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Delumeau - Posturas HIstoriograficas Sobre La Reforma
Delumeau - Posturas HIstoriograficas Sobre La Reforma
A. La explicación Marxista
Los recientes estudios económicos sobre el final de la Edad Media y el siglo xvi no
permiten sostener la explicación de la Reforma propuesta por Marx y Engels, quienes
veían en ella a «la hija del capitalismo». Hoy se distingue con mayor precisión que antaño
entre capitalismo comercial y capitalismo industrial. El primero es anterior al siglo XVI. En
la Europa occidental, y especialmente en Italia, se desarrollaron en los siglos XIV y XV
poderosas firmas comerciales y bancarias animadas por el más puro espiritu capitalista.
Los hombres de negocios buscaban el máximo de ganancias, unas ganancias que se
contaban en dinero y en las que entraba forzosamente una plusvalía obtenida a expensas
de los productores, especialmente de los artesanos del ramo textil. En la Edad Media
aparecieron verdaderos cartels destinados a monopolizar la venta de un producto, cuyo
precio era asi fiscalizado a escala europea.
Durante la Edad Media italiana se perfeccionaron instrumentos bancarios y comerciales
que suponían un sentido de la organización y un afán de ganancias que se encuentra en
la base del capitalismo: contabilidad por partida doble, letras de cambio, colleganze,
seguros marítimos. Una commanda era, en el siglo XV, en Italia, una asociación de capital
y trabajo en el que las tres cuartas partes de los beneficios iban a parar al capital y la
cuarta parte al trabajo. ¿No entra este tipo de contrato, corriente en el siglo xvi, en la
definición que Marx habia dado del capitalismo: un sistema fundado en la separación
entre el trabajo y la propiedad de los medios de producción? En el siglo xv los Estados
italianos conocían otra técnica financiera moderna: aprovechar el ahorro público por
medio del Monti, que reportaba a los acreedores un interés fijo. No se puede hablar, pues,
de una «revolución económica» del siglo xvi. Lapeyre ha demostrado , que las técnicas
comerciales y bancarias del siglo XVI son una prolongación de las de la Edad Media, a
pesar de que sean utilizadas a más amplia escala. Hubo ciertamente viajes de
descubrimiento y se crearon corrientes regulares de intercambio entre Europa, por una
parte, y América y Extremo Oriente, por otra. Con el tiempo, e incluso a partir de
mediados del siglo XVI, este nuevo tráfico modificó el comercio general de Europa. Pero
hay que hacer ciertas observaciones. En primer lugar, la investigación histórica actual
tiende a minimizar las consecuencias de los viajes portugueses sobre la vida económica
del Mediterráneo en el siglo XVI. Además, Lutero había dado a conocer sus 95 tesis dos
años antes de que Cortés desembarcara en Méjico. Calvino ya había publicado sus
Ordenanzas eclesiásticas (1541) cuando se descubrieron las minas del Potosí (1545).
FinaImente, los grandes viajes del Renacimiento no tuvieron consecuencias sobre la vida
material de los europeos del siglo XVI, comparables a las que provocó, a partir del siglo
XVII, el auge de la ciencia y la técnica. Pese a que los precios se triplicaron en menos de
100 años, la vida cotidiana de un campesino o un burgués no se modificó radicalmente
durante el siglo XVI. Asi, en este tiempo ocurrió una revolución religiosa, pero no una
revolución económica. En estas condiciones, las modificaciones relativamente lentas de
las estructuras materiales de la sociedad difícilmente, pudieron haber sido la causa
profunda del cambio radical que sufrió la vida religiosa.
Hay que tener también en cuenta que en tiempos de la Reforma era Italia el país más
moderno de Europa. Los negociantes de la Península desempeñaban un papel capital en
la actividad de Occidente. En aquel país prosperaba una importante burguesía dotada de
una capacidad de ahorro real. Finalmente, en el siglo XV, una familia procedente del
comercio, la banca y la industria (los Médicis) tomó la dirección de un Estado. Pero en
Italia no prendió el protestantismo. Y fue un hijo de banquero, León X, quien excomulgó a
Lutero. Si la tesis marxista fuese exacta, la Reforma habría tenido que nacer en Italia y
triunfar en ella. Por el contrario, conoció sus primeras victorias en países más bien
atrasados desde el punto de vista económico: Alemania y Suiza. En el mismo sentido, ¿no
es sorprendente que los más importantes hombres de negocios del siglo XVI fueran
católicos? En primer lugar, los Fugger, y también los «mercaderes» genoveses, florentinos
y españoles, que dominaron la vida económica europea hasta comienzos del siglo XVII.
En cuanto a la tesis de que Tomás Muntzer es un revolucionario comunista provisto de
una «máscara bíblica», ha sido prácticamente rechazada por todos los historiadores no
marxistas.
Es cierto que Muntzer fue solicitado cada vez más por las dificultades cotidianas de la
lucha. Sin embargo, su inspiración continuó siendo de carácter religioso. Lecler escribe:
“No tomemos a Muntzer como un simple profeta de la revolución social. Su inspiración
sigue siendo religiosa. Lo que le indigna es que las condiciones de vida del pueblo
impidan a este el acceso al Evangelio. Los pobres se hallan tan oprimidos, tan
preocupados por ganarse el pan de cada día, que no tienen tiempo ni de leer la Biblia ni
de fortalecer su fe con la oración y la contemplación, Lutero no comprendió que no es
posible una auténtica Reforma religiosa sin una previa revolución social”.
La concepción marxisla de la Reforma pecó de anacronismo al transplantar al siglo XVI
las realidades y los conflictos del siglo XIX. No supo percibir las relaciones de la fe y la
mentalidad de las masas en aquellos tiempos.
¿Qué debe pensarse ahora de la opinión emitida por Hauser según la cual el
protestantismo fue en sus comienzos en Francia (antes de 1560) una religión de «gente
humilde»?
La proporción de artesanos parece muy importante. Pero en la sociedad del siglo XVI los
humildes eran mucho más numerosos que los clérigos burgueses y comerciantes. De las
interesantes cifras dadas por Paul F. Geisendorf se deduce que en Francia, durante la
primera mitad del siglo XVI, la Reforma afectó a todas las categorías sociales. É. G.
Léonard abunda en la misma creencia . «Las nuevas ideas (escribió) prendieron en todos
los medios franceses desde el mismo momento de su predicación». Parece evidente que
la Reforma, desde antes de agosto de 1560, había conseguido en Francia numerosos
adeptos en «los medios intelectuales», en el clero y en lo que hoy llamaríamos la
administración.
De ahí la conclusión de É. G. Leonard: “Esta aseveracion destruye cualquier intento de
dar a la Reforma bases esencialmente económicas y sociales. Puesto que se extendió por
clases que tenían intereses y aspiraciones contradictorios, hay que reconocer en ella
motivos válidos para todos los hombres”.
Aseveraciones semejantes han sido hechas por historiadores extranjeros que han
estudiado países distintos de Francia. En Berna y en Lausana, donde el paso del
catolicismo al protestantismo se hizo de una manera particularmente tranquila, éste
recibió la unánime adhesión de todos los habitantes. Un reciente estudio sobre las
ciudades hanseáticas de Stralsund, Rostock y Wismar en la época en que abandonaron el
catolicismo, demuestra que lns clases medias y bajas de esas ciudades desempeñaron
un papel capital en la introducción de la Reforma luterana. Existió una alianza entre los
pobres y las nuevas ideas, pero los ricos burgueses no estuvieron ausentes de las
primeras filas protestantes, y tampoco los príncipes, que, por otra parte, luchaban contra
el proletariado, y los burgueses momentáneamente unidos. Schildauer llega a la
conclusión de que la Reforma, pese a las circunstancias económicas o sociales que
favorecieran su desarrollo, fue movida principalmente por «una voluntad de renovación
espiritual» y que este carácter explica sus relativos fracasos en el plano político y social.
Los caballeros famélicos que se adhcricron también al protestantismo representaban,
frente a los burgueses de las ciudades, la clase conservadora y reaccionaria, amenazada
politicamente por el ascenso de los príncipes territoriales y económicamente por los
progresos de la burguesía urbana. La Reforma se le apareció a más de un caballero como
un medio para recuperar el prestigio y la prosperidad de que anteriormente habían
gozado. Sin embargo, insiste William R. Hitchcock, la clase de los caballeros carecía
totalmente de homogeneidad y fue incapaz de unir sus diferentes facciones. La Reforma
acentuó esa desunión, ya que no todos los caballeros se pasaron al protestantismo. Sin
embargo, la adhesión al luteranisrno de buena parte de ellos prueba que: “La esencia de
la Reforma no residía en el hecho de que se acomodara a los intereses de una
determinada clase ascendente, es decir, la clase media. Representantes de una clase que
hundía sus raíces en el antiguo orden y de bases económicos feudales y agrarias
respondieron, con entusiasmo a la llamada del nuevo Evangelio”.
Si se pretende en cada caso particular encontrar una explicación fundamental de tipo
económico-social para el paso de un grupo social a la Reforma, se llega a resultados
contradictorios en conjunto, puesto que hace adherirse a la Reforma por motivos
materiales a clases opuestas entre sí: príncipes, burgueses, caballeros pobres,
campesinos alemanes y artesanos de las ciudades.
Se tiende también a rechazar la tesis según la cual Enrique VIII, los reyes escandinavos y
los príncipes alemanes se separaron de Roma con objeto de secularizar y acaparar los
bienes eclesiásticos. El inconveniente principal de esta concepción es que niega un
auténtico sentimiento religioso a los jefes de Estado del siglo XVI, lo que sabemos se
halla en contradicción con la mentalidad general de la época. Federico el Prudente que
apoyó a Lutero, Felipe de Hesse a pesar de su bigamia, Alberto de Brandenburgo que
secularizó la Orden de los caballeros teutónicos, eran príncipes muy preocupados por la
religión. En el mismo Enrique VIII se aunaban extrañamente una vida privada
escandalosa con un interés por los problemas de la fe.
En cuanto a Francisco I, ¿qué prueba tenemos para afirmar que permaneció fiel a Roma
porque el Concordato de 1516 ponía en sus manos la Iglesia de. Francia y sus riquezas?
Se sabe que dudó largo tiempo antes de decidirse a luchar contra los protestantes,
decisión que sólo tomó cuando algunos d e ellos, con el asunto de los pasquines,
desafiaron su autoridad (1534). Si finalmente se dedicó a combatir a los protestantes, fue
porque en ellos vio a unos anabaptistas franceses que podían, como los de Munster,
provocar la anarquía en el reino.
¿ Es cierto que el oro de Alemania e Inglaterra, que se enviaba a Roma y empobrecía a
los países ultramontanos, enriquecía por el contralio a toda Italia, que por este motivo
estaba interesada en el mantenimiento de ese estado de cosas? Esto es lo que se creía
en tierras protestantes, y la propaganda reformista del siglo xvi insistía en ello. Pero esta
acusación hubiese tenido mucho más fundamento hacia 1350 que en 1520. En la época
del Renacimiento los ingresos anuales del Papado habían bajado mucho. Durante el
pontificado de Julio II no superaban los 350.000 ducados de oro, la mayor parte
procedentes del «dominio temporal».
La última cuestión que hemos suscitado es la probable relación entre el movimiento de los
precios y la adhesión de determinadas poblaciones a la Reforma. Una baja de los precios
puede haber coincidido con la mejora o la estabilización del poder adquisitivo de los
obreros. Esto fue lo que ocurrió en Amberes entre 1439 y 1512. Por el contrario, los
precios subieron en este gran puerto en 1513 y 1542, pero la adaptación de los salarios
fue insuficiente durante este período. Es posible entonces qué en estos años, que fueron
una época floreciente para el comercio de Amberes, se produjese un descontento entre
los pobres, que no habrían participado de. la prosperidad general, y que éste hubiese
favorecido la adhesión a las nuevas ideas y el anabaptismo. Pero desde 1543 hasta 1584
los salarios vuelven a subir. Ahora bien la crisis inconoclasta estalló en 1566. Por lo tanto,
no puede establecerse una relación entre el alza de los precios y la fidelidad a Roma.
Es innegable que numerosas y variadas circunstancias (económicas, sociales geográficas
o políticas) desempeñaron un papel en el paso al protestantismo de una región o de un
grupo social. También es cierto que las herejías de fines de la Edad Media encontraron
una amplia audiencia entre los pobres. Estos ligaron, de manera indisoluble en ocasiones,
aspiraciones religiosas y reivindicaciones igualitarias. En esta época de la historia «total»,
convendría establecer, para cada caso territorial o sociológico, la relación de las
circunstancias que favorecieron el paso a la Reforma. Pero quedaría por hacer lo más
importante. Las causas principales de la ruptura con Roma de un territorio o un grupo
social no quedarían esclarecidas todavía. ¿Quiere decir esto que tenemos que recurrir de
nuevo a la explicación tradicional y ver en los abusos de numerosos clérigos la razón
esencial del cisma protestante?
La Tesis Tradicional
Durante mucho tiempo se creyó que la Reforma había estallado a causa de los «abusos»
que se producían en la Iglesia. Esta manera de considerar el drama religioso del siglo xvi
se remonta al mismo Lutero, quien, en sus Conversaciones de sobremesa, afirma haber
sido sorprendido por el espectáculo de Roma en tiempos de Julio II, ciudad que visitó
entre 1510-1511. Lutero regresó desengañado de la «falsa ciudad santa». El escándalo
de las indulgencias haria estallar, pocos años después, la rebelión que desde aquel viaje
latía en su interior. La violencia con que el reformador atacó al Papado, identificado por él
con el Anticristo, aportaba un argumento suplementario a la tesis de una explicación moral
de la Reforma. Por otra parte, el éxito del “Elogio de la Locura” (obra que aparecía
después de una serie de amargas críticas contra la Iglesia) probaba que los cristianos
estaban ya preparados para ella. Para permanecer fiel a Jesucristo habia que abandonar
una institución que estaba corrompida. Erasmo afirma, hablando de los monjes: «Nada ha
contribuido más a popularizar a Lutero que las costumbres de esa gente». Hasta fecha
reciente los historiadores protestanes aceptaron la explicación de la rebelión de Lutero por
una sana y santa reacción de desagrado.
También por parle católica se hacia hincapié en este aspecto.
Una rebelión moral se habría transformado así en rebelión teológica, porque Roma habría
«presionado demasiado» a «aquel hombre violento y temerario» que era Lutero. Por parle
católica sedio también otra explicación moral de la Reforma, mucho más malévola que la
precedente. Ésta se hallaba ya bosquejada en la obra de un humanista del siglo xvi, el
cardenal Sadolet. Inquiriendo las razones del drama religioso del que era testigo, llegó a
su conclusión de que la decadencia del clero era la causa principal de la crisis. Pero los
fieles, prosigue Sadolet, amabun a sus pastores. No puede ser menos, ya en éstos veían
aquéllos sus modelos. Pero, al mismo tiempo, sugirio que los fieIes pasaban al
protestantismo porque, siguiendo a sus pastores, habían llegado a un estado de mínima
resistencia moral. El pecado lleva al pecado.