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Marcela Lagarde,
Identidad de género y derechos humanos, p. 92.
RESUMEN
El texto se propone presentar un análisis histórico y conceptual de los aportes
de la crítica feminista a la ampliación conceptual de los Derechos Humanos. Se
parte de revisar y explicitar las históricas carencias de la visión tradicional de
los Derechos Humanos Universales, recorriendo y visibilizando la exclusión de
las mujeres de la noción y el ejercicio de la igualdad ciudadana. Se trata de hacer
evidente la contradicción fundamental entre la ambición de universalidad de
derechos y la conceptualización restringida de la ciudadanía blanca y andro-
céntrica, contra la cual insurgen las luchas feministas. En la segunda parte, se
34 Alba Carosio. Doctora en Ciencias Sociales. Magíster y licenciada en Filosofía. Integrante del
Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela y de la Revista Venezolana
de Estudios de la Mujer. Coordinadora del Grupo de Trabajo CLACSO: Feminismo y cambio en
América Latina y el Caribe. Profesora asociada e investigadora acreditada de FONACIT, consultora
y asesora en equidad e igualdad de género. Autora de numerosas publicaciones en los temas de
feminismo, ética y transformación social.
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Las mujeres fueron parte constitutiva del propio proceso revolucionario fran-
cés, en la Marcha a Versalles, en los Clubes Patrióticos de Mujeres, en el Club
de Ciudadanas Republicanas Revolucionarias. No ha habido revoluciones en la
historia sin su correspondiente radicalización feminista porque el cuestiona-
miento del poder establecido da lugar a la visibilización de antiguas opresiones.
En la medida en que las mujeres participaron en el movimiento revoluciona-
rio creyeron que había llegado el momento de tener igualdad de derechos. En
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35 El concepto y la nominación de “ciudadana” tiene en la mayoría de los casos una carga positiva
y reivindicativa. Las militantes prefieren llamarse ciudadanas antes que mujeres. Las miembras
del club de mujeres parisino se llaman a sí mismas ciudadanas republicanas, mas no mujeres
republicanas revolucionarias, como las llaman los hombres. (Nathalie Hirschsprung, 1989)
36 En plena Revolución, en el año 1791, fundó la Sociedad de Amigas de la Verdad, el primer club
formado exclusivamente por mujeres, para reivindicar la igualdad entre los sexos.
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Muy pronto la potencial universalidad de los principios del nuevo orden reveló su
falsedad formulando los conceptos de “ciudadanía activa” y “ciudadanía pasiva”,
plasmada en las constituciones francesas de 1791 y 1793, permitió el estableci-
miento de condiciones para la ciudadanía37: deben hacerse méritos para obtener
la ciudadanía. Los liberalismos ilustrados permitieron fronteras y clasiicaciones,
de las cuales la sexual es entendida como natural y a la vez normativa, de manera
que las mujeres —por su “naturaleza”— debían ser representadas en lo público
por un varón, padre, marido, hermano. La Constitución de 1793 estableció deini-
tivamente el denominado “sufragio universal” como masculino exclusivamente,
se ordenó la disolución de los clubs políticos femeninos, se prohibió que más de
cinco mujeres se reuniesen en la vía pública, por considerarse subversivo contra
el orden. Olympe de Gouges fue guillotinada por los jacobinos en noviembre de
1793, acusada de “contrarrevolucionaria”. Premonitoriamente había airmado que
“si la mujer tiene derecho a subir al cadalso también tiene derecho a subir a la
tribuna” (Gouges, Olympe de; Palm, Etta; Mericourt, heroigne de y Lacombe,
Claire, 2007: 115).
Mientras tanto en nuestra América también ya habían sido ejecutadas, con vio-
lación, tortura, escarnios y descuartizamiento, las rebeldes indígenas Micaela
Bastidas (1781), Tomasa Tito Condemayta (1781), Marcela Castro (1781), Barto-
lina Sisa (1782)38, Gregoria Apaza (1782), Cecilia Tupac Amaru, Manuela Tito
37 Constitución de 1791: ciudadanos activos son quienes pagan una contribución equivalente a tres
jornadas de trabajo; Constitución de 1793: ciudadanos activos son todos los hombres mayores de
21 años; Constitución de 1795: para ser ciudadano se requiere estar domiciliado y pagar algún
tributo.
38 Al amanecer del 5 de septiembre de 1782, la heroica comandante guerrera aymara sufre
la sentencia de los opresores que en su texto original copiado del castellano antiguo dice:
“A Bartolina Sisa Muger del Ferós Julián Apaza o Tupa Catari, en pena ordinaria de Suplicio, y
que sacada del Quartel ala Plaza mayor por su sircunferencia atada ala cola de un Caballo, con
una soga de espatro al Cuello, y Plumas, y una Aspa afianzada sobre un Bastón de palo en la
mano y a vós de pregonero que publique sea conducida ala Horca, y se ponga pendiente de
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La ciudadana pasará a ser deinida como “la mujer del ciudadano” —es decir,
deinida por una relación privada, no pública—, y el modelo republicano de mu-
jer será el de madre al servicio de la familia, con la función de tener hijos para
la Patria y educarlos como buenos ciudadanos. Se institucionaliza así la función
del marido como mediador y representante de la mujer en lo público, culmina
en el Código Civil napoleónico de 1804, que establece la obediencia de la mujer
a su marido y fue modelo para la mayoría de los posteriores.
ella hasta que naturalmente muera; y después se clave su caveza y manos en Picotas con el
rótulo correspondiente, y se fijen para el público escarmiento en los lugares de Cruzpata, Alto
de San Pedro, y Pampaxasi donde estaba acampada y Precidía sus juntas sediciosas; y fecho
sucesivamente después de días se conduzca la caveza a los pueblos de Ayohayo, y Sapahagui
de su Domicilio y origen en la Provincia de Sicasica, conla orden para que se queme después de
tiempo, y se arrojen las cenizas al aire, donde estime convenir”. [Citado por Arturo Costa de la
Torre, 1977]
39 1803, Sentencia a Lorenza Abimañay (Citado por Vitale, 1997:91).
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A ines del siglo XVIII y principios del XIX, las ideas de igualdad para las mujeres
se multiplican en diferentes países y textos, tales son Sobre la igualdad de los se-
xos, publicado por Judith Sargent Murray en Boston 1790; en Alemania en 1792,
El mejoramiento civil de las mujeres, escrito por heodor Gottlieb von Hippel.
Varias mujeres protagonizaron junto con los hombres las luchas independentis-
tas nuestroamericanas, masivamente combatieron o padecieron en ese proceso
de un cuarto de siglo, entre 1809 y 1824. Fueron protofeministas, emblemáticas
heroínas tales como la ecuatoriana Manuela Sáenz, la argentina Juana Azurduy
o la peruana Francisca Zubiaga, en ellas se encarna el destino trágico de las
mujeres que rompen con los moldes de las educación y la socialidad femenina
(Francesca Gargallo, 2009), fueron desterradas, exiliadas y calumniadas para
así borrar toda huella de su memoria. La mayoría fueron nuevamente recluidas
en sus hogares o en los conventos, relegadas del escenario público que les había
servido para conseguir una emancipación que era la de sus pueblos y también la
de su propia individualidad.
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Diez años después, en 1848, y organizada por dos abolicionistas Lucretia Mott
y Elizabeth Cady Stanton, se celebró en Seneca Falls (Nueva York) la prime-
ra convención sobre los derechos de la mujer en Estados Unidos. El resultado
fue la publicación de la “Declaración de Seneca Falls” (o “Declaración de Senti-
mientos”, como ellas la llamaron), un documento basado en la Declaración de
Independencia de los Estados Unidos que se considera la primera declaración
feminista colectiva que expone la “conciencia articulada de los derechos de las
mujeres” (Angela Davis, 2006: 62). En Seneca Falls se hizo una denuncia fervo-
rosa sobre la situación de minusvalía política, social, moral, religiosa y civil de
las mujeres norteamericanas, incluyendo la privación de derechos que implica el
matrimonio. Las declarantes señalan que:
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Flora Tristán considera a las mujeres, junto con los obreros, pilares de la lucha
social. Flora elaboró una de las primeras ideas de una internacional obrera la
Unión Obrera Universal40, donde hombres y mujeres debían participar en con-
diciones de igualdad para ir realizando la transformación social pacíica. Pensa-
ba que las mujeres obreras vivían amargadas y en la infelicidad por el desprecio
con que se las trataba. El marido al tener mayor educación y salario es el jefe y
trata con desprecio a su mujer, y las mujeres se rebelan; según Flora la desigual-
dad genera violencia en el hogar. Para salir de esta situación es necesario educar
a las mujeres.
40 Idea que Carlos Marx lanzaría cinco años después en el Manifiesto Comunista en 1848.
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En Nuestra América, a inales del siglo XIX, las mujeres comenzaron a escribir
en relexión sobre su ser mujeres, los diarios de vida o las revistas de mujeres
fueron solo espacio de ocio o del romanticismo amoroso, también participaron
en periódicos progresistas y fundaron algunos propios41.
El feminismo latinoamericano de ines del siglo XIX fue liberal y burgués pero
también obrero, socialista y sobre todo anarquista, denunciaban la doble opre-
sión del matrimonio y el trabajo, y la hipocresía sexual eclesiástica. Las mujeres
anarquistas con sus exigencias de derechos del cuerpo y sexualidad, llevan a la
esfera pública cuestiones que habían quedado relegadas a la vida íntima o priva-
da. ¡¡¡¡Ni Dios, ni patrón, ni marido!!!! (Maxine Molyneux, 2003: 41) decían las
feministas anarquistas, con resonancias de un movimiento internacionalizado.
Pero las feministas latinoamericanas del siglo XIX parecen mucho más conserva-
doras que sus contrapartes europeas y estadounidense de la misma época, porque
coniaban todavía en que la política masculina como tal nos las excluía. (Fran-
cesca Gargallo, 2007: 14)
A ines del siglo XIX y comienzo del XX ya se produjo una aceleración de los
movimientos de mujeres que conformó la llamada primera ola del feminismo,
en la que conluyen los movimientos sufragistas, los feminismos socialistas y
anarquistas, los movimientos de mujeres trabajadoras y la lucha por la incor-
poración de la mujer a la educación. La lucha por el derecho al voto, que abarca
la primara mitad del siglo XX, fue transversal a las mujeres de todas las clases
sociales, coincidían en reclamar el derecho a la participación política para re-
formar la legislación y la costumbre y, en consecuencia, la sociedad. En 1903 se
fundó en Inglaterra la Unión Política y Social de la Mujer. En los primeros años
41 1852 en Brasil: O Jornal das Senhoras; 1854 en Argentina: Álbum de Señoritas Periódico de Literatura,
Modas, Bellas Artes y Teatros, de inspiración feminista liberal; 1872 en Colombia: El Rocío, primera
publicación a favor de la emancipación de las mujeres; 1887, en Guatemala: El Ideal, revista
feminista liberal –pero no anticlerical; 1980 en Ecuador: El Tesoro del Hogar, 1896 en Argentina: La
Voz de la Mujer, un periódico anarquista escrito por mujeres, para mujeres.
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Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX las mujeres descubrieron que
con el derecho al voto no se conseguía igualdad real en la vida cotidiana, y que
la participación política no signiicaba igualdad real, las vidas concretas de las
mujeres con su carga de pobreza y sexualidad oprimida continuaba. El malestar
de las mujeres comenzó a hacerse evidente, en 1949 se publicó El segundo sexo,
la obra pionera de Simone de Beauvoir que propone una transformación revo-
lucionaria en la comprensión de la realidad. Aunque nuevamente, las mujeres
se incorporaron a las luchas sociales socialistas y de liberación de los pueblos y
allí también encontraron la gran contradicción entre objetivos de emancipación
social pública y opresión en lo privado.
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Esta segunda ola feminista se aglutina en torno a la visión de que “lo personal es
político”. Se propone como práctica política radical, un nuevo tipo de relación y
de estilo político que reconciliará el factor personal/privado con el público, in-
corporan emociones y sentimientos (Shulamith Firestone, 1973). Esto signiica
no tratar de tener un acceso igualitario al mundo masculino sino redeinir lo
político desde el ser femenino. No basta con discutir a la mujer como un agrega-
do dentro del contexto político social, sino que hay que revisar las bases esencia-
les sobre las cuales se ha construido la teoría política. A lo largo de todo el siglo
XX, las mujeres presentaron la batalla en dos frentes, batiéndose por obtener el
reconocimiento de sus derechos y participando movimientos de emancipación
política y social que lo jalonaron.
Fue una época en la que se multiplicaron los grupos de autoconciencia, las or-
ganizaciones de mujeres dentro y fuera de partidos políticos, los espacios feme-
ninos de producción cultural, las formas de resistencia contra las dictaduras y
las lucha contra la opresión sexual unida a la lucha contra el capitalismo y el
colonialismo44. Se comienzan a debatir los temas relacionados con la sexualidad,
la maternidad, la pobreza de las mujeres, los roles y estereotipos en los proyectos
de vida y en la educación, la estructura familiar, y se estructuran las teorías del
patriarcado y del sistema sexo-género.
Estas luchas de las mujeres llevaron a que en 1975 la Asamblea General de las
Naciones Unidas lo declarara como el Año Internacional de la Mujer, deiniera
el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, y convocara la Primera Con-
ferencia Mundial sobre la Mujer que se realizó en México. Los debates dieron
origen al mandato por el cual la Asamblea General de ONU proclamó al perío-
do 1975-1985 como el Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer (también
llamado década para la mujer). Los temas centrales fueron Igualdad, Desarrollo
y Paz. Paralelamente, ONU promovió un Foro paralelo de Organizaciones No
Gubernamentales (ONG), como una manera de oír la voz de algunas mujeres
organizadas y abrir espacios para su incidencia, aunque por supuesto de una
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Durante el último cuarto del siglo XX, una serie de convenios, pactos, conven-
ciones internacionales van haciendo lugar a las demandas de las mujeres y de-
clarando de manera reiterada la necesidad de una mayor equidad e igualdad,
ya que como establecía la Convención: “…la máxima participación de la mujer,
en igualdad de condiciones con el hombre, en todos los campos, es indispensa-
ble para el desarrollo pleno y completo de un país, el bienestar del mundo y la
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Cuadro Nº 1
Programa de Acción de la Conferencia t Promover la equidad y la igualdad de los sexos y los derechos de la mujer,
eliminar la violencia de todo tipo contra la mujer y asegurarse de que sea
1994 Internacional sobre Población y Desarrollo (El ella quien controle su propia fecundidad.
Cairo) t Reconocimiento de los Derechos Sexuales y Reproductivos.
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45 Hablamos de “perspectiva de las mujeres” para destacar las humanas concretas que han luchado
para que los Derechos Humanos les sean reconocidos y también su específica situación histórico-
social, evitamos específicamente utilizar la expresión “perspectiva de género” porque ha servido
en general, para darle potabilidad política a las reivindicaciones feministas, pero al mismo tiempo
volviendo a la abstracción, generalización y ocultamiento de la concreción de Derechos Humanos
para las humanas, la visión de género es un concepto abstracto que invisibiliza a las mujeres,
puede convertirse en una trampa más.
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46 Es el segundo instrumento de Naciones Unidas con mayor número de ratificaciones: 185 países
han ratificado la CEDAW, Estados Unidos ha firmado la Convención en 1980, pero no la ha
ratificado.
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Resulta de interés especiicar cuáles son los aspectos que la Convención estable-
ció como determinantes de un programa de equidad e igualdad para las muje-
res, y que hoy son parte integrante de los Derechos Humanos; ellos son, además
de los que ya mencionamos:
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Muchas de estas pautas mínimas no son efectivas en una gran parte del mun-
do, prejuicios y costumbres impiden que las mujeres sean tratadas en igualdad.
Algunos de los ámbitos que incluyen todavía siguen siendo vistos como proble-
mas y decisiones personales de las familias en las que el Estado y la comunidad
no deben intervenir. La maternidad continúa siendo riesgo de muerte para las
mujeres de los países pobres, ni las sociedades ni las empresas protegen la ma-
ternidad, ni garantizan alimentación y bienestar, ni favorecen mecanismos que
faciliten armonizar trabajo y familia, la maternidad sigue siendo un factor de
discriminación laboral, mucho más de la mitad de mujeres no tiene acceso a
trabajos con prestaciones y a seguridad social, las mujeres rurales siguen sin
conseguir visibilidad y mucho menos atención a sus necesidades, el matrimonio
infantil y peor más aún la trata de niñas con ines sexuales se ha incrementado,
y por supuesto, casi en ningún país del mundo los textos escolares dejan de re-
producir estereotipos ni de fundamentar discriminaciones.
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Llegado a este punto, es necesario reconocer que estos logros que se han debido a ela-
boraciones feministas, aunque haya sido en ocasiones ocultada la participación de los
feminismos rebeldes y presentada como producto de las experticias de funcionarios
y funcionarias internacionales. Durante este período, sobre todo a partir de Nairo-
bi se fue conformando una tecno-burocracia poderosa cada vez más autorreferente,
alejada y con menor impacto en la vida real y en el progreso programático que la
CEDAW orienta, y que se nutre y retroalimenta con femocracias locales, y que hacia
principios del siglo XXI se fue haciendo fuerte una visión liberal y disciplinada de la
lucha feminista. Un tipo de orientación feminista que se concentra en una agenda de
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Los feminismos del siglo XXI van reconociendo que las mujeres no son un gru-
po homogéneo (por más que ciertas corrientes del feminismo reivindiquen la
esencia femenina), por el contrario, van aparecienciendo testimonios de mujeres
que parten de la pertenencia étnica, de la pertenencia de clase, geográica, etc. y
que implica el reconocimiento a una gramática social que aporta visiones nue-
vas y contrarias al simple marco liberal de derechos.
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Los feminismos llaman la atención sobre los derechos de las mujeres como
derechos humanos ejercidos en lo concreto de la corporeidad. Se reivindica la
igualdad esencial de las mujeres como principio y como propósito, se trata de la
pertenencia y reconocimiento de los aportes de todas las mujeres a la comunidad
moral de las personas. Esta lucha en sí misma implica la postulación de una con-
cepción de Derechos Humanos no abstractos y no neutrales, derechos humanos
situados, que adelantan desde una concepción de la justicia como imparcialidad
hacia la concepción de la justicia como equidad, que tiene en cuenta mujeres y
hombres en sus circunstancias socio históricas sexuales concretas. La jerarquía
y desigualdad entre los sexos es incompatible con un programa real y efectivo de
derechos humanos, pero un programa que supera la concepción neutral liberal,
que es en realidad un imperialismo cultural que ha mostrado ser inútil para de-
fender a las mujeres concretas (y a otros grupos oprimidos) sirviendo en cambio
como justiicación de guerras y sanciones económicas disciplinadoras.
Por ello, los feminismos de la tercera ola con sus diversas reivindicaciones y con
sus conjuntos visibles aportan una reconstrucción y reorganización de la ciu-
dadanía que la amplía, que destruye sus fronteras. La ciudadanía feminista no
tiene fronteras y reconoce diferencias y diversidades. La ciudadanía feminista
también incorpora la noción de reproducción y sostenibilidad de la vida como
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