Poesía Safo

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Poesía Lírica de Safo

Me parece semejante a los dioses

el hombre que se sienta frente a ti

y, cerquita, te escucha

mientras hablas con palabras tiernas

y ríes dulcemente. ¡Cómo hiela

mi corazón dentro del pecho!

Si un momento te miro

no me viene la voz,

se me quiebra la lengua y enseguida

corre bajo mi piel un sutil fuego.

No veo con mis ojos nada y los oídos

no dejan de zumbarme.

El sudor se desliza por mi cuerpo y el temblor

se apodera de mí. Más ocre que la grama

me tomo y siento que ya me falta poco

para morir del todo.

Mas hay que soportarlo, que “también a un pobre”

Tortuosa nostalgia que me lleva hasta tus muslos


tortuosa eres tu, jugando con mi caja,
te tragas la llave impoluta
y me abandonas.

¿Me tenías olvidada entre tus entañas

o acaso amas a alguno de los hombres

más que a mí?


6

Dicen unos que es lo más bello sobre la negra tierra

una hueste de infantes, otros, que de jinetes,

y otros, que de navíos. Mas yo afirmo

que lo bello es aquello que uno ama.

y es fácil conseguir que todos lo comprendan,

pues Helena, que a todos los humanos

superaba en belleza, abandonó a su esposo,

el mejor hombre, y, navegando,

marchóse a Troya sin pensar en su hijo

para nada ni en sus amados padres.

Pues [Eros] la sedujo con su consentimiento

inmediato [es fácil de torcer?]


y con presteza innegablemente el pensamiento.

También yo tengo ahora mis mientes

en Anactoria ausente.

Más quisiera contemplar su andar encantador

y el resplandor brillante de su rostro

que carros lidios y una tropa de infantes combatiendo

con toda su armadura.

Te requiero a ti, para que cantes,

Góngyla. Toma en tu mano, Abantis, la pektís

mientras mueve sus alas sobre ti el Deseo,

mi hermosa. La túnica de ésta

te hizo estremecer cuando la viste. Yo me complazco,

pues la propia Afrodita, la pura,


me censuraba un día inefable

Hace ya mucho tiempo, Atis, que estuve enamorada de ti.

Tenías el aspecto de una muchacha pequeña y desgarbada.

Un pequeño garbanzo perdido en un pajar,


mi angel, caida del cielo
¿Qué nos pasó?
¿En qué momento el lobo se comió tus ojos?
¿en qué momento la cierva escupió sus letras en mi boca?
¿en qué momento el mar me abandonó?
¿en qué momento la marea sopló para ti?

10

No sé qué camino tomar. Tengo dos pensamientos.

Aquellas grandes montañas que posees es uno de ellos.


No, mis pensamientos no están
ni cerca de convertirse en gusanos rastreros.
Pienso en los ríos cada día,
pienso en las montañas cada mañana,
pienso en los hilos dorados cada noche.
Pero a veces, la voz de las olas me llaman
es Afrodita llamando tu nombre.
Mis pensamientos se vuelven a tus labios, pies y caderas,
a tus pantorrillas y tobillos.
Se vuelven impios ante mis ojeras.

12
Por fin viniste. Yo te anhelaba

y tú has refrescado mi corazón que ardía de deseo.

Mira que el miedo nos hizo


cometer atrocidades corporales
tantas veces.
Nos dejó solas y ciegas
tantos años.
Tu nombre recorrió mi oreja tantas veces
como un laberinto sin final.
Pero tú, sacaste el arma,
y ahora, después de la tormenta,
Helios y Medea nos saludan
una vez más.
14

Estos inviernos
Eros ha sacudido mis entrañas

como viento que se abate sobre los robles de la sierra.

Arrasando con todo lo que temía


y lo que desconocía.
Sin miedo a llorar,
me inclino ante ti
rogando por intervención
o por la muerte lenta.

15

Yacerás muerta y nunca habrá un recuerdo de ti, ni añoran:

en el futuro, pues en las rosas no tienes parte alguna

de Pieria. Como sombra vagarás en la mansión de Hades


entre lívidos muertos revolando.

16

¿Qué pueblerina hechiza tu pensamiento?

¿Quién, vestida con esa túnica del campo,

que no sabe llevar la franja sobre sus tobillos?

¿Cuando mordiste la granada sagrada, la conociste?


¿Donde viste sus tobillos repletos de barro
que guiaban hasta los reinos del inframundo?
¿Por qué importaría saber si sus piernas
albergan una extremidad ajena?
¿Para que me gustaría pensar en sus cosechas
dulcemente embarradas por toda tu piel ?
¡¿Como osas pensar siquiera en otra?!

17

Tiene mejor figura Mnasidice que la tierna Girino.

18

[No tienes derecho], Mika,

a “rechazarme” con agujas, mas no permitiré que tú “te alejes

porque?” hayas preferido el amor de las Pentílidas.

Cobarde tú, perversa, nuestras marvillas


con una dulce canción de amor
que grazna con “voz de miel”, agría cual limón
canta sirena y sonoras brisas (ruiseñores?)

Y despertará cubierta de rocío.


19

Dika, ciñe tus adorables bucles con coronas

tomando en tus manos delicadas tiernos brotes de eneldo.

Las felices Gracias prefieren contemplar lo bien florido

y en cambio dan la espalda a cuantos carecen de coronas.

20

La luna se mostraba en plenitud

cuando ellas, en pie, rodeaban el ara.

21

Deseo morir, sinceramente.

Ella me ha abandonado derramando

un torrente de lágrimas. Y dijo:

“¡Ay de mí! ¡Qué triste nuestra suerte!

Safo, en verdad te abandono muy a mi pesar”.

Y yo le contesté:

“Marcha alegre y acuérdate de mí

pues sabes cómo te he mimado.

y si no, al menos deseo

que recuerdes los labios rosados, y no olvides

cuánto de bueno y bello hemos pasado juntas.

Pues muchas coronas de violetas

y de rosas trenzadas a la vez (flores)

sobre tu cabeza, junto a mí, pusiste

y también numerosas guirnaldas

enlazadas en tomo de tu suave cuello

echaste formadas de flores adorables.


y con espesa mirra cielo

escogida y regia plenitud

ungías ‘tu piel….’ ”

Y sobre blando lecho

junto a la suave piel de luna

soltabas rienda a tu amor por las (muchachas).

No había danza inferior

ni festejo sagrado extraordinario

ni “corriente de agua?” donde no estuviéramos,

ni sacro bosque marchito de la primavera

(en la estación) erróneo rumor

cantar los cantos.

22

Hera
Flotaba (en) Sardes estaba.
con su mente aquí a menudo.

como ida, como loca.

y te (suplicaba?) como a una diosa para todos notable.

Ahora descuella entre las hembras lidias

como cuando el sol se pone

y la luna de rosáceos dedos

destaca entre los astros todos y mantiene

su claror sobre el salino mar

y los campos cubiertos de innumerables flores por igual.

El rocío se derrama precioso.

Están en flor las rosas, los tiernos perifollos

y el florido meliloto.
Y, paseando inquieta, se acuerda con nostalgia

de la gentil Atis en su frágil entraña

y el corazón le pesa de dolor.

Que vayamos allí, grita con grito agudo,

pero el mar, que está en medio,

no repite su voz impia

No es fácil comparar con las diosas

tu forma deseable

cuando llevas la túnica festiva.

corazón sagrado
e inquieta Afrodita
incomprendida, derramaba néctar
de la dorada “copa” del rey dios

con las manos de Peithó .

23

De nuevo Eros, que los miembros afloja, me sacude,

una fiera agridulce, incombatible.

Atis, te resultaba odioso pensar en mí

y te marchas volando junto a Andrómeda.

________________

Antología de poesía erótica griega, Edición bilingüe de José Luis Calvo Martínez, Ediciones
Cátedra, col. Letras Universales, Madrid, 2009, pp. 59-73.

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