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Poesía Concreta - Paz de La Huerta - Final
Poesía Concreta - Paz de La Huerta - Final
POESÍA CONCRETA
POR:
PAZ DE LA HUERTA
CONTENIDO
La súplica y la piedra 7
Interpretación no solicitada del Cuadro negro sobre fondo blanco del pintor ruso
Kazimir Malévich: 9
Hands 10
Sunday 14
B*tch 15
Casa Blanca 17
Calipso 18
666 19
“Nothing Compares 2 U” 20
Perseo 21
Jacintos 22
No querrás ver... 23
Loba 24
Cristal sentido 25
Evans 26
María Matilde 28
Manantiales áureos 29
Casa Roja 31
Stain 33
Luces aullantes 35
Cat 43
Un antiguo librero 44
Poema Rudo 48
Malibú 49
Fuego 52
Ninja 53
Basura quemada 54
Gótica Caribe 55
Nueva sangre 59
Trans/figuración de la medusa 60
Sondas 61
Irlanda 62
Hola Kitty 63
Hermana calle 64
Descensum 65
Marosa Di Giorgio
Soy yo la que lleva en bandeja las cuchillas y las jeringas, tú te sirves lo otro.
No, un misil no lo hará más dulce, algunas abejas secas a lo mejor, unos más pesimistas
prefieren las infames hojas de la Datura Stramonium.
A través del néctar, el colibrí ve el reflejo de uno de los tentáculos de la medusa, entonces
suelta el polvillo lisérgico de sus alas para enceguecerla.
La súplica y la piedra
de este arroyo,
mínimo temblor.
tú, inmóvil,
así siempre,
impenetrable al deseo.
Raíz de lo inquebrantable.
Piedra negra.
En el interior de una caja negra: una voz de auxilio que nadie atiende.
En el interior de un pájaro: frágiles órganos que incuban el canto. Extrañas plumas que
crecen dentro.
Dentro de este poema: nada. Sólo aire, desolación, una caja que contiene otra caja y otra y
otra y otra, y un pájaro invisible que no alzará vuelo.
Interpretación no solicitada del Cuadro negro sobre fondo blanco del pintor
ruso Kazimir Malévich:
También hay un gato durmiendo, por eso no ves sus ojos encendidos.
Hay ruidos en la habitación que empiezan a inquietar al hombre. El bombillo está fundido.
Hay algo que se arrastra. El hombre se levanta, te mira justo ahora…
Hands
Nuestras manos buscándose en aquel cine. Nuestras manos tratando de leer sus líneas
mientras se tocaban. Mi mano sorprendida por tu beso en aquella esquina rodeados
de amigos. Nuestras manos en un recital de poesía traspiradas de emoción. Nuestras
manos que destruyeron todo y no dejaron nada que levantar del suelo. Mis manos
vacías, tus manos llenas de egolatría... Dedos fantasmas que rozan nuestra cara
ciertas madrugadas.
Desatormentándonos. Voy de los días a tus manos. Voy hacia ti en la hora más
orquídea. Voy calmado. Voy de tus manos a los días, a la colmada constelación,
al cambio de luz que ocurre de la aurora al temor.
Como mirar al sol de frente y luego tratar de mirar directo a tus ojos, amor.
Como retirar mis ojos de los tuyos y dirigirlos al fuego que se estremece en el horizonte.
Como dejar de ver el horizonte en llamas y llevar la vista hacia dentro de uno mismo.
ella
¡Póstrate, humíllate! No
es una y todas
Miró atrás,
Te ve con lástima.
Toda virgen.
Pero en el centro de cada cielo: insisten tus ojos, y en tus ojos los míos. Los días
reloj averiado
ojo de buey
desnudada
Parece detenerse sólo un segundo en aquella rara habitación en donde unos hermosos
pies blancos se balancean el aire
Sunday
De amar sólo queda el cansancio de haber amado. El sabor a nada de ciertos recuerdos.
Queda el cuerpo martirizado de San Sebastián pidiendo algo de reposo, y también
queda un poco de alegría derramada, restos de comida en un plato, algo de licor en
una copa, ese eterno instante del presente.
Después de una gran fiesta no queda mucho. Queda una abeja ahogándose en una copa de
vino. Quedan huellas de labios en los vasos en los que bebimos. Botellas de
cerveza medio llenas donde el amanecer entra y se fermenta. Queda un cuerpo
exhausto, una cremallera medio abierta donde la luz no entra. Sus labios
temblando por una mano invisible que los toca. Queda un eco de vidrio,
rompiéndose; un eco de luna de bronce, y luego palabras en la resaca de la
ausencia
B*tch
Mueve la cola
Luce un collar con un número telefónico y una dirección para que la devuelvas a su casa,
si se pierde.
veces se suelta
Se mete en tu casa Te
husmea el trasero
Come de tu mano
Sólo para que pases los dedos por su lomo aceitoso Para
tu cuadra
No tiene límites,
luego,
Casa Blanca
Después de un siglo,
en un inesperado jardín,
y palabra abandonan el
impronunciable.
Calipso
Hasta se compró esa vez un nuevo vestido y desde entonces usó más colorete que de
costumbre.
Mientras los muchachos me gritan: "— ¡Mami! ¿De quién es todo eso?". Y
666
reposo.
“Nothing Compares 2 U”
Nada se compara a ti
Eres la campana de bronce sonoro y el gallo desangrado que canta cada amanecer.
Eres el minutero del reloj y cada cosa que muere en su curso... Eres el
HOMBRE.
Este maldito espejo que se aja cada vez que me veo frente a él. Deja de
ser
Te lo pido
No soporto más
Deja de ser
Perseo
La nada en los bolsillos, una lámina de chocolatinas Jet con el paisaje rocoso de Isla
Crista. Su voz al otro lado. El amanecer y el café negro. Ese espejo de esmeralda
en el que se mira a diario a través de los ojos de su gato. Un mito griego: el amor.
Jacintos
Dentro de la jaula que lleva el muchacho negro en manos, el pájaro silba. A diario
Luego se marchan
Hombre y pájaro
No querrás ver...
Ciega,
Huérfana.
Es hora de emparedarte. De
de la nada.
Loba
Inextinguible
es inmortal
Ha atravesado siglos
ha hecho humana
Ha dejado su huella licántropa en los cuerpos frescos que deja el amanecer a merced de la
jauría.
El miedo, el miedo…
Loba es pálida
ensordecedores ecos
Loba la luna que amamanta a los muertos. Loba la luna que arrulla a los muertos...
Cristal sentido
Temo a quien está detrás de esa puerta, al otro lado del espejo, detrás de mí, encima mío.
El cuerpo rígido
Evans
eso y más
No mereces el sueño
Ni la luz
¡MUERE!
Ya es tu tiempo
Hazlo
¡MUERE!
Es este tu momento
María Matilde
hay un escondite
Hay una madre de manos que se extienden como enredaderas, buscan su cabello, su
vestido nuevo.
Hay un padre
espera lo heredado
La vida
La preñez
La sangre menstrual
El hastío
La bondad
El miedo
La poesía
Manantiales áureos
Fantasmal y tranquilo
Conchal podrido
cuencas vacías
Pozo de agua estancada donde flota un animal descompuesto que la luna mira.
El río corre, fluye, desemboca en tus manos; siempre llega la aurora y desaparece
momentáneamente; y regresa otra vez, también la luz; que pone al descubierto eso
que creíamos perdido para siempre.
Soñé que un demente inyectaba cianuro a algunas manzanas en los supermercados y una
niña blanca como la nieve daba el primer mordisco.
Soñé que Tituba, la bruja negra de Salem, me curaba con la sangre tibia de un gallo cuello
escarlata.
Soñé que mi mascota muerta moría nuevamente dentro del sueño, y lloré. Soñé que
Soñé que tenía un hijo cuyos ojos eran dos carbones encendidos.
Abrí los ojos dando gritos y tus brazos abiertos me recibían. Pero tu rostro era un muñón
ensangrentado porque aún seguía soñando.
Desperté más de cien veces dentro de un mismo sueño y en cada despertar era una mujer
distinta.
Es hora de levantarse dijo la voz de un niño. Por la ventana me di cuenta de que llovía.
Casa Roja
La alegría inesperada de encontrar un globo azul rodando en una calle desierta. Y esa
música a lo lejos desvaneciéndose con las risas de desconocidos que se suben a un
taxi prometiendo un nuevo encuentro.
No te esperaba.
Toma asiento.
te desanimes.
olor a cuero.
Es sólo tu imaginación.
Stain
Siempre vuelvo al viejo juego de mirar el techo o las manchas mohosas de una
pared. Bastan sólo unos segundos con la mirada fija para que las formas aparezcan. A veces
caras (máscaras) de mujeres llenas de angustia. Baconianos rostros masculinos algo
familiares. ¿Mis ex amantes? Tal vez. A ninguno recuerdo con claridad. Se desvanecen
rápido las imágenes y emergen otras; siluetas animales: un conejo largo, un pájaro sin
cabeza, un tigre como dibujado por un niño. Tan sólo parpadeo, y ahora veo números: 3, 5,
0, 9. Los primeros dígitos de alguien a quién llamaba con frecuencia en 1997. Se me viene
un breve ataque de tos y todo se desarma en la pared. Me levanto y voy por una pastilla.
Los objetos a mi alrededor –como siempre ocurre a esta hora– han cambiado de forma. No
me extraña que la puerta sea un enorme panal, o, que los cuadros sean lápidas de gente
desconocida. Mucho menos, el estar caminando boca abajo sobre el techo. No me asombra
esa concha gigante en el piso y que guarda en su interior a la terrible mujer castigadora.
Bajo por una de las paredes y mis branquias se abren. La tos se ha ido. Ella rompe el
cascarón de nácar. Estoy listo para recibir mi merecido.
Dejé mis ropas ensangrentadas ardiendo kilómetros atrás, pude ver la nube de humo en la
distancia, la forma de tu cuerpo evaporándose...
Y el tiempo ahí
Endureciendo la arcilla
Resquebrajándola
Luces aullantes
Mi madre pasa la mayor parte de los domingos en el patio de este antiguo caserón de una
ciudad costera caminando con dificultad entre las materas regadas por todo el lugar.
Zapatico de la virgen, dice señalando con su dedo tembloroso la flor morada con la que,
en emplastos, nos purgaba de niños las lombrices.
Y así va de matera en matera, nombrando cada planta: Sábila, para que no llegue la ruina;
Orégano para el dolor de oídos, murmura; Toronjil para los nervios; San Gregorio para
los dolores del riñón.
Aunque la enfermedad haya ido mermando también su capacidad de recordar, nunca ha
olvidado el nombre de sus matas. De repente pega un alarido:
— Pabloooo, mijo, ven acá, corre…
Entonces yo me acerco y le explico que él murió hace años, y ella, moviendo la cabeza
lentamente, aprueba lo que le he dicho. No pasa un minuto, cuando angustiada llama a la
tía Edith para enseñarle un heliotropo. Vuelvo y me acerco y le digo que la tía murió hace
un par de años, que ella y yo somos los únicos que quedamos en esta casa.
— ¿Y tú quién eres? — Pregunta mirándome desde sus perdidos ojos azul pálido.
— Yo soy tu hijo, el único.
— Yo no tengo hijos. Mi hijo, ese del que hablas, está muerto.
Dicho esto, no me queda otra cosa que volver a agazaparme en el húmedo rincón del que
sólo salgo cuando oigo cada mañana de domingo el sonido de sus chancletas al llegar al
patio.
¡Ey loco, hace rato no te me apareces en sueños! Tal vez porque no estoy durmiendo
mucho. La última vez que pude hacerlo plácidamente, te vi lanzando pepas de mango
maduro a los pájaros que volaban bajo por las riberas del Sinú. Recuerdas que te hablé del
chico aquel que me recitaba tus poemas al oído, bueno, ya no está, lo maté, no existe más.
Ahora es un pájaro que se llevó consigo la paja que rellenaba mi cabeza de chico
espantapájaros. Espero que en el próximo sueño sigas allí sentado, devorando mangos y le
atines en el momento justo un pepazo fulminante directo al cogote, luego nos hacemos un
pequeño abanico con sus livianas plumas.
Raúl, es septiembre y estoy fracturado: me la paso leyendo tus poemas casi todas las noches.
A veces te busco en YouTube, elijo algún video donde aparezcas hablando, y tu voz hace
que la fisura que me atraviesa se extienda. Y tu voz profética me paraliza: nunca es tarde
para hablar de ellos, para recordarles que tú no eras el tonto, para revivir algo que el arte
siempre le ha tenido a la bruta vida:
¡ODIO!
No duermo nada, loco, me levanto muy temprano, prendo un cigarrillo mientras contemplo
los cerros de esta helada ciudad, tomo un té amargo, leo tus poemas, fumo nuevamente,
busco tu cara en la Web, paso foto tras foto que encuentro y me quedo mirándote durante
largos ratos, luego las copio y las pego en una plantilla de Word, escribo como pie de
página alguna frase tonta: “Raúl, el poeta de Cereté, me mira desde esta plantilla”. “Raúl
en una foto de su infancia”, dice la última en mis archivos.
No hay mucho que debas saber de esta orilla cenagosa. Te han vuelto ensayo, antología,
mártir, demonio.
En los más nefastos recitales se cuentan anécdotas alrededor tuyo: al que alguna vez te dio
una moneda en la calle le brilla su diente de oro al contarlo; los que pusieron un plato de
comida en tus manos presumen de su caridad, aunque hoy se llenen los bolsillos con los
presupuestos de la cultura; a la que le levantaste la casa a peñones todavía tiene blindadas
sus ventanas.
Me empiezo a sentir pesado, parece que el sueño quiere arrullarme un poco, después de todo
no soy tan malo.
El cuarto desde donde te escribo tiene un hermoso techo traslucido: puedo ver caer la lluvia
a diario. Y veo también aviones y pájaros volando, y pienso en ti, y en él.
Tal vez el avión se venga abajo en el próximo meridiano, tal vez el pájaro se quede
suspendido en el aire en este instante en que creo ya estar dormido.
— ¡Olga! ¡Olga!
— ¿Qué escucho? ¿Quién me llama por mi nombre?
— Yo. Quién más.
— Nadie más que tú lo haría. Tantos años y tu voz es la misma desde la primera vez que
apareciste en aquel jardín.
— Sigues contando el tiempo. Bien sabes que la edad de la rosa es la misma que la de la
piedra. Ambas son una. Ambas tiemblan al ser miradas.
— Como el espejo donde veo a diario mi desmoronamiento.
— Olga. El poema no está listo aún. Descansa. Ya regresaré sin avisar como siempre.
Luego
Una masacre
Miembros pálidos
Azulados
Negros
Cabezas
Decenas de cabezas
Rojizas
Perforadas
Goteantes.
Pensantes
Torsos
Todavía con algo de aire en sus pulmones se abren al nuevo día. El sol
principio la luz.
El horror y la luz.
Cat
única muestra de afecto desde que viven juntos. Día tras día
le ve con indiferencia.
Por ese aire de superioridad que se da cuando abre un libro o le habla a él, en ese idioma
humano, primitivo, indigno de un gato a quien bautizó con el nombre de un semidiós, como
muestra de su gran conocimiento.
Acurrucado
Te observa
Reposa en su sabiduría,
Un antiguo librero
Él, en un rincón, no despega los ojos de esa amada novela de un viejo amigo escritor sin
gloria.
Subraya párrafos.
Hace anotaciones.
Se sumerge.
La estancia es sofocante
Inmóvil.
Quien a veces toma una pausa en su lectura y recuerda a su amigo escritor. Vivo
Caminando a prisa
Despidiéndose
Poema Rudo
El cemento fresco El
mancha
En el alma crecen largos cabellos que salen hasta mi boca, pero tú, mi amor, tú, no te
asustas por ello.
La sangre fresca, el jugo de Lúcuma, el espanto de la carne fresca, un espejo que tiembla
Amor mío, una rama como la mano de un mago se sacude entre las cortinas de la ventana,
hay un brillo afuera, pero es mejor no salir, hay gente que camina, gente que camina…
Malibú
Hasta el lugar más alto y a su cúspide de nieve llego desnudo y grito tu nombre…
Un día el cielo. Al otro, el espejo en el que veo mi cara de todos los días.
Las cuchillas se aglomeran en la jabonera. El hastío no es tan refrescante como la espuma
de afeitar de promoción en el supermercado. Cepillo mis dientes con las mismas ganas que
culmino este verso. Nadie aplaude, pero mi tos produce eco en el baño con baldosas de un
verde intenso. Un día tu sonrisa. Al otro una botella vacía que brilla como un diamante. Un
libro mal acomodado en la biblioteca es tan irritante como un cenicero repleto de colillas.
Bajo el fuego un libro no es más que un montón de cenizas. Un día el cielo, al otro, un cielo
incluso más monstruoso, un impaciente vacío, una línea insinuando que la siga.
Fuego
palmeras en llamas.
Ninja
Todo ceniza,
sacudo el polvo,
Basura quemada
basura quemada
De condones usados y decapitadas cabezas de piñatas con los dientes quebrados Basura
Son esos algodones y esos guantes quirúrgicos donde hierven disecados pétalos de sangre
Esas revistas de pornografía donde ranas trasparentes babean su gélido orgasmo Todo es
basura quemada
Incluso Jhune y Kent tan distantes de mí y al otro lado de la cámara pajeándose sobre un
mugroso colchón en algún scort de Manila
También Koyiro asombrada de ver flotar libélulas en el agua del lavatorio Todo es
basura quemada
Gótica Caribe
el gran salón donde una sábana fantasmal cubre el gran piano y una
A la distancia el bostezo del caimán lanza el último suspiro de la mujer que ha engullido.
Ahora ella es sólo esencia, música fracturada en el verde acuoso… Y, luego, el silencio.
Otra vez.
“— Permiso, señora. Permiso, señor. Llevo mucho afán. Me esperan”, dice Ramón entre la
gente.
profesor de alguna ciencia oculta, dice un joven pálido y lisiado. Ahí va Ramón
No los mira
Nadie existe
Nada existe
El viejo reparador de relojes le grita: “— ¿A dónde va con tanto afán, Sr. Bacca?”. No
escucha nada
No se detiene un segundo
Al fondo de ella, un hombre tan pequeño como un gnomo lo espera detrás de una montaña
de libros viejos usados.
Ya le tengo el libro que me pidió. Pero el precio se ha triplicado, el autor ha muerto hace
pocos días, dijo el hombre diminuto.
“— No supe nada, nadie me lo contó”, dice Ramón con un poco de tristeza. Mejor así,
“— No puedo, señor, voy de afán”, puntualizó el hombre que parecía un pájaro caminando
sobre las piedras.
Escribo en medio del bochorno de los días, con tos y una mascota a mi lado,
recordándome que todo no es tan horrible en este mundo. Escribo con la columna
encorvada, tratando de descifrar lo que en esta fría pantalla escribo. Reconozco a veces
nombres, a veces fechas y lugares. Si pudiera hacer una lista de los hombres que he
amado, podría ser tomado por un tabulador, pero el nombre que más se repetiría en esa
lista sería Jorge, luego Luis,
— ¿Qué haces? Pregunta mi madre a veces viéndome tropezar y caer como un pesado
roble sobre la cama. Escribo, le contesto. Pero no tienes lápiz y tu computadora está
apagada, arguye ella. Escribo, digo de nuevo y por mi mente pasan imágenes de paisajes,
calles, callejones, hay una casa de tejas enormes y un patio donde una anciana degüella
gallinas y enciende un fogón de palos secos.
—¿Qué haces aquí? Me pregunta. Estoy de vuelta, le contesto. No, mi pequeño, sólo quiero
saber ¿Qué haces?
—¡Escribo! Le digo a la mujer que de inmediato se hace humo con el fuego que empieza
a tomar fuerza. Escribo, con el mismo fervor que lo hacen en el mármol de las lápidas,
porque con cada palabra quiero forjar un hueco, con cada acento, cada tilde, cada punto,
cada error ortográfico quiero infligir el dolor necesario, el justo, a la medida de lo que
escribo.
Nueva sangre
Bienaventurados quienes sueñan pues de ellos será el reino de los sueños, y también
los que sufren pesadillas por que serán los encargados de destruir el reino de los
sueños.
Bienaventurados los que clamaron por un poco de agua y les dieron, uno, dos, tres
vasos de vodka helado.
Bienaventurado el hombre que se amanceba con el hombre, porque no dejará estirpe alguna
e irá por los callejones del mundo inoculando su estéril semilla.
Bienaventuradas las máquinas tragamonedas que nos acercan a la suerte de los irlandeses y
sus ollas repletas de oro.
Bienaventurado tu cuerpo y los cientos de cuerpos en los que estuve buscándote hasta la
muerte.
El día
El Dios
El otro
Trans/figuración de la medusa
Vuelve a esta orilla tu rostro quebrantado y el cielo se aturde en colores que no preciso
Añicos de bruma
Tu suspiro de cloroformo
Vuelves de ocho años con tu traje de primera comunión y un ruple de estampitas con
endemoniadas medusas fulgurantes
Lánguido
Monstruosamente travestido
Hermosamente muerto
Sondas
Viaje a la medusa
cuerpo
A la ceniza de tu cuerpo
Irlanda
Es inútil recoger ese trébol que se cruza en mi camino haciéndome creer que Irlanda está
tan cerca como para desprenderla con un suave movimiento.
Es en vano colgar herraduras detrás de la puerta, la suerte se ha marchado hace lustros tirada
por ciegos caballos, la nada es un presente y un futuro al alcance de la mano.
Ser hombre no es tan complejo como ser un roble o una liebre asustada en el matorral que
cerca el pantano. Así soy ahora mismo, asumo la forma vulgar del miedo, copio sin
modestia ese gesto de llevarse las manos al rostro ante algo obsceno, o el de esa
mano estirada esperando algo ¿y?
Sería más inútil detenerme a orillas de aquel nonato brillando en el acuoso espejo de una
perla aun no lista, aunque mejor sería soñar con una sortija ceñida en uno de tus
dedos como un pacto de lo que fue nuestro, así fuese por unos instantes.
Es inútil casi todo. Las cosas siguen su curso, las cosas, no los objetos, los objetos
recuerdan calamidades y aniversarios, las cosas son un constante palpitar. Amo
estar aquí, amo permanecer, amo mi reflejo en las ventanas, amo mi cara derretida
por la lluvia que destroza el cristal. Te amo a ti y eso es todo, un todo.
Hola Kitty
Aloha, Kitty
¿Qué fue de la señorita mermelada? Los
días son lluviosos cuando no hay sol
Y la niña rubia del almanaque recoge el ruedo de su falda y baila El pico
del cucú agujerea el tiempo y duele
Si tuviera un enfermero me sentiría un poco mejor al
menos un poco de Datura Stramonium
O, al menos, “eso”.
Hermana calle
Te hablo de la calle, hermana. Desde el bar Ogan y su aroma forte a las travestis gordas que
habitaban el Sahara Hotel.
Espero recuerdes cada esquina, por eso te escribo esta carta, sólo con ese objetivo, que
recuerdes, que cada línea leída te lleve de la mano y se detenga en los antros donde juntas
cantamos, porque todos todavía se acuerdan de ti, como si vieran tu enorme culo
doblando cada esquina.
No hay día que pase sin que alguien me pare para preguntarme: “— ¿Y qué hay de su
hermana?”, y yo tengo que contener las lágrimas, porque es que yo sin usted no soy es
nada.
Soy como una silla sin una pata, me tambaleo a cada taconeo que doy por estas calles del
centro.
A veces subo al escenario del Oggún, pero me quiebro ahí mismo. Ni tu fantasma esta por
ahí cerca para darme una mano.
Y yo sola en ese escenario parezco una hilacha. Apenas lleno este vestido de lamecito negro
que me regaló la Loba que es más flaca que una aguja.
Es que el hambre y la sida me han dado duro. Ya se me nota hace rato el regalito. Pero a
nadie le importa. Las travestis pollas sólo sirven para andar de pasarela en los malls. Y las
abuelas del puteo si acaso tienen fuerza para echarse un salivón en la mano antes del
ensarte.
Tal vez sea hora de volver al closet o meterme en un ataúd, que es casi lo mismo. Como
un trapo viejo lleno de polillas, como una peluca que ya no maúlla. No lo sé. Dime tú...
Descensum
Me muevo entre las sombras. Poeta y bruja. Soy Tina Lopeza, el aire que respiro podría
matarte. No hay necesidad de envenenar manzanas, mi lengua es un ofidio que te tomará por
sorpresa y verá por donde introducirse. Vivo en un bosque de hayas, siempre tengo algo de
comer para quienes se extraviaron dentro de él.
También un habitáculo secreto del nunca salen.
El amor es brujería pura de corto efecto. Los amantes juran eternidad. Yo les acabo
el hechizo con sólo llevar mi lengua hasta la flama de una vela.
Tengo 305 años. Conozco a muchos de ustedes. Estuve en sus dormitorios mientras sus
padres dormían. A algunos dejé una leve marca en la planta de sus pies. Yo soy la que aún
aparece en sus pesadillas. Cierro las puertas del limbo.
No es la madera crujiendo lo que oyes en las madrugadas. Es mi piel antigua que se estira.
La brujería requiere entrega. Mis hermanas del Coven, las poderosas, tienen que
esconderse todavía. Magia difiere de adivinación, cuando miro a tus ojos puedo presagiar
algunas cosas, pero hacer que no despegues tus ojos de los míos, eso es magia.
Perras en Conserva
Ovulando
Pariéndolos
De pie o de cabeza cada segundo
Apretando nuestras piernas para sofocarlos
Perras que ladran y muerden
Que callan e hincan los dientes hasta el fondo del hueso
Sabemos muy bien de sus piedras y comida envenenada
Nos hacemos las lesas cuando pasan por estas calles con sus "perras de tocador" y sus
pequeños hijos.
Sabemos todo lo que han hecho
Todo está en videos
En cuerpos desmembrados
Puzzle de carne y rapiña en las pupilas.
Perras brincando y moviendo el rabo felices por toda la vereda, jugueteando, correteando,
pasándose una a otra un trozo de algo que todavía gotea sangre, algo que juntas
arrancamos de raíz
1
La piedad en la cara del santo sólo es evidente cuando una vela la ilumina.
2
Tras la entrada de una casa clausurada siempre hay alguien que aguarda. Es el primero
en recibir la luz y hacerse polvo cuando es abierta nuevamente.
3
En el corazón de un hombre solitario habita su gato. Puede que haya espacio para otras
cosas; o, sólo gatos.
4
En el insomnio: todos los infiernos posibles.
5
Los murciélagos son frutos aterciopelados que la bruja come.
6
Una oveja, dos ovejas, tres ovejas, una nube con forma de oveja, otra, en forma de hacha,
una quinta oveja sin una pata, seis ovejas...
7
En plena madrugada, un niño de ojos grises llora en mitad del cementerio porque dice
estar perdido. Todos con los que se tropieza le consuelan, le piden que se calme y no llore
más, que ya esta en casa, y no hay nada que temer. El niño se calma.
8
A veces, el corazón del hombre solitario le sirve de colchón a su gato; y allí sueña que es
POESÍA CONCRETA - PAZ DE LA HUERTA
69
9
Siete ovejas, ocho ovejas, una oveja en forma de nube, un relámpago, un aullido.
10
Un niño lloriquea en un parque de Barranquilla. Tiene un helado derretido en su mano.
Dos ancianas se acercan:
Angustiario
Hubo un tiempo
POESÍA CONCRETA - PAZ DE LA HUERTA
71
Sor Templanza
Tester 7
Reírte de tu propia muerte y aplaudir ese efímero stand up comedy tras el cristal del
ataúd.
De vez en cuando viene bien morir
Aderezar con saliva y formol en el vaso de cientos de hipócritas que brindaron tantas
noches a tu lado
Caminar por los tejados
Bailar con otros muertos
Tocar la puerta de tu casa
De vez en cuando...
Y salir corriendo
Hace mucho tiempo que el diminuto hombre que vive dentro de una piedra negra, no
siente nada ni el más mínimo movimiento, como si el mundo se hubiese detenido.
Ahora reposa sobre una chimenea junto a otros objetos que atesora un extraño
coleccionista quién en este momento ha decidido lanzarla por la ventana, pero lo duda por
un instante ahí en su jardín está nuevamente el gato rojizo de la Sra Brownbear
acechando a las torcazas que cada tarde llegan a comer de las boronas de pan que les
lanza. Empuña la piedra con fuerza pero no se anima a lanzarla, algo dentro de él cruje, se
remueve, así que deja que todo siga su curso. En segundos el jardín es un revoltijo de
plumas ensangrentadas. El hombre que vive al interior de la piedra negra empieza a sentir
un calor intenso, por la mano que le empuña (¿Con odio?), luego una sensación de ir en
picada para finalmente volver a aquel estado de completa calma. Pronto llegará el
invierno y la fuente de piedra de aquel jardín será una tumba estacional para objetos que
nadie guarda o usa.
J.T. Better
Dedicado a @#€&