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LECCIONES DE DERECHO CIVIL. 33 de precisar las circunstancias en que éste es la causa deter- minante del contrato, fo cual suscitaria graves dificultades, ha dado lugar 4 que el error se considere simplemente como una causa de nulidad, 4 ejemplo del dolo y la violencia. Sin embargo, creemos que esta asimilacién no puede te- ner lugar en aquellos casos en que el error impide de una manera absoluta y evidente el consentimiento: por ejemplo; si uma persona ofrece en venta una finca ubicada en una ciudad, y el comprador acepta erréneamente la de otra finca situada en otra poblacién. El error es, segtin lo define Savigny, la falsa nocién que tenemos de una cosa, é el estado intelectual en que la idea de la realidad estd obscurecida por una falsa: y se distin- gue en error de hecho y error de derecho, El error es distinto de la ignorancia, porque ésta consis- te en la falta absoluta del conocimiento de las cosas; y sin embargo, en derecho y por los autores, se confunde con el error, atribuyéndole los mismos efectos, El error de derecho es el que recae sobre los preceptos de la ley, y el error de hecho es la falsa creencia de que una cosa ha sucedido 6 no, cuando realmente es lo con- trariv, De estas dos especies de error, el segundo anula el con- trato, y hace que se estime como si no hubiere existido. Por ejemplo: cuando por error de hecho paga alguno lo que realmente no debe, puede recobrarlo en los términos que es- tablece la ley (art. 1,659, Céd, civ.) * En cuanto al error de derecho, no produce tal efecto, porque Ia ignorancia de las leyes no sirve de excusa, y 4° nadie aprovecha, seguin lo declara expresamente el articulo: 21 del Codigo civil, y por lo mismo, no debe servir tampo- co para libertar del cumplimiento de un contrato; tanto mds cuanto que, si pudiera ser el motivo de la nulidad de las 1 Articulo 1,545, Cédigo civil, de 1,884 34 LECCIONES DE DERECHO CIVIL. obligaciones, se convertiria en una fuente fecunda é inago- table de laboriosas contiendas judiciales. * La jurisprudencia de los tribunales ha sancionado el mis- mo principio, estableciendo que el contratante que por ig- norancia de las leyes sufre algun perjuicio, debe imputdrse- lo Asi mismo, porque ella no favorece ni aprovecha a’nadie, Pero no todo error de hecho vicia el consentimiento, sino el que recae sobre la causa ui objeto del contrato; esto es, sobre la causa, el objeto, la persona 4 la naturaleza de la obligacién, y no el que recae sobre circunstancias"acciden- tales. Conviene advertir que la causa 4 que nos referimos, no es aquella que, si bien ha podido ejercer influencia en el dnimo de uno de los contratantes, no es esencial, porque afecta solamente al interés que éste tuvo en consideracién, pero no las condiciones intrinsecas del contrato, En otros términos: el error que recae sobre los motivos de interés 6 de conveniencia que hayan podido impulsar 4 uno 6 ambos contrayentes 4 celebrar el contrato, y que’con- curren de una manera accesoria 4 determinar su- voluntad, no vician el consentimiento; porque no hay razén para pre- sumir que los contratantes hayan querido subordinar su vo- luntad 4 la certeza de esos motivos como una condicién esencial para la validez de su consentimiento. Por ejemplo: si un individuo hace una donacién 4 otro creyendo que es la persona de quien ha recibido un servi- cio, el contrato es valido aunque no exista tal circunstancia y haya incurrido el donante en un error. Si otro individuo creyendo falsamente que le han robado su caballo compra otro para reemplazarlo, y después resulta probada la falsedad que motivé tal creencia, la compra del segundo caballo es perfectamente valida. * 1 Artieulo 22, Cédigo civil, de 1.884, 2 Daranton, tomo X, Ne. 110; Toulliée, tomo VI, No. 39, LECCIONES DB DERECHO CIVIL. 35 Sin embargo; la regla que acabamos de establecer sufre excepcién y se produce la nulidad del contrato, cuando el error recae sobre el motivo que indujo 4 los contrayentes 4 celebrarlo, teniendo en consideracién una falsa causa; como si creyéndose una persona deudora de cierta cantidad 4 otra, conviene con el pretendido acreedor la man+ra de pa- garle y se descubriere después que no existia tal deuda. ! De aqui proviene la distincién que hacen los jurisconsul- tos modernos entre el error que recae sobre el motivo 6 causa impulsiva y el que recae sobre la causa del contrato, por la cual entienden aquella que, si hubiera existido, ha- bria obligado jurfdicamente 4 los contratantes; y han esta- blecido que el primero no vicia el consentimiento, y que el segundo produce tal efecto, y por tanto, la nulidad de la‘ obligacién. El error sobre el objeto del contrato produce también la nulidad de éste, ya sea que recaiga sobre el objeto mismo, como si uno compra un campo creyendo comprar otro; ya sobre la materia 6 sustancia de la cosa, como si una perso- na compra un objeto de cobre creyéndolo de oro, ? Los autores distinguen el error sobre la cosa u objeto del contrato en sustancial y accidental, estableciendo que el primero produce solamente la nulidad del consentimiento; y llaman sustancial al que recae sobre la identidad de la cosa 6 sobre las cualidades sustanciales de ella. La sustancia, dice Demolombe, consiste en la cualidad principal y caracteristica que la individualiza, la hace propia para determinado uso, ‘de la cual toma el nombre que la dis- tingue de las demas, y se designa por un substantivo, 6 por una reunién de palabras empleadas substantivamente, como un candelabro de plata, un caballo arabe etc., y cuya ausen- cia la desnaturaliza y la convierte en una cosa distinta de aquella que han tenido en consideracién los contratantes, * 1 Ley 7 . par. 4. tit. 14, lib. 2, D. . 2 Leyes 9, titulo I, libro 18, D. y 20 y 21, titulo 5°, Partida 5¢, 3 Tomo XXIV, No. 89. 36 LECCIONES DE DERECHO CIVIL. Las cualidades accidentales, por el contrario, son aque- Ilas que pueden aumentar 6 disminuir la bondad de la cosa, pero sin desnaturalizarla convirtiéndola en otra, y que se les designa por medio de un adjetivo, Por ejemplo: la ley de la plata de que esta formado el objeto del contrato podra ser mas 6 menos baja, 6 el caballo drabe ser mas 6 menos ligero, sin que tales circunstancias puedan ser causa de nu- lidad de la obligacién; porque el objeto de plata y la raza del caballo, condiciones esenciales del contrato, que han tenido en consideracién los contratantes, estdn satisfe- chas, * “Este mismo principio se hallaba establecido por-la legis- lacién de las Partidas, cuyos preceptos declaran que el error en el nombre de Ja cosa y el que recae sobre su calidad, siempre que no haya vicio oculto, no produce la nulidad del contrato, * En cuanto al error sobre la persona, no invalida, por re- gla general, el contrato, Sin embargo, puede convertirse en uma causa de nulidad, cuando se celzbra éste teniendo en consideracién la persona como causa principal de la obli- gacién, Para determinar si ei error sobre la persona anula 6 no el consentimiento, distinguen los autores los contratos gra- tuitos, los onerosos que consisten en hacer y los demds one- rosos, Seguin esta distincion, en los contratos gratuitos es causa principal del consentimiento 1a consideracién de las perso- nas 4 quienes se intenta favorecer; y por lo mismo, el error que recae sobre ellas, esto es, sobre su identidad, impide el consentimiento y produce necesariamente fa nulidad de la obligacién. En los contratos que producen la obligacién de hacer, se 1 Vernet, Textes choisis sur la théorie des obligations en droit Romain, pag. 230 y 231. 2 Leyes 21 y 63 y siguientes, tit. 5, Part. 6¢ LECCIONES DE DERECHO CIVIL. 37 presume con justicia que la consideracién de la persona es la causa esencial del consentimiento, cuando aparece de las circunstancias que han mediado, que la voluntad de uno de los contratantes ha sido contratar con un artista 6 un arte- sano habil para una obra de arte, y que se ha engafiado res- pecto de la persona. Respecto de los demas contratos onerosos, como la ven- ta, la permuta, etc., no se presume nunca esencial la consi- deracién de la persona, y el error que recae sobre ella no produce la nulidad de la obligacion, 4 no ser que se pruebe que el contratante manifesté expresamente su intencién de contratar sdlo con determinada persona, y no con otra, Sin embargo, hay que advertir, que la nulidad provenien- te del error sobre la persona no es absoluta; esto es, que no puede oponerla indistintamente cualquiera de los contratan- tes, sino sdlo aquel que incurrié en el error. E} que recae sobre la naturaleza de Ja obligacién produ- ce la nutidad, porque la diversa manera de considerarse el titulo por los contrayentes, impide el concurso de sus vo- luntades acerca de los efectos que desean producir por la celebracién del contrato; esto es, impide el consentimiento, y por consiguiente, la existencia de la obligacién. Por ejemplo; si una persona vende una cosa 4 otra, y és- ta entiende que se la dona 6 se la arrienda: no hay venta, ni donacién 6 arrendamiento; porque los contratantes han que- rido dos cosas distintas, y sus voluntades no han concurri- do sobre el mismo objeto, y en consecuencia, no hay con- sentimiento, Los principios que hemos establecido han encontrado sancién en los preceptos del Cddigo Civil, que sefiala los casos siguientes en que el ercor produce la nulidad de los contratos, Es nulo el contrato por error, dice el art. 1.413 del Céd- digo Civil. * 1 Act, 1,296, Cédigo Civil de 1884, Reformado en los términos siguientes: 38 LECCIONES DE DERECHO- CIVIL. 1° Siel error es comtin 4 ambos contratantes, sea cual fuere la causa de que proceda: 2° Siel error recae sobre el motivo ti objeto del contra- to, declarando el engafiado, 6 probdndose por las circuns- tancias de la misma obligacién, igualmente conocidas de la otra parte, que en el falso supuesto que motivé el contrato, y no por otra causa, se celebré éste: 3° Sielerror procede de dolo 6 mala fé de uno de los contrayentes: 4° Sicl error procede de dolo de un tercero, que pue- de tener interés en el contrato; en cuyo caso los contrayen- tes tienen también accidn contra el tercero. El Cédigo equipara en el precepto 4 que aludimos: el error y el dolo, porque éste hace incurrir en aquel, y produ- ‘ce necesariamente el vicio capital del consentimiento que anula el contrato, Sin embargo, distinguen el error debido 4 la torpeza 6 ig- norancia de los contrayentes y el que debe su origen al do- lo, atribuyéndoles efectos juridicos distintos. En efecto, segtin el Codigo, el error que no debe su ori- "gen al dolo y que es comtin 4 ambos contrayentes, asi como aquel en que incurre uno de ellos, si recae sobre el motivo i objeto del contrato, producen la nulidad de éste; pero si -procede de dolo 6 mala fe, no produce tal efecto, sino cuan- do es el resultado de las maniobras de uno de los contra- yentes 6 de us tercero que tenga interés en el contrato, «Bl error de derecho no anula el contrato, Hl ercot matecisl de aritmética sdlo da ugar 4 su reparaci6n. El error de hecho anula el contrato: 7, Si es comtin 4 ambos contrayentes sea cual fuere la causa de que proceda, IL. Si recae sobre el motivo ti objeto del contrato, declaréndose en el acto de la ce- Jebracién 6 probandose por Jas circunstancias de la misma obligacién, que en el fal- 30 supuesto que motivé el contrato, y no por obra causa se celebré el conteato: IIT, $i provede de dolo 5 mala £4 de uno de los contrayentes: IV, Si procade de dolo de un tercoro que pusda tener interés en cl contrato, En ste caso, los contrayentes tienen tambiéa aceida contra el tercero.n La adicién que contiene el precepto reformado fué tomada del Proyeoto de Csti- go Espaiioi, ¢ la reforma fué hosha é tin da dale claridad y procisién y no dejar al Arbitrio de cualgniera de los contrayentes anular el contrate por su gola declaracién- LECCIONES DE DERECHO CIVIL: 39 En otros términos: el error de uno de los contrayentes so- ‘bre el motivo ui objeto del contrato, y el que es comtin a ambos, produce la nulidad del contrato, cualquiera que sea la causa 6 Ja persona 4 que deba su origen, y el que pro- viene de dolo produce solamente tal efecto, cuando procede de uno de los contrayentes 6 de un tercero interesado en el contrato, Se entiende por dolo en los contratos, dice el articulo 1,414 del Cédigo Civil, cualquiera sugestién 6 artificio que se em- plea para inducir 4 error 6 mantener en él 4 alguno de los contrayentes; y por mala fe, la disimulacién del error de uno de los contrayentes, una vez conocido, * Se ve por las difiniciones que anteceden, que la mala fe se equipara al dolo; y por lo mismo, cuanto digamos respec- to de éste, es perfectamente aplicable con relacién a aquella. Todos los jurisconsultos, desde la época de la legislacién Romana, han distinguido el dolo en principal y accidental, diciendo que aquél es el que da causa al contrato y sin el cual no se habria celebrado; y que el segundo, llamado tam- bién zncidente, es aquel por el cual ha otorgado su consenti- miento uno de los contrayentes bajo condiciones desventa- josas, Esta distincién no es ociosa ni meramente escolastica, si- no que tiene una aplicacién practica y produce efectos juri- dicos; pues si bien es cierto que el dolo principal y el inci- dente son opuestos al consentimiento, el primero anula el contrato, y el segundo sdlo produce accién para pedir indem- nizacién de los dafios y perjuicios sufridos por el contratan- te que otorgé su consentimiento inducido por él. Las leyes del derecho Romano nos suministran ejemplos de los efectos de esta distincién; pero la ley 57, titulo 5°, Partida 5 *, nos ofrece uno mas claro y perceptible, Yo ten- go, dice, una heredad, sita en distinto lugar de mi domici- 1 Artfeulo 1,297, Oddigo Civil de 1884, 40 LECCIONES DE DERECHO CIVIL. lio; nunca la he visto ni sé lo que vale, ni tengo voluntad de venderla, “Si otro alguno me moviese razones engafiosas, de manera que gela oviesse de vender, tal vendida como ésta non vale, Mas si yo tuviese voluntad de verderla, y el comprador me engafiase, encubriendo alguna de las cosas pertenecientes 4 la heredad......... .. etc, vale la vendida, por- que el vendedor ovo voluntad de lo facer; pero el compra- dor es tenudo de enmendarle el engafio que fizo.” * Reasumiendo lo expuesto, podemos establecer que el dolo: principal es aquel que hace nacer en uno de los contratantes. la idea de celebrar un contrato, en el cual no pensaba; y el incidente es el que se ejerce 4 fin de modificar de una ma- nera desventajosa las condiciones del contrato, con perjui- cio del contrayente, que habfa manifestado su voluntad de contratar, ? De lo expuesto, se infiere que el dolo vicia el consenti- miento y anula el contrato en que interviene, porque produ- ce el error; pero de ésto no puede deducirse que el dolo y el error sean una misma cosa, pues éste es causa de nulidad de los contratos, en los casos marcados por la ley limitativamen- te, cuando es comtin 4 ambos contrayentes, cualquiera que sea la causa de que proceda, 6 cuando uno solo de aquellos incurre en él, si recae sobre el motivo ti objeto del con- trato. Por el contrario, el error que es efecto del dolo, produce la nulidad cuando da causa u origen al contrato, recae so- bre los motivos 6 causas impulsivas que movieron 4 uno de los contratantes 4 celebrar el contrato, 6 sobre alguna cuali- dad accidental de la cosa objeto de éste. ¥ Para que el dolo produzca el efecto indicado, es condi- cién indispensable que proceda de uno de los contratantes, 1 Leyes 11, parrafos 1, 45, t{tulo 1, libro 18, y 11,tparrafo 5, titulo 1, libro 19, D. 2 Demolombe, tomo XXIV, niimeros 175 y 176; Toullier, tomo VI, nimero 91; Du- xanton, tomo X, ntimero 170, Larombi8re, tomo I, articulo 1,116, num, 3; Viso, tome II, pagina 42; Gutiérrez Fernindez, tomo IV, pagina 41. LECCIONES. DE. DERECHO CIVIL, 41 pues no hay reparaciéa més justa del perjuicio sufrido por él, que la indemnizacién hecha por el culpable; pero dejaria de ser justa si el dolo procediera dé un tercero, porque no se obtendria de éste, sino del contratante inocente. Sin embargo, se produce la nulidad cuando el dolo proce- de de un tercero, si éste tiene interés en el contrato, pues la nulidad es en tal caso la justa reparacién del mal causa- do, 4 expensas del culpable interesado en la validez de la obligacién. En este caso puede acontecer que el tercero obre sin no- ticia ni consentimiento de ninguno de los contratantes; y enténces como les produce: perjuicio la nulidad del contra- to, tienen accién contra el culpable para obtener el resarci- miento de los dafios que sufrieren; 6 bien que obre con no- ticia y consentimiento de uno de los contrayentes, y enton- ces se produce la nulidad del contrato, siendo 4 cargo del culpable y su cémplice la indemnizacién de los dafios y per- juicios que se le sigan 4 su victima. La violencia 6 intimidacién es también, como dejamos asentado, un vicio que anula é invalida los contratos en que interviene, como contrario al consentimiento. Por esto es que el articulo 1,415 del Cédigo Civil, decla- ra que es nulo el contrato celebrado por intimidacién, ya provenga ésta de alguno de los contrayentes, ya de un ter- cero; pues como lo que produce el vicio del contrato es la falta del consentimiento, es indiferente la persona de quien procede la coaccién. * Hay intimidacién cuando se emplean fuerza fisica 6 ame- nazas, que importan peligro de perder la vida, la honra, la libertad, la salud, 6 una parte considerable de los bienes del que contrae, de su cényuge 6 de sus ascendientes 6 descen- dientes (articulo 1,416, Cédigo Civil.) * Segtin la definicién que precede, la violencia 6 la intimi- 1 Articulo 1,298, Cédigo Civil de 1884. 2 Articulo 1,299, Cédigo Civil de 1884, 42 LECCIONES DE DERECH® CIVIL. — “ dacién, denota dos especies de acciones diferentes, que una persona puede ejercer sobre otra; la fuerza fisica que reduce a la victima 4 un estado meramente pasivo: por ejempio, si se obliga 4 un individuo 4 que firme sujetdndole la mano, y las amenazas; esto es, el temor que se infunde para arran- ear el consentimiento, Al definir nuestra Jey, qué se entiende por intimidacién 6 violencia, denotando dos estados, en que se emplean la fuerza fisica y las amenazas, se ha separado, seguin creemos, sin justicia, de los principios filosdficos, sancionados por el derecho Romano y los cédigos europeos,, menos el Portu- gués, que da una definicidn idéntica de la violencia, siguiea- do los preceptos de las leyes de las Partidas, En efecto; desde el derecho Romano todas las legislacio- nes han definido la intimidacién, comprendiendo sdlo la vio- lencia moral, que se ejerce por medio de amenazas, y no la Jisica, que los jurisconsultos designan con el nombre de po- sitiva, porque no sdlo inspira el temor de un mal, sino que es el mal mismo que convierte 4 la victima, como aates di- jimos, en un instrumento pasivo de la voluntad ajena, ente- ramente privada de la propia. Por el contrario, la violencia moral no excluye de una ma- nera absoluta la voluntad, como la fisica, supuesto que la victima puede elegir entre dos males aquel que estime me- nor; pero su volunltad no es libre, y la ley que no la puede tomar como el fundamento de un vinculo del derecho, ha debido marcar los caracteres de ese atentado contra la li- bertad para determinar silos actos en que interviesen son validos. En apoyo de nuestro aserto podemos invocar la ley 1%, tit, 2%, lib. 42 del Digesto, que dice, que antiguamente se hacia mencién de la fuerza en los preceptos legales, como contraria 4 Ja voluntad, y porque el temor de un peligro pre- sente 6 futuro perturba el dnimo; pero que después se su- LECCIONES DE _DERECHO CIVIL. 43 primio la palabra fuerza (v's) porque lo que se hace por una fuerza atroz parece que se hace también por miedo. Refiriéndose Gutiérrez Fernandez al importante objeto que nos ocupa, dice: “La fuerza hecha 4 una persona puede ser de dos modos: fisica 6 exterior y moral 6 interna: en la ley y en la vida, aunque no se diferencian los resultados, se distinguen la violencia y la intimidacién:, las dos destruyen la espontaneidad, Jas dos invalidan el contrato, empleadas como dice la ley, pues este objeto cumplen sus definicio- nes,” * En efecto: seguin la ley 15, tit. 2° Part. 4%, la fuerza se debe entender desta manera, cuando alguno aducen contra su voluutad, 6 le prenden, 6 le ligan; y el miedo se entiende, cuando es fecho en tal manera que todo ome de gran corazon se temtese del, como st oviose armas, ete, No nos cansaremos de repetir, que las legislaciones y los autores modernos siguen en esta materia los principios filo- soficos y justos del derecho Romano, que entendian por violencia no la fuerza fisica, sino la moral, la intimidacién, que aun cuando priva de la libertad 4 la victima no la pri- va de la voluntad. Para que la violencia 6 intimidacién produzca la nulidad de los contratos en que interviene, es preciso que reuna las condiciones siguientes: 1% Que el mal con que se amenace al contrayente sea de tal manera grave que importe el peligro de perder la vi- da, Ia honra, la libertad, la salud 6 una parte considerable de los bienes: 2% Que el temor sea fundado, esto es, que el mal con que se amenaza sea inminente y dificil de evitar, pues la ley no protege ni la debilidad de espiritu ni temores imagina- trios 6 pueriles. Este mismo principio establecieron las leyes 6, tit. 2, lib. 4° y 184, tit. 17 lib. 50 del Digesto en las siguientes 1 Tomo IY, pig. 38. 44 LECCLONES DE DERECHO CIVIL. palabras, cuyo principio reprodujeron las leyes 15, tit. 2, Partida 4% y 7, tit: 33, Partida 7% “Metus autem non vani hominem, sed quid meritoet in homine comtantissimo cadat, ad hoc edictum pertineret cons- tat.” 3% Que la intimidacién sea elefecto de una amenaza, que se haya producido por alguno con el objeto de que se celebre el contrato; es decir, que es indiferente que la inti- midacién se haga por uno de los contratantes 6 por otra persona, y que basta probar su existencia para que se anule el contrato, Esta ultima condicién establece una diferencia esencial entre el dolovy la violencia, pues el primero no es causa de nulidad de la obligacién, sino cuando se ejerce por uno de los contratantes 6 por un tercero interesado en el contrato. La razén de la diferencia se explica por los caracteres es- peciales del dolo y la violencia. Esta consiste en vias de hecho que atentan 4 la seguri- dad de los hombres, y por consiguiente afectan al orden publico, cuya circunstancia hace dela violencia un vicio mas grave y perjudicial que el dolo, y que merezca un correctivo mas severo, el cual seria imposible si consistiera solamente en la indemnizacién de dafios y perjuicios; porque por lo comin son desconocidos los autores de la violencia, pues se disfrazan y ocultan para ejercerla, y porque aun siendo co- nocidos, el ejercicio de la accién seria ilusorio en el ma. or ntimero de casos por ser de ordinario insolventes los hom- bres que ocurren 4 las vias de hecho. * La intimidacién es causa de nulidad del contrato, no sdlo cuando se ejerce sobre uno de los contrayentes, sino tam- bién cuando se emplea en las personas de su cényuge, de sus ascendientes 6 descendientes; pues la violencia que se 1 Laurent, tomo XV, No. 529; Duranton, tomo X, No. 176; Demolombe, tomo XXIV, No. 184; Baudry Lacantinerie, tomo II, No. 779: Aubry y Rau, tomo IV pig’ 303, nots, 29; y otros, LECCIONES DE DERECHO CIVIL. 45 ejerce contra personas con las cuales estamos unidos con vinculos tan estrechos, produce el mismo efecto, como dice la ley 8%, parrafo 3, tit. 2, lib. 4° del Digesto, que si se ejerciera contra nosotros ntismos (art. 1,416, Céd. civ.) * Los comentaristas del Cédigo Francés, que sanciona el mismo principio, se han dividido, sosteniendo unos, *? que el precepto que declara que es también causa de nulidad del contrato la violencia ejercida sobre el conyuge y los as- cendientes y descendientes de uno de los contratantes, no es limitativo sino demostrativo, y por tanto, que tiene apli- cacién cuando la violencia se ejerce contra un pariente co- lateral, contra un amigo y aun contra un extrajfio, segtin las circunstancias; y otros sostienen la opiaién contraria, dicien- do que dicho precepto es limitativo, importa una excepcidn, y como tal es de extricto derecho y no debe aplicarse 4 per- sonas distintas de las comprendidas en ellas. * Creemos més justa esta opinién, qne se funda en el texto expreso de la ley, que, como muy bien dice Laurent, solo admite excepcién cuando se ejerce violencia en uno de los contrayentes para arrancarle su consentimiento, 6 cuando son victimas de ella aquellos individuos que con él forman una misma persona; pues se concibe facilmente que se obli- gue cuando se le amenaza con un mal, presente y conside- rable para él y para los suyos, pero no cuando se ejerce la violencia en un pariente 6 en un extrafio. El temor reverencial no aaula los contratos, porque no re- viste los caracteres de la violencia 6 intimidacidn, y por lo mismo, no puede decirse que se obtiene el consentimiento mediante una violencia que priva al contrayente de la li- bertad. 1 Artfoulo 1,299, O6digo civil de 1,884. 2 Duranton, tomo X, ntim. 152; Larombiére, tomo I, art. 1,113, nim. 16; Colmec de Santerre, tomo V, nia, 28 bis; Demolombe, tomo XXIV, niim.161 y 162; Mour- lon, tomo II, miim, 1,052. 3 Laurent, tomo XV, miim. 520; Aubry y Rau, tomo IV, pir. 313 bis, nota 14; Delvincourt, tomo IT, pag. 264; y otros antores, 46 LECCIONES DE DERECHO CIVIL. Ese temor, que no es mas que el de desagradar 4 las personas que se respetan por afecto y por deber, como di- ce Pothier, no es causa de nulidad del consentimiento, por- que ademas de que sera muy desagradable que el hijo, por ejemplo, demandase al padre por tal causa, serfa muy difi- cil de probar, y ha sido preciso no tomarlo en considera- cién. * Por la misma razdo, es aplicable este principio 4 todos aquellos casos en que se haya celebrado el contrato con personas 4 quienes se debe, por uno de los contrayentes, afecto, respeto y consideracién, pues existen las mismas cir- cunstahcias, Ese principio ha encontrado, como era natural, la debi- da sancién enel art. 1,417 del Cédigo Civil, que declara, que cuando sdlo hay abuso de autoridad paterna, marital i otro semejante, se dice que hay coaccién, pero ésta no anu- la el contrato, ? Nuestro Cédigo, siguiendo al Portugués, establece las re- glas siguientes, cuya justicia es notoria: 1% Las consideraciones vagas y geherales que los con- trayentes expusieren sobre los provechos y perjuicios que haturalmente pueden resultar de la celebracién 6 no cele- bracién del contrato, y que no importen engafio 6 amenaza de alguna de las partes, no serdn tomadas en consideracién al calificar el dolo 6 la fuerza, (Art. 1,418, Cédigo Civil.) * Esta regla tiene por objeto establecer una justa excep- cién, declarando que no hay dolo cuando uno de los contra- yentes noemplea sugestiones 6 artificios para inducir 4 error 6 mantener en él al otro, sino que se limita 4 encomiar las ventajas 6 perjuicios que pueden resultar de celebrar 6 no el contrato, pues tal conducta no es desleal ni productiya de un error, 1 Pothier, Des obligations, nim. 27; Laurent, tomo XV, nue 51k, 2 Art. 1,300, Cilio Civil de 1984. 3 Art. 1,391, C5ligo Civil de 1834, LEC€IONES DE DERECHO CIVIT.. AT 2° Noes licito renunciar para lo futuro la nuliJad que resulte del dolo 6 de la intimidacién (articulo 1,419, Codigo Civil.) * La razén de esta regla es obvia, porque si fuera licita esa renuncia, se autorizaria la mala fe, obrando contra la moral y las buenas costumbres; serfa, como dice Gémez de la Serna, dejar abierta la puerta 41a mala fe, establecer el principio de que uno de los contrayentes pudiera, sin razon alguna, dafiar 4 su sabor y con premeditacién al otro contra- yente, * Pero los términos de esa misma regla nos indican que si no es licito renunciar el dolo futuro, no prohibe que se tran- sija 6 celebre un convenio sobre el pasado, bien sea ratifi- cando el contrato en que hubo error, proveniente del dolo, bien remitiendo la indemnizacién 4 que se hizo acreedor el contrayente, que obré dolosamente, pues en tales casos no milita la razén, que motiva el precepto prohibitivo de la ley; y la renuncia de la persona perjudicada es perfectamente If- cita, porque cada uno es libre para prescindir de los derechos introducidos 4 su favor, y disponer de sus bienes como me- jor le parezca, Este es el motivo por el cual declara el articulo 1,420 del Cédigo Civil, que, si habiendo cesado la intimidacién 6 sien- do conocido el dolo, el que sufrié la violencia 6 padecié el en- gaiio, ratifica el contrato, no puede en lo venidero reclamar se- mejantes vicios; cuyo principio reprodujo el articulo 1,791, aunque con dep'orable redaccién. * Se entiende que los principios expuestos sdlo son aplica- bles 4 los casos de dolo 6 intimidacién que no importan los delitos de fraude, estafa 6 amagos 6 amenazas; pues la ley no puede autorizar la existencia de obligaciones que de- ben su origen 4 actos criminales, aunque los ofendidos ten- 1 Articulo 1,302, Cédigo Civil de 1884. 2 Curso de D+--che Romano, tomo IE, pagina 138, 3 Artioulos 1,303 y 1,677, Codigo Civil de 1,884. 48 LECCIONES DE DERECHO CIVIL. gan derecho para remitir la responsabilidad civil ea que los culpables hubieren iacurrido. VI Del objeto de los contratos La definieién que da del contrato el articulo 1,388 del Cé- digo Civil diciendo que es un convenio por el que dos 6 mas personas se transfieren algun derecho 6 coktraen una obligacién, nos hace comprender que es necesario para su existencia que recaiga sobre un objeto. * De donde se infiere, que no hay contrato posible si no versa sobre un objeto, el cual puede ser una cosa sobre la que se transfiere algtin derecho, 6 un hecho 6 servicio ane debe prestarse. Pueden ser objetos de los contratos todas las cosas y to- dos los actos y servicios de los hombres, sin mas limitacio- nes que las que en muy corto numero sefiala la ley, cuyo estudio vamos 4 hacer, _. En primer lugar, no puede recaer ningtin contrato sobre un objeto que sea fisica 6 legalmente imposible; y si se co- metiere por los contratantes el absurdo de celebrarlo, es perfectamente nulo, y no produce ningtn efecto juridico. (Art. 1421, Céd. Civ.) * Son legalmente imposibles, segin el articulo 1,423 del Cédigo Civil. § &- 1° Las cosas que estan fuera del comercio por la natu- leza 6 por disposicién de la ley: 1 Art. 1,272 Cédigo Civil de 1884. 2 Art. 1,304, Codigo Civil de 1884. 3 Articulo 1,306 Cédigo Civil de 1884° LECCIONES DE DERECHO CIVIL. 49 2° Las cosas 6 actos que no se pueden reducir 4 un va- lor exigible: 3° Las cosas cuya especie no es ni puede ser determi- nada: 4° Los actos ilicitos. EI precepto 4 que nos referimos comprende en su prime- ra fraccién una regla general que abraza los diversos prin- cipios que sancionaba nuestra antigua legislacién, siguiendo 4 la Romana, segtin los cuales no pueden ser objeto de los contratos las cosas que por la naturaleza 6 por la ley se ha- Ilan fuera del comercio, esto es, que no son susceptibles de apropiacién privada, * A esta especie sa refieren también las cosas que no exis- ten, y por lo mismo, no pueden ser el objeto de ningtin contrato, Sin embargo, las leyes han distinguido entre las cosas que no existen ni pueden existir, y entre aquellas que aunque no tienen existencia actual pueden tenerla en lo fu- turo; y han declarado que estas ultimas si pueden ser el ob- jeto de un contrato: como los frutos por nacer de una vifia © huerta, los partos de los animales, y otras cosas semejan- tes (art. 2,934, Cdd. civ.) ? Las cosas pueden hallarse fuera del comercio por su na- turaleza, como el aire, la luz, el mar; por su destino, como los puertos, los canales, los rios navegables, etc; y por con- sideracién de érden publico, como las sustancias venenosas que no pueden venderse, sino Ilenando los requisitos que los bandos de policia sefialan. Tal es también el origen de la prohibicién de la compra~ venta del derecho 4 la herencia de una persona viva, aun cuando ésta preste su consentimiento, por estimarse ese con- trato inmoral y peligroso, pues recayendo sobre un derecho 1 Loyes 84, pir. 1, tit. 1, ib, 18; 182, tft.17, lib. 45 Dz y 15, tit. 5 y 9, tft, 31, Partida 5¢ 2 Leyes 8, tit. 1, lib. 18, D.; 20 tit. 11 y 11, tit. 8, Partida 5*, y avticulo 2,806, Cédigo civil de 1884. 7 50 LECCIONES DE DERECHO que sdlo puede hacerse efectivo 4 la muerte de la persona, el comprador tiene interés en que tal acontecimiento se ve- rifique cuanto antes y atentar contra la vida de ella (art. 2,961, Céd, civ.) * Son también legulmente imposibles las cosas 6 actos que no se pueden reducir 4 un valor exigible; porque no deben sancionarse, como dicen los redactores del Cédigo, sine aquellos actos que, siendo realizables conforme 4 las leyes ordinarias de la naturaleza y 4 las prescripciones del dere- cho, puedan, cuando no sean cumplidos, ser determinados y valorizados de un modo preciso, para que la prestacion det valor supla la cosa 6 hecho. * En otros términos, la ley, no ha querido la celebracién de contratos ineficaces é inutiles, sino que en todo caso surtan sus efectos juridicos, de manera que el deudor entregue la cosa 6 ejecute el hecho que prometid, y que en caso de que no satisfaga tal obligacién, pueda valorizarse y determinar- se el objeto de ella, para que pague el valor en sustitucién de la cosa que no entregé 6 del hecho que no ejercité, En una palabra, que en todo caso cumpla la obligacién que contrajo. Facil es comprender que, cuando la cosa 6 el hecho que son objeto de la obligacién no se pueden determinar y va- lorizar, tampoco pueden ser sustituidos por el valor, y en consecuencia, el contrato es nulo y de ningtin efecto, por re- caer sobre un objeto que no es posible exigir. , Las razones expuestas fundan también la necesidad, para la validez de los contratos, de que las cosas sobre qne re- caen sean tales que sus especies estén determinadas 6 que puedan determinarse: esto es, que en el contrato se deter- minen de una manera sufici2nte 4 fin de que el deudor que- de ligado por una obligacién exigible. 1 Lay 80, tit, 3, lib. 2, C41iga, y articalo 2.831, Cidigo vivil de 1881, 2 Exposieién de motivos, LECCIONES DE DERECHO CIVIL. 51 Si esa obligacién fuera tal que el deudor pudiera librarse haciendo una prestacién insignificante y de ninguna utilidad para el acreedor, el contrato seria ineficaz y nulo, Los autores sefialan los dos casos siguientes en que se obtendria tal resultado: 1° Cuando se determina el objeto del contrato solamen- te en cuanto al género; por ejemplo, si el deudor se obliga 4 entregar un animal sin determinar de que especie, porque queda 4 su arbitrio la eleccién del animal y puede satisfacer la obligacién entregando cualquiera, sin valor y de ninguna utilidad: 2° Cuando el contrato no contiene una base para deter- minar la cantidad de la cosa que se debe entregar; por ejem- plo, si el deudor ha prometido harina 6 trigo sin expresar que cantidad, pues queda 4 su arbitrio determinarla y satis- facer su obligacién entregando pequefiisimas cantidades de ninguna utilidad para el acreedor. Pero no es necesario que la cosa sea determinada de una manera individual, sino que basta una designacién tal que pueda dar un elemento preciso para hacer la determinacidn; por ejemplo, serfa perfectamente valido el contrato por el cual se obligara una persona 4 ministrar el combustible bas- tante para las necesidades de una familia. Reasumiendo en pocas palabras lo expuesto, podemos decir que el objeto del contrato ha de reunir los siguientes caracteres; debe ser posible, determinado, util al acreedor y no contrario 4 las leyes 6 las buenas costumbres. El articulo 1,423 del Cédigo,’4 cuyos preceptos nos he- mos referido, exige en la fracci6n 4 que los actos, objetos del contrato, sean licitos, incurriendo en una inutil repeti- cién, porque las cosas ilfcitas son imposibles conforme 4 la ley; pero sus autores la justifican diciendo, que creyeren conveniente expresar dicha circunstancia para marcar la di- ferencia que hay entre los actos que, sin ser un delito, se 52 LECCIONES DE DERECHO CIVIt.. oponen 4 la ley, y los que por si mismos importan una infraccién punible. Y luego agregan: “La venta de un objeto cualquiera bajo la condicién expresa de que el comprador no pudiera dispo- ner de ella sino 4 favor de sus herederos, seria un contrato nulo conforme 4 la segunda parte de la fraccién 1% por ser contraria 4 la disposicién legal que prohibe las vinculacio- nes, La donacién hecha 4 una persona bajo la condicién ex- presa de que asesinase 4 otra, seria un contrato nulo confor- me 4 la fraccién 4” ; porque el acto mismo de hacer la do- nacién con ese objeto, es ya un delito,.” * } No se considera como fisicamente imposible, sino aque- lo que lo es de un modo absoluto por razén de la cosa, 6 cuando el hecho no puede ser ejecutado por la persona obli- gada ni por otra alguna en su lugar: es decir, que la impo- sibilidad debe ser absoluta y perpetua, pues si no reune es- tos dos caracteres no produce la nulidad del contrato, (Ar- ticulo 1,422, Cédigo Civil.) * En efecto: la nulidad relativa, la que sdlo proviene del contratante no es una imposibilidad real, sino, como dice Demolombe, una impotencia personal, imputable al deudor por haber contraido una obligacién superior 4 sus fuerzas, y que da lugar 4 una accidn en su contra por indemnizacién de dafios y perjuicios por la falta de cumplimiento del con- trato. * Esta teoria, que tiene en su apoyo respetables autorida- des, se funda en la ley 137, par. 5, tit. 1°, lib. 45 del Di- gesto, concebida en los términos siguientes: * “Si ab co stipulatus sim qui efficere non possit, cum alit possibile sit, jure factam obligationem Sabinus scribit,” 1. Bxposicién de motivos. 2 Art. 1,805, Oddigo Civil de 1884, 3 Tomo XXIV, nim. 318. 4 Delvincourt, tomo IL, pig. 692; Toullier, tomo VI, nim. 682; Aubry y Ran. tomo LV, pag. 64; Larombiére, artfoulos 1,172 y 1,173, mim, 8; Zachariae, pérrafo 302, nota 7; y otros. LECCIONES DE DERECHO CIVIL. ‘BB Si la imposibilidad es temporal 6 del momento no invali:. da 6 anula el contrato, y solamente produce el efecto de di- ferir el cumplimiento de la obligacién hasta que desaparez- can los obstaculos que lo impiden, * Vv De las renuncias y clivsulas que pueden contener los contratos. En el art. 1 2 deesta leccién dijimos, que los preceptos de la ley, fuera de las condiciones esenciales de !os contra- tos, tienen solo aplicacién para suplir las omisiones de las partes, pues en ellos domina el principio que declara que la voluntad de los contratantes es la suprema ley de los con-. tratos, Pues bien, este principio ha encontrado la debida sancién en el art. 1,427 del Codigo Civil, que declara, que los con- tratantes pueden poner las cldusulas que crean convenien- tes; pero las que se refieran 4 requisitos esenciales del con- trato, 6 sean consecuencia de su naturaleza ordinaria se ten- drdn por puestas aunqué no se expresen, 4 no ser que las segundas sean renunciadas en los casos y términos permiti- dos por el derecho. * Segtin este precepto, la voluntad de los contratantes es la suprema ley de los contratos, que pueden poner en ellos las cldusulas que estimen convenientes; y la ley sdlo viene en su auxilio para Ilenar los requisitos esenciales del contrato, se- gtin su naturaleza especial, 6 los que se derivan de ella, dejandoles facultad para renunciar éstas, si asi conviene 4 sus intereses. 1 Demolombe, tomo XXIV, mim. 319; Toullier, tomo VI, mim. 283, 2 Art. 1,310, Cédigo civil de 1884. Ba LECCIONES DE DERECHO CIVIL. Por ejemplo; el precio y la cosa son requisitos esenciales -de la compra—venta, y sin ellos no puede existir el contrato, pero la eviccién es una circunstancia natural que puede ser renunciada por el comprador, sin que por tal motivo deje de existir 6 se anule el contrato, . En una palabra, los contratantes puedea establecer las condiciones y cldusulas y renuncias que estimen convenien- tes en los contratos, sin mds limitaciones que el respeto 4 la moral y las buenas costumbres y la observancia de los re- quisitos esenciales que exige la ley para la validez de cada uno de ellos, seguin su naturaleza especial. Pero como es de suponerse, la facultad que los contrayen- tes tienen de renunciar las circunstancias naturales de los contratos, reglamentadas por la ley, y los beneficios que esta ley otorga, no es de tal manera absoluta que no esté subor- dinada 4 reglas de ninguna especie; y antes por el contrario, el Cédigo establece varios preceptos encaminados 4 este fin, de los cuales nos vamos 4 ocupar, , Elart. 1,424 declara que las renuncias que legalmente pueden hacer los contrayentes, no producen efecto alguno, si no se expresan en términos claros y precisos, y citandose la ley cuyo beneficio se renuncia; y tiene por objeto evitar 4 los interesados los notorios perjuicios que se les siguen de las renuncias de las garantias y privilegios que las leyes les conceden. * “La vaguedad de las renuncias, dice la Exposicién de motivos, es también fuente de graves abusos; porque en con- secuencia de ella suele hacerse extensiva Ja renuncia 4 ca- sos no previstos por los interesados.” Por tal motivo decla- ra el art, 1.425 del Cédigo, que las renuncias legalmente he- chas, no pueden extenderse 4 otros casos que 4 aquellos que estén comprendidos en la dispocién renunciada. * «Finalmente: también declara el Cédigo que la renuncia 1 Art. 1,307, Cédigo civil de 1884. 2 Art. 1,308, Codigo Civil de 1884. LECCIONES DE DERECHO CIVIL. 55 que estuviere prohibida por la ley, se debe tener por no puesta. (Art, 1,426.) * Esta declaracién es una iniitil repeticién de los preceptos contenidos en los articulos 6 y 7 del mismo Cédigo, seguin los cuales no tiene eficacia alguna la renuncia en general, ni la especial de las leyes prohibitivas 6 de interés publico; y los actos ejecutados contra el tenor de las leyes prohibi- tivas, son nulas, * , Es muy frecuente que, para dar mayor eficacia 4 la obli- gacién, y previendo el caso de falta de cumplimiento del contrato, agreguen los contrayentes una cldusula convinien- do en una prestacién como pena, la chal produce ciertos efectos juridicos, que estén perfectamente previstos y regi- dos por la ley, , Tal cldusula, que es conocida con el nombre de penal, es ‘aquella por la cual se obligan los conirayentes 4 cierta pres- tacién como pena del no cumplimiento del contrato, cuya ebligacién es perfectamente valida, supuesto que, como he- mos dicho, la voluntad de los interesados es la suprema ley de los contratos; y tiene por objeto compensar los dafios y perjuicios que se le siguen al acreedor por la falta de cum- plimiento de la obligacién. (Art. 1,428, Codigo Civil.) * La definicién que precede nos hace conocer perfectamen- te cudl'es el cardcter y el objeto de la cldusula penal, pues de ella se deduce que es una obligacién accesoria que garan- tiza 4 la principal mediante una sanciéa, que fija desde an- tes, por convenio entre los interesados, el monto de los da- fios y perjuicios que se debe pagar al acreedor eh el caso de falta de cumplimiento del contrato, v_ Tiene pues, por objeto garantizar el cumplimiento de és- te, y fijar de antemano el importe de los dafios y_perjuicios, 4 fin de evitar la dificultad de la pruzba de ellos en el juicio 1 Art, 1,809, Cédigo Civil de 1884, 2 Articuloa 6 y 7, Oédigo Civil de 1884, 3 Art. 1,311, Cédigo civil de 1884, 56 LECCIONES DE DERECHO CIVIL. respectivo, dificil de suyo y que deja mucho 4 la aprecia- cién personal del juez 6 de los peritos, cuyo dictamen tiene que consultar, sustituyendo una cantidad indeterminada por otra determinada. : : Esta es la razén por la cual prohibe la ley, que habiéndo- se estipulado una prestacién como pena del no cumplimien- to del contrato, haya lugar 4 la reclamacién por dafios y per- juicios, (art. 1,428, Cod. Civ.) * De la naturaleza misma de la clausula penal, se infiere que también sitve para determinar los dafios y perjuicios que se le originen ql acreedor por el retardo 6 mora en el cumplimiento de la obligacién, supuesto que esta circuns- tancia no es bajo cierto aspecto, mas que Ja falta del cumpli- miento del contrato. Por esto distinguen los auteres dos especies de dafios y perjuicios, unos provenientes de la falta de cumplimiento del contrato, que se llaman compensatorios, y otros del retardo en el cumplimiento del contrato, que Ilaman moratorios, Como hemos dicho antes, la cldusula penal constituye una obligacién accesoria y secundaria, que supone necesariamen- te la existencia de una principal; 4 la que est4 subordinada y cuya ejecucién garantiza, y este cardcter esencialmente distinto de ella sirve de fundamento para conocer las reglas. de Ia ley que rigen su naturaleza. De este principio se deriva el precepto que declara que la nulidad del contrato importa la de la cldusula penal, pero que la de ésta no importa la de aquél; pues no pudiendo existir Jo accesorio sin lo principal, es evidente que la nuli- dad de la obligacién debe producir la de la cldusula penal. fart. 1,427, Céd. Civ.) ? Por el contrario, como lo principal no necesita para su existencia de lo accesorio, es fuera de toda dud que Ja nu- 1 Artfoulo 1,811, Cédigo Civil de 1884, 2 Artioulo 1,810, Cédigo Civil de 1884.

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