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Muy buen trabajo, al menos en lo que concierne el análisis de los dos primeros artículos.

A
partir del tercero, tanto los comentarios como la redacción va perdiendo fuerza y rigor, algo
muy claro en el último texto. Quizá le di demasiadas fuentes…
5,0

Catalina Zapata
Taller no. 2
Historiografía de Colombia
El primer documento que se analiza es un artículo publicado en 1940 en la revista Cromos.
Éste constituye una reseña sobre la danza y práctica cultural del sur del Pacífico
colombiano conocida como Currulao. La autoría es adjudicada a Julio Abadía, dato del cual
al momento no se posee información específica. No obstante, es llamativa la coincidencia
del apellido con un importante folclorista colombiano que en los años cuarenta ya era
reconocido dentro del campo de las investigaciones folclóricas, que entonces gozaban de
cierto auge en el país. El personaje al cual me refiero es Guillermo Abadía Morales, de
quien se encontró, en una revisión de prensa hecha anteriormente, algunos artículos del
mismo periodo en la Revista Colombiana de Folklore y, posteriormente, en la década de los
setenta algunos escritos publicados en la revista Colombia Ilustrada en coautoría con Delia
Zapata Olivella. Vale la pena preguntarse por la relación que hay entre estos dos personajes
de apellido Abadía, aun cuando la visión en torno a las tradiciones folclóricas negras parece
contrastar de acuerdo con el conocimiento previo con el que se cuenta. Sobre eso regresaré
más adelante.

Más allá, la coincidencia de apellidos de dos posibles folcloristas trabajando en el mismo


periodo, así como la inclusión en la revista Cromos de un artículo dedicado a una práctica
del folclor negro del Pacífico que, como el mismo artículo lo menciona, se encontraba
desconectada “espiritual y físicamente del resto del país”, da cuenta de la centralidad que
en este contexto empieza a tener el reconocimiento e integración del país, específicamente
desde el estudio y valoración folclórica de las prácticas culturales regionales marcadas
como tradicionales y populares. Esto nos lleva a preguntarnos sobre el impacto y los
posibles efectos que pudo tener la política educativa y cultural de la Republica Liberal por
fuera de las iniciativas institucionales que, directamente, estuvieron orientadas a
institucionalizar los estudios folclóricos como forma de “ampliar, reconocer, y difundir
variado acervo cultural del pueblo colombiano” (Silva, 2002:14-15).

Sería interesante revisar que tan frecuente en la revista Cromos fue abierto este espacio
dedicado específicamente a la divulgación del folclor regional, teniendo en cuenta su
alcance nacional, su enfoque comercial y, por lo tanto, su posibilidad de llegar a un público
mayor. Sin embargo, lo que parece evidenciarse es que en esta década empieza a ser cada
vez más común encontrar espacios, en diferentes tipos de publicaciones seriadas, dedicados
a presentar o reseñar las culturas populares regionales del país y, particularmente, aquellas

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marcadas como folclóricas. Este fenómeno puede verse, por ejemplo, a partir de las revistas
o periódicos en donde publica Manuel Zapata Olivella sus primeros artículos sobre el tema
como la Revista Vida, Sábado, El Diario de la Costa, incluidos en la compilación de
Alfonso Múnera. A lo anterior, se le puede sumar también la Revista Colombiana de
Folklore, de iniciativa institucional aunque quizás con una posibilidad de influencia menor,
así como la creación de la Radiodifusora Nacional en 1940, cuya programación estuvo en
gran parte dedicada a divulgar las expresiones folclóricas en el marco del espíritu de
nacionalismo popular de la época.

En cuanto al contenido del artículo hay varios aspectos a destacar teniendo en cuenta el
contrapunto que estable con el tipo de abordaje que Manuel Zapata Olivella hace de los
mismos temas. Por un lado, la reseña que hace Julio Abadía del currulao se ciñe a las
perspectivas tradicionalista y conservadoras de las investigaciones folclóricas. Es decir
como una acción de recolección, clasificación y descripción de las tradiciones culturales
vistas como típicas pero también como primitivas, atrasadas y “atrapadas en el tiempo”.
Esta perspectiva contrasta ampliamente con la dimensión histórica que le imprime Zapata
Olivella a sus estudios sobre el folclor nacional, el cual además es visto como una práctica
en permanente actualización, relación y contaminación con la cultura “dominante”, así
como un espacio de confrontación simbólica, tal como fue observado en el artículo sobre
El porro conquista Bogotá.

Por otro lado, la interpretación que hace Abadía sobre los pueblos negros del litoral
Pacífico, a través de su descripción del currulao, es otra de las grandes diferencias que se
establece con la perspectiva de Zapata Olivella. Mientras que para este último, la riqueza
folclórica de los pueblos negros del país representa su activa participación en la
construcción de una cultura nacional heterogenia y mezclada, Julio Abadía se refiere al
currulao como un baile que por el aislamiento, pobreza y atraso en que se ha mantenido la
gente negra del Pacífico, solo se puede considerar colombiano por una cuestión de
ubicación geográfica.

Finalmente, me quisiera referir a la fotografía con la cual es ilustrado el artículo. Llama la


atención que los bailarines que son representados ejecutando la danza, son todos blancos, o
por lo menos “no negros”, con cuerpos estilizados y, además, en un escenario que dista
bastante de ser el “tradicional”. Este dato no es para nada anecdótico. Por un lado, en el
artículo, Abadía describe al currulao como un baile rudimentario, amorfo y primitivo cuya
“estilización coreográfica no se ha realizado todavía”. Sin embargo, los bailarines que
aparecen en la foto son, nada menos, que los del Ballet Nacional, lo cual da cuenta,
justamente, de ese contexto de auge, visibilidad, revaloración y consumo de aquellas
prácticas marcadas como folclóricas. En relación a lo anterior, sería interesante ahondar en
las mediciones y relaciones de poder que se establecen en este proceso de resignificación y
ampliación del horizonte de lo nacional. En esta dirección, a manera de hipótesis, se podría

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sugerir cierta tendencia a blanquear y “estilizar” estas prácticas culturales populares que
empiezan a adquirir un nuevo estatus dentro del discurso nacionalista de la época, lo cual
podría también ser contrastado con la perspectiva tejida por los hermanos Zapata Olivella.

El siguiente documento que se analiza es un reportaje hecho a MZO en 1947 publicado por
semana en la sección “Educación”. Aunque el artículo esta hecho a partir de una entrevista,
esta se edita en tercera persona con el criterio de selección de la información hecha por el
periodista. Sería importante establecer si esta elección obedece a un estilo editorial de
época, de la sección o de la revista, o cual es criterio para la inclusión de este tipo de
artículos.

En la introducción parece sugerirse que, el reportaje hecho a este personaje, tienen como
motivo la fundación del Centro de estudios afrocolombianos bajo la dirección de Zapata.
Este centro de investigación fue integrado por un grupo de jóvenes negros educados, en su
mayoría de clase media llegados a Bogotá en la década de los cuarenta para realizar sus
estudios superiores en la Universidad Nacional, siendo heredero de la experiencia del El
Club Negro de Colombia 1943(Pisano, 2014: 188-192). Es interesante notar que el
reportaje establece una afiliación institucional con el Instituto Etnológico, relación que
valdría la pena profundizar para establecer la relación mantuvo Manuel Zapata Olivella con
el Estado, sobre todo en estas épocas tempranas, para de este modo rastrear las
posibilidades de negociación, visibilidad pública y gestión que desde allá tuvo como
intelectual marcado racialmente y activista político. Una pista de esto es también la relación
que tuvo con la Radiodifusora Nacional a partir de los cincuenta.

A pesar la intensión inicial por resaltar la fundación del Centro, lo cual se refuerza con el
título Deudas con África, así como de resaltar el compromiso de Zapata Olivella con la
indagación y fijación de “la raza negra a la cultura nacional”, el artículo se dedica en su
mayor parte de reseñar las “aventuras” y “hazañas” de MZO, en su recorrido por Centro
América y E.E.U.U. Es de notar que la figura que se resalta de este personaje es, ante todo,
la del aventurero y vagabundo, que es capaz de dejar su comodidad y relativo privilegio
(estudiante de medicina), para experimentar en carne propias las penurias de los excluidos
del continente. De hecho, el reportaje pareciera sugerir, hasta cierto punto, que esa
característica es la que le da a Zapata legitimidad y autoridad como intelectual para figurar
en el espacio público en representación de los de “su raza”.

Esta figura de mediación se puede apreciar mejor si se compara las experiencias de las
travesías de Manuel con la reseña sobre la vida del “Chonto” que se hace en el tercer
artículo. Si observamos, uno de los oficios que realizó Zapata Olivella en su viaje fue el de
“deportista”, particularmente como boxedor, tal como uno de los hermanos del Julio
Gaviria. Más aun, el “Chonto”, antes de encontrar su verdadero vocación como futbolista
que le permitió consagrarse públicamente, también tuvo que pasar por diferentes oficios

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manuales, con escaso valor social, parecidos a los que relata MZO en su historia. De este
modo, pareciera asignarse un lugar público a lo que representa ser negro en la época,
relacionado con unos oficios y acervos culturales particulares (como se vio en el primer
documento), así como con cierta experiencia de “carencia” y “marginalidad” que vinculan a
lo negro con unos sectores sociales específicos. Por lo tanto, la legitimidad en la esfera
pública de los representantes la población negra, en este caso, parece depender no solo de
su lugar ampliamente destacado en el dominio de su “saber” o “habilidad”, sino también de
haber experimentado y, ante todo, superado en primera persona los obstáculos de la
exclusión. No obstante, para sostener este planteamiento sería necesario una investigación
mucho más ambiciosa.

Finalmente, quisiera destacar otra veta importante de análisis que también deja abierta el
reportaje hecho a MZO en la revista Semana. Esta tiene que ver con las redes intelectuales,
a nivel latinoamericano (más Estados Unidos), que se sugiere empezó a tejer Zapara en esta
etapa temprana a partir de sus viajes y aventuras por el continente. Sería interesante revisar
sí las relaciones destacadas por el artículo se conservaron en el tiempo y a través de que
formas de diálogos, intercambios y prácticas se realizaron. En esta misma línea, podría ser
ampliamente revelador la influencia que ejercieron estos personajes en el pensamiento de
Zapata. Por ejemplo, en la centralidad que tiene la exaltación de lo popular como
protagonista histórico de nuestras sociedades “mestizas”.

Referencias citadas

Pietro, Pisano. 2014. “Movilidad social e identidad “negra” en la segunda mitad del siglo
xx”. Anuario colombiano de historia social y cultural (41):179-199

Silva, Renán. 2002. República Liberal y Cultura Popular en Colombia 1930- 1946. Cali:
Universidad del Valle.

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