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¡ESTÉN FIRMES!

CAPÍTULO SEIS
ENFRENTÁNDOSE A LO MALIGNO PERSONALMENTE

Jesús nos advirtió en Juan 8:44: “Cuando (el diablo) habla mentira, de
suyo habla; porque es mentiroso, y padre de mentira”.

Una autoridad rebelde está en control.

Originalmente Dios creó a Adán y su descendencia para gobernar


sobre la creación. Pero Adán cedió su posición de autoridad por medio
del pecado, y Satanás llegó a ser el poseedor rebelde de la autoridad a
la que se refirió Jesús como el “príncipe de este mundo” (Juan 12:31;
14:30; 16:11). Durante la tentación de Jesús, el diablo le ofreció “Todos los
reinos del mundo y la gloria de ellos” (Mateo 4:8), a cambio de que le
alabara. La declaración de Satanás de que la tierra “a mí ha sido
entregada, y a quien quiero la doy” (Lucas 4:6) no era mentira. Él tomó
la autoridad cuando Adán cedió el trono de dominio sobre la creación
de Dios en la caída. Satanás gobernó desde Adán hasta la cruz. La
muerte, resurrección y ascensión de Cristo aseguraron para siempre la
autoridad final de Cristo Mismo (Mateo 28:18). Esa autoridad se extendió
a todos los creyentes en la Gran Comisión para que podamos continuar
en Su trabajo de destruir las obras del diablo (1 Juan 3:8).

Todos nacimos espiritualmente muertos y sujetos al gobernador que


Pablo llamó: “El príncipe de la potestad del aire” (Efesios 2:2). Pero
cuando recibimos a Cristo, Dios “nos ha librado de la potestad de las
tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo” (Colosenses 1:13).
Nuestra ciudadanía cambió de la tierra al cielo (Filipenses 3:20). Satanás
es el gobernador de este mundo, pero ya no es nuestro gobernador,
porque Cristo es nuestro Gobernador.

No obstante, mientras vivamos en la tierra, seguimos en territorio de


Satanás. El intentará gobernar nuestras vidas al hacernos creer que
seguimos siendo de él. Como extranjeros en un reino hostil, necesitamos
protección de este tirano maligno, engañoso y cruel. Cristo no tan sólo a
provisto protección de Satanás y autoridad sobre él, sino que nos ha
equipado con el Espíritu de verdad, el Espíritu Santo que mora en
nosotros, para guiarnos en toda verdad y ayudarnos a discernir las
maquinaciones del maligno (Juan 16:13).

Aunque nuestro destino eterno es seguro y la armadura de Dios está


plenamente disponible, seguimos siendo vulnerables a las acusaciones,
tentaciones y engaños de Satanás. Si cedemos a las mismas, podemos
ser influenciados por los deseos de Satanás (Gálatas 5:1). Y si
permanecemos bajo su influencia por suficiente tiempo, podemos perder
el control. Sí, los creyentes pueden ser controlados por Satanás si no
están firmes en contra de él. Sin embargo, nunca peligra nuestra
salvación. Somos de Dios, y Satanás no puede tocar nuestra identidad
básica en Él. Pero mientras sigamos viviendo en la carne, podemos
permitir que nosotros mismos seamos blancos vulnerables ante sus dardos
de fuego.

Los poderes existentes


Satanás es un ser creado. No es omnipresente, omnisciente, ni
omnipotente. No puede estar por todos lados en el mundo tentando y
engañando a millones de personas al mismo tiempo. Lo logra por medio
de un ejército de emisarios (demonios, espíritus malignos, ángeles caídos,
etc.) quienes propagan su plan de rebelión alrededor del mundo.

Quizá la mejor descripción de las huestes espirituales que acosan al


pueblo de Dios se encuentra en Efesios 6:12: “Porque no tenemos lucha
contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades,
contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes
espirituales de maldad en las regiones celestes”.

La organización del satanismo es masiva y extremadamente


secreta, hay criadores (quienes tienen hijos específicamente para el
sacrificio o para desarrollar líderes) e infiltradores quienes están
comprometidos a infiltrarse y trastornar el ministerio cristiano.
“Mayor es el que está en vosotros, que el que está en el mundo” (1 Juan
4:4). Usted tiene autoridad sobre la actividad de Satanás y tiene la
armadura de Dios para protegerlo. Cuando Satanás le ataque, tiene que
fortalecerse “en el Señor, y en el poder de su fuerza” (Efesios 6:10).
Póngase conscientemente en las manos del Señor, resista a Satanás con
la Palabra hablada, y vuélvase a dormir. Usted sólo queda vulnerable
cuando anda por lo que ve en vez de por la fe; o cuando anda en la
carne en vez de en el Espíritu.

¿Qué debemos hacer en cuanto a la jerarquía de los poderes


demoníacos? ¡Nada! No debemos centrarnos en los demonios;
debemos estar centrados en Dios y en el ministerio. Debemos
fijar nuestros ojos en Jesús, predicar el Evangelio, amarnos los
unos a los otros, y ser embajadores de Dios en nuestro mundo
caído.

La personalidad de los demonios


La Biblia no intenta comprobar la existencia de los demonios como
tampoco trata de comprobar la existencia de Dios. Simplemente habla
de sus actividades como si los primeros lectores aceptaran su existencia.

Lucas 11:24-26 nos da un panorama provechoso en cuanto a la


personalidad e individualidad de los espíritus malignos. Después de que
Jesús echó al demonio que había hecho que el hombre fuera mudo, los
que se le oponían le acusaron de estar echando demonios por el poder
de “Beelzebú, príncipe de los demonios” (Lucas 11:15). Durante la
subsecuente discusión referente a los demonios, Jesús dijo: “Cuando el
espíritu inmundo sale del hombre, anda por lugares secos, buscando
reposo; y no hallándolo, dice: Volveré a mi casa de donde salí. Y cuando
llega, la halla barrida y adornada. Entonces va, y toma otros siete
espíritus peores que él; y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel
hombre viene a ser peor que el primero” (versículo 24-26).

Podemos entender varios puntos de información acerca de los


espíritus malignos en este pasaje.
1. Los demonios pueden existir fuera o dentro de los humanos. Los
demonios parecen ser espíritus que encuentran cierto tipo de
descanso en los seres orgánicos. Estos espíritus posiblemente tienen
derechos territoriales asociados con ciertos lugares geográficos que
se han marcado con propósitos satánicos.

2. Pueden viajar voluntariamente. Siendo entidades espirituales, los


demonios no están sujetos a las barreras del mundo natural. Las
paredes de su iglesia no establecen que es un santuario libre de la
influencia demoníaca; solo la oración y la autoridad espiritual
pueden lograr eso.

3. Se pueden comunicar. Se pueden comunicar el uno con el otro.


También pueden hablar con los humanos por medio de un sujeto
humano, así como lo hicieron con el endemoniado gadareno
(Mateo 8:28-34). Un grado menos de control incluye los que ponen
atención a los espíritus engañadores (1 Timoteo 4:1).

4. Cada uno tiene una identidad separada. Estamos tratando con


personalidades que razonan y no con fuerzas sin personalidad. Es
por eso que los métodos seculares de investigación no van a
revelar su existencia. La Revelación es nuestra única fuente
autoritaria en cuanto a la realidad y personalidad de los espíritus
malignos.

5. Tienen memoria y pueden hacer planes. El hecho de que pueden


salir de un lugar, regresar, recordar su estado anterior, y planear
volver a entrar acompañados de otros espíritus, muestra su
habilidad de pensar y planear.

6. Pueden evaluar y tomar decisiones. El hecho de que el espíritu malo


encontró a la persona “barrida y adornada” (versículo 25)
claramente indica que puede evaluar su posible víctima. Los
demonios logran el acceso a nuestras vidas a través de nuestros
puntos de vulnerabilidad. No nos debe importar lo que Satanás
piense en cuanto a nosotros, pero sí debemos vivir nuestras vidas de
tal manera que Dios se agrade (2 Corintios 5:9).
7. Pueden combinar sus fuerzas. En Lucas 11 el primer espíritu se unió
con un grupo de otros siete, haciendo que el estado postrero de la
víctima fuera peor que el primero. En el caso del endemoniado
gadareno, el número de demonios unidos para el mal era una
“legión” (Marcos 5:9).

8. Varían en grados de maldad. Jesús indicó una diferencia en la


maldad de los espíritus cuando dijo de uno: “Y les dijo: Este género
con nada puede salir, sino con oración y ayuno” (Marcos 9:29). El
concepto de variación en poder y maldad cabe dentro de la
jerarquía que menciona Pablo en Efesios 6:12.

Pero no tiene por qué temerle a Satanás y sus demonios mientras se


apoye en la verdad de Dios. Su única arma es el engaño. Si usted
continúa caminando en la luz, no necesita tener miedo de la
oscuridad.

Exponiéndose al peligro de la maldad

¿Cómo interfieren estos espíritus malignos en nuestras vidas?


Permítame contestar con una ilustración. Imagínese que está parado al
frente de una angosta pero larga calle, con casas de dos pisos
consecutivamente de cada lado. Al extremo de la calle está Jesucristo, y
su vida cristiana es el proceso para caminar por esa larga calle de la
madurez en El. No hay absolutamente nada en esa calle que le pueda
impedir alcanzar a Jesús. Así que, cuando recibe a Cristo, fija sus ojos en
El y empieza a caminar.

Pero como este mundo sigue bajo el dominio de Satanás, las casas
de cada lado de la calle están habitadas con seres que están decididos
a evitar que usted alcance su meta. No tienen poder ni autoridad de
impedir su camino ni tampoco de aminorar su paso, así que sacan
letreros de las ventanas para atraerlo, con la esperanza de distraer su
atención de la meta y trastornar su progreso.

Una de las maneras en que intenta distraerle es al decirle: “Oye,


¡mira aquí! Tengo algo que realmente deseas. Sabe rico, se siente bonito
y es mucho más divertido que ese andar aburrido por la calle. Entra y
verás”. Esa es la tentación, sugiriéndole a su mente maneras en que se
puede servir a sí mismo en vez de servir a Dios.

Al continuar en su andar hacia Cristo, también tendrá


pensamientos tales como: “Soy un tonto. Soy fea. Nunca lograré nada
para Dios”. Los emisarios de Satanás son especialistas en las acusaciones,
particularmente después de haberlo distraído por medio de la tentación.
Un momento; le dicen: “Prueba esto; no tiene nada de malo”. Y usted
cede, allí están ellos burlándose: “¿Ya viste lo que hiciste? ¿Cómo te
atreves a llamarte cristiano cuando te comportas así?” La acusación es
una de las armas principales de Satanás en su intento de distraerle de su
meta.

Otros comentarios que le lanzan mientras camina por esa calle son
éstos: “No necesitas ir a la iglesia hoy. No es tan importante orar y leer la
Biblia todos los días. Algunas de estas cosas de la Nueva Era, yoga,
metafisica, etc. no son tan malas”. Eso es engaño, y es el arma más sutil y
debilitante de Satanás. Frecuentemente escucharemos estos mensajes
en la primera persona del singular: “No necesito ir a la iglesia, orar, ni leer
mi Biblia”, etc. Satanás sabe que usted quedará engañado más
fácilmente si él puede hacerle creer que el pensamiento era suyo y no de
él.

¿Cuál es la meta del enemigo al hacer que sus demonios se burlen


de usted, le tienten, y le hagan preguntas desde las ventanas y puertas
que están en su camino? El desea que usted aminore su paso, se
detenga, se siente, y si es posible, abandone su viaje hacia Cristo. Desea
influenciarle para que dude de su habilidad de creer y servir a Dios.
Recuerde: El no tiene absolutamente nada de poder ni autoridad para
evitar que usted siga progresando constantemente en su andar hacia
Cristo. Y nunca más puede ser su amo y dueño, porque usted ha sido
redimido por Jesucristo y usted es de Él para siempre (1 Pedro 1:18,19).
Pero si puede hacer que usted escuche los pensamientos que implanta
en su mente, podrá influenciarlo. Y si usted le permite influenciarlo por
suficiente tiempo por medio de la tentación, acusación y engaño, podrá
controlarlo.
Niveles de ataduras

Hay varios niveles de libertad y ataduras: desde la altura del apóstol


Pablo, cuya vida y ministerio cristiano fueron ejemplares a pesar de su
batalla con el pecado y Satanás (Romanos 7:15-25; 2 Corintios 12:7-9);
hasta el nivel del endemoniado gadareno, quien estaba totalmente
controlado por los demonios (Mateo 8:28-34). Nadie pierde el control de
sí mismo en manos de Satanás de la noche a la mañana; es un proceso
gradual de engaño y de ceder a su influencia sutil.

En primer lugar, un creyente puede llevar una vida cristiana


bastante normal en el exterior mientras lucha con una lluvia continúa de
pensamientos pecaminosos en el interior: pensamientos inmorales,
envidia, avaricia, odio, apatía, etc. Esta persona básicamente no tiene
vida devocional. La oración es una experiencia de frustración para ella, y
generalmente lucha con las relaciones interpersonales. La mayoría de los
cristianos en esta condición no tiene idea de que está en medio de un
conflicto espiritual. No identificaría el concepto de escuchar voces, pero
confesaría rápidamente muchos problemas en sus pensamientos.

En vez de reconocer que sus mentes han sido atacadas con dardos
de fuego del enemigo, piensan que el problema es culpa de ellos. “Si
esos pensamientos tan malos son míos, ¿qué clase de persona soy yo?”
se preguntan. Así que terminan condenándose a sí mismos mientras que
el enemigo continúa su ataque sin ser detectado.

El segundo nivel de conflicto es caracterizado por los que pueden


distinguir entre sus propios pensamientos y “voces” extrañas y malignas
que parecen poder dominarlos. “¿Qué estoy pensando?” se preguntan
alarmados cuando una lluvia de ideas, pensamientos y fantasías
pecaminosas inunda sus mentes. No experimentan la vida victoriosa, y se
preguntan si se están volviendo locos, pero tienen tanto miedo de esta
posibilidad que no comparten con nadie. Sin embargo, la mayoría de los
cristianos en esta etapa tampoco ve su lucha como un conflicto
espiritual. Busca consejería e intenta disciplinar sus pensamientos, pero no
experimenta mucho mejoramiento.
La mayoría de estas personas está deprimida, preocupada,
paranoica, amargada o enojada, y quizá algunas hayan terminado
como víctimas del alcohol, las drogas o los males alimenticios, etc.

En el tercer nivel de conflicto, el individuo ha perdido control y


escucha voces en su mente que le dicen lo que debe pensar, decir y
hacer. Estas personas se quedan en casa, o vagan en las calles
hablando con personas imaginarias, o están internadas en instituciones
mentales o de rehabilitación.

Cuando un individuo cede a las voces internas por suficiente


tiempo, queda sujeto a la opresión severa por los poderes demoníacos
como está ejemplificado en el endemoniado gadareno. Los espíritus
malignos ejercen tánto control, que la personalidad del individuo se
puede pasar por alto por largos períodos de tiempo.

Simplemente diga: “NO”


Hay tres maneras de responder a las burlas que los demonios le lanzan
desde esas casas de dos pisos durante su andar diario con Cristo, y dos
de éstas son equivocadas.

● En primer lugar, las personas más derrotadas son las que consideran
los pensamientos demoníacos y los creen. Una idea sutil es lanzada
a su mente: “No oras, no lees tu Biblia ni testificas como debería ser.
¿Cómo puede amarte Dios?” Esa es una mentira descarada,
porque el amor de Dios es sin condiciones. Pero usted empieza a
pensar en sus fracasos y a acceder que probablemente no sea
muy fácil que Dios le ame. Pronto se queda sentado a la mitad de
la calle sin avanzar.

Estos cristianos están totalmente derrotados simplemente porque


han sido engañados y creen que Dios no les ama, o que nunca serán
cristianos victoriosos, o que son víctimas indefensas del pasado. No hay
motivo por el cual no se puedan parar de inmediato y empezar a
caminar de nuevo, pero como han creído la mentira, no pueden
avanzar.
● La segunda respuesta tampoco es productiva. Usted intenta discutir
con los demonios: “No soy un cualquiera ni tonto. Sí soy un cristiano
victorioso”. Usted se enorgullece al no creer lo que ellos dicen, pero
le siguen controlado al decidir su agenda. Usted se queda a la
mitad de la calle gritándoles, cuando debería seguir la marcha.

No debemos creer a los espíritus malignos, ni debemos dialogar con ellos.
Más bien, no debemos hacerles caso. Usted está equipado con la
armadura de Dios; no le pueden tocar a menos que usted deje de estar
en guardia. Con cada dardo de tentación, acusación o engaño que le
lancen, simplemente levante el escudo de la fe, desvíe el ataque y siga
caminando (Colosenses 2:6). Lleve todo pensamiento cautivo a la
obediencia a Cristo. ( 2ºCor 10:5 ) Escoja la verdad ante la presencia de
cada mentira. Al hacerlo, encontrará que su madurez y libertad
aumentarán con cada paso.

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