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Carnoy - El Estado y la teoría política

El Estado dependiente
El Estado en las sociedades capitalistas menos industrializadas generalmente no es
caracterizado por una democracia parlamentaria. ¿Esto es resultado de rezagados elementos
feudales en las economías de bajos ingresos? ¿Es una condición temporal asociada a fases
particulares del desarrollo capitalista? La idea de unos “rezagos” fue central en la teoría pluralista
de posguerra que argüía, a la manera de Schumpeter (1951), que cuando las sociedades de
bajos ingresos se volvieran más capitalistas (modernas) y menos tradicionales, se volverían
más democráticas. La creciente penetración del capitalismo y el sistema de libre empresa,
decían los pluralistas, destruye las instituciones políticas autoritarias congruentes con una
economía feudal. Al no materializarse esta predicción el modelo pluralista ha sido abandonado por
los propios pluralistas a favor de ideas más “pragmáticas”.

El debate marxista sobre el Estado en los países de bajos ingresos también es reciente y depende de
cuestiones que tienen un largo historial, como el colonialismo, el imperialismo y la dependencia. En
sus escritos, Marx adoptó dos visiones del colonialismo, una de ellas con respecto a la India, donde
consideró que el capitalismo británico era una fuerza positiva para el cambio, y la segunda, con
respecto a Irlanda, donde él y Engels consideraron destructivo al mismo capitalismo. Lenin y Mao
desarrollaron teorías que reforzaron esta segunda opinión y desde entonces la teoría de la
dependencia ha elevado esta idea a su preeminencia. En armonía con la teoría marxista ortodoxa
del Estado, ninguna de las anteriores contribuciones teóricas considera la democracia burguesa
como objetivo importante en sí mismo. Sin embargo, la propia teoría de la dependencia se
encuentra hoy en flujo, y las propias teorías del Estado en las sociedades en vías de industrialización
forman parte de la actual discusión marxista sobre el desarrollo capitalista en estas sociedades. El
capítulo se concentra en el debate marxista acerca del Estado en dichas sociedades y sobre cómo tal
Estado es inherentemente distinto o no es diferente de los Estados capitalistas avanzados.

Antecedentes
Los escritos de Marx sobre el colonialismo están en su mayoría limitados a la India y a Irlanda, y sus
opiniones sobre ambas difieren considerablemente. Un factor común en todas las formas en
que contempló la sociedad asiática fue su idea del estancamiento y la inmutabilidad que era
incapaz de cambio desde dentro. Esta idea llevó a Marx a sus conclusiones sobre el papel del
colonialismo en la India. Fue esta característica la que le movió a argüir que el colonialismo
desempeñó un papel revolucionario en la sociedad asiática. Marx pensó que el régimen
británico, al destruir esta sociedad estancada, había creado posibilidades de cambio y
desarrollo. La temprana mala interpretación dada por Marx a la situación india y el impacto que el
colonialismo británico tendría sobre ella se basaron en sus incorrectas suposiciones acerca de
la inmutabilidad de la sociedad asiática y la trasposición del capitalismo británico a dicha sociedad.
No entraron tales engaños en su análisis –y el de Engels– acerca del gobierno británico en
Irlanda. Allí, claramente reconocieron el carácter colonial de la sociedad y la economía
irlandesas. Vieron que el colonialismo mantenía en el subdesarrollo a la economía irlandesa y
que esta relación servía a la burguesía británica al enfrentar a los irlandeses contra los
trabajadores británicos.
Lenin habla de imperialismo
Lenin estuvo menos interesado en la situación de las colonias que en las condiciones económicas
conducentes a una expansión del capitalismo a partir de las economías capitalistas
industrializadas, en un sistema mundial. Afirmó que el imperialismo es un estadio necesario
del capitalismo: de hecho, que es la extensión lógica del capitalismo. Lenin no limita su
explicación de la expansión del capitalismo en los países atrasados a la tasa decreciente de
ganancia en las economías avanzadas. El imperialismo se esfuerza por anexarse no sólo territorios
agrarios, sino hasta regiones industrializadas. Un rasgo esencial del imperialismo es la rivalidad entre
las potencias capitalistas en su afán de hegemonía, es decir, por la conquista de territorios, no tanto
directamente para sí mismos cuanto para debilitar al adversario y así socavar su hegemonía.

La crítica a la teoría leninista del imperialismo ha procedido de dos fuentes. Schumpeter introdujo
el concepto de “impulsos atávicos”, arguyendo que la explicación del imperialismo en el
período capitalista no se encuentra en la esfera económica, sino en las fuerzas psicológicas residuo
de pasadas estructuras sociales y económicas. Neomarxistas como Warren resucitan la visión
de la India de Marx, según la cual la intervención capitalista en el mundo menos desarrollado
es una fuerza positiva: el capitalismo es el modo más eficiente de desarrollar las fuerzas de
producción y la conciencia del trabajador, necesarias para la transición al socialismo. La obra de
Lenin, según Warren, es históricamente imprecisa cuando afirma que el capitalismo
monopolista estaba estancándose en los países industrializados y, por tanto, había de buscar
ganancias en otras partes.

Mao y la revolución china Mao


fue miembro y luego dirigente de un Partido Comunista organizado para establecer su
hegemonía sobre una economía colonizada. Es este contexto de la Revolución china el que le dio
su carácter particular y que la ha hecho especialmente aplicable a las revoluciones en otras
sociedades dependientes. La teoría revolucionaria de Mao fue fundamentalmente nacionalista
y antiimperialista. El débil Estado chino de Chiang Kai-Shek, víctima de luchas internas y
dominado por intereses económicos extranjeros, ciertamente era un enemigo de la Revolución,
más para Mao el principal enemigo era el imperialismo. Una vez que los japoneses invadieron, ese
enemigo cristalizó en forma de tropas extranjeras; la lucha revolucionaria nacionalista se volvió una
guerra antiimperialista guiada en ciertas zonas geográficas por ejércitos revolucionarios. Las
condiciones que había en la China colonizada, invadida por Japón, continuaban dictando que la
liberación nacional y no la liberación social había de ser la principal meta revolucionaria. La
desviación más importante de los lemas leninista-estalinistas fue originada por el propio Mao y
otorgó a la Revolución china su carácter especial.

Aunque Lenin había identificado al campesinado en los países subdesarrollados asiáticos como una
fuerza principal de la Revolución, también había argüido que el proletariado se encargaría de guiar a
las masas rurales. Pero a comienzos de 1927 Mao atribuyó a los campesinos la capacidad de
encabezar la Revolución. El desarrollo de un ejército campesino revolucionario en el núcleo de las
fuerzas antiimperialistas fue por necesidad aceptado por un débil Estado nacional amenazado de
aniquilación por una potencia extranjera militarmente superior. Fue esta aceptación la que –después
de la derrota japonesa– condujo al derrocamiento del Estado mismo por las fuerzas comunistas
mejor organizadas, y con base en las masas.
Los modelos del sistema mundial y el Estado dependiente
La visión del sistema mundial, como fue expuesta por Frank, Amin y Wallerstein considera el
desarrollo del capitalismo del Tercer Mundo en términos de las principales contradicciones internas
que caracterizan sus modos de producción como parte del desarrollo de la producción mundial. ¿Por
qué se desarrollaron de manera diferente distintas regiones? Según Frank, porque los recursos
disponibles en las regiones eran distintos. El valor de las riquezas, ante todo, está determinado por
la economía de la metrópoli, y la presencia de riquezas valuadas por las metrópolis determina
cómo las sociedades colonizadas por ellas se desarrollan (subdesarrollan). Las riquezas
determinan la estructura social y las relaciones de producción (modo de explotación). Las riquezas
también determinaron la relación colonial con la metrópoli. El elemento que hizo posible desarrollar
esta relación como lo hizo es el poder militar de la metrópoli: tal poder impuso a la colonia
el modo de producción que convenía a la acumulación metropolitana de capitales.

En años recientes, cuando las condiciones de la metrópoli lo exigen, se crea una nueva división
internacional del trabajo que requiere el desarrollo industrial en el Tercer Mundo: la
sustitución de ciertos tipos de importaciones por otros, de acuerdo con el reemplazo de
exportaciones de bienes de consumo por exportaciones de bienes de producción y tecnología en las
economías metropolitanas. El punto crucial de Frank (y de Amin) es que el desarrollo industrial de
sustitución de importaciones en el Tercer Mundo no crea un mercado “interno” como se
creó un siglo antes en Europa y en Estados Unidos, porque en lugar de conducir a un aumento de
los salarios, este desarrollo capitalista dependiente, aún depende de la explotación de materias
primas por mineros y agricultores superexplotados, y de manufacturas de consumo
producidas por obreros industriales superexplotados. Según Frank, las metrópolis imperialistas
son aquellas que desarrollan esta división internacional del trabajo y de ella acumulan
capitales. Al ocurrir cambios tecnológicos y cambios en la organización de la expansión
capitalista, se asignan tareas cambiantes a los países subdesarrollados en esa división internacional
del trabajo y en el proceso de acumulación de capitales.

Aunque la concepción que tiene Amin del subdesarrollo en el sistema mundial sea similar a
la de Frank, también contiene diferencias importantes. Amin afirma que fueron los movimientos
de liberación antiimperialista de la periferia los que causaron la transformación en el imperialismo,
de la explotación del trabajo primario de producción a una diferente división mundial del
trabajo donde la industrialización pudo empezar en el Tercer Mundo. ¿Cuál es la naturaleza del
Estado periférico en esta visión de la dependencia? El Estado en las economías del Tercer Mundo es
esencial para la administración del papel dependiente de estas economías en la división
internacional del trabajo y el proceso capitalista mundial de acumulación de capitales. ¿Es éste un
Estado “débil” o uno “fuerte”? Frank y Amin convienen con la afirmación de que la burguesía local
en las economías del Tercer Mundo es relativamente débil y que el Estado dependiente es
relativamente fuerte y autónomo con respecto a su burguesía local.

La debilidad misma de la burguesía local con relación a la imperialista le mueve a tratar de fortalecer
su Estado nacional como parte del proceso de negociación entre burguesías locales e imperiales.
Para Frank, el papel del Estado periférico en este período consiste en aumentar el acceso a
los recursos domésticos para el capital metropolitano, movilizando fondos públicos para
inversiones en la infraestructura, y reformando la estructura social y económica de modo que haya
cada vez mayor mano de obra disponible para producir artículos de exportación. Esta idea del Estado
parece determinista, pero Frank no cae en la trampa de afirmar que el Estado periférico no es
más que la administración del Estado imperialista dominante. Reconoce que existen
diferencias entre el grado en que la burguesía de un país entrega sus recursos a la metrópoli. El
Estado dependiente, según Frank y otros analistas del sistema mundial, es diferente de los Estados
metropolitanos porque está organizado en parte considerable para satisfacer las necesidades de una
poderosa burguesía internacional y porque las burguesías locales son relativamente débiles. Es
inherentemente menos democrático porque es mucho más difícil para las burguesías del Tercer
Mundo establecer su hegemonía y, por tanto, para los regímenes democráticos burgueses ser
legítimos.

La dependencia histórico-estructural
La teoría de la dependencia de Cardoso y Faletto conduce a una visión del Estado dependiente que
lo coloca más en el contexto de la lucha de clases local. Por ello, los movimientos populares
desempeñan un papel más importante en la forma de tal Estado, ya que puede haber un rápido y
sostenido desarrollo económico local aún con la importante influencia de capital extranjero; y la
tendencia del Estado, en el largo plazo, es hacia la forma democrática. Cardoso y Faletto desarrollan
un enfoque a la condición de sociedades periféricas que ellos llaman histórico-estructural: “Subraya
no sólo el condicionamiento estructural de la vida social, sino también la transformación histórica
de estructuras por medio de conflicto, movimientos sociales y lucha de clases”. En contraste
con Frank, quien señala los mecanismos estructurales autoperpetuadores de dependencia, o en
contraste con Amin, quien introduce en estos mecanismos estructurales unas posibilidades
generales de resistencia antiimperialista y la reconstrucción, Cardoso y Faletto arguyen que la
expansión del capitalismo en diferentes países no tuvo la misma historia o las mismas
consecuencias.

Las diferencias están arraigadas no sólo en los recursos naturales disponibles y tampoco en el
diferente período de expansión en que las economías fueron incorporadas al sistema internacional.
Más bien, las diferentes historias son resultado de las diferentes instancias históricas “en que
sectores de clases locales se aliaron o chocaron con intereses extranjeros, organizaron diferentes
formas de Estado, sostuvieron ideologías distintas o trataron de aplicar varias políticas o definieron
diversas estrategias para hacer frente a los desafíos imperialistas”. Para ellos el sistema de
dominación reaparece como fuerza interna, por medio de las prácticas sociales de grupos locales
que imponen intereses extranjeros. Este enfoque en las relaciones sociales y no en los
epifenómenos generales coloca la periferia en el mismo nivel materialista-histórico que las
metrópolis. Reconoce que ocurrieron luchas sociales en la periferia y que estas luchas fueron
importantes, a la vez, para el proceso de desarrollo capitalista allí, como para el desarrollo del
capitalismo mundial. Esto coloca al Estado dependiente en el centro del escenario no sólo
como el mecanismo burgués para apropiarse recursos locales con objeto de exportar
capitales, sino también como mecanismo de consolidación y reproducción de la hegemonía
burguesa.

Con la crisis del capitalismo mundial en 1929, el Estado periférico intervino para fijar tarifas
protectoras, para transferir ingresos del sector exportador al sector doméstico, y para crear la
infraestructura necesaria para apoyar la industria de sustitución de importaciones. Cardoso y
Faletto consideran este cambio como la formación de nuevas alianzas. En cada caso fue diferente la
respuesta a la Gran Depresión. El Estado dependiente aparece en este contexto como lucha de
clases condicionada: condicionada por crisis y desarrollos del sistema mundial y por el papel de
los sectores de exportación en la economía nacional. Este Estado es el principal responsable de
organizar el mercado interno y la acumulación local de capital basado, en gran parte, en ingresos de
las industrias exportadoras.
El movimiento de industrialización, a su vez, creó movimientos de población hacia las
ciudades y sociedades urbanas en masas, compuestas por un proletariado asalariado y por un
sector popular no asalariado. Las diferentes alianzas de grupos dominantes en el Estado hubieron de
enfrentarse a esta creciente masa urbana para llevar adelante el proceso de industrialización. Los
rasgos distintivos (en el período posterior a 1929) de las políticas de industrialización en cada caso
dependieron de cómo se reconciliaran los papeles del Estado y la burguesía industrial. Según
Cardoso y Faletto, el Estado como distribuidor e inversionista desempeñó un papel muy similar al
de los países avanzados, pero todo esto dentro de los límites de una continuada
dependencia de exportaciones y la dificultad de una sostenida incorporación económica y política
del pueblo.

El nuevo autoritarismo en América Latina


La primera fase de industrialización sustitutiva en América Latina requirió participación y control del
Estado, pero se baso en gran medida en la acumulación interna. Durante los años cincuenta esto
empezó a cambiar con la búsqueda de nuevos mercados por el capital industrial extranjero. El
capital metropolitano estaba intentando extender su producción, aumentando la extensión de su
mercado, básicamente para bienes de producción en el propio Tercer Mundo. La nueva
industrialización se concentró en la industria que producía para el consumo interno,
particularmente artículos de producción y artículos de consumo duradero. La nueva
industrialización generó una presión popular para aumentar el gasto social y dar una mayor
participación política a las masas.

Durante los años cincuenta y los sesenta, la nueva industrialización fue acompañada por la
activación política de sectores antes marginados. Y sin embargo, en poco más de una década (1964-
1976), cierto número de regímenes democráticos de América Latina cayeron ante golpes militares
que fueron distintos del anterior tipo de caudillo (dictador militar) y que no correspondieron a las
dictaduras “políticas” fascistas de los años veinte y treinta. Estos golpes más recientes representaron
un terrorismo tecnocrático que intentaba despolitizar a la sociedad en nombre de la eficiencia
económica, la nación y el orden social. Dos concepciones del 4 Estado dependiente surgieron para
explicar su naturaleza no democrática y su creciente intervención en la economía nacional. La
primera es el modelo del Estado capitalista que subraya el creciente papel en la producción del
Estado en el Tercer Mundo. Para los analistas del Estado capitalista, este papel del Estado es
característico de una fase particular del proceso de acumulación, proceso que está en crisis por
causa de la relación de las economías dependientes con los centros metropolitanos. El segundo
modelo –el autoritarismo burocrático– tiene sus raíces en la visión que tienen Cardoso y
Faletto de la lucha de clases.

El autoritarismo burocrático es el “respaldo y organizador de la dominación ejercida a través de una


estructura de clases subordinada a las fracciones superiores de una burguesía altamente
oligopolizada y transnacionalizada”. Excluye políticamente a los sectores populares antes activados,
imponiendo un tipo particular de “orden” por medio de extrema coerción. Existe un consenso
general sobre estas características, pero ¿está el autoritarismo burocrático arraigado en alguna
condición económica inherente de las sociedades dependientes y por lo tanto, una forma
estructuralmente necesaria del Estado dependiente; o es una respuesta “histórica” a
condiciones políticas particulares en el Estado capitalista dependiente? Frank afirma que estos
regímenes fueron necesarios para aumentar la circulación de capital ante una crisis económica
mundial. O’Donnell afirma que el proceso de sustitución de importaciones tropezó con
dificultades durante los años cincuenta y comienzos de los sesenta y que sólo podía resolverse
“profundizando” la industrialización por medio de una integración vertical y que esta
profundización sólo se logró atrayendo capital extranjero.
O’Donnell afirma que el autoritarismo burocrático es un “tipo de Estado autoritario” en el sentido de
que este tipo de régimen corresponde a una “fase” particular de acumulación en las economías
dependientes. Cardoso y Stepan están en desacuerdo con esta formulación. Stepan considera que,
antes de la crisis de sustitución de importaciones, la exigencia política es el tema unificador de los
regímenes corporativistas exclusivistas. Cardoso afirma que el Estado capitalista dependiente, aun
ante una crisis del capitalismo mundial, y las dificultades de la industrialización de sustitución de
importaciones, ha coexistido con muchos regímenes políticos diferentes.

¿Es el Estado dependiente inherentemente distinto del Estado metropolitano por causa del dominio
de la economía de la periferia por capital extranjero? ¿Crea este dominio formas de Estado
diferentes en la periferia que en la metrópoli? Las opiniones más instrumentalistas representadas
por la teoría del sistema mundial implican que el Estado dependiente tiende a las formas
autoritarias. Cardoso y Faletto y otros teóricos de la dependencia ponen mucho más énfasis en las
luchas locales en su análisis del Estado dependiente. Tienden a ver el Estado dependiente como
sometido a muchas de las mismas fuerzas que en la teoría del sistema mundial, pero también
sometido a la lucha de clases nacional y a la crisis hegemónica. En este sentido, la forma
burocrática autoritaria se ve sometida a presiones y a contradicciones internas similares a las de
cualquier Estado capitalista.

Pero aunque en el régimen democrático burgués el estado puede mediar en la dominación


económica por medio del concepto de ciudadanía o de nación, en el régimen autoritario, las
instituciones del Estado deben “estatizar” el significado de nación. El interés general o la
identificación con el Estado deben resumirse bajo el establecimiento del “orden” y la “racionalidad”
y una mayor tasa de desarrollo económico. Aparecen tensiones en esta combinación de desarrollo
económico y coerción, y el estado burocrático se ve sometido a ellas, como cualquier otro. Una de
estas tensiones es entre el Estado militar y su base social burguesa. La segunda gran tensión es entre
el Estado autoritario y el “vacío silencioso” de la sociedad civil. En términos de O’Donnell, el
Estado es frágil por causa de sus limitadas opciones de extender su base social. A la postre, el
Estado ha de enfrentarse a su propia ilegitimidad y a la “nostalgia por la democracia”. La
importancia de la lucha por la democracia como “tendencia” subyacente aún en la periferia
introduce una tercera tensión: la relación del conflicto de clase y la expansión de la democracia en
las metrópolis y esa expansión en la periferia.

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