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En este texto, Freud propone cuatro factores decisivos para las posibilidades de

la terapia analítica, y explica cómo cada uno podría encajar mejor en una
dinámica donde el análisis sea terminable o interminable. Explica el primero,
diciendo que “La experiencia nos ha enseñado que la terapia psicoanalitica, o
sea, el librar a un ser humano de sus síntomas neuróticos, de sus inhibiciones y
anormalidades de carácter es un trabajo largo”. Pueden existir muchos casos
donde los pacientes que acudan a consulta atraviesen por su período terapéutico
por un plazo de meses, hasta un año, sin embargo, existen otros donde se puede
incluso estar hasta cinco años, con intermitencias, en un proceso terapéutico.

“(...) se puede estar seguro de que mientras una parte del material se vuelve
asequible bajo la compulsión de la amenaza, otra parte permanece retenida y
en cierto modo enterrada; así, se pierde para el empeño terapéutico”. Postula el
segundo factor por medio de un cuestionamiento. La pregunta que se hace
Freud es si es que el análisis termina como tal, o no, en algún momento
determinado. Postula que “primero hay que ponerse de acuerdo sobre lo que se
mienta con el multívoco giro final o término de un análisis (...) El análisis ha
terminado cuando analista y paciente ya no se encuentran en la sesión de
trabajo analítico”.

Podría ocurrir que un paciente no va más, por diferentes razones y dejan de


encontrarse ambos dos; pero también podría ocurrir que “algo caiga en el
paciente, y este pueda hacerse cargo de sí mismo”. Ahora bien, Freud propone
dos condiciones en las cuales se podría dar por finalizado el análisis: “la primera,
que el paciente ya no padezca a causa de sus síntomas y haya superado sus
angustias así como sus inhibiciones” es decir, que ya las expresiones sintomáticas
hayan remitido, donde el paciente está al tanto de la remisión y de lo que le
ocurría. “y la segunda, que el analista juzgue haber hecho consciente tanto de lo
reprimido, esclareciendo tanto de lo incomprensible, eliminando tanto de la
resistencia interior que ya no quepa temer que se repitan los procesos
patológicos en cuestión”, es decir, donde el terapeuta tenga la seguridad de que
el paciente sepa que si alguna repetición está por ocurrir, el paciente está claro de
que es una repetición y no es porque no haya quedado claro en la terapia.

Hay casos en los que ocurre que el síntoma remite, sin embargo, como en la
mayoría de las situaciones de la vida, los problemas externos que nos afectan
persisten. En este caso, el paciente ya “recuperado”, pasa a tener, en términos
Lacanianos una diferente “posición subjetiva”, donde logra identificar el
problema externo y no somatizar el mismo síntoma producto de ello. “No va a
cambiar la realidad ni el problema, pero lo mira de otra manera. Ya no lo afecta
hasta un punto en que le impida (vivir), o sea un punto de conflicto y haga
síntoma, o somatice o le pase nada”.

“El otro significado de término de un análisis es mucho más ambicioso. En


nombre de él se inquiere si se ha promovido el influjo sobre el paciente hasta un
punto en que la continuación del análisis no prometería ninguna ulterior
alteración” “Sería como llegar al punto de decir, “mira, está tan bien el paciente
que ya no hay en qué seguir trabajando”, y uno, afortunadamente, logra darse
cuenta de que esto pasa, que llega el momento y hay que ir haciendo la
despedida”.
“Vale decir, la pregunta es si mediante el análisis se podría alcanzar un nivel de
normalidad psíquica absoluta, al cual pudiera atribuirse además la capacidad
para mantenerse estable - por ejemplo, si se hubiera logrado resolver todas las
represiones sobrevenidas y llenar todas las lagunas del recuerdo.” Esta es una
pregunta que se plantea Freud; y dice que “sólo en el caso con predominio
traumático conseguirá el análisis aquello de que es magistralmente capaz:
merced al fortalecimiento del yo, sustituir la decisión deficiente que viene de
la edad temprana por una tramitación correcta” O sea, en esto, un análisis
habría sido entonces muy exitoso: se trabajó un trauma de la infancia, que haya
salido a la luz y haya caído la represión, haya incluso recordado correctamente
(aparte de los otros recuerdos que posiblemente se iban por otra vía: repetición),
hasta que se mostró una pieza por medio de decir algo, el paciente haya tenido
un lapsus, un acto fallido, un síntoma físico en el cual el terapeuta interviene y
justo viene un recuerdo de un trauma. Y cuando este recuerdo ya viene, entonces
ya salió a la luz, el cual, si bien deja secuelas, el paciente ya pudo hacerlo
consciente y por lo tanto lo puede reelaborar, es decir, no lo va a borrar, pero lo va
a mirar desde otro lugar. En esto podríamos decir que se hizo una tramitación
correcta o un análisis exitoso.
“Sólo en un caso así se puede hablar de un análisis terminado definitivamente
(...) Aquí el análisis ha hecho su menester y no necesita ser continuado. Si el
paciente así restablecido nunca vuelve a producir una perturbació que le
hiciere necesitar del análisis, uno en verdad no sabe cuánto de esta inmunidad
se debe al favor del destino, que quizá le ha ahorrado unas pruebas demasiado
severas”.

Con todo esto, Freud no quiere decir que uno se convierta en una persona
perfectamente estable y se haya recuperado de todo, sólo menciona el periodo
en que esto ocurre. El simple hecho de devenir consciente algo reprimido es
considerable como un éxito terapéutico puesto que hay una administración de la
problemática por parte del analizado. No quiere decir que no llore ni se aflija
cuando vuelva a recordar su situación, pero ya sabe como encaminarse para no
volver a atravesar por el mismo proceso que lo llevó a presentar el malestar en un
primer lugar. Las herramientas entonces ya se habrán entregado y uno espera
que el paciente no vuelva a caer en sus mismos malestares. Ahora bien, el
psicoanálisis por si solo nunca va a lograr curar cada una de las dolencias y
síntomas que una persona pueda presentar puesto que venimos conformados
desde el nacimiento con la pulsión de muerte y producto de que esta no es
nunca satisfecha (por definición), siempre caeremos en compulsiones de
repetición.

“La intensidad constitucional de las pulsiones y la alteración perjudicial del


yo adquirida en la lucha defensiva, en el sentido de un desquicio y una
limitación, son los factores desfavorables para el efecto del análisis y capaces de
prolongar su duración hasta lo inconcluible”. “Por ejemplo, hay pacientes que
son muy complicados porque tienen un nivel pulsional muy intenso. Tienen por
ejemplo altas cargas de agresividad, con desbordes impulsivos; sin embargo, de
esto último hay que tener en cuenta que ellos también deben hacerse cargo de
sus conductas, de ser adultos. Y si son niños, quizás apelar a medicación”.

Si esto no fuera el caso y no lo requiriera, pero constitucionalmente (entendiendo


que es lo que constituye, lo que forma fundamentalmente algo) el paciente fuera
una persona muy cerrada, o bien, sufrió de algún tipo de déficit en su proceso de
desarrollo, entonces muy probablemente necesiten de un análisis más largo.
El tercer factor es explicado como una separación determinante de todo lo
propuesto con anterioridad, al decir que “de los tres factores que hemos
reconocido como decisivos para las posibilidades de la terapia analítica - influjo
de traumas, intensidad constitucional de las pulsiones, alteración del yo - nos
interesa aquí solo (...) la intensidad constitucional de las pulsiones.” Y nos
interesa solo esta puesto que es a lo que apunta el análisis.
Entendemos que si el yo tiene alguna alteración es posible que requiera de
medicación, sin embargo, el trauma se puede trabajar y esto es muy exitoso
cuando se llega al nudo. En cambio, si las pulsiones por la forma en la que están
constituidas tienden a salir sin filtro, esto llega a ser muy complicado.

Freud se cuestiona “si es indispensable la limitación que introduce el atributo


«constitucional» (o «congénita»)” Cuando se refiere a constitucional hace alusión
a lo heredado, mientras que lo congénito es que uno lo haya desarrollado desde
el vientre, independiente de que los genes vengan impecables, por ejemplo, venir
con el cordón umbilical enredado en el cuello, una anoxia, etcétera.
“Por decisivo que sea desde todo comienzo el factor constitucional, es empero
concebible que un refuerzo pulsional sobrevenido más tarde en la vida
exteriorice los mismos efectos. Habría, pues, que modificar la fórmula:
intensidad pulsional «por el momento», en lugar de «constitucional». Aquí la idea
de Freud es referirse a los sujetos siendo algunos portadores de una intensidad
pulsional más fuerte que otros, que puede observarse en qué tan “efusivo” o
“inhibido” es un sujeto. Ahora, con respecto a lo mismo se entiende que lo
constitucional y lo hereditario es importante, sin embargo, no es algo
determinante o que vaya a condenar a que una persona sea de cierta manera
toda su vida. Freud no quiere atribuirle solamente a la genética la intensidad
pulsional, y es por esto que cambia el término desde constitucional hacia «por el
momento».

“¿Es posible tramitar de manera duradera y definitiva, mediante la terapia


analítica, un conflicto de la pulsión con el yo o una demanda pulsional
patógena dirigida al yo?” Debido a que la intensidad de la pulsión le gana a lo
que el yo pueda hacer, Freud escribe que “justamente de ella (intensidad
pulsional) depende el desenlace”.
Con respecto a todo esto, lo importante es entender que “todas las represiones
acontecen en la primera infancia; son unas medidas de defensa primitivas del
yo inmaduro, endeble. En años posteriores no se consuman represiones
nuevas, pero son conservadas las antiguas, y el yo recurre en vasta medida a
sus servicios para gobernar las pulsiones” En este sentido, a medida en que uno
crece, las únicas represiones que se hicieron, fueron en el periodo de primera
infancia y éstas se mantienen. No se producen otras nuevas, sin embargo, para
levantar defensas, el yo recurre a estas mismas con el fin de no desbordarse
pulsionalmente en su principio de realidad.

Si hay una intensidad pulsional que uno trae consigo desde pequeño, el yo – al ser
algo que se forma a medida que crecemos, según el psicoanálisis – va
adquiriendo herramientas hasta el momento en que reprime. Con la castración
está la represión originaria, pero luego de estas aparecen las represiones
secundarias, que sirven para calmar lo pulsional. Es el modo defensivo del
neurótico y su resultado aparece a lo largo de nuestra vida (en otras expresiones).
Si una represión logra dominar el impulso del ello, entonces funciona
correctamente; si esto no ocurre con esa facilidad, puede trabajarse por medio de
la construcción del análisis.

“Acerca de las represiones infantiles, acaso valga lo que hemos sostenido con
carácter universal, a saber: que dependen enteramente de la proporción
relativa entre las fuerzas y no son capaces de sostenerse frente a un
acrecentamiento de la intensidad de las pulsiones”. Las primeras serán
universales siempre y cuando el sujeto sea neurótico, y de repente pueden ser
estas tan intensas que ni siquiera el yo sea capaz de dominarlas.
Por ejemplo, hay sujetos en los que su pulsión es tan fuerte que sienten la
necesidad de cortarse, o bien, se provoca en ellos una ideación suicida intensa y el
yo no tiene las herramientas para enfrentar la insistencia del ello. Por eso es que
Freud dice que, de todos los factores a tratar en el análisis, el más complejo es el
de la intensidad de las pulsiones, que es por lo general lo que aparece en los
motivos de consulta.

“Y bien, el análisis hace que el yo, madurado y fortalecido, emprenda una


revisión de estas antiguas represiones; algunas serán liquidadas y otras
reconocidas, pero a estas se las edificará de nuevo sobre un material más
sólido.” Esto sería lo que tuviera que ocurrir para que aparezcan “diques de
contención”, es decir, una barrera, un obstáculo que proteja al yo. Así, al aparecer
nuevamente las pulsiones, estos diques “no cederán tan fácil a la pleamar del
acrecentamiento de las funciones” y estas, en su expresión y represión, se
rectificarían posteriormente {nachträglich} “lo cual (…) sería entonces la
operación genuina de la terapia analítica”.

La profesora pone un ejemplo de esto, de un niño de 8 años a quien en sesión se


le “escapa” que el papá lo golpeaba. (Se destapó algo que el yo no quería decir,
puesto que el mensaje era parte de su núcleo conflictivo que el yo defendía por
medio de la represión). La profesora indaga respecto a cuál fue la razón por la que
apareció “el papá que pega” en los textos del paciente. Le comentaba que los
golpes eran con la correa, y que podían ser tan fuertes que luego no podía ir al
colegio puesto que le quedaban marcas (en este caso, el desborde de la
intensidad pulsional del padre era inmenso). “¿Qué haces tú cuando tu papá te
está pegando?” “Me pongo así como que no me pasa nada, que me pegue no
más, como que me da lo mismo”. “¿No lloras, corres, le pides que no te pegue?”
“No, me quedo así no más”. La profesora destaca que el paciente lograba
controlar la intensidad de sus pulsiones incluso frente a las de su padre, siendo el
un menor. El niño pensaba que frente a la indiferencia que el sostenía, su padre
se enojaba el doble y le pegaba más. La profesora evaluó psicométricamente al
niño y tuvo posteriormente la entrevista con los padres. En esta, le comenta a los
papás que “había aparecido en el test” la secuela de que el niño habría sido
golpeado, y se entera también de que esto era un secreto que la madre tenía
guardado igualmente. Ante esto, el padre se pone a llorar y reconoce lo que hacía,
la madre lo ratifica y luego la profesora intercede con preguntas abiertas
(recuerden siempre las preguntas abiertas). Les cuestiona, “¿Porqué traen
entonces al niño a terapia, siendo el un niño con buenas notas? (El motivo de
consulta inicial era que el niño mentía)”. Ante eso, el papá logró decir: “Está claro
que acá el problema soy yo”, a lo que la profesora responde “¿Qué pasará
entonces?, ¿le va a seguir pegando?”, “No lo sé”, “Entonces yo procederé a hacer
la denuncia en carabineros, y la haré hoy”. El padre dice, “No, yo quiero que tú me
atiendas a mí entonces”, y pidió ayuda. Finalmente, la profesora terminó tratando
al papá y el caballero pudo hacerse cargo, por medio del trabajo analítico
(controlar el goce que se producía en satisfacer su intensidad pulsional por medio
de los golpes al niño) y con ayuda del psiquiatra (por diagnóstico de descontrol de
impulsos), de su agresividad.

La historia se resuelve en que la profesora no fue a hacer la denuncia puesto que,


al haber tomado el rol de autoridad y avisar al padre respecto de cómo se actuaría
si el siguiera maltratando a su hijo, el hombre cambió y decidió trabajar su propio
proceso, entendiendo cuáles eran los nudos que provocaron que el fuese así. A
pesar de ver al niño veces después en sesión, se confirmó que el padre cambió y
ya no golpeaba al niño, sin embargo, para el niño esas vivencias constituyeron su
propio trauma a trabajar, y luego, cada vez que el niño (ya adolescente) pasaba
por instancias donde requería de protección, tomaba una posición de
indiferencia, como lo hacía cuando el padre le golpeaba (recordar, repetir,
reelaborar).

Con respecto a esto, se puede enlazar en la forma que termina la clase, cuando
Freud explica que: “las dos cuestiones subsiguientes — si durante el
tratamiento de un conflicto pulsional uno puede proteger al paciente de
conflictos futuros, y si es realizable y acorde al fin despertar con fines
profilácticos un conflicto pulsional no manifiesto por el momento— deben
tratarse juntas, pues es evidente que la primera tarea sólo se puede
solucionar si se resuelve la segunda, vale decir, si uno muda en conflicto
actual, y somete a su influjo, el conflicto posible en el futuro.”

Así, “si antes se trataba de prevenir el mismo conflicto, ahora se trata de su


posible sustitución por otro”, y finalmente “si un conflicto pulsional no es actual
(es decir), no se exterioriza, es imposible influir sobre él mediante el análisis”.
“Reflexionemos sobre los medios que poseemos para volver actual un conflicto
pulsional latente por el momento (…): producir situaciones donde devenga
actual, o conformarse con hablar de él en el análisis, señalar su posibilidad”.

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