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Análisis Terminable e Interminable
Análisis Terminable e Interminable
la terapia analítica, y explica cómo cada uno podría encajar mejor en una
dinámica donde el análisis sea terminable o interminable. Explica el primero,
diciendo que “La experiencia nos ha enseñado que la terapia psicoanalitica, o
sea, el librar a un ser humano de sus síntomas neuróticos, de sus inhibiciones y
anormalidades de carácter es un trabajo largo”. Pueden existir muchos casos
donde los pacientes que acudan a consulta atraviesen por su período terapéutico
por un plazo de meses, hasta un año, sin embargo, existen otros donde se puede
incluso estar hasta cinco años, con intermitencias, en un proceso terapéutico.
“(...) se puede estar seguro de que mientras una parte del material se vuelve
asequible bajo la compulsión de la amenaza, otra parte permanece retenida y
en cierto modo enterrada; así, se pierde para el empeño terapéutico”. Postula el
segundo factor por medio de un cuestionamiento. La pregunta que se hace
Freud es si es que el análisis termina como tal, o no, en algún momento
determinado. Postula que “primero hay que ponerse de acuerdo sobre lo que se
mienta con el multívoco giro final o término de un análisis (...) El análisis ha
terminado cuando analista y paciente ya no se encuentran en la sesión de
trabajo analítico”.
Hay casos en los que ocurre que el síntoma remite, sin embargo, como en la
mayoría de las situaciones de la vida, los problemas externos que nos afectan
persisten. En este caso, el paciente ya “recuperado”, pasa a tener, en términos
Lacanianos una diferente “posición subjetiva”, donde logra identificar el
problema externo y no somatizar el mismo síntoma producto de ello. “No va a
cambiar la realidad ni el problema, pero lo mira de otra manera. Ya no lo afecta
hasta un punto en que le impida (vivir), o sea un punto de conflicto y haga
síntoma, o somatice o le pase nada”.
Con todo esto, Freud no quiere decir que uno se convierta en una persona
perfectamente estable y se haya recuperado de todo, sólo menciona el periodo
en que esto ocurre. El simple hecho de devenir consciente algo reprimido es
considerable como un éxito terapéutico puesto que hay una administración de la
problemática por parte del analizado. No quiere decir que no llore ni se aflija
cuando vuelva a recordar su situación, pero ya sabe como encaminarse para no
volver a atravesar por el mismo proceso que lo llevó a presentar el malestar en un
primer lugar. Las herramientas entonces ya se habrán entregado y uno espera
que el paciente no vuelva a caer en sus mismos malestares. Ahora bien, el
psicoanálisis por si solo nunca va a lograr curar cada una de las dolencias y
síntomas que una persona pueda presentar puesto que venimos conformados
desde el nacimiento con la pulsión de muerte y producto de que esta no es
nunca satisfecha (por definición), siempre caeremos en compulsiones de
repetición.
Si hay una intensidad pulsional que uno trae consigo desde pequeño, el yo – al ser
algo que se forma a medida que crecemos, según el psicoanálisis – va
adquiriendo herramientas hasta el momento en que reprime. Con la castración
está la represión originaria, pero luego de estas aparecen las represiones
secundarias, que sirven para calmar lo pulsional. Es el modo defensivo del
neurótico y su resultado aparece a lo largo de nuestra vida (en otras expresiones).
Si una represión logra dominar el impulso del ello, entonces funciona
correctamente; si esto no ocurre con esa facilidad, puede trabajarse por medio de
la construcción del análisis.
“Acerca de las represiones infantiles, acaso valga lo que hemos sostenido con
carácter universal, a saber: que dependen enteramente de la proporción
relativa entre las fuerzas y no son capaces de sostenerse frente a un
acrecentamiento de la intensidad de las pulsiones”. Las primeras serán
universales siempre y cuando el sujeto sea neurótico, y de repente pueden ser
estas tan intensas que ni siquiera el yo sea capaz de dominarlas.
Por ejemplo, hay sujetos en los que su pulsión es tan fuerte que sienten la
necesidad de cortarse, o bien, se provoca en ellos una ideación suicida intensa y el
yo no tiene las herramientas para enfrentar la insistencia del ello. Por eso es que
Freud dice que, de todos los factores a tratar en el análisis, el más complejo es el
de la intensidad de las pulsiones, que es por lo general lo que aparece en los
motivos de consulta.
Con respecto a esto, se puede enlazar en la forma que termina la clase, cuando
Freud explica que: “las dos cuestiones subsiguientes — si durante el
tratamiento de un conflicto pulsional uno puede proteger al paciente de
conflictos futuros, y si es realizable y acorde al fin despertar con fines
profilácticos un conflicto pulsional no manifiesto por el momento— deben
tratarse juntas, pues es evidente que la primera tarea sólo se puede
solucionar si se resuelve la segunda, vale decir, si uno muda en conflicto
actual, y somete a su influjo, el conflicto posible en el futuro.”