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ACTIVIDAD 2: PARCIAL

“EL MAGISTERIO Y LA TEOLOGÍA PASTORAL


EN LOS DESAFIÓS ACTUALES”

ALUMNO

JUAN DAVID JIMÉNEZ HENAO

UNIVERSIDAD CATÓLICA DE ORIENTE | FACULTAD DE TEOLOGÍA


DOCENTE LUZ DARY GÓMEZ ZULUAGA
ACOMPAÑAMIENTO PASTORAL | 20/10/2023
Desafíos del acompañamiento pastoral (personas, familias y comunidades)

El acompañamiento pastoral es una vocación que exige compromiso, entrega y


generosidad. Actualmente, la persona humana se halla en un mundo que la
sumerge cada vez más en diversos tipos de crisis, llevándola a lugares donde se
hace incapaz de ver más allá, otras posibilidades. En este sentido, acompañar
pastoral comprende la responsabilidad de recordarle al ser humano su dignidad,
no solo como hijo de Dios, sino también como imagen y semejanza de Dios, es
decir, la participación que posee en la vida Divina, de un Dios que le ha creado por
amor, para amar y ser amado. Sin embargo, es necesario ser claros frente a las
problemáticas morales y pecaminosas que le conducen hacia la fragilidad, el
desespero, la angustia y la frustración, anunciándole la urgencia de una
conversión de corazón, que le fortalezca en su esencia, en su intimidad, en su
autoestima y que le brinde razones que le den razón y sentido de propia
existencia. Por tanto, acompañar pastoralmente implica llevar al hombre por un
camino de búsqueda del amor, la verdad, el bien, la belleza y la justicia, que le
permita abrirse a otros horizontes que cargan de sentido la vida humana,
fortaleciendo su conciencia moral, en ejercicios de piedad, devoción, oración,
meditación e intimidad con un Dios que siempre le escucha, le atiende y es
cercano a su realidad más profunda e inmediata. Así, las puertas que se abren
son las de la eternidad, las de un Cielo que hace perder el miedo a la muerte e
incluso darle un sentido a todo aquello que parece trágico para el mundo. La
pastoral del acompañamiento, tiene la inmensa responsabilidad de poner al frente
y en primer lugar, a Jesucristo, como el hombre nuevo, como el modelo y prototipo
de la vida a la que estamos llamados, no solo terrenalmente, sino celestialmente.

Por otra parte, se amplía la perspectiva desde el individuo hacia las


comunidades. La pastoral de acompañar implica recordar desde lo pequeño a lo
grande que la vocación del ser humano es vivir en sociedad, a imagen y
semejanza de Dios que es uno y trino. Vivir en comunidad es experimentar un don
que Dios ha concedido al hombre, es una gracia de descubrir las disposiciones
más perfectas para las cuales ha sido creado. En efecto, existe una
interdependencia entre el individuo sobre el cual Dios actúa, y las comunidades
que se conforman por las personas. Así pues, el acompañamiento pastoral afronta
el desafío de promocionar siempre el bien común, el respeto, el diálogo, el amor a
los que no son iguales, a la diversidad que busca comunión y puntos en común, a
una justicia social y superar los complejos de egoísmo y éticas y moralismos
individualistas que lo único que hacen es obstruir la capacidad de abrirse, de tener
nuevas experiencias y horizontes que enriquecen, no solo el corazón humano,
sino la comunidad humana, que se nutre de quienes la componen.

Finalmente, el acompañamiento pastoral debe recordarle al creyente y no


creyente que hay un Dios bondadoso, fiel, cercano, misericordioso, que está cerca
de quienes sufren y lloran; que como humanidad tenemos la capacidad de crear
puentes, configurar alianzas y vivir fraternalmente con compromisos de cuidado
común, con obras que favorezcan a la humanidad y no solo a los más ricos y
poderosos. La Iglesia, como Madre que acompaña, nos exhorta a vivir la vida con
espíritu evangélico, fomentando prudentemente una cristianización del mundo que
haga sencillo y genuino un encuentro personal con el Dios verdadero,
manifestándole su finalidad escatológica y salvífica, por medio de la comunicación
de la vida divina, que nos hace capaces de llamarnos la familia de Dios.

Acompañamiento pastoral en Gaudium et Spes y Evangelii Gaudium (luces)

El acompañamiento pastoral requiere la identificación de las diversas realidades,


desafíos, crisis y conflictos en los que se encuentra el mundo actual. En primer
lugar, debe entrar en una actitud de escucha, diálogo y comunicación sincera y
verdadera, que le permita comprender, para poder atender las necesidades que se
afrontan, desde una lógica evangélica y según las virtudes y valores cristianos.
Acompañar pastoralmente es anunciar un mensaje que salva, que sana, que cura,
pero también que es capaz de adentrarse en el mundo de las periferias y los
rincones olvidados. Se trata de mantener el corazón abierto, presuroso y dispuesto
a servir a los más débiles, excluidos y abandonados. En este sentido, se debe
promover dinámicas que incluyan, que pongan a Dios en el lugar que debe de
estar, en buscar políticas que promuevan la justicia, la transparencia y el servicio a
todos aquellos que más lo necesitan. Sin embargo, también debe tocar con
prudencia el terreno de cada corazón y cultura a la que se acerca; no se puede
pasar por alto la necesidad de inculturar la fe del Evangelio desde una dimensión
humanizadora y humanizante, no impositiva y obligatoria, que se haga capaz de
seducir y dar respuestas a las inquietudes más profundas que se albergan en el
corazón de los hombres.

Por otra parte, acompañar pastoralmente implica fortalecer una


espiritualidad misionera, que establezca nuevas relaciones como lo hacía
Jesucristo, que exponga el Evangelio del amor, la comprensión, el diálogo, la
entrega generosa de sí, pero también la diversidad, la realidad de un pueblo con
muchos rostros que se hace llamar la gran familia de Dios. En efecto, acompañar
pastoralmente indica responder al llamado que hace Jesús de ser sus discípulos,
ser sus imitadores y replicadores de las actitudes que transforman concretamente
las realidades de un mundo que vive entre grises, pero que por la fuerza del
Evangelio se ilumina, se vigoriza, se hace fuerte y se carga de una esperanza que
ninguna otra ideología, ni filosofía, puede llegar a ofrecerle: un Cielo donde se
ama, con un Dios que es amor.

La conversión pastoral según el Papa Francisco

La pastoral en conversión se traduce como un camino, como un peregrinar del


cual hace parte la Iglesia, como discípula de Jesucristo. Conversión indica no
estar satisfecho con lo que se es, con lo que se tiene y con lo que se hace;
manifiesta una expresión intima del corazón que no le gusta estar en la zona de
confort y que siempre aspira a más, atendiendo generosamente al llamado de
Jesús que nos invita constantemente a revisarnos a nosotros mismos y darnos
cuenta que siempre podemos ser mejores. En este sentido, la conversión pastoral
muestra indicadores de carácter personal y comunitario, son los agentes,
evangelizadores, ministros, pero también la Iglesia de pequeñas comunidades, de
parroquias, que necesita meditar y autoevaluarse sobre el misterio propio del que
participa, con el fin de poder siempre caminar hacia una Iglesia ideal, que sea un
digno y fiel reflejo de la persona de Jesucristo.
Convertirse pastoralmente, testifica el anhelo de renovarse, de saber que
las cosas siempre pueden estar mejor, naciendo de un “corazón” que se inquieta
por descubrir lo que Dios ha dispuesto para él. En efecto, la conversión sugiere
ser fiel a la vocación, a la llamada que Dios efectúa en el individuo y en su Iglesia,
que es iluminada y guiada perpetuamente por los impulsos y movimientos del
Espíritu Santo. “Cristo llama a la Iglesia peregrinante hacia una perenne reforma”,
una Iglesia que sepa salir de sí, que no se quede quieta ni acomodada, ni tampoco
que se contente con lo que ha realizado hasta ahora, sino que, por amor a
Jesucristo, ambicione siempre el mayor bien posible para Ella y para sus hijos e
hijas. Así pues, convertirse pastoralmente insinúa una necesidad intrínseca del
discipulado cristiano, que está vocacionado a una vida siempre nueva y auténtica,
que sea capaz de ofrecer a quienes se acercan, todo lo necesario para la
salvación de sus almas.

Pastoral en clave de misión según Evangelii Gaudium

La palabra “pastoral” proviene de “pastor”, “pastorear”. Si se permite adaptar un


poco el término, se estaría refiriendo a una dimensión de la evangelización que
atiende al mandamiento de Jesucristo de ir y hacer discípulos a todas las
naciones, bautizándoles en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. En
efecto, pastoral indica movimiento, convoca a una salida de sí mismo, a
desplazarse y circular por diversos escenarios, donde se hallan quienes esperan
por recibir la Buena Nueva del Evangelio. Dios desea provocar en la pastoral una
dinámica que no se acostumbre a la quietud, que no sea apacible, ni estática, ni
estacionada en los “parqueos” de comodidad, sino que se encuentre siempre en
disposición de apertura, de “salida”, de estar dispuesta a ensuciarse, a “oler a
oveja”, a hacerse cercano, íntimo, para ser semejante al Dios que salió de sí
mismo para venir a la tierra a revelar sus designios. Por tanto, hacer misión es
pastorear, y hacer pastoral es hacer misión.

Misionar pastoralmente es descubrir el llamado que Dios hace, pero al


mismo tiempo es atender a este llamado, discerniendo los caminos según las
disposiciones que el Espíritu Santo manifiesta para cada individuo o comunidad.
En efecto, caminar por los centros y periferias, es hacerse capaces de iluminar
rincones de oscuridad y sembrar semillas en tierras áridas, donde solo una fe
genuina puede dar verdaderos frutos de salvación en todas sus formas. Pastorear
es vivir también en el silencio donde Dios habla e impulsa a la búsqueda de la
comunión, la fraternidad, el compartir, la solidaridad, el diálogo, la escucha, y
todos aquellos aspectos que conforman la verdadera riqueza de un Evangelio que
es plural, pero capaz de salvar a cada uno desde su experiencia personal.
Pastoral en clave de misión es dejar el miedo, es atreverse a tocar los rostros, las
manos, y las llagas de un mundo que sufre cruelmente el flagelo de las crisis
sociales, políticas, económicas e incluso religiosas. Asimismo, es atender
apuradamente, como la Virgen a las necesidades de los que sufren, a ser los
primeros en ponerse al servicio, a involucrarse con la diversidad, acompañándolos
en sus procesos, permitiéndoles descubrir el rostro de un Dios que está mucho
más cerca de lo que pueden llegar a imaginar.

La importancia de la escucha atenta en el acompañamiento pastoral

La comunicación humana ha sido una necesidad vital en el crecimiento de las


sociedades a lo largo de la historia. Escuchar es esencial en el proceso de
comunicar, en medio de las relaciones cotidianas y del intercambio diverso que
pervive en los seres humanos. Así pues, por naturaleza, el hombre tiene el deseo
de ser escuchado, atendido, porque desea participar en los escenarios de
crecimiento personal y comunitario. Entonces, escuchar, se convierte en una
necesidad que nos interpela, que nos “habla” y que nos exige escuchar con
atención, con interés, con los “oídos del corazón”, con una capacidad para
involucrarse con “el otro”, fomentando siempre una relación dialogal, y, que como
San Pablo lo expresa, permite que la fe llegue al corazón. En este sentido,
escuchar es atender a la necesidad del otro, es ser humilde, caritativo y cercano,
porque se dispone de tiempo, de introducirse en un ejercicio que implica
directamente un intercambio y una revelación de lo que antes era desconocido.

Por tanto, escuchar permite descubrir, dejarse sorprender, permite entender


y comprender las ideas y posiciones de los otros, dispone el corazón para llegar a
consensos, pero al mismo tiempo, exige una sincera humildad para “dejarse
destruir” o más bien construir por el conocimiento que proviene de lo externo, de
quien se escucha. Asimismo, escuchar es asemejarse a la actitud de un Dios que
ofrece una comunicación gratuita, una cercanía que no tiene precio, sino que
manifiesta un don que le ha sido otorgado. Entonces, la escucha se transfigura en
una “dimensión del amor”, permitiendo al ser humano crecer en el “arte de
comunicar”, en la capacidad de desgastarse con el otro y por el otro, es
profundizar el mensaje; escuchar es “ponerse en salida”, es salir de sí mismo,
atendiendo a la imagen y semejanza de un Dios que salió de sí para salvar al
hombre. En efecto, escuchar requiere ejercitar virtudes, es ser valeroso para
ponerse cara a cara en una actitud de apertura sincera con un interés genuino que
haga entender que en verdad se está interesado en escuchar, en ayudar.
Finalmente, esta escucha atenta, promueve la capacidad para dejarse
transformar, para enriquecerse, para sentirse un poco vulnerable, pero también
para establecer relaciones que hagan crecer la comunión, la participación y la
caridad de unos con otros.

Bibliografía.

 https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/
papa-francesco_esortazione-ap_20131124_evangelii-gaudium.html
 https://www.vatican.va/content/francesco/es/apost_exhortations/documents/
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 https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/papa-
francesco_20201003_enciclica-fratelli-tutti.html
 https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/communications/doc
uments/20220124-messaggio-comunicazioni-sociali.pdf

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