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Si para ser un escritor lo primero que hay que hacer es escribir, aquí estoy escribiendo.

Cuando
pensaba que mi vida estaba ya determinada a terminar en breve, había un impulso vital más
auténtico que me hacía ver las cosas con más claridad, con más autenticidad, aunque quizás también
con un horizonte más exiguo. Ahora que no sé si me moriré mañana o dentro de treinta años mi
manera de pensar también ha cambiado.

Pero en todo caso siento un extraño placer escribiendo, por mucho que me dé cuenta de que estas
palabras son completamente superficiales… pero no lo son.

Lo importante de lo que se escribe del mismo modo que de cualquier otra acción, es la acción en sí
misma, al actuar uno tiene que saber si le está dotando de todo el sentido a la acción o si
simplemente actúa de una manera convencional. ¿Seremos capaces de utilizar la imaginación y el
esfuerzo necesarios para dar sentido pleno a nuestras palabras?

Así intento yo justificar del mejor modo posible esto que desde hace mucho tiempo me vengo
preguntando. ¿Y por qué escribir?

Las palabras que uno escribe pueden estar dedicadas a uno mismo o a otros. Y no es lo mismo
escribir para uno mismo que para los demás y cada contexto tiene sus propias características. Pero
justamente esto es lo que muchos escritores han afirmado: que uno tiene que escribir sin pensar en
el público, del mismo modo que uno debería actuar no teniendo en cuenta lo que los demás vayan a
pensar de uno, sino haciendo lo que uno piensa que hay que hacer y ya está.

El otro día, caminando por la sendera que hay al lado del río en Valladolid vi las plumas de los
gansos que se esparcían por el suelo. En un momento dado pensé que esas plumas serían muy útiles
para escribir. Vi el orificio que tienen en su interior y cómo se podría llenar de tinta y así escribir.
Sería un ejercicio bonito, así escribían los escritores en el pasado, porque era el mejor modo de
hacerlo. Ahora es más cómodo escribir con un ordenador, pero podría resultar interesante,
sugerente, escribir una vez más con pluma.

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