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En una remota aldea de pescadores, las olas del mar rompían suavemente en la orilla.

Los
lugareños se dedicaban a la pesca y la artesanía, viviendo en armonía con la naturaleza.
Cada atardecer, el faro en lo alto de los acantilados guiaba a los barcos de regreso a
puerto. La vida en esta comunidad era sencilla pero llena de belleza natural, y los
habitantes apreciaban cada momento en ese rincón tranquilo del mundo.

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