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Análisis sobre el orador en la charla De oficio, escribir

sobre enigmas de la historia

La ponencia, impartida por Javier Sierra, tuvo lugar el jueves 25 de abril de 2019 en el salón de
actos del aulario 2 de la Universidad de Almería. Dicha conferencia fue presentada por el
decanato y la vicesecretaria de Humanidades. Tras una breve presentación, se procedió a
conceder los premios de poesía y microrrelatos; y pudimos escuchar una breve introducción a
la vida y obra de Javier Sierra.

De esta presentación no hay mucho que decir, salvo que el parlamento de la vicedecana podía
haber sido mucho más valioso si, en lugar de leer sus papeles, hubiera optado por menos
contenido, pero más calidad. Este pequeño cambio hubiera inspirado una mayor sensación de
profesionalidad, y nos hubiera llevado a pensar que el ponente interesaba a quien presentaba
el acto.

El orador, Javier Sierra, parecía tranquilo y confiado, lo que se traducía en un efecto positivo
sobre el público, pues denota dominio sobre el tema que se está tratando. En contraposición a
todo esto, siempre se mantuvo sentado detrás de la mesa; una posición erguida facilita mucho
más los movimientos en son de una mayor expresividad no verbal, y no pondría el obstáculo
de la mesa entre el emisor y el receptor. Sin embargo, el comienzo, apoyado por una buena
fluidez al hablar y unas expresiones desenfadadas, surtió buen efecto a la hora de ser ameno.
El problema con esta apertura fue su prolongada extensión y la ausencia de un guion sobre el
que estructurar su charla (esto último acabaría por ser un punto muy negativo). Durante toda
la exposición, las citas y alusiones a figuras ilustres fueron insuflando algo de ritmo, pero
Bernini no era renacentista, sino Barroco; el fallo, ora por descuido, ora por desconocimiento,
podría restarle crédito al resto de intervenciones de este tipo. Proseguiré con los aspectos del
desarrollo de la charla:

por un lado, la historia sobre la escritura cuneiforme comenzó como un buen punto de apoyo
y, a decir verdad, encajaba perfectamente en el contexto de la conferencia; mas, de nuevo, su
extensión casi fue suficiente para hacer que se perdiera el hilo del tema principal que la misma
historia quería complementar. Esta disonancia se vio alimentada, además, por el nulo contacto
visual que Javier Sierra hacía con la parte del auditorio no compuesta por profesores. Sus ojos
solo se posaban en la primera fila, pasando de puntillas por estancias más alejadas de la sala,
lo que hacía sentir al auditorio como un público en segundo plano: uno menos importante.
Tras esta parte, se propuso mostrar una serie de casos prácticos que podría estribar en una
historia. De nuevo, la idea fue muy buena, pero estuvo mal ejecutada. Intentaré explicar por
qué: si bien los casos prácticos solo parecían una sucinta fracción de lo que luego sería un
proceso de creación literaria, acabaron siendo tan largos que la conferencia se centró en ellos.
Huelga decir que, cuando la misma acabó, contando el hecho de que hubieran parecido ser
solo ejemplos para algo mayor, sumado a la omisión de un guion, la sensación final fue de
insatisfacción, pues no hubo ninguna conclusión. La última historia, la de la catedral, era la
única que tenía el potencial de ser un decente caso práctico, pero la falta de tiempo (de hecho,
ya se habían pasado más de diez minutos del tiempo) llevó al ponente a tratarla de la forma
más somera posible.
Análisis sobre el orador en la charla De oficio, escribir
sobre enigmas de la historia

Por otro lado, las continuas alusiones al periodismo, incluso si estaba estrechamente
relacionado con el orador, comenzaron a ser molestas. Sin embargo, su forma de contar las
historias, relajada y agradable, había conseguido que la conferencia fuera más ligera, pues de
alguna forma se debía conseguir que tamañas historias fuesen escuchadas en su totalidad por
el público. En este aspecto, Javier Sierra hacía un buen trabajo, y hacía honor a su título de
escritor. La segunda historia práctica, si bien totalmente desmesurada, al menos funcionó a la
hora de que el público se hiciera una idea de cómo pueden surgir las historias. La conferencia
acabó bastante peor de lo que había empezado, mas la moraleja final fue un buen broche que,
al menos, intentó dejar una agradable sabor de boca.

En cuanto a mi valoración personal, la conferencia me pareció más una investigación que otra
cosa. ¿Por qué? Todas las ideas que se sucedieron se antojaban interesantes, pero todas se
quedaban solo en eso: buenas ideas. La ejecución de las mismas daba la impresión de ser un
ensayo y error para, al final, conseguir una correcta charla; pero, si esa perfecta charla llega a
existir, no será parecida a la que yo asistí. Me recuerda un poco al artista Jean Michel Basquiat,
cuyas obras daban la impresión de no tener ninguna continuidad y ser meros experimentos. En
conclusión, la ponencia me pareció innecesariamente larga, no solo por el exceso de quince
minutos en el tiempo especificado, sino porque muchos de sus elementos resultaban
redundantes y atentaban contra la concisión y elegancia de la misma.

Pablo Díez Jódar

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