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244 MI CUERPO ANTE DIOS

“Os ruego…que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a
Dios…” (Romanos 12:1)
“He sido muy duro con mi pobre asno”; lo dijo Francisco de Asís cuando, agonizando,
miró su cuerpo. Grandes místicos y ascetas de antaño miraban sus cuerpos como una
simple jaula, al igual que Asís, lo tomaban muy por debajo de como las Escrituras lo
consideran.
Es muy difícil pensar que, en el Antiguo Testamento, cuando llevaban al sacrificio algún
animal, éste fuera cojo, ciego, enfermo o en cualquier estado de precariedad en su estado.
Se llevaba lo perfecto, sano, saludable.
Nuestros cuerpos son verdaderos templos al servicio de Dios. Si por alguna razón hay
alguna deformidad o situación completamente ajena a nuestra voluntad y llevamos
cualquiera limitación que nos impida movilidad o articular alguna idea, etc, por supuesto
empezamos desde allí. Ese sería nuestro grano de mostaza para presentarme ante Dios
como sacrificio vivo, santo y agradable ante su presencia. Pero aquí hablamos de la
generalidad.
Un templo es un lugar santo, es un lugar para reunirse con Dios, es un lugar apto para
sacrificio, es un lugar hermoso. Desde esta realidad es que debemos esmerarnos y cuidar
nuestro cuerpo como un don absoluto que Dios nos ha dado, y esto, para siempre.
La sola consideración de lo anatómico y fisiológico de nuestro cuerpo nos debe maravillar
y exclamar como David en el Salmo 139, estoy maravillado…no fue encubierto de ti mi
cuerpo, bien que en oculto fue formado…mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban
escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas. (versículos 13-18).
Cuando doy gracias por mi cuerpo, su forma, funcionamiento, los nombres de cada una de
sus partes, la interrelación de estas; de inmediato aflora el diseño e intencionalidad del
Creador y allí entonces, bajo esa verdad y mirada, me reuno con Dios. Cuando mis ojos
repasan la palabra de Dios y mi cerebro piensa y se expande con esa palabra, cuando mi
boca exalta alabanzas y mis oídos captan su voz poderosa; cuando mis pies están pronto
para llevar el evangelio eterno y mis manos se posan sobre el necesitado, entonces mi
cuerpo se convierte en sacrificio vivo. Si conscientemente puedo mirar mi cuerpo como
templo que Dios creó, lo llenó con su Espíritu y lo encamina a la gloria, entonces la
hermosura y la santidad, a diferencia del pensamiento semi pagano, será el corolario de
un pensamiento bíblico y sano.
¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros,
el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por
precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo… (1 Corintios 6:19-20).

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