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—De esto y de las demas cosas precedentes —dije—,
en mi opinién, sé/sigue’ esta ley.
—Esto despertara mucha mayor desconfianza que lo
otro, tanto en cuanto a su posibilidad como a su utilidad.
Tro pienso que
la disputa sobre si es posible o no, sera grande.
e —Es sobre ambas cosas que se disputara.
—Lo que mencionas es una alianza de objeciones;
yo pensaba que escaparia a una de ellas, de modo que,
si opinabas que era algo util, me quedaria sélo la de
si era posible o no.
—lIntentando escaparte, sin embargo, no has pasado
inadvertido, sino que has de dar cuenta de ambos.
—Me someto al castigo —respondi—. Pero hazme elf
4582 siguiente favor: permiteme que me come asueto tal co-
mo la gente de espiritu ocioso acostumbra, homenajean-
dose a sf misma, cuando camina sola. Pues sin duda
sabes que tales personas, antes de descubrir de qué mo-
do se realizaré lo que desean, omiten la cuestién, para
no fatigarse deliberando acerca de si es posible 0 no:
considerando lo que quieren como algo ya real, dispo-
nen el resto y se deleitan pasando revista a lo que ha-
ran una vez cumplido su deseo, volviendo ademas a su al-
ma, ya perezosa, mas perezosa atin. También yo ahora
me abandono a la flojera, y deseo posponer para des-
pués el examen de si lo que propongo es posible; por
ahora, si me lo permites, considerandolo como siendo
posible, examinaré cémo los gobernantes lo dispondran
una vez alcanzada su realizacién, y cémo ha de ser, tras
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ser llevado a la practica, lo mas conveniente de todo
para el Estado y para los guardianes. Esto es lo que
intentaré primeramente indagar junto contigo; después
lo otro, si tu lo permites.
—Esta bien, lo permito; haz el examen.
—Pienso que, si los gobernantes son dignos de tal
nombre, y lo mismo que ellos los auxiliares, estar4n dis-
puestos unos a hacer lo que se les ordene y otros a or-
denar, obedeciendo las leyes e imitandolas en cuantas
prescripciones les encomendamos que hagan.
—Es natural.
—Ahora bien: wi, que eres su legislador, tal como
seleccionaste a los hombres, asi has de seleccionar a
las mujeres, y se las dards, tanto cuanto sea posible,
de naturaleza similar. Y ellos, al tever casa en comun
y comida en comun, sin poseer privadamente nada de
esa indole, viviran juntos, enrremezclados unos con otros
en los gimnasios y en el resto de su educacién, y por
una necesidad natural, pieoso, seran conducidos hacia
la unién sexual. ¢O no te parece que digo cosas necesa-
rias?
—Pero no necesidades geométricas sino eréticas, que
pueden ser mas agudas que aquéllas respecto del per-
suadir y atraer a la mayoria de la gente.
—Asi es. Pero después de eso, Glaucén, que se unan
irregularmente unos con otros o hagan cualquier otra
cosa, seria sacrilego en un Estado de bienaventurados,
y no lo permitirén los gobernantes.
—No seria justo, en efecto.
—Es patente, pues, que conformaremos matrimonios
sagrados en cuanto sea posible. Y seran sagrados los
mas beneficiosos.
—Enteramente de acuerdo.
—Pero ¢cémo han de ser los mas beneficiosos? Di-
melo, Glaucén, pues veo en tu casa perros de caza y
gran ndmero de aves de raza: ¢has prestado atencién,
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por Zeus, a algo en sus apareamientos y procreacio-
nes? ,
—cA qué te refieres?
—Primeramente, entre ellos mismos, aun cuando sean
de raza ¢no hay acaso algunos que llegan a ser mejores?
—Los hay.
—