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VISIONES CRITICASfinal.

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Aportes de la crítica feminista a la
reconceptualización de los derechos
humanos
Alba Carosio34

La airmación del carácter positivo de la diferencia sexual se opone


a la identiicación centenaria del sujeto pensante con lo universal y de ambos
con lo masculino... Puesto que no hay simetría entre los sexos, las mujeres deben hablar
lo femenino, deben pensarlo, escribirlo y representarlo en sus propios términos.

Rosi Braidotti, Sujetos nómades, p. 141.

El feminismo ha sido la ilosofía y la acumulación política ideada y vivida


por millones de mujeres de diferentes épocas, naciones, culturas, idiomas,
religiones o ideologías que ni siquiera han coincidido en el tiempo, pero lo han hecho
en la búsqueda y la construcción de la humanidad de las mujeres.

Marcela Lagarde,
Identidad de género y derechos humanos, p. 92.

RESUMEN
El texto se propone presentar un análisis histórico y conceptual de los aportes
de la crítica feminista a la ampliación conceptual de los Derechos Humanos. Se
parte de revisar y explicitar las históricas carencias de la visión tradicional de
los Derechos Humanos Universales, recorriendo y visibilizando la exclusión de
las mujeres de la noción y el ejercicio de la igualdad ciudadana. Se trata de hacer
evidente la contradicción fundamental entre la ambición de universalidad de
derechos y la conceptualización restringida de la ciudadanía blanca y andro-
céntrica, contra la cual insurgen las luchas feministas. En la segunda parte, se

34 Alba Carosio. Doctora en Ciencias Sociales. Magíster y licenciada en Filosofía. Integrante del
Centro de Estudios de la Mujer de la Universidad Central de Venezuela y de la Revista Venezolana
de Estudios de la Mujer. Coordinadora del Grupo de Trabajo CLACSO: Feminismo y cambio en
América Latina y el Caribe. Profesora asociada e investigadora acreditada de FONACIT, consultora
y asesora en equidad e igualdad de género. Autora de numerosas publicaciones en los temas de
feminismo, ética y transformación social.

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muestra cómo impulsados por ideas y movimientos feministas de la primera
y segunda ola, los países reunidos en Naciones Unidas van estableciendo un
conjunto de pactos, convenciones y conferencias que dan lugar a un cuerpo de
derechos humanos para las mujeres, con relevantes aportes conceptuales a la
crítica de los Derechos Humanos y a su profundización. En la tercera parte se
examinan especialmente las contribuciones de la Convención sobre la Elimina-
ción de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) a una
visión sustantiva de la igualdad que implica justicia y corrección de desigualda-
des. El trabajo concluye con una propuesta ético política feminista por la huma-
nización de los Derechos Humanos.

Palabras clave: crítica feminista, derechos humanos de las mujeres, igualdad y


justicia.

I. FEMINISMOS Y DERECHOS UNIVERSALES


Cuando la Revolución francesa de 1789 inauguró el mundo de los Derechos Hu-
manos, lo trascendental fue que por primera vez se intentó basar un sistema
político y social en la convicción de que “todos los hombres nacen y permanecen
libres e iguales en derechos” y en la conservación de los derechos naturales e
imprescriptibles del hombre como ‘propósito de toda asociación política’. Sin
embargo, el valor programático de la igualdad esencial que se proclamó en la
Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano y que serviría de base
al sistema social era restringida literalmente a los “hombres”; es decir, a los va-
rones. Una ciudadanía potencial pero falsamente universal se establecía sobre
los derechos naturales a “la libertad, la propiedad, la seguridad y la resistencia a
la opresión”, dando lugar a la exclusión en función no solamente del sexo, sino
de la raza, renta, propiedades, independencia personal o grado “civilizatorio”. El
ciudadano se deinía como varón, propietario y padre de familia.

Las mujeres fueron parte constitutiva del propio proceso revolucionario fran-
cés, en la Marcha a Versalles, en los Clubes Patrióticos de Mujeres, en el Club
de Ciudadanas Republicanas Revolucionarias. No ha habido revoluciones en la
historia sin su correspondiente radicalización feminista porque el cuestiona-
miento del poder establecido da lugar a la visibilización de antiguas opresiones.
En la medida en que las mujeres participaron en el movimiento revoluciona-
rio creyeron que había llegado el momento de tener igualdad de derechos. En

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Exhortación de las ciudadanas35 francesas a la Asamblea Nacional, el 12 de junio
de 1791, Etta Palm36 presentó una idea que tendrá más adelante importantes re-
sonancias para la crítica de la visión liberal de los Derechos Humanos: la justicia
como condición necesaria para la igualdad. Sin justicia no hay igualdad en los
hechos, el concepto de justicia incorpora la visión sobre la extensión y calidad de
la “igualdad de todos”, nos lleva a preguntarnos quiénes son todos y de qué clase
de igualdad se trata. Etta en el siglo XVIII, textualmente dice:

Habéis devuelto al hombre a la dignidad de su ser, reconocien-


do sus derechos; no dejaréis gemir por más tiempo a las mujeres
bajo una autoridad arbitraria, pues eso sería invertir los princi-
pios fundamentales sobre los que reposa el majestuoso ediicio
que estáis construyendo con vuestro infatigable trabajo para la
felicidad de los franceses. Ya no es tiempo de vacilar; la ilosofía
ha sacado la luz de las tinieblas, ha llegado la hora: la justicia,
hermana de la libertad, llama a la igualdad de los derechos de
todos los individuos sin diferencia de sexo. Las leyes de un pue-
blo libre deben de ser iguales para todos los seres, como el aire y el
sol. Demasiado tiempo, por desgracia, los derechos imprescindi-
bles de la naturaleza han sido ignorados: demasiado tiempo leyes
extrañas, digno producto de siglos de ignorancia, han aligido la
humanidad; demasiado tiempo, en in, la más odiosa tiranía ha
estado consagrada por leyes absurdas. (Gouges, Olympe de; Palm,
Etta; Mericourt, heroigne de y Lacombe, Claire, 2007: 167)

También en 1791, Olympe de Gouges estructuró la Declaración de los Derechos


de la Mujer y de la Ciudadana, como espejo rupturista y feminista de la Decla-
ración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano aprobada por la Asamblea
Nacional Constituyente francesa el 26 de agosto de 1789. Allí plantea que “la
ignorancia, el olvido o el desprecio de los derechos de la mujer son las únicas
causas de los males públicos” (Gouges, Olympe de; Palm, Etta; Mericourt, he-
roigne de y Lacombe, Claire, 2007: 114). Defendía que: la mujer nace libre y debe

35 El concepto y la nominación de “ciudadana” tiene en la mayoría de los casos una carga positiva
y reivindicativa. Las militantes prefieren llamarse ciudadanas antes que mujeres. Las miembras
del club de mujeres parisino se llaman a sí mismas ciudadanas republicanas, mas no mujeres
republicanas revolucionarias, como las llaman los hombres. (Nathalie Hirschsprung, 1989)
36 En plena Revolución, en el año 1791, fundó la Sociedad de Amigas de la Verdad, el primer club
formado exclusivamente por mujeres, para reivindicar la igualdad entre los sexos.

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permanecer igual al hombre en derechos y que la Ley debe ser la expresión de
la voluntad general; todas las Ciudadanas y los Ciudadanos deben contribuir,
personalmente o por medio de sus representantes, a su formación, proponía que
todas las ciudadanas y ciudadanos debían ser admisibles a todas las dignidades,
puestos y empleos públicos, según sus capacidades y sin más distinción que la de
sus virtudes y sus talentos (p. 115). Olympe también hizo planteamientos sobre
la supresión del matrimonio y la instauración del divorcio, y militó por el reco-
nocimiento paterno de los niños nacidos fuera de matrimonio.

Muy pronto la potencial universalidad de los principios del nuevo orden reveló su
falsedad formulando los conceptos de “ciudadanía activa” y “ciudadanía pasiva”,
plasmada en las constituciones francesas de 1791 y 1793, permitió el estableci-
miento de condiciones para la ciudadanía37: deben hacerse méritos para obtener
la ciudadanía. Los liberalismos ilustrados permitieron fronteras y clasiicaciones,
de las cuales la sexual es entendida como natural y a la vez normativa, de manera
que las mujeres —por su “naturaleza”— debían ser representadas en lo público
por un varón, padre, marido, hermano. La Constitución de 1793 estableció deini-
tivamente el denominado “sufragio universal” como masculino exclusivamente,
se ordenó la disolución de los clubs políticos femeninos, se prohibió que más de
cinco mujeres se reuniesen en la vía pública, por considerarse subversivo contra
el orden. Olympe de Gouges fue guillotinada por los jacobinos en noviembre de
1793, acusada de “contrarrevolucionaria”. Premonitoriamente había airmado que
“si la mujer tiene derecho a subir al cadalso también tiene derecho a subir a la
tribuna” (Gouges, Olympe de; Palm, Etta; Mericourt, heroigne de y Lacombe,
Claire, 2007: 115).

Mientras tanto en nuestra América también ya habían sido ejecutadas, con vio-
lación, tortura, escarnios y descuartizamiento, las rebeldes indígenas Micaela
Bastidas (1781), Tomasa Tito Condemayta (1781), Marcela Castro (1781), Barto-
lina Sisa (1782)38, Gregoria Apaza (1782), Cecilia Tupac Amaru, Manuela Tito

37 Constitución de 1791: ciudadanos activos son quienes pagan una contribución equivalente a tres
jornadas de trabajo; Constitución de 1793: ciudadanos activos son todos los hombres mayores de
21 años; Constitución de 1795: para ser ciudadano se requiere estar domiciliado y pagar algún
tributo.
38 Al amanecer del 5 de septiembre de 1782, la heroica comandante guerrera aymara sufre
la sentencia de los opresores que en su texto original copiado del castellano antiguo dice:
“A Bartolina Sisa Muger del Ferós Julián Apaza o Tupa Catari, en pena ordinaria de Suplicio, y
que sacada del Quartel ala Plaza mayor por su sircunferencia atada ala cola de un Caballo, con
una soga de espatro al Cuello, y Plumas, y una Aspa afianzada sobre un Bastón de palo en la
mano y a vós de pregonero que publique sea conducida ala Horca, y se ponga pendiente de

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Condori, Manuela Gandarillas. Las mujeres indígenas fueron víctimas prefe-
ridas de la violencia colonial, intervinieron masivamente en las luchas por la
tierra y en defensa de su etnia y las caudillas de la rebelión tupamarista fueron
ajusticiadas con crueldad y mucho sufrimiento, arrastradas por caballos, dego-
lladas, sometidas a torturas y vejaciones, “para que se perpetúe la memoria del
castigo aplicado” según decía por ejemplo, la sentencia dictada por las autorida-
des de la Real Audiencia de Quito39, e inmediatamente borradas de la historia.
Es claro entonces cómo la igualdad proclamada, solo alcanzaba a una parte de
la humanidad.

En el proceso independentista norteamericano, las mujeres se integraron en la


lucha contra el imperio inglés, y se organizaron en sociedades como las “Hijas de
la Libertad”, organización de mujeres tejedoras que hicieron aportaciones prác-
ticas para el logro de la autonomía económica, las mujeres realizaron acciones
antibritánicas y escribieron artículos a favor de la independencia. También las
mujeres norteamericanas compartieron igual suerte que las feministas france-
sas y las rebeldes latinoamericanas, sus derechos fueron ignorados y mitiicadas
como guardianas morales de la nueva América. homas Jeferson, quien redactó
la Declaración de la Independencia (1776), subrayó “todos los hombres son igua-
les” y declaró que las mujeres americanas serían “demasiado sabias como para
arrugarse la frente con la política”(citado por Howard Zinn, 2005: 88).

La ciudadana pasará a ser deinida como “la mujer del ciudadano” —es decir,
deinida por una relación privada, no pública—, y el modelo republicano de mu-
jer será el de madre al servicio de la familia, con la función de tener hijos para
la Patria y educarlos como buenos ciudadanos. Se institucionaliza así la función
del marido como mediador y representante de la mujer en lo público, culmina
en el Código Civil napoleónico de 1804, que establece la obediencia de la mujer
a su marido y fue modelo para la mayoría de los posteriores.

ella hasta que naturalmente muera; y después se clave su caveza y manos en Picotas con el
rótulo correspondiente, y se fijen para el público escarmiento en los lugares de Cruzpata, Alto
de San Pedro, y Pampaxasi donde estaba acampada y Precidía sus juntas sediciosas; y fecho
sucesivamente después de días se conduzca la caveza a los pueblos de Ayohayo, y Sapahagui
de su Domicilio y origen en la Provincia de Sicasica, conla orden para que se queme después de
tiempo, y se arrojen las cenizas al aire, donde estime convenir”. [Citado por Arturo Costa de la
Torre, 1977]
39 1803, Sentencia a Lorenza Abimañay (Citado por Vitale, 1997:91).

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A partir de esta deinición, el concepto de ciudadanía ya no se entendía como
“pertenencia al cuerpo social”, sino que su uso quedaba restringido a una acep-
ción concreta, la referida a los “llamados a ejercer los derechos políticos”, de
tal manera que menores de edad, deicientes mentales, condenados y mujeres
—igualadas a los menores de edad por su condición de “dependientes”—, no po-
drían ser considerados como ciudadanos. La ciudadanía opera así como criterio
de exclusión, el análisis desde las mujeres hacen evidente la contradicción fun-
damental entre la ambición de universalidad de derechos y la conceptualización
restringida de la ciudadanía.

De todas formas los principios de libertad e igualdad como derecho natural y


universal de toda la humanidad, que fundamentan la revolución como transi-
ción hacia sociedades más justas, inspiraron al primer feminismo. Las mujeres
inmersas en una sociedad en proceso constituyente reclamaron participación
y derechos, airmaron que la igualdad y la libertad pertenecen a la humanidad
en su conjunto y no solo a los varones. En el derrumbamiento de los prejuicios
que supone la supremacía de la Razón Ilustrada Universal, el primer feminismo
apoyó sus demandas por la universalidad efectiva de derechos que incluya a
las humanas, y comenzó a dejar oír su voz social. Así, empezó a ser visible una
nueva dimensión en la historia, y se puso las bases a la crítica feminista de la
organización social de los derechos humanos.

En 1792, la inglesa Mary Wollstonecrat escribió la Vindicación de los derechos


de la mujer que extiende las ideas radicales a las mujeres, sosteniendo la igual-
dad esencial entre los sexos, cuyas diferencias son debidas a una educación que
prepara a las mujeres para la sujeción. Se preguntaba “¿Quién ha erigido al hom-
bre en único juez si la mujer comparte con él el don de la razón?”. Localizaba
el origen de la subordinación de la mujer en su debilidad física reforzada por
la cultura y la educación, por esto propone que sean educadas racionalmente
sometiéndose a una disciplina de trabajo metódico y regular las mujeres —pien-
sa— podrán librarse de sus grilletes tradicionales, y la prisión de sus sentidos
movidos por sentimientos momentáneos. Los roles diferenciados que por ra-
zones de género se imponen en el ámbito de la familia y el hogar, no agotan la
condición de ser de la mujer y no deben suponer una educación básicamente
distinta para hombres y mujeres. Textualmente decía:

Para hacerles débiles y lo que algunos pueden llamar bellas, se des-


cuida el entendimiento y se fuerza a las niñas a sentarse quietas,

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jugar con muñecas y escuchar conversaciones vanas. (Mary Wolls-
tone-crat, 1996: 220)

A ines del siglo XVIII y principios del XIX, las ideas de igualdad para las mujeres
se multiplican en diferentes países y textos, tales son Sobre la igualdad de los se-
xos, publicado por Judith Sargent Murray en Boston 1790; en Alemania en 1792,
El mejoramiento civil de las mujeres, escrito por heodor Gottlieb von Hippel.
Varias mujeres protagonizaron junto con los hombres las luchas independentis-
tas nuestroamericanas, masivamente combatieron o padecieron en ese proceso
de un cuarto de siglo, entre 1809 y 1824. Fueron protofeministas, emblemáticas
heroínas tales como la ecuatoriana Manuela Sáenz, la argentina Juana Azurduy
o la peruana Francisca Zubiaga, en ellas se encarna el destino trágico de las
mujeres que rompen con los moldes de las educación y la socialidad femenina
(Francesca Gargallo, 2009), fueron desterradas, exiliadas y calumniadas para
así borrar toda huella de su memoria. La mayoría fueron nuevamente recluidas
en sus hogares o en los conventos, relegadas del escenario público que les había
servido para conseguir una emancipación que era la de sus pueblos y también la
de su propia individualidad.

A partir de la década de 1830 las mujeres se volcaron masivamente al movimien-


to abolicionista, y empezaron a comparar su situación en el matrimonio con la
esclavitud. En 1837, tuvo lugar en Nueva York el primer Congreso Antiesclavista
Femenino. La participación organizada femenina en estos grupos antiesclavistas
y los virulentos ataques que por ella se produjeron, suscitaron la controversia
sobre los derechos de las mujeres. En 1838, Sarah Grimké en sus Cartas sobre la
igualdad de los sexos y la condición de las mujeres, escribía:

Me regocijo porque estoy convencida de que a los derechos de


la mujer, lo mismo que a los derechos de los esclavos, les bastará
con ser analizados para ser comprendidos y defendidos, incluso
por algunos de los que ahora tratan de asixiar los irreprimibles
deseos de libertad espiritual y mental que se agitan en el corazón
de muchas mujeres y que apenas se atreven a descubrir sus senti-
mientos. (Cit. por Angela Davis, 2006: 49)

Sarah, y su hermana, Angelina Grimké, cuestionaban la premisa de que la


desigualdad de los sexos respondía a un mandato de Dios, sostenían que
“Los hombres y las mujeres fueron creados iguales, pues ambos son morales
y responsables”. Consideraban que la lucha por los derechos de las mujeres era

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inseparable de la lucha por los derechos de los negros. (Angela Davis, 2006: 49
y ss)

Diez años después, en 1848, y organizada por dos abolicionistas Lucretia Mott
y Elizabeth Cady Stanton, se celebró en Seneca Falls (Nueva York) la prime-
ra convención sobre los derechos de la mujer en Estados Unidos. El resultado
fue la publicación de la “Declaración de Seneca Falls” (o “Declaración de Senti-
mientos”, como ellas la llamaron), un documento basado en la Declaración de
Independencia de los Estados Unidos que se considera la primera declaración
feminista colectiva que expone la “conciencia articulada de los derechos de las
mujeres” (Angela Davis, 2006: 62). En Seneca Falls se hizo una denuncia fervo-
rosa sobre la situación de minusvalía política, social, moral, religiosa y civil de
las mujeres norteamericanas, incluyendo la privación de derechos que implica el
matrimonio. Las declarantes señalan que:

Todas ‘las leyes que impidan que la mujer ocupe en la sociedad la


posición que su conciencia le dicte, o que la sitúen en una posi-
ción inferior a la del hombre, son contrarias al gran precepto de
la naturaleza y, por lo tanto, no tienen ni fuerza ni autoridad’ y
destacan que ¿la igualdad de los derechos humanos es consecuen-
cia del hecho de que toda la raza humana es idéntica en cuanto a
capacidad y responsabilidad’ y es su deber perseguir el derecho al
voto. (Alicia Miyares, 1999: 140 y ss)

Paralelamente se habían ido organizando los movimientos de mujeres trabaja-


doras que desde 1834 a 1944 estuvieron luchando por diez horas de trabajo, y
por sus derechos, en contra de sociedades que les asignaba un salario miserable
que no podía ser propio. Surgió en Massachusetts la Asociación para la Reforma
del Trabajo Femenino (1841) y se debatía el espinoso tema de la protección y la
segregación laboral, y de una igualdad laboral en abstracto que ocultaba el he-
cho de que las mujeres también trabajaban en casa.

En 1848 Europa se conmocionó por una ola de manifestaciones populares que


prendió en varios países a la vez. En esta Primavera de los Pueblos participaron
ampliamente las mujeres trabajadoras con ideas feministas y socialistas, que vi-
sibilizan la complejidad de la opresión de la mujer, deienden la igualdad para las
mujeres y la asocian con la emancipación de clase. En marzo de 1848 apareció
en París La Voix des Femmes (La Voz de las Mujeres), que propone un sinfín de
proyectos para todos los aspectos de la vida que afectaban a las mujeres, abogaba

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por el divorcio y se proponía por primera vez, guarderías y cuidados ilustrados
para los niños. Se promovieron los clubes de mujeres como mecanismos de or-
ganización y educación.

En este mismo ambiente de pensamiento y lucha emancipatoria, ya en 1843,


Flora Tristán había escrito en La Unión Obrera: Todas las desgracias del mundo
provienen del olvido y el desprecio que hasta hoy se ha hecho de los derechos na-
turales e imprescriptibles del ser mujer (2003:61). Para Flora Tristán la opresión
de las mujeres se fundamenta en el principio que airma la naturaleza inferior de
la mujer, y se relaciona con su explotación económica. Sostiene que no se envía
a las niñas a la escuela

porque se le saca mejor partido en las tareas de la casa, ya sea para


acunar a los niños, hacer recados, cuidar la comida, etc., y luego A
los doce años se la coloca de aprendiza: allí continúa siendo explo-
tada por la patrona y a menudo también maltratada como cuando
estaba en casa de sus padres. (2003:54)

Flora Tristán considera a las mujeres, junto con los obreros, pilares de la lucha
social. Flora elaboró una de las primeras ideas de una internacional obrera la
Unión Obrera Universal40, donde hombres y mujeres debían participar en con-
diciones de igualdad para ir realizando la transformación social pacíica. Pensa-
ba que las mujeres obreras vivían amargadas y en la infelicidad por el desprecio
con que se las trataba. El marido al tener mayor educación y salario es el jefe y
trata con desprecio a su mujer, y las mujeres se rebelan; según Flora la desigual-
dad genera violencia en el hogar. Para salir de esta situación es necesario educar
a las mujeres.

Un aporte original de Flora Tristán es partir de la experiencia personal, privada


y cotidiana buscando el interés público y colectivo, de manera que se borren las
fronteras entre lo privado y lo público, objetivo principal del pensamiento fe-
minista. Flora insiste en que no es personalmente sobre ella que quiere atraer la
atención, sino sobre todas las mujeres que se encuentran en la misma situación.
Con este propósito escribe Necesidad de dar mejor acogida a las extranjeras
(1836), Peregrinaciones de una Paria (1838) y Paseos por Londres (1840).

40 Idea que Carlos Marx lanzaría cinco años después en el Manifiesto Comunista en 1848.

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Se observa que el nivel de civilización al que han llegado diferentes
sociedades humanas está en proporción al nivel de independencia
de que gozan las mujeres. Algunos escritores, en la vía del progre-
so, convencidos de la inluencia civilizatoria de la mujer y al verla
por todas partes regidas por códigos excepcionales, han querido
revelar al mundo los efectos de ese estado de cosas. Con este obje-
to, desde hace diez años, han lanzado diversos llamamientos a las
mujeres para animarlas a publicar sus dolores y sus necesidades,
los males que resultan de su sujeción y lo que debería esperarse de
la igualdad entre los sexos. (Flora Tristán, 2003: 77)

En el pensamiento de Flora Tristán se une la emancipación de las mujeres con


su emancipación como obreras, de manera que en su obra conluyen feminismo
y socialismo. Es una de las pensadoras más avanzadas de su tiempo, logra ver
la locura y la delincuencia como problemas sociales y es una de las primeras en
condenar el trabajo de los niños. Considera que es necesario unir a las mujeres
y a los obreros, de Francia, de Europa, del mundo para crear una fuerza irresis-
tible que va a hacer de la libertad un derecho de todos.

El pensamiento socialista y anarquista se conjuga con el feminismo, integrando


el pensamiento y acción por la justicia y la igualdad. La búsqueda de una socie-
dad más justa que respondiera realmente a los ideales de la Revolución francesa
de igualdad, libertad y solidaridad y que acabara con la iniquidad del capita-
lismo naciente que propugnaban los socialistas utópicos de principios del siglo
XIX, Saint Simon, Fourier, Owen, se conectaba de manera directa y evidente
con la emancipación de la mujer. La sociedad ideal y perfecta, en la que todos los
seres humanos se relacionan en paz, armonía, igualdad y cooperación requiere
la liberación de las mujeres y su igualdad efectiva. Para Fourier en la relación
entre mujeres y hombres, entre débiles y fuertes es donde se maniiesta más cla-
ramente la victoria de la naturaleza humana sobre la brutalidad.

Ideas que retoma Marx en los Manuscritos económicos y ilosóicos de 1844, la


relación entre los sexos es también una relación alienada, producto histórico que
puede transformarse. En La sagrada familia, Marx relaciona la hipocresía del
hombre burgués con su incapacidad para entender el modo en que explota a su
mujer (Sheila Rowotham, 1978: 93). En 1884, Engels en El origen de la familia,
la propiedad privada y el Estado elabora una teoría acabada sobre la opresión de

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la mujer originada en la familia burguesa, donde las relaciones entre los sexos se
subordina a las forma de propiedad. Por su parte, los anarquistas propugnaban
un orden social desligado de la propiedad y el control autoritario basado en la
cooperación. Un nuevo orden social bajo la premisa libertaria encierra la pro-
mesa de la libertad amatoria, unión libre en lugar de matrimonio. Convergen
todos en la subversión del orden burgués y todos ellos piensan que las mujeres
en pie de igualdad tienen un papel en la lucha general por cambiar la sociedad.

En Nuestra América, a inales del siglo XIX, las mujeres comenzaron a escribir
en relexión sobre su ser mujeres, los diarios de vida o las revistas de mujeres
fueron solo espacio de ocio o del romanticismo amoroso, también participaron
en periódicos progresistas y fundaron algunos propios41.

El feminismo latinoamericano de ines del siglo XIX fue liberal y burgués pero
también obrero, socialista y sobre todo anarquista, denunciaban la doble opre-
sión del matrimonio y el trabajo, y la hipocresía sexual eclesiástica. Las mujeres
anarquistas con sus exigencias de derechos del cuerpo y sexualidad, llevan a la
esfera pública cuestiones que habían quedado relegadas a la vida íntima o priva-
da. ¡¡¡¡Ni Dios, ni patrón, ni marido!!!! (Maxine Molyneux, 2003: 41) decían las
feministas anarquistas, con resonancias de un movimiento internacionalizado.
Pero las feministas latinoamericanas del siglo XIX parecen mucho más conserva-
doras que sus contrapartes europeas y estadounidense de la misma época, porque
coniaban todavía en que la política masculina como tal nos las excluía. (Fran-
cesca Gargallo, 2007: 14)

A ines del siglo XIX y comienzo del XX ya se produjo una aceleración de los
movimientos de mujeres que conformó la llamada primera ola del feminismo,
en la que conluyen los movimientos sufragistas, los feminismos socialistas y
anarquistas, los movimientos de mujeres trabajadoras y la lucha por la incor-
poración de la mujer a la educación. La lucha por el derecho al voto, que abarca
la primara mitad del siglo XX, fue transversal a las mujeres de todas las clases
sociales, coincidían en reclamar el derecho a la participación política para re-
formar la legislación y la costumbre y, en consecuencia, la sociedad. En 1903 se
fundó en Inglaterra la Unión Política y Social de la Mujer. En los primeros años

41 1852 en Brasil: O Jornal das Senhoras; 1854 en Argentina: Álbum de Señoritas Periódico de Literatura,
Modas, Bellas Artes y Teatros, de inspiración feminista liberal; 1872 en Colombia: El Rocío, primera
publicación a favor de la emancipación de las mujeres; 1887, en Guatemala: El Ideal, revista
feminista liberal –pero no anticlerical; 1980 en Ecuador: El Tesoro del Hogar, 1896 en Argentina: La
Voz de la Mujer, un periódico anarquista escrito por mujeres, para mujeres.

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del siglo XX se produjeron las más importantes huelgas de mujeres. 1908 y 1909,
las costureras de Nueva York que fueron quemadas, los partidos socialistas de
Europa y Estados Unidos instauran jornadas de relexión sobre la situación de
las mujeres.

En el II Encuentro Internacional de Mujeres Socialistas que se celebró en 1910,


Clara Zetkin propuso el 8 de marzo como el Día Internacional de la Mujer; esta
fecha involucraba los reclamos por el derecho al voto y por mejoras en el trabajo.
Hacía ya dos años que las socialistas y sindicalistas norteamericanas estaban
reuniéndose públicamente un día al año para manifestarse por sus derechos. En
1907, a proposición de Clara Zetkin, Rosa Luxemburgo y Alexandra Kollontai
se aprobó que “Todos los partidos socialistas deben luchar por el sufragio feme-
nino” (Ana María Portugal, 2008: 3). Se trataba de obtener la ciudadanía plena
con el derecho al voto. El sufragio femenino simboliza el derecho a la igualdad.
Se trataba de hacer universal la ciudadanía y sus derechos.

El 23 de febrero de 1917 (por el calendario ruso), señalado como Día Internacio-


nal de la Mujer, las obreras textiles salieron a las calles para exigir justicia a las
demandas laborales, protestar por la escasez de alimentos y la participación de
Rusia en la I Guerra Mundial. Alexandra Kollontai escribió: El día de las obre-
ras, fue una fecha memorable en la historia. Ese día las mujeres rusas levantaron
la antorcha de la revolución (1984:45). Meses después se produjo la Revolución
rusa. Hubo grandes avances para las mujeres: protección a la maternidad con la
Ley de Seguridad a la Maternidad, Rusia fue el primer país que aprobó el aborto
legal y gratuito y se dieron pasos importantes hacia la socialización del trabajo
doméstico y las tareas de cuidado de los niños, camino ineludible para romper
las cadenas que atan a las mujeres, sobre todo a las obreras. Se trató de crear una
nueva cultura y una nueva relación familiar y entre los sexos, que sin embargo
tropezaba con los esquemas culturales tradicionales de control de las mujeres42.
Se trató de conformar una nueva moral que concebía uniones y amor libre. Sin
embargo, el impulso hacia la liberación de las mujeres fue abandonado, a partir
de los años treinta y la clásica familia tradicional volvió a promoverse e impo-
nerse en la Unión Soviética.

42 En las zonas orientales de Rusa la resistencia de la cultura patriarcal fundamentada en la


organización social tradicional era aún mayor, veamos uno de muchos hechos: “En 1928, Zarial
Haliliva, de veinte años de edad, se escapó de su casa paterna y empezó a convocar reuniones para
la emancipación sexual de la mujer; acudió a los teatros sin velo y vistió traje de baño en las plazas.
Su padre y hermanos formaron juicio contra ella, la condenaron a muerte y la descuartizaron viva”.
Y este no fue un caso aislado. (Sheila Rowotham, 1978: 221)

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Correspondientemente, el sufragismo latinoamericano fue igualitarista y be-
ligerante por derechos: patrimoniales, educativos, de ciudadanía plena. Tuvo
connotaciones nacionalistas, antiimperialistas y de política de la educación,
porque las mujeres latinoamericanas buscaban la ciudadanía plena en países
que seguían defendiendo su independencia política, también fue paciista y anti-
rracista (Francesca Gargallo, 2007). La ampliación democrática que signiicaba
el voto de las mujeres se relacionaba con una mayor responsabilidad social, con
una mayor sensibilidad hacia los problemas sociales y con el adecentamiento ge-
neral de la vida política. Las sufragistas latinoamericanas reairman con orgullo
y legitiman los atributos culturalmente relacionados con la femineidad, pero
extienden estos valores más allá del ámbito familiar al darles connotación polí-
tico social y función pública. Alcanzando la mitad del siglo XX, todavía existían
países latinoamericanos como Bolivia, México, Colombia, Honduras, Nicara-
gua, Perú, El Salvador y Paraguay donde las mujeres no tenían derecho a votar.

En 1948, 58 países que conformaban las Naciones Unidas aprueban la Decla-


ración Universal de Derechos Humanos, redactada por una Comisión de 18
miembros presidida por Eleanor Roosevelt, quien —airma Marcela Lagarde—
los llamó humanos, para evidenciar que se referían a mujeres y hombres, por
ello los explicita en plural y en neutro. El cambio ilosóico y ético que signiicó
una Declaración Universal, es decir para todo el planeta, de Derechos Huma-
nos, y donde se incorpora a las mujeres como parte de la humanidad, es trascen-
dente. Sin embargo, el concepto de humanidad sigue siendo general y abstracto,
encubre la dominación, en particular, la de las mujeres.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos se fundamenta en un hu-


manismo individualista: los derechos humanos son individuales y universali-
zables. Propone derechos idealmente reconocidos y abstraídos de las realidades
concretas, lo universal es además lo que legitima. El esquema conceptual que
propone es el de derechos innatos que se derivan del hecho de ser personas hu-
manas (Joaquín Herrera Flores, 2005: 180) y constituyen un modo único de al-
canzar la dignidad humana.

En el preámbulo a la Declaración Universal, se hace referencia especíica al


“hombre”, como sujeto universal de derechos, aparece una vez más el sujeto
masculino occidental no histórico como referencia concreta de la abstracta hu-
manidad, de manera tal, que quedan fuera las y los diferentes, el hombre se
autoproclama modelo completo y único lo humano. La visión de una abstracta
igualdad humana excluye a la especiicidad de las mujeres, las diferencias no son

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reconocidas, son homologadas, y hegemonizadas. Por otra parte, los derechos
son establecidos para todos los seres humanos independientemente de si pueden
ponerlos en práctica o no, al margen de contextos históricos y culturales, al mar-
gen de relaciones de poder y garantizados por instituciones neutrales.

El concepto de humanidad propone un ser humano abstracto, desencarnado; es


decir, desgenerizado, que encubre, entre otras, la discriminación y dominación
de las mujeres que está en el sustrato civilizatorio. Precisamente, la crítica femi-
nista a la abstracta consideración de Derechos Humanos Universales, modela-
dos androcéntricamente, se basa en la necesidad de que se incluya la concreción
humana del género. Es justamente el reconocimiento de la alteridad y diversi-
dad humana lo que puede llevar a una verdadera igualdad esencial. Alda Facio
(1999) dice claramente:

Si bien es cierto que la Declaración Universal de los Derechos


Humanos sí incluyó a las mujeres en su concepción de igualdad
al declarar en su artículo primero que ‘Todos los seres humanos
nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como
están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente
los unos con los otros’ y que el artículo segundo establece que
‘Toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados
en esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo,
idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, ori-
gen nacional o social, posición económica, nacimiento o cual-
quier otra condición.’ la igualdad que se establece ahí tiene como
referente al hombre. Prueba de ello es que no se tradujeron en
derechos muchas de las necesidades de las mujeres.(p. 65)

Por ejemplo, no se tuvieron en cuenta la necesidad de superar discriminacio-


nes legales y culturales, y sobre todo las discriminaciones y dominaciones que
se dan en el ámbito privado del matrimonio y la familia, reconocer derechos
sexuales y reproductivos, eliminar la violencia y el abuso sexual, abrir parti-
cipación política y social en igualdad con los hombres. La visión de que solo
los Estados pueden violar los Derechos Humanos diiculta la consideración de
derechos de las mujeres.

El prejuicio más insidioso —frecuentemente justiicado con base en el interés ge-


neral— sobre los derechos de las mujeres es el de que ellos son triviales o secun-
darios en relación con la vida y con la muerte. Sin embargo, la discriminación

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sexual mata mujeres diariamente: por miseria, por abortos inseguros, por vio-
lencia y violación, esclavitud e imperialismo sexual.

La falsa universalidad, que no alcanza a garantizar y hacer efectiva la justicia


e igualdad de derechos para todas y todos, se hace evidente en la proliferación
de las convenciones y pactos sobre Derechos Humanos que fueron surgiendo
unas tras otras, como instrumentos necesarios para corregir las desigualdades
y las consecuencias que estas producen. Recordemos que la discriminación se
corrige, y la igualdad se promueve. Reparar desigualdades estructurales y co-
rregir discriminaciones que son resultado de prácticas o sistemas sociales, es
tarea indispensable para el logro de la igualdad real en el ejercicio de derechos
humanos.

II. LA LARGA MARCHA DE PACTOS, CONVENCIONES Y


CONFERENCIAS
Claramente evidente a pesar de que la Carta de las Naciones Unidas (1945) re-
conocía la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, reiterada en la Decla-
ración Universal de los Derechos Humanos, con su airmación de igualdad de
derechos de hombres y mujeres, y a pesar de movimientos sufragistas y feminis-
mo internacional, recurrentemente la mayoría de los países del mundo no acep-
taba el sufragio femenino completo; es decir, la participación de las mujeres en la
vida pública, derecho a elegir y a ser elegidas, y también el derecho a la participa-
ción en la función pública. Argumentos deletéreos basados en el coninamiento
de las mujeres en lo doméstico, justiicaban la negación o restricción del sufragio
en la falta de preparación, instrucción, información, en la necesidad de cumplir
deberes más altos como el maternal, en su conservadurismo esencial43, falta de
interés de las propias mujeres, etc. En todo caso, la ampliación de la democra-
cia, y sin duda el sufragio femenino lo es, implica siempre una disminución
del control de las élites consuetudinariamente masculinas y despierta el temor
oscuro de rebeliones, insurrecciones o rumbos desconocidos. A favor del voto
femenino, junto a los clásicos argumentos de justicia, equidad y beneicio que
tiene el sufragio femenino, tuvo fuerza el argumento de que si no se le reconocía
el derecho a voto a la mujer, la democracia y sus instituciones estaban en riesgo.

43 Se argumentó desde la izquierda por ejemplo, en la República Española y en varios países


de Latinoamérica, que las mujeres más influidas por la autoridad clerical tendrían un efecto
derechizador de la política.

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En 1952, Naciones Unidas propone el primer instrumento dedicado exclusiva-
mente a las mujer: la Convención sobre los Derechos Políticos de la Mujer esta-
blece que las mujeres tendrán derecho a votar en todas las elecciones en igualdad
de condiciones con los hombres, sin discriminación alguna, serán elegibles para
todos los organismos públicos electivos establecidos por la legislación nacio-
nal, en condiciones de igualdad con los hombres, sin discriminación alguna,
y tendrán derecho a ocupar cargos públicos y a ejercer todas las funciones pú-
blicas establecidas por la legislación nacional, en igualdad de condiciones con
los hombres, sin discriminación alguna. Claramente comprendía el sufragio
completo, porque en muchos países la mujer podía votar pero no ser elegida.
Después de el año 1952, las mujeres lograron el voto en Bolivia, México en 1953,
Colombia en 1954, Honduras, Nicaragua y Perú en 1955, Canadá en 1960, Para-
guay en 1961, Suiza en 1971, Sudáfrica en 1994 y Kuwait en 2005. Es de subrayar
que algunos países latinoamericanos habían establecido el derecho al sufragio
para las mujeres antes de la Convención, el primer país de Nuestra América fue
Ecuador en 1929, le siguieron Brasil y Cuba en 1932, República Dominicana en
1942, Panamá en 1945, Argentina en 1947, Venezuela en 1947, Chile y Costa Rica
en 1949, Haití en 1950.

Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX las mujeres descubrieron que
con el derecho al voto no se conseguía igualdad real en la vida cotidiana, y que
la participación política no signiicaba igualdad real, las vidas concretas de las
mujeres con su carga de pobreza y sexualidad oprimida continuaba. El malestar
de las mujeres comenzó a hacerse evidente, en 1949 se publicó El segundo sexo,
la obra pionera de Simone de Beauvoir que propone una transformación revo-
lucionaria en la comprensión de la realidad. Aunque nuevamente, las mujeres
se incorporaron a las luchas sociales socialistas y de liberación de los pueblos y
allí también encontraron la gran contradicción entre objetivos de emancipación
social pública y opresión en lo privado.

Los años sesenta fueron años de grandes movilizaciones y revoluciones, quedan


al descubierto las contradicciones de un sistema que tiene su legitimación en la
universalidad de sus principios, pero que en realidad es sexista, racista, clasista,
colonialista e imperialista. Se conforman movimientos sociales radicales como
el movimiento antirracista, el estudiantil, el paciista y, claro está, el feminista.
La característica distintiva de todos ellos fue su carácter contracultural: se tra-
taba de forjar nuevas formas de vida, con nuevas relaciones sociales, y con ellas,
al hombre nuevo (Ana de Miguel, 2007). Había en todo esto un componente

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utópico fuerte y también esperanza y conianza en el futuro. Es un momento de
propuestas teóricas y de movimientos prácticos.

Esta segunda ola feminista se aglutina en torno a la visión de que “lo personal es
político”. Se propone como práctica política radical, un nuevo tipo de relación y
de estilo político que reconciliará el factor personal/privado con el público, in-
corporan emociones y sentimientos (Shulamith Firestone, 1973). Esto signiica
no tratar de tener un acceso igualitario al mundo masculino sino redeinir lo
político desde el ser femenino. No basta con discutir a la mujer como un agrega-
do dentro del contexto político social, sino que hay que revisar las bases esencia-
les sobre las cuales se ha construido la teoría política. A lo largo de todo el siglo
XX, las mujeres presentaron la batalla en dos frentes, batiéndose por obtener el
reconocimiento de sus derechos y participando movimientos de emancipación
política y social que lo jalonaron.

Fue una época en la que se multiplicaron los grupos de autoconciencia, las or-
ganizaciones de mujeres dentro y fuera de partidos políticos, los espacios feme-
ninos de producción cultural, las formas de resistencia contra las dictaduras y
las lucha contra la opresión sexual unida a la lucha contra el capitalismo y el
colonialismo44. Se comienzan a debatir los temas relacionados con la sexualidad,
la maternidad, la pobreza de las mujeres, los roles y estereotipos en los proyectos
de vida y en la educación, la estructura familiar, y se estructuran las teorías del
patriarcado y del sistema sexo-género.

Estas luchas de las mujeres llevaron a que en 1975 la Asamblea General de las
Naciones Unidas lo declarara como el Año Internacional de la Mujer, deiniera
el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, y convocara la Primera Con-
ferencia Mundial sobre la Mujer que se realizó en México. Los debates dieron
origen al mandato por el cual la Asamblea General de ONU proclamó al perío-
do 1975-1985 como el Decenio de las Naciones Unidas para la Mujer (también
llamado década para la mujer). Los temas centrales fueron Igualdad, Desarrollo
y Paz. Paralelamente, ONU promovió un Foro paralelo de Organizaciones No
Gubernamentales (ONG), como una manera de oír la voz de algunas mujeres
organizadas y abrir espacios para su incidencia, aunque por supuesto de una

44 “Existen ciertas similitudes entre la colonización de los países subdesarrollados y la opresión de la


mujer dentro del capitalismo como son: la dependencia económica, la apropiación cultural, y la
identificación de la dignidad con la semejanza con el opresor” (Sheila Rowotham, 1978: 296).

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manera controlada por la burocracia internacional que fomenta y apoya algunas
expresiones, coopta otras e ignora a las radicales y cuestionadoras.

La Conferencia de México dio lugar la creación del Instituto Internacional de


Investigaciones y Capacitación para la Promoción de la Mujer (INSTRAW) y al
Fondo de Desarrollo de las Naciones Unidas para la Mujer (UNIFEM), que ten-
drían como objetivo proporcionar un marco institucional para la investigación,
capacitación y las actividades operacionales en la esfera de las mujeres y el de-
sarrollo. Asimismo, de las conclusiones de la conferencia surgió la iniciativa de
elaborar una Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discri-
minación contra las Mujeres (CEDAW), que fue adoptada en 1979 y que tiene
carácter vinculante, y que pasó a ser considerada como uno de los instrumentos
de Derechos Humanos recién en 1993, a partir de la Declaración y el Programa
de Acción de Viena.

La institucionalización de la preocupación por la equidad y la igualdad de las


mujeres que impulsó la Primera Conferencia Mundial sobre la Mujer abrió po-
sibilidades para la incorporación de los temas de mujeres a diferentes agendas
públicas, empujando la modiicación de leyes discriminatorias especialmente en
lo civil y dando lugar a avances en lo educacional. Lentamente se fue incitando
la creación de estructuras gubernamentales dedicadas a la familia, a la mujer
y a la infancia. Y también, a la sombra de la cooperación internacional se fue
consolidando un feminismo de organizaciones no gubernamentales, gradual-
mente despolitizado, reformista, centrado en reivindicaciones de tipo legal y
paulatinamente integrado al establecimiento en el que simplemente procuran
tener incidencia. Mientras tanto, el feminismo político y social continuaba desa-
rrollando una teoría potente e investigaciones empíricas detalladas que fueron
logrando ciudadanía académica, es decir, legitimidad para la docencia y para
la investigación, participación acreditada en las instituciones y mecanismos de
formación en las universidades, así como articulaciones sociales y populares,
relacionadas con resistencias a los procesos de globalización neoliberal que no
perdieron visión rebelde, transformadora y emancipadora.

Durante el último cuarto del siglo XX, una serie de convenios, pactos, conven-
ciones internacionales van haciendo lugar a las demandas de las mujeres y de-
clarando de manera reiterada la necesidad de una mayor equidad e igualdad,
ya que como establecía la Convención: “…la máxima participación de la mujer,
en igualdad de condiciones con el hombre, en todos los campos, es indispensa-
ble para el desarrollo pleno y completo de un país, el bienestar del mundo y la

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causa de la paz.” (CEDAW, 1979). Una apretada síntesis de los principales es la
siguiente puede verse en el siguiente cuadro que releja cumbres, protocolos y
convenciones:

Cuadro Nº 1

Convenciones Internacionales sobre


Derechos Humanos de la Mujer

t La igualdad plena de género y la eliminación de la discriminación.


Primera Conferencia
1975 México t La integración y plena participación de la mujer en el desarrollo.
Mundial de la Mujer
t Una contribución de la mujer al fortalecimiento de la paz mundial.

t Quedan prohibidos y serán condenados los ataques y bombardeos contra


Declaración sobre la protección de la mujer y el
la población civil, que causa sufrimientos indecibles particularmente a
1974 niño en estados de emergencia o de conflicto
las mujeres y los niños, que constituyen el sector más vulnerable de la
armado
población.
Convención sobre la Eliminación de Todas
Asamblea General de las Principal instrumento de Derechos
1979 las Formas de Discriminación contra la
Naciones Unidas Humanos de las Mujeres
Mujer (CEDAW)

En esta Conferencia se reconoció que había disparidad entre los derechos


garantizados y la capacidad de la mujer para ejercerlos. Se establecieron tres
Segunda Conferencia esferas en las que precisaba establecer medidas de igualdad, desarrollo y paz.
1980 Copenhague
Mundial de la Mujer t Igualdad de acceso a la educación.
t Igualdad en las oportunidades de empleo.
t Igualdad en servicios adecuados de atención a la salud.
Los datos presentados por la ONU a los delegados de los Estados señalaban
que las mejoras habían afectado a un número reducido de mujeres. Por ello la
Conferencia de Nairobi recibió el mandato de buscar nuevas formas de superar
los obstáculos para alcanzar los objetivos del Decenio –igualdad, desarrollo
y paz.
Se establecieron tres categorías básicas para medir los adelantos.
Tercera Conferencia
1985 Nairobi t Medidas constitucionales y jurídicas.
Mundial de la Mujer
t Igualdad en la participación social.
t Igualdad en la participación política y en la adopción de decisiones.
La Conferencia de Nairobi reconocía que la igualdad de la mujer no era algo
aislado sino que abarcaba toda la esfera de la actividad humana. Era preciso
contar con la participación de la mujer en todas las cuestiones no solo en las
relativas a la mujer.
t Los derechos humanos de la mujer y de la niña son parte inalienable,
1993 Declaración y programa de acción de Viena
integrante e indivisible de los Derechos Humanos Universales.

Programa de Acción de la Conferencia t Promover la equidad y la igualdad de los sexos y los derechos de la mujer,
eliminar la violencia de todo tipo contra la mujer y asegurarse de que sea
1994 Internacional sobre Población y Desarrollo (El ella quien controle su propia fecundidad.
Cairo) t Reconocimiento de los Derechos Sexuales y Reproductivos.

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t La violencia contra la mujer constituye una violación de los derechos
humanos.
t La violencia contra la mujer es una ofensa a la dignidad humana y una
Convención Interamericana para Prevenir,
manifestación de las relaciones de poder históricamente desiguales en-
1994 Sancionar y Erradicar la Violencia contra la
tre mujeres y hombres.
Mujer “Convención de Belem Do Pará”
t La eliminación de la violencia contra la mujer es condición indispen-
sable para su desarrollo individual y social y su plena e igualitaria
participación.
La Declaración de Beijing y su Plataforma de Acción fue
aprobada en la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer por los representantes
de 189 países. La Plataforma es un reflejo del nuevo compromiso internacional
por alcanzar las metas de igualdad, desarrollo y paz de las mujeres de todo
el mundo. Supone, además, la consolidación de los compromisos adquiridos
durante la Década de la Mujer de las Naciones Unidas, 1976-1985, que formó
parte de la Conferencia de Nairobi, como también de los compromisos afines
adquiridos en el ciclo de conferencias mundiales de las Naciones Unidas
celebradas en el decenio de 1990.
Las 12 esferas decisivas de especial preocupación de la Plataforma de Acción
son las siguientes:
Pobreza
Educación, formación y salud
Violencia
Conflictos armados
Cuarta Conferencia
1995 Beijing Economía
Mundial de la Mujer
Toma de decisiones
Mecanismos institucionales
Derechos humanos
Medios de comunicación
Medio ambiente
La niña

La Plataforma de Acción define los objetivos estratégicos y explica las


medidas que deberán adoptar los Gobiernos, la comunidad internacional, las
organizaciones no gubernamentales y el sector privado.
Cinco años después de la conferencia de Beijing, el período extraordinario de
junio de 2000 brindará a todos los interesados la oportunidad de compartir y
comparar experiencias, renovar antiguos compromisos y adquirir otros nuevos,
examinar los obstáculos encontrados como también las buenas prácticas a la
hora de aplicar la Plataforma de Acción.
Conferencia Mundial Período extraordinario de la Asamblea General de las Naciones Unidas titulado
2000 sobre la Mujer (2000) Nueva York “La mujer en el año 2000: igualdad entre los géneros, desarrollo y paz para el
Beijing + 5 siglo XXI”. Beijing + 5
META Nº 3
2000 METAS DEL MILENIO
Promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer.
Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar
Prevenir y combatir la trata de personas, prestando especial atención a las
2000 la Trata de Personas, Especialmente Mujeres y
mujeres y los niños.
Niños (Palermo)
Reconoce el aporte de las mujeres a la democracia y la justicia.
Ratifica el reconocimiento de los derechos sexuales y reproductivos y el valor
del trabajo doméstico.
CEPAL –
2007 Quito Adoptar las medidas necesarias, especialmente de carácter económico, social
Consenso de Quito
y cultural, para que los Estados asuman la reproducción social, el cuidado y
el bienestar de la población como objetivo de la economía y responsabilidad
pública indelegable.

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Los países de América Latina y el Caribe se comprometen a:
Fomentar el desarrollo y el fortalecimiento de políticas y servicios universales
de cuidado.
Impulsar y hacer cumplir leyes de igualdad laboral que eliminen la
CEPAL – discriminación y las asimetrías de género, raza, etnia y orientación sexual en el
2010 Brasilia
Consenso de Brasilia acceso y permanencia al mercado laboral.
Adoptar medidas para poner fin a todas las formas de violencia económica
ejercida contra las mujeres.
Promover y asegurar la transversalización del enfoque de género, raza y etnia,
en todas las políticas, especialmente en la política económica y cultural.
Fuente: Elaboración propia

De todo este conjunto de movilizaciones de instituciones, gobiernos, grupos de


presión, personas y recursos se valora el proceso de obtención visibilización y de
digniicación de las mujeres. La incorporación de los Derechos de las Mujeres
a los Derechos Humanos Universales mostró el sesgo androcéntrico con el que
habían sido concebidos, el proceso de desarrollo de los derechos humanos de las
mujeres muestra el paso de una concepción abstracta de la dignidad humana
a una concepción concreta e histórica, anclada en la historia y la cultura y que
puede proponerse cambios que corrijan injusticias, brechas y deudas históricas.
La incorporación de la perspectiva de las mujeres45 a los Derechos Humanos ha
permitido ver las desigualdades como construcciones sociales y no como he-
chos biológicos, ha permitido ver una humanidad diversa en expresiones pero
en búsqueda de la igualdad esencial de las personas en su dignidad. Ha incor-
porado la perspectiva de la vida humana y su reproducción, y ha mostrado la
continuidad de lo personal y privado en lo público.

En resumen, el aporte de las mujeres a los Derechos Humanos ha sido el mostrar


que los derechos deben ser encarnados, considerados desde las personas con-
cretas con sus diferencias y situaciones históricas y culturales. La perspectiva
feminista ha hecho evidente que la igualdad no implica que todos y todas deban
ser tratados de la misma forma en todas las ocasiones, ya que al dar un trato
igual quienes son diferentes también puede signiicar ser injustos; pero además,
es moralmente obligatorio corregir las desigualdades que impiden desarrollo de
las potencialidades humanas. Ha mostrado también que los Derechos Humanos

45 Hablamos de “perspectiva de las mujeres” para destacar las humanas concretas que han luchado
para que los Derechos Humanos les sean reconocidos y también su específica situación histórico-
social, evitamos específicamente utilizar la expresión “perspectiva de género” porque ha servido
en general, para darle potabilidad política a las reivindicaciones feministas, pero al mismo tiempo
volviendo a la abstracción, generalización y ocultamiento de la concreción de Derechos Humanos
para las humanas, la visión de género es un concepto abstracto que invisibiliza a las mujeres,
puede convertirse en una trampa más.

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son sociales y colectivos, es decir, necesitan de instituciones sociales y del apoyo
y el compromiso de las comunidades para poder ponerse en práctica. La incor-
poración del feminismo aporta una visión para el cambio y la transformación
social, ha enseñado que la historia va haciéndose con la lucha por la justicia.

La igualdad no es un hecho, sino un valor que sirve de guía y debe buscarse;


no es una aserción, sino una prescripción, teniendo claro que la diversidad o
diferencia no debe ser factor de desigualdad. El término que se contrapone a la
igualdad no es la diferencia, sino la desigualdad. La diferencia sexual, ocurre en
el terreno de lo fáctico, es un hecho que hombres y mujeres son distintos por ra-
zones de sexo, lo cual no signiica que sean desiguales en derechos. La igualdad
pertenece al mundo normativo, al mundo del deber ser. La igualdad jurídica
—dice Luigi Ferrajoli (1999)— no es otra cosa que el disfrute universal de los
derechos fundamentales: el derecho de todas y todos a ser titulares de derechos
humanos. Sin olvidar que la diferencia sexual debe ser tomada en cuenta para
establecer juicios de igualdad.

La perspectiva feminista de los Derechos Humanos permitió pensar la comple-


jidad humana con ideales universales a partir de las diferencias encarnadas y
sexuadas. Como airma Luigi Ferrajoli:

las diferentes identidades pueden ser reconocidas y valorizadas en


la misma medida en que, partiendo no de la proclamación de su
abstracta igualdad, sino del hecho de que pesan en las relaciones
sociales como factores de desigualdad en violación de la norma
sobre la igualdad, se piensen y elaboren no solo las formulaciones
normativas sobre los derechos sino también sus garantías de efec-
tividad (1999: 74).

Los movimientos feministas se ocupan de impulsar garantías efectivas concre-


tas y sexuadas para el ejercicio de justicia, postulando una sujeta femenina reco-
nocida como diferente que propone sus derechos humanos como un deber ser,
como un objetivo a lograr y como un proceso continuo de transformación social
y democratización real.

A pesar de todo el esfuerzo declarado, aunque no suiciente ni totalmente ho-


nesto, los avances en la vida real y cotidiana de las mujeres del mundo no son
suicientes y resultan profundamente impactados por situaciones de injusticia
global. Todo esto lo reconocen constantemente los numerosos informes que se

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escriben en todas las dependencias de ONU y otros organismos internacionales,
a este ritmo una mejoría de la calidad de vida de las mujeres tardará mucho en
llegar. Sobre todo los cambios se han dado de manera muy desigual, profundi-
zándose las inequidades regionales y aumentando la brecha de posibilidades de
vida decorosa entre las mujeres pobres y ricas.

Por otra parte, la dependencia feminista con respecto a acciones tomadas o


promovidas por Naciones Unidas también ha ocasionado la consolidación de
prácticas ancladas en la judicialización de reivindicaciones, concentradas en
políticas de demanda (política que supone acatar las reglas del juego de quien
“otorga” lo demandado). Las Naciones Unidas se han transformado para un fe-
minismo liberal más interesado en logros normativos que en cambios reales en
la institución legitimadora de “estándares de protección” que luego se exigen a
nivel local, así como para hacer efectiva la reparación del daño a las víctimas.
Al cabo de 35 años transcurridos desde la Primera Conferencia Mundial de la
Mujer, se ha establecido un interesado entramado de experticias en materia de
derechos de las mujeres que se autojustiica, mantiene mecanismos de poder su-
pranacionales determinados por los países hegemónicos que promueve y valida
acciones a nivel nacional. Asunto que justiica y sostiene órganos de supervisión
y mecanismos de control que aplican indicadores complejos y baremos elabora-
dos ya no en base a un ser humano abstracto universal, sino ahora en base a una
mujer abstracta global.

III. APORTES CONCEPTUALES DE LA CEDAW A LA CRÍTICA DE LOS


DERECHOS HUMANOS
En todo caso y aun considerando las perversiones que han derivado de la ins-
titucionalidad internacional mediada por intereses, hegemonías y esquemas de
poder establecidos, resulta innegable que la Convención sobre la Eliminación
de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) representa
un aporte sustantivo a una ampliación y concreción de la búsqueda de derechos
humanos con justicia y para todas y todos.

La Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó la CEDAW el 18 de di-


ciembre de 1979, la cual entró en vigencia como tratado internacional el 3 de
septiembre de 198146 . Esta Convención fue producto del ambiente a que dio lu-

46 Es el segundo instrumento de Naciones Unidas con mayor número de ratificaciones: 185 países
han ratificado la CEDAW, Estados Unidos ha firmado la Convención en 1980, pero no la ha
ratificado.

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gar el enorme dinamismo feminista de la Primera Conferencia Mundial de la
Mujer, movimientos y acciones de activistas, académicas y escritoras feministas
juntamente con la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer. Ante
la persistente desigualdad de las mujeres se buscó establecer no solo una decla-
ración internacional de derechos para la mujer, sino también un programa de
acción con visión feminista, que clariica conceptualmente la discriminación
hacia las mujeres y subraya que esa discriminación viola los principios de la
igualdad de derechos y del respeto de la dignidad humana, diiculta la partici-
pación de las mujeres, entorpece su pleno desarrollo y es un obstáculo para el
aumento del bienestar de la sociedad y la familia. Es un instrumento internacio-
nal creado para corregir los sesgos discriminatorios que subyacen en la concep-
tualización y aplicación neutral e indiferenciada de los derechos humanos en el
contexto histórico cultural del patriarcado. La CEDAW deine en el Artículo 1:

A los efectos de la presente Convención, la expresión ‘discrimi-


nación contra la mujer’ denotará toda distinción, exclusión a
restricción basada en el sexo que tenga por objeto o por resul-
tado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio
por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base
de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos
y las libertades fundamentales en las esferas política, económi-
ca, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera. (Subrayado
propio).

La importancia de esta deinición es que muestra que la discriminación puede


ser directa, cuando se maniiesta en su objeto, pero puede ser indirecta, se ma-
niiesta en resultados no igualitarios. La mayoría de las discriminaciones contra
las mujeres son indirectas, no están establecidas, dan lugar a resultados des-
iguales: en participación, en pobreza, en salud, etc. Además llama la atención
sobre el hecho de que puede tener distintos grados, ya que puede ser parcial
“menoscabar” o puede ser total “anular”, y producirse en distintas etapas de la
existencia de un derecho: en el reconocimiento, el goce o el ejercicio, de manera
que establece un horizonte de acción: no es suiciente la igualdad formal, debe
garantizarse la igualdad en la práctica, en la realidad concreta. La discrimina-
ción en su doble acepción de acto o resultado, implica la violación del derecho
a la igualdad.

La igualdad de la que nos habla la Convención sobre la Eliminación de Todas


las Formas de Discriminación contra las Mujeres (CEDAW), de 1979 podría

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considerarse un rompimiento con la tradición liberal conceptual de la jaula de
hierro de la abstracción formalista. En este paradigma emergente la igualdad es
una conjugación de los tres principios de: 1) no discriminación, 2) igualdad de
resultados y 3) responsabilidad estatal, que la sitúan en el campo del deber ser:
no se parte de una declaración de igualdad como un dato fáctico ya consumado,
lo que quiere decir que la igualdad debe ser interpretada como la obligación de
adoptar cuantas medidas sean necesarias para que haya igualdad. La igualdad
como valor implica que en lo que somos iguales es en nuestra humanidad y
no en los datos biológicos, materiales o de cualquier otra índole y por ende, la
obligación estatal es tomar todas y cada una de las medidas que sean necesarias
para que ninguna ley, ninguna política, ningún plan ninguna acción resulte en
discriminación contra una mujer y se garantice el ejercicio y goce de los dere-
chos humanos (Art. 3 de CEDAW) de las mujeres.

La igualdad como objetivo de la CEDAW incluye sin distinción la igualdad de


jure y de facto, ya que si la igualdad es una meta, ambas son necesarias para
lograr la igualdad como resultado. La igualdad de resultados es la culminación
de la lógica de la igualdad de facto, y va mucho más allá de la igualdad de opor-
tunidades, implica la responsabilidad por el logro de resultados igualitarios.
Todo esto conforma la igualdad sustantiva, que incluye y supera a la igualdad
declarativa exigiendo acciones que logren resultados y efectos reales. La visión
sustantiva obliga a remediar o reparar los efectos de la discriminación; es decir,
de la jerarquización de las diferencias que han dado lugar a desigualdades en el
acceso y disfrute de bienes sociales. Las diferencias basadas en el género, raza,
clase, integridad cultural e identidad deberán ser tomadas necesariamente en
consideración para impedir que se generen o mantengan desigualdades.

De manera que el concepto de igualdad que abre CEDAW incluye la igualdad


como trato idéntico y la igualdad como trato diferenciado; es decir, propone
la equidad como condición indispensable para el logro de la igualdad; con lo
cual la noción de igualdad se considera como inseparable de la justicia. La equi-
dad entre mujeres y hombres es vía para la igualdad efectiva que se logra con
justicia en el trato y en las condiciones. Implica la posibilidad de tratamientos
diferenciales para corregir desigualdades de partida; medidas no necesariamen-
te iguales, pero conducentes a la igualdad en términos de derechos, beneicios,
obligaciones y oportunidades. El concepto de equidad incorpora las nociones de
justicia social y de especiicidad, necesarios para hacer retroceder la dominación
que sustenta la desigualdad.

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Todo esto concurre a promover, con el objetivo de acelerar el logro de la igualdad
de facto, “medidas especiales de carácter temporal” para corregir discrimina-
ciones que son resultado de prácticas o sistemas sociales, frente a las desigual-
dades no puede actuarse con neutralidad. Se trata de la posibilidad de hacer una
diferenciación/discriminación/acción positiva; es decir, con el propósito de ase-
gurar la igualdad dentro de un marco social justo, pueden ser desarrolladas con
objetivos de compensación y reparación de brechas y con objetivos de promo-
ción de trato justo. Es de notarse, que en este marco conceptual la comunidad
internacional y los Estados adquieren responsabilidades en la construcción de
condiciones para el desarrollo pleno de las mujeres, y otros colectivos (minorías
o no) discriminados; es decir, sujetos de opresión.

La visión feminista de la especiicidad de las bases socioculturales de la desigual-


dad de las mujeres fue claramente adoptada en la CEDAW, cuando se considera
obligación que adquieren los Estados partes de tomar medidas que conduzcan a:

1. Modiicar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres…


basados en la idea de la inferioridad o superioridad de cualquiera de los se-
xos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres. (Art. 5)

2. Educación familiar que incluya una comprensión adecuada de la materni-


dad como función social y el reconocimiento de la responsabilidad común
de hombres y mujeres. (Art. 5)

3. Suprimir todas las formas de trata de mujeres y explotación de la prostitu-


ción de la mujer. (Art. 6)

La conceptualización y análisis de los estereotipos sexuales dan base a la teo-


ría sexo-género planteada por Ann Oakley en 1972 en su libro Sexo, género y
sociedad, y estructurada por Gayle Rubin su libro Tráico de mujeres, en 1975,
donde deine el sistema sexo-género como un conjunto de disposiciones por el
cual la materia biológica del sexo y la procreación humana son conformadas por
la intervención humana y social y satisfechas en una forma convencional, por
extrañas que sean algunas de esas convenciones (cit. en Puriicación Mayobre,
2007: 42). Esto ha implicado entender que las relaciones entre los sexos confor-
man identidades de género que se constituyen en estrategias de poder. Los dos
aspectos destacados por la CEDAW en la que se maniiesta la desigualdad son la
maternidad y la prostitución.

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La CEDAW, además de realizar aportes conceptuales y desde la visión de la
igualdad de facto como un programa de acción, establece un conjunto de medi-
das (Art. 5 al 16) que constituyen grupo de áreas críticas, a través de las cuales
puede evaluarse la situación de la mujer en los Estados que la han ratiicado y
también con la inalidad de “examinar los progresos alcanzados en la aplicación
de la presente Convención” establece el Comité de la CEDAW y describe sus
características y funciones (Art. 17 a 22).

Resulta de interés especiicar cuáles son los aspectos que la Convención estable-
ció como determinantes de un programa de equidad e igualdad para las muje-
res, y que hoy son parte integrante de los Derechos Humanos; ellos son, además
de los que ya mencionamos:

1. Participación en la vida pública: derecho al voto activo y pasivo, derecho


a participar en la formulación de políticas públicas y a ejercer la función
pública, derecho a participar en organizaciones no gubernamentales (Art.
7), derecho a representar a su gobierno en el plano internacional. (Art. 8)

2. Derecho a una nacionalidad propia: con independencia de su esposo y a la


nacionalidad de sus hijos en igualdad de condiciones con los padres. (Art. 9)

3. Igualdad de derechos educativos: mismas condiciones de orientación en ma-


teria de carreras y capacitación profesional, acceso a los estudios y obten-
ción de diplomas, acceso a los mismos programas de estudios, eliminación
de todo concepto estereotipado de los papeles masculino y femenino en to-
dos los niveles de enseñanza y en los textos escolares, igualdad en el acceso
a becas, a la educación complementaria y a la alfabetización, reducción de la
tasa de deserción femenina, participación activa en el deporte, la educación
física y la educación para la salud. (Art. 10)

4. Igualdad en el derecho al trabajo: iguales oportunidades de empleo con igua-


les criterios de selección, elegir libremente profesión y empleo, el derecho al
ascenso, a la estabilidad en el empleo y a todas las prestaciones, derecho a la
seguridad social, a la protección, a la salud laboral y a la salvaguardia de la
función de reproducción. Se impedirá especialmente la discriminación por
maternidad: despidos por maternidad o estado civil, protección especial a
la mujer durante el embarazo licencia de maternidad con sueldo pagado y
sin pérdida de antigüedad, suministro de los servicios sociales de apoyo

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para cumplir con responsabilidades familiares y laborales, especialmente
cuidado de los niños. (Art. 11)

5. Atención médica y planiicación familiar: servicios apropiados en relación


con el embarazo, el parto y el período posterior al parto, nutrición durante
el embarazo y lactancia. (Art. 12)

6. Acceso a préstamos y otras formas de crédito. (Art. 13)

7. Disfrute en actividades de esparcimiento y culturales. (Art. 13)

8. Problemas especiales a que hace frente la mujer rural: trabajo en actividades


no monetarias, acceso a la seguridad social, educación, conformación de
cooperativas, préstamos agrícolas, condiciones de vida adecuadas, especial-
mente vivienda, participación en actividades comunitarias. (Art. 14)

9. Eliminar la discriminación en el matrimonio y relaciones familiares: dere-


cho para contraer matrimonio, elegir libremente el cónyuge, los mismos
derechos y responsabilidades durante el matrimonio y con ocasión de su
disolución, mismos derechos y responsabilidades respecto de la tutela, cu-
ratela, custodia y adopción de los hijos, derecho a elegir apellido, profesión
y ocupación, iguales derechos sobre los bienes, se ijará una edad mínima
para la celebración del matrimonio. (Art. 14)

Muchas de estas pautas mínimas no son efectivas en una gran parte del mun-
do, prejuicios y costumbres impiden que las mujeres sean tratadas en igualdad.
Algunos de los ámbitos que incluyen todavía siguen siendo vistos como proble-
mas y decisiones personales de las familias en las que el Estado y la comunidad
no deben intervenir. La maternidad continúa siendo riesgo de muerte para las
mujeres de los países pobres, ni las sociedades ni las empresas protegen la ma-
ternidad, ni garantizan alimentación y bienestar, ni favorecen mecanismos que
faciliten armonizar trabajo y familia, la maternidad sigue siendo un factor de
discriminación laboral, mucho más de la mitad de mujeres no tiene acceso a
trabajos con prestaciones y a seguridad social, las mujeres rurales siguen sin
conseguir visibilidad y mucho menos atención a sus necesidades, el matrimonio
infantil y peor más aún la trata de niñas con ines sexuales se ha incrementado,
y por supuesto, casi en ningún país del mundo los textos escolares dejan de re-
producir estereotipos ni de fundamentar discriminaciones.

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Es claro que todas estas condiciones programáticas para alcanzar una igualdad
real de las mujeres en el mundo que fueron producto de relexión y activismo fe-
minista, aportaron en su momento una concepción que avanzaba por sobre los
derechos civiles, e incorporaba en plano principal derechos económicos, socia-
les y culturales, que son base inseparable de la dignidad y la igualdad humana.
Por otra parte, el enfoque de la igualdad como principio y a la vez como objetivo
focaliza la responsabilidad del Estado no en garantizar sino en proteger y pro-
mover la igualdad.

Y todavía tuvieron que transcurrir 14 años, dos Conferencias Mundiales so-


bre la Mujer (Copenhague y Nairobi) para que los Derechos de las Mujeres y
las Niñas, fueran considerados como Derechos Humanos, con la Declaración y
Programa de Acción de Viena (1993: Párrafo 18) se establecía que:

Los derechos humanos de la mujer y de la niña son parte inaliena-


ble, integrante e indivisible de los derechos humanos universales.
La plena participación, en condiciones de igualdad, de la mujer en
la vida política, civil, económica, social y cultural en los planos
nacional, regional e internacional y la erradicación de todas las
formas de discriminación basadas en el sexo son objetivos priori-
tarios de la comunidad internacional.

La violencia y todas las formas de acoso y explotación sexuales,


en particular las derivadas de prejuicios culturales y de la trata
internacional de personas son incompatibles con la dignidad y la
valía de la persona humana y deben ser eliminadas. Esto puede
lograrse con medidas legislativas y con actividades nacionales y
cooperación internacional en esferas tales como el desarrollo eco-
nómico y social, la educación, la atención a la maternidad y a la
salud y el apoyo social. La cuestión de los derechos humanos de la
mujer debe formar parte integrante de las actividades de derechos
humanos de las Naciones Unidas, en particular la promoción de
todos los instrumentos de derechos humanos relacionados con la
mujer.

La Conferencia Mundial de Derechos Humanos insta a los gobier-


nos, las instituciones intergubernamentales y las organizaciones
no gubernamentales a que intensiiquen sus esfuerzos en favor de

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la protección y promoción de los derechos humanos de la mujer
y de la niña.

El Programa de Viena refrenda lo que se había establecido en la CEDAW, pero


que distaba mucho estar puesto en la práctica, y le dio el peso de ser considerado
en igualdad de exigibilidad que los tradicionales y conocidos Derechos Huma-
nos Universales. De acuerdo a esto, cinco años después, en 1999, la Asamblea
General de las Naciones Unidas, considerando el estatus de la CEDAW como
instrumento de Derechos Humanos aprobó el Protocolo Facultativo que permi-
te al Comité de la CEDAW contextualizar los derechos establecidos en abstracto
en la convención; así como ampliar la interpretación y aplicación práctica de los
mismos que permite que mujeres, individualmente o en grupo, presenten quejas
ante el Comité, en las que se alegue ser víctima de violación de cualquiera de los
Derechos establecidos en la Convención y faculta al Comité para investigar vio-
laciones graves o sistemáticas a los Derechos contemplados en la CEDAW. Otros
importantes aportes que fueron impulsados también por las luchas feministas y
plasmados en instrumentos y convenios internacionales fueron:

a. la conceptualización de Derechos Sexuales y Reproductivos que garantizan


la libre decisión sobre la manera de vivir el propio cuerpo en las esferas
sexual y reproductiva y su incorporación al conjunto de los Derechos Hu-
manos. (Programa de El Cairo, 1994)

b. la visibilización y tratamiento público de la violencia contra las mujeres o


violencia basada en género, históricamente legitimada o naturalizada, cuya
mayor proporción se produce en el marco de las relaciones afectivas entre
los sexos pero continúa en acciones sociales de diversa índole que lesionan
la integridad física y mental.

Llegado a este punto, es necesario reconocer que estos logros que se han debido a ela-
boraciones feministas, aunque haya sido en ocasiones ocultada la participación de los
feminismos rebeldes y presentada como producto de las experticias de funcionarios
y funcionarias internacionales. Durante este período, sobre todo a partir de Nairo-
bi se fue conformando una tecno-burocracia poderosa cada vez más autorreferente,
alejada y con menor impacto en la vida real y en el progreso programático que la
CEDAW orienta, y que se nutre y retroalimenta con femocracias locales, y que hacia
principios del siglo XXI se fue haciendo fuerte una visión liberal y disciplinada de la
lucha feminista. Un tipo de orientación feminista que se concentra en una agenda de

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la inclusión /transversalización del “Enfoque de Género” que opera como actualizada
abstracción nuevamente universalizante. Todo esto nos confronta con la realidad de
que en el momento actual, de “mayor inclusión de la Mujer” —como unidad unifor-
mada— en los Estados y políticas públicas, las mujeres empobrecidas en sus diversos
territorios sufren la peor exclusión económica de su historia, por pobreza, cesantía,
bajos sueldos, hambre, no acceso a la salud, no acceso a la interrupción libre y gratuita
del embarazo, etc.

IV. A MANERA DE CONCLUSIÓN: UNA PROPUESTA ÉTICAPOLÍTICA


FEMINISTA POR HUMANIZACIÓN DE LOS DERECHOS HUMANOS
Comenzando el siglo XXI, un renovado feminismo radical con diversos rostros
y experiencias está conigurando la “tercera ola del feminismo”, donde conlu-
yen feminismos de resistencia de las mujeres indígenas y afrodescendientes; fe-
minismo de la diferencia y valoración de lo femenino; feminismo anticapitalista;
feminismo antirracista del movimiento de mujeres latinas y chicanas; lesbianas
feministas en lucha contra el régimen de la heterosexualidad obligatoria; femi-
nismo materialista; feminismo antiviolencia; feminismo paciista; feminismo
socialista; ecofeminismo; feminismo cristiano; feminismo islámico; feminismo
del sur; feminismo popular y de compromiso social. Se trata de feminismos que
tienen parte de la valoración y reivindicaciones de las especiicidades y de la
diversidad de las mujeres, que han abierto la categoría mujer dando paso a las
encarnadas, mujeres con contradicciones, historia y visión de clase y etnia.

Los feminismos del siglo XXI van reconociendo que las mujeres no son un gru-
po homogéneo (por más que ciertas corrientes del feminismo reivindiquen la
esencia femenina), por el contrario, van aparecienciendo testimonios de mujeres
que parten de la pertenencia étnica, de la pertenencia de clase, geográica, etc. y
que implica el reconocimiento a una gramática social que aporta visiones nue-
vas y contrarias al simple marco liberal de derechos.

Estos debates están constituyendo con fuerza feminismos de lo concreto que


revisitan y reairman líneas teóricas. Los feminismos interpelan a la opresión, y
a sus formas interconexas a la subordinación de los cuerpos, a la desigualdad, a
los colonialismos de todo tipo, a religiones y tradiciones que oprimen, normati-
vidad sexual tiránica, a la depredación de tierra porque es una propuesta ética,
política y de transformación del mundo todo desde las mujeres, para nosotras
mismas y para toda la humanidad. El feminismo propone una emancipación

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radical porque la dominación de las mujeres preigura todas las dominaciones,
de las que una visión liberal, contractualista y abstracta de los Derechos Huma-
nos es una expresión, no hay derechos humanos para todas y todos sin eman-
cipación, y sin igualdad concreta, efectiva, no declarativa, encarnada en la vida
real y cotidiana.

Los feminismos llaman la atención sobre los derechos de las mujeres como
derechos humanos ejercidos en lo concreto de la corporeidad. Se reivindica la
igualdad esencial de las mujeres como principio y como propósito, se trata de la
pertenencia y reconocimiento de los aportes de todas las mujeres a la comunidad
moral de las personas. Esta lucha en sí misma implica la postulación de una con-
cepción de Derechos Humanos no abstractos y no neutrales, derechos humanos
situados, que adelantan desde una concepción de la justicia como imparcialidad
hacia la concepción de la justicia como equidad, que tiene en cuenta mujeres y
hombres en sus circunstancias socio históricas sexuales concretas. La jerarquía
y desigualdad entre los sexos es incompatible con un programa real y efectivo de
derechos humanos, pero un programa que supera la concepción neutral liberal,
que es en realidad un imperialismo cultural que ha mostrado ser inútil para de-
fender a las mujeres concretas (y a otros grupos oprimidos) sirviendo en cambio
como justiicación de guerras y sanciones económicas disciplinadoras.

La visión liberal de los Derechos Humanos se ha concentrado en el contrato social


que oculta el contrato sexual que le da base (Carol Pateman, 1988). El Contrato Se-
xual establece la relación de poder que se da entre hombres y mujeres dentro de la fa-
milia y en el conjunto de la sociedad. La teoría política del siglo XX olvidó el ámbito
privado y acepta la falsa neutralidad sexual de las categorías de individuo y contrato,
impide que se perciba la vinculación de las esferas pública y doméstica. Mientras que
lo público es el ámbito donde el poder se regula, el proceso civilizatorio se ha sus-
tentado en el patriarcado como forma de organización política, económica, religiosa
y social basada en la idea de autoridad y liderazgo del varón, fraternal y excluyente
que estructura la sociedad civil capitalista, que se funda sobre la desigualdad en la
responsabilidad y producción del bienestar y la vida. Todo esto constituye el modo
oculto de la ciudadanía.

Por ello, los feminismos de la tercera ola con sus diversas reivindicaciones y con
sus conjuntos visibles aportan una reconstrucción y reorganización de la ciu-
dadanía que la amplía, que destruye sus fronteras. La ciudadanía feminista no
tiene fronteras y reconoce diferencias y diversidades. La ciudadanía feminista
también incorpora la noción de reproducción y sostenibilidad de la vida como

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centro de los derechos humanos y de la organización social de la vida. Aunque
los reclamos por derechos no son respuesta total al cambio de la organización
social de la vida, no deben abandonar pues son instrumentos útiles y aglutina-
dores, a través de los derechos, las mujeres podemos articular mundos socio
políticos radicalmente diferentes, que supere la concepción jurídico liberal de
los Derechos Humanos, y se constituya en una cultura de los Derechos Huma-
nos como derechos propios de la vida y su sostenibilidad ampliada para todas y
todos los y las humanas.

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