La fábula de los tres hermanos

Paulina Cabrera Rodríguez

Antioch Peverell
Cadmus Peverell
Ignotus Peverell
La Muerte
Había una vez tres hermanos magos que vagaban por el bosque en la madrugada, hasta que
se toparon con un río, demasiado profundo y peligroso para cruzarlo nadando, así que, con
un movimiento de varita, conjugaron un puente, pero al intentar pasar, una figura
encapuchada les cerró el paso. Ninguno de los hermanos sabía quién era, hasta que ella
habló.
Muerte: (Habla, mientras aplaude pausadamente).Vaya, vaya, parece que tengo tres
corderitos bastante astutos frente a mis ojos.
Antioch: (Levanta su varita y apunta a la capucha en lo que los tres hombres retroceden).
¿Quién eres?, ¿Qué quieres?
Muerte: Yo soy… (Se quita la capucha dejando al descubierto un rostro). La muerte. Y he
venido a felicitarlos. (Habla con un sarcasmo evidente). No cualquiera es lo suficientemente
inteligente como para librarse de mí, así que les concederé un deseo… a cada quien.
Cadmus: ¿Lo que sea?
Muerte: (Ríe amargamente). Claro, niño. Pueden pedirme lo que quieran…
Antioch: ¡Quiero ser el más poderoso de todos! (Camina más cerca de la muerte). Quiero una
varita que me ayude en cada uno de mis enfrentamientos. ¡Una varita digna de un vencedor
de la muerte!
La muerte camina hasta el costado del puente, donde se encuentra un sauce. Con su mano
arranca una rama y la convierte en una varita. Camina nuevamente al frente de los
hermanos…
Muerte: Esta varita es la más poderosa del mundo. Con ella, no habrá ni un solo hombre o
criatura que pueda vencerte. (La entrega lentamente, pero el hermano se la arrebata). ¿Cuál
es tu deseo? (Señala a Cadmus).
Cadmus: (Mira con diversión a la muerte). Con que hemos vencido a la muerte, ¿Eh?, ¡Ja!,
¿Tan fácil fue?, no eres más que una estúpida, y para demostrar mi punto… (Camina hasta
quedar frente a la muerte). Quiero revivir a los muertos. Quiero humillarte aún más. (Se
acerca aún más a la cara de la muerte).
La muerte se agacha y toma una piedra del río, la envuelve con sus manos y se la entrega al
segundo hermano. El hermano se aleja sin decir una palabra. Después la muerte cabecea un
poco para encontrar la mirada del último hermano. Él tenía la mirada abajo, mirando sus
pies.
Muerte: ¿Cuál es tu deseo?
Ignotus: (Mira a la muerte, pero no sostiene la mirada). Yo solo quiero alejarme de aquí sano
y salvo, y quiero que no me sigas.
La muerte de mala gana y con un ceño fruncido le entrega su propia capa. El hombre la
toma con cuidado y agachar la cabeza ante la muerte.
Muerte: Ahora, bien recompensados mis vencedores, no tengo nada más que me impida
dejarlos ir. Pero, recuerden… Nada es infinito, y en cualquier momento, lo que conocen,
podría acabar, cuál luz lunar.
Cadmus: (Empuja a la muerte mientras comienza a cruzar el puente). Sí, como sea. Solo
quiero llegar con mi esposa.
La muerte desaparece y los otros dos hermanos también pasan. Del otro lado, los tres se
despiden y se van por caminos separados.