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258 DIALOGOS —De esto y de las demas cosas precedentes —dije—, en mi opinién, sé/sigue’ esta ley. —Esto despertara mucha mayor desconfianza que lo otro, tanto en cuanto a su posibilidad como a su utilidad. Tro pienso que la disputa sobre si es posible o no, sera grande. e —Es sobre ambas cosas que se disputara. —Lo que mencionas es una alianza de objeciones; yo pensaba que escaparia a una de ellas, de modo que, si opinabas que era algo util, me quedaria sélo la de si era posible o no. —lIntentando escaparte, sin embargo, no has pasado inadvertido, sino que has de dar cuenta de ambos. —Me someto al castigo —respondi—. Pero hazme elf 4582 siguiente favor: permiteme que me come asueto tal co- mo la gente de espiritu ocioso acostumbra, homenajean- dose a sf misma, cuando camina sola. Pues sin duda sabes que tales personas, antes de descubrir de qué mo- do se realizaré lo que desean, omiten la cuestién, para no fatigarse deliberando acerca de si es posible 0 no: considerando lo que quieren como algo ya real, dispo- nen el resto y se deleitan pasando revista a lo que ha- ran una vez cumplido su deseo, volviendo ademas a su al- ma, ya perezosa, mas perezosa atin. También yo ahora me abandono a la flojera, y deseo posponer para des- pués el examen de si lo que propongo es posible; por ahora, si me lo permites, considerandolo como siendo posible, examinaré cémo los gobernantes lo dispondran una vez alcanzada su realizacién, y cémo ha de ser, tras - REPUBLICA V 259 ser llevado a la practica, lo mas conveniente de todo para el Estado y para los guardianes. Esto es lo que intentaré primeramente indagar junto contigo; después lo otro, si tu lo permites. —Esta bien, lo permito; haz el examen. —Pienso que, si los gobernantes son dignos de tal nombre, y lo mismo que ellos los auxiliares, estar4n dis- puestos unos a hacer lo que se les ordene y otros a or- denar, obedeciendo las leyes e imitandolas en cuantas prescripciones les encomendamos que hagan. —Es natural. —Ahora bien: wi, que eres su legislador, tal como seleccionaste a los hombres, asi has de seleccionar a las mujeres, y se las dards, tanto cuanto sea posible, de naturaleza similar. Y ellos, al tever casa en comun y comida en comun, sin poseer privadamente nada de esa indole, viviran juntos, enrremezclados unos con otros en los gimnasios y en el resto de su educacién, y por una necesidad natural, pieoso, seran conducidos hacia la unién sexual. ¢O no te parece que digo cosas necesa- rias? —Pero no necesidades geométricas sino eréticas, que pueden ser mas agudas que aquéllas respecto del per- suadir y atraer a la mayoria de la gente. —Asi es. Pero después de eso, Glaucén, que se unan irregularmente unos con otros o hagan cualquier otra cosa, seria sacrilego en un Estado de bienaventurados, y no lo permitirén los gobernantes. —No seria justo, en efecto. —Es patente, pues, que conformaremos matrimonios sagrados en cuanto sea posible. Y seran sagrados los mas beneficiosos. —Enteramente de acuerdo. —Pero ¢cémo han de ser los mas beneficiosos? Di- melo, Glaucén, pues veo en tu casa perros de caza y gran ndmero de aves de raza: ¢has prestado atencién, ° 459a 260 DIALOGOS por Zeus, a algo en sus apareamientos y procreacio- nes? , —cA qué te refieres? —Primeramente, entre ellos mismos, aun cuando sean de raza ¢no hay acaso algunos que llegan a ser mejores? —Los hay. —

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