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Quienes avalan esta clasificación señalan que son derechos patrimoniales los que
se corresponden con el interés del accionista de obtener un beneficio a través de
la actividad desarrollada por la sociedad. El socio entra en la sociedad poniendo
dinero, derechos o bienes para obtener ganancias repartibles con los demás
accionistas. "Las sociedades mercantiles se constituyen para obtener lucro... No
se concibe una sociedad anónima que no tenga por objeto el desarrollo de una
actividad lucrativa"(4). Constituyen derechos de este tipo: el de participar en el
reparto de las ganancias y en el patrimonio de liquidación; el de suscripción
preferente en la emisión de nuevas acciones; el de revisión de las aportaciones no
dinerarias; y el de separación.
Derechos políticos son aquellos mediante los cuales el accionista ejerce los
mecanismos que le permiten asegurarse de que la actividad social está
efectivamente encaminada a la obtención de rendimientos adecuados. A través de
los derechos políticos, al tener injerencia en la marcha social, posibilitan al
accionista que pueda obtener de su capital el mayor rendimiento posible. Enrique
Elías(5) ha señalado que "De nada serviría asegurar los derechos patrimoniales si
el accionista no puede controlar la adopción de las decisiones orientadas a una
eficiente conducción de los negocios sociales y a la cautela de sus intereses como
socio...Téngase presente que si bien la conducción de la sociedad recae en sus
órganos de administración -directorio y gerencia-, los accionistas reunidos en junta
están facultados para plantear los lineamientos generales que deben observar
dichos órganos para conseguir las metas propuestas... En suma, toda decisión de
trascendencia puede ser tomada por los accionistas, en tanto tengan la capacidad
de intervenir y votar en la junta general, que es donde se forma la voluntad social".
Constituyen derechos políticos o administrativos, entre otros, los siguientes: asistir
a las juntas, por sí o representados; votar en las mismas, conforme a las
condiciones fijadas en los estatutos; solicitar la convocatoria de juntas; agrupar
acciones para el voto; el de información; la obtención de certificaciones de los
acuerdos sociales; impugnar los acuerdos; y el de elección, activa y pasiva.
El artículo 95 de nuestra Ley General de Sociedades (LGS) señala que:
"La acción con derecho a voto confiere a su titular la condición de accionista y le
atribuye, cuando menos los siguientes derechos:
1. Participar en el reparto de utilidades y en el del patrimonio neto resultante de la
liquidación;
2. Intervenir y votar en las juntas generales o especiales, según corresponda;
3. Fiscalizar en la forma establecida en la ley y en el estatuto, la gestión de los
negocios sociales;
4. Ser preferido, con las excepciones y en la forma prevista en esta ley, para:
a) La suscripción de acciones en caso de aumenta de capital social y
en los demás casos de colocación de acciones; y
b) La suscripción de obligaciones u otros títulos convertibles o con
derecho a ser convertidos en acciones; y
5. Separarse de la sociedad en los casos previstos en la ley y en el estatuto.
Según Enrique Elías(6), este artículo recoge los derechos fundamentales e
inderogables que confiere la acción común a su titular. "Decimos inderogables
pues ni el pacto social ni el estatuto pueden suprimirlos, tratándose de derechos
mínimos que debe conferir la acción a su titular. Para enfatizar que la norma es
imperativa, el texto del artículo establece que la acción con derecho a voto tiene
"cuando menos, los siguientes derechos...". Tratándose de una regla imperativa su
modificación por el estatuto no es posible bajo sanción de nulidad... La norma
detalla las atribuciones que derivan para el accionista en razón de su titularidad
sobre la acción".
Guillermo Cabanellas(9) cita a Zaldívar (10), quien señala que el derecho a las
utilidades no solo constituye un derecho patrimonial inherente a la calidad de
socio, sino una consecuencia del fin común de la sociedad, de su participación en
el área de los negocios, en el patrimonio social y en la igualdad jurídica de ellos.
No obstante, el derecho de los socios respecto de las utilidades no es un derecho
inmediato sobre el patrimonio de la sociedad: no da derecho a que el socio
inmediatamente se apropie de los incrementos patrimoniales que supone la
obtención de beneficios por la sociedad. Los socios solo tienen derecho respecto
de tales incrementos a través de los mecanismos de distribución de utilidades que
en cada caso correspondan, según la sociedad de que se trate.
2. El derecho de voto
Para que el accionista tenga derecho a asistir a una junta general, conforme a lo
que señala el artículo 121 de la LGS, será preciso que figure inscrito como titular
en la matrícula de acciones, con una anticipación no menor de dos días a la
celebración de la junta. Enrique Elías, al comentar este artículo, refiere que tiene
un evidente sentido práctico, al permitir que se pueda establecer con una
anticipación razonable quiénes son las personas que tienen derecho de asistir. De
no establecerse una '1echa de corte", dice, se podría pretender acreditar frente a
la sociedad transferencias de acciones hasta el momento mismo de la realización
de la junta, lo que dificultaría el cómputo de las personas con derecho a asistir a la
misma. Sobre el particular, Elías cita a Rodriga Uría(17) quien ha señalado que "la
exigencia de un tiempo mínimo de posesión de los títulos como requisito
indispensable para asistir a las juntas no es ninguna novedad, pues la mayor parte
de los estatutos de nuestras sociedades había adoptado ya la misma medida de
garantía, dirigida, de una parte a permitir a los administradores disponer de tiempo
suficiente para examinar la verdadera condición de los accionistas, y por otra, a
evitar en la medida de lo posible las transmisiones de acciones realizadas a última
hora con el propósito de dar acceso a la junta a personas desprovistas de
verdadero interés en la marcha de la empresa para crear así en la junta una
oposición interesada".
Disociación entre el estado de socio y la titularidad del voto.- Como regla general
el derecho de voto corresponde al socio. La vinculación entre el estado de socio y
el derecho de voto es que este último no puede transferirse en forma
independiente del estado de socio. No obstante, este principio general admite
importantes excepciones dado que bajo determinadas circunstancias, la ley
contempla la escisión o disociación entre el estado de socio y la titularidad del
voto. Adicionalmente, la ley permite, mediante los llamados convenios de
accionistas y pactos de sindicación de acciones, u otros negocios indirectos de
igual fin, que el derecho de voto, aun permaneciendo su titularidad en el socio, se
vea sujeto a la potestad de un tercero.
Sobre esta disociación, Cabanellas(18) comenta que "puede así afirmarse que lo
que la Ley prohíbe es la nuda transferencia del derecho de voto, o sea la
transferencia que no está acompañada por alguna de las circunstancias en que la
ley la permite. Pero esas excepciones son de tal magnitud, que desde el punto de
vista empresarial resulta siendo posible lograr una efectiva transferencia del
derecho de voto en tanto que las partes se lo propongan. Desde esta perspectiva,
los intereses económicos han superado a los dogmas jurídicos. Esta realidad es
reconocida en el tráfico jurídico, ante la imposibilidad de asegurar que el ejercicio
efectivo del derecho de voto corresponda a quien formalmente tiene la condición
de socio. Tal circunstancia limita el carácter intuitu persona e de todas las figuras
societarias y erosiona la eficacia de las cláusulas restrictivas de la transmisibilidad
de las acciones".
Sobre la cesión del derecho de voto en los casos de usufructo o prenda sobre
acciones, la doctrina no es unánime, aunque se inclina por reconocer el derecho
de las partes a pactar libremente sobre el ejercicio de tal derecho.
Usufructo de acciones: si bien el voto es un derecho fundamental del accionista,
cuyo ejercicio corresponde en principio al nudo propietario, tanto el artículo 90
como el1 07 de la LGS permiten que con motivo de la constitución del usufructo
pueda cederse el derecho de voto. De ser así, el usufructuario tendrá derecho a
ejercerlo, sea directamente o confiriendo la representación a la persona que
considere conveniente.
Para Halperín, con mayor razón aún que en el caso del usufructo, el accionista
deudor debe necesariamente conservar el derecho de voto de las acciones
prendadas, pues él es el socio y las decisiones deben de tomarse con un criterio
social, que obviamente no se corresponde con el transitorio y estrecho interés que
pueda tener el acreedor prendario; sin perjuicio, por cierto, de insistir en que,
tratándose de un derecho inherente a la calidad de socio resulta intransferible e
inseparable de la titularidad de la acción.
Un sector de la doctrina establece una identidad entre las acciones de voto plural y
las privilegiadas. Elías no comparte esa posición, a menos que el privilegio
provenga, exclusivamente, de cualquier forma de pluralidad del voto de algunas
acciones con respecto a las demás, sea directa o indirectamente. Así, el privilegio
en los derechos de una clase de acciones frente a otra, que no se ejercita a través
del voto plural sino al interior de cada clase de acciones, no constituiría, en su
opinión, un caso de pluralidad de voto.
Quienes comparten esta última tesis consideran que los accionistas, al constituir la
sociedad, tienen potestad suficiente para establecer ciertas diferencias entre una y
otra clase de acciones, y si quienes suscriben las acciones de una clase menos
privilegiada lo hacen, habría razón para cuestionar esa decisión. Dentro de este
orden de ideas habría impedimento, por ejemplo, para que se constituya una de
las tres clases de acciones; que las acciones de la clase "A" representen 35% del
capital; que las de la clase "B" igualmente representen otro 35% y que las de la
clase "C" representen el restante 30%; y que el estatuto establezca que los
acuerdos de la junta no solo deban adaptarse con la mayoría de votos, sino que
adicionalmente constituya requisito que también esa mayoría se refleje dentro de
cada clase de acciones. Admitir esto último supondría que pueda darse el caso de
que los titulares de acciones de la clase "C", no obstante representar una menor
participación en el capital social que las restantes clases, puedan neutralizar la
adopción de un acuerdo, aprobado mayoritariamente en esas otras dos clases.
Ello vendría a significar que el menor número de votos de una clase (la "C")
tendría igual valor que el mayor número de votos de las otras, admitiéndose así
una modalidad de voto plural. Reiteramos nuestra disconformidad con esta tesis,
siendo aun conscientes de que nuestros registradores, tal como ha pódido
Verificarse, en no pocas oportunidades y en tiempos más bien cercanos, han
venido admitiendo la inscripción de estatutos en los cuales, a través del voto
plural, queda reflejada la situación de privilegio de una determinada clase de
acciones respecto de otra u otras.
Unidad en el ejercicio del voto.- ¿Un socio debe votar en un mismo sentido
respecto de la totalidad de sus acciones o puede dividir su voto en varios
sentidos? Cabanellas(25), al tratar la cuestión, cita a Halperín, quien afirma
categóricamente que el derecho de voto que resulta de la titularidad de la acción
es indivisible y que ello está así reconocido de modo expreso por la Ley de
Sociedades Comerciales de Argentina. La indivisibilidad del voto es una
consecuencia de la unidad del voto, o sea la imposibilidad de que un mismo
accionista, titular de varias acciones, pueda votar, sobre un mismo asunto, a favor
de una moción con parte de sus acciones y en contra de ella con la otra parte de
las mismas. Sasot y Sasot(26) señalan que "el fundamento de esta restricción al
libre ejercicio del derecho de voto descansa en un silogismo de lógica jurídica
estructurado con las premisas de que un acto de voluntad no puede ser y no ser al
mismo tiempo, lo que llevado a las decisiones asamblearias implica que no cabe el
dualismo de aprobar y rechazar simultáneamente la propuesta puesta a votación".
En contraposición a la tesis anterior, algunos autores entienden que si cada
participación societaria da al socio el estatus de tal en forma autónoma, el voto
podría ejercerse separadamente respecto de cada una de las participaciones.
a. El derecho de información
El derecho de información constituye una herramienta de control social, y más
particularmente viene a ser el cauce ordinario por cuyo conducto puede acceder el
accionista individual al control de la gestión de los administradores. Se trata de un
derecho uniformemente reconocido, que posibilita al socio informarse sobre el
quehacer societario.
Es evidente el interés del socio de obtener información sobre la sociedad en la que
ha realizado aportes, en la que tiene unas determinadas expectativas económicas
y respecto de la cual cuenta con una serie de derechos, entre ellos el de votar. No
obstante, debe tenerse en cuenta que la obtención de la información solicitada por
los socios tiene un valor, tanto desde la perspectiva del costo que implica su
producción y ordenamiento, como desde la relativa al valor intrínseco de esa
información, en aquellos casos en que está relacionada con asuntos de naturaleza
reservada.
Dado que el derecho de información se otorga como elemento instrumental para el
ejercicio de los restantes derechos del accionista, y particularmente su derecho de
voto, es comprensible la posición generalizada de que ese derecho debe ejercerse
teniendo en mira no solamente el interés individual sino también el interés social.
De allí se infiere la irrenunciabilidad de este derecho, con sujeción sin embargo a
los límites establecidos en previsión a los perjuicios que su irrestricto ejercicio
podría irrogar a la sociedad.
Por ello, sin perjuicio del reconocimiento del derecho del socio a ser informado
sobre las actividades y el patrimonio de la sociedad, la normativa societaria suele
establecer limitaciones en cuanto a tal derecho, fundamentalmente con el
propósito de evitar un ejercicio abusivo del mismo o que como consecuencia de tal
ejercicio, por tratarse de información secreta o reservada, pueda verse perjudicada
la sociedad por el indebido uso que se haga de la misma.
Cabanellas(35) cita como un ejemplo del ejercicio abusivo de este derecho, la
solicitud de un significativo número de documentos, cuyo suministro puede
suponer un importante costo a la sociedad, no obstante resultar en rigor esa
documentación innecesaria para la protección de los legítimos intereses del socio.
Señala que en esa hipótesis no existiría derecho, pues el mismo se estaría
ejerciendo fuera del marco del contrato de sociedad del que deriva. En todo caso,
indica, si la sociedad niega la información y el socio insiste, será a la justicia a la
que corresponda resolver la cuestión.
En cuanto al suministro de información reservada, se tendrá en cuenta que tal
información es de propiedad de la sociedad -que la que tiene ellegítimo derecho
para disponer de la misma- y que puede tener un importante valor para ella. El
suministro de esta información reservada o secreta supondría para la sociedad el
desprendimiento de una propiedad, esto es ir contra los principios básicos de la
estructura jurídica societaria. Todo ello sin perjuicio de que sea difícil concebir en
qué medida contar con esa información reservada o secreta pueda ser necesaria
al socio para el efectivo ejercicio de sus derechos.
El derecho de información está reconocido en nuestra LGS en sus artículos 130 y
224. El primero es el que señala que, desde el día de la convocatoria a junta
general, deben estar a disposición de los accionistas, en las oficinas de la
sociedad o en su lugar de celebración, todos los documentos, mociones y
proyectos relacionados con el objeto de la misma, pudiendo los accionistas
solicitar, antes o durante la celebración de la junta, que le sean facilitados los
informes o aclaraciones que estimen necesarios con relación a los asuntos
comprendidos en la convocatoria. Y el segundo es el que faculta a cualquier
accionista, a partir del día siguiente de la publicación de la convocatoria a junta
obligatoria anual, a solicitar que gratuitamente le sea facilitada copia de los
estados financieros que se someterán a su consideración.
El artículo 130 regula entonces este derecho desde dos vertientes: (a) que la
sociedad ponga a disposición del accionista todos los documentos, mociones y
proyectos relacionados con el objeto de la junta y (b) que la sociedad facilite al
accionista los informes o aclaraciones adicionales que éstos puedan solicitar con
anterioridad a la junta o durante su celebración. Enrique Elías(36), al comentar
este artículo, distingue que por documentos puede definirse a todo escrito, de
cualquier naturaleza, explicatorio o aclaratorio de uno o más puntos de la agenda;
que mociones son las propuestas de acuerdos que hayan sido sometidas a la
junta; y que son proyectos las memorias descriptivas, planos, explicaciones o
iniciativas que provengan de la sociedad, del directorio o de los propios
accionistas, que expliquen con mayor profundidad algún tema en concreto. Los
documentos, mociones y proyectos deben encontrarse a disposición de los
accionistas que deseen estudiarlos, sea en las oficinas de la sociedad o en el
lugar en el que se va a celebrar la junta. La obligación de la sociedad se
circunscribe a poner esa documentación a disposición de los accionistas, sin que
la ley establezca la obligación de que les proporcione copias de esos documentos.
Por consiguiente, la sociedad tendrá la potestad de entregar las copias solicitadas,
de hacerlo exigiendo el pago del costo de las copias, o de negarse a
proporcionarlas. Todo esto último excluyendo por cierto la documentación a la que
se refiere el artículo 224 de la LGS (balance, memoria, cuenta de ganancias y
pérdidas y propuesta de aplicación de las utilidades), que está obligada a
proporcionar.
El artículo 130 de la ley contiene una importante precisión relacionada al ejercicio
del derecho de información. Señala que los documentos deben estar a disposición
de los accionistas "durante el horario de oficina de la sociedad". Esta innovación,
con relación al texto de la ley anterior es una adecuada solución, en opinión de
Enrique Elías137J, para evitar la maniobra, muchas veces empleada en el pasado
consistente en apersonarse -en compañía de un notario- en horas de refrigerio o
en aquellas en las que la compañía ha concluido sus actividades, con la finalidad
de dejar constancia de no encontrarse los documentos a disposición de los
accionistas y demandar así la nulidad de la junta.
En cuanto a los informes o aclaraciones adicionales que puedan solicitar los
accionistas, tanto antes de la junta como durante ella, la ley obliga al directorio a
proporcionarlos, salvo que juzgue que el suministro de la información solicitada
pueda perjudicar el interés social. No obstante, no podrá negarse a facilitar los
informes o aclaraciones requeridos en caso de haber sido la solicitud formulada
por accionistas presentes en la junta que representen al menos el 25% de las
acciones suscritas con derecho a voto. Habidacuenta de que para este caso de
excepción la ley alude a "acciones presentes", queda claro que este derecho solo
podrá ejercitarse durante el desarrollo de la junta y no antes.
Derecho especial de información en el caso de las sociedades anónimas abiertas.-
El artículo 261 de la ley establece dos requisitos para el suministro de información
en este tipo de sociedades: que los accionistas que la soliciten representen
cuando menos el 5% del capital pagado y que la información solicitada no esté
referida a hechos reservados o que, de ser difundidos, puedan causar daño a la
sociedad. La exigencia en cuanto al número de accionistas se explica en razón a
evitar que la sociedad esté expuesta a una permanente investigación por parte de
sus numerosos accionistas, al margen de las dificultades de orden administrativo y
económico que conllevaría dar curso a las solicitudes individualmente planteadas
por un gran número de ellos. Con relación ala documentación reservada o
privilegiada que la sociedad pudiera negarse a proporcionar, los accionistas que
discrepen de tal determinación pueden recurrir a CONASEV, para que sea dicha
entidad la que dilucide la controversia. Sobre esta cuestión surge la duda respecto
a si resulta aplicable a este tipo de sociedades el segundo párrafo del artículo 130,
que la obligaría a suministrarla en tanto el pedido esté apoyado por accionistas
presentes en la junta que representen cuando menos el 25% de las acciones con
derecho de voto. Julio Salas, en una opinión que compartimos, entiende que el
artículo 261 regula un procedimiento de excepción, al cual no puede alcanzar la
regla general (la del artículo 130) y que, por consiguiente, será precisa la
intervención de CONASEV para determinar la procedencia del pedido, aun cuando
el mismo haya sido formulado por accionistas que representen al menos el 25%
de las acciones con derecho de voto presentes en la junta.
Derecho de información de los directores.- El artículo 173 de la LGS señala que
los directores tienen derecho a ser informados por la gerencia de todo lo
relacionado con la marcha de la sociedad, debiendo ejercerse este derecho en el
seno del directorio y de manera de que no afecte la gestión social.
- Acuerdos nulos por defecto de forma: los adoptados en una junta no convocada;
no convocada por los administradores; no convocada en la forma prevista por la
ley; constituida sin observar el quórum reglamentario; constituida con carácter
universal sin estar presentes la totalidad de los accionistas o no haber unanimidad
para su celebración; por ausencia de lista de asistentes; por haber sido uno o más
accionistas ilegítimamente privados de asistir a la junta; o por suprimirse
radicalmente el debate, privándose a los accionistas asistentes al ejercicio del
derecho de voz;
- Acuerdos nulos por defecto de fondo: por ser aprobados sin el número de votos
necesario, sea que se trate de acuerdos que requieran o no mayorías especiales;
cuando por efecto de un vicio sean invalidados votos que hayan sido decisivos
para formar la mayoría; los que vulneren un mandato legal; los contrarios a la
moral, al orden público o a las b.uenas costumbres; y los que violen los derechos
que la ley concede a los accionistas;
Nuestra LGS, como una modalidad del derecho de fiscalización que reconoce a
todo accionista (artículo 95.3), le concede el derecho a impugnar todos aquellos
acuerdos sociales "cuyo contenido sea contrario a esta ley, se oponga al estatuto
o al pacto social, o lesione, en beneficio directo o indirecto de uno o varios
accionistas, los intereses de la sociedad. Los acuerdos que incurran en causal de
anulabilidad... también serán impugnables..." (artículo 139).
Enrique Elías(39) ha definido a la impugnación como u...un derecho subjetivo,
propio del accionista en su calidad de tal y no vinculado a la protección de otros
accionistas, la sociedad o terceros. Este derecho se vincula con los
El derecho de preferencia evita la disminución del poder real de los socios dentro
de los órganos societarios. "Es el derecho de voto el que manifiesta de modo más
claro la degradación que sufre la participación social con la entrada de nuevos
accionistas: su influencia se ve debilitada y su peso en orden a la adopción de
acuerdos sociales decrece, pues basándose la formación de la voluntad social en
un estricto sistema de mayorías, la eficacia relativa del voto resulta aminorada al
incrementarse el número de los que concurren a formarla. Esta degradación solo
puede evitarse si el socio consigue aumentar el número de votos propios en la
misma proporción que aumenta el número total" (42).
La ampliación de capital repercutirá siempre de algún modo respecto de las
facultades del socio y, en ese sentido, el derecho de suscripción, como
mecanismo reintegradar de una posición bastante compleja en el plano jurídico, ha
de considerarse como una prerrogativa sustancial de la condición de accionista. Si
los socios suscriben el aumento de capital, la sociedad no se perjudica, pues
obtiene el capital requerido. Si los socios no ejercitan el derecho de preferencia, tal
derecho habrá dejado de tener relevancia y los nuevos accionistas se incorporarán
a la sociedad sin inconvenientes, o algunos de los antiguos accionistas
aumentarán proporcionalmente su participación, igualmente sin problemas.
El derecho de suscripción preferente es abstracto, ya que el nacimiento real de la
preferencia no se produce por una declaración de la ley, sino que requiere de la
adopción.de un acuerdo de aumento de capital y, más aún, que se trate de una
situación que esté comprendida dentro del ámbito de aplicación de la norma,
teniendo en cuenta casos de excepción como pueden ser la capitalización de
créditos o la conversión de obligaciones en acciones.
Nuestra LGS reconoce el derecho de suscripción preferente como uno de los
derechos fundamentales del accionista (art. 95.4), regulándolo en los artículos 207
Y 208. Circunscribe tal derecho, no obstante, a los casos de aumentos de capital
por nuevos aportes, no siendo de aplicación cuando se trata de la capitalización
de créditos o de la conversión de obligaciones en acciones.
Otros casos de excepción, en los que la LGS no reconoce el derecho de
suscripción preferente son los siguientes:
. Cuando el accionista se encuentre en mora en el pago de dividendos pasivos
(art. 207);
. Cuando la sociedad otorgue a terceros la opción de suscribir nuevas acciones en
determinados plazos (art. 103);
. Cuando así lo acuerde una sociedad anónima abierta con el voto favorable de no
menos del 40% de las acciones suscritas con derecho de voto (porcentaje éste
que podrá ser menor cuando las acciones por crearse sean objeto de oferta
pública) y siempre que el aumento de capital no esté destinado, directa o
indirectamente, a mejorar la posición accionaria de alguno de los accionistas (art.
257); y
6. El derecho de exclusión
l. GENERALIDADES
Las sociedades anónimas, como ficciones jurídicas creadas por el hombre para la
realización conjunta de actividades económicas, requieren necesariamente de la
intervención de órganos internos que coadyuven a la consecución de sus fines
sociales, permitiendo su actuación y representación frente a terceros, frente al
Estado y a sus propios accionistas, Rodrigo Uría, Aurelio Menéndez y Javier
García de Enterría refieren al respecto que el órgano de administración en las
sociedades anónimas, entendido como un órgano ejecutivo y representativo a la
vez, es necesario tanto para constituir a la sociedad como para su ulterior
funcionamiento; y debe ser permanente porque despliega una actividad gestora
dirigida a la consecución del objeto social, que no puede sufrir solución de
continuidad(1).
Órgano de
Propiedad DIRECTORIO Organización
Jurídica
GERENCIA
Órganos de
administración
y gestión
Del mismo modo, el artículo 155 de la ley establece en su primer párrafo que el
estatuto de la sociedad debe señalar o bien un número fijo o bien un número
máximo y mínimo de directores, lo cual constituye un importante cambio respecto
a la ley anterior, ya que actualmente resulta necesario precisar dicha situación en
el propio estatuto de la sociedad, y contemplar el mecanismo de determinación del
número de directores.
Debe resaltarse igualmente que la nueva ley, en la parte final del artículo 155,
precisa que el número mínimo de directores es tres, con lo cual se adopta una
posición firme al respecto, ya que por omisión de pronunciamiento de la ley
anterior se suscitaron en la práctica múltiples discusiones de carácter notarial y
registral, cuando algunas sociedades pretendían inscribir directorios conformados
por dos miembros manifestando que con ese número cumplían con la pluralidad
de miembros.
Dentro de esa tendencia, quienes son elegidos directores deben reunir los
requisitos y condiciones que garanticen que la integración del mencionado órgano
social se hará con profesionales de alto nivel, capacidad y experiencia reconocida.
Sin embargo, la ley permite que el propio estatuto de la sociedad contenga alguna
disposición que establezca como requisito indispensable para ser elegido director,
ser accionista de la sociedad, situación que básicamente se da en sociedades
anónimas familiares, impidiendo de esta manera que terceros no accionistas se
enteren del movimiento interno de la sociedad,
Los incapaces, para lo cual debemos remitimos necesariamente a las normas del
Código Civil para conocer quiénes tienen capacidad de ejercicio y quiénes son
incapaces.
. Los quebrados, debiéndose tener en cuenta al efecto que si bien actualmente
bajo el sistema concursal vigente una persona natural puede ser declarada en
quiebra, dicha situación viene a ser la última etapa de un proceso administrativo
que se inicia con la declaración de insolvencia y que eventualmente puede
culminar con la declaración y tramitación de la quiebra.
. Los que por razón de su cargo o funciones estén impedidos de ejercer el
comercio. Esta prohibición es absoluta y de carácter general, y se aplica a
cualquier sociedad anónima encontrándose vigente hasta la fecha las normas que
sobre este tema están incluidas en el Código de Comercio.
. Los funcionarios y servidores públicos que presten servicios en entidades
públicas cuyas funciones estuvieran directamente vinculadas al sector económico
en el que la sociedad desarrolla su actividad empresarial, salvo que representen la
participación del Estado en dichas sociedades. Es pertinente señalar sobre esta
causal que su redacción original ha sido modificada por la Ley N° 26981 del 11 de
marzo de 1998, habiéndose pretendido con el nuevo texto aclarar la redacción
original consiguiéndose un efecto contrario, ya que se ha incurrido en un serio
error conceptual, cuando se exceptúan de la incompatibilidad los casos en que las
personas naturales elegidas representen la participación del Estado en dichas
sociedades. En efecto, cuando una persona es elegida director por cualquiera de
las clases de acciones que lo hubiere elegido, se convierte en un director de la
sociedad debiéndose conducir con plena independencia de criterio y representar
únicamente los intereses de la sociedad y no los intereses de la clase de acciones
que lo eligió.
. Los que tengan pleito pendiente con la sociedad en calidad de demandantes o
estén sujetos a acción social de responsabilidad iniciada por la sociedad y los que
estén impedidos por mandato de una medida cautelar dictada por la autoridad
judicial o arbitral. Adviértase al respecto que los supuestos de esta causal son
específicos en el sentido
- de que-puntualiza que están incursos en ella quienes han demandado a la
sociedad por cualquier concepto, con lo cual de hecho tienen contraposición de
intereses, o quienes por haber sido directores o gerentes tienen en trámite una
acción de responsabilidad iniciada por la sociedad o quienes estén impedidos por
alguna medida cautelar.
. Los que sean directores, administradores, representantes legales o apoderados
de sociedades o socios de sociedades de personas que tuvieran en forma
permanente intereses opuestos a los de la sociedad o que personalmente tengan
con ella oposición permanente. Esta causal quiere decir de un lado que una
persona no puede ser director de sociedades competidoras o que tengan intereses
opuestos en forma permanente, y de otro, tampoco, cuando una persona tenga
cualquier tipo de conflicto de intereses de carácter personal con la sociedad.
En aquellos supuestos en los que alguna persona se encuentre en cualquiera de
las situaciones que constituyen los impedimentos anteriormente mencionados, se
encontrará ésta obviamente impedida de aceptar el cargo. Tratándose de
impedimentos sobrevinientes, es decir, si tales incompatibilidades e impedimentos
surgiesen luego de aceptado el cargo de director, el presentante incurso en dicha
causal deberá renunciar inmediatamente a SU! funciones, y en caso no se
cumpliese con tal deber, deberá responder por los daños y perjuicios que pudiere
causar a la sociedad.
Del mismo modo, en tales supuestos los directores respectivos podrán ser
removidos de inmediato por la junta general a solicitud de cualquier director o
accionista, y en caso no se concrete dicha reunión, le corresponderá., directorio
suspender al director incurso en el impedimento.
Ahora bien, en cuanto a la aptitud para el ejercicio del consejo, existen tipos
especiales de sociedades anónimas, en los que por la peculiaridad o
trascendencia de su objeto social, se imponen requisitos respecto del poder ser
designado en dicho cargo. Tal es el caso, por ejemplo, sociedades anónimas que
se encuentran bajo supervisión de la Superintendencia de Banca y Seguros, entre
ellas las entidades financieras y las del sistema asegurador, las mismas que
deben observar requisitos propios de sus actividades, y que requieren estándares
mínimos en cuanto a las cualidades de los integrantes de sus consejos
directivos(8).
A través de este sistema, que puede ser invocado por cualquier accionista que
cuente con el derecho a participar en la elección del consejo directivo(9), cada
acción da derecho a tantos votos como directores deben elegirse y cada votante
puede acumular sus votos a favor de una sola persona o distribuirlos entre varios
candidatos.
Según señaláramos líneas arriba, este sistema consagra una excepción a la regla
que constituye la ecuación fundamental de una sociedad típicamente de capitales,
como es la sociedad anónima, regla por la cual por cada acción se tiene derecho a
un voto.
En este caso, si por ejemplo hubiere que elegir nueve directores en total, por cada
acción se tendrán nueve votos, siendo en consecuencia un caso único y
excepcional de voto plural previsto en nuestra legislación societaria.
Con este sistema serán elegidos los directores que obtengan mayor número de
votos siguiendo el orden de éstos, y si dos o más personas obtienen igual cantidad
de votos y no todas pueden formar parte del directorio por no permitirlo el número
de vacantes fijada en el estatuto, se decidirá por sorteo cuál o cuáles de ellas
serán los nuevos miembros del directorio.
Del mismo modo, dicho procedimiento permite a las minorías unirse en grupos y
acumular sus votos a favor de una o más personas para alcanzar así, uno o más
puestos en el consejo directivo, con lo cual, si bien las minorías no podrán
alcanzar nunca la mayoría en el directorio dado que ello desnaturalizaría la
estructura funcional de la sociedad, les será posible nombrar representantes de su
confianza a través de los cuales fiscalizarán la marcha del directorio y de la propia
sociedad.
En cuanto a la renuncia voluntaria del director, al ser éste un acto unilateral que se
puede producir en cualquier momento y que incluso puede ser inmotivado, no
requerirá de aceptación por parte de la sociedad, para que ésta produzca efectos.
No obstante ello, deberá tenerse en cuenta en tales casos que, conforme lo
dispone el segundo párrafo del artículo 15 de la ley, a efectos de que se dé
publicidad a dicha dimisión, el ex director deberá procurar que la sociedad, por
intermedio de sus representantes o principalmente del gerente general, inscriba su
renuncia en el registro de la sociedad, y en el caso de que no lo hagan, contará
con el derecho expedito de iniciar el trámite de inscripción, presentando al registro
correspondiente una solicitud con firma notarialmente legalizada, acompañada de
una copia de la carta de renuncia que cuente con constancia notarial de remisión.
7. Clases de directores
8. Retribución .
Si bien la tradición generó una regla implícita a seguir, respecto del carácter
retributivo o remunerativo de las funciones del directorio, ya sea a través sumas
fijas o de dietas por cada sesión o con un porcentaje de las utilidades, la ley
anterior no establecía la obligación expresa de la sociedad de compensar a sus
directores por las labores desempeñadas, con lo cual quedaba a criterio de la
junta general ordinaria de accionistas fijar o no su retribución por cada ejercicio
económico.
Cabe señalar que acertadamente nuestra actual ley contempla una regla
equivalente a la de la junta universal de accionistas, establecida en el artículo
antes comentado. en virtud a la cual no será necesaria la convocatoria y se podrá
prescindir de ella, en aquellos casos en que se encuentren reunidos la totalidad de
miembros del directorio, acuerden por unanimidad sesionar, y establezcan los
asuntos que tratarán en dicha reunión.
Una interesante novedad que trae la nueva ley respecto a los acuerdos es que el
estatuto puede prever la realización de sesiones no presenciales a través de
medios escritos, electrónicos o de otra naturaleza que permitan la comunicación y
garanticen la autenticidad de la manifestación de voluntad de sus usuarios, como
por ejemplo el uso de facsímil. Sin embargo, cualquier director puede oponerse a
que se utilice este procedimiento, y exigir la realización de una sesión presencial.
1. Aspectos preliminares