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Roman Jakobson, un influyente lingüista y semiótico, propuso un modelo de funciones del lenguaje
que se dividen en seis funciones fundamentales. Estas funciones, conocidas como las "seis
funciones del lenguaje de Jakobson", son:
Función emotiva o expresiva (del emisor): En esta función, el hablante expresa sus emociones,
sentimientos, opiniones y actitudes personales. Es una función centrada en el emisor, que busca
transmitir su estado emocional o subjetivo. Por ejemplo, cuando alguien dice: "¡Estoy tan
emocionado por tu cumpleaños!", está utilizando la función emotiva para expresar su emoción.
Función conativa o apelativa (del receptor): En esta función, el lenguaje se utiliza para influir en el
receptor, para persuadirlo o dirigir su comportamiento de alguna manera. Es una función orientada
al oyente o receptor. Un ejemplo sería una orden directa como "¡Cierra la puerta!".
Función fática (del canal): Esta función se centra en mantener la comunicación misma. Se utiliza
para verificar que la comunicación esté en curso y que ambas partes estén conectadas y atentas.
Ejemplos incluyen saludos como "¿Estás ahí?" o "Hola, ¿me escuchas?".
Función metalingüística (del código): La función metalingüística se utiliza para aclarar o definir el
significado de las palabras o el código lingüístico que se está utilizando. Por ejemplo, si alguien
pregunta: "¿Qué significa 'onomatopeya'?", está realizando una función metalingüística para
aclarar el significado de la palabra.
Función poética (del mensaje): En esta función, el lenguaje se utiliza de manera creativa y artística
para enfocar la atención en la forma y el estilo del mensaje. La función poética es típica de la
poesía y la literatura, donde se busca lograr un efecto estético. Por ejemplo, "La luna, una dama
pálida en el cielo nocturno", es una frase que utiliza la función poética para crear una imagen
evocadora.
Roman Jakobson, el lingüista y semiótico ruso, desarrolló un modelo de comunicación lingüística
que identificó seis factores o elementos clave que influyen en el acto lingüístico. Estos factores,
conocidos como "factores del acto de habla" de Jakobson, son:
Emisor (Remitente): Este es el hablante o la persona que inicia el acto lingüístico. El emisor tiene
una intención específica al comunicarse y selecciona un mensaje para expresar esa intención.
Canal (Canal): El canal es el medio o la vía a través de la cual se transmite el mensaje. Puede ser el
habla, la escritura, gestos, señales visuales o cualquier otro medio de comunicación.
Estos factores del acto de habla de Jakobson ayudan a analizar y comprender la dinámica de la
comunicación y cómo los diferentes elementos interactúan para lograr una comunicación efectiva.
Jakobson también señaló que en ciertas situaciones de comunicación, uno de estos factores puede
dominar sobre los demás, lo que resulta en diferentes tipos de actos de habla, como expresivos,
apelativos, informativos, entre otros. Su modelo es fundamental para el estudio de la
comunicación y la lingüística.
Un ejemplo notable de las consecuencias de la distorsión o el mal arreglo lingüístico y el caos
terminológico en el lenguaje de las ciencias se encuentra en la historia de la teoría de la evolución.
En el siglo XIX, cuando Charles Darwin publicó su influyente obra "El origen de las especies" en
1859, introdujo la teoría de la evolución por selección natural, que revolucionó la biología y
nuestra comprensión de la diversidad de la vida en la Tierra. Sin embargo, la introducción de esta
teoría también trajo consigo una serie de desafíos lingüísticos y conceptuales que causaron
confusión y controversia durante muchos años. Algunos de estos desafíos incluyen:
Conceptos mal definidos: En el momento en que Darwin presentó su teoría, los términos como
"especie", "variedad", "raza" y "forma" se usaban de manera ambigua y no estaban claramente
definidos. Esto llevó a malentendidos y debates sobre lo que Darwin realmente estaba
proponiendo.
Resistencia a nuevas ideas: La teoría de la evolución fue recibida con resistencia por parte de
muchos en la comunidad científica y religiosa debido, en parte, a la falta de claridad terminológica.
La controversia en torno a términos como "selección natural" y "descendencia con modificación"
dificultó la aceptación de la teoría.
Un ejemplo notable de las consecuencias de la distorsión y el mal arreglo lingüístico, así como del
caos terminológico o conceptual en el lenguaje de las ciencias, se puede encontrar en la historia de
la astronomía y la comprensión del sistema solar antes de la revolución copernicana.
Antes de la revolución copernicana, la visión dominante del sistema solar se basaba en la teoría
geocéntrica, que postulaba que la Tierra estaba en el centro del universo y que todos los otros
cuerpos celestes, incluido el Sol, orbitaban alrededor de ella. Esta teoría tenía profundas
implicaciones lingüísticas y conceptuales: