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Los escritos de los profetas desempeñan un papel crucial en la formación del pueblo de
Dios al desarrollar una conciencia crítica de la realidad humana y alentar la esperanza de
construir una nueva realidad en colaboración con Dios.
Dios confirmó la vocación misionera de Israel, llamándolos a ser una "bendición" para
todas las naciones. La Ley se convirtió en su guía para vivir justa y obedientemente
delante de Dios y sus semejantes.
La vocación de Israel como "un reino de sacerdotes y gente santa" implicaba compartir
el conocimiento de Dios con otras naciones. La santidad se expresaba a través del
cumplimiento del pacto de Dios, tanto en el culto como en la conducta social,
combinando adoración y servicio.
El artículo resalta que la Ley, en particular la Tora, regula las relaciones fundamentales
del ser humano con Dios, el prójimo y la creación. La Ley muestra el camino de regreso a
la armonía original, equilibrando el amor a Dios y al prójimo. La responsabilidad hacia el
prójimo está presente en la Ley, que protege los derechos humanos fundamentales,
especialmente de aquellos en posiciones vulnerables como los pobres, esclavos,
huérfanos, viudas, criminales y extranjeros.
La Ley de Dios advierte contra la injusticia y la violencia, ya sea por indiferencia hacia las
necesidades humanas o por actos violentos. La práctica de la Ley ayudaba a restaurar y
mantener las relaciones humanas, promoviendo el shalom (paz y bienestar). La
obediencia a la Ley resumida en el amor a Dios y al prójimo permitiría a Israel ser una
"bendición" para todas las familias de la tierra.
El libro de Isaías resalta que el Mesías cumplirá su misión en dos etapas: restaurar a
Israel y ser "luz de las naciones." Esto muestra que las expectativas mesiánicas abarcan a
todas las naciones.
Los profetas son críticos y detectan la presencia o ausencia de Dios en los signos de su
tiempo, denunciando injusticias y criticando la situación actual.