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(Besa a Desdémona.)
Desdémona:
¿Quién está allí? ¿Otelo?
Otelo:
Sí, Desdémona.
Desdémona:
¿Vendrás a la cama, mi señor?
Otelo:
¿Rezaste esta noche, Desdémona?
Desdémona:
Sí, mi señor.
Otelo:
Si te acordás de algún pecado
roga por su perdón de inmediato.
Desdémona:
¡Ay, mi señor! ¿Qué me querés decir con eso?
Otelo:
Bueno, hacelo, y sé breve: daré vueltas por aquí:
No quiero matar tu espíritu si no está preparado; no
-¡el cielo me ampare!-, no quiero asesinar tu alma.
Desdémona:
¿Habláis de asesinar?
Otelo:
Sí, lo hago.
Desdémona:
Entonces, ¡que el cielo se apiade de mi!
Otelo:
¡Amén, con todo mi corazón!
Desdémona:
Si hablas así, espero que no me mates.
Otelo:
¡Hum!
Desdémona:
Y, sin embargo, te temo, pues sos fatal cuando movés los ojos así.
Por qué debería temer no lo sé, pues no conozco mi culpa,
pero aún así tengo miedo.
Otelo:
Pensá en tus pecados.
Desdémona:
Los causa el amor que siento por vos.
Otelo:
Sí, y por ello moriras.
Desdémona:
Es muerte desnaturalizada la que por amor mata.
¡Ay!, ¿por qué te mordés así los labios?
Una sangrienta emoción agita todo tu cuerpo:
éstos son presagios; pero aún espero, sí,
espero que no me señales a mí.
Otelo:
¡Silencio, y quedate quieta!
Desdémona:
Así lo haré. Pero, ¿qué ocurre?
Otelo:
Aquel pañuelo que yo tanto amaba y te regalé, se lo diste a Casio.
Desdémona:
¡No, por mi vida y por mi alma! Envia por ese hombre y preguntale.
Otelo:
Dulce alma, tene cuidado.
Cuídate del perjurio: estás en tu lecho de muerte.
Desdémona:
Sí, pero todavía no para morir.
Otelo:
Sí, y de inmediato.
Por lo tanto, confesa abiertamente tu pecado.
Vas a morir.
Desdémona:
Entonces, ¡que el Señor tenga piedad de mí!
Otelo:
amén.
Desdémona:
¡Y vos tambíen tené piedad! En toda mi vida nunca te ofendí;
Jamás amé a Casio sino con ese afecto corriente con que el cielo me permitía
amar.
Nunca le di un recuerdo.
Otelo:
Por todos los cielos, vi mi pañuelo en su mano.
¡Ah, mujer perjura! Haces que llame a lo que me propongo hacer asesinato,
cuando yo lo pensaba un sacrificio. Yo vi el pañuelo.
Desdémona:
Entonces, él lo encontró;
Yo nunca se lo dí. Hacelo venir aquí;
Permitile confesar la verdad.
Otelo:
Ya confesó.
Desdémona:
¿Qué, mi señor?
Otelo:
Que había hecho uso de ti.
Desdémona:
¿Cómo? ¿Ilícitamente?
Otelo:
Sí.
Desdémona:
Él no dirá eso.
Otelo:
No, su boca está cerrada: el honrado Yago lo dispuso así.
Desdémona:
¿Está muerto?
Otelo:
Si cada uno de sus cabellos fuera una vida,
mi gran venganza tendría estómago para todos ellos.
Desdémona:
¡Ay!, lo han traicionado y yo estoy perdida.
Otelo:
¡Fuera, puta! ¿Lloras por él en mi cara?
Desdémona:
¡Desterrame, mi señor, pero no me mates!
Otelo:
¡Abajo, puta!
Desdémona:
¡Matame mañana; dejame vivir esta noche!
Otelo:
No, si te resistís…
Desdémona:
¡Media hora, apenas!
Otelo:
Lo que ha comenzado no puede detenerse.
Desdémona:
¡Pero mientras digo una sola oración!
Otelo:
Es demasiado tarde.