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La Residencia

Las habitaciones de la Residencia eran dobles o individuales, y tenían un


severo mobiliario, en el que la cama servía de sofá si se le ponían unos
cojines. La libre inspiración hacía el resto.

La jornada en la Residencia de estudiantes tenía un cierto ritmo europeo,


con un moderado madrugar, sin pausa para la siesta y poco trasnochar.
Pero no hacía falta arrear a nadie a toque de corneta: allí se funcionaba con
libertad, pero se funcionaba.

Los residentes solían coger el tranvía número 8, con el que hubo algún
problema, como ha recordado Julio Jordana de Pozas: <<El tranvía que
pasaba frente a la Residencia se detenía a petición de los viajeros, hasta que al
alcalde se le ocurrió determinar paradas fijas»>.

El almuerzo y la cena se hacían en dos tandas, excepto los domingos, en que los 150 residentes comían de vez. Los
habituales tres platos, servidos en vajillas de cerámica por camareras uniformadas, eran abundantes y sabrosos. Los
residentes podían invitar a sus amigos a comer sin pagar nada.

Agustín Sánchez Vidal, Buñuel Lorca y Dalí: un enigma sin fin. (Adaptación)

La jornada en la Residencia de estudiantes tenía un cierto ritmo europeo, con un moderado madrugar, sin pausa
para la siesta y poco trasnochar. Pero no hacía falta arrear a nadie a toque de corneta: allí se funcionaba con
libertad, pero se funcionaba.

Los residentes solían coger el tranvía número 8, con el que hubo algún problema, como ha recordado Julio Jordana
de Pozas: «El tranvía que pasaba frente a la Residencia se detenía a petición de los viajeros, hasta que al alcalde se le
ocurrió determinar paradas fijas.

El almuerzo y la cena se hacían en dos tandas, excepto los domingos, en que los 150 residentes comían de vez. Los
habituales tres platos, servidos en vajillas de cerámica por camareras uniformadas, eran

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