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Universidad de Buenos Aires.

Facultad de Ciencias Sociales


Carrera de Ciencias de la Comunicación

Tesina de Grado: Jóvenes en Juego. Una mirada desde la Comunicación Social a las
prácticas de Recreación y Tiempo libre con jóvenes de sectores populares
Autoras: Verónica Enciso y Anabella Larocca

Extractos de la PARTE 1: Marco teórico. Fundamentos para pensar la práctica. Apartado:


Pensar los Jóvenes

Pensar los jóvenes

“Comprender los mundos juveniles es atisbar los modos en que la sociedad


se inventa a sí misma”
Rossana Reguillo, Porqué los jóvenes, 2010

Uno de los motores fundamentales que impulsó esta tesina, fue el hecho de poder
reflexionar acerca de los jóvenes a partir del análisis de nuestras propias experiencias para volver
a ellas enriquecidas. Para esto nos resultó fundamental pensar qué y a quiénes estábamos
nombrando al decir “jóvenes”.
Así, no podemos hablar de “jóvenes” o de “juventud” como conceptos monosémicos ya que
estas categorías socialmente constituidas presentan una gran complejidad al implicar su
construcción un acto histórico, social, político y cultural.
Como plantea el autor argentino Sergio Balardini (2000), “la juventud” como tal (no los
jóvenes) es un producto histórico resultado de las relaciones sociales, relaciones de poder,
relaciones de producción que generan este nuevo actor social.
Esta mirada nos permite comprender la importancia de analizar con mayor profundidad por
qué se propone desde distintas corrientes hablar no de juventud sino de juventud(es), en qué
sentido es éste un concepto polisémico y reconocer entonces la variedad de significados y
estrategias implícitas en sus distintos usos.
Por otro lado, nos permite indagar en el territorio complejo de la construcción de las
subjetividades y de las identidades juveniles, para a partir de esto dar cuenta en el análisis, del
modo en que la práctica analizada se inscribe en la interacción cotidiana, social y colectiva de los
jóvenes y tienen implicancia en esa constitución subjetiva.
Tanto en este tipo de abordaje como en trabajos que analizan, por poner un ejemplo, la
relación de los jóvenes con los medios o el hecho de cómo éstos vehiculizan la mirada
hegemónica de juventud1, resulta fundamental el lugar desde el cual se piensa y nombra a este
grupo porque, de no estar explícita esta toma de posición, la juventud estará representada en el
sentido que el discurso hegemónico la nombra naturalizando el término y opacando su
construcción.

La juventud como construcción socio-histórica.


Cada sociedad va construyendo su definición de las edades de la vida basada en su
concepción de persona, que en el caso de las sociedades modernas, tiene que ver esencialmente
con la relación frente al estado y la ley. Es decir, las edades responden a un procesamiento
sociocultural.
Por otro lado, los sentidos que cada época le otorga a estos grupos de edades producen,
como plantea Mariana Chaves (2010) condiciones simbólicas de cómo ser/estar en cada uno de
ellas y ésta organización como en toda relación social, produce relaciones de poder.
Esas relaciones de poder tienen relación con un contexto socio histórico determinado. Nos
parece importante, hacer un breve paneo histórico en torno a cómo aparecen los jóvenes

1
Para un acercamiento a interesantes trabajos que bordan la relación jóvenes y comunicación haciendo énfasis en la
relación con los medios, puede consultarte los textos que surgen del 1° Encuentro sobre juventud, medios de
comunicación e industrias culturales, organizado por la Facultad de Periodismo y Comunicación Social y otros artículos
elaborados por el Observatorio de jóvenes de la misma universidad.
http://www.perio.unlp.edu.ar/observatoriodejovenes/
representados a partir del surgimiento del neoliberalismo ya que allí se construyen una serie de
dispositivos sociales que tienen una gran injerencia en la actualidad.
Los finales de los ochenta y principios de los noventa fue en todos sus aspectos un periodo
muy complejo. El desplazamiento de la promesa del Estado por la promesa del mercado, como
señala Duschatzky (2001), como las condiciones en que se desarrollan las relaciones
interpersonales, están signadas por los derechos de los sujetos en tanto consumidores (es decir,
regidos u orientados por el mercado). La percepción dominante de los otros (entre ellos los
jóvenes) no se desarrolla desde la perspectiva de que “todos somos iguales ante la ley”, como se
pretendía durante el período en que, al menos desde el discurso, era el Estado el regulador de las
relaciones sociales.
Es en estos años que se intensifican lo que los analistas de la época denominarán “tribus
urbanas”, lugares desde donde los jóvenes se inscriben en el espacio público y comparten con su
grupo de pares modos de habitar el mundo, modos de vestirse, modos de hablar, música, etc. a
partir de las cuales construyen su identidad.
Estas agrupaciones, como señala Florencia Saintout (1996) van a encontrar en el territorio
de la cultura “un espacio posible para disputar la legitimidad en los modos de nombrar la vida”
(Saintout, 2009: 9). Entonces si bien en este período se quiebran muchos de los lugares
privilegiados por la modernidad como la escuela, el trabajo, la movilidad social, emergen en el
plano de la cultura espacios que, como los caracteriza Mariana Cháves, son de disputa y creación
de subjetividades e identidades que logran colectivizar a los jóvenes aún cuando es también en
este momento que comienza un proceso de negación y expulsión de este grupo como sujetos
políticos.
La idea de “tribus urbanas juveniles” surge, según refiere Carlos Feixa (2004), del
sociólogo francés Michel Maffesoli y refería a esta proliferación de microculturas juveniles, nacidas
de la cultura de consumo o de los márgenes contraculturales. Hoy esta idea está por un lado
cuestionada por los estudios críticos sobre juventud y por otro sostenida por los discursos
mediáticos, ya que el término tribu, remite a lo extraño, a lo estigmatizado y sobreimprime además
lo simbólico sobre el resto de lo social. Es por eso que los estudios críticos de juventud proponen
nombrar a estas agrupaciones como culturas juveniles.
Los medios de comunicación en su afán por estigmatizar las diferentes culturas juveniles
utilizan el término tribu y con él resaltan, además de lo ya mencionado, una relación con las
costumbre tribales e “incivilizadas” y una situación transitoria que para el caso de los jóvenes
implica pensarlos exclusivamente como futuros adultos.
La profundización del modelo neoliberal a fines de los 90 penetra en todos los aspectos de
la vida sobretodo de los jóvenes siendo éste el grupo más afectado por la desocupación y por otro
lado el principal destinatario que la industria cultural construye como grupo consumidor. Es
también en esta etapa donde los jóvenes y sobre todo los de sectores populares, fueron
presentados como uno de los responsables del mal que el mismo sistema estaba causando. Es un
período donde la falta de empleo y la falta de intervención del estado en políticas sociales,
comenzó un proceso que perdura hasta hoy y consiste en presentar a un sector de la juventud
como causantes de la violencia que el mismo sistema de expulsión 2 genera. Los jóvenes de
sectores populares comienzan a ser nombrados como los “violentos”, los “drogadictos”, “los
chorros”.
Otro dispositivo social, que funciona como mecanismo de expulsión y simplificación es el
que nombra a los jóvenes como “apolíticos” o desinteresados en la política, negándole así
cualquier capacidad de agencia y anulando la posibilidad de participación y acción como sujetos
políticos. Este mecanismo es muchas veces puesto en cuestión por la práctica (en el ámbito
cultural y en el del movimiento político) por los mismos jóvenes y por algunos proyectos sociales
que los interpelan.
Junto con el mecanismo anterior y articulándose en un doble juego de significación la
juventud como modelo de vida/la juventud como amenaza, se promueve en este período,
principalmente desde los medios de comunicación, el estereotipo de juventud exitosa,

2
Preferimos el término expulsión propuesto por Dustchatsky y Corea (2003), al de exclusión, ya que según las autoras plantean el
concepto de expulsión implica, inmediatamente, hacerse la pregunta de cómo sucedió, es decir, acerca de las condiciones por las
cuales sucede eso que sucede.
despreocupada y completa. La juventud se presenta como la etapa ideal de la vida, en la que
todos quieren permanecer.3
Asimismo como resultado de la globalización, uno de los desplazamientos que se viven es
el de la sociedad del trabajo y la producción a la sociedad de consumo en la que prima el lema,
como plantea Balardini (2000) “Dime qué consumes y te diré quién eres”; apuntando a las
juventudes, sean del sector que sean, ya que las mismas devienen en grandes consumidores de
bienes materiales y bienes simbólicos por la necesidad, como plantea Urresti (2002), de realizar
elecciones en el camino de distinguirse y definirse a través de esos consumos.
Las distintas juventudes construyen así sus propios significados en tensión, negociación y
lucha con los sentidos dominantes producidos. Seguiremos desarrollando esta construcción socio
histórico, más adelante, para el caso de los jóvenes de sectores populares. Por otro lado, desde
esta perspectiva y como veremos a continuación, es claro que en un mismo período histórico las
prácticas de los jóvenes no son ni significan lo mismo en los diferentes sectores de la población.
Nos adentramos ahora a pensar la juventud como concepto analítico.

La Juventud como categoría.


Existen múltiples caminos para abordar el tema juventud pero en todos deberá señalarse
que la juventud es una categoría cargada de múltiples significados que se construye en el juego
de las relaciones de poder de las diferentes sociedades. Como marca Mariana Chaves, fueron (y
son) los imaginarios sociales dominantes quienes de forma relevante definen qué grupo es
portador de la condición juvenil.
Aún en la actualidad, y habiéndose recorrido un largo camino en el seno de los estudios
culturales, la sociología, la antropología y otras disciplinas, siguen utilizándose marcos teóricos
que recortan los temas de juventud en base a un universo de tipo biológico (edad) que naturaliza y
universaliza la categoría que nombra. Estos trabajos tratan a “los jóvenes” como un universo
homogéneo, posible de recortar con herramientas estadísticas, ignorando que ese dato biológico
se encuentra cargado social y culturalmente, y negando la existencia de diferentes modos de ser
joven.
Abordar a la juventud exclusivamente como una etapa de la vida, una etapa de transición,
diferenciada de las otras, de la niñez y de la vejez, una etapa de preparación para el mundo
adulto, siendo claramente el mundo adulto el parámetro de medida (llamándose a esto
adultocentrismo) y desconociendo la importancia de vivir en esta etapa, opaca la posibilidad de
pensar en la juventud como presente, y como lugar en el que se inscriben futuros posibles.
La categoría Juventud, dicen Margulis y Urresti (1996) es significativa, su uso trae un
marco de sentidos. Por eso, conviene hablar de juventudes o grupos juveniles para evitar caer en
esa homogeneización de la juventud, que responde en realidad a la necesidad de que los jóvenes
en general se identifiquen con el modelo del ser joven que desde el discurso dominante se
construye. Esto esconde además el mito de la igualdad de oportunidades en el que todos los
jóvenes aparecen con la posibilidad de participar de la vida colectiva, aunque provengan de
realidades extremadamente diversas.
Realizando un resumen de la cita que Mariana Chaves(2010) presenta en su trabajo del
informe sobre jóvenes 1994-2000 de México, tomamos lo que A. Pérez Islas plantea como
criterios básicos para definir lo juvenil: 1. Es un concepto relacional. 2. Históricamente constituido.
3. Es situacional (responde a contextos bien definidos). 4. Es representado (sobre lo juvenil se dan
procesos de disputa y negociación de entre las representaciones elaboradas por agentes externos
a los jóvenes y las auto representaciones). 5. Es cambiante. Se construye permanentemente en la
interacción social. 6. Se produce en lo cotidiano. 7. También puede producirse en lo imaginado
(donde las referencias tienen que ver con música, vestimentas, etc.) 8. Se construye en relaciones
de poder.
La juventud puede ser pensada entonces, siguiendo la propuesta de este trabajo, como un
modo que propone la cultura de hacer vivir una parte de la vida. Pero, ¿Qué hay de particular en
esa “parte” de la vida?
3
Desarrollaremos esta idea en el siguiente apartado cuando trabajemos sobre juvenilizacion/adultocentrismo
Elegimos desarrollar las perspectiva de Moratoria Social - Moratoria Vital que Margulis y
Urresti proponen para analizar esta categoría ya que entendemos que este concepto supera
cualquier análisis de corte meramente culturalista o biológico, y nos ayuda a pensar qué es ser
joven para este grupo en particular que la tesina intenta abordar para entender desde dónde
desarrollan las prácticas en sus vidas cotidianas y desde dónde se construyen como sujetos
sociales.
Dicen los autores que en mucha literatura sociológica reciente se trata de superar esta
categorización etárea incorporando al análisis la diferenciación social y la cultura. Y continúan: “se
dice que la juventud depende de una moratoria social, un espacio de posibilidades abierto a
ciertos sectores sociales y limitado a determinados períodos históricos” (Margulis y otros, 1996: 4).
La moratoria social tiene que ver con la postergación de las responsabilidades de la vida adulta
(matrimonio, trabajo) y la posibilidad de continuar con estudios o prolongar un tiempo de ocio
legitimado. Esta moratoria está cargada de signos que la sociedad atribuye al ser joven y que
tienden a ser cristalizados y a construirles características relacionadas con la vestimenta, los
gustos musicales, los lugares que habitan, etc. y a presentarse a la sociedad como paradigma de
lo deseable.
Margulis y Urresti (1996) trabajan el concepto de moratoria vital como complementario al
de moratoria social, con el objetivo de recuperar cierta materialidad e historicidad a la categoría.
La moratoria vital, incorpora esa faceta dura que tiene que ver con el aspecto energético del
cuerpo, con un plus de vida, un crédito temporal que aleja a los jóvenes de la muerte (y de la que
deviene esa sensación de invulnerabilidad que suele caracterizarlos). Sobre esta moratoria
aparecen las diferencias sociales y culturales en el modo de ser joven.
Dejando de lado el aspecto fáctico de la moratoria vital se corre el riesgo, por un lado, de
realizar un análisis culturalista, que pensando meramente en los signos que se le adjudican a la
juventud les niega la posibilidad de juventud a los sectores populares, y por otro de adjudicarle la
categoría de juventud, a quienes desde el punto de vista de la moratoria vital, de la historia y de la
memoria, no son jóvenes pero sí forman parte del proceso de “juvenilización” que se da
mayoritariamente en las clases medias y altas.
La juvenilización se refiere al resultado de la autonomización de “lo joven” de los sujetos
jóvenes, que se convierte en un valor de belleza, de salud, de energía que puede ser adquirido
por adultos o incluso por niños.
Es interesante al respecto el planteo de Balardini que dice que la nuestra es una sociedad
“políticamente adultocéntrica pero culturalmente juvenilizada”.
Como señala Chaves “esta visión adultocéntrica impregna muchos de los análisis y la
mayoría de las intervenciones sobre el sector: los jóvenes deben ser guiados, preparados,
corregidos, encaminados, enderezados” (Chaves, 2010: 33)
Por otro parte, la edad procesada por la historia y la cultura refiere, además, a otro tema: el
de las generaciones. Urresti define generación como la época en la que cada individuo se
socializa. Así, cada generación incorpora nuevos códigos, lenguajes y formas de percibir el
mundo; y muchas veces rompe con las generaciones anteriores, y en ese movimiento construye
identidad propia.
De esa manera, ser joven no depende sólo de la edad como característica biológica, pero
tampoco depende exclusivamente del sector social al que se pertenezca, porque siguiendo a
Margulis y Urresti (1996) los diferentes sectores comparten el hecho de pertenecer a una misma
generación. Dicen “Cada generación se presenta nueva al campo de lo vivido, poseedora de sus
propios impulsos, de su energía, de su voluntad de orientar fuerzas y no reiterar errores de las
generaciones pasadas, generalmente escéptica de sus mayores cuya sensibilidad y sistemas de
apreciación tienden a subestimar” (Marguilis y Urresti, 1996: 6)
En este período, plantea Urresti (2002), van surgiendo valoraciones y cosmovisiones que
no son necesariamente acorde con los que provienen de las generaciones anteriores, la familia, la
escuela, la tradición heredada. Dice el autor “Entre los múltiples factores que actúan en esta fase
hay dos especialmente importantes por el efecto que producen: el primero de ellos, el más
importante, es el grupo de pares, el segundo, el sistema de escenarios institucionales que dan
lugar a esos encuentros” (Urresti, 2002: 36). Estos factores son los que se suman a la escuela y la
familia como referentes básicos en la etapa de la niñez y abren camino a la etapa adulta,
poniéndose en juego con otras mediaciones (discursos de los medios masivos, institucionales,
mercado de bienes de consumo, etc.) que contribuyen a generar imaginarios y representaciones
sociales.
Los grupos de pares están conformados por lo general con una presencia marcada de
miembros de la misma edad y género. Dice Urresti “Estos grupos son la primer ampliación de la
red de relaciones en las que entran los adolescentes, son los grupos de amigos y amigas más
cercanos, que se reúnen a pasar el tiempo, a escuchar música, a compartir largas charlas, a hacer
deportes, a planear salidas, a recorrer espacios. Esos grupos de adolescentes son ámbitos de
contención afectiva y representan espacios de autonomía en los que se experimentan las
primeras búsquedas de independencia” (Urresti, Ídem: 40). Así, los grupos de pares actúan en el
espacio intermedio entre el espacio social (en el que se definen las clases sociales y que incluyen
las familias) y el espacio íntimo de los sujetos que estas estructuras generan.
Para el caso de los jóvenes pertenecientes a sectores populares que estamos analizando,
se tendrá en cuenta el contexto territorial, que denominamos “lo barrial” en el que estos grupos e
mueven. Siguiendo a Ariel Gravano “a nivel del imaginario el barrio mismo actúa como un valor o
conjunto de valores que pasamos a denominar lo barrial. Se constituye en un eje axiológico de
cada identidad barrial, capaz de jugar un papel relevante dentro de la concepción del mundo
social de esos actores.” (Gravano, 1997: 2).
Por último, siguiendo a Rossana Reguillo (2000) pensamos a los jóvenes como sujetos de
discurso, es decir con la capacidad de referirse al mundo, y con capacidad además de apropiarse
y movilizar objetos sociales y simbólicos, es decir, como “agentes sociales”. La capacidad de
agencia tiene que ver con la capacidad de tomar decisiones y llevarlas adelante. Como plantea
Giddens (2003) “no denota las intenciones que la gente tiene para hacer cosas, sino, en principio,
su capacidad de hacer esas cosas (que es aquello por lo cual agencia implica poder)” (Giddens,
2003: 46).
Trabajaremos con el objetivo de indagar en la manera en que vivencian la práctica los
jóvenes que participan en el Curso de Líderes y la forma en la que se apropian de la misma,
teniendo en cuenta sobretodo cómo desde esa capacidad de agencia desarrollan procesos de
autonomía individual y colectiva.
De esta manera al pensar las subjetividade(s) e identidade(s) en torno al proyecto
analizado y al grupo de jóvenes observado, desarrollaremos dicho objetivo abordando la cuestión
etaria y generacional y las condiciones históricas y sociales sin descuidar la desigualdades que
estas generan.

Los jóvenes de sectores populares


Según describe Débora Kantor (2005), en la Argentina de las personas entre 15 y 19 años,
un millón y medio, no estudia ni trabaja y es este el sector más castigado a causa de la violencia
social y el gatillo fácil. Señala además, que aunque el dato no resulte en absoluto tranquilizador no
son ellos los protagonistas más frecuentes de estos delitos cotidianos“ 4. “Sabemos que la mayoría
de los pobres son jóvenes, e inversamente, podemos afirmar que la mayoría de los jóvenes son
pobres”. (Baladrini, 2000:13)
El sociólogo francés Robert Castel (2006) plantea que los jóvenes en situación de pobreza
y vulnerabilidad social constituyen hoy la expresión más acabada de la ausencia de todos los
derechos laborales, gremiales y sociales existentes en la etapa previa al neoliberalismo a ultranza.
Dice el autor: “De este modo frente a una cuestión social que toma una gravedad sin precedentes,
la respuesta por parte del poder público ha tendido a reducir el conflicto al problema de la
inseguridad, ubicándola en el primer plano al tiempo que se la vacía de contenido.”(Castel, 2006:
23) Llevando esta estrategia a la criminalización de la pobreza y depositando la responsabilidad
de lo existente en grupos previamente estigmatizados.
En este sentido Rossana Reguillo afirma que este proceso por el cual los jóvenes han sido
convertidos en relato expiatorio y en el enemigo del orden social se debe en gran medida a la
acción de los medios de comunicación, que han venido satanizando a los jóvenes, y dice la

4
Según datos de la Coordinadora Contra la Represión Policial e Institucional (CORREPI) desde el 25 de mayo del año
2003 hasta el 28 de julio del 2006 han sido 505 las personas asesinadas por las Fuerzas de Seguridad. En su mayoría
jóvenes pobres. www.correpi.lahaine.org/
autora, no a los jóvenes como categoría social (que no existe) sino a ciertos jóvenes, a los jóvenes
pobres en concreto.
Así, la construcción hegemónica en nuestro país presenta al joven de sectores medios
como el estereotipo deseable de juventud (en un período de moratoria social) y reserva la mayoría
de las valorizaciones negativas para los jóvenes de sectores de bajos recursos. Vemos que esta
construcción obstaculiza otras miradas posibles, más allá de lo delincuencial que sigue primando,
principalmente desde los medios de comunicación, cuando se hace referencia a los y las jóvenes
que viven en los sectores populares de la ciudad. Aproximarnos a una práctica concreta en la cual
jóvenes de sectores populares se forman para ser Líderes Comunitarios intenta discutir con tales
construcciones.
Este tipo de mecanismo puede verse en los medios de comunicación local, tanto en los
noticieros gráficos (con notas bajo títulos como: “Los jóvenes pobres tienen mayor tendencia a
delinquir”) o televisivos como en programas del tipo “Policías en Acción”, que los mismos jóvenes
con los que hemos trabajado miran, que construyen el estereotipo del delincuente siguiendo
características identitaria de vestimenta, modos de hablar y de moverse, música que escuchan,
zonas barriales, etc. de los jóvenes de sectores populares. Los delincuentes son los jóvenes
pobres, y la gran cantidad de casos delictivos que allí se presentan son protagonizados por ellos. 5
La actual discusión respecto a la baja en la edad de imputabilidad de los jóvenes también
se inscribe en estos mecanismos, y claramente, una ley de responsabilidad penal juvenil no podrá
resolver las consecuencias de casi cuatro décadas de implementación de políticas neoliberales
que se sostienen en el incremento de la pobreza y la exclusión.
Como mencionamos en el apartado anterior, intentar problematizar la juventud como
categoría sólo teniendo en cuenta la posición socioeconómica es descuidar las especificidades
que las subjetividades y las desigualdades que otras situaciones objetivas generan. Por eso, a
efectos del análisis, intentaremos acercarnos al grupo de jóvenes de Hacé tu Barrio, teniendo en
cuenta la generación a la que pertenecen, la especificidad que implica pertenecer a los sectores
marginales de la ciudad, la relación con la moratoria social establecida y con la moratoria vital
como condición. Es decir, vamos a pensar en jóvenes de sectores populares, no como una
categoría clasista cerrada sino prestando especial atención en las prácticas y en la praxis que
inevitablemente se comparten al vivir una realidad socioeconómica similar y al pertenecer a una
generación particular, y el modo particular en el que se relacionan con su propia realidad.
¿A que llamamos sectores populares?. Entendemos con Pablo Alabarces (2002) lo popular
como adjetivo no sustancial que define la dimensión de lo subalterno, de lo que en una escala de
jerarquía es lo dominado y refiere siempre a un nivel de lo otro, de lo que está en una relación de
inferioridad. Es el hecho de la dominación. Lo popular es el margen, porque dice el autor “es el
límite de lo decible en la cultura hegemónica y en los massmedia”. (Alabarces, 2002:4)
Desde la perspectiva de comunicación y cultura que desarrollamos, tomamos el término
sectores populares antes que el de clase social porque nos permite además de pensar la
desigualdad en el acceso de los medios materiales y simbólicos de producción, pensar en la
disputa por la construcción de sentidos, porque lo popular aparece ligado, en Gramsci (1986) por
ejemplo a la capacidad que tienen los grupos subalternos de resistir y oponerse a la cultura
hegemónica y a los grupos de poder. De todos modos, la categoría de clase social sigue siendo
un marcador cultural fundamental por tanto no perdemos la distinción en estos términos. La clase
es algo que tiene lugar de hecho y responde a grupos de individuos que se definen por una misma
categorización de sus formas de relacionarse con los medios materiales y simbólicos de
producción. Lo que proponemos es no considerar a estos grupos sólo desde sus faltas materiales
sino desde sus posibilidades de resistencia y transformación y sus capacidades de producción de
sistemas simbólicos propios.
Como vimos, la juventud como período no es igual para todos los grupos sociales y se
valora socialmente de manera diferenciada para los jóvenes de capas medias y altas que para los
de sectores populares. Los jóvenes son sujetos que poseen una condición social 6 específica y son

5
Para mayor información sobre el funcionamiento de este y otros programas similares ver Policías en Acción, Un aporte a la
criminalización de la pobreza de la Licenciada en Ciencias de la Comunicación, Verónica Franco.

6
“La condición social de una categoría de sujetos, en este caso de un determinado grupo etáreo, es un fenómeno
histórico cultural que puede transformarse y se transforma en el desarrollo de una sociedad, y varía de una formación
social concreta a otra.” Merkler (2002) citado en (Chaves, 2010: 35).
agentes de un proceso esencial a toda sociedad que consiste en la reproducción social de la
misma.
Retomando el tema de la moratoria social desarrollado anteriormente, según plantea
Urresti, los integrantes de los sectores populares tendrían acotada sus posibilidades de acceder a
esta moratoria por la que se define la condición de juventud (a los signos sociales de lo que se
define como juventud) ya que no suele estar a su alcance el lograr ser joven de la manera
descripta: deben ingresar más jóvenes al trabajo, hacerse cargo de la familia en forma temprana y
carecen de dinero para vivir un periodo más largo de despreocupación y ligereza.
Muchas veces los jóvenes de sectores populares viven lo que podríamos llamar una
‘juventud forzada’ en términos de la moratoria social, es decir, no tienen trabajo, ni casa propia,
precarios trayectos educativos y condiciones de salud, complejas realidades familiares, nulo
desarrollo del tiempo libre o de ocio, no por una concesión de la sociedad sino por una restricción
en el acceso. Esta misma condición en los sectores de clase media podría pensarse como
juventud extendida y posibilita alargar el tiempo sin responsabilidades, extender la formación
profesional, planificar la familia, desarrollarse cultural y artísticamente, etc.
Por ejemplos, los chicos que participan del Curso de Líderes tienen entre 16 y 19 años. Es
decir que son hijos de toda la década de los noventa y gran parte de ellos vive en hogares que se
han visto afectados por la desocupación, el desempleo y el subempleo por lo tanto no han tenido
la oportunidad de conocer modelos de inserción laboral satisfactorios.
Cuando se piensa la juventud únicamente como transición al mundo adulto (mirada
adultocéntrica), se hace sobre todo en clave del pasaje del estudiante al trabajador. Hoy esta
mirada es impracticable, ya que la preocupación de muchos de los jóvenes que están en la
escuela es el trabajo o el ser ya padres/madres. No hay un paso del sistema educativo al mundo
del trabajo y al de la conformación de una familia que esté garantizado.
Por eso, dice Balardini (2000), el desafío hoy es pensarlos entre lo transicional y una
extendida permanencia. Muchos jóvenes de los sectores populares de la ciudad trabajan pero
están en la casa de sus padres o fuera del sistema educativo. La autonomía no va de la mano del
paso al mundo del trabajo ni de la formación de una familia o de la extensión de los estudios sino
que todo puede convivir en una misma experiencia de vida.
Podemos afirmar entonces, siguiendo a M. Urresti que en los sectores populares hay
maneras de concebir lo joven que no corresponde al modelo dominante lo cual no quiere decir que
los sectores populares no tengan su modelo. En el modo de ser joven operan rasgos de
resistencia y de resignificación de los modelos dominantes. En el análisis del caso que interesa a
esta tesina intentaremos un acercamiento a este punto.
Aunque hemos recorrido varios trabajos que estudian a los jóvenes de clases o sectores
populares, la cuestión de clase o sector social no está tomada como objeto de análisis en sí sino
como dato contextual que ubica estructuralmente a los sujetos y se estudia cómo viven o
experimentan estos jóvenes esa situación social o qué consecuencias tiene la pobreza o la
pertenencia a los distintos sectores para el ejercicio de los derechos, el acceso al trabajo, la
educación, la salud, los espacios urbanos, la recreación, etc. Otros estudios se acercan a estos
sectores desde la diferenciación entre jóvenes escolarizados y no escolarizados. Algunos ponen
en cuestión lo que planteábamos anteriormente respecto de la posibilidad de ser joven para los
sectores populares sosteniendo que no pueden vivir “experiencias juveniles” o tienen una mirada
“por la negativa” de los jóvenes de sectores populares pensándolos en todas sus faltas sin
rescatar ningún aspecto positivo o posible.
Después de lo expuesto, podemos sostener que hoy por hoy, una gran cantidad de
jóvenes crecen y se desarrollan, sumidos en la pobreza, la exclusión, la marginación, carentes de
los servicios básicos de educación y salud, desprotegidos por el Estado y sus instituciones. Estos
jóvenes de sectores populares, no se insertan necesariamente en las características por las
cuales se definen comúnmente a los jóvenes, como así también teniendo en cuenta esta realidad,
el llamado sector de la juventud no es uno solo y para todos iguales, no hay una juventud
homogénea ni prácticas juveniles únicas.
Podemos sostener así, (e intentaremos dar cuenta de eso a lo largo del análisis) que los
jóvenes de sectores populares viven la juventud de otro modo, con otros modelos y marcas de
construcción identitaria, con sus jodas, sus bailes, sus grupos de pares, sus familias extendidas,
en una particular relación con la cultura hegemónica. Dice Mariana Chávez (2010), al respeto que
esa relación está mediatizada por las distintas instancias en las cuales este poder se transmite y
se negocia: la escuela, el sistema productivo, los medios de comunicación, los órganos de control
social. Frente a estas instancias los jóvenes establecen relaciones de integración o adaptativa y
de conflictos o disidentes, que además cambian con el tiempo. Pensamos que en el Curso de
Líderes se da un espacio en el cual se ven claramente estas relaciones e intentaremos dar cuenta
de esto en el análisis.

A modo de síntesis

Si hablamos de las propuestas de Recreación (Educativa) como prácticas sociales


constructoras de sentidos y de una cultura plausible de erosionarse, es necesario pensar en los
sujetos de estas prácticas particulares que analizamos.
Pensamos a la juventud como construcción histórica, como plantea Sergio Balardini (2000),
“la juventud” como tal (no los jóvenes) es un producto histórico resultado de las relaciones sociales,
relaciones de poder, relaciones de producción que generan este nuevo actor social. Existen así
diversas juventudes. No es un estadio biológico universal ni una etapa de transición hacia la adultez.
Los jóvenes (en plural) son sujetos sociales presentes con capacidad de agencia. Siguiendo a
Rossana Reguillo (2000) pensamos a los jóvenes como sujetos de discurso, es decir con la
capacidad de referirse al mundo, y con capacidad además de apropiarse y movilizar objetos sociales
y simbólicos, es decir, como “agentes sociales”.
Los jóvenes de sectores medios son presentados como el estereotipo deseable de juventud
sumado a que a partir de la crisis del modelo neoliberal se reserva para los jóvenes pobres todas las
valoraciones negativas. Estos, aún siendo el grupo más afectado por la desocupación y la
precarización social, fueron presentados por los medios como uno de los responsables del mal que
el mismo sistema estaba causando. Es un período donde la falta de empleo y la falta de intervención
del estado en políticas sociales, comenzó un proceso que perdura hasta hoy y consiste en presentar a
un sector de la juventud como causantes de la violencia que el mismo sistema de expulsión 7 genera.
Los jóvenes de sectores populares comienzan a ser nombrados como los “violentos”, los
“drogadictos”, “los chorros”.
Desde la perspectiva de comunicación y cultura que desarrollamos, tomamos el término
sectores populares antes que el de clase social porque nos permite además de pensar la desigualdad
en el acceso de los medios materiales y simbólicos de producción, pensar en la disputa por la
construcción de sentidos. Lo popular, que hace referencia a un sujeto colectivo que son los
oprimidos, aparece así ligado a la capacidad que tienen estos grupos de resistir y oponerse a la
cultura hegemónica y a los grupos de poder (Gramsci, 1972).
Los sectores populares tienen una manera de concebir lo joven que no corresponde al
modelo dominante lo cual no quiere decir que no tengan su modelo. Lo que proponemos es no
considerar a estos grupos sólo desde sus faltas materiales sino desde sus posibilidades de resistencia
y transformación y sus capacidades de producción de sistemas simbólicos propios.
Si pensamos sus prácticas de recreación posibles de ser educativas y liberadoras no podemos
pensar a los jóvenes en abstracto sino como sujetos en un aquí y ahora. Entonces, intentamos
acercarnos a los jóvenes de otra manera, teniendo en cuenta la generación a la que pertenecen, la
especificidad que implica pertenecer a los sectores marginales de la ciudad, la relación con la
moratoria social establecida y con la moratoria vital como condición (Margulis y Urresti, 1996). Es
decir, vamos a pensar en jóvenes de sectores populares, no como una categoría clasista cerrada sino
prestando especial atención tanto a la praxis que inevitablemente se comparte al vivir una realidad
socioeconómica similar y al pertenecer a una misma generación como al modo particular en el que
aparecen sus propias experiencias.

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Preferimos el término expulsión propuesto por Dustchatsky y Corea (2003), al de exclusión, ya que según las autoras
plantean el concepto de expulsión implica, inmediatamente, hacerse la pregunta de cómo sucedió, es decir, acerca de las condiciones
por las cuales sucede eso que sucede.

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