aunque todos los grandes filósofos
'' Este texto, escrito en enero de 1962, fue publicado coi; el títu}o «Epi- idealistas, con la única excepción de Schelling, se proclan1a-
logo» en la nueva edici;lt: de Altma~es apar~cida en ese mismo ano en la ran suyos, Porque esa tradición sigue siendo frágil en Ale-
editorial Suhrkamp; la ultima reed1c1on _en vida de Adorno se encuentra en mania, porque la denigración de la Ilustración sobrevivió al
la edición del libro epistolar de Ben¡amm ~parecida en 1965 en la ed1~onal
Insel (6.8000 ejemplares, 1967). El título utihzad_o.~n la presente edic10n ha Tercer Reich, la intención de Benjamín sigue siendo ahora
sido formulado por el editor. Texto de esta edicwn: Adorno, Gesamm;lte tan actual como hace treinta años. El complemento a la ca-
Scbr/ften, tomo 11: Noten zur Literatttr, 2ª edidón, Fráncfort 1984, pagt· tastrófica rapidez de los cambios históricos en la época ac·
nas 686-692.
- 1 Ver Benno Reifenberg, «Geístesglut [Bespr. Benjamín, lllurninatío-
nen]», en, Frankfurter Allgemeine Zeitttng, 1l.ll.196L 2 N(l), 153.

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tual lo forma lo poco que han hecho envejecer a lo que no Porque en una sociedad cuya ley condena toda relación en·
equivalga al desastre. tre el hombre y la abstracción ya no hay concreción aun-
El volumen epistolar tiene su unidad en esta intención, que la Filosofia la conjure desesperadamente, sin en'gañar
no en la importancia de los distintos documentos. Entre sobre el sinsentido de la existencia, pero sin entregarse a él.
ellos se encuentran, junto a algunos de máximo rango, Este motivo crea uno de los movimientos de los años vein-
otros de nivel modesto, precario, como el de Seume. Tam- te, como el llamado círculo de Patmos, Hofmannsthal
poco la selección de los corresponsales tiene apenas peso -que coincidió con aquél a través de Florens Christian
propio. Benjamin no titubeó en editar en el mismo libro, Rang, un amigo de Benjamin-, los teólogos dialécticos y
que termina con una carta de Overbeck a Nietzsche, una de la Fenomenología, muy alejada de ellos. Todos sus esfuer-
David Friedrich Strauss, al que aquél despreciaba: la refe- zos están expresamente bajo la máxima de que el individuo
rente a la muerte de Hegel. Benjamín se resistió a su inclina- no es ni mero ejemplar de su especie ni mera existencia. Su
ción a lo distante, aun sin ser triturado por la vida intelec- sentido, aquello que hace que el individuo sea más que so-
tual oficial. Junto a completas desconocidas, sitúa cartas fa- lamente él mismo, se busca en las disposiciones de su aquí
mosas como aquella en la que Holderlin se autocalifica de y ahora, no en el orden clasificatorio. Benjamín siguió este
abatido por Apolo, la de Goethe a Seebeck, la de Büchner a impulso con menos contemplaciones que otros. No espera-
Gutzkow en demanda de ayuda. Los corresponsales apare- ba nada de tal invocación; salvación únicamente de una
cen en el libro como caracteres sociales, no individuales. profanidad sin atmósfera. Ilimitadamente, en un nominalis-
Conjuga un lenguaje tan incompatible con lo dispositivo mo paradójico que el libro sobre el Barroco fundamentaba
de la orden como con la frase rimbombante. también desde el punto de vista de la crítica del conoci-
Qlien quiera ignorar ese tono pasando por encima de miento, se hundió en el individuo sin cubrirse las espaldas
los detalles, entenderá mal el libro. Pero no lo entenderá con la idea. A la intención de buscar lo concreto le añade la
mejor quien se aferre a un concepto de Ilustración que no sal materialista: lo existente determinado se convierte en lo
se preocupa de cuán arrastrada ha sido ésta entretanto al sustancial como conciliado socialmente en sí mismo. Igual
torbellino de la no libertad. Karl Lowith escribió en su tra- que en los últimos años de su vida Benjamín se ensimismó
tado sobre Heidegger y Rosenzweig que ambos coincidían en el ídolo no tanto de escribir su propia filosofía como de
«en que tanto el pensamiento del uno como el del otro se montarla en lo posible, sin interpretación, a base de mate-
apartaba de la metafisica del conocimiento del Idealismo riales que hablaran por sí mismos, del mismo modo proce-
alemán sin caer en el Positivismo, y positivamente en su co- dió en este volumen epistolar. Pretende, mediante la selec-
mún partir de la "facticidad" de la existencia humana» 3• En ción y la disposición, filtrar la filosofia de Benjamín sin lle-
el mismo contexto menciona Lowith a Eugen Rosenstock, varla a una forma de comprensión general que sería
Buber, Hans Ehrenberg y otros. Por mucho que Benjamín contradictoria con ella misma. Es una obra filosófica, no de
estuviera en contra de todos ellos en su edad madura, hoy Historia del Espíritu ni literaria.
se muestra un punto en común entre él y ellos, sus contem- Las cartas son en su conjunto ascéticas, sea en la postura,
poráneos, en la concepción de lo concreto. Mientras éste se sea en la relación con el ideal. Pero el énfasis en su prosaís-
opone al idealismo, tiene color teológico incluso allá don- mo, su aspereza, denuncia el monstruo prosaico que subya-
de el pensamiento se muestra combativo contra la Teología. ce en la tradición alemana de la libertad: lo contrario de la
adaptación. La reverencia le viene a la utopía de su absti-
3 Karl Lowith, Samtliche Schrifien, tomo 8: Heidegger-Denkcr in dürftíger
nencia ante todo sentido positivo. Esto es lo que emulan
Zeit. Zur Stellung der Philosophie ím 20, Jahrhundert, Stuttgart 1984, pág. 72. los comentarios de Benjamín. No hay una palabra en la que

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traicione, respecto a la carta de Collenb.usc~, que era su fa- tino del hombre se encamaba en el Idealismo frente a la ya
vorita, la emoción que poseía para Ben¡amn?- la palabra ~s- entonces heterónoma sociedad. El Idealismo mismo estaba,
peranza, en torno a la que esa carta se centra igual que la m- en la época de su dignidad, penetrado conforme a su propia
terpretación de Benjamin de las afinidades electivas4; composición por aquella objetividad que Benjamin emula-
tampoco en el incomparable escrito de Annette von Dros- ba; en el lenguaje .de Hegel, la idea tíene que manifestarse
te- Hülshoff se revela contra qué se encrespa la escritora para llegar hasta sí misma. Sólo cuando se neutralizó en
como contra la anunciación de un ángel. La tensión entre una cosmovisión para días festivos, indiferente a la praxis
lo prosaico y lo utópico es el elemento vital <:1e las cartas. que la modificaba, el Idealismo se hundió en la ideología
Ninguno se da sin el otro. El poder de la sobnedad se des- que s~en,ipre habí~ s~do. Los años fund~cionales ~el Impe-
prende aquí de la insobornable fidelidad al sueño, que ~o no, h1stonca y ob1et1vamente la contrafigura del libro, fue-
debe ser consu,mido por su invocación. La utopía se refugia ron la era del Materialismo vulgar y del Idealismo al mismo
en la amarga ~ergüenza de no haberse logrado aún; su ex- tiempo.
presión es el tabú sobre su expresión. ~odas los conteni~?s En cambio, lo que Benjamín reúne se ensambla en una
objetivos se tratan en el libro, al ser pnvados de su espe¡1s- exégesis de la formula holderliniana de la sagrada sobrie-
mo; todo el espíritu que hay en ellos se satura Cot) _el peso dad6. Las cartas son sobrias gracias al sentido práctico de los
de los materiales, que cae implacable sobre el escntor; su ciudadanos que en aquella época de buena conciencia las
idealidad se acredita en tanto que no lo niegan, no aparefr toleraron incluso en sus más sublimes manifestaciones, Lo
tan una conciliación. Pero la fueaa para .ello los hace idó- limitativo y limitado en ellas las protege del híbrido de. que
neos, porque en aquella época aún se podía sentir en los su conciencia y su estado real fueran ya un todo. El abierto
contenidos objetivos la posibilidad de llegar al sitio correc- reconocimiento de los intereses patticulares propios por
to, la humanidad en el citoyen. medio de un tono que se burla de la mentira empuja a mi-
A sondear este libro de sentidos ocultos ayuda el fijarse rar más allá de ellas. No es sólo la verdad sobre los que es-
en aquello que Benjamín se ahorró. No contiene textos_ de criben sino también la intuición de que no hay verdad
filósofos de este siglo, que sólo son visibles por JUS refle¡os, mient;as todos no lleguen a la suya propia. En tal nivel de
también faltan cartas de los hermanos de la Filosofia, los conocimiento, la verdad es la encamación de determinada
grandes compositores. Sólo la publicación de ias cartas del negación, igual que el Benjamín tardío reconocería la ver-
propio Benjamin saca completamente a la luz su contrapo- dad en que no la hay, sino que se toma7• En este espíritu, el
sición al Idealismo; de una dirigida a Scholem~ se despren- libro rescata las sombras más profundas del carácter b'.-1-~-
de lo antitética que era su reverencia por Kant, cuánto veía gués, el principio falible. En la introducción a _la carta dm-
en él la suprema encarnación de aquello contra lo que él gida a Kant por su hermano se habla provocabvamente de
iba. Esto es lo que da valor a la carta de Collenbusch. Pero las condiciones y límites de la Humanidad 8• Con ello no se
mientras Benjamin hablaba ocasionalmente de la devasta- puede hacer referencia a otra cosa más que a la necesidad
ción causada por el Idealismo alemán, y amaba l? que er~ burguesa, que proscribe a los sujetos a su entorno y los mo-
extraterritorial a él, su ingenio histórico era demasiado clan-
vidente como para trazar límites a eso. Sabía cuánto del des- 6 Ver Héilderlin, Siimtliche Werke, Grosse Stuttgarter Ausgabe, tomo 2: Poe·
mas posteriores a 1800, edición de Friedrich Beissner, Stuttgait 1951, primera
mitad, pág, 117 («La mitad de la vida») y pág. 202 («Canción alemana»).
4Ver l(l), 201. 7 Ver II(l), 367; véase también nota 16 del capítulo «Introducción a los
5Ver Benjamín, Briefe, editadas y anotadas por Gershom Scholem y Escritos .. _,,.
Theodor W. Adorno, 2" edición, Francfort, 1978, págs. 149 a 152. 8 Ver N(l), 156.

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dela dentro de sí mismos, dándoles por un tiempo esa con- sión de Benjamin 9, hiciera público su propio interior en las
creción que se deshace en condiciones de producción de- ~a~~s t~d!a~ aun como escribano de sí mismo, anticipa el
sencadenada, en las que no son más que objeto, consumi- ¡mc10 histonco sobre la carta como fom1a. Está envejecida;
dores. Todas las propiedades humanas se forman en tal con- q_uien aún es c~paz de emplearla, dispon~ 1e arcaicas capa-
creción. En su desfiguración social, los hombres se cidades; en realidad, ya no se pueden escnbir cartas. El libro
aperciben de su propia falibilidad, y esto es propiamente lo de Benjamín les levanta un monumento. Las que aún se es-
humano en ellos. Sobre el carácter burgués, tal como sobre- criben tienen algo de falso, porque con su ademán de co-
vivió hasta hace poco y que fue acusado de anal por la es- municación inmediata se apropian ya de la ingenuidad. El
cuela de Freud, cae una luz conciliadora, en vista de su de- libro de Benjamín no atrae a la emulación de los textos que
cadencia. Es mezquina la carta del hermano de Kant, la ad- ofrece, sino que enseña la distancia de ellos. Su irrecupera-
monitoria felicitación de Bertram a Sulpiz Boisserée, la bilidad se convierte en crítica de la marcha del mundo que,
adornada preocupación de Keller porque Storm le ahorre al eliminar lo limitativo de la humanidad sin hacerla reali-
en sus cartas el franqueo suplementario; incluso la cautelo- dad, se volvió contra la humanidad.
sa sugerencia de Overbeck de que Nietzsche, que ya era el
autor de Zaratustra, debería hacerse profesor de instituto.
La orgullosa defensa de los sujetos libres contra la pobreza
y contra una riqueza de la que desconfian potque amenaza
su autonomía engendra calidez entre ellos y las cosas con
las que tratan ahorrativamente. Éste es el clima en el que
prospera la tradición. Incluso la manía apropiatoria del co-
leccionista es también su contrario, porque conserva el tac-
to vivo de los objetos que se alejan.
La forma lingüística de la sobriedad significativa es el la-
conismo. Se elimina lo superfluo, pero lo eliminado se ve
elevado a la categoría de indecible por la fuerza que irradia
en la palabra, como al final de la carta de Zelter: El laconis-
mo es tan cercano a su objeto que este se contrae por así de-
cirlo en aquí y ahora. Pero en este proceso de encogimien-
to llega a ser más que meramente él mismo.
Esa cercanía requiere de una cierta ingenuidad. Y por
tanto también la correspondencia. El siglo de las cartas fue
favorable a la correspondencia en alemán porque la limita-
ción burguesa, con toda conciencia, heredó algo de esa in-
genuidad y la puso de manifiesto: también ella condición y
límite de la humanidad en uno. Si la conciencia hubiera
roto por completo la estrechez de la pequeña propiedad y
los fines inmediatos, ya no hubiera sido capaz de destacar
la experiencia inmediata del modo en que lo consiguió en 9 Ver N(l), 211; véase también nota 16 del capítulo «Introducción a los
cada una de estas cartas. Qie Goethe, según la bella expre- Escritos... »

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diciendo que, sobre todo, tenía la intención de no deíar
traslucir nada, atestigua al menos cuál era su postura ante sí
mismo, sin que por lo demás se preocupara mucho de su
psicología.
Dificiimente alguien habrá logrado hacer tan producti-
va su propia neurosis -si es que la tenía- como él. Del
concepto psicoanalítico de la neurosis forma parte el enca-
denamiento de la fuerza productiva, la falta de energía.
, Nada semejante ocurría en Benjamín. La productividad de
este alienado de sí mismo sólo es explicable porque en su
Benjamin el escritor de cartas (l 96SY
1 dificil forma de reacción subjetiva se plasmaba algo objeti-
vamente histórico, que le hada capaz de transformarse en
un órgano de objetividad. Lo que de inmediatez pudiera
La persona de Walter Benjamin fue desde el principio de faltarle, o aquello cuya ocultación desde muy temprano se
tal modo medio de su obra, disfrutó tanto de su espíritu, hubiera convertido en una segunda naturaleza, se ha per,
que lo que siempre suele llamarse inmediatez de la vida se dido en un mundo dominado por la ley abstracta de las re-
rompió en él. Sin ser ascético, sín parecerlo siquiera, le era laciones entre los hombres. Sólo se puede mostrar al pre-
propio algo casi acorpóreo. Consciente de su ego como po- cio del dolor más amargo o de forma incierta, como natu-
cos, parecía alejado de su propio cuerpo. ésta es quizá u~a raleza tolerada. Benjamín sacó consecuencias de ello
de las raíces de la intención de su filosofl.a de hacer prop10 mucho antes de ser consciente de tales cosas. En él y en su
lo que de experiencia se anuncia en la esquizofrenia. Igual relación con los demás imponía sin consideración la pri-
que su pensamiento constituye la antítesis del concepto de macía del espíritu, que se volvía inmediata en lugar de la
persona del existencialismo, empíricamente parece, a pesar inmediatez. Su postura privada se aproximaba a veces al ri-
de su extrema individualización, apenas persona, sino esce- tual. Habrá que buscar en ella la influencia de Stefan Geor-
nario del movimiento del contenido que corriendo por él ge y su escuela, de la que filosóficamente todo le separaba
le apremiaba a hablar. Serían ociosas las reflexiones sobre el ya en su juventud: aprendió de George los esquemas del ri-
origen psicológico de ese rasgo, pues presuponen esa con- tual. En las cartas esto llega hasta la imagen tipográfica,
cepción normal de lo vivo que la especulación de Benjamín hasta la elección del papel, que tenía una enorme
reventó y a la que la comprensión general se aferra con tan- importancia para él; todavía en la época de la emigración
to más arraigo cuanto menos vida es la vida. Una manifes- su amigo Alfred Cohn le obsequió, como hacía largo tiem-
tación suya sobre su propia letra -era un buen grafólogo- po, con una determinada clase de papel. Los rasgos ritua-
les son mucho más fuertes en la juventud; sólo hacia el fi-
nal de su vida se aflojaron, como si el miedo a la catástro-
* Este trabajo, escrito en octu.bre de 1965, apareció en el libro Walter fe, peor que la Muerte, despertara la espontaneidad,
Benjamín, Briefe, editado y anotado por Gershom Sholem y Theodor profundamente enterrada, de la expresión, que desterraba
W. Adorno, 2 tomos, Francfort 1966, págs. 14-21. El texto se encuentrn la Muerte mediante mímesis.
aquí como segundo «Prefacio de los editores» y no tiene título propio; el tí-
tulo empleado en esta edición encabeza las galeradas corregidas a mano
Benjamín fue un gran corresponsal; a todas luces, escri-
por Adorno. Texto de esta edición: Adorno, Gesammelte Schnft.en, tomo 11: bió cartas apasionadas. A pesar de las dos guerras, del perio-
Noten zur Literatur, 2ª edición, Francfort 1984, págs. 583 a 590. do hitleriano y de la emigración, se conservaron muchas;

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era dificil seleccionar1. La carta se convirtió en forma para que en verdad tenía la vida presente en su abigarrado deste-
él. Deja pasar los impulsos primarios, pero desliza entre llo se le había dado poder sobre el pasado. La forma de la
ellos y el destinatario una tercera cosa, la configuración de carta es anacrónica, y empezó a serlo ya durante su vida; las
lo escrito, por así decirlo, bajo la ley de la objetivación, a pe- suyas no discuten esto. Es significativo que él, siempre que
sar de las circunstancias de lugar y tiempo y gracias a ellas, le era posible, escribiera sus cartas a mano cuando hacía
como si sólo así se legitimara ese movimiento. Igual que en mucho que predominaba la máquina de escribir; asimismo,
los pensadores de fuerza significativa las posturas que más el acto fisico de escribir le daba placer -gustaba de hacer
fielmente alcanzan a su objeto son en muchas ocasiones y copias y de pasar escritos a limpio--, igual que le animaba
al mismo tiempo aquellas que pasan por encima del propio ,, la aversión a los medios mecánicos: el tratado sobre El Arte
pensador, así ocurre en Benjamín: un modelo al respecto es en la era de su reproductibilidad técnica era a este respecto,
la fórmula,.que,Ge ha hecho famosa, del viejo Goethe como como otras cosas de su historia espiritual, identificación
escribano de su propio interior2 • Esta segunda naturaleza con el agresor. La escritura de cartas anuncia un derecho del
no tenía nada de pose; por lo demás, hubiera aceptado con individuo al que hoy en día se le hace tan poca justicia
indiferencia este reproche. Por eso la carta le era tan apro- como honor le rinde el mundo. Cuando Benjamín se dio
piada, porque anima por anticipado a la inmediatez inter- cuenta de que ya no se podía hacer una caricatura de nin-
mediada y objetivada. Escribir cartas finge lo vivo por me- gún ser humano, se acercó a ese contexto; también en el tra-
dio de la palabra congelada. En la carta se puede negar el re- tado sobre el narrador. En una constitución social global
traimiento y guardar al mismo tiempo la distancia para que rebaja al individuo a función, nadie está legitimado a
mantenerse retraído. hablar de sí mismo en una carta, como si siguiera siendo el
Hay un detalle, que en principio no tiene nada que ver individuo no comprendido en ella que la carta dice: el yo
con la correspondencia, que puede arrojar luz sobre lo espe· en la carta tiene ya algo de ilusorio.
cífico del corresponsal Benjamín. La conversación llevó en Subjetivamente, en la era del derrumbe de la experiencia,
una ocasión a las diferencias entre la palabra escrita y la pa- los hombres ya no están dispuestos a escribir cartas. De mo-
labra hablada, tales como que en la conversación viva, por mento, parece como si la técnica privara a las cartas de su
humanidad, cede algo la forma verbal y se hace uso del per- supuesto previo. Como las cartas, en vista de las más inme-
fecto, más cómodo, donde gramaticalmente sería exígible el diatas posibilidades de comunicación, de la contracción de
imperfecto. Benjamín, que tenía el más fino de los olfatos las distancias espacio-temporales, ya no son necesarias, su
para los matices lingüísticos, se encrespó contra la distin- sustancia se diluye en sí misma. Benjamín les aportó un
ción y la discutió con una cierta afectación, como si se le don anticuario y desinhibido; algo que se iba se enlazaba
hubiera tocado una herida. Sus cartas son figuras de una con la utopía de su restablecimiento. Lo que le llevaba a es-
voz parlante que escribe en tanto que habla. cribir cartas tenía también que ver con su forma de enten·
Pero estas cartas han sido recompensadas del modo más der la experiencia, en tanto que veía las formas históricas
abundante por la renuncia que las sostiene. Esto justifica -y la carta es una de ellas- como Naturaleza que hay que
hacerlas accesibles a un gran círculo de lectores. A aquel desentrañar, cuyo mandato hay que seguir. Su posición
como corresponsal se acerca a la del alegórico: las cartas
eran para él imágenes de historia natural de aquello que so-
1 Es de_cir, para la edición de las cartas de Benjamín mencionada en la
nota preliminar.
brevive a la caducidad. Al equipararse a sus en absoluto efi-
2 Ver N(l), 211; ver también nota 14 de «Introducción a los Escritos... » meras manifestaciones de lo vivo ganan su fuerza objetiva,
y nota 9 del capítulo anterior. su cuño y diferenciación humanamente dignos. Todavía el

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ojo, lam_entando la pérdida que se avecina, reposa tan pa- ca de la juventud»3• Posteriormente, Benjamín conjugó me·
oente e intensamente sobre las cosas como tendría que vol- lancólicamente su verdad, con lo que daba su sello a las car-
ver a ser posible. Una manifestación privada de Benjamín tas de juventud, c~m la frase de que reve!enciaba la juven-
nos lleva al secreto de sus cartas: no me interesan las perso- tud. Parece haber mtentado superar mediante la necesidad
nas, sólo me interesan las cosas. La fuerza de la negación del mando el abismo entre su propia condición y el círculo
que parte de ella es una con su fuerza productiva. al que se adhirió; todavía mientras trabajaba en el libro so-
Las cartas tempranas están dirigidas sin excepción a ami- bre el Barroco dijo en una ocasión que una imagen como la
gos y ª!Iligas.d_el_ Movimiento Juvenil Alemán Libre, un gru- del !ey ha~ía sign~ficado mucho para él en un principio. In-
po radical, ~mg1do por Gustav Wyneken, cuyas concepcio- flexiones 1m_perat1vas recorren el panorama encapotado de
nes se aproximaban a las de la Comunidad Escolar Libre de las cartas de Juventud como rayos que quisieran incendiar·
Wicke!sdorf. Tíl.m?ién trabajó decisivamente en Atf/áng lo; el gesto anticipa lo que después hará la fuerza intelec-
(Comienzo), la revista de aquel círculo, que en 1913-14 des- tual. Tien~ que haber_sido prototípico suyo lo que los jóve-
pe_rtó gran expec_tación. Es paradójico imaginarse a Benja- nes, estudiantes por eJemplo, reprochan fácil y gustosamefr
1:1m, c~yas reacciones se atenían completamente a su idio- te a los más dotados entre ellos: que son arrogantes. No se
sincrasia, en un movimiento semejante, o incluso en cual- puede negar tal arrogancia. Marca la diferencia entre lo que
quier movimiento. El que se precipitara en él tan sin las :pe.r~onas de máx:imo rango intelectual saben que es su
reservas, el que tomara tan enormemente en serio las discu- pos1b1lidad y aqueHo que ya son; esa diferencia la compen·
siones -hoy ya incomprensibles para el observador exter- san por medio de una conducta que vista desde fuera forzo·
no- en las «aulas de debate» y a todos los participantes en samente ha de parecer presuntuosa. El Benjamín maduro
ellas, era sin duda un fenómeno compensatorio. Creado deja traslucir poca más arrogancia que aspiración al mando.
para expresar lo general a través del extremo de lo particu- Era de una tot~,1 cortesía, de gran encanto, como queda
lar, su propio yo, Benjamín sufría tanto por ello que, sin plasmado t~mb1en en 1.as cartas. En eso, Brecht se le parecía;
duda en vano, buscó febrilmente lo colectivo; incluso en su sm esa cuahdad, la amistad entre ambos apenas sí se habría
edad madura. Además, compartía la tendencia general del mantenido.
espíritu joven a sobreestimar a las personas con las que se Con la vergüenza que con frecuencia ataca a los hombres
reunía al principio. Transfirió a sus amigos la tensión hacia de tal autoexigencia, a la vista de la insuficiencia de sus co·
lo supremo que le animó desde el primer hasta el último mienzos -una vergüenza que igúala a su anterior autoestí-
día de su existencia intelectual tal como conviene a la vo- 1:1~-, .~enjamin tra~ó 1:1na raya al pie de su periodo de par·
luntad pura: como algo obvio. Entre sus experiencias dolo- t1opac1on en el mov1m1ento ¡uveml cuando tomó concien-
rosas, no tiene que haber sido la menor el que no sólo la cia plena de sí mismo. Sólo con unos pocos, como Alfred
I?-ªYoría no tuv~e:an la fuerza de elevación que él pensaba, Cohn, se mantuvo el contacto. Naturalmente, también con
smo que no qms1eran en absoluto eso supremo que él les Ersnt Schoen; su amistad duró hasta la muerte. La indes-
confiaba porque es el potencial de la Humanidad. criptibl~ distinción y sensibilidad de Schoen tiene que ha-
~xperimentó la juventud, con la que se identificaba enca- berle afectado hasta lo más íntimo; sin duda fue uno de los
recidamente, y también a sí mismo como joven, en la refle- primeros_ en~re sus pares a los que conoció. Los pocos años
xión._ Ser_ joven se convierte para él en una postura de la que Ben¡amm, tras el fracaso de sus planes académicos y
conc1enoa. Era soberanamente indiferente a la contradic-
ción que subyacía en ello: niega la ingenuidad a la que se re- . 3 Ver el tratado de Benjamín del mismo nombre, que q,1edó fragmenta·
fiere como punto de partida y planea incluso una «metafisi- no: Il(l), 91 a 104.

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hasta el estallido del fascismo, pudo vivir en cierta medida sólo se podía mantener oculta a los ojos de ia envidia; se
sin preocupaciones, se los debe en.°º poca medida a la so- hizo generalmente visible a través de medios publicísticos
lidaridad de Schoen, que como director de programas_ de como la Franlefurter Zeitung y el Literarische Wé.lt. Sólo en el
Radio Frankfurt le dio la posibilidad de una colaboración prefascismo fue desplazado; todavía en los primeros años
permanente y frecuente. Schoen era una de esas personas de la dictadura de Hitler pudo publicar algunas cosas más
que, profundamente seguras de su pro.P,io s~r, gustaban de en Alemania, oculto tras un pseudónimo. En su progresión,
retirarse ante otros hasta la autoextmc10n sm el menor re- las cartas proporcionan una imagen no sólo de él, sino tam-
sentimiento; tanta más razón para recordarle cuando se ha- bién del clima espiritual de la época. La amplitud de sus
bla de lo personal en Benjamín. . . contactos profesionales y privados no se vio menoscabada
En la época de la emancipación, además del matnmomo por ningún tipo de política. Iba desde Florens Christian
con Dora Kellner fue decisiva la amistad con Scholem, un Rang y Hofmannsthal hasta Brecht; la complejidad de sus
hombre intele~tualmente a su altura; quizá fue la más ín~i- motivos teológicos y sociales se transparenta en la corres·
ma amistad de la vida de Benjamín, cuyas dotes para la ~mis- pondencia. Se adaptaba de muchas maneras a los corres·
tad igualaban en gran medida a s~s dotes para la esc~1tura ponsales, sin que ello disminuyera su especifidad; sentido
epistolar, incluso en rasgos excéntncos como el secretismo de la forma y distancia, elementos constitutivos de las car-
que le movía, siempre que podía, a mantener separados en- tas de Benjamín en general, se ponen entonces al servicio
tre sí a sus amigos, que no obstante p~r regla ge!1e~al se co: de una cierta diplomacia. Tiene algo de conmovedor cuan-
nacían dentro de un círculo necesanamente limitado. S1 do uno se figura cuán poco le facilitaban la vida esas frases
Benja~in, por aversión contra los clichés en materia d~ cien- a veces estéticamente meditadas; cuán inconmensurable e
cias del espíritu, apartaba de sí la idea de una evolución de inaceptablemente siguió siendo ·e1 que era, a pesar de sus
su trabajo, la diferencia de la primera carta a Scholem c~n to- éxitos temporales.
das las anteriores muestra, junto a la curva de la obra misma, Permítasenos señalar con qué dignidad y, cuando no se
cuánto se había desarrollado; de repente, aquí está li~re ~e trataba de la vida desnuda, con cuánta flema soportó Ben-
toda premeditada superioridad. Su lugar lo ocupa esa 1r~ma jamín la emigración, aunque ésta le impusiera durante los
infinitamente delicada que le daba su encanto ext!ae:rdma- primeros años las más míseras condiciones materiales y
rio en el trato privado, a pesar de lo raramente ob¡enyabl;, aunque él no se engañara un instante sobre el peligro que
impalpable de su figura. Uno de los_ele~entos de esa ir~ma conllevaba su permanencia en Francia. Lo arrostró en aras
era que este hombre delicado y sensible ¡ugaba c~m l,os g1ros de su obra mayor, los Pasajes de París. Su postura de enton·
idiomáticos populares, por ejemplo berlineses o ¡ud10s. ces alcanzó lo aprivado, casi apersona1 respecto a la prospe-
Las cartas de los primeros años veinte no se han quedado ridad; como se consideraba instrumento de su pensamiefr
tan viejas como las escritas antes de la Primera Guerra Mun- tocorno no entendía su vida como un fin en sí mismo, a pe·
dial. En ellas, Benjamin se despliega en amables anécdotas sar o precisamente por la inabarcable riqueza de contenido
y relatos, en precisas fórmulas ~pigramáticas,_ a veces tam· y experiencia que encamaba, no lamentó su destino como
bién -en absoluto con demasiada frecuene1a- en argu- una desgracia privada. El verlo en sus condiciones objetivas
mentaciones teóricas; se sentía empUjado hacia ellas ~uan- le dio la fuerza para alzarse sobre él; esa fuerza que en 1940,
do la gran distancia espacial negaba a este cos~opol~ta la incuestionablemente pensando en su muerte, le permitió
discusión verbal con el corresponsal. Las relaoones litera- formular las Tesis sobre el concepto de la Historia.
rias están ampliamente ramificadas. Benja~in era tod? lo Sólo al precio del sacrificio de lo vivo se convirtió Benja-
contrario de un desconocido recién descubierto. Su calidad mín en el espíritu que vivía de la idea del estado sin sacrificio.

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que el mun~o quer~a negarle desde_ que empezó a pensar.
Sus traba¡os filosoficos no aparecieron como sistema ni
como ~sbozos _libres, sino que adoptaron la fom1a de 'co-
ment~no y crítica de textos. En ellos, la tradición de la teo-
logía J_udía se abría paso en un pensamiento que se refería a
materias profanas para atrapar el rastro de la verdad en sus
capas más impenetrables. Del círculo de esas interpretacio-
nes, las más importantes son las de Las qfinidades electivas de
0oethe y el libro El origen de la tragedia alemana, que intentó
mterpr~tar el drama alemán del Barroco bajo el signo de la
En memoria de Benjamin (l 940Y «salvación» de la alegoría prohibida por toda estética oficial.
La filosofia de Benjamín estaba dominada por la tensión
entre la doctrina de la «irrealidad de la desesperación,,2 y la
Walter Benjamin, cuya muerte publicó Aufoau el 11 de de la naturaleza caída del destino, la mítica «continuidad de
octubre de 1940 1, era ampliamente conocido en Alemania cul_pa de lo vivo» 3• En años posteriores, esta tensión se tra-
como publicista, sobre todo como colaborador del Frank- duJo para Benjamin en una tensión social, sin sacrificar nin-
furter Zeitung y el Literarische ~lt. Muchos conocían tam- guno de los impulsos originales. El libro de aforismos Direc-
bién su nombre como el del magistral traductor de grandes ción única dio entrada a esta fase. Su último resultado es el
partes de la obra novelística de Proust. Pero su importancia trabajo sobre Baudelaire publicado en la Zeitschrijifür Sozial-
es de una dimensión distinta. Si alguien, una vez más, dio fórschunt, uno de los más grandiosos testimonios histórico-
honor al desacreditado concepto del filósofo; si alguien, filosóficos de la época. Forma parte de los aledaños de una
una vez más, se percató de la posibilidad que había en lo obra sobre París que se planteaba la tarea de escribir la Pre-
real mediante la fuerza y la originalidad de su pensamien- hi~toria jilosijica _del siglo XIX. Esta obra, que ocupó a Benja-
to, ese fue Walter Benjamín. Es fiel expresión de la situa- mm durante qmnce afios y hubiera llevado a su realización
ción el que se le negara el reconocimiento público al que el todos_ los m_otivos de su filosofia, no llegó a ser concluida.
brillo de sus dotes parecía hacerle acreedor. Siguió la pul- Es 1mpos1ble dar en pocas palabras ni siquiera una idea de
sión de unas aptitudes incomparables y no buscó un escon- la filosofía d~ ~enjamin. Hasta ahora, ha estado protegida
drijo en lo existente, en las escuelas filosóficas y en los há- por la exclusmdad. Se desplegará en el tiempo, porque in-
bitos intelectuales reconocidos. Insistió en contemplar to- cluso su deseo más secreto es el deseo de todos. Pero se ha
dos los objetos tan de cerca como le fuera posible, hasta perdido la mirada que veía el mundo desde la perspectiva de
que se volvieran ajenos y como ajenos entregaran su secre- los muertos, como si yaciera ante él en una penumbra solar:
to. No se libró de la falta de aquiescencia. Se quitó una vida tal como puede aparecer a los ojos del redimido; tal como
es. De manera incansable, esta mirada mortalmente triste de-
rramó toda clase de calor y esperanza sobre esta vida gélida.
* Esta necrológica apareció en: Aefbau. American ]ewish Weekly in Ger-
man and Englísh (Nueva York), 18.10.1940 (Vol. 6, nº 42), pág. 7. Texto de
esta edición: Adorno, Gesammelte Schrífien, edición de RolfTiedemann con
la colaboración de Gretel Adorno y otros, tomo 20.1: Escritos varios 1,
2 Ver arriba, nota 16 al capítulo «Caracterización.,·"
3 Ver I(l), 138 y II(l), 175; ver también nota 6 a «Caracterización.,.» y a
Francfort 1986, págs. 169 ss.
«Introducción a los EscritoJ... »
4 Ver 1(2), 605,653.
' Benjarnin murió el 26 de septiembre de 1940 en Port-Bou.

70 71

l
libro sobre Berlín desde la inmediatez del recuerdo con 1a
fuerza ~el dolor por lo irrecuperable, que, una vez perdido,
se convierte en alegoría del propio ocaso,
Porque las imágenes que eleva hasta una chocante cerca-
nía no son ni tdílic~s n~ contemplativas. Sobre ellas cae la
sombra del Re1ch h1tlenano. Abrazan ensoñadoras el esca-
lofrío ~nte lo larg,am~nte ido. Con terror pánico, el ingenio
burgue_s se ,ve a s1 mismo e~ el aura ruinosa del propio pa-
sad<? b1?grafico_: como refle¡o. Concuerda con el libro que
B~nJa_mm no v1e~a la publicación del conjunto; que en la
Epílogo a Infancia en Berlín m1sena de los pnmeros años de la emigración tuviera que
hacia 1900 (1950t entregar muchas de sus partes a revistas sobre todo el
f':11nlifurter Zeitung y el Vossischer Zeitung, ~ara su publica-
c1óp separada, a menudo con pseudónimo1.
Walter Benjamin, nacido en Berlín, vivió allí hasta el mo- El ya no estableció el orden; varía en los distintos ma-
mento de la emigración. Largos viajes, largos periodos de nuscri_tos2. Pero el hombrecill? jorobado debía figurar al fi-
ausencia en París, en Capri, en las Baleares, no le hicieron nal. S1 esta ~gu~a resume lo mecuperable, la del narrador
infiel a la ciudad. Pocos conocían tan a fondo sus barrios; se p~r~ce ~as bien a ~a de Rumpdstilzchen, que sólo pue-
los nombres de sus lugares y sus calles le eran tan familiares de ,:1v1r.m1entras nadie sepa c_ómo se llama, y que traicio-
como los del Génesis. A este hijo de una antigua familia ju- na el m1smo su nombre. El a1re en tomo a los escenarios
día berlinesa -y de un anticuario--, hasta lo carente de tra- q~e se aprestan a despertar en la representación de Benja-
dición en la capital neoalemana le parecía garantizado des- 1;1m es mo:tal. Sobre ellos cae la mirada del condenado, y
de siempre por la tradición, lo más reciente como parábola el los percibe como condenado. Las ruinas· de Berlín res-
de lo más antiguo. ponden a las inervaciones que se dan en la ciudad en tor-
La Infancia en Berlín tiene su origen hacia comienzos de no a 1900_
los años treinta. Forma parte del círculo de aquella Prehisto- Pero el. aire mortal es el del cuento, igual que el risueño
ria de la Modernidad en la que Benjamín trabajó durante Rumpelstdzchen pertenece al cuento no al mito. También
los últimos quince años de su vida, y forma el contrapeso en sus sinie~!To·delicadas miniaturas Benjamín siguió sien-
subjetivo a las masas de material que reunió para la proyec- do el guardian del tesoro de la Filosofia, el príncipe de los
tada obra sobre los pasajes de París. Los arquetipos históri- enanos 3• Consoladoramente, la explosión de la desespera-
cos que quería desarrollar en ésta a partir de su origen prag- ción libera la tierra de las hadas, de la que se habla en un
mático-social y filosófico debían destellar con dureza en el
1 Ver la nota bibliográfica en IV(2), 970-972,
* Este texto, escrito en 1950, apareció de forma anónima con el título 2 Ver sin em?_argo la última versión, encontrada entretanto, que contie-
«Epílogo» en la primera edición de un libro de Benjamín después de su ne luna orde_~ac1on estableoda P~! el m,ismo Benjamín, en VII(l), 385,433.
muerte: en Infanda en Berlín en tomo a mil novecientos, Francfort 1950, pági- · «Guard1an del tesoro de la Filosofía» es una alusión al «Guardiá11 del
nas 176-180. El título apuntado en la presente edición procede del editor. tesoro en el bosque de abetos", del Frío corazón de Hauff, el «príncipe de los
Texto de esta edición: Adorno, Gesammelte Schriften, tomo 20.1: Escritos Va- e11anos,, alude al de \a «CanCJon _de los enanos" de George; ambos, cuento
rios I, Francfort 1986, págs. 170-172. Y poema, eran espeoalmente estimados por Benjamin (ver VU(l) 316-346
y II(2), 623). '
72

L 73
un espíritu aéreo
poema apócrifo4 atribuido a Holderlin. Suena como pare- en grutas de las momias.
cía la letra de Benjamin, y él le cogió cariño:
_Las fo.tografias de cuento de Infancia en Berlín no sólo son
Envuelven en rosas rumas vistas_ desd~ la persr:;tiv_a de pájaro de la vida larga-
la vida mortal mente perdida, smo tamb1en mstantaneas del aéreo país
las bondadosas hadas;
pululan y reinan que aquel aeronauta tomó mientras animaba a sus modelos
en sus mil figuras a guardar un silencio cordial.
ya feas, ya hermosas.

All~ donde gobiernan


todo ríe, de flores
y verdores esmaltado;
su seno de topacios
está espléndidamente
con jarrones de diamante
decorado.

De los aromas de Ceilán


están eternamente los aires
del jardín recorridos;
los caminos, en vez de con tierra,
al modo del país
van cubiertos de perlas.

Desde Salomón nadie


se aproximara
al aéreo estado.
Esto me ha confiado

4 El poema representa una «abreviatura» del «País de las hadas» de Fri"'


drich Matthísson, del que existen «las primeras tres estrofas y la penúltima,
con divergencias sólo en la puntuación» (ver Holderlin, Samdiche Werke.
Grosse Stuttgarter Ausgabe, torno 2, 2' mitad, Stuttgart 1951, pág. 984). En
la primera edición de la [efancia en Berlín no se ha llevado a cabo separación
entre estrofas, al respecto se halló la siguiente indicación en el legado de
Adorno: «Para la reedíción de Infancia en Berlín. [... ] Además, TWA quería
modificar pequeñeces del epílogo (debido al autor de aquel poema), y.quie-
re que el poema sea impreso tal corno corresponde a su estructura, en es·
trofas de cuatro versos.» En cualquier caso, a la estructura del poema no le
corresponden estrofas de cuatro versos, sino de seis. No se sabe sí la «abre-
viatura» procede realmente de Hiilderlin (ver al respecto Werner Krafr, Au-
genblicke der Dichtung. Kritísche Betrachtungen, Múnich 1964, págs. 70-72).
75
74
tonces a Francfort, y vivió largo tiempo en la ciudad con la
intención de conseguir una plaza de profesor, intención
que Salomon fomentaba con energía. Puedo recordar clara-
mente, por reproducir una de las primeras impresiones tan-
gibles, que en aquel seminario Saloman gustaba de las &
gresiones, no mantenía un rumbo muy estricto, y cuando
se iba incluso demasiado lejos del tema, Benjamin siempre
le interrumpía, sonriendo a su modo silencioso, lanzando
las palabras, en cierto modo premeditadas: «iAd vocem
Troeltsch, ad vocem Troeltsch!» El tono, ese tono extraña-
Recuerdos (1965Y:- mente objetivado de la palabra hablada, se mantiene inolvi-
dable para mL
Vi a Benjamín con bastante frecuencia, yo diría que al
Por profunda que fuera mi impresión al conocer a Benja- menos una vez por semana, probablemente más, durante
min, no me es posible decir con toda exactitud cuándo le co- todo el tiempo que vivió en Francfort. También después re-
nocí. Sé que fue en el año 1923. Pero lo ví en dos ocasiones gularmente y mucho, no sólo en sus visitas aquí, sino sobre
seguidas en breve espacio, y ya no puedo decir con seguri- todo en Berlín. Creo que también estuvimos juntos una
dad cuál de ellas fue la primera. En cualquier caso: una de vez, probablemente en el año 1925, en Italia, seguramente
ellas fue en una cita en el antiguo Café Westend de la plaza en Nápoles, pero ya no lo puedo jurar1. Muy difkilmente
de la Ópera de Francfort, junto con mi amigo Krakauer, se puede hablar de una «finalidad» de esos encuentros. Nos
que había arreglado el encuentro. Otra ocasión, y en verdad encontrábamos tal como solían reunirse los intelectuales
ya no sé si fue antes o no, en un seminario, un seminario de hace 40 años, simplemente para charlar y tirar un poquito
Sociología que impartía el recientemente fallecido Gott- del hueso teórico que roían en ese momento. Así ocurría
fried Saloman-Delatour. Trataba el volumen de Emst también con Benjamín y conmigo. Yo era entonces joven-
Troeltsch sobre el Historicismo que acababa de aparecer. En císimo, él 11 años mayor, y yo me consideraba sin duda el
este seminario participaban una serie de personas cuyos que recibía. Sé que le escuchaba con inmensa fascinación,
nombres se harían conocidos después, como el posterior in- que le preguntaba detalles a veces. Pronto vi cosas suyas
tendente de Zürich Kurt Hirschfeld. Benjamin había ido en- que me daba a leer antes de publicarlas, concretamente el
tratado sobre las afinidades electivas, del que leí un manus-
'' Del origen del texto informa una nota de la redacción de la revista Dr:r crito, una copia mecanografiada; después la introducción a
Monat, en la que fue impreso por primera vez: «Peter Szondí pídíó a Theo- los Tableaux Parisíens de Baudelaire, sobre la tarea del traduc-
dor W. Adorno, Emst Bloch, Max Rychner y Gershom Scholem que na- tor. De éstos leí las galeradas de la edición, que apareció en
rraran sus recuerdos de Walter Benjamín para el 3° programa de la emiso-
ra líbre de Berlín. La versión escrita de estas aportaciones -Szondi plan- esa época en una editorial que creo que se llamaba Weiss-
teó algunas cuestiones que luego no fueron recogidas en cinta- fue bach, de Heidelberg. Después me quedé muy impresionado
corregida por los autores para la imprenta. Aún así queda una reminiscen- con una larga recensión en el Franlfurter Zeitung que publi-
cia verbal espontánea, no escrita.» La emisión radiofonica tuvo lugar en fe- có con su nombre y con el de señora Asja Lacis, aunque di-
brero de 1965, la primera edición de la versión corregida se encuentra en:
Der Monat, 216,Jg. 18, págs. 35-38 (septiembre de 1966). Texto de esta edi-
ción: Adorno, Gesammelte Schri.ften, tomo 20.1: Escritos Varios I, Franc- ¡ A fines de septiembre de 1925, Adorno y Siegfi-ied Kracauer, que via~
fort 1986, págs. 173-178. jaban juntos a Italia, se encontraron con Benjamin en Nápoles.

76 77
ficilmente pueden caber dudas de que este trabajo era total ~usserl, de su for1:lla c_oncr~ta de pensar, de reventar los ob-
y enteramente producto de Benjamin2. Jetos concretos, sm ~1scutlr o refutar ,ar&Umentos, simple-
A es~as producciones se afladieron muchas más cosas, y ?1ente _por su esencia un tanto academ1camente rígida e
en realidad el contacto ya no se interrumpió nunca. Nos vi- mesenc1al.
mos una y otra vez, a intervalos, naturalmente mucho en Apenas será una fantasía a posteriori que diga que desde
París, durante la emigración; antes en Konigstein en el el pnmer momento tuve de Benjamín la impresión de es-
año 1929, cuando nos leyó los primeros textos del trabajo tar ante una de las personas más importantes con las que
sobre los pasajes. Nos encontramos en todos los lugares po- nunca h~ tropezado. Yo tenía entonces 20 años, estaba ya
sibles del mundo, pero sin pensar en planes o finalidades, un_ poquito maleado intelectualmente, pero me cuesta tra-
simplemente bajo el signo del común filosofar, si puedo de- baJo encon~r~r las p_ala~ras adecuadas para reproducir la
cirlo sin parecer' pretencioso. fuerza de m11mpres1on sm caer en expresiones de cursi exa-
Benjamín era de una productividad ni más ni menos que geración. Fue_ como si a travé~ de esa Filoso~a se me pusie-
inagotable, que se renovaba a partir de si misma. Apenas se ra por vez primera ante los OJOS lo que tema que ser la Fi-
podía hablar con él, ni siquiera de las cosas aparentemente losofía si debía cumplir aq~~llo que pr?_metía, y lo que no
más banales e indiferentes, sin que esa productividad apro- cumple desde la subrepticia separac1on kantiana entre
vechara y transformara todo lo que tocaba. Si antes he di- a_que~lo que se mantiene dentro de los limites de la expe-
cho que filosofábamos juntos, esto no ha de entenderse nene1a y aquello que supera los límites de la posibilidad de
como cuando los jóvenes que se dedican a la Filosofia por la experi_enc~a. Lo ,he expresado una vez3 diciendo que lo
ser su especialidad hablan entre sí de Filosofia. Lo incluso que Ben¡amm decia sonaba como si procediera del arcano,
teóricamente significativo de Benjamin es que en él la fuer- pero que él en modo alguno era un pensador esotérico en
za filosófica se extendía a objetos no filosóficos, a materia- el peor de los sentidos, sino que incluso conocimientos
les aparentemente descoloridos y carentes de intención. más chocantes para las opiniones razonables habituales lle-
Casi se podría decir que se mostraba filosóficamente tanto vaban, en sí mismos una evidencia muy peculiar que los
más brillante cuando aquello de lo que hablaba no era, por sustraia por completo a la sospecha del arcano o incluso
así decirlo, objeto oficial de la filosofia. Por eso, es dificil del blujf; aunque sin duda a Benjamín no le eran del todo
delimitar temáticamente las conversaciones. Pero puedo re- ajenas algunas peculiaridades del jugador de poker en la
cordar que, incluso cuando discutíamos sobre cosas filosó- forn_ia de hablar y de pensar. De que se trataba de una fuer~
ficas en ~ent~do estricto, a menudo me hada una impresión za sm parangó!1 tanto de contemplación espiritual como
extraordmana con sus frases escuetas, un poco sentencio- de consecuencias pensantes, no podía caber duda para un
sas. En una ocasión, por ejemplo, acudía a él para desarro- ~o~bre con sentido de la calidad y no cegado por el resen-
llar, en relación con determinadas consideraciones de teo- t1m1ento.
ría del conocimiento, una diferencia entre intenciones de Si_ he_ de reproducir lo exterior, tendría que decir que
fundamentar e intenciones de cumplir, y él lo rechazó de Ben¡amm tema algo de mago, pero en un sentido nada
manera cordial, pero al mismo tiempo muy crítica, dicien- metatorico, muy literal. Uno bien se lo podía imaginar
do: bueno, están las intenciones de fundamentar y las in- con un ~lto cucurucho y una especie de varita mágica.
tenciones de cumplir. Entendí que con ello dejaba sin efec- Muy cunosos resultaban sus ojos, bastante hundidos cor-
to toda esa esfera que se deriva de la Fenomenología de tos de vista, y que a veces parecían disparar las rnirad;s, de
3 Ver arriba, nota 2 a la «Introducción a los facritoL»
2 Ver IV(l), 307-316.

78 79
una forma al tiempo suave e intensa. Muy particular tam- ción no le era en absoluto tan ajena como se podría pensar
bién su pelo, que tenía algo de peculiarmente _flamí&ero. por las publicaciones del Benjamín tardío, del Benjamin
Su rostro tenía un corte muy regular, pero al mismo tiem- maduro, en resumidas cuentas. Pero dado que para enton-
po tenía algo -una vez más, es difk~l hallar la palab~~ co- ces yo ya conocía con exactitud la filosofía de Bloch descu-
rrecta- de animal que acumulara v1veres en sus me¡11las. brí muy pronto, a las pocas veces, que fuera como fuese la
El punto de vista del anticuario y el coleccionista, que re- amistad intelectual de ambos no se podía hablar de algo así
presenta un papel destacado en su pensamiento, se había como una dependencia o incluso afinidad espiritual, si-
marcado también en su aspecto fisionómico. Sin embargo, guiendo la hebra de su pensamiento; que la mirada filosó-
había otra cosa muy esencial en la experiencia de él: que , fica de Benjamin tenía algo inconmensurable, unido a él
con él no había algo así como inmediatez y calor humano como un órgano especial, sobre todo aquella fuerza primi-
en el sentido usuál del término. Tampoco se trataba de la genia de sumergimiento interpretativo en la concreción. Al
idea ordinaria de la llamada intelectualidad fría. Era más contrario que el de todos los demás filósofos, al contrario
bien corno si hubiera pagado a un precio terrible la fuerza también que el de Bloch, su pensamiento no se desarrolla-
metafísica de aquello que veía y que intentó expresar en ba, por paradójico que suene, en el ámbito de los concep-
palabras inefables; como si hablara por así decirlo como tos. Arrancaba al contenido intelectual, espiritual, precisa-
un muerto a cambio de poder ver con serenidad y calma mente detalles aconceptuales, momentos concretos. Abría
cosas que los vivos no pueden ver. Aunque no era en lo inaccesible como con una mágica llave, y se situaba así,
modo alguno ascético ni escuálido ni nada por el estilo, te- s~n. ~ntención y si:1 espe~ial én(asis, en irreco:iciliable opo-
nía un punto de acorporalídad. Nunca he visto otro hom- s1t10n a la esencia das1ficatona, abstracta, mtegralmente
bre en el que toda la existencia, incluso la empírica, estu- grandiosa, de toda la Filosofia oficial. Algo de esta fuerza
viera tan plenamente marcada por la espiritualización. Y inconmensurable irradiaba tan lejos de él que casi se perci-
sin embargo, cada palabra que decía'traía consigo una es- bía ya cuando se sabía algo de su nombre, mucho antes de
pecie de felicidad sensorial a través del espíritu que proba- conocerle en persona.
blemente le estaba vedada como felicidad meramente sen- Desde el principio, me prometí lo má,-.¡:imo y lo supremo
sorial, inmediata, viva. de Benjamín. Cuando, por último, concibió el trabajo so-
En la época en que le conocí, sin duda Benjamín no ~e- bre los pasajes -no lo terminó-, creí que de verdad se ha-
nía en absoluto lo que se suele llamar fama. Pero a cambio bía acercado infinitamente a esa idea, esa Filosoffa entera-
tenía algo que pegaría muy bien en su propio vocabulari~, mente elaborada en material, a un tiempo concreta y tras-
una especie de nimbo. Le precedía un aura de lo extraordi- cendente. Nunca dudé de la fuerza de Benjamin para
nario. Recuerdo que entonces, cuando Kracauer y yo le co- llevarlo a cabo, ni siquiera en una época en la que el traba-
nocimos --ocurrió bajo el signo de Ernst Bloch, al que yo jo en los pasajes se alargó tanto que se hubieran podido al-
aún no conocía en persona entonces, sino que lo ví por bergar dudas sobre la posibilidad misma de llevar a cabo el
vez primera cinco años después, en ~erlín-, hab!áb~mos inm~riso proyecto. Sin duda era manifiesto que aquí se tra-
de trabajar el uno o el otro o los dos ¡untos en el diseno de t~bá de las cosas más centrales y más decisivas, y que él hu-
un sistema de mesianismo teórico. Ahora, cuando se cono- biera sido capaz de hacerlas. Cuando en el otoño de 1940
ce la filosofía tardía de Benjamin, esto resulta muy invero- recibí en Nueva York la noticia de su muerte, tuve real y
símil. Pero si se sabe cómo en su juventud las posturas ex- muy literalmente la sensación de que con esta muerte, que
tremadamente metafísicas, especulativas, se entrelazaban interrumpía la conclusión de una gran obra, se le había qui-
con motivos del kantianismo, se verá que aquella concep- tado a la Filosofia lo mejor que hubiera podido desear. Des-

80 81
de ese momento, he contemplado como una tarea esencial
hacer todo lo posible, en la medida de mis débiles fuerzas,
para elaborar lo que quedó de su obra y, frente a sus posibi-
lidades, sólo es un fragmento, hasta poder dar una idea de
tal potencial.

Prefacio a Estudios sobre la filosefía


de Walter Benjamín,
de Rolf Tiedemann (1965Y

Desde su época de Francfort, en los primeros años veinte,


Walter Benjamín estuvo próximo al Instituto de Investiga-
ciones Sociológicas; en la emigración, se convirtió en miem-
bro suyo. Se habían tomado las medidas para su traslado a
Nueva York cuando, obligado en Port-Bou por organismos
del Gobierno de Franco a volver a la parte colaboracionista
de Francia, se suicidó. Por consiguiente, no .es preciso expli-
car por qué el primer trabajo extenso dedicado a su obra se
publica en los Frankfurter Beitrdge1. Como la propia obra de
Benjarnin, tiene acentos esencialmente filosóficos. Pero es
propio de la concepción del Instituto de Investigaciones So-
ciológicas no seguir rígidamente la división científica del tra-
bajo al uso; esto mismo expresa una conciencia objetivada
que se opone al conocimiento de sus condiciones sociales.

'' Jiste texto, escrito en mayo de 1965, apareció en la edición para libre-
rías/de la tesis, dirigida por Adorno: RolfTiedemann: Estudios sobre lafilo-
spfía ,ú Walter Benjamín. Con un prólogo de Theodor W. Adorno,
/Francfort 1965 (Frankíurter Beitrage zur Soziologie, vol. 16), págs. VII-X.
' Texto para esta edición: Adorno, Gesammelte Schriften, tomo 20.1: Escritos
Varios[, Francfort 1986, págs. 178-182.

•1 Ver la edición del trabajo de Tiedemann mencionada en la nota preli·


mmar.

82 83
Hay tantas más razones para imprimir el trabajo de Tie- co de las llamadas ciencias del espíritu, o su producción,
demann cuanto que el movimiento del pensamiento de como si fuera una suma de ocurrencias aisladas, se despa-
Benjamín, en W1 largo proceso que empezó con dudas acer- d1aría con ese rencor contra lo ingenioso del que padece la
ca de la posibilidad del sistema, ganó cada vez más conteni- tradición alemana desde que Hegel le echó en cara la capa-
do objetivo por su propia fuerza de gravedad. Por último cidad de expresión literaria de la Ilustración francesa. En rea-
pasó a la teoría social, también en las investigaciones mate· lidad, la teoría de Benjamin aspiraba al rango supremo, ya
rial-sociológicas realizadas, sobre todo las de crítica de la se le_ llamara filosófica o social. Incluso allá donde pareció
ideología. El hecho de que en su libro incompleto, planea- conformarse con lo crítico-estético, secularizó sus motivos
do como el más importante, los Pasajes de París, creyera po- especulativos. Sólo en su ilación, que se mantuvo a pesar de
der sustituir ampliamente la intención teórica mediante el todos los cambios, incluso sus análisis concretos ganan su
montaje de materiales sociológicamente relevantes mani- verdadero peso; sólo cuando se hacen transparentes a la teo-
fiesta de manera extrema ese cambio en la postura de Ben- ría muchas veces implícita se garantiza en ellos la evidencia
jamín. La interpretaría mal quien, como suele pasar en el que antes meramente fascinaba. El gran mérito de Rolf Tie-
gremio de la filosofia, la entendiera como lo que se da en demann, que diflcilmente se puede sobreestimar, es el ha-
llamar sociologismo. Benjamín no quería sustituir la refle- berse planteado esta tarea y haber llevado a cabo por prime-
xión sobre las cuestiones filosóficas por la reflexión sobre su ra vez una presentación e interpretación del teórico Benja-
génesis social; más bien buscó -una idea de inmenso al- mín, comprimida y sin embargo en un marco amplio.
cance- en la concreción social el núcleo de la verdad filo- Lo que le importa es la construcción de la obra de Benja-
sófica misma, tal como lo expresa el provocativo fragmen- mín, en el sentido del concepto de construcción de Sche-
to de los esbozos de los pasajes en el que dice que lo eterno lling. Sus decisivas desviaciones del pensamiento filosófico
es más un adorno en la ropa que una idea 2. tradicional se muestran precisamente en los puntos desde
Precisamente este giro expuso a Benjamín a un malenten- los que sigue lanzando sus impulsos. Además, Tiedemann
dido que se da la mano con el interés por cuando menos traduce al lenguaje tradicional el lenguaje muchas veces eso-
neutralizar conocimientos a cuya fuerza apenas es posible térico de los escritos juveniles de Benjamín. Los grupos de
sustraerse si a uno no se le ha atrofiado por completo el sen- ternas se asignan en principio a las disciplinas tradicionales:
tido de la calidad intelectual. Desde que la edición en dos Teoría del Conocimiento, Estética, Sociología del Arte, Fi-
tomos de sus escritos apareció en Suhrkamp hace diez años, losofia de la Historia. Sin embargo, Tiedemann muestra la
la repercusión de Benjamín ha aumentado incuestionable- insuficiencia de tales atribuciones, por razones inmanentes
mente, sobre todo en el mundo de la literatura, que en su al modo de filosofar de Benjamín. Igual que éste buscaba el
momento había ignorado su obra sobre el origen de la tra- gran contenido de verdad en el detalle micrológico, la in-
gedia alemana. En cambio, sin embargo, para la opinión pú- vestigación insiste una y otra vez en los detalles de la teoría;
blica la obra completa de Benjamín pasa hasta hoy por ser sólo e1¡1 ellos espera encontrar el acceso al todo. Despliega,
esencialmente de critica literaria en sentido estrícto, si acaso conforme a este programa, la forma en que a partir de la crí-
ensayística, por más que la introclucción a sus Escritos3 se es- tica de Benjamín al idealismo y el pensamiento sistemático
forzara en despejar tales clichés. Si fueran ciertos, o bien se se.forma un concepto específico de concreción. Según Tie-
podría limitar a Benjamín al sector en algún modo espedfi- .demann, Benjamín se mueve por la voluntad de recuperar
mediante el pensamiento lo trascendente, lo que es en sí, el
2 Ver V(l ), 578; ver también arriba, nota 3 a «Caracterización... » ámbito apartado por Kant como dogmático, y ello a través
º Ver arriba, «Introducción a los Escritos... ,, de un método tan unido a las cosas que, paradójicamente,

84 85
se aproxima a los métodos empíricos, a la «experiencia». La dos ellos veían el progreso teleológicamente andado en el
frase de Goethe sobre la delicada empiría, que se ha vuelto curso inmanente de la Historia. Benjamín sin embargo insis-
demasiado usual, gana una gran seriedad. . te, de forma similar a como lo haría Kafka en un aforismo
Tiedemann ha tenido ocasión de apoyarse en gran ~edí- publicado con posterioridad6, en que todavía no había teni-
da en manuscritos inéditos. Cuando entra en los materiales do lugar ningún progreso. AJ mismo tiempo, somete a una
su procedimiento, confrontado a la exigencia de los propios critica radical la postura básica de la escuela histórica, la
textos, se convierte también en crítica; al intento, inevita- «comprensión de lo que ha sido», que defiende de ~anera
blemente dogmático en sus primeros estadios, de salir del ejemplar Wilhelm Dilthey; la desenmascara como tnsufi-
criticismo. En principio, esta salida sólo p~e~e l_ograda e,n ,, ciente por subjetivista. Ante el telón de fondo de la Filosofla
su teoría del conocimiento, con la que Ben¡amm mtroduc1a idealista de la Historia, por una parte, y del Historicismo por
el libro ·sobre él Barroco. El lugar de la Filosofia trascenden- otra, el concepto de utopía de Benjamín gana en definición.
tal lo ocupa, mediante la p~otesta _de . Benjamin contra la Se atiene, en la tradición del mesianismo judaico, a pensar
formación de conceptos clas1ficatonos, 1~ Filosofi~ del Len- en la redención como algo perteneciente al mundo interior
guaje. Anticipa algunas cosas de la de Be~degger; _s~n embar- que es idéntico a la liberación social; precisamente por eso,
go, en sus aspectos centrales a~bos. son 1rreconc1ha~les en- sin embargo, prohíbe a la teoría querer producir redención y
tre sí. Según la doctrina de Ben¡amm, a l::t verdad misma le liberación a partir de la mera subjetividad, deslizada subrep-
es inherente un «núcleo temporal» 4 que veda el concepto ticiamente en el medio intelectual. Con ayuda de una discu-
de un ser ontológicamente puro. sión de la obra fragmentaria tardía de Benjamín, Tiedemann
La segunda parte de la investigación pasa a los escritos de desarrolla las implicaciones de su concepto de utopía, que
Benjamin sobre un complejo material: ~l arte. El conce~to designa como centro de toda su teoría. .
del origen, relevante a este respecto, es interpretado, basan- Mientras Tiedemann se limita a algunos compleJos cen-
dose en una nota manuscrita tomada de la herencia del au- trales y se guarda del ominoso ideal de la totalid~d, su con-
tor5 como transferencia a la Historia del fenómeno primige- centración ha logrado sin embargo mostrar la umd~d, la es-
nio 'de Goethe desde la Naturaleza. El modelo de tal averi- trecha ilación y la fuerza constitutiva del pensamiento de
guación del origen es la teroía de la tragedía de Benjamin. El Benjamín. Después de este trabajo, a nadie le será posible
tercer apartado de la segunda parte, un análisi~ de lo~ traba- atrincherarse tras el argumento de que lo inaugurado por
jos sociológicos tardíos, prepara el tercer estudio, dedicado a Benjamín es de carácter ingenioso o rapsódico.
la Filosofia de la Historia. Mientras la estética de Benjamin A esa misma intención sirve la gran bibliografia, confec-
determina el contenido de verdad de las obras de arte como cionada con infinita fidelidad filológica 7• O!i,ien a partir de
contrapartida a la constitución mítica de la existencia, y en ahora se ocupe científicamente de Benjamín tendrá que
el Arte pues, frente a la base histórico-social, de_scubr~ un partir de esta bibliografla, igual que el trabajo teórico de Tie-
punto de encaminami~nto _hacia _el progre~o, al m1.smo tiem- demanin será la base de cualquier otro dedicado a Benjamin
po su Filosofia de la Historia se cierra precisamente en ton:io en el futuro.
;
a una crítica del concepto de progreso tal como era esencial
en la Filosofia moderna de la Historia, de Vico a Marx. To· ,/
1/Ver Franz Kafka, Preparativos de boda m el campo y otros textos en pro~a,
procedentes del legado, Francfort 1966, pág. 44: «Creer en el progreso sig-
4 Ver V(l), 578. nifica no creer que ya se haya producido progreso. Eso no sería creer.»
5 Ver 1(3), 953 s., también Tiedemann, op. cit., págs. 60 s. (en la nueva 7 Ver Tiedemann, op. cit., 157-215 (la bibliografia sólo está incluida en
edición de Francfort 1973, págs. 79 s.). la primera edición).

86 87
dican los dos artículos del Merkur mencionados en el
Fran~fitrter Rundschau4, me manifestaré más en profundi-
dad cuando haya leído por entero el ensayo de la sefiora
Arendt 5.
Es cierto que en su momento hice depender la publica-
ción del trabajo «Teorías del fascismo alemán» de Beníamin
en Argument de que se tachara la última frase. El sefíor Rei-
che me respondió que la redacción compartía mis reparos.
Sugerí que, como es usual, se señalaran las omisiones por
medio de dos puntos entre paréntesis 6•
Pero esto es también todo. En las «anteriores ediciones»
-Notificación provisional (1968Y no se encuentra ninguna omisión esencial para el asunto;
sólo se eliminaron, para ahorrar espacio, unas cuantas notas
técnicas ~ pie de página, aparte del apa~~to de notas de la te-
Después de que últimamente incluso el si~encio esté sis y del libro sobre el Barroco. La ed1c1on en dos tomos ve-
comprometido en Alemania 1, respondo a la réplica de la re- nía caracterizada como selección en mi prefacio; en él dejé
dacción de Altemative que publicó el Franlifurter Rundschau claros los puntos de vista conforme a los que se había he-
el 28 de febrero 2• cho. No acepté por ejemplo el artículo sobre Fuchs, apare-
Me voy a limitar a muy pocas cosas. Rolf Tiedemann cido entretanto, porque el propio Benjamín se había ma~i-
publica en estos días en Argument una detallada respuesta_a festado muy negativamente ante mí respecto a ese traba¡o,
las acusaciones de Alternativi3. Respecto a la controversia lo que por otra parte viene confirmado en una carta de
sobre la interpretación objetiva de Benjamín a la que se de- Brecht a Benjamín aparecida recientemente 7• Dejé a un
lado el primer texto sobre Baudelaire porque, en vista de la
'' Este texto apareció en Fran!efúrter Rundschau el 6.3.1968; fue escrito in- notable limitación espacial a un total de 1.200 páginas, con-
mediatamente antes. Texto de esta edición: Adorno, Gesammelte Schriften, sideré más importante publicar el posterior, que en cual-
torno 20.1: Escritos VariOJ I, Francfort 1986, págs. 182-186. quier caso consideraba incomparablemente más logrado.
1 La nota se refiere al entonces presidente federal Heinrich Lübke, de
Dado que entretanto apareció una parte del viejo Baudelai-
quien se sabe que participó en la construcci<'.>n de campos de concentra·
dón bajo el régimen nazi; se negó a pronunciarse al respecto. .
2 La revista Alternative publicó como númer? doble 56/57 (octubre/d1-
4 Ver Hannah Arendt: «Walter Benjamín» [1' parte] en: Merkur 238,
ciernbre de 1967) un volumen dedicado a Ben¡amm en el 91:e se polemi- Jg. 22, vol. 1/2 (enero/febrero 1968), págs. 50-65 y Helmut Iieissenbüttel,
zaba contra Adorno como editor e intérprete de BenJamm. Estos ataques «Zu Walter Benjamins Spatwerk», ibíd, 179-185.
fueron recogidos por Wolfram Schütte el 19.1.1968 en el Frankfurter Rund- 5 E$te flan no fue hecho realid~d_por 17-d<;mo; ver no obstante las no·
schau, donde fueron rechazados por Siegfried Unseld el 24.1.19?8- i':- una tas paja e proyectado ensayo en pagmas s1gu1entes. .
dúplica de la redacción del Fran!efúrter Rundschau de 25 .1.1 ?~8 s1gum una 6 Yer Benjamín: Teorías delfa.rcismo alemán. [Reseña] Krieg und Krieger,
respuesta de la revista Alternative (29.1.1968), a la que replico RolfT1ede- edición de Ernst.Jünger, Berlín 1930, en: Da.rArgument 30,.Jg. 6, vol. 3 (oc-
mann (7.2.1968). La «Notificación provísionah de Adorno se refiere a una
segunda réplica de la redacción de Alternative, que aparecía en el Fran!efúr-
tuqie 1964), págs. 129-137. Reimut Reiche llevó como miembro de_ la ,re-
daéción de Argument la correspondencia con Adorno sobre la ed1oon.
ter Rundschau el 28.2.1968. Respecto a todo el complejo ver R. Tiedemann, «Zur ~Beschlagnahme"
3 Ver R. Tiedemann: «Zur "Beschlagnahme" Walter Benjamíns oder
Walter Benjamins», op. cit., págs. 87. s.
Wie man mit der Philologie Schlitten führt», en: Das Argument 46, Jg. 10, 7 Ver II(3), 1354.
vol. 1/2 (marzo de 1968), págs. 74•93.

89
88
re en Neue Rundschau 8, otra va a aparecer en Argument y el jos, sin que esa crítica enturbiara en lo más mínimo nues-
resto les seguirá lo antes posible, todo el mundo podrá for- tras relaciones personales. Esto se puede certificar ya en mi
marse un juicio sobre si procedí razonablemente. carta de Homberg de 2 de agosto de 1935, sobre el memo-
Las supresiones de la Teoría de la reproducción sugeridas rándum París, la capital del sig!.o x1x12 , mucho antes de que
por Horkheimer10 se referían al uso por Benjamin de cate- Benjamín perteneciera al Instituto. En respuesta escribía, el
gorías materialistas que Horkheimer, con razón, no consi- 16 de agosto de 1935: «Lo extraordinario y, con toda la pre-
deraba suficientes; tales controversias entre el editor de una cisión y vehemencia de su oposición, lo que para mí es tan
revísta y un autor son, como sín duda sabe el equipo de Al- extremadamente especial y fructífero en su caita, es que el
ternative, enteramente normales. La discusión se desarrolló ,,asunto en general está en estrecha relación con su vida inte-
en una atmósfera de solidaridad y profesionalidad, de la lectual tal como yo he sabido de ella; que cada una de sus
que aquellos qne hoy intentan con fines publicitarios hacer reflexiones -o casi cada una- apunta al centro producti-
sensacionalismo con el nombre de Benjamín y con el mío vo, y casi ninguna fuera de él. Sea cual sea la figura en la
no parecen tener idea alguna. que sigan actuando en mí, y por poco que yo sepa de esta
Mi prefacio a los Escritos menciona también lo que según actuación, hay dos cosas que me parece que se pueden esta-
Alternative quiero ocultar: que la teoría de la reproducción blecer: 1) que tal actuación será siempre estimulante; 2) que
«contiene secretamente también un programa de la propia sólo podrá ser tal que confirme y fortalezca nuestra amis-
escritura de Benjamín» (\\Valter Benjamín, Escritos I, Franc- tad» (Walter Benjamin: Cartas, Francfort 1966, tomo 2, pági-
fort, 1955, pág. XXI) 11 • Por lo menos habría que leer los tex- na 686). O!,ie no sólo era yo el que criticaba unilateralmen-
tos que se atacan. te a Benjamín, sino también él a mí, se desprende de su car·
En las cartas que contiene la edición en dos tomos se han ta de 7 de mayo de 1940 (véase especialmente op. cit., pági-
omitido únicamente, conforme al uso general, las frases nas 851 y ss.), en la que hacía hincapié en mi tratado sobre
irrelevantes o aquellas que podrían ofender a personas aún George y Hofmannsthal, la última obra mía que leyó. Jamás
vivas; todo esto se ha hecho de forma tipográficamente vi- actuamos de otro modo. Me acuerdo con toda claridad de
sible. que Benjamin comentó conmigo en París, de forma similar-
Carece de objeto hablar de la «problemática unión perso- mente crítica, lo que había escrito de mi Ensayo soltre Wrigner
nal del antiguo contrincante y hoy editor e intérprete 1neo- antes de mi traslado a América. Pero en lo que atañe a la
dor W. Adorno»: Benjamín y yo nunca fuimos «contrincan- cuestión de la interpretación, es decir, de la explicación de la
tes». Naturalmente, como es habitual entre amigos que pro- Filosofh de Benjamín, yo, que le conozco con la mayor
ceden de la misma esfera intelectual y se dedican a las exactitud desde nuestra juventud (1923), tengo al menos el
mismas cuestiones, ejercimos la crítica sobre nuestros traba- mismo derecho a ella que cualquier otro. No hay en juego
ningún derecho «oficial»; en todo caso conocimiento.
3 Ver Benjarnin, «Der Flaneur. Mit einer Vorbemerkung von R. Tiede·
No e~ posible hablar de monopolización del archivo
rnann», en: Neue Rundschau 78 (1967), págs. 549-574. BenjamijJ en el Instituto de Investigaciones Sociológicas.
9 Ver Benjamin: «Die Moderne. Mit einer Vorbemerkung von R. Tiede- No he ~echo más que cuidar de que el material se mantu-
mann», en: Das Argument 46,Jg. 10, vol. 1/2 (marzo de 1968), págs. 44-73. viera uriido, y dejar trabajar sobre él solamente a personas a
JO Como editor de la Zeitschrffifar Sozia!forschung, Max Horkheimer ha· las qy,é pudiera controlar bien. Con la excepción de un es-
bía promovido una serie de recortes y modificaciones en la primera edi-
ción del artículo sobre la obra de arte, aparecido allí en traducción france-
sa (ver ahora 1(2), 709-739); ver al respecto 1(3), 987-1000. i2 Ver más adelante, 4° carta del artículo «Sobre París, la apita! del
ll Ver arriba, «Introducción a los Escritos... » siglo XIX».

90 91
tudiante berlinés que me recomendó Szondi; nadie se ha La última velada que pasé con Benjamin, en enero de
tomado tampoco la molestia. Ahora la editorial Suhrkamp 1938 en el puerto de San Remo, mi mujer y yo convenci-
prepara una gran edición, que tiene en cuenta también las dos ya entonces de la inminencia de la guerra y de la inevi-
exígencias filológicas que, según indicó expresamente en el ta~le catástrofe fr~cesa, a~onsejamo~ una vez m~ a Benja-
prefacio a los Escritos, no se habían destacado debido al bre· ~m del modo ma~ apremiante que mtentara vemr a Amé-
ve tiempo de preparación. En cuanto concluya la nueva nea lo antes posible; todo lo demás ya se vería allí.
edición, habré dejado todo el legado en un punto de elabo- Benjamin se negó y dijo literalmente: «Hay posiciones que
ración que permita el ulterior trabajo científico sobre él13. defender en Europa.» No hay más que añadir a la acción
Sin embargo, lo verdaderamente calumnioso de los re- ., concertada contra mí. Su única finalidad es hacer de la nada
proches que se me hacen está en que se insinúa una vincu- un escándalo que dé publicidad a aquellos a los que desde
lación entre last controversias teóricas y la situación econó- luego no quisiera llamar mis contrincantes.
mica de Benjamin. Nada de esto es cierto. Benjamin
recibía, si no recuerdo mal, desde diciembre de 1935, sub-
venciones del Instituto de Investigaciones Sociológicas 14, y
más adelante un salario regular; nadie pensó nunca en ejer-
cer en relación con esto presión alguna sobre sus principios o
en censurarle. Es puro absurdo que yo, desde febrero de 1938
en Nueva York, tuviera que decidir sobre el apoyo económi-
co a Benjamin; entonces ni siquiera era director del Institu-
to, cosa que sólo llegue a ser a mi vuelta a AJemania. Sí es
cierto en cambio que fui yo quien estableció la relación en-
tre el Instituto y Benjamín.
Tengo absolutamente presente la frase de Beníamin de
que con el trabajo sobre la reRroducción había querido su-
perar en radicalismo a Brecht ). Mientras trabajaba en aque-
llas de sus cosas que no se referían directamente a Brecht,
me las mostraba a mL pero no a Brecht... seguramente por-
que no se esperaba nada bueno de hacerlo. Q1.1e en las ideas
sobre lo material temiera de mí es una invención16• El se-
gundo tomo de las cartas basta para demostrarlo.

13 El legado parcial de Benjamín que Adorno poseía se encuentra hoy


en el archivo Theodor W. Adorno, Francfort.
14 Benjamín recibía de hecho desde junio de 1934 subvenciones regula-
res del Instituto de Investigaciones Sociológicas.
15 En Altematíve se discutía la manifestacíón de la que Tiedemann {Es-
tudio; sobre lafilosefla tk Walter Benjamin, Francfort 1965, pág. 89) había ha-
blado tras una conversación con Adorno.
16 Hannah Arendt había hecho la correspondiente afirmación; ver op.
cit. págs. 56 s., nota 4.

92 93
Defensa de Tiedemann4 • De hecho pasa a la Filosofia de la
Historia 5 al abandonar la mera inmediatez. rns tan horrible
que él, del que tanto aprendí, haya aprendido también de
rrií? Concepciones monolíticas de Arendt.
Referencia a los reproches contradictorios de H[anna]
A[hrendt] y Heissenbüttel6• Consecuencias de ellos.
Qtie H.A. debe a Tiedemann su «trouvaille», la relación
entre WB y el fenómeno originario de Goethe 7 • iPruebas al
'" respecto!
La tesis principal de HA.: W.B. no era un filósofo. Vaya
un concepto de Filosofia. Es el del señor Heidegger, al que
Sobre la1 interpretación de,, Benjamin -~ H.A. dispensa esa adulación que reprocha injustamente a
Notas para un proyectado articulo (1968)'' Tiedemann en su relación conmigo. Señalar dónde está la
Filosofia. El concepto de crítica en W.B. sólo tiene su sus-
tancialidad gracias a su contenido filosófico; de lo contra-
Decisivo el ademán del que está al margen de 1~ descrip- . rio, no existiría la aspiración empática de esta crítica, por
ción de tendencias, ahorrándose el «punto de part1da», una medio de cuyo cumplimiento B. se eleva por encima de lo
especie de técnica de escapatoria. Se trata pues de la deter- habitual. Modelo al respecto. H.A. querría sustraerse preci-
minación de lo puesto al descubierto, que hay que extrapolar samente a esta vinculación.
del asunto. Pero esto apen~s puede ser <?tr~ ~osa 1que lo te?- Falsa preferencia de las circunstancias biográficas e histó-
lógico. Pruebas en el trabaJQ sobre la _obJ~t!vidad y la teor~a ricas, que por lo demás no han echado a pique a otros, a pe-
de la reproducción2• Para la determmac1on de la Teolog1a sar de su identidad. Ninguna relación directa de estas cir-
como algo que se ha vuelto pequeño y feo, el comienzo d~,.-, cunstancias con el asunto, que H.A. hace pasar a segundo
las tesis sobre la Filosofia de la Histona . •:•· plano. Falso acento de su planteamiento.
Lo que más le gustaría es convertimos a nosotros, que al
fin r al cabo la hemos mantenido siete años a flote, en sus
'' Estas notas escritas en marzo de 1968, representan trabajos prelimina- asesinos.
res para un artíc~lo con el que Adorno quería responder a la polémica que Admisión de una cierta ambigüedad de W.B., que tiene
Hannah Arendt y Helmut Heissenbüttel habían forza_do, contra su.mter-
pretación del pensamiento de Benjamin y contra la ed_lC!on de los f!,scntos
y Cartas de Benjamín (ver arriba, fágs. 91-96). Rudolf Hartung quiso pu:
blicar la respuesta de Adorno en e Neue Rundschatt, pero Adorno rechazo 4 Es decir, contra los ataques de Heissenbüttel y Arendt.
la idea a principios de mayo: «La carga qu~ ,siento sobre_1;11s hombro~ en 5 Are;ndt había caracterizado las correspondientes tesis de Tiedemann
este momento y, dICho smceramente, tamb1en m1 afectaoon por est~ asun- como «fefirmaciones sacadas del aire» y «elucubraciones de un joven afec-
to, son tan grandes, que no conflo en escribir ese traba¡o sobre BenJamm» tado d~ exceso de celo» (Hannah Arendt, «Walter Benjamín [1" parte]",
(8.5.1968 a R. Hartung). en: Mtrkur 238,Jg. 22, vol. 1/2 [Enero/febrero 1968], pág. 57).
6 '(er el trabajo de Arendt mencionado en la nota 5, así como Helmut
1 Poco claro; posiblemente se refiere a El autor como productor (ver II(2), Heíssenbüttel: «Zu Walter Benjamins Spatwerh, en Merkur 238, Jg. 22,
683-701). .. , . . vol. 1/2 [Enero/febrero 1968], págs. 179-185).
2 La obra de Arte en la era de su reproductib1lzdad tecnica (ver VII(l), 350--384 7 Ver Arendt, op. cit., y antes RolfTiedemann, EstudioSsobre lafilosofla de

y 1(2), 47 Vi08). Walter Benjamin, Francfort 1965, págs. 60-99 (2ª edición Francfort 1973,
3 Ver 1(2), 693. págs. 79-89).

94 95
que ver con su infantil diplomacia. Es imaginable que ocul- plusvalía 12• Contra el argumento de que, como poetas o fi.
tara a B[ertolt] By su clac el carácter peculiarmente experi- lósofos, no la necesitaban. No se puede enseñar, o defender
mental de su marxismo ... el jugador debe ganar siempre8• teóricamente, lo que no se ha entendido. Por otra parte, a
Pero hay que corroborarlo en los hechos. Ambivalencia, W.B. sólo mediante la docta ignoratia ín re Marx le era posi-
por io menos, ya en el trabajo de Moscú9 (demostrar). Si la ble rescatar su tipo de experiencia para su materialismo, con
señora Lacis díce que él fue a Moscú y no a Jerusalén10, hay los más graves antagonismos. El punto de inmediatez del
que responder que no se quedó allí. También el testimonio pensamiento de WB., en contraposición con el postulado
de Stfjan 11 • . de Lenin de que había que incluir en el pensamiento todas
Es muy definitorio de W.B. el carácter electivo, un pun- •· las intermediaciones. ·
to de arbitrariedad en sus posiciones. Dentro de ello, secu- La historia de que B.B. cuando volví a verle en la emigra-
larización del motivo teológico de los textos sagrados, tam- ción en el otoño de 1941, por primera vez desde 1932, ha-
bién la crítica a la autonomía. Si hay un reparo que hacerle bló de WB. como su mejor crítico.
es que equiparaba con demasiada i1;1mediatez esta críti~a a
una crítica positiva. Un punto de pensamiento decorattv?
aquí, de Como si. Al mismo tiempo un pensamiento posi-
tivista: «Hipótesis de trabajo.» Pero su ingenio era tan gran-
de que se reveló muy fructífero: como regulador de la expe-
riencia. La experiencia intelectual es lo decisivo en él. .Simi-
lar la relación de muchos intelectuales con el maoosmo,
también la mía propia. La inevitabilidad del «cuerpo extra-
ño». Pero hoy hay que pagar por ello. [Adición, probable-
mente a la tercera frase]: Asunto generacional. Pasa algo
parecido con Lukács, en. el que la nostalgia .de una ép?ca
llena de sentido se convierte en una metafis1ca, el sentido
mismo.
Hay que decir que el conocimiento. y 1~ compre~si_ón
que W.B. tenía de Marx eran extraordmanamente limita-
dos. En Brecht aún más ... esa historia con la teoría de la

8 Ver 1(2), 693.


9 Ver IV(l), 316-348.
to Asja Lacis hizo repetidamente tal manifestación, también verbalm~-
te a RolfTiedemann, a quien Adorno había informado al respecto. Yer as1·
mismo Asja Lacis, «Sti:idte und Menschen. fainnerungen», en: Sinn_ unf
Fonn 21 (1969), pág. 1345 (cuaderno 6) o, de la misma autora: Revolut!on~r
im Beruf Bmchte über proletarisches Theater, über Meyerhold, Brecht, Ben1amm
undPiscator, edición de Hildegard Brenner, Múnich 1971, pág. 45.
!l Por ejemplo en una carta de 18.1.1968 a Adorno: «Creo recordar aún
que mi padre, cuando le ví por última vez a finales de los años 30, tenía
una postura más crítica que en la época de su emigración, si no frente al u Adorno inf~rmaba que füecht le había insistido en que según Marx
marxismo, sí al menos frente a la Rusia soviética.» la plusvalía era producida por las máquinas.

96 97
1

t
mar objetivista, le ponía desde un comienzo en una cierta
contradicción con los expresionistas. En todo caso recono-
ció_ de \nmediato la extraordinaria calidad de K.l;e, y una
ho¡a sahda de su mano se volvía para él algo por así decirlo
canónico 1.
. Sólo ent~ó en contacto con la vanguardia artística pro-
piamente dicha una vez cesado el movimiento expresionis-
ta, sobr~ tC??ºpor medio de ~re~ht, que se sabía en aguda
contrad1cc10n con los expres1omstas. En los últimos años
veinte y primeros treinta, además de a éste, trató mucho a
A l' écart de tous les courants (1969t Kurt Weill, Klemperer, Moholy-Nagy. El único de sus ami-
gos de juventud próximos al que se podía contar entre los
expresionistas era Emst Bloch; pero en él le atraía más el
No es fácil decir nada sobre la atmósfera intelectual de la e!en:ento místico·espec~lativo que el ademán verbal expre·
que Benjamín salió. Sería imposible ponerle en relación di- s15m1sta. E11:tre ~os espíntus de su generación y de su am-
recta con las orientaciones espirituales predominantes en el biente, Ben¡amm se caracteriza por estar enteramente libre
Berlín de los años anteriores a la Primera Guerra Mundial. de ese ademán. Ya sus primeros trabajos se esfuerzan, a pe-
Naturalmente, un hombre de su excepcional talento no es- sar de toda su rareza y distancia respecto de la convención,
taba aislado. La imagen de un Benjamín desconocido du- por lograr una exposición cristalina, vuelta hacia lo afecti-
rante su vida y descubierto sólo después de su muerte es V?· ~ este respect:o, como no pocos autores de la mayor ori-
una leyenda sentimental. Cuando abandonó definitiva· gmahdad, era ligeramente anacrónico. Aparte de por
mente Alemania, en 1933, ya estaba en posesión de algo así Holderlin, Benjamín se mostraba más impresionado por
como una fama esotérica. Sus relaciones en el Berlín litera- George, que ya estaba un poco démodé, que por sus con-
rio tenían muchas ramificaciones. Pero no formaba parte de temporáneos. Naturalmente, nunca perteneció al círculo
ningún grupo de escritores y filósofos propiamente dicho. de George.
Especialmente, desde el principio parece haber guardado Su relación con su propia generación cristalizó en un
las distancias con el Expresionismo berlinés; sin duda Kurt punto extremadamente inesperado, probablemente por ra-
Hiller era un punto de unión, pero la relación con él se en- zones histórico-vitales: su pertenencia a la Comunidad Es-
frió con rapidez. Ese rasgo de Benjamín, que podríamos lla- col~r Libre de Wickersdor_f. Fue activo en el movimiento ju-
venil, y en su ala más radical; antes de 1914, probablemen·
* El último trabajo de Adorno sobre Benjamín fue escrito a finales de te fre Gustav Wyneken quien ejerció la mayor influencia
marzo de 1969. Apareció en una traducción francesa de Pierre Missac en sobte él. Su papel allí era relevante; durante un tiempo, fue
Le Monde (31.5.1969, Supplément au No. 7582, p. IV); el texto alemán fue pres1dente de la Asociación Estudiantil Berlinesa Libre. Par-
publicado en 1970, en la primera edición del presente volumen. Adorno
!!º dio título al trabaío; el que ha _pu1sto el editor es el de la traducc~ón
francesa, sobre el que Adorno escnb10 al traductor, el 17.4.1969: «El tJtU- Y Se refie:e al_ dibujo al óleo acuarelado Angelus Novus, de 1920, propie-
lo también me parece bien, aunque un lector menos dispuesto podría ob- dad ,de Ben¡am1;1- Angelus Novus_ iba a ser el nombre de una revista que
jetar que en estas reflexiones se habla poco del entourage de hecho de Ben- Ben¡arnm planeo editar en los pnmeros años vemte (ver II(l ), 241 a 246)·
jamín. Sea como sea, estoy de acuerdo, y espero poder hacer algo por Ben" todavía en su último trabajo, Sobre el concepto de la Hisroría, aparece la ima'.
jamin con este asunto.» Texto de esta edición: Adorno, Gesammelte gen de Klee (ver I(2), 697 s.). Una reproducción del cuadro se encuentra en
Schríften, tomo 20.l: Escritos Varios I, Francfort 1986, págs. 187-189. VII(l), tras la página 520 [fig. 23]. . _.

98 99
ticipó decisivamente en las luchas por su. ori~nta.c,ión, hoy de ellas ha sido atribuible. Mientras su genio era demasiado
apenas reconstruíbles ya, así como en la mst1tuc1on de las
profundo y de demasiada autoconciencia crítica como para
llamadas «aulas».
aislarse, a1 mismo tiempo era demasiado fuerte como pa-
En un pensador instintivo, desde la pr~era palabra q':le ra acomodarse, aunque él mismo lo hubiera querido.
escribió, en un pensador tan inco1;1-form1sta como. Be~Ja; Hacia 1928 se aproximó al círculo del Instituto de Inves-
min no se pasará por alto la paradop de que no se_ mclmo tigaciones Sociológicas, al que se mantuvo vinculado inclu·
hacia las orientaciones individualistas. del modermsmo de so después de que la emigración le llevara a París y al Insti-
entonces sino hacia las colectivas. Habrá que tener presen- tuto a América. Qy.izá para alguien que salió de aquel círcu-
te que es'a ala radical del movimie?~? juven~l, al. ~ontrario lo y es ahora uno de los directores del Instituto no sea
~!
que la mayoría, que pronto se adhmo ant1se_n11t1smo, es- demasiado inmodesto decir que Benjamín encontró aquí,
taba fof:\llada predominantemente por JO':'enes mtel~ctuales hasta la catástrofe de 1940, algo de esa unión entre la auto-
judíos. Además, también pudo tener su 1mpo~anc1a el su- nomía intelectual y el pensamiento de un grupo que siem-
frir de una soledad a la que sus dotes excepc10:1al~s, que pre le rondó por la cabeza.
despertaban rencor en otros, condenar~:m a Ben¡aI!lm. Era
grande su ansia de insei;:a~se en comu~dades, servir ~ nue-
vos órdenes, incluso practicas. Su puls1~n en ese sent11'? l;
llevó en su juventud hacia una orientación que se pohttz?
posteriormente. Naturalmente, en su relación con el movi-
miento juvenil pronto salió a la luz lo inúti~ de esa pseud<?-
morfosis. Qy.e Benjamín discutiera con casi todo~ sus a_m1-
gos de ese periodo apenas puede to1:r1arse en ~e~?do psico-
lógico, sino como testimonio de la mcompat1b1hda_d de su
naturaleza espiritual precisamente con los apremios que
buscó.
Allá donde se hubiera supuesto encontrar al primer Ben-
jamín, entre los jóvenes literatos, es donde n? ~e enco~tra-
ba: anticipó su superioridad antes de que se h1c1era realidad
del todo. En vez de eso, se adhirió a un grupo en el que ape-
nas encajaba; pero sólo para averiguar cuán poco encajaba,
en el sentido de la frase de Infancia en !3erlín de que 1;10 hu-
biera querido formar frente común m con su prop1~ ma-
dre2. Esto le reforzó completam~nte en su comfortam~ento
idiosincrásico, y le mantuvo ale¡ado de loJ ce11:acu~os litera-
rios. No fue el talento que se forma en el sile1;1cio, smo el ge-
nio que, nadando desesperado contra la comente, ll~ga ha~-
ta sí mismo. Asumió reflejándolas todas las tendenc1~s espi-
rituales de sus años juveniles, se formó en ellas, a nmguna
!

De cartas a Walter Benjamín


Sobre Franz Kajka,
Con ocasión del décimo aniversario
de su muerte

l. Oxford, 5.12.1934

Leería con mucho placer, con ardiente placer los nuevos


fragmentos de la lrifancia [en Berlín] y sobre todo el Kajka 1:
hasta ahora todos debemos a Kafka la palabra liberadora,
sobre todo Kracauer2 ... y cuán apremiante no seria el deseo
de liberarlo de una teología existencialista y prepararlo para
la otra. Dado que de todos modos tenemos que contar con
que pasarán periodos de tiempo no del todo irrelevantes
hasta que volvamos a vernos ... foo sería posible ver ahora
esos trabajos?

2. Berlín, 16.12.1934

Debo a (Egon] Wissing el haber visto su Kajka, y hoy


sólo quisiera decirle que debo a los motivos de este trabajo
una impresión del todo extraordinaria ... la mayor que me

l Ver II(Z), 409-438.


2 Los distintos trabajos de Kracauer sobre Kafka se encuentran reseña-
dos en Thomas Y. Levin, Sieg/ried Kracfiuer. Bine Bibliographie seiner Schrif
ten. Marbach a. N. 1989; ver pág. 395 (Indice de nombres).

105
ha h~cho usted desde 9ue terminó el Kraus 3. Espero encon- pensamientos ... bien podría llamarse teología «inversa». El
trar tiempo en estos dias para expresarme con más detalle; punto de partida contra la interpretación natural y suprana-
vaya por delante que destaco la inmensa definición de la tu:al al mismo tíemp?, que está formulado en ella por vez
atención como figura histórica de la oración, al final del ca- pnmera con toda mtidez, me parece con toda exactitud el
pítulo tercero4 . Por lo demás, inuestra concordancia en el mío propio ... en mi Kierkegaard 7 no se trataba de otra cosa
centro filosófico nunca ha estado más clara para mí que en y si se burla usted de la unión de Kafka con Pascal y K.ierke~
este trabajo! gaard 8, me permito recordarle que en el Kierkq5aard yo ex·
ponía la misma burla contra la unión de K.ierkegaard con
Pascal y San Agustin 9. Por supuesto, si insisto en una rela-
3. Berlín, 17.12.1934 ción entre K.ierkegaard y Kaflca, ésta es en última instancia
! la de la teología dialéctica, cuyo abogado ante Kafka se lla-
~ermítame, con_ absoluta _premura -porque Felizitas5 maba Schoeps 10 • Está más bien exactamente en el punto del
e~ta a punto_ de qmtarme el ejemplar de su Kajka, que que- «escrito» del que dice usted tan decisivamente que Kafka
na ha):,er ho¡eado una segunda vez-, cumplir mi promesa había supuesto, como su heredero, que se podía entender
y deor unas pocas p~labras, más para expresar la espontá- mejor, es decir socialmente, como su prolegómeno 11. Y éste
nea y arrolladora gratltud que me ha invadido que porque es de hecho el criptograma de nuestra teología, ningún
se me haya pasado por la cabeza poder descifrar por com- otro ... pero por supuesto tampoco una pulgada menos. El
pleto o incluso juz~ar es~ enorme tronco. No lo tome por que aquí se abra paso con tan enorme fuerza, me parece la
falta de IT?-odest1a s1 empiezo por decir que nunca he sido más hermosa garantía de su acierto filosófico desde que co-
tan consciente de nuestra concordancia en el centro fiJosó· nocí los primeros fragmentos de los Pasajes 12 • En nuestra
fico c<?mo aquí. ~e traigo a colación mi más antiguo ensa- coincidencia quisiera incluir además las frases sobre la mú·
yo de mterpretac1on 6 de Kafka, fechado hace 9 años: es una sica y sobre el gramófono y la fotografia 13; dentro de unas
fotografia de la vida terrena desde la perspectíva del redimi- semanas le llegará, espero, un trabajo mío de hace cosa de
do, del q~e no aparece nada más que la punta del paño un año sobre la forma del disco 14 , que parte de un determi-
!legro, mientras la óptica lúgubremente desplazada de la nado punto del libro sobre el Barroco y al mismo tiempo
11:11-~?en nC? es otra que la de la propia cámara, situada en po- emplea la categoría de la alienación objetual y el reverso
s1c1on oblicua ... no hace falta dec1r más sobre la coinciden- casi exactamente en el mismo sentido en que ahora lo veo
cia, aunque sus análisis vayan mucho más allá de esta con-
cep~ión. Pero al m~smo tiempo esto afecta también, y en un 7 Ver Adorno: Gesammelte Schriflen, tomo 2: Kierkegaard. Construcción de
s~ntldo muy de pnncipio, a la postura respecto a la «teolo- westético, Francfort, 1979.
Ver II(2), 426.
· ·······~····-t·
g1a». Dado que, antes de entrar a sus Pasajes, yo insistía en Ver Adorno, op. cit., pág. 91.
9
ella, me parece doblemente importante que la imagen de 10 Hans Joachirn Schoeps, que ¡unto con Max Brod editó el volumen

teol?gía en la que veía con gusto desaparecer nuestros pen- del legado La construcción de la muralla china (Berlín 1931 ).
samientos no sea otra que esto de lo cual se alimentan sus J! Ver II(2), 437 ·
12 En septiembre u octubre de 1929, Benjamín leyó a Adorno y Hork
heirner, en Francfort y Konigstein, parte de los «Primeros esbozos» de los
3 Ver II(l), 334·367. Pasajes (ver V(2), 1082).
4 Ver II(2), 432. n Ver II(2), 416 y 436.
14 Ver Adorno, Gesammclte Schriflen, tomo 19: Escritos mtrsictdes VI,
: Apelativo c¡ue Benjamín usaba para referirse a Gretel Adorno.
Desaparecido, y probablemente no editado. Francfort, 1984, págs. 530-534.

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106 107
construido por usted en el Kqfka; y sobre todo las frases so- culpa20 ha sido tomado de éste, aunque también de la tradi-
bre la belleza y la desesperanza 15• Casi lamentaría que la nu- ción judía, y ciertamente también de la Filosefza del Derecho
lidad de las interpretaciones teológicas oficiales de Kafka de Hegel). Pero esto no expresa sino que la anamnesis -o
sea sin duda clara, pero no plenamente explícita, como por el «olvido»-- de la Prehistoria en Kafka está interpretado en
ejemplo la de Gundolf en Las afinidades e!ectivas 16 (dicho sea su trabajo esencialmente en sentido arcaico y no dialectiza-
de paso, las llanuras del psicoanalítico Kaiser 17 desfiguran do: con lo que el trabajo va a parar precisamente al comien-
menos la verdad que la profundidad burguesa de aquél). En zo de los Pasajes. Lo último que tengo que decir aquí es que
Freud, uniforme e imagen del padre caminan de la mano. sé bien que la misma reversión, la misma articulación insu-
Cuando usted mismo califica el trabajo de «inconcluso», ficiente del concepto del mito me es atribuible a mí en el
sería por supuesto convencional y necio que yo le rebatiera. Kierkegaard, donde era superada sin duda como construc"
Demasiado sabe lo hermanado que está aquí lo significati- ción lógica, pero no en concreto. Pero precisamente por eso
vo a lo fragmentario. Pero esto no excluye que se pueda ca- puedo señalar este punto. No es casualidad que de las anéc-
lificar de inacab<}do el trabajo ... precisamente porque prece- dotas interpretadas quede sin interpretación una: la de la
de a los Pasajes. Este es su carácter de inacabado. La relación imagen infantil de Kafka21 . Pero su interpretación equival"
entre IA Prehist9ria y la 1.V1odernidad aún U() ha s'icfo" deyada . dría a una neutralización de la era a la luz de un relámpago.

tSr4i::4J!~ %~~1~i~ü!~~1ft¡~f¿~ÓH;iell~~ii!¿1~
1
laguna al principio, en la cita de Lukács y la antítesis entre
Esto hace referencia a todas las posibles disonancias en con-
creto: síntomas de parcialidad arcaica, de no realización de
la dialéctica mítica todavía aquí. La más importante me pa-
época y era 18 . Esta antítesis no podría ser fructífera como rece la de Odradek22 . Porque lo único arcaico es hacerle sa-
mero contraste, sino meramente dialéctica en sí misma. Yo lir del «mundo primitivo y de la culpa»23 y no releerlo como
diría que para nosotros el concepto de época es absoluta- precisamente aquel prolegómeno que usted sitúa con tanta
mente inexistente (igual que no conocemos la decadencia o insistencia al comienzo del problema de la escritura. ¿No
el progreso en el sentido abierto que usted mismo destruye tiene su lugar junto al padre de familia -:no es precisamen-
aquí), y únicamente conocemos la era como extrapolación te su preocupación y su riesgo, no se anticipa en él la revoca-
del presente fosilizado. Y sé que nadie me lo admitiría en ción de la relación de culpa de la criatura-, no es la preo-
teoría mejor que usted. Pero en Kafka el concepto de era ha cupación --en verdad un Heidegger puesto en pie- la
permanecido abstracto en el sentido hegeliano (dicho sea clave, incluso la promesa más cierta de la esperanza, precisa-
de paso, son sorprendentes, y probablemente usted no sea mente en la revocación de la casa? Sin duda Odradek es,
consciente de ello, las densas relaciones que tiene este tra- como reverso del mundo objetivo, un signo de desfigura-
bajo con Hegel. Sólo diré que el pasaje sobre Nada y _ / ción, pero, como tal, precisamente un motivo de trascen-
Algo 19 se adapta del modo más nítido al primer movimier¡.- dencia, concretamente de la eliminación del límite y de la
to hegeliano del concepto: ser - nada - devenir, y que el mo- conciliación de lo orgánico y lo inorgánico o de la revoca-
tivo de Cohen de la trasposición del Derecho mítico en la ción de la muerte: Odradek «sobrevive». Dicho de otro
15 Ver II(2), 413 s.
16 VerI(l), 157"167. 20 Ver II(2), 412.
' 7 Hellmuth Kaiser, a cuyo libro El infierno de Franz Kefka 0fiena, 1931) 21 Ver II(2), 416, así como VII(l), tras 520 [Fig. 24].
se refiere Adorno; ver también II(2), 425. 22 En el relato de Kafka «La preocupación del padre de familía», del YO"
18 Ver II(2), 410. lumen Un médico rural
19 Ver II(2), 435. 23 Ver II(2), 431.

108 109
modo, solamente a la vida objetivamente trastocada se le ha presión «festejo rural o fiesta infantil» 29 ... sin duda sería más
prometido la escapatoria de la relación natural''. Aquí hay cierta la imagen de una fiesta musical en una gran ciudad de
· más que «nube» 24; no «aclarar», sin duda pero sí dialectivi- los años o,chenta, y el «air~ rural» 30 de Morgenstern siempre
zar, la dialéctica y la figura de la nube -en cierto modo ha- me resulto sospechoso. 51 Kafka no es el fundador de nin-
cer que Hueva la parábola-, sigue siendo el deseo más ínti- guna religión3 -iQyé razón tiene! iCuán poco lo es!-,
mo de una interpretación de Kafka; igual que la articula- sin duda no es tampoco y en ningún sentido un escritor de
ción teórica de la «imagen dialéctica». No, Odradek es tan patria judía. En este punto, considero del todo decisivas las
dialéctico que realmente se puede decir de él «tanto como frases acerca del entrelazamiento de lo alemán y lo judío 32 .
nada lo ha hecho bien todo» 25 • Al mismo complejo perte- Las alas envueltas del ángel no son ningún déficit33, sino su
nece el pasaje del mito y el cuento 26 , al que habría que em- «rasgo»; ellas, la apariencia obsoleta, son la esperanza mis-
pezar por objetár pragmáticamente que el cuento aparece ma, y no hay otra que ésta.
como engaño del mito o su quiebra, como si los narradores Partiendo de aquí, de la dialéctica de la apariencia como
áticos trágicos fueran lo que son en última instancia, y modernidad preepocal, me parece alzarse la función del tea-
como si la figura clave del cuento no fuera el mundo premí- tro y el gesto, que usted por vez primera ha puesto en el
tico, el mundo sin pecado que se nos presenta objetivamente centro tanto como le correspondía34 • Los contenidos del
cifrado. Es en extremo extraño que los «failos» materiales proceso son enteramente de este tipo. Si se quisiera buscar
que se puedan achacar al trabajo se asienten exactamente la causa de los gestos, quizá habría que buscarla menos en
aquí. Porque los delincuentes de la colonia penitenciaria, si el teatro chino, me parece, que en la «modernidad», a saber,
mi memoria no me engaña del modo más espantoso, son en la extinción del lenguaje. En los gestos de Kafka se desli-
rotulados, no sólo en la espalda 27 , sino en todo el cuerpo, ga la criatura a la que se le han quitado las palabras de las
por la máquina; se habla incluso del proceso de cómo la cosas. Así se induce ciertamente, como usted dice, el cono-
máquina les da la vuelta (este volteo es el corazón de la na- cimiento profundo o el estudio como oración; no me pare-
rración, tal como se da en el momento de su comprensión; ce entenderlo como «disposición a la prueba», y lo único
por otra parte, precisamente en esta narración, que en su que me parece ajeno al material en el trabajo es la utiliza-
parte principal tiene una cierta abstracción idealista, como ción de categorías del teatro narrativo35 • Porque este teatro
en los aforismos que usted con razón rechaza28, no se pue- del mundo, que sólo se representa ante Dios, no tolera nin-
de olvidar el disparatado final, con la tumba del viejo gober- gún punto de apoyo fuera, para el que se cerraría en sí
nador debajo de las mesas del café). También me parece ar- como escenario; así como, como usted dice, no se puede
caica la interpretación del teatro de la Naturaleza en la ex- colgar el cielo de la pared en un marco, tampoco hay un
marco escénico para la escena misma (a no ser precisamen-
/

'' Esta es también la razón más íntima de mi oposición a la relación di-


recta con el «valor de uso» en otros contextos. 29 II(2), 423.
30 De una interpretación de Kaika a cargo de Soma Morgenstern, cita·
24 Ver 11(2), 420. da en Il(2), 423.
3 t Ver II(2), 424.
25 Frase de Adorno; ver del mismo: El tesoro del indio joe. Opereta basada
32 Ver II(2), 432.
en Mark Twain, edición de R. Tiedernann, Francfort, 1979, pág. 95.
26 Ver Il(2), 415. 3i Ver II(2), 423.
27 Ver II(2), 432. 34 Ver II(2), 418"420. ·
n Sobre las Consideraciones sobre el pecado, el dok1r, la esperanza y el verda- 35 Ver II(2), 418, donde se usa el concepto de «Disposición a la prueba»,
dero camino, de Kafka ver II(2), 425 s. que en el contexto de Brecht pertenece a la teoría del teatro narrativo.

110 111
te el cielo sobre la pista de carreras36), y por eso de la con- los autobuses londinenses42 que tiene el más extraño de los
cepC1Ón del mundo como «teatro» de la salvación, en la contac!os con el fr~&111ento sobre_ l,cs colores de su bifancía
asunción no lingüística del término, forma parte constituti- en Berl1n43, que Fehz1tas me enseno. Pero sobre todo, déje-
vamente que la forma artístíca de Kafka (y naturalmente no me subrayar una vez más la importancia del pasaje de la
se podrá prescindir de la forma artístíca, tras el rechazo de atención como oración44 • No he conocido nada más im-
la figura doctrinal directa) esté en máxima antítesis a lo tea- pqrtante suyo ... nada que pudiera darme una información
tral y sea la novela. Así, Brod me parece haber dicho algo más precisa sobre sus motivos más íntimos. Casi me parece
mucho más preciso de lo que podía intuir con su banal alu- que con su Kajka se repara la tropelía cometida por nuestro
sión al cine. Las novelas de Kafka no son guiones para tea- amigo Ernst45 •
tro experimental, porque de ellas está ausente por principio
el espectad,or que1podría intervenir en el experimento, sino
que son los últimos -y en extinción- textos de unión
con el cine mudo (que no en vano desapareció casi exacta-
mente con la muerte de Kafka); la ambigüedad de los ges-
tos es la que hay entre el hundirse en la mudez (con la des-
trucción del lenguaje) y el alzarse desde ella en la música;
así sin duda la obra más importante de la constelación ges-
tos-animal-música es la representación del grupo de perros
que hacen música en silencio, tomada de las «Notas de un
perro,>37 que yo no titubearía en situar al lado de Sancho
Panza38 • Qiizá su inclusión aquí podría aclarar muchas co-
sas. Respecto al carácter fragmentario, déjeme decir nada
más que la relación entre olvido y memoria39 es sin duda
central, pero a mí todavía no me ha quedado clara, y quizá
podría articularse con mayor claridad y dureza; permítame
decir, como curiosidad, respecto al pasaje sobre la «falta de
carácter» 40 , que el año pasado escribí una obrita, Asimila-
ción41, en la que tomé la extinción del carácter individual en
el mismo sentido positivo; y déjeme decirle, también como
curiosidad, que en primavera, en Londres, escribí una obra
sobre los innumerables modelos de billetes de colores de/

36 Ver II(2), 419.


37 Ver el relato de Katka del mismo nombre, incluido en el volumen
Descripción de una lucha. '12 Anotaciones disponibles en el legado Adorno.
38 Ver La verdad sobre Sancho Panza, de Preparativos de boda en el campo; 43 Ver IV(l), 263 y VII(l), 424.
Benjamín se refiere II(2), 438 al texto. 44 Ver II(2), 432.
39 Ver Il(2), 429432. 45 Se refiere sin duda a Ernst Bloch. Probablemente Adorno había leído
40 Ver II(2), 418. inmediatamente antes Herencia de este tiempo (Zürich 1935 [correcto:
41 Desaparecido. 1934]), en el que se encuentra un pasaje sobre Kafka (ver ibíd., pág. 182).

112 113
presamente que el Instituto, a pesar de todas las limitacio-
nes (la última de las cuales obligó a cerrar la sucursal en
Londres), seguirá soste~ién~ole mat~rialmente... sin que,
por supuesto, haya podido fiJar una cifra. Pero, sin optimis-
mo alguno, me inclino a valorar muy positivamente esta
promesa, y no sólo porque sé cuánto le aprecia Horkhei-
mer, sino también en atención a mi propia relación con el
Instituto. Como usted sabe, el Instituto, a pesar de una co-
,, laboración que se puede suponer estrecha durante años, no
ha hecho prácticamente nada por mí. Me parece que he-
Sobre París, la capital del siglo XIX ~os llegado a un punto en que esto empieza a agobiar se-
namente a Horkheimer y Pollock, y el deseo principal de
Pollock era cortar con el pasado. Para el año que viene, he-
l. Oeford, 20.5.1935 mos quedado en que seguiré viviendo en Oxford y termina-
ré mi trabajo4; las disposiciones ala longue siguen sin estar
Muchas gracias por sus dos cartas 1. La respuesta a la pr_i- determinadas en absoluto. Así que, frente al Instituto, sigo
mera se ha retrasado más que bastante porque tuve que ir estando en la no desfavorable posición de un hombre que
unos días a Londres, ya que rechazaron algo en mi permiso pertenece a él sin pedir en principio nada para sí. El único
de trabajo y me vi obligado a recabar algunos papeles; tan- punto en que insistí fue la solidaridad del Instituto respecto
to más me apresuro a escribirle al recibir la segunda. a usted, y rebus sic stantibus me parece impensable que usted
De hecho, la elaboración del esquema2 es lo más impor- se sustraiga a esta obligación.
tante y satisfactorio que hubiera podi9-o ~aber ~e .usted; y Pollock sostiene la opinión de que el Instituto podría es-
tengo que decirle que tendría extraordmar1a cunos1dad p~r perar aportaciones de usted5, y yo no pude rebatirle, tanto
ver ese esquema, si existe una copia mecanografiada; es eVI- menos cuanto que sé lo desesperadamente pequeño que es
dente que no querrá usted desprenderse del original y con~ el número de aquellos a los que el Instituto puede contar
fiarlo al siempre dudoso Canal. Pero no es meramente mi entre sus fuerzas productivas. Me habló de tres planes: el ar-
participación teórica -que, en este trabaí~ más que. en tículo sobre Fuchs 6, uno sobre la política cultural socialde-
cualquier otro, hay que enten?er como la m~s p~ena solida- _ mócrata antes de la guerra7 y finalmente, para el mayor
ridad, lo que me mueve a pedrrle esa memoria, smo algunas /..- asombro mío, de los Pasajes.
consideraciones prácticas. --:·/ Adopté -ojalá que coincida con usted- el punto de
He estado largamente con Pollock en Londres, y es o.bv10 partida de que era absolutamente aconsejable moverle a us-
que una buena parte de nuestras conversaciones es~vo de- ted a escribir los dos artkulos mayores; tanto por el enorme
dicada a las cosas de usted3 • Pollock me ha prometido ex·
4 La Metacrítica de l.a tevría del conocimiento, publicada por vez primera
1 Mientras la segunda carta parece perdida, la primera podría ser la ft~ en 1956 (ver Adorno, Gesammdte Schriflen, tomo 5: Sobre la metacrítica del.a
chada en París el 1.5.1935 (ver el extracto en V(2), 1111 s.). teoría ddco1:ocimimto. Tres estudios sobre Hegel, Francfort 1971, págs. 7-245).
2 Es decir, de los Pasajes. 5 Es dem, para la Zeitschriflfür Socía!forschtmg, editada por el Instituto de
3 Friedrich Pollock (1894-1970) era director adjunto del Instituto de In- Investigaciones Sociológicas.
vestigaciones Sociológicas, que apoyó financieramente a Benjamín desde 6 Ver II(2), 465-505.
7 No escrito.
junio de 1934. -

114 115

L
beneficio que significarían para la revista como, hablando au~que sea tan bueno como mi Kierkegaard... no, mil veces
sinceramente, en la esperanza de que estos trabajos estén me¡or.
tan avanzados que escribirlos como trabajo secundario -es Sé muy bien que existe la posibilidad de replicar que hoy
decir, simultáneamente a los Pasajes- quizá no le reporte es su deseo renunciar a la interpretación; entonces hablaría
demasiado trabajo. inclu~o el prorio mate,rial montado; pero no se puede re-
No lo tenía tan fácil con los Pasajes, y ello ante todo por- n~nciar ~ Instttuto, as~ que hab~a que adaptar el procedi-
que desconocía la memoria, mientras que a todas luces us- miento a este. No podna compartir tal argumentación aun-
ted le había dado a Pollock algunas indicaciones al respec- que no ignore la necesidad que habla por ella. Permítame
to. Lo que Pollock acertó a decirme tenía sin duda el caché hablar con toda sinceridad, y con el derecho de una amis-
de un trabajo histórico-sociológíco, para el que me sugirió tad que en éste caso al menos cree poder exigir este derecho
el hermoso título de Paris, capitale du x1xíeme siecle. Ahora a la plena sinceridad. Considero el. trabajo sobre los Pasajes
sé, desde luego, que el Instituto, e incluso una revista cuyas no sólo el centro de su filosofia, sino la palabra decisiva que
riendas sigue llevando [Leo] Lowenthal, dificilmente po- hoy puede pronunciarse en Filosofia; como chef d'oeuvre
drían adaptar otra cosa que un trabajo histórico-sociológi- como ninguna otra, y tan decisiva en todos los sentidos
co semejante. Pero no me lo tome a mal si veo el trabajo -tam~iéf?- en. ~l privado, ~am_~ié~ en el del éxito-, que
de los Pasajes, en términos generales, no como una investi- toda d1smmuc1on de la asp1rac1on mtema de este trabajo, y
f
gación histórico-sociológica, sino como la rima phílosa- por tanto necesariamente toda renuncia a sus categorías
phia, en el especial sentido que usted le da a término. Sin propias, me parece una catástrofe dificilmente corregible.
duda no vamos a discutir sobre la decisiva importancia del Qi,uere parecerme que, haya como haya que organizar su
material, y nadie sabe mejor que yo cuánto hay que buscar vida, ninguna organización imaginable podría tener poder
la interpretación únicamente en el material. Pero tampoco sobre el derecho de este trabajo. Igual que consideraría una
nadie renunciaría menos que yo a la interpretación y la ple- verdadera desgracia que Brecht tuviera influencia sobre él
na articulación en el concepto, y creo tener una idea sufi- (sin querer prejuzgar con ello nada contra Brecht... pero
ciente de su proyecto como para tener claro que ésa es tam- aquí, precisamente aquí, está el punto de apoyo), me pare-
bién su intención. Al fin y al cabo, usted ha fundamenta- cería una desgracia hacer concesiones al Instituto sobre este
do ciertos trabajos materiales sin interpretar, como el punto.,. y que el trabajo, tal como está realmente concebi-
artículo sobre el Surrealismo8 y el dedicado a la Fotografia do, sea aceptado por el Instituto, me parece tan improbable
en el Literarische ~lt9, precisamente con vistas a su infini!,J·· · · como feliz me haría_
interpretación en los Pasajes. La Prehistoria del siglo ]9:){;la Pero precisamente acerca de eso no podía decir una pala-
tesis del siempre lo mismo, de lo más nuevo com9lo más ~ra sin tener conocimiento de la memoria. Así que no he de-
antiguo, el jugador, el peluche ... todo eso pertenéce al ám- Jado duda a Pollock de lo que pienso del trabajo de los Pasa-
bito de la teoría filosófica. Para mí esta fuera de toda cues- jes, pero como trabajo para el Instituto he hecho pasar las
tión que ésta sólo puede hallar su dialéctica en la polaridad otras cosas a primer plano. Ahora, me sería extremadamente
entre las categorías sociales y las teológicas, y que tanto por importante conocer su postura -y el estado de las negocia-
eso como por el procedimiento de interpretación se sustrae ciones con el Instituto-y naturalmente, si es posible, poder
por principio al apriorismo de un trabajo de instituto ... hablar sobre la base de la memoria; sobre todo porque voy a
volver a ver a Pollock en fecha no lejana. Prescindiendo del
8 Ver II(l), 295-310. propósito práctico, si mi palabra vale algo para usted, quisie-
9 Ver II(l), 368-385. ra rogarle encarecidamente que escriba los Pasajes con fideli-

116 117
dad a su propia prehistoria. Es mi convic~ión más profun_da Por lo demás, tras una lectura de todos modos bastante
que incluso y precisamente al modo m~nasta es como r_neJor precisa, creo poder decir lo siguiente: mis reparos respecto al
discurrirá la obra; que para nosotros (disculpe que me 11;-clu- Instituto carecen de justificación. Creo que el trabajo podría,
ya) el acceso a las cuestiones sociales se apoya mucho mas en no, debería, ser aceptado por el Instituto en toda su exten-
la consecuencia de nuestras propias catego~as de lo que se sión; que sin duda tendría mayor derecho a aparecer allí que
podría conseguir empleando otras dadas, mientras ~n nues- por ejemplo el de Franz von Borkenau 10 ; que no necesita us-
tras circunstancias -las reales- los conceptos manastas ~on ted hacer concesiones de ninguna clase, y el Instituto tampo-
con demasiada frecuencia demasiado abstractos y están aisla- co. Si Horkheimer apostara por la concretización social en al-
dos funcionan como dei ex machina y se plasman en una gunos puntos, ello sería sin duda tanto dentro del sentido
mala estética. Así es por lo menos como lo he vivido en rr_ií que usted le da como del que yo le doy. Se trata por ejemplo
mismo, y estoy muy inclinado a creer que somos tanto mas de la categoría del producto, que en la memoria (como por
reales cuanto más profunda y consecuentemente nos ~a~te- lo demás también en K.ierkegaard) es demasiado general
nemos fieles a los orígenes estéticos, Y.meramente ~stetlcos como para separar espec(ficamente el siglo XIX; no bastará con
cuando los negamos. No hace falta decir que esto, dicho P?r precisarla únicamente desde el punto de vista tecnológico
mí, no debe servir para rescatar elementos caducos ... yo mis- -como ,,fabricado»--, sino que habrá que preguntarse so-
mo creo que la liquidación. del Art; .sólo ~e puede acomete: bre todo por su función económica, es decir, las leyes de mer-
adecuadamente de manera mtraestet1ca. Se que con usted es- cado del primer capitalismo como la modernidad en sentido
toy libre de la sospecha de reaccionarismo ... y el impacto de estricto. El otro concepto es naturalmente el de la conciencia
un trabajo logrado sobre los Pasajes me parece, como al rever colectiva. Pero su discusión nos llevaría ya a la discusión cen-
lucionario surrealista, la inmersión desnuda en la oscuro tral, que debido a la extraordinaria dificultad de su objeto y a
esencia social del urbanismo. la responsabilidad que conlleva en modo alguno querría
[... ] . abordar frívolamente ya hoy. Permítame arriesgar aquí única-
¿conoce en persona a Max Ernst? Yo no lo he visto nui;-· mente el Aperru: que la objeción marxista contra la constitu-
ca, pero me sería fácil facilitarle a usted el contact~ a tr~ves ción de semejante conciencia colectiva, que es en sí misma
de Lotte Lenja, que es amiga íntim~ suya. Puedo 1magmar no dialéctica, es decir, no contiene de fom1a integradora el
que en el estadio actual de l~s Pasa¡es_ el encue1,1-tro co11;d elemento de la clase, probablemente coincide con una muy
surrealista que, me parece, mas ha realizado, sena real~7n- distinta que yo le pondría: a saber, la exigencia de que la ima-
te apropos. / . gen dialéctica en modo alguno se puede desplazar a la con-
,,//'
ciencia o inconsciencia. Pero sea cual sea la respuesta, me pa-
rece incuestionable que aquí, como siempre, la precisión em-
2. O:,;fórd, 5.6.1935 pírica incluye la de la interpretación. Escribiré lo antes
posible a Horkheirner para pedirle la aceptación del trabajo
Me permito molestar~e con un fa".or. Facilitaría mucho en bloque, y por tanto, naturalmente, su financiación.
mi respuesta a la memona de_los Pasq¡es (no me puedo ac?s· Dada la capital importancia que atribuyo a la obra, cual-
tumbrar a abandonar el antiguo nombre), tan~~ matenal- quier elogio sería una blasfemia. Pero no puedo resistir la
mente como en cuanto al tiempo, que me permitiera to~ar
notas a lápiz en ese margen seductorame1:~e ancho. Por c1er· Jú De Franz Borkenau había aparecido el libro La transición de la imagen
to que sea que se pueden borrar con facilidad, no me atre- del mundoféudal a la burguesa (París, 1934) en la serie de textos del Instituto
vería a hacerlo sin su permiso. de Investigaciones Sociológicas.

118 119
~entación de entresacar algunas de las cosas que más me han muy emparentado con el anterior, que en el Bois da de sí
impactado. Ahí está, en primer lugar, la teoría de la noveauté una imagen «dialéctica». Qyisiera remitirle una vez más con
y el examen del inmenso alcance de esta categoría, que usted todo énfasis a Maupassant. La insólita narración La nuit, un
con gran razón pone en paralelo con la alegoría!! (habrá que cauchemare, da sin duda la réplica al Hombre de la multitud de
hablar exactamente de la· relación entre el siglo xvn y el xrx, Poe y está hambrienta de ser interpretada por usted.
que en verdad fundamenta la relación entre el libro sobre el Permítame arriesgar aún la idea de que el fin del siglo XIX
Ba_rroco y el de los Pasajes). Después el pasaje sobre el feti- es la invención del avión. Qyizá pronto pueda mostrarle
clusmo12, que volvió a hacerme presente lo estrechamente algo al respecto. Qye la eliminación de la divergencia entre
que se comunican nuestros pensamientos a pesar de los dos ciudad y campo fue promovida por Marx y Engels es algo
años de separación. Porque hace unos tres meses, en una lar- que podría sonarle convencional.
ga carta .a Horkheimer, y hace poco también en conversa- Para terminar por hoy -final de un preludio, no una
ción con Pollock, defendí frente a [Erich] Fromm, y especial- fuga-, una anotación antigua: «Lo que acaba de ocurrir se
mente frente [Wilhelm] Reich, el criterio de que la verdade- presenta siempre como si hubiera sido aniquilado por catás-
ra «mediación» de sociedad y psicología no se da en la trofes.»
familia, sino en el carácter del producto y el fetiche, que el
fetichismo es el verdadero correlato de la cosificación. Por
otra parte, quizá sin saberlo, usted está en este punto en la 3. Adorno aMax Horkheimer, O:efórd, 8.6.1935
más profunda coincidencia con Freud; sin duda que a pesar
de todos los peros hay algo ahí. Debería leer a toda costa lo Es una pena que su amigo /Friedrich Pollockj ya no 'llenga a
que de Freud y Ferenczi, muy importante, existe sobre el ca- Londres, como ambos esperábamos. Teníamos aún tanto de qué
rácter anal y el problema anal. Una coincidencia similar en- hablar. Y también el asunto con mpecto al cual le escribo ho__y
contré en la teoría, para mí enteramente nueva, de la trans- hubiera salido en esa conversación, igual que salió yct en la
formación de la ciudad en campo 13 : era la tesis principal de última.
mi trabajo inconcluso sobre Maupassant 14, que usted tam- Se trata de Vmlter Benjamín. Pollock me dijo que éste le había
poco conoce (si encuentro el material, lo pondré por exten- expuesto en París elplan de su trabajo París, capitale du x1-xieme
so a disposición de los Pasajes, a los que conviene). Se habla~ siécle, que ocupa el centro de la discusión entre Benjamín y yo, con
ba allí de la ciudad como coto de caza, el concepto del caz;i el nombre de «trabajo sobre los Pastljes», desde hace diez años. Le he
dor representaba un gran papel (por ejemplo respecto a./la dicho a Poll.ock que considero este trabajo la verdadera chef
teoría del uniforme: todos los cazadores tienen el mism6 as- d' oeuvre de Benjamín, algo del mayor alcance teórico y -si se
pecto). Por lo demás, en M. no hay una novela cortá' sobre puede utilizar semej,mte palabra- una concepción genial. Pero al
el cazador dominguero, pero sí sobre el jinete dorríÍnguero 15 , tiempo he expresado mi opinión de que este libro, de forma similar
a lo que pasaba con el de Kierkegaard, está demasiado cargado de
metcifíst'ct1 como para insertarse, segú,n mi sincera convicción, en el
11 Ver V(2), 1246.
12 Ver V(2), 1243.
plan de trabajo del Instituto. Pero como comprendo, naturalmente_,
13 Ver V(2), 1245. que si el Instituto sostiene esencialmente a Ben;ámin tiene que espe-
15 Ver la narración «A chevab de la colección de Maupassant lvfodemm~ rar de e1 una contraprestación realmente aprovechable en el sentido
selle Fiji. del Instituto, propuse que Benjamín escribiera /45 cosas acordadas
14 Desaparecido
15 Ver la narración «A chevah de la colección de Maupassant Mademoi-
hace mucho (es decir, Fuchs y Neue Zeit) y los Pasajes por así decir-
se!lc Fiji. lo como cosa privada.

120 121
Tengo que revisar esa propuesta. Benjamin me ha enviado una lo menos en la redacción hipostática (que recuerda ajung.•. aunque
memoria d~l traba/o sobre los Pasajes. Tras un estudio afondo de sin duda no se refiera a e1) que aparece en la memoria y sin una ar-
esa memoria, he llegado a la convicción de que este trabajo no con- ticulación más nítida del carácter de clase. Además, la equipara-
tendrá nada que no se pueda defender desde el punto de vista del ción de sig/,o XIXy carácter de producto me P,arece (defonna sími1'f'
materialismo dialéctico. Ha perdido casi por entero el carácter de a lo que pasaba en el Kierkegaard} demasiado abstracta todavta.
improvisación metef{sica que tenía antes. No quiero decir con esto A(fin y al cabo, antes ya h~kía productns. ~é tr_ata especfficamente
quefinalmente haya salido un trabajo positivista (esto nos llevaría del producto fabril. Tecno!ogicam_ent~, Ben;ami?Z lo ve co~ mucha
a la discusión pendie_nte entre ustedy yo}: en todo caso, es positivo claridad, pero me parece impresczndip!e dete_nnznar el caracter eco-
para el aprovecha_mzento del trabajo en el plan de trabajo del Insti- nómico de la fonna especfficamente mdustnal del producto si real-
tuto, ~ el q1!e ~e inserta. Y la novedad delplanteamiento y su níti- mente se quiere hacer transparente la s1!perestructu!ª· Tampocf} me
da d_ifem.zaaciór, ~e lo usual e1: e! ám~ito cientffico no significa, parece sin más que todas [as efi~acwnes "!ªteri.ale~ sean czert':s
preas'!mente en vis~as de su coincidencia central desventaja a!,gu- (por ejemplo cuando se califica al ?ierr_ofundido de primer 1:1-aterial
n~, ~tno una venta;a: Se trat~ de un intento de investigar el sig/,o artificial de construcción de la Htstona 16y cosas por el estilo). Pero
diecinueve como «estilo» mediante la categoría del producto como la apuesta es tan gran1e que real"!ente _consi~ero indicat!a alguna
imagen dialéctica. • liberalidad... aunque piense en cuanta Eberalulad concedimos en su
Esta concepción tiene tanto que agradecerle a usted como me momento al señor von Borkenau (que ahora probablemente se
consta (y como yo mismo le est<?_y obligado desde hace muchos vqya a Sud4frica como prefesor de Antropolo_gía... /no _tengo que
años). En aquella curiosa conversación en el Hotel Carlton [de decirle lo que eso significa!}. Pero creo que precisamente s1 nosotro!,
Fran_rfort} que usted, Benjamín y yo tuvimos hace años con Asja ustedy yo, urgi"mos críticamente los puntos señalad?s, y º!ros, sin
Lacis y Gretel sobre imágenes díalicticas,fue usted el que abordó tocar por eso la concepción, con eso ayudamos ~l mismo lzetl'!Pº _al
este carác~er de imagen histórica central para el producto, y de esa Instituto -que se podrá identificar con el trabaJo-y a Ben;amtn,
conversación data una decisiva reorganización de las ideas al res- ClfYO trabajo será más cor:ecto.. . . .
pect~ de Benj'!min y 1:1ías. El libro sobre Kierkegaard las contiene Ahora, el caso es que st Ben;ami'n escnbe_realm~te el trab({Jo no
deforma rud_tmentana, d p_royecto de los pasajes de manera plena- es posible que pueda hacer otr~ cosas al mtsmf} tiempo. E~e _traba-
menfe explícifa. Pero también es de la muyor importancia en otro jo exige a un hombre entero. St realmente ~u7.11era qu~ es~zr,aho-
sentido, preasamente en relación con su temática. QJ.izá recuerde; ra el Fuchs y el Neue Ze[t para podr:r vivir_, esto ~1111ificana l!n
que hace u,n pa~ 4e meses le r:sc~if'í en una carta que considero qu¡t aplazamiento de fos PasaJes por ~n tiempo 1mp,:ev1Sible... y qu~e¡i
la cate/{o_na ~ecmva ~e mediacton entre sociedady psicología n<jes sabe sí los !levarta a cabo. Considero ese traba;o una aportacwn
lafa.mt!ta, sino el caract~ de producto. H_ace poco que ~e defé'!l'tli4o teórica reabnente tan extraordinaria que creo que no sería defendi-
esa zd~a ª1:fe Pollock. Sm saber que Ben;amtn se movza epfa mzs- ble que no hiciéramos to~o lo posible cuan~o de verdad nos sale al
m,a dzrecc101:, elpr<!Jecto es para mí una gran corifirmadón. El ca- paso una fuerza producttva de esta potencia... a la que alJ.in y al
racter defett~he delP,roducto se toma como clave del conscíente,y so- cabo no deberíamos encadenar nosotros con nuestras relaciones de
bre todo del mconsaente, de la burguesía del siglo XIX. Tanto un ca- producción. .. . . , .
pítulo _sobre las exposicio_nes universales como especialmente uno Si confía en algo en mz ;uzcwfilosqfico (y stncer~mente:_ no_ p_ue-
grandioso sobre Baf!dela1re contienen, elementos decisivos al respec- do dudarlo cuando veo lo prefundamente que seguimos cozncidten-
to. Por hoy, es sqficzente con estas reférencias. do en nitestras intencione!J~ como hace poco con el artículo sobre An-
No es que coincida en todo con la memoria. En absoluto. Apar-
te de ciertas cuestiones m~ difíciles ~ teoría del conocimiento, apa-
rece un concepto de consaente colectivo queyo no puedo aceptar, por 1° Ver V(2), 1238.

123
122
tropolog(a 17), haga posibl.e que se escriban los Pasajes que, no sólo Según esto, adivina~á lo que de todas formas no pod_ía
ory'etivamente, sino también ad maiorem Instituti gloriam, son sino esperar, que en m1 caso se ".'llel".e a tra~ar del co:111ple¡o
más importantes que el Fuchs y el Neue Zeit. Naturalmente, sólo designado por las palabras prehistona del s~glo xrx:, tmag_en
usted puede decidir si se publican en la revista capítulos sueltos del dialéctica, configuración de ~i~o y mod~midad. S1 pr~scm-
material o (lo que me parece más adecuado) el texto compl.eto en la do de una separación en cuestton «material» y_ «de teona del
serie de textos. Pero !.e ruego de todo corazón,y en verdad tanto en conocimiento», esto podría corre~po~derse, s1 no ya con la
interés del Instituto como de Benjamín: hágale posible la vida has- disposición externa de 1a memona, si_ e~ todo caso con la
ta elfinal del trabajo, sin que tenga que asumir al mismo tiempo masa filosófica nuclear, en cuyo movimiento d,e~e desapa-
obligaciones que.frenen ese trabqjo. " recer toda contraposición, igual que en los dos ult1mos pro· ¡1¡
yectos tradicionales de dialéctica. PeIT?-ítame, 1:ara emp,ezar,
4. Homberg, 2-4!Y 5.8.1935 tomar el lema del punto 3: «Chaqu~ epoque revela sll:1va~-
te» que me parece un instrumento importante para cnstah-
Permítame intentar hoy, por fin, decirle algo sobre la me- za; en torno a la frase todos aquellos motivos de teoría d~
moria, que he estudiado del modo más intenso y he discu- la imagen dialéctica que me rai.:e~en básicamente someu-
tido una vez más con Felizitas, que también participa plena- dos a crítica, y ello como no duúé_cttcos, de for1;na que con la
mente de mi respuesta. Me parece adecuado a la im- eliminación de aquella fiase pud1f:ra c'?nsegmrse una depu-
portancia del objeto -que, como usted sabe, considero ración de la teoría misma. Porque 1mph~a tres cosas: la c~:m-
máxima- el entrar con total sinceridad y sin preámbulos cepción de la imagen dialéctica, es d~cir, _de un c?nten~1o
en las cuestiones centrales, las que puedo considerar centra- -aunque sea colectivo- de la conc~~noa_; s~ _onenta~1on
les para ambos en el mismo sentido ... pero no sin enviar rectilínea, casi podría decir de e".'?luc1on hi~tonca, hacia el
por delante la discusión crítica de que su memoria -por futuro como utopía; la concepc1on de la «ep~C<V_ como la
poco que pueda facilitar, precisamente por su forma de tra- del sujeto perteneciente a ella y conforme en s1 m1smo_con
bajar, rasgos y proceso mental, una idea suficiente--, me ese contenido de la conciencia. Me parece en extre:1110 u:ite-
parece ya llena de las más importantes concepciones, de las resante que con esta concepción de la imagen dialéctica,
que sólo quisiera destacar el grandioso pasaje sobre el vivir que podríamos llamar inmanente, no sólo se '!e. amenazada
como sentir, las decisivas frases sobre el coleccionista y la li- la fuerza originaria del concepto, que era teologica, y se pr?·
beración de las cosas de la maldición de ser útiles y también , · duce una simplificación que aquí no só_lo atac~ al matiz
la concepción dialéctica de Haussmann. Asimismo, me p.i-/ subjetivo, sino al contenido d~ verdad mismo, sm~ q~e se
rece plenamente logrado el proyecto del capítulo de Baude- incurre en contradicción precisamente en ese movm11ento
laire como inteipretación del poeta y la introducción de la social en aras del cual sacrifica usted la Teología:
categoría de la nouveauté pág. 20 18. Si desplaza usted la imagen dialéc~ca al consciente como
«sueño», no sólo se priva _de su hech_1~0 al concepto Y se le
17 Ver Max Horkhelmer: Gesamme!te. Schrifien, edición de Alfred hace vulgar, sino que se pierde ta1:llb1en esa füerza clave ob-
Schmidt y Gunzelin Schmid Noerr, tomo 3: Escn'tos 1931-1936, Francfort jetiva que po1ía_ legitimarl? prec1sam~nte desde un punto
1988, págs. 249-276. de vista matenahsta. El caracter de fetiche de~ p~o1ucto no
18 La versión del memorándum que Benjamín había enviado a Adorno,
es un hecho del consciente, sino un he~ho _dialect1co en el
y que diverge mínimamente de la versión definitiva, está editada en V(2),
1237-1249; en la edición, la paginación de la copia mecanografiada -a la sentido eminente de que produ~e conc~encia. Pero esto no
que se refiere la carta de Adorno aquí y en lo sucesivo, señalando el núme· significa que ,el consciente o el mco_:1sc1~nte no puedan re-
ro de página- está reproducida entre corchetes. presentarlo simplemente como sueno, smo que le respon-

124
125
den por igual con deseo y miedo. Con la imagen realista sil consciente misma como una constelación de lo real. Por así
venia verbo de la actual versión inmanente de la imagen dia- decirlo como la fase astronómica en la que el infierno reco-
léctica se pierde precisamente ese poder dialéctico del carác- rre la Humanidad. Sólo el mapa estelar de tal peregrinaje
ter de fetiche. Para recurrir al lenguaje del glorioso primer podría, me parece, liberar la mirada hacia la Historia como
boceto de los Pasajes19 : si la imagen dialéctica no es más que Prehistoria. Permítame intentar volver a formular la obje-
la forma de entender el carácter del fetiche en la conciencia ción, exactamente la misma, desde el contrapunto extremo.
colectiva, sin duda se podrá revelar la concepción saintsi- En el sentido de la versión de la inmanencia de la imagen
moniana del mundo productivo como utopía, pero no su dialéctica (que yo, para decirlo de forma positiva, quisiera
reverso, a saber: la imagen dialéctica del siglo xrx como in- contrastar con su antiguo concepto modelo), usted constru-
fierno. Sólo ésta podría poner en su sitio la Edad de Oro, y ye la relación entre lo más antiguo y lo más nuevo, que ya
precisamente de una interpretación de Offenbach podría re- ocupaba una posición central en el primer boceto, como
sultar este doble sentido de forma extremadamente conclu- una de las refe"rencias utópicas a una «sociedad sin clases»23 •
yente: de la del submundo y la Arcadia ... ambos son cate- Con esto lo arcaico se vuelve un añadido complementario,
gorías explícitas de Offenbach y hay que perseguirlas hasta en vez de ser «lo más nuevo» en sí mismo; queda pues des-
los detalles de su instrumentación. Así que el abandono de dialectizado. Pero al mismo tiempo, de manera igualmente
la ca_tegoría de _infierno del boceto, y sobre todo del genial no dialéctica, se retrotrae la imagen sin clases del mito, en
pasaJe sobre el ¡ugador2° -del que el pasaje sobre la especu- vez de, en tanto que se conjura meramente a partir de la
lación y el juego de azar2 1 no es sustituto suficiente-, me ary'é, volverse en verdad tr~sparente como. fantasmagoría
parece no sólo una pérdida de brillo, sino también de con- infernal. Así, la categoría baJo la cual lo arcaico se desvane-
creción dialéctica. Desconozco, por último, la relevancia de ce en lo moderno me parece menos la de la Edad de Oro
la inmanencia del consciente para el siglo XIX. De ella no se que la de la catástrofe. He hecho notar en un~ oca~ión gue
pu~de obtener el concepto de la imagen dialéctica, sino que lo recién ocurrido se presenta siempre como s1 hubiera sido
la mmanencia del consciente misma es, como «Intérieur», aniquilado por catástrofes24 • Hic et nunc yo diría: pero por
la imagen dialéctica del siglo XIX como alienación; en eso tanto como Prehistoria. Y precisamente en esto sé que estoy
tengo que mantener la apuesta del segundo capítulo del de acuerdo con el pasaje más osado del libro sobre la tra-
Kierkegaard22 en esta nueva partida. Por tanto, no habría gedia. . ' de 1a imagen
.
que ~esplazar al consciente la imagen dialéctica como sue- __ Cuando la d eshech"1zac1on d"ia lectlca
' . como
ño, smo que por medio de la construcción dialéctica habrfa «sueño» la psicologiza, también decae -precisa~en~e por
que deshacerse del sueño y entender la inmanenyiá del eso- la magia de la psicología bur~esa. Porq;-1-e tq~1é1~ e.s
el sujeto del sueño? En el siglo XIX sm duda solo el m11Vl·
19 El primer boceto de los Pasajes no fue plasmado en un texto compk duo; pero en sus sueños no se pueden leer de forma d1rec-
to; el propio Benjamín sólo hablaba de prímery segundo boceto entre co- tamente gráfica no el carácter de fetích~ ni _sus moi:-umen-
m1l~as_ (ver V(2),_ 1138). Cuando Adorno recurre al primer boceto o a los tos. De ahí que se eche mano de la conc1enc~a cole~t1va, del
«pnm1t1vos Pasa¡es», siempre pensaba -según manifestación verbal al edi-
tor- en fragmentos concretos que Benjamin le ha leído ya en 1929; se tra-
que temo, en la versión actual, que no se d1ferenc1e del de
taba de los textos titulados «Pasajes de París II» en la edición de los Pasajes Jung. La crítica está abierta_por ª1!1-b~s l~dos: desd~ el pro;
V(2), 1044-1059). ceso social, en tanto que h1postat1za 1magenes arca1Cas alla
20 Ver V(2), 1056 s., así como V(l), 612 s.
21 Ver V(2), 1247.
22 Ver Adorno: Gesammelte Schriften, tomo 2: Kier/ug(lard, Franc- 23 Ver V(2), 1239.
1979, págs. 38-69. 24 Ver arriba, final de la segunda carta.

127
donde las dialécticas son producidas por el carácter del pro- tez. En los productos, no directamente para las personas, te-
ducto, no sólo en su yo colectivo arcaico, sino en el indivi- nemos la promesa de la inmortalidad, y el fetiche es -para
duo burgués alienado; desde la Psicología, en tanto que, seguir impulsando la relación con el libro sobre el Barroco
como dice Horkheimer, el yo masivo sólo existe en los te- que usted estatuía con razón- para el siglo XIX una imagen
rremotos y en las catástrofes masivas, mientras que por lo última tan traicionera como la calavera. En este punto me
común el valor añadido objetivo se abre paso precisamente parece que se halla el decisivo carácter de conocimiento de
en sujetos concretos y contra ellos. El consciente colectivo Kafka, especialmente de Odradek como producto inútil-
ha sido inventado sólo para apartar de la verdadera objetivi- mente superviviente: en este cuento puede que culmine el
dad y su correlato, a saber: la subjetividad alienada. Está en Surrealismo, igual que la Tragedia lo hace en el Hamlet.
nosotros polarizar y resolver dialécticamente esta «concien- Pero, intrasocialmente, esto significa que el mero concepto
cia» conformíE a la sociedad y al individuo, y no galvanizar- del valor de uso no basta en modo alguno para criticar el ca-
la como correlato gráfico del carácter del producto. El que rácter de producto, sii;io que devuelve al estadio previo a la
en el colectivo ensoñador no haya diferencias de clase ha- división del trabajo. Esta fue siempre mi verdadera reserva
bla lo bastante claro y es suficiente advertencia. contra Berta25 , y por eso su <<colectívo», así como su concep-
Pero la categoría mítico-arcaica de la Edad de Oro tiene to inmediato de función, siempre me han resultado sospe-
por fin -y esto es lo que me parece socialmente decisivo- chosos, concretamente como «regresión» ellos mismos.
fatales consecuencias para la categoría misma de producto. Qiizá vea usted en esta consideración, cuyo contenido ob-
Si de la Edad de Oro se sustrae la decisiva ,<ambigüedad» jetivo afecta exactamente a las categorías que en la memoria
(un concepto, por cierto, altamente necesitado de teoría y podrían ser adecuadas a Berta, que mi resistencia contra
que en modo alguno puede dejarse sin más), concretamen- éste no son intentos aislados de salvación del arte autóno·
te respecto al infierno, a cambio se va simplemente al infier- mo o cosa por el estilo, sino que comunican profundísima-
no el producto como sustancia de la era, y de un modo que mente con aquellos motivos de nuestra amistad filosófica
de hecho haría parecer verdad la inmediatez de su estado que me parecen los primigenios. Si pudiera resumir en un
primitivo: así, la privación del hechizo de la imagen dialéc- acorde arriesgado el arco de mi crítica, tendría que cerrarse
tica no conduce en modo alguno a un pensamiento mítico -cómo podría ser de otra manera- en torno a los extre-
monolítico y, como allí Jung, aquí es Klages el que denun- / mos. Una restitución de la Teología, o mejor, una radicali-
cía su riesgo. Pero en ningún sitío tiene más remedios el 90t zación de la Dialéctica hasta el núcleo de fusión teológico,
ceto que precisamente en este pasaje. Aquí el punto certtral tendría que significar al mismo tiempo una agudización ex-
sería la teoría del coleccionista, que ha liberado a las'cosas trema del motivo socio-dialéctico, del económico. Esto ha-
de la maldición de ser útiles; aquí se incluye también, si lo bría que tomarlo, sobre todo, históricamente. El carácter de
entiendo correctamente, Haussmann, cuya conciencia de producto especffico del siglo XIX, es decir, la producción in-
clase, precisamente por la culminaci9n del carácter del pro- dustrial, tendría que ser elaborado materialmente con mu-
ducto en una autoconciencia hegeliana, inaugura la voladu- cha mayor nitidez, dado que desde el comienzo del capita-
ra de la fantasmagoría. Entender el producto como imagen lismo, es decir, la era de la manufactura, el Barroco, hay ca-
dialéctica significa precisamente entenderlo también como rácter de producto y alienación ... como por otra parte desde
motívo de su decadencia y de su «revocacíón», en lugar de entonces la «unidad» de la modernidad está precisamente
la mera regresión a lo antiguo. El producto es por una par-
te lo alienado, en lo que se extingue el valor de uso, pero 25 Alias para Be.rtolt Brecht; Adorno escribió la carta durante nna visita
por otra lo superviviente, que, alienado, supera la inmedia- a Alemania.

128 129
en el carácter de producto. Sólo una determinación precisa se también dialéctícamente (límite nítido respecto al actual
de la forma industrial del producto como una forma histó- concepto de construcción; probablemente el término inge·
rica, nítidamente destacada respecto a la antigua, podría niero, que ya cae mucho en el siglo xrx, aconseja el mane-
proporcionar plenamente la «prehistoria» y ontología del si- jo). El .concepto de inconsciente colectivo, que aparece
glo xrx; todas las referencias a la forma del producto «como aquí y del que ya he dicho algunas cosas de principio, no
tal» dan a esta prehistoria un cierto carácter de metafórica, es por lo demás del todo claro en su introducción y expo-
que no puede ser tolerado en este caso tan serio. Q!liero sición. Respecto al punto 3, quisiera preguntar si el hierro
sospechar que, si se entrega usted por entero en este punto fundido es realmente el primer material artificial de cons-
a su procedimiento, el trabajo ciego sobre el material, se po- trucción (iel ladrillo!); en general, la palabra «primero» no
drán alcanzar los mayores resultados en cuanto a interpreta· me va bien a veces. Qtizá se podría formular complemefr
ción. Si mi/crítica se mueve en cambio en una cierta esfera tariamente: cada época se sueña como aniquilada por catás-
teórica de abstracción, esto es sin duda una mengua, pero sé trofes. Punto 4. La fórmula de que «lo nuevo se entrelaza
que usted no contemplará esta mengua como de ,,cosmovi- con lo viejo» me resulta extremadamente peligrosa en el
sión», dejando así a un lado mis reservas. sentido de mi crítica de la imagen dialéctica como una re-
De todos modos, permítame algunas observaciones más gresión. En ella no se vuelve a lo antiguo, sino que lo más
concretas, que naturalmente sólo podrán significar algo nuevo es, como brillo y fantasmagoría, lo más antiguo él
ante ese trasfondo teórico. Como titulo propondría: París, mismo. En este punto, quizá pueda recordar sin ponerme
capital del siglo xix; no ,,la capital» ... si no va a resucitar el pesado algunas formulaciones, también sobre la ambigüe-
infierno del título de los Pasajes. La división en capítulos dad, de la parte interior del Kierkegaard 26 . Me gustaría aña-
por hombres no me parece del todo feliz; de ella se des· dir aquí que las imágenes dialécticas no son, como mode-
prende una cierta obligación de una arquitectura exterior lo, productos sociales, sino constelaciones objetivas en las
sistemática que no acaba de gustarme. ¿No había antes que el estado social se representa a sí mismo. En conse·
apartados por materiales, como «Peluche», «Polvo», etc.? cuencia, nunca se puede exigir a la imagen dialéctica una
Precisamente la denominación Pasaje Fourier no acaba de «prestación» ideológica o incluso social. Mi objeción con-
convencer. Puedo imaginar, como la disposición más ade- tra el punto de partida meramente negativo de la cosifica·
cuada, una constelación de los distintos materiales urbanos ción -la crítica al «Klages» del boceto--- se apoya princi-
y productos, que en las partes posteriores se decodific;a . · palmente en el pasaje sobre la máquina del punto 4. La so-
como la imagen dialéctica y su teoría, al mismo tiempo:En brevaloración de la técnica mecánica y de la máquina,
el lema del punto 1, la palabra portique da muy bien/el mo- como tal, siempre ha sido propia de las teorías retrospecti-
tivo de «clásico»; quizá habría que tratar aquí, sobre lo más vas burguesas: con ella se recubren las relaciones de pro-
nuevo como lo más antiguo, una doctrina de la forma del ducción con el recurso abstracto a los medios de produc-
Imperio (como en el libro sobre el Barroco, por ejemplo, la ción. Al punto 6 corresponde el concepto hegeliano, asu-
Melancolía). En el punto 2 habría que hacer plenamente mido desde Georg [Lukács] y muy importante, de la
transparente como mera ideología la concepción del Esta- segunda naturaleza. El diable a Paris bien podría escoltar
do como fin en sí mismo en el Imperio, tal como seguro hasta el Infierno. Respecto a 7: dudo mucho que el trabaja-
que lo ha pensado usted, según es la continuación. Entera- dor aparezca «por última vez» fuera de su clase como figu-
mente sin aclarar está el concepto de la construcción, que, ra de fondo, etc. La idea de una prehistoría del folletón, de
como alienación material y dominación material, es ya
eminentemente dialéctico y, a mi entender, ha de exponer- 26 Ver Adorno: Gesammelte Schrfften, tomo 2, ap. cit., págs. 61,69.

130 131
la que tanto contiene su Kraus27, es muy seductora; aquí es- se un balcón de hierro fundido, sino éste el que tenía que
taría también el punto de partida de Heine. Se me ocurre al volverse un anillo de Saturno personificado, y estoy conten·
respecto una antigua expresión del lenguaje periodístico: to de no tener nada abstracto que oponerle en este punto,
«Estilo molde», cuyo origen habría que buscar. El término sino su propio logro: el incomparable capítulo de la luna de
sentido vital es, como término de la Historia de la Cultura la lrifancia29, cuyo contenido filosófico tendría su lugar aquí.
o el Espíritu, muy sospechoso. La aceptación fiel de la apa- Se me ocurrió lo que dijo usted un día acerca del trabajo de
rición primitiva de la técnica me parece relacionada con la los Pasajes: 3,ue sólo se podía arrancar por la fuerza al espacio
sobrevaloración de lo arcaico como tal. He anotado la fór- de la locura 0 : que se alejó de ella en vez de sometérsele lo
mula: el mito no es la nostalgia sin clases de la verdadera atestigua la interpretación de la cita de Saturno que se
sociedad, sino el carácter objetivo del propio producto alie- desprende de allí. Aquí están mis verdaderas resistencias:
nado. Punto 9J La concepción de la Historia de la Pintura aquí podría entusiasmarse Siegfued [Kracauer] y aquí tengo
en el siglo XIX como fuga de la Fotografla (a la que por lo yo que hablar bmtaimente en aras de la enorme seriedad del
demás corresponde estrictamente la de la Música como asunto. El concepto de fetiche del producto tiene que ser do-
huida de lo «banal,~) es muy sublime pero también adialéc- cumentado, como sin duda es su intención, con los pasajes
tica, es decir, al porcentaje de foerzas productivas que no adecuados de quien lo encontró. El concepto de lo orgánico,
entran en la forma del producto en los descubrimientos que también aparece en el punto 12, y que remite a una An-
pictóricos no se le puede seguir el rastro concretamente, tropología estática, etc., no se puede mantener así, o sólo de
sino sólo en negativo (el punto preciso de esta dialéctica es tal forma que únicamente exista antes del fetiche como tal, es
probablemente Manet). Esto me parece relacionado con la decir, que sea él mismo histórico, como por ejemplo el «pai-
tendencia mitologizante o arcaizante de su memoria. Los saje». Al punto 13 pertenece sin duda aquel motivo dialécti-
hallazgos pictóricos, como pasados, se convierten en cierta co del producto de Odradek. El movimiento obrero vuelve a
medida en imágenes fijas histórico-filosóficas de las que se parecer aquí un poco deus ex machina; naturalmente, como
ha evadido el porcentaje de fuerza productiva. Bajo la mi- en algunas fórmulas análogas, puede tener la culpa la forma
rada mítica adialéctica, la de la Medusa, se petrifica el por- abreviada de la memoria ... ésta es una reserva que hacer a mis
centaje subjetivo de la dialéctica. La Edad de Oro del pun- muchas reservas. Acerca del pasaje sobre la moda -que me
to 10 es quizá la verdadera transición al infierno. La rela- / parece muy significativo, pero que tendría que desprenderse
ción de las Exposiciones Universales con el proletariado no./ en su construcción del concepto de lo orgánico y ser referido
me queda clara, y parece una conjetura; sin duda sólo :gué: a lo vivo, es decir, no a la «Naturaleza,, dada-, se me ocurre
de afirmarse con la mayor cautela. A 11 pertenece natural- aún el concepto de Changeant, la tela opalescente, que sin
mente una gran definición y teoría de la fantasmagoría. El duda tiene importancia expresiva para el siglo XIX, y está liga-
punto 12 fue una advertencia para mí. Me acuerdo con Fe- do también al procedimiento industrial. Qiizá le interese;
lizitas de la arrolladora impresión ,que nos hizo en su mo· seguro que la seüora Hessel, cuyos artículos en FZ siempre
mento28 la cita de Saturno; la cita no ha superado el desen· hemos seguido con gran interés, sabe algo al respecto 31 •
canto. No era el anillo de Saturno el que tenía que volver·
29 Ver N(l), 300-302 y VII(l), 426A28.
27 Ver Il(l), 334-367. 30 Ver V(l), 570 s.
2s Es decir, probablemente al leer el texto El anillo de Saturno o algo sobre 31 Helen Hessel, la mujer de Franz Hessel, estaba entre los conocidos de
construcción en hierro (ver V(2), 1060-1063; la cita ibíd. 1060). Sobre la rela- Benjamín en París; escribía para el Frankfurter Zeit11ng desde la metrópoli
ción cfr. V(2), 1243 y ibíd. 1350. francesa.

132 133
El punto 14 es el pasaje respecto al cual tengo que plantear parece característico del Estilo Joven, aunque forme parte
especialmente el reparo contra el uso demasiado abstracto del curioso espacio vado en tomo a 191 O. Por lo demás con·
de la categoría de producto: como si hubiera aparecido sidero probable que el Estilo Joven propiamente dich~ ter-
«por vez primera,, como tal en el siglo XIX (dicho sea de mine con la gran crisis económica de alrededor del 1900· el
paso, la misma objeción vale contra «Intérieur» y Sociolo- hormigón pertenece a la coyuntura de preguerra. Punto 16.
gía de la Interioridad en Kierkegaard, y precisamente aquí Q¡isiera llamar su atención sobre la interpretación, extrema-
tengo que decir contra mi propio trabajo antiguo todo lo damen~e curiosa, del constructor Solner, en el legado de
que alego contra su memoria). Creo que la categoría de Wedekind32• No conozco la literatura psicoanalítica sobre
producto se puede concretar mucho mediante las catego- ,, el despertar, pero estoy en ello. No obstante: foo pertenece
rías, específicamente modernas, de comercio mundial e im- el psicoanálisis que despierta, interpretador de los sueños,
perialismo. Al respecto, por ejemplo: el pasaje como bazar, que se desmarca de forma expresa y polémica de la hipno-
también por ejemplo las tiendas de antigüedades como sis (las pruebas están en las lecciones de Freud33), al Estilo
mercados de comercio mundial para lo temporal. La im- Joven, con el que coincide en el tiempo? Ésta podría ser
portancia de lo lejano rescatado ... quizá el problema de ga- una cuestión de primer orden, que quizá lleve muy lejos.
narse capas carentes de intención y la conquista imperial. Como correctivo a la crítica de principio, quisiera decir
Sólo apunto cosas que se me ocurren; por supuesto, usted aquí que, si rechazo el uso del consciente colectivo, no lo
puede sacar del material cosas incomparablemente más hago naturalmente para dejar al «individuo burgués» como
concluyentes, y determinar la figura específica del mundo verdadero sustrato. Hay que hacer transparente el «lnté-
objetual del siglo XIX (quizá desde su reverso, desechos, res- rieur» como función social y revelar como apariencia su
tos, ruinas, etc.). También el pasaje sobre el despacho po- condición de cerrado. Pero como apariencia no frente a
dría prescindir de la determinación histórica. Me parece una conciencia colectiva hipostatizada, sino frente al pro-
menos pura oposición al «Intérieur» que reliquia de anti- pio proceso social real. El «individuo» es a ese respecto un
guas formas del mismo, sin duda barrocas (ver lámparas en instmmento dialéctico de transición, que no puede ser mi-
él, mapas, barreras y otras formas materiales). Punto 15. So- tificado sino sólo suprimido. Una vez más, quisiera acen-
bre la teoría del Estilo Joven (jugendstíl): aunque coincido tuar con el mayor énfasis el punto de la «liberación de las
con usted en que significa una conmoción decisiva para el / cosas de la obligación de ser útiles» como el genial punto
«Intérieur», esto excluye para mí que «movilice todas las .. // de inflexión hacia la salvación dialéctica del producto. Pufr
energías de la interioridad». Más bien intenta salvarse y r<::a' to 17. Me alegraría que las teorías del coleccionista y del
!izarse mediante la «exteriorización» (esto incluye espei::ial- «Intérie~m, como estuche se expusieran con la mayor ampli-
mente la teoría del Simbolismo, sobre todo los <,Intérieurs» tud pos1ble. Punto 18. Me gustaría llamar su atención sobre
de Mallarmé, que tienen precisamente el significado opues- La nuít de Maupassant, que me parece la dave dialéctica
to a, por ejemplo, los de Kierkegaard). En el Estilo Joven, el del Hombre en l,z multitud de Poe como piedra fundamental.
lugar de la interioridad lo ocupa el sexo. Se recurre a él, pre· Me parece magnífico el pasaje sobre la multitud como
cisamente, porque únicamente en él el individuo privado velo. El punto 19 es el lugar de la crítica de la imagen dia-
no se encuentra como interioridad, sino como carnali-
dad. Esto es válido para todo el arte del Estilo Joven, desde
32 Ver Frank Wedekind: Gesammeltt Werke, tomo 9, Múnich, 1921,
Ibsen hasta Maeterlinck y d'Annunzio. El origen de los págs. 340 a 358.
Strauss y del Estílo Joven en la Música es también Wagner, 33 Se hace referencia naturalmente a ]as Lecciones de introducción al psicoa-
y no la música de cámara de Brahms. El hormigón no me nálisis de 1916/17.

134 135
léctica. Sin duda, usted sabe mejor que yo que la teoría algunas localizaciones de la crítica de principio. En cuanto
aquí expuesta no hace justicia a las enormes pretensiones al libro 35, me dirigiré a mi amigo Wínd, del Instituto War-
del asunto. Sólo querría decirle que no es la ambigüedad la burg de Londres, ojalá que él pueda conseguírselo al natu-
traducción de la dialéctica en imágenes, sino su «huella», ral. Adjunto la memoria_ Por último, quisiera pedirle la ab-
que hay que hacer dialéctica a través de la teoría. Creo re- solución porque, excepcionalmente, he hecho una copia de
cordar que hay una frase utilizable a este respecto en el ca- esta carta para Felizitas y para mí. Espero que esto se justifi-
pítulo sobre el interior del Kierkegaard. Sobre el punto 20, que por su contenido objetivo y quiero creer que facilitará
quizá la estrofa final del gran «Femmes damnées», de las técnicame11te el proseguir la discusión. A Siegfried le he ro~
«Pieces condamnées [de Baudelaire], el concepto de falsa gado únicamente que disculpe el retraso de mi carta en res-
conciencia requiere en mi opinión el uso más cauteloso, y puesta a su memoria, sin decirle lo más mínimo sobre el
no se puede seguir utilizando en modo alguno sin recurrir momento en que se redactó, y no digamos sobre su conte-
a su origen hegeliano. En su origen, snob no es precisamen- nido. [... ] Por fin, pido absolución para el aspecto de esta
te un concepto estético, sino social; tuvo éxito a través de carta. Está escrita en una máquina muy defectuosa y un
Thackeray. Hay que distinguir con la mayor nitidez entre concepto ha quedado fuera por su longitud.
snob y dandy; seguramente también investigar la historia del [---]
snob mismo, para lo que tiene el más espléndido material Qµerido señor Benjamín, el intento de conciliar su mo-
en Proust_ La tesis del punto 21 sobre l'art pottr l'art y la mento de «sueño» --como lo subjetivo en 1a imagen dialéc-
obra de arte total no me parece consistente en esa forma. tica- con la concepción de éste como modelo me ha lleva-
Obra de arte total y «artismo» en sentido trascendente son do a algunas formulaciones que le expongo aquí como lo
los intentos extremos contrapuestos de escapar del carácter último que se me ocurre hoy:
de producto, y no son idénticos: así la relación de Baude- En tanto que el valor de uso de las cosas se extingue, una
laire con Wagner es tan dialéctica como la cohabitación vez alienadas son vacíadas y extraen significados codifica-
con la prostituta. Punto 22. La teoría de la especulación no dos_ De ellas se apodera la subjetividad, que pone en ellas
acaba de satisfacerme. Falta la teoría del juego de azar, tan intenciones de deseo y miedo. Dado que las cosas muertas
espléndida en el boceto de los Pasajes'4; por otra parte, la sustituyen como imágenes a las intenciones subjetivas, éstas
verdadera teoría económica del especulador. La especula- se presentan como no perecidas 36 y eternas. Las imágenes
ción es la expresión negativa de la irracionalidad de la ratio ·· dialécticas son constelaciones entre cosas alienadas y signi-
capitalista. Qyizá también este punto se lograría tnediante ficado exacto, detenidas en el momento de la indiferencia
· «extrapolación aJos extremos». Al punto 23 le haría falta de muerte y significado. Mientras en apariencia las cosas
una teoría explícita de la perspectiva; creo que en los Pasa- despiertan a lo más nuevo, la muerte transforma sus signifi-
jes originarios había algo de eso. Forma parte de ello el este- cados en lo más antiguo.
reotipo inventado entre 1810 y 1820. La hermosa concep-
ción dialéctica del capítulo sobre Haussmann podría quizá
salir más trascendente en la exposición que en la memoria,
a partir de la cual hay que empezar por interpretarla.
35 Benjamín preguntaba por Triunfa y arco de triunfo, de Ferdímnd
Tengo que rogarle una vez más que disculpe la forma cri-
Noack, aparecido en el marco de las «Publicaciones de fo Biblioteca W art·
ticona de estas glosas; pero creo que le debo por lo menos burg,, (Leipzig, Berlín, 1928).
' 6 Lectura no completamente segura; Benjamín, que extractó este pun-
3• Ver arriba, notas 20 y 21. to para los Pasajes, ha leído «primitivamente perecidas» (ver V(l), 582).

136 137
la cual tomo muy seria conciencia de la insuficiencia de la
comunicación escrita ... no hay una sola frase que no desea-
ra comentar a fondo con usted. Mantengo la esperanza de
que ocurra muy pronto, pero por otra pa:te no _quisiera es-
perar tanto tiempo para contestarle, por insuficientemente
que sea. . .
Permítame limitarme a una línea pnnc1pal. Vaya por de-
lante rni apasionada participación y mi p!eno asen~imiet1;to
a su trabajo, que me parece un~ plas1:1a~1°.n de sus mten~o-
nes originarias -la construcción d1al~ctl.ca de la relac1on
Sobre La obra de Arte en la era de su entre mito e historia- en los estratos intelectuales del ma-
teriálisinO dialéctícci:' la autodisolución dialéctica del mito,
reproductibilidad técnica que se apunta aqllí p)rr1? d~iiiiitificaciC>ridél, Arte: Usted
sabe qUe el objeto «hqm~ac1on del At;t~» esta desde ~ace
LondreJ~ 18.3.1936 muchos años detrás de mis ensayos estetl.cos, y que el enfa-
sis con el que defiendo, sobre todo en cuanto a ~a música,
el primado de la tecnología ha de entende~se estrictamente
Si me dispongo hoy a hacerle llegar algunas notas sobre
en este sentido y en el de la Segunda Técmca de usted. No
su extraordinario trabajo 1, lo hago en última instancia con
me sorprende que encontremos aq~ expresame~te una
la intención de ofrecer una crítica o incluso tan sólo una
base común· no me sorprende, despues de que el hbro so·
respuesta adecuada. La terrible presión de trabajo a la que
me encuentro sometido --el gran libro de lógica2, la con- 1e
bre el Barro~o llevara a cabo la separació~ la aleg~ría 1;1
clusión de mi parte, terminada excepto dos análisis, de la símbolo (en la nueva terminología: «auratic?;') y J?n:ecaon
monografia sobre Berg3 y la investigación sobre el Jazz4 ha-
única la. de la obra de Arte de la documentac1on magi_ca. Es
una hermosa confirmación -espero que no suene 1.nmo-
cen que cada uno de estos comienzos carezca de expectati-
desto si digo: para ambos- que hace dos añ<?s, en un
vas. Y enteramente frente a una producción en presencia de
artículo publicado en el volumen conmemorativo sobre
Schonberg5, y que usted no conoce, yo hiciera f0.:rmµfoc:i°.-
1 Adamo conocía La obra de Arte en la era de su reproductibilid;d técnica nes sobre tecnología y dialéctica y sobre la relación 111od1-
por unas galeradas que contenían la «segunda versión» (ver VII(l), 35().
384).
fa
fica~i con técnica que comunican ple11amente con. l<1s
2 Es decir, el aná[ísis de Husserl que fue publicado en 1936 con el títu- suyas. l . . d
Esfa comunicación es también la que me da e entena e
lo Sobre la metacrítica de la teoría del conocimiento; ver Gesammelte Sclniften,
, tomo 5 :_ Sobre la metacrítica de la teoría del conocimiento. Tres estudios sobre He- las diferencias q11e: tengo que constatar, con ningún otr? o~- ,
gel Francfort 1971, págs. 7-245. jetivo que servir a esa «línea general:, nuestr:1 q_u~ se· d1buJa
· Ver Willí Reích, Alban Be,g. Con textos de Berg y aportaciones de
1
tan nítidamente. Qiizá pueda seguir en pnnc1p10 nuestro
Theodor Wiesengrund Adorno y Emst Krenek, Viena 193 7. Las aportacio- viejo método de la crítica inmanente. En aquel~os de s1;s es-
nes de Adorno fueron recogídas en su mayoría en su monografia sobre
Berg de 1968; ver ahora Gesamme!Je Schriften, tomo 13: Las monogrefías mu- critos cuya gran continuidad me parece asumir el mas re·
sicales. Francfort, 1971, págs. 321-494. ciente, usted ha separado el concepto de obra de arte, como
4 Ver Adorno: Gesammelte Schriflen, tomo 17: fücritos musicales IV,
Francfort 1982, págs. 74-108. 0 Ver Adorno: Gesammelte Schriften, tomo 17, op. cit., págs. 198-203.

138
139
construcción simbólica, tanto de la Teología como del tabú al cine de «nivel», nadie puede estar más d'accord que yo;
m~gico. MfJ~ªf~fe_ a.I:rie§gadQ, yAqµJ veoJ.m x:estomuy sµ-

~1@~1iii1;~~1ff¿~~i~~at{üi~~f~¿a~~11-~~it ~!st~~ ~e:rJ:~!tü'J1i?i¿tt1l?Ptrel/~1~~íiiii;~t~~¿··iin(te:lp;;


sé va desde Brecht hasta movimiento juvenil, podría ani·
-~üf§ijog1,b ·y lf afrifüiya li~~_y_·nfili,ªi11inté·una fund6n marle a uno por sí solo a ello. Habla usted del juego y la
tóntrarr.i::volucioñ.arii JST9Jú1ceJalta q1y::Je.?.$egure qµe _ ~qy apariencia como los elementos del Arte; pero nada me dice

tt~§;;J¡s,i1a 9ft!~it¿n:e1ei{1tgrJ9 q~~rlff~lg--ti,;i~tt1


vez revelar filosofía burguesa del Idealismo, a la que se ,,
porqué el juego debe ser dialéctico, pero la apariencia -la
apariencia, que usted salvó en Ottilie7, aunque ahora no
tenga compasión de Mignon y Helena- no. Y naturalmen-
asigna el conceptó de aritorioni.fa ésfética: ·como mítica en te el debate pasa con rapidez al campo político. Porquesi.
el sentido más ,pleno del término). Pero me parece que el dialectiza_ la _tecnificación y la_ alienación (con toda lira·
centro de _la obra de Arte autónoma no está en la parte mí· ióri¡, pero ·~?)l m1.ú1dó de fa subjdividad obj~tivada," pµIJ- 1•
tica -disculpe la forma tópica de hablar- sino que es en ticameI1te esto no sig;nifica o'tra cosa que_ i:onfiár. µirecta'.v 1
sí mismo dialéctico: entrelaza en sí lo mágico con el signo tr1eI1te alprC1letariad6 (como sujeto dd cine) un rendimien·
de la libertad. Si recuerdo bien, en una ocasión dijo usted i:o queJe.gi.ín 1;,t frase de Leriiri 110 puede aportarmás que
al_go parecido en relación con Mallarmé, y no puedo defi- rriediantelateoría delos intelectuales como sujetosdialéc·
mrle más claramente mi sensación frente a todo el trabajo tiws; que perj;~iiecen a la esfera de las obras de arte que JlS~
que si le digo que sigo deseando, como contrapunto, uno ted,Jeillitealinfierno. Entiéndame bien. rc)quiero garanti-
sobre Mallarmé, que usted en mi opinión nos debe como z:arJ~.- aµt9n9111íaqe la_ obra de Afte. c:()lllQfe_serva, y creo
una de las aportaciones más importantes. Pordiaj~ctii::g_qlle con usted queJq ªUl"átif.oen.laobra.deAfte está a_pµp.tp.de
sea su trabaJo, no lo es en la obra de arte autónoma misma; _ge_~~parefer; no sólo mediante la reproductibilidad técnica,
pá~á~~l~S:?,P?r la experiencia elemental, evidente para mí dicho sea de paso, sino sobre todo por el cumplimiento de .
de f'?rma cot1diaria en la pr~pía experiéncia musical, de q1:1e la propia ley formal «autónoma» (la teoría de la reproduc·
precisª11.1enteJ~ rnnse_fµenq;,t e2Ctr<::rna en el seguímieñt? de ción musical que Kolisch y yo planeamos desde hac_e años
la ley tecnológicadel arteautónomo lo cambia; y eri'lugar ti_ene precisame_nte este objeto8). !Jer9 l~_autm1_9rpíaj, es de-
1e la tabuiZación y f~tichizaéión _lo ~proxima _alestadó de 1a . . _. cir, la fom1a ob¡etual de la obra de Arte,\noes _1dent1ca_con
ltber!ad, de lo c_onsc1enterriente fabritáMe,· de lo hátedero; · · , k~que. d,e n1ágii::q haye11 _ella: igual que nh se hapérdído &l
No conozco. mejor programa materialista que la
frase de .- , todo la objetualización del cine, tampoco se ha perdido la
1':{allarmé .en la que ?efine los poemas como no inspirados C!)¡ de la gran obra de arte; y si sería burgués y reaccionario ne·
s~no defimdos a partu de palabras; y las mayores manifesta- i garla desde el ego, está en los límites del anarquismo el
c10nes de la reacción, como Valéryy Borchardt (este último \.__revocarla en el sentido del inmediato valor de uso. Les
c~m el trabajo sobre la _Yilla 6, que a pesar de una frase inde· extremes me touchent, igual que a usted: pero sólo cuando la
c1ble contra_ l~s trab_aJadores habría que tomar in extenso dialéctica de lo más ínfimo es equivalente a la de lo más
como matenahsta), tienen este explosivo dispuesto en sus
células más íntimas. Cuan~() salva 11sted al cine cursi frente
7 Es decir, en el tratado Las qfinidades electivas de Goethe, ver I(l ), 123 a 201,
sobre todo 194-201.
6 Ver RudolfBorchardt, Prosa IIL edición de Marie Luise Borchardt con 8 En el legado Adorno se encuentran amplios fragmentos de este traba-
la colaboración de Emst Zinn, Stuttgart 1960, págs. 38-70; la «frase indeci· jo, en todo casó escritos posteriormente, una vez abandonado el plan de
ble contra los trabajadores» en pág. 60. escribir un trabajo en común con Rudolf Ko!isch.

140 141
alto, no sucumbe sencillamente ésta. Ambas llevan el estig- (el por_ qué se_desprenderá con fotal claridad del trabajo so-
' h,.ma del capitalismo, ambas contienen elementos de cambio bre el Jazz), rn creo que se perciban los elementos decentes
f,};i' '(naturalmente nunca íamás el término medio entre que hay en él. Sólo hay que oír reír al público en esa pelí-
C· •;· ,~chonberg y el cine americano); ambas son las mitades cula para saber de qué se trata. El golpe contra WerteJló' me
,- _i'arrancadas de la libertad entera, que no se deía sumar a par- ha dado gran alegría; pero si en su lugar se pone a Mickey
,, ,,,-.\tir de ellas: sacrificar la una a la otra sería romántico, bien Mouse, las cosas se vuelven considerablemente más com-
:ni f"' como Románficisñioliüigiiés·a;;·1a·conservacion•·ae·1i·per- plicadas, y se plantea con mucha seriedad la pregunta de si
:II! / sonalidad y de toda la magia, o anarquista en ciega confian- la reproducción da de hecho a cada persona ese a pn'ori de
. za en la autonomía del proletaríado en el proceso históri- la película que usted reclama, y si no corresponde más bien
co... del proletariado, que a su vez ha sido producido por la a aquel «realismo ingenuo» sobre cuyo , carácter burgués
iHI , burguesía. En,t:ierta medida, tengo que acusar al trabajo de estábamos tan profundamente de acuenfo en París. Final-
j segundo Romanticismo. Ha espantado usted el arte de los mente, no es casualidad que el Arte Moderno, que usted
,) • --ángulos de su tabú, pero es como si temiera la barbarie que contrapone, como aurático, al técnico, sea de una calidad
r_¡,• ¡ se abre paso con ello (quien podría temerla, con usted, más inmanente tan cuestionable como Flaminck11 y Rilke. Na-
que yo) y se aliviara alzando lo temido a una especie de ta- turalmente, la esfera inferior lo tiene fácil con él, pero si en
buizacíón inversa. La risa del visitante del cine es -ya hablé su lugar estuvieran los nombres, digamos, de Kafka y
%~ t~d~ f;;~!~:~e:eb~!n:eg~:~of~~i~~~riah~i~~
0
Schonberg, el problema estaría planteado de otro modo.
Sin duda la música de Schonberg no es aurática.

,·-· d~l~a:~~~¿1t~i;!~i~t~K1!ii§:~::9~~~~
la
s~b~~d~;::::~
\ ¡ resulta en extremo dudoso; y teoría de la evasión no me
Según esto, lo que yo postularía sería un plus de dialécti-
ca. Por una parte, dialectización de la obra de Arte «autóno-
ma», que· trasciende lo planeado por su propia tecnología;
-' · convence por completo, a pesar de su chocante seducción. por otra, una dialectización aún mayor del arte de uso en su
Aunque sólo sea por la sencilla razón de que en la sociedad negatividad, que sin duda usted no desconoce pero deno-
comunista el trabajo estará organizado de tal modo que los mina mediante categorías relativamente abstractas, como el
hombres ya no estarán ni tan cansados ni tan atontados «capital del cine» 12 , sin seguirlo hasta el fin en sí mismo, es
como para necesitar evasión. Por otra parte, determinados._, decir, como irracionalidad inmanente. Cuando, hace dos
---co~~-eetos de la praxis ~api_~~füta, como por ejemplo el del años, pasé una jornada en el estudio de Neubabelsberg, lo
test mismo, me parecen casi ontológicamente cuajados y que más me impresionó es lo realmente poco interpolado de
actúan como tabúes, mientras que, si hay un carácter auráti- montaje y de todos los avances que está aquello que usted

~~:
menciona; más bien la realidad se constnrye de forma infan-
-~~•/:ie~is~~~iiiJi¿J~ibt~tY!~~:dí;i~i~fü:dil~V~f
-sólo por mencionar uná pequeñez- el reaccionario se
til y mimética por doquier, y entonces se «copia en fotogra-
fia». Subestima usted la tecnicidad del Arte autónomo, y so-
convierta en vanguardista por comprender objetivamente .. ~!e~stillláláclel dependiente; ésá sería qui.za mi objeción
una película de Chaplín me parece asimismo una romanti-
zación, porque ni puedo contar entre la vanguardia al favo- 10 Ver VII(l), 363.
rito de Kracauer, incluso ahora, después de Modern Times 9 11 Flaminck [correcto: Maurice Vlaminck] no es mencionado en ningu-
na de. las versiones del artículo sobre la obra de Arte que nos ha llegado;
probablemente su nombre se había colado en la memoria de Adorno por
delante del de Derain (ver VII(l), 379).
9 Título de la película de Chaplín de 1936. 12 Ver VII(I) 357 y 370.

142 143
principal en pocas palabras. pero sólo se podría realizar go que lo disculpe, así como el carácter de grandes rasgos
: como una dialéctica entré-Tos extremos que usted separa. de mi carta.
En mi opinión, esto no significaría otra cosa sino la total lk, Viajo a Alemania el domingo. Es posible que pueda con-
quidación de los motivos brechtianos, comprendidos aquí cluir allí el trabajo sobre el jazz, lo que por desgracia no he
e-~ -un~-:-traii?f()rñ-iaci6ñ ·_ de:·
'g,fa~_--ilcª_11c:f_.•. ririfri:irªIiiii.nte conseguido en los días de Londres, En ese caso, se lo envia-
tqgaapé'.I~ción a la ínmedfatéi de_ima interrelación ddJi129 ría sin carta de acompañamiento y con el ruego de que se lo
q1;1e sea·_ x·a·_tá,co1!ciéi,1~I(de!ies!i9 Q~lPs.• rii?lifa.i:fo5 . 9e.hr remita a Max inmediatamente después de leerlo (no podrán
cho, que no t1enen_ninguna, pero ninf-Unayentaja.frente.a ser más de 23 páginas a máquina). No es seguro, porque ni
}{)~ bur¡i;lieses, salvo. d igtei~s egfo reiqlµción, pero llevan sé si encontraré el tiempo para ello ní, sobre todo, si el ca-
en sí, por lo demás;f6das las huellas de la amputación del rácter del trabajo permite enviarlo desde Alemania sin el
carácteLhut~és. Esto nos prescribe inequívocamente nues- mayor de los riesgos. Seguro que Max le ha dicho que el
tra;funcióit'..! que no vé'.o . en eL.sentigq el<:: m1a FQnfepción concepto de lo excéntrico ocupa el núcleo del texto. Me
actrvisfacle_lo ,jnteJe~!.tJªl», deeso estoyseguro. Pero t~po- alegraría mucho que apareciera simultáneamente con el
co ruede siiuificar que p9danios\:scapar a fos viijosta§§es suyo 14 • Aunque su temática es muy modesta, podría con-
sólo con entregarnos ª gtrgs 11Ué'.YQS, a los «te~tS>>} por así de- verger en lo esencial con el de usted, y también intentar, na-
cirlo. El fill de la Revoluci9n es la. eliminación dd miedo: turalmente, expresar en positivo algo de lo que hoy he for-
De ahí que no tengamos que tenerle miedo, y tampoco on· mulado en negativo. Llega a un auténtico veredicto sobre el
tologizar nuestro miedo. Nof:sjdealis1110 bur~és n1ante- jazz, en tanto que, sobre todo, se presentan sus elementos
ner, conociendo y sin prohiEiicioríés arcoriocirnieúto,-liso- «progresistas» (claridad del montaJe, trabajo colectivo, pri-
lidaridadco11d_pr.pl~t.1úª<:l9, enYt:iAt:, . mrnp <::tIJnaiot:ra macía de la reproducción frente a la producción) como fa-
vez ñliesfrá tentªciq11,ha~er de.lapropi~ ll'li.seriayna virtud chadas de algo en realidad del todo reaccionario. Creo que
dd f>rciletaúado, que tierie él i-nismo la misma miseria y ne: he conseguido descifrar realmente el jazz y sefialar su fun-
césifa fa~fo dé l10S0tf{)S para elcoJ,1,pf:imient0 qJm() nos: ción social. A Max le gustó mucho, y me puedo imaginar
otrós ñecesitfll1()S déI pf9letarfaclp p~ra qu<:: se puecla h_acer que a usted también le gustará. A pesar de nuestra diferen-
la RevolUción·. be· éstos dlculos sobre la rel~ció11. del inte~ cia teórica, tengo la sensación de que no es algo entre nos-
lécfoal C()~ ·el proletariado .depencle •. e~eiicialniéµte:- en rrii . -. otros, sino que más bien mi misión es mantener firme su
convicción, la ulteriór formulación del debate estético para brazo hasta que el sol de Brecht vuelva a sumergirse en
el que usted ha he:¿h6 tan~spléiidido disiurso ln~ugurar····· . . a~as exóticas. Sólo así le ruego que entienda mis exposi-
Disculpe el apresuramiento de estas notas. Todo esto oones.
sólo podría tratarse seriamente en los detalles, en los que Pero no puedo concluir sin decirle que las pocas frases so-
habita el buen Dios, que al fin y al cabo no es mágico ... bre la desintegración del proletariado como «masa» por
pero la escasez de tiempo me ha arrastrado a una magni- obra de la Revolución 15 están entre las más profundas y po-
tud de las categorías que he aprendido de usted a evitar es- derosas de teoría política que me he encontrado desde que
trictamente. Para indicarle al menos los puntos concretos leí Estado y Revoluci6n16 .
a los que me refiero, he dejado mis notas espontáneas es-
critas a lápiz en el manuscrito, aunque algunas puedan ser
14 El artículo de Adorno «Sobre el Jazz» apareció en la Zeitsdirffifíir So-
más espontáneas de lo que se puede comunicar 13 . Le me· ziaffmchung sólo un número después del artículo mbre la obra de arte.
5 Ver VII(l ), 370s, [nota 12].
13 Este texto anotado por Adorno no parece haberse conservado. '6 Texto de Lenin del mismo título de 1917.

144 145
[ Qyísiera
] . .1 . . 1 '
expresar aún m1 especia asent1m1ento a a teona
del Dadaísmo 17 • iLe cae tan maduro y bien al trabajo como
el «bochorno» y la «abominación» antes del libro sobre el
Barroco!

Sobre El narrador.
Consideraciones sobre la obra
de Nikolai Lesskow

Berlín, 6.9.1936

Aun así, no quisiera esperar hasta ese encuentro 1 para ha-


cerle al menos algunas indicaciones en tomo al trabajo so-
bre El narrador 2• Ante todo, expresar mi más pleno asenti-
miento a la intención histórico-filosófica: que el narrar ya
no es posible. Más allá de lo que se apuntaba en Teoría de la
novela3, ésta es para mí una idea familiar, que me resultaba
evidente desde años antes de que pudiera expresarlo teóri-
camente. Recuerdo muy bien que cuando mi amigo Rein·
hold Zickel 4 me leyó, hace doce o trece años, novelas cortas
en las que a los nombres de los personajes se anteponía el
artículo determinado (« ... dijo la Sunna», etc.), esto me dio
«el» impulso, precisamente porque el ademán de inmedia-
tez del narrador reclama ficticiamente lo que ya entonces
me parecía imposible; y sé que ya por esta razón alimento

·1 Es decir, hasta una visita de Adorno a París prevista para octubre


de 1936.
2 Ver II(2), 438-465.
3 De Georg Lukács (Berlín 1920).
4 Sobre Zickel ver Adorno, Gesammelte Schriften, torno 20.2: Escritos va~

17 Ver VII(l), 379 s. ríos II, Francfort 1986, págs. 756-767.

146 147
desde hace mucho una resistencia contra los supuestamen- cerle a usted visibles ambos motivos críticos en su unidad.
te grandes narradores del cuño de Keller y Storm, por no Y nada deseo más de nuestro encuentro.
hablar de Fontane. Y cuando leí hace poco la frase inicial [... ]
de El camino hacia la libertad, de Schnítzler: «Georg von Wer- Soy consciente de que la afirmación de la unidad de am-
genthin se sentaba hoy a la mesa completamente solo», su- bos motivos, aquí en la carta, es todavía por entero una te·
frí el mismo schock: ¿De dónde sale el derecho a escribir de sis e insuficiente. La identidad es quizá más comprensible
alguien como si se pudiera hablar de él e .incluso se supiera en la relación con la autonomía estética. Igual que ésta me
quién es? (Si no me engaño mucho, la pnmera frase de Las parece excesiva en el trabajo sobre la Reproducción (y en eso
efinidades electivas, con la titubeante introducción del nom- no dialéctica), su exclusión en El narrador me parece dema-
bre que usted ha interpretado 5 , tiene su origen ya en la co~- siado «gestual>,. Johann Peter Hebel y la obra de arte como
ciencia de la _imposibilidad de la narración, dada por el nt- dispersión: ésta se concibe porque aquella invariante se
mo histórico-filosófico, inequívoco para Goethe). aplica positivamente según la medida del cuerpo. iPero la au-
No estoy conforme en cambio con la tendencia a reducir tonomía en la cosificación sería tan buena para díalectizar
el ademán de la inmediatez (si, en este momento sin su tex- como los rasgos conductistas en ella!
to, puedo atenerme a mi indefendible término), no tanto a
la inmediatez en sentido hegeliano, histórico-filosófico,
como al ademán en sentido somático. Y esta diferencia me
ha llevado al centro de nuestra discusión como pocas cosas.
Porque todos los puntos en los que, a pesar de la coinciden-
cia más de principio y más concreta, difiero de usted, se po-
drían reunir bajo el título de un materialismo antropológico
que no puedo seguir. Es como si para usted la medida de_ la
concreción fuera el cuerpo del hombre. Pero ésta es una «m-
variante» del tipo de las que creo que desfiguran lo decisiva-
mente concreto (la imagen dialictica y no la arcaica). De ahí
que el uso de palabras, como ademán y similares, con usted
(sin que quiera evitar la palabra misma: se trata sólo de su
acento constitutivo), me resulte siempre incómodo; y si no
me equivoco la extensión de la dialéctica, en el sentido de
una rápida aceptación de la cosificación en tanto «test» con-
ductista para el cuerpo (es decir, lo que tenía en contra del
trabajo sobre la Reproducción6) sólo es el reverso de una on-
tología no dialéctica del cuerpo, como la que resalta en este
trabajo. Creo que nuestra discusión será fructífera (siempre
con vistas a la Última Philosophia, los Pasajes) si consigo ha-

5 VerI(l), 134 s.
6 Ver arriba, capítulo anterior.

148 149
He tom~do enormemente en serio su idea de establecer
en Ba.udelazre un 1?-odel_? para los Pasajes', y no me he acer-
cado a ese escenano satamco de forma muy distinta a como
lo hace Fausto a las fantasmagorías del Brocken cuando
cree que va ~ resolverse algú~ e11;igma. <E:
d~sculpable que
me haya !enid? que dar a m1 mismo la replica de Mefisto
«pero algun emgma se anuda de nuevo»? ¿Puede compren-
deF que la lectura del tratado, _de cuyos capítulos uno se ti-
tuia El vaga~undo y _el otro mduso La Modernidad, me
haya produc1~~ u~a cierta decepción?
?Sta decepc10n hene su razón fundamental en que el tra-
· Soore El París del Second Empire ba¡o en las partes que conozco 4 no representa tanto un mo-
en Baudelaire y Sobre algunos motivos delo para los Pasa;e_s como un preludio a ellos. En su carta
para_ 7:1ax [Horkhe1mer]S, presenta usted esto como su in-
en Baudelaire tenc1on e~presa, y no desconozco la disciplina estética que
usted aph~a. para ahorrar en todas partes las decisivas res-
P1'.estas te?ncas .ª ~a~ preguntas y ~~cer visibles las preguntas
l. Nueva York, 10.11.1938 1?-1smas solo al m1c1ado. Pero qu1S1era preguntar si tal asce-
~s;110 se pu~de mantener frente a este objeto y en una rela-
El retraso de esta carta puede suponer una acusación con- cton de tan imponente pretensión interna. Como fiel cono-
tra mí y contra todos nosotros. Pero quizá a esta acusación cedor de sus escritos, sé muy bien que en su obra no faltan
le vaya adjunto ya un granito de defensa. Porque se entien- prscedentes de su proceder. Me acuerdo por ejemplo de los
de casi por sí mismo que el retraso de la respuesta a su Bau- art1culos sobre Proust y sobre el Surrealismo en el Líteraris-
delaire1· en un mes entero no puede atribuirse a laxitud. che· Wélt6. Pe!º; ¿puede trasladarse este proceder al complejo
Las razones son exclusivamente de tipo objetivo. Con- de los P~q¡es. ~anora~a y «r~s~ro», vagabundo y Pasajes,
ciernen a nuestra posición respecto al manuscrito, y dado 1;1odem1dad y_s1empre igual sin mterpretación teórica... ¿es
mi compromiso en la cuestión del trabajo de los pasajes est~ ,un :<matenal» qu~ pueda esperar paciente una interpre·
puedo decir sin inmodestia: a la mía especialmente2 . He es- tac101; s1~ ser consum11o por su pr<?pta aura? ¿No se conju-
perado la llegada del Baudelaire con la máxima tensión, y lo ra mas bien_ el contemdo pra~áttco de aquellos objetos
he engullido literalmente. Estoy lleno de admiración por- c1;1~ndo es a1sl_ado de forma cas1 demoníaca contra la posi·
que haya podido usted terminar el trabajo dentro de plazo. b1hdad de su mterpretacíón? Durante las inolvidables con-
Y es esta admiración la que me hace especialmente dificil
hablar de lo que se ha interpuesto entre mi apasionada ex-
pectativa y el texto. 3 Ver 1(3), 1073.
4 De hec~o sólo existían las tres partes: «La bohemia,,, «El vagabundo» y
«La modem1~ad», que Adorno conocía; de las otras partes del libro sobre
1 Ver 1(2), 511-604. Baudelaire solo han quedado trabajos preparatorios (ver sobre todo VII(2)
2 El «nosotros» que Adorno utiliza tanto en esta carta como en las si- 735 a 770). '
guientes se refiere a la redacción de Nueva York de la Zeitschrift für Sozial- 5 VerI(3), 1089-1092.
farschung, a la que Adorno pertenecía desde su traslado a los EE.UU. en fe. 6 Ver II(l), 310-324 e ibíd., 295-310.
brero de 1938.

151
150
Me conformaré con darle en passant un terrón de azúcar e tendencia_l1:1ente ~n la s?rprendente representación de la
intentaré, por lo demás, indicarle la razón teórica de mi re- mera facticidad. S1 se quiere hablar de manera muy drásti-
chazo a toda forma especial de lo concreto y a sus rasgos ca, se P?dría de~~r 9.ue el trabajo se encuentra en el cruce en·
conductistas. Esta razón no es otra que el considerar meto- tre magia y pos1t1V1smo. Este pasaje está embrujado. Sólo la
dológicamente desafortunado emplear de forma «materia- teorí~ podría !omper el hechizo: su propia teoría, sin consi-
lista» algunos rasgos sensibles del ámbito de la superestruc- deraciones, b1en especulativa. No es más que ese deseo lo
tura, poniéndolos de manera directa e incluso causal en re- que yo le expongo.
lación con los rasgos próximos de la infraestructura. La _ Di~c~lpe que me _detenga en un objet? que tras hi; ~xpe-
determinación materialista de caracteres culturales sólo es nene1as del 1-fágner bene que serme especialmente prox1mo.
posible cuando viene facilitada por el proceso global. Se trata del trapero. Su determinación como figura límite
Aunque los poemas del vino de Baudelaire puedan estar inferior de la pobreza 16 me parece, en el peor d~ los casos
motivados por Weinsteuer y Barrieres, el retomo de esos que no cumple nada de lo que la palabra trapero promet~
motivos en su obra no se puede determinar de otro modo cuando aparece en sus textos. No hay en ella nada de perru-
que por la tendencia global, social y económica de la épo- no, nada de saco al hombro, nada de la voz que en la Loui-
ca, es decir, en el sentido del cuestionamiento de su trabajo, se de Charpentier emite en cierto modo la fuente de Iuz ne-
sensu strictissimo, por el análisis de la forma del producto en gra de una ópera entera; nada de la cola de cometa de los
la época de Baudelaire. Nadie sabe mejor que yo las dificul- niños que corren tras un viejo. Si me permite internarme en
tades que eso entraña: el capítulo de las fantasmagorías del la Región de los Pasajes: en el trapero habría tenido que ser
Wágner15 aún no se ha mostrado sin duda a su altura. Los desci~ada teóricamente la irrupción de cloaca y catacum-
Pasajes, en su forma definitiva, no podrán sustraerse a esa ba. Sm embargo, ¿es exagerada mi suposición de que esta
obligación. La inducción directa de Weinsteuer a I;Ame du carencia está relacionada con que no se articula la función
Yin da a los fenómenos precisamente ese tipo de esponta- ~apitalista del tr~pero, a saber, someter al valor de trueque
neidad, evidencia y densidad a las que se han encaminado mcluso al mend~go? En este punto, el ascetismo del trabajo
en el capitalismo. En esta especie de materialismo inmedia- adopta rasgos d1&:os de Savona!ola. Porque la repetición
to, casi podría decir antropológico, se esconde un elemento del trapero, en la cita de Baudelau-e de_ la tercera parte, deja
profundamente romántico, y lo percibo tanto más cuanto este concepto al alcance de l.a mano 11 • iCuánto tiene que
que usted confronta con claridad y crudeza el mundo for- haberle costado no agarrarlo!
mal de Baudelaire con la miseria de la vida. El «conducto» Con esto creo estar llegando al centro. El efecto que se
que echo de menos, y que encuentro oculto por la invoca- desprende de todo el trabajo, y que en modo alguno ha he-
ción materialista-historiográfica, no es otro que la teoría, cho sólo sobre mí y mi ortodoxia de los Pasajes, es el de que
que su trabajo se ahorra. Ahorrarse la teoría afecta al empi- usted se ha hecho violencia en él. Su solidaridad con el Ins-
rismo. Le da un carácter engañosamente épico, por una par- tituto, de la que nadie puede alegrarse más que yo, le ha
te, y priva por la otra a los fenómenos, como meramente ex· movid? a rendir. al ,Marxismo tributos que no le aprove-
perimentados de forma subjetiva, de su verdadero peso his- chan rn a usted m a el. Al marxismo no, porque falta el cofr
tórico-filosófico. También se puede expresar así: el motivo dueto del proceso social global y la enumeración material
teológico de llamar a las cosas por su nombre se convierte se atribuye supersticiosamente casi a un poder de aclaración

16 Ver I(2), 520 s.


15 Ver Adorno, Gesammelte Schrfften, tomo 13: Las monagr,iflas musicales,
17 Ver 1(2), 582 s.
Francfort 1971, págs. 82-91.

154 155
que nunca está reservado a la indicación pragmática, sino una ocasión que usted habitaba en las profundidades de sus
sólo a la construcción teórica. Tampoco a la sustancia más Pasajes, y por eso le asustaba terminar el trabajo, porque te·
propia de usted, en tanto que ha some~ido sus pensamie?- mía tener que abandonar la obra. Permítanos animarlo a
tos más osados y fructíferos a una especie de censura preV1a darnos acceso al santuario. Creo que ni necesita preocupar-
conforme a categorías dialécticas (que en modo alguno se por la estabilidad de su núcleo ni temer su profanación.
coinciden con las marxistas), aunque sólo sea en forma de En lo que concierne al destino del trabajo, se ha produci-
su aplazamiento. No hablo sólo por mi inco_mpetente per- do una situación bastante extraña, en la que he tenido que
sona, sino también en nombre de Horkhe1mer y de los comportarme como el solista de la canción: los tambores
otros, cuando digo que según la convic~ión de todos no suenan con sordina. Una publicación, en el actual suple-
sólo será más favorable para ,,su» producción que desarrolle mento de la revista, quedó excluida, porque las discusiones
sus ideas sin ,tales consideraciones (contra esta objeción me durante semanas sobre su trabajo han retrasado el plazo de
plant~ó usted en San Remo 18 contraobjeciones que tomo imprenta hasta lo intolerable. Ahora existe el plan de impri·
muy en serio), sino que también sería lo más beneficioso mir el segundo capítulo in extenso y el tercero en parte. Es-
para la causa del materialismo dialéctico y los intereses te~- pecialmente Leo Lowenthal ha defendido con énfasis esta
ricos defendidos por el Instituto que se entregara a su~ opi- opción. Yo estoy ínequívocamente en contra. Y natural-
niones y conclusiones específicas sin me~clarlos con t?gr~- mente no sólo por consideraciones de redacción, sino por
dientes que a todas luces le causa tanto rncomodo d1genr usted mismo y por el Baudelaire. El trabajo así no le repre-
que no puedo creer que ~ean bueno~. Si en nombre de _Dios senta como precisamente este trabajo tiene que representar-
sólo hay una verdad, y s1 su fuerza mtelectual se aduena de le. Pero como tengo la firme e inmutable convicción de que
esta verdad en categorías que según su concepción del ma- le será posible confeccionar un manuscrito del Baudelaire
terialismo le resultan apócrifas, obtendrá más de esa verdad con toda su fuerza de persuasión, quisiera rogarle encareci-
única que sirviéndose de un arsenal intelectual cuyas empu- damente que renuncie a la publicación de la versión actual
ñaduras su mano se resiste sin interrupción a empuñar. A1 y escriba esa otra que le digo. Si ésta tiene que tener una
fin y al cabo, en la Genealogía de la moral de Nie_tz~che hay nueva estructura formal o se puede solapar esencialmente
más de la verdad única que en el AB09 de Bu¡ann. Creo con la parte final de su libro sobre Baudelaire, es algo que es-
que esta tesis, dicha por mí, estará por encima de la sospe· capa a mis conjeturas. Sólo usted puede decidir al respecto_
cha de laxitud y eclecticismo. Afinidades ekctivas y Barroco Qilisiera decirle expresamente que se trata de un ruego mío,
son mejor marxismo que el Weinsteuer y la deducción de la y no de un acuerdo de la redacción o un rechazo.
fantasmagoría a partir de la conducta de los colaboradores Qyeda por explicar el que le escriba yo y no Max, como
de suplementos literarios. Puede confiar en que nosotros destinatario responsable del Baudelaire. Se encuentra en un
estamos aquí dispuestos a dar el impulso más extremo a su estado de desmedido agobio relacionado con su traslado a
teoría respecto a las nuestras. Pero también confiamos en Scarsdale. Quiere liberarse de todos los trabajos administra-
que usted dé a su vez ese impulso. Gretel dijo en broma en tivos para poder dedicar su fuerza indivisa en los próximos
años al libro sobre la dialéctica20 • Esto significa que tiene
que «despachar» todas sus obligaciones corrientes. Hace ca-
18 Antes de dejar Europa, Adorno se había encontrado con Benjamín
torce días que ni siquiera le veo. Me ha pedido que le escri-
en San Remo, a finales de 1937/principios de 1938. ,
t 9 Ver Nikolai Bujarin y E. Preobraschensky: El ABC del Comumsmo.
Explicación popular del programa del Partido Comunista de Rusia (Bolch1víque), 20 Es decir, la Dialéctica de la Ilustración escrita posterionnente junto con
Hamburgo, 1921. Adorno.

156 157
ba, por así decirlo, como patrocinador del Baudelaire. Su De ~e ~ond~ s~ns borne a chaque instant déplace
ruego coincidió con mi propia intención. L honzon 1deal2". ·
De mis cosas le hablaré por extenso en mi próxima carta.
Se ha vuelto a aplazar la publicación del Husserl21 • En lugar ... Entonces: La tendencia observada por usted a las «afir-
de eso, inmediatamente después de volver, a mediados de m:1ci?;1es irrestrictas», para las que alega a Balzac y la des-
septiembre, Max me pidió que llevara a cabo mi largamen- cnpc1on de los empleados en El hombre entre la multitud 27 , es
te alentado plan y escribiera el tratado Sobre el carácter de feti- válida -lo que no es p_oco sorprendente-- también para
che en la Músicay la regresión de la audición22 • 1ermíné el ma- Sade. De uno _de los pnmeros torturadores de Justine, un
nuscrito tres días antes de que llegara el suyo. Mientras ha banquero, se dice: «Monsieur Dubourg, gros, court, et inso-
entrado en prensa, y he dado instrucciones a Brill23 de que lent comme tous les financiers» 28 . El motivo de la amante
le envíe las galeradas, así como las de mi polémica contra desconocida aparece rudimentariamente en Hebbel, en el
Sibelius24 • Seguro que en el trabajo se nota la prisa de la re- poema «A una desconocida», que contiene ias curiosas lí-
dacción; pero quizá no sólo para mal. Especialmente, estoy neas: «si no te puedo dar ni forma ni figura, que ninguna
expectante por saber su postura respecto a la teoría de que forma te arrastre a la tumba» 29 • Por fin, un par de frases del
hoy se consume el valor de trueque. La tensión existente en- Ramillete de otoño de Jean Paul, que sin duda son una autén-
tre esta teoría y la suya de la compenetración del espíritu del tica «trouvaílle»: «Un único sol obtuvo el día, pero mil la
producto con el comprador25 podría ser muy fructífera. Por noche, y el infinito mar azul del éter parece descender has-
lo demás, he de añadir la esperanza de que el carácter mu- ta nosotros en lluvia de polvo de luz. ¿cuántos faroles ilu-
cho más inofensivo de mi trabajo le hará posible leerlo de minan a lo largo y a lo ancho la Vía Láctea? Y se encien-
forma menos implacable de lo que su trabajo me permitió. den, ya sea verano o haya luna. Y la noche no sólo se ador-
[... ] na con el manto de estrellas en el que se miraban los
Permítame concluir con algunas notas finales sobre Bau- antiguos, y que yo prefiero llamar su ornato eJpiritual antes
delaíre. Primero una estrofa del segundo poema a Mazeppa que su manto ducal, sino que lleva más lejos su embelleci-
de Hugo (el hombre que debe ver todo esto es Mazeppa, miento, imitando a las damas espaiíolas, Como éstas, que
atado al lomo del caballo): en la oscuridad sustituyen lós brillantes por luciérnagas en
el tocado, la noche prende con alfileres la parte inferior de
Les six lunes d'Herschel, l'anneau du víeux Saturne, su manto, en la que no brillan las estrellas, con tales anima·
Le p6le, arrondissant une aurore nocturne lillos, y a menudo los niños los cogen también»30 . Al mis-
Sur son front boréal, mo contexto me parece que pertenecen las siguientes fra-
Il voit tout; et pour lui ton vol, que rien ne iasse,
26 Víctor Hugo, Guvres poétíques completes. Réunies et présentées par Fran·
21 El trabajo de Adorno sobre Hmser! aparecería en 1956; ver Gesam- cis Bouvet, París, 1961, pág. 126 («Les Orientales XXXl.V», «Mazeppa Ih).
melte Schriften, tomo 5: Sobre la Metacrítica de la teoría del conocimiento. Tres es- 27 Ver 1(2), 541.
tudios sobre Hrgel. hancfort, 1971, págs. 7-245. 28 Histoirc de Justine ou Les Malheurs de lt1 Vertu. Par le Marquis de Sacie.
22 Ver Adorno, Gesammelte Schriftm, torno 14: Disonancias. Introducción a Tome prernier, en Hollande 1797, pág. 13.
la Sociología de la Música, Francfort 1973, págs. 14-50. 29 Friedrich Hebbel, Sdmtliche Werke, edición histórico,crítica a cargo de
23 Hans Klaus Bnll era secretario de la oficina de París del Instituto de Richard Maria Werner, tomo 6: Dernetrius-Geidchte I und II, Berlín-Ste-
Investigaciones Sociológicas. glitz o.J., pág. 207 («A una desconocida»).
24 Ver Adorno, Gesammelte Sd11iften tomo 17: Escritos musicales IV, 30 Jean Paul, Samtlíche Werke, edición de Norbert Miller, parte II: Obras
Francfort, 1982, págs. 247-252. de juventud y escritos varios, tomo 3: Esenios vanos, JI, Múnich 1978, pá"
25 Ver 1(2), 558. gina 180.

158 159
ses, de una parte completamente distinta de la misma co- va de que el fragmento no supere sustancialmente la Ion·
lección: gitud que tiene en este momento. Si en algunos puntos
«Y más por el estilo: porque no sólo observé que rara nos- fuera necesario hacer añadidos, quizá se podría recortar
otros pobres hombres del hielo a la deriva, Italia es un algo en otros que serían difíciles de desarrollar dentro de
Edén' claro como la Luna ... porque allí, de día _o de noche, los límites de un artículo así (pienso especialmente en la
se hace realidad viva el general sueño de la Juventud de parte final).
unas noches paseadas y cantadas, sino que pregunté tam- Qiiizá sea aconsejable hacer en concreto una serie de ob-
bién por qué la gente salía de noche a las calles y c~ntaba, servaciones a su texto que señalen cómo me imagino las
cual displicente vigilante nocturno, en vez de reumrse en modificaciones. La primera frase del capítulo 33 es la que me
fiestas del crepúsculo al alba y así, en ~olondas filas (que parece conjurar especialmente el riesgo de subjetivación de
todo espíritu ima), recorrer los espléndidos bosques y las la fantasmagoría, y aquí serían de mucha utilidad algunas
florestas claras como la Luna, y por qué a ese armomoso frases muy ponderadas sobre su carácter histórico-filosófi-
placer se le podían añadir dos toques de flaut~, la prolonga- co. El paso de la fisiología al hábito del vagabundo (pág. 2)
ción de doble fin de la corta noche por la salida y la puesta [corresponde a 1(2), 538] no me parece del todo forzoso,
del sol y el alba y el crepúsculo 9:ue conlleva1;» 31 . La idea de por una parte porque el carácter metafórico de la «botaniza·
que la nostalgia que atrae a Italia es la del pais donde no es ción sobre el asfalto» no me parece concordar por entero
preciso dormir está profundamente emparentada con la con la pretensión de realidad, que en su texto asumen nece-
imagen posterior de la ciuda~ te0ada. Pero la ~uz que se ex- sariamente las categorías histórico-filosóficas, pero también
tiende por igual por ambas 1magenes no es s1~. duda otra porque la refere~cia, en cierto modo tecn?lógica, a la acera
que la del farol de gas, qué Jean Paul no conoc1O. estrecha como fundamento de los Pasa;es no me parece
aportar lo que usted se ha propuesto aportar aquí. Creo que
no se evitan los intereses específicos que han movido al
2. Nueva York, 1.2.1939 propietario de la casa a abrir los pasajes. Este ~esiderátum
coincide además exactamente con aquel que mtroduce la
Esta vez el retraso de mi carta no tiene nada que ver con categoría de pasaje no como «modo de comportamiento»
cuestiones teóricas. Se explica por los últimos aconteci- del literato errante sino objetivamente. El fin del párrafo so·
mientos en Alemania. bre los pasajes (pág. 3, centro) [1(2), 539)] vuelve a correr
[... ] . con mucha fuerza el riesgo de lo metafórico: la compara·
Respecto a Baudelaire: si le entiendo b:en, s_u propues- ción juguetona no me parece que contribuya a la estricta
ta32 es que publiquemos con ciertas mod1ficac~ones la se- identificación, sino que se opone a ella. La frase introducto-
gunda parte del manuscrito parcial de que disponemos ria al párrafo siguiente («arriesgado») no me es enteramente
(con el título general de «El vagabundo»), y ello en una comprensible. ¿No son más bien las fisiologías demasiado
forma tan ampliamente modificada que tenga en _cu~n~a seguras? Yo ya había expresado mis reparos por la deduc·
los intereses teóricos de los que yo hablaba. En pnnop1O ción anexa relacionada con el pasaje de Simmel34. Vuelve a
estamos de acuerdo con esa propuesta, con la única reser· perseguir que en un punto las formas directas de reaccionar

31 Ibídem, pág. 119. 33 Verl(2), 537.


32 Ver1(3), 1101-1107. 34 Ver carta anterior.

160 161
de las personas -concretamente aquí el miedo a lo imper- de Balzac y Don Qlijote35 . Balzac mismo es un tipo qui-
ceptiblemente visible- se hagan responsables sin más de jotesco. Sus generalizaciones persiguen transformar por
fenómenos que sólo pueden ser comprendidos si se facili- arte de magia la alienación del capitalismo en «sentido» de
tan socialmente. Si la fundamentación de las fisiologías a forma similar a como Don Quijote procede con la mues-
partir de la tendencia al desvío de la reacción es demasiado tra del barbero. La aversión de Balzac a las afirmaciones
general para usted -lo que puedo muy bien compren- irrestrictas tiene su origen aquí. Surge del miedo a la vista
der-, quizá su concretización podría encontrarse en que de la uniformidad de la vestimenta burguesa. Cuando dice
en aquella fase los hombres mismos ganan el aspecto de ob- por ejemplo que en la calle se puede reconocer al genio al
jeto para mirar, similar a un producto que las fisiologías des- primer vistazo 36 , es éste un intento de asegurarse una vez
pliegan, y quizá esto se pudiera introducir, en relación con de la inmediatez en la aventura del adivinar, a pesar de la
la moda, com'o idea de la contemplabilidad multilateral. uniformidad de la vestimenta. Pero esta aventura y el he~
No sé, creo que en el tesoro del trabajo sobre los Pasajes se chizo balzaquiano del mundo de los objetos están profun-
encuentran puñales más afilados que la cita de Simmel. So- damente relacionados con el ademán del comprador. Igual
bre la cita adjunta, extremadamente curiosa, de Foucaud que éste valora los productos expuestos en el escaparate,
(págs. 4 s.) [1(2), 540s.], sólo quiero apuntar que el contexto separados de él por el cristal, para ver si son dignos de su
en que lo cita parece tan sencillo como si usted se burlara precio, si son lo que parecen, así se comporta Balzac res-
de él, mientras en mi opinión se trataría de arrancar su gra- pecto de los hombres, cuyo precio de venta investiga
nito de verdad a esa mentira, es decir, la correcta observa- mientras a la vez les arranca la máscara que les ha puesto
ción de la aversión del proletario contra el «descanso» y la la uniformidad burguesa. Ambos procedimientos tienen
naturaleza burguesa como meros complementos de la ex- en común el rasgo especulativo. Igual que en la era de la
plotación. En el nuevo párrafo (pág. 5) [I(2), 541], quisiera especulación económica son posibles fluctuadones de pre·
dar expresión -y aquí estoy seguro de su asentimiento- a cios que pueden hacer que la adquisición de los productos
mi aversión idiosincrásica contra el concepto de auténtico del escaparate sea un beneficio embriagador o una caída
empirismo. Sólo necesito el consentimiento de [Siegfried] en el engaño para el comprador, así ocurre a los fisiólogos.
Kracauer a esa expresión para estar seguro de que le pondrá La cuota de riesgo que asumen las afirmaciones irrestrictas
a usted en el índice. de Balzac es la misma que asume el especulador en bolsa.
Sobre la parte siguiente, más o menos desde la cita de Por tanto, no es en absoluto casual que la afirmación bal-
Balzac (pág. 5) [I(2), 541] hasta la pág. 10 [545], quisiera zaquiana irrestricta que yo extraigo de Sade 37 se refiera pre-
hacerle algunas consideraciones a las que me han movido cisamente a los especuladores financieros. Un baile de
su trabajo, la lectura de Sade y recientemente otra vez Bal· máscaras en Balzac y un día de alza en la bolsa de su tiem-
zac. Pero quiero empezar por la observación de que el pro- po podían ser muy parecidos. La tesis del elemento quijo-
blema más profondo que se deriva en relación con un tipo tesco vendría proporcionada probablemente por Daumier,
-a saber, que en la fantasmagoría los seres humanos se cuyos tipos, como habrá notado también en el trabajo so-
igualan en un tipo-- me parece sin duda definido, pero en
modo alguno resu.eho. No obstante, mi brújula me dice
35 Ver Georg Lukács, Die Theorie des Romans. Ein gescbicbtsphilosophischer
que aquí, por ejemplo en ia descripción que hace Poe del
Versuch überdie Fonnen der grossen Epik, 2" edición, Neuwied, Berlín, 1963,
pequeño empleado, está el punto en que el párrafo actual págs. 96 SS.
comunica realmente con las intenciones secretas de los Pa- 36 Ver I(2), 541.
sajes. Qyisiera partir de la crítica de la antítesis de Lukács 37 Ver carta anterior.

162 163
bre Fuchs 38 , son tan parecidos a las figuras de Balzac como mente a los ,,tipos» de Balzac y Daumier. Es casi superfluo
que en el tesoro de motivos de sus óleos Don Qyijote asu- decir cuánto coinciden esto y el criterio de la multitud
me el papel central. Me parece que existe una elevada pro· como escritura secreta con la intención alegórica de Baude-
habilidad de que los «tipos» de Daumier estén en relación laire. Por lo demás, Poe cumplió realmente su promesa de
directa con las afirmaciones irrestrictas de Balzac, casi diría descifrar cualquier escritura secreta que se le presentara,
que son Jo mismo. La caricatura de Daumíer es una aventu· Esto era tan poco imaginable en Baudelaire como en Bal-
ra especulativa muy similar al apretón de manos de identi· zac, y sin duda podría contTíbuir en algo a su teoría de por
ficación que Balzac se permite. Son el intento de perforar fi. qué hay historias detectivescas de Poe y no de Baudelaire4°.
sionómicamente el envoltorio de la uniformidad. La mira- La idea de los seres humanos como cifras representa tam-
da fisíonómica, que destaca de forma desmedida el detalle bién su papel en Kierkegaard, y habría que tener en cuenta
distintivo frente al uniforme, no tiene otro significado que su concepto del «espía».
salvar lo particular en lo general. Daumier tiene que hacer Estoy muy entusiasmado por la página 8 [I(2), 543 s.], y
caricaturas y representar «tipos» para poder afirmar especu· es sin duda uno de los índices más logrados de su trabajo
lativamente el mundo de los trajes siempre iguales como que el pasaje del folleto editorial que usted cita, sobre todo
tan extravagante como Don Qyijote pareció al mundo en su final, se lea como si fuera ya su interpretación. En este
la prehistoria de la burguesía. De ahí que al concepto de punto, la relación entre hechos y verdad se ha vuelto real-
tipo le corresponda un rango muy especial, en tanto que al mente transparente. El resumen de los elementos de Poe lle-
diseñar en la imagen lo particular, como una nariz excesiva- vado a cabo por Valéry (pág. 9) [545] suena, en alemán y sin
mente grande o unos hombros puntiagudos, ha de fijarse al interpretar, un poco abrupto. En la pág, 1O [545], arriba, no
mismo tiempo la imagen de lo general, de forma entera- considero del todo contundente la delimitación de Baude-
mente similar a como Balzac, cuando describa a los Nucin- laire de la historia detectivesca mediante la referencia a la
gen, tendrá inclinación a señalar sus excentricidades como «estructura instintiva». Estoy seguro de que el intento de lk
propias del género de los banqueros. En ello me parece es- var a cabo esta delimitación en categorías objetivas sería ex-
conderse el motivo de que el tipo no solamente saca al in- traordinariamente fructífero. Considero especialmente lo-
dividuo del uniforme, sino que quiere hacer conmensura- grados los fragmentos acerca del transeúnte y especialmen-
ble a la masa misma a la mirada extraña del especulador, al te de la huella. Me parece espléndido el final de la pág. 13
afirmar las categorías de masas que se ordenan por tipos [550], inmediatamente antes de la confrontación con El
como, en cierto modo, especies y variedades histórico-natu- hombre de la mitltitud41 •
rales. Qyisiera añadir que también a esta tendencia se en- Lo que tendría que decir acerca de éste ya está contenido
cuentra un equivalente en Poe, en la tesis a la que debe su en mis notas sobre el «tipo». Sólo querría añadir, en rela-
origen el Gold bu¡f 9 -que, dicho sea de paso, fue el único ción a la pág, 14 (551], que en el siglo XIX había cafés preci-
gran éxito de mercado que Poe tuvo en su vida-, a saber: samente en Berlín, pero no en Londres, y que sigue sin ha-
que es posible descifrar cualquier escritura secreta, por com- ber cafés allí, igual que en América (Poe mismo nunca estu·
plicada que sea. La escritura secreta es a todas luces una vo en Londres).
imagen de la masa, y sus códigos corresponderían precisa- La interpretación de la uniformidad de los tipos podría
introducirse como muy pronto en la página 17 [554], don-
38 En el trabajo de Benjamín Eduard Fuchs, el coleccionista y el historiador
(ver Il(2), 465-505) no se encuentra esta comparación. 40 VerI(2), 545.
39 Narración de igual nombre de Edgar Afian Poe. 41 Es decir, con el relato de Poe The Man qfthe Crowd.

164 165
de se habla de la exageración de la uniformidad es decir primer ~o_mo [del Capita~. De lo ~ontrario, especialmente
precisamente esa exageración y su relación con la ~aricatur~ en la pagma 21 [558], final del pnmer párrafo y principio
sería el objeto de la interpretación. La descripción de la lito- d~l segundo, podría haber troubles. Sobre la cita de Baude-
grafía de Senefelder (pág. 18) [55 5] es extraordinariamente laire (pág. ?2) [559] en el texto sólo quiero decir que el con-
hermosa, pero sin duda también exige interpretación. Por cepto del t':'7prevu es el concepto central de la estética musi-
supuesto, me gustó especialmente el pasaje sobre el com- cal 1e Berhoz (el gue domina toda la escuela de Berlioz y es-
portamie1:1to reflejo (pág. 19) [556], que me era totalmente pecialmente a Richard Strauss). No considero la cita de
desconocido cuando escribí el trabajo sobre el fetiche42 • E!]gels (pág. 23) [560] una trouvaí[le tan enorme, y cuando
J?ado que se trat~ de un mC?tivo histórico-filosófico y polí- pienso en __recortes podrían afectar a este pasaje ~ntre los pri-
tico de extrem~ 1_mportancia, bien podría significar aquí meros. (Lowenthal ya ha propuesto tachar la pnmera mitad
que, de formá similar a como las historias detectivescas con- de la cita, yo P?r mi parte preferiría sacrificarla entera).
tienen en su pri~cipio la figura de su fin, también aquí se Ac;er:ca del pasa¡e sobre el prod:uct? fuerza de trabajo
e~,cuentra una m1rada que_ penetra, a través de la demostra- (pagma 24) [561], vale lo que ya mdicaba arriba: iPrecau-
cion ornamental del Fascismo, hasta la cámara de tortura ción! No estoy del todo de acuerdo con la caracterización
del campo de concentración. de Baudelaire dentro de la clase de los pequeños burgueses.
(En este contexto: P?cas cosas me parecen tan sintomáti- ~n general _me parece_ que el apartado sobre la multitud no
cas como_ que se. repitiera ~n Barcelona lo que ya ocurrió tiene la misma densidad que el precedente, y que sería
h_ace un anC? en Viena: que ¡alearan a los conquistadores fas- bueno añadirle algo sacado de la cámara del tesoro. En el
cistas las mismas masas que el día antes aún jaleaban a sus últ~o fragmento :le Hugo (pá~. 2~) [562], quiero expresar
oponentes). la ligera _dud_a de s1 se puede atnbmr realmente a Shelley la
Para el resto, voy a renunciar a seguir los detalles: en el extraordmana es~ofa de Brecht. (!n_texto tan directo y tan
caso de 1~ teoría d~l producto, soy en cierto modo parte y duro no :s precisamente caractens~1~0 suyo, En cualquier
no me siento cualificado para hacer propuestas. Aun así, caso habna que comparar con el ongmal 44.
1:1e parece que el concepto de compenetración con la mate- ,1\:1e desconciert~ un poco !ª
_conc~usíón (a partir de la
na anorgámca n<;> da de s~ lo de~isi".~- Por supuesto, precisa- pagina 26) [562] . .:Se enfadara s1 le digo que toda la parte
mente en la revista [de mvest1gac1on social] se encuentra sobre Hugo, a pesar de una lectura repetida y profunda, no
uno en ,un terreno especialmente peliagudo, porque aquí, llegó a resultarl!-1,e realmen~e plástica ni encontró su lugar
con razon, se postula la absoluta competencia marxista de en la construcnon del con¡unto? No dudo que tíene que
cada afirmación. En vista de su versión más atrevida he re- haber motivos extraordinariamente importantes para ella.
fo~ulado junto c~n ~~' con infinito esfuerzo, mi propio
Pero cuando hablaba de que algunos motivos son diHciles
pasa¡e sobre la sust1tuc1on del. valor de trueque 43 , y si algu- d,e d~splegar en el marco de este artículo pensaba en primer
na _ve_z se ha hecho n?tar la distancia espacial como factor termmo en la parte sobre Hugo. Podría tener entrada en un
obJetlvo de perturbación, ha sido en su teoría del alma del t~xto cuya. c~tegoría cen~ral fuera la imagen de la masa . .Pero
pr?ducto. H<;>y sólo g_;1erría rogarle que dedique una vez s1 nos dec1d1mos a publicar el segundo capítulo con ciertas
11_1as su especial atenc1on a esta teoría y la confronte espe-
cialmente con el capítulo de Marx dedicado al fetiche en el . 44 Brecht ha traducido a Shelley casi literalmente: «Hell is a city much
hke London / A populous and a smoke city; / There are al! sorts of people
undone, / And there 1s little orno fon done; / Small iustice shown and
42 Ver nota 22 a la carta anterior.
43 Ver Adorno, Gesammelte Schriften, tomo 14, op. cit., págs. 24s.
still less píty». '

166 167
modificaciones, la filosofia de la historia de la imagen de la Comte con su apóstol americano, Edger, que desde el Fou-
masa no sería temáticamente tan central como para sopor- rismo se convirtió a la religión autoritario-positivista de
tar d excurso de Hugo. La simple consideración de que en Comte, con acentos inequívocamente reaccionarios desde
un artículo limitado sobre Baudelaire no se puede conceder el punto de vista político. !Todo tal como lo habíamos pen-
un espacio desproporcionado a otro autor no se puede pa- sado!
sar por alto. Así que mi propuesta sería completar los pasa-
jes indicados, incrementar de ese modo la parte dedicada a
la multitud, de forma que dé como resultado una conclu- 3. Nueva York, 29.2.1940
sión contundente y ahorrarse a Hugo, ya sea para el libro No sabe con qué entusiasmo he leído su B4udelairi"6, y
sobre Baudelaire, ya para los Pasajes. ninguna de las fórmulas, telegráficas o abreviadas de otro
[ ••. ] ' J modo, 3iue han llegado a sus manos, es exagerada en lo más
Disculpe la longitud abstrusa de la carta; quizá contribu- mínimo 7. Esto vale lo mismo para Max que para mí. Creo
ya al menos a hacer bueno el retraso. que no es ninguna exageración calificar este trabajo como el
Todo el cariño de los dos. Miramos al Hudson y nos más completo que ha publicado usted desde el libro sobre
asombramos de que los témpanos de hielo vayan río arriba. el Barroco y Kraus. Si a veces he tenido mala conciencia
[... ] por mi criticona insistencia, la mala conciencia se ha trans-
Me permito añadir dos pequeñas indicaciones. Una se la formado en vanidoso orgullo, y de eso es usted quien tiene
debo a [Meyer] Schapiro. Setrata de Villiers de l'Isle Adam, la culpa ... así de dialéctica es nuestra producción. Es dificil
un perfecto representante del siglo XIX, del que por lo demás destacar nada en particular, tan próximo está cada uno de
procede el Peladan. Apostaría a que sacará usted botín de él. los puntos de este trabajo al punto medio y tan lograda es
El otro momento es mucho más próximo y mucho más la construcción. Pero habrá adivinado que los capítulos 8
lejano. ¿se ha preocupado usted de Auguste Comte, sobre y 9 son mis favoritos. La teoría del jugador48, si me permite
todo de su etapa tardía, con la religión de la humanidad? la metáfora, es el primer fruto maduro del tótem de los Pa-
Leí un libro americano (de Hawk:ins) sobre la historia del sajes. No hace falta que le expli1ue la troitvaílle que represen-
Positivismo {es decir, del de Comte) en América de 1853 ta la parte referida a la aureola 9 • Permítame establecer tan
a 1861, que es una de las cosas más curiosas que he visto en solo unas pocas cosas. La teoría del olvido y el schock 50 se
mucho tiempo. Poe estaba al parecer influido por Comte, y toca íntimamente con algunas de mis cosas sobre música,
su pretensión científica en esa orientación procede posible- especialmente en lo que concierne a la percepción del éxi-
mente de él. ¿cuál es la relación de Comte con el Saintsimo- to. Una relación que sin duda usted no tenía presente y que
nismo y la de Baudelaire con ambos? Comte ha querido in- me alegra tanto más, en tanto que confirmación. Pienso por
corporar, entre otras cosas, el «fetichismo» a su religión de la ejemplo en el pasaje sobre el olvido, recuerdo y anuncio en
Humanidad. Si le interesa, le haré mandar el libro de Haw- el artículo sobre el fetiche, página 342 51 . Lo mismo me pasó
kins45. Contiene sobre todo el intercambio epistolar de
46 Ver I(2), 605-653.
47 VerI(3), 1125-1128.
45Ver Richmond Laurin Hawkins, Positivism in the United States 1853- 4s Ver I(2), 632-637.
1861, Cambridge, Mass., 1938, así corno la recensión de Adorno en: Ge- 49 Ver 1(2), 651 s.
sammelte Schriftm, tomo 20.1: Escritos varios I, Francfort, 1986, pág. 242 s.; 50 Ver 1(2), 612-615 ·
sobre la manifestación por carta de Benjamín acerca del complejo ver 1(3), 51 Es decir, la edición en la Zeitschrffiftir Sozialforschung, Jg 7 (1938); ver
1117. Gesammelte Schrifien, tomo 14, op. cit., pdgs. 35 s.

168 169
con el contraste entre lo reflejo y la experiencia 52 . Puedo de- ner experiencias depende en última instancia de cÓf!lO olvi-
cir que todas mis consideraciones sobre Antropología mate· de. Usted juega con esta cuestión. en la no_ta. al p_ie 4, en, 1~
rialista desde que estoy en América están centradas en tor- que constata que Freud no hace mnguna d1st1:1e1on exph,c~-
no al concepto del «carácter reflejo», y nuestras intenciones ta entre recuerdo y memoria (leo la nota al p1e como cntt-
vuelven a tocarse del modo más estrecho: bien se podría ca- ca). Pero, foo sería la tarea cone~tar _la ?P.osición e~tera de
lificar a su Baudelaire como la prehistoria del carácter refle- vivencia y experiencia a una teona dialectica ~el ol:v;1do? Se
jo. Tenía la sensación de que en su momento el trabajo so- podría decir ~amb~~n: a una te?ría de la C(_JS1ficac1on. Por·
bre el fetichismo, el único de mis textos alemanes que esta- que toda c?s1ficac1on es un o!vido. Los_ ob1etos_ se vuelven
blece algo de estas cosas, no le gustó demasiado, sea porque cosas en el mstante en que estan determmados sm estar pre-
era fácil caer en el malentendido del salvador de la cultura, sentes en todos sus fragmentos, en que algo de ellos se ha
sea -y esto e¡,tá relacionado estrechamente con ello- por- olvidado. Y se plantea la cuestión _de ~asta q~é, punto est~
que no está completamente logrado como construcción. olvido es el que conforma la expenencia, yo dma hasta 9.ue
Pero si me hiciera el favor de volver a considerar el artículo punto es el olvido narrativo y hasta qué punto es el olvido
desde este punto de vista, y se dividiera ante sus ojos en los reflejo. No quiero ensayar hoy una respuest~ -~ esa pregun-
fragmentos en los que tiene que dividirse, quizá podría re- ta, sino tan sólo planteársela con tanta prec1s101: como sea
conciliarse con algunos de sus aspectos. Disculpe usted este p_osible: también .J?ºr la razón_ 4e q1;1~ creo q;1e s?lo en rel~-
giro egoísta de mi reacción al,Baudelaire, pero ~o ~s reflejo, c1ón con la cuestt.on de la coslficac1on podra alcanzar la di-
y es precísamente una garantia de la verdad ob¡etlva de un ferenciación básica de su artículo su fecundidad social uni·
texto así el que parezca afectar los deseos más específicos de versal. Tengo que añadir apenas a es,to que pai:a nosotro_s no
cada lector. puede tratarse de r~petir_ una vez m_as el veredicto ~~gehano
Lo que pudiera tener que decir críticamente sobre Baude- contra la cosificación, smo en realidad de una critica de la
laire no tiene importancia. Sólo apunto, por razones de re- cosificación es decir de un despliegue de los momentos
gistro interno: la inclusión de la teoría de Freud de la me- contradictorios que s~ dan en el olvido. También ~~ po~ría
moria como protección para el estímulo, y su aplicación a decir: de la diferencia entre la buena y la mala cos1hcac1on.
Proust y Baudelaire 53 no me parece del todo clara. El pro- Ciertos pasajes del libro epistolar, como la introducción a 1~
blema, enormemente dificil, está en la cuestión de la in- carta del hermano de Kant 55 , me parecen apuntar en esa d1·
consciencia de la impresión básica, que ha de ser necesaria rección. Como ve, intento construir una línea de unión en-
para que ésta corresponda a la mémoire involonttf-ire y n? al tre Jochmann56 y Baudelaire.
consciente. ¿se puede hablar realmente de esta mconsc1en· La otra cuestión se refiere al capítulo sobre el aura 57 • Es-
cia? ¿Fue realmente inconsciente el momento de probar la toy convencido de que nuestros mejores pensamientos s0~1
madalena del que surge la mémoire involontaire de Proust? aquellos que no podemos pensar por e,ntero. En este senti-
Me parece que en esta teoría se ha perdido un miembro día· do, el concepto de aura no me parece aun enteramente «ela-
léctico, y es el del olvido. El olvido es en cierto modo el
fundamento de ambos, de la esfera de la «experiencia» o mé-
moire involontaire y del carácter reflejo, cuyo duro recuerdo 54 Ver I(2), 612.
55 Ver IV(l), 156s. . ·
presupone el olvido mismo. Si una persona puede o no te- % Ver II(2), 572-598. El texto aparecía en el mismo número de laZetts-
chrif(fi1r Soziaf/órschung en el que se había editado Sobrr algunos motzvo, en
Baudelaire- la introducción aJochmann y Alemanes, el libro epistolar, guar·
52 Ver 1(2), 632 s.
dan por s~ parte una estrecha relación objetiva.
53 Ver 1(2), 612-615. 57 Ver 1(2), 644-650.

170 171
horado». Se puede discutir acerca de si es posible elaborar- más práctico, siempre que no produzca reparos externos.
lo. Pero aún así quisiera remitir a un punto que a su vez Lo mejor sería ~ue se pusiera usted de acuerdo con Max so-
comunica con otro trabajo, esta vez el Wá-gner, y sobre todo bre este punto 6 . Si su artículo sobre la Nueva Melusina63 se
su 5.º capítulo, no publicado 58 • Usted escribe en el Baude- llevara a cabo me alegraría especialmente, éste es sin duda
laíre, página 84 [corresponde a I(2), 646 s.]: «Experimentar uno de nuestros entrecruzamientos más importantes, y la
el aura de una manifestación significa investirla de la capa- cuestión de lo quimérico en relación con la fantasmagoría
cidad de abrir los ojos.» Esta formulación se distingue de las y_ la reducción produce una constelación en verdad astroló-
anteriores59 por el concepto de investidura. No es una refe- gica.
rencia a ese momento que en el Wagner fundamentaba la
construcción de la fantasmagoría, es decír, el momento del
trabajo huma:ho 60 • ¿No es el aura siempre el rastro de lo hu-
mano olvidado en la cosa, y 110 depende, precisamente por
ese tipo de olvido, de aquello que usted llama experiencia?
Casi se podría ir tan lejos como para ver el fondo de expe-
riencia que subyace a las especulaciones idealistas en el es-
fuerzo de determinar ese rastro, y ello en las cosas que se
han vuelto ajenas. Qiizá todo el idealismo no sea otra cosa,
a pesar de toda la pompa con la que se presenta, que uno
de esos «actos» cuyo modelo el Baudelaire desarrolla de ma-
nera tan ejemplar.
[... ]
Estoy especialmente contento de que el artículo sobre los
judíos61 le haya gustado tanto. No es una frase si le digo que
en el entamo de Baudelaire y de los judíos Wagner ya no
me parece lo más importante. Pero sólo puedo decirle,
como Max: «Attendons patiemment la réorganisation des
tramways».
[... ] La cuestión de si es mejor empezar con el Gide o ter-
minar el Baudelaire es muy dificil de contestar a distancia.
Desde el punto de vista técnico de la revista el Gide sería

53 Ver Adamo, Gesammelte Sdmften, tomo 13, op. cit., págs. 68-8!.
59 Ver por ejemplo II(l ), 378 s. y 1(2), 477 s.
60 Ver Adorno, Gesammelte Schrf(ten, tomo 13, op. cit., págs. 82-91.
61 De Max Horkheimer (ver del mismo: Gesammelte Schriften, edición de
AJfred Schmidt y Gunzelin Schmid Noerr, tomo 4: Escritos 1936-1941, 62 Sobre los proyectos de trabajo de Benjamín ver 1(3), 1127-1130 y
Francfort, 1988, págs. 308-331 ); fragmentos del Ensayo sobre Wagner de 1133-1135.
Adorno figuraban, junto con Sobre algunos motivos en Bauddaire de Benja- 63 El plan, largamente acariciado por Benjamín -por lo menos desde

mín y el artículo de Horkheimer, en el mismo número de la Zeitschnfifiir principios de los años veinte~, de escribir sobre los Años de peregrinación
Sozialfórschung. de Wilhelm Meister no se hizo realidad.

172 173
Nota editorial

Presentar nuevamente y en una edición revisada los tra-


bajos de Adorno dedicados a Walter Benjamín, su persona
y su obra, no requiere ninguna fundamentación extensa. La
influencia que los escritos de Benjamín ejercen desde hace
largo tiempo no se puede imaginar sin Adorno. Ya des-
de 1950, diez años después de la muerte de Benjamin, fue
el primero en resaltar la importancia de su filosofia, hasta
editar cinco años después, junto con su esposa y con Frie-
drich Podszus, una amplia selección de los escritos de Ben-
jamín, que sentaba las bases de la recepción de su obra, casi
completamente olvidada. Con la fidelidad que es un con-
cepto central de su propio pensamiento, Adorno apostó
una y otra vez por su amigo, como editor, publicista y so-
bre todo mediante la discusión y desarrollo de las teorías de
Benjamin en sus propios trabajos. El presente volumen
contiene los documentos de ese rescate, una empresa digna
de Lessing, sin parangón en la reciente historia del espíritu.
La «desbordante filología benjaminiana» (H. R. jauss) exis-
tente desde entonces ha seguido otros caminos, de los que,
naturalmente, son los menos los que llevan a Roma, mien-
tras que la mayoría podrían revelarse como verdaderos ca-
llejones sin salida; tanto más importante pues recordar hoy
la interpretación que Adorno hace de Benjamín, que inclu-
so allá donde entiende mal sus pensamientos le hace in-
comparablemente más justicia que cualquier re- y decons-
trucción postmodema de moda.

175
delo de una recepción productiva. La publicación de la co-
En la primera parte del volumen se encuentra la colec-
rrespondencia completa entre Adorno y Benjamín está sien-
ción completa, de. escritos de Adorno sobre Benjamín. Al
do preparada en estos momentos por el Archivo Theodor
menos p~r, algun tiempo, Adorno pensó en una más amplia
presentac1on monográfica, de la que los cinco textos edita· W.Adomo.
Las notas añadidas por el editor remiten a textos de Ben-
dos en primer ~érmino :pueden leerse como prolegómenos;
jamín, así como a citas de los mismos, conforme a la edi-
en sentido estncto, co~tlenen lo que su autor tenía que po-
ción: Walter Benjamin, Gesammelte Schrfften. Unter Mitwir-
!1er ~n la balanza de la mterpretación de la Filosofía de Ben-
kung von Tbeodor W. Adorno und Gershom Sholem herausgege-
Jam1!1. Los d~más t~xtos de 1~ primera parte son escritos
ocasionales, s,1 se qmere traba¡os secundarios, con los que
ben von Ro!f Tiedemann und Hermann Schweppenhauser. Bande
1 bis VII. Franifort, 1972-1989; las citas que indican única-
Adorno acudia _en soc?rro de la obra de Benjamin, ayudán-
mente tomo y página se refieren siempre a esta edición. Por
dole de fo~ mcuest1onable. Por distinto que sea el peso
lo demás, se han utilizado para las notas las ediciones de
de estos ~raba¡os breves,. cada uno de ellos apunta al centro
obras completas más recientes posibles. No se ha intentado
de ~;1 ob¡eto .. La~ anotaciones fragmentarias Sobre la interpre-
recurrir a las ediciones utilizadas por el propio Adorno. Las
taaon de Ber¡;amm, de 1968, se publican aquí por vez prime- pequeñas divergencias en una cita respecto a la fuente men-
ra. Los escntos que Adorno redactó tras la muerte del autor
cionada en la nota correspondiente, que se dan ocasional-
iban precedidos de cartas que le escribió mientras vivía. Tes·
mente en los textos de las cartas, se explican porque el tex-
timonios de solidaridad crítica con el pensamiento del ami-
to sigue, naturalmente, el tenor literal de Adorno. Para los
go, las cartas de Adorno al -sobre todo en sus últimos
lectores de los Gesammelte Schrifien de Benjamin, puede no
~ños- aislado Benjamin atestiguan lo que aquél era para
ser superfluo recordar que la remisión que se encuentra en
e~te: e_l -en palabras de Benjamin, referidas a Isaac von
las notas a Sobre Walter Benjamin de Adorno se refiere a la
Smcla1: y Franz O~erbeck- representante de una posteri-
primera edición de 1970; los complementos y modificacio-
dad mas comprensiva; en esto, sólo comparable a su anti-
nes llevados a cabo en la presente edición han llevado a di-
guo amigo Gershom Sholem.
Como ?ase de los escritos sobre Benjamín sirvieron los vergencias en la paginación.
textos revisados para los Escritos completos (Gesammelte Schrff Ro!f Tiedemann.
ten) de Ador!1º· Las cartas 1e Adom_o -~ Benjamin pudieron Archivo Tbeodor W Adorno
-al contrar10 que en la pnmera edic10n del presente volu-
men, en la que el editor se vio obligado a utilizar copias a
menudo insufici~ntes, que se encontraban en el legado
Ado:110-- ser revisadas con ayuda de fotocopias o microfil-
mapones de los originales. ~l ¡;;dit(?l'~~l'l~el~ccionado aque-
llas ~art~s que se ocupan a fondo· de trá!'.íaJos concretos de
Be:_n¡am~n. Fueron recortadas las rtra1tif~,¡¡t-¡1ciones privadas y FACULTAD DE FILOSOFÍA YLETRAS
los pasa¡es en los que no se hace referencia a los trabajos de
BegJafi?.1~_; estqsrecortes están.mar1.:~os mediante[ ... ]. Este Dtrecdón de BH)Uiot«iH
proced1m1e~to es legítimo porque la edición no pretende
hacer_ accesibles las cartas de Adorno por sí mismas, sino
que nene un propósito objetivo: incluso en la inmediatez
de la carta, la recepción de Benjamín por Adorno es el mo-
177
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Colección Teorema, Serie menor
TÍTULOS l'Ul\LlCADOS

ADJUKfEW!CZ, Kazimierz, Introducción a fo filosojia. Epis-


temología y metafísica (3o" ed.).
ADORNO, Theodor W., Sob1·e Walter Benjamin.
BADIOU, Alain, Manifiesto por la filosofía.
BARNES, Jonathan, Aristóteles (2.º ed.).
BARTLEY lU, William, W, Wittgenstein (2." ed.).
BEARDSLEY, Monroe C.; HoSPERS, J ohn, Estética. Historia
y fundamentos (10! ed.).
BENN!NGTON, Geoffrey y DERRJDA, J acques, ]acqites De-
rrida.
HLACK, Max, Inducción y prob,ibilidad (2.º ed).
BODEN, M.argaret, Piaget.
BooLE, George, El análisis matemático de la lógica (2." ed.).
BRETON, Philippe, Historia y crítica de la informática.
BUBNER, Rüdiger, La filosofía alemana contemporánea
(2! ed.).
CAMPBELL, Tom, Siete teorías de la sociedad (3." ed.).
COLLETl, Lucio, Li superación de la ideología.
CouLON, Alain, La etnometodología.
C!!RISTEN, Ives, El hombre biocultural.
DELEUZE, Gilles, El bergsonismo.
DESC:OiVIBES, Vincent, Lo mismo y lo otro. Cuarenta y cinco
años de filosofía francesa (1933-1978) (2.º ed.).
FEYERABEND, Paul K., Diálogo sobre el método.
- , Diálogos del conocimiento.
FINN!S, J.; JARVIS, J.; TOO LEY, M. y WERTHEIMER, R.; Debate
sobre el aborto. Cinco ensayos de filosofía moral (2." ed.).
FoDOR, Jerry, La explicación psicológica (2.° ed.).
GADAMER, Hans Georg, La Dialéctica de Hegel (4." ed.).
GARDNER, Martin, Comunicación extraterrestre y otros pasa-
tiempos matemáticos (2." ed.).
GUÉRY, Fralli;ois; DELEULE, Didier y ÜSMO, Pierre, Comen-
tario de textos filosóficos.
GtMBERNA'f, José Antonio, Ernst Bloch. Utopía y esperanza.
Claves para una interpretación filosófica.
GU:f'.RY, Fran9ois; DELEULE, Didi~r y ÜSMO, Pierre, Comen-
tario de textos de filosofía.
GJDOENS, A. y otros, Habermas y la modernidad (3." ed.).
HARTNACK, Justus, Breve historia de la filosofía (l 2." ed.),
- , La teoría del conocimiento de Kant (7." ed.).
HoLMES I-!ARTSHORNE, M., Kierkegaard: el divino burlador.
ILLICJ-I, lvan, H 2 0 y las aguas del of.vido.
KoLAKOWSKl, Leszek, La filosofia positívisllt (3.'1 ed.).
LAKOFF, George y J O!INSON, Marc, Metáfortts de la vida
cotidiana (2." ed. ).
LÉV[-STRAUSS, Claude, Raza y cultura.
LEV!NAS, Emmanucl, Dios, la muerte y el tiempo.
LYOTARD, Jean-Frarn,:ois, Peregrinaciones.
MARTÍNEZ, Jerónimo, Ciencia y dogmatismo. El problema de
la objetiviqad en Karl R. Popper.
MAYN1\RD SMÍTH, John, Los problemas de la biología.
MURE, G. R. G., La filosofía de Hegel (4.' ed.).
N!DDlTCH, P. H., El desarrollo de la lógica matemática (4." ed.).
PARKER, lhrry, El suáío de Einstein (2." ed.).
PAULOS, John A., Pienso, luego río (3." ed.).
PUTNAM, Hilary, Cómo renovar la filosofía.
RJCOEUR, P:ml, El discurso de la acción (2i' ed.),
Ross, David, La teoría de Lis ideas de Platón (3.º ed.).
RUSE, Michael, Sociobiología (2." ed.) ..
RUSSHL, Bertrand, Sociedad humana: Etiett y polítictt (4." ed.).
SEARLE, John, Mentes, cerebros y ciencia (3."' ed.).
SMULLYAN, Raymond, 5.000 años ,t. de C. y otras fantasías fi-
losóficas (2." ed.).
-·, Alfria en el país de las adivinanz,1s. Un cuento al estilo
de Lewis Carrol para niños de menos de ochenta años
(4.ª ed.).
- , ¿Cómo se llama este libro? El enigmn de Dr:icula y otros
pasatiempos lógicos (1 O." ed.).
- , La dam,1 o el tigre y otros pasatiempos lógicos (5." ed.).
STEVENSON, Leslie, Siete teorías de la naturaleza hummia
(18.º ed.).
STOVE, David, El culto Platón.
VATTIMO, G.; ROVATTI, P. A. (eds.), El pensamiento débil
(2." ed.).
WE!NBERG, Julius, Breve historia de la filosofía medieval.
W!LL!AMS, Bernard, Introducción a l,t ética (3." ed.).
Wou~ Mauro, Sociologías de la vida cotidiana (3." ed.).
WooococK, Alexander y DAVJS, Monte, Tem·ía de las c,i-
tástrofes (3." ed.).
:?AMBRAN_o, J\:aría, f!,l pen:smniento i;i·v_o de Séneca (2." ed.).
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