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The Orchid and the Great Stone Wall

THE ORCHID
&
THE GREAT STONE WALL

Carlos Alba

Propuesta
Kursala 100
Dalpine

www.carlosalba.com
The Orchid and the Great Stone Wall

Desde mis fotolibros anteriores "The Observation Of Trifles", "The Taste Of The
Wind" y “I´ll Bet The Devil My Head” sugiero a la audiencia una lectura visual y
filosófica sobre temas que afectan de barrios a continentes: desde el significado del
amor y empatía con el extraño, el colapso financiero o una creciente crisis de
refugiados en Europa, hasta los políticos del Reino Unido que promueven ideas
anti-europeas o la creciente brecha entre ricos y pobres. Con “The Orchid and the
Great Stone Wall” me gustaría reflexionar sobre una palabra que a menudo damos
por sentada: democracia. Si queremos vivir en democracia, primero debemos
preguntarnos qué significa la palabra en nuestro contexto actual, atravesado por una
profunda crisis política y social.

Según la ONG Freedom House, con sede en Estados Unidos, las libertades han
estado en retirada en todo el mundo desde 2005, una caída que ha abarcado todos
los continentes y una amplia gama de países, desde democracias como Estados
Unidos hasta regímenes como China y Rusia. Una encuesta publicada en abril de
2019 por Pew Research Center nos hace reflexionar: en 27 países, una media del
51 por ciento de los encuestados no estaban satisfechos con la forma en que
funcionaba la democracia de su país. De 2017 y 2018 el descontento con la
democracia aumentó significativamente en la mitad de los países encuestados,
entre los cuales se encontraba España.

En Asia tienen los referentes internacionales más actuales en cuanto a lucha por la
independencia de un estado soberano como el de China: Hong Kong, Singapur y
Taiwán.

Hong Kong, un centro financiero internacional ubicado en la costa sur de China, fue
una colonia británica hasta 1997, cuando devolvieron la ciudad a China conforme a
una política conocida como “un país, dos sistemas”.

La política hizo que Hong Kong fuera parte de China, pero le permitió mantener
muchas libertades que se les niegan a los ciudadanos en el continente, entre ellas la
libertad de expresión, el acceso sin restricciones a internet y el derecho de reunión.
El territorio tiene sus propias leyes, su sistema de gobierno y su fuerza policial, todo
lo cual se encuentra bajo una mini constitución conocida como la Ley Básica. China
prometió que este sistema iba a permanecer hasta 2047, por lo menos.

En febrero de 2019, el gobierno local presentó un proyecto de ley en la legislatura


de Hong Kong —que está llena de legisladores pro-China—. Dicho proyecto
permitiría que la gente acusada de algún crimen fuera enviada a lugares con los
cuales Hong Kong no tiene un tratado de extradición, incluida China continental,
donde los tribunales están bajo el control del Partido Comunista.

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El 9 de junio de 2019, cientos de miles de personas, la mayoría adolescentes


convocados a través de las redes sociales, se unieron a una marcha para oponerse
al proyecto de ley.

La policía utilizó gas pimienta, garrotes y más de 150 latas de gas lacrimógeno para
dispersar a miles de manifestantes.

Impulsadas por la furia en contra de la policía, así como por la lenta erosión de las
libertades civiles, las protestas, con los adolescentes como líderes, se han
transformado en un movimiento más generalizado y complicado: sobre la protección
de las libertades, la democracia y la autonomía de Hong Kong.

En 2019 viajé a Hong Kong para documentar las protestas desde un punto de vista
más académico con entrevistas grabadas en vídeo y retratos a los principales
personajes de las movilizaciones. También recopilé la cartelería contra China, muy
característica de ese momento en las estaciones de metro de la ciudad. Esta
situación alimentó mi duda sobre si Singapur y Taiwán podrían ser los siguientes
países en revelarse a China. Por lo que continué mi trabajo en estas dos islas
asiáticas.

La situación de Taiwán viene desde la guerra de China con Japón (1937-1945) que
dió una tregua a la guerra civil protagonizada por los comunistas y el KMT, la cual
fue reanudada en 1945. Las fuerzas del KMT contaban con la ayuda de los Estados
Unidos, pero no pudieron controlar el poder y debieron replegarse a la isla de
Formosa cuando en 1949 los comunistas proclamaron la República Popular de
China.

La República de China en Taiwán -por esa época conocida como China


Nacionalista- integró el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, mientras que
China Popular encontró vetado su ingreso por los Estados Unidos en el marco del
enfrentamiento entre el capitalismo y el comunismo.

Hacia la década de 1960 se produjo una ruptura ideológica entre China y la URSS,
lo que favoreció -junto a la toma de un camino más moderado de la Revolución
Cultural- que en los años setenta se iniciaran conversaciones con los Estados
Unidos. Como corolario de ellas, en 1971 el gobierno de la República Popular reunió
el respaldo suficiente para sustituir a Taiwán como representante del pueblo chino
en las Naciones Unidas. En esta oportunidad los Estados Unidos se abstuvieron de
vetar considerando que podrían obtener ventajas mejorando sus vínculos con los
comunistas. En 1979 ambas naciones establecieron relaciones diplomáticas. La
sustitución en las Naciones Unidas le significó a Taiwán caer en un cierto
aislamiento, dado que desde ese momento el gobierno de Beijing fue reconocido
internacionalmente como el legítimo gobierno de China.

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Procurando favorecer la reunificación, el octavo presidente de la República de China


en Taiwán, Lee Teng-hui, en octubre de 1990 invitó a los partidos políticos y a
personalidades de Taiwán a que participaran del Consejo para la Unificación
Nacional (N.U.C.), institución que redactó las Directrices destinadas a ese efecto,
las cuales constituyen un conjunto de normativas que encaminaron el proceso de
acercamiento a la República Popular China.

Asimismo, el gobierno de Taipei resolvió renunciar unilateralmente al uso de la


fuerza para llevar a cabo la reunificación de China y dejaría de competir con la
República Popular China como representante del país en todo evento internacional
ya que a su criterio "existe una sola China". Debido al sorprendente desarrollo
económico que ha logrado Taiwán desde 1949, considera que el gobierno de Beijing
aún debe profundizar sus reformas económicas y desarrollar políticas que permitan
superar la pobreza y alcanzar una vida digna a la sociedad china para favorecer el
diálogo.

En los últimos años, la tensión entre los dos territorios no deja de acaparar titulares
y tener más protagonismo en la agenda internacional. La última gran crisis ocurrió el
pasado abril después de que la presidenta de Taiwán, Tsai Ing-wen, tuviera
reuniones oficiales en Estados Unidos de camino a su gira por América Latina.
China vio este gesto como una provocación y respondió con maniobras militares
alrededor de la isla. Este bucle constante de simulacros de guerra y acusaciones
cruzadas entre los dos territorios ha puesto varias preguntas sobre la mesa: ¿por
qué Pekín amenaza con atacar a la isla?, ¿qué papel tiene Estados Unidos en todo
esto? y, ¿nos encontramos al borde de una guerra?

Por último Singapur, estado independiente de una política totalitaria y una


economía centrada en la carrera por ser la primera potencia en tecnología. Su
situación juega un puesto especial como aliado militar y económico de EEUU y
China. Dos grandes potencias en continua tensión diplomática. La vida diaria de los
singapurenses mezcla la tradición china con el modelo económico y de educación
americano, factores que pueden hacer a la isla del sudeste asiático un elemento de
comunicación entre Hong Kong, Taiwán, China y EEUU.

Me gustaría poder recibir el apoyo de Kursala para desarrollar tanto un fotolibro


como la exposición que muestre este movimiento por la lucha de la democracia,
probablemente una de las más importantes del S.XXI. Por otro lado quisiera
visibilizar ese cambio tan contemporáneo en el que se organizan manifestaciones
multitudinarias, se protesta de forma pacífica usando solamente la luz de los
teléfonos móviles, se denuncia la brutalidad policial en redes sociales o se hackean
las páginas web del estado. Todo ello para luchar contra una de las grandes y más
antidemocráticas potencias mundiales: China.

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Con la ayuda y la experiencia de Dalpine, me gustaría trasladar a la exposición y al


fotolibro un elenco diverso de documentos (fotografías, vídeos, sonidos, data,
webs…), que incluye a famosos teóricos, cirujanos de trauma, activistas,
trabajadores de fábricas, solicitantes de asilo, políticos y ex-ministros. Este proyecto
conecta el pasado y el presente, lo emocional y lo intelectual, lo personal y lo
político, para provocar e inspirar sobre las democracias que estamos viviendo en la
actualidad.

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