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Otelo y Desdémona

(Entra Otelo, con una luz. Desdémona duerme en la cama)


Otelo:
Ésa es la causa, esa es la causa, alma mía:
permitan que no la nombre ante ustedes, castas estrellas.
ésa es la causa. Y, sin embargo, no quiero derramar su sangre,
ni desgarrar su piel, más blanca que la nieve
y tan lisa como el alabastro de los sepulcros…
Pero ella debe morir, o engañará a más hombres.
Apagaré la luz, y luego apagaré su luz:
si te extingo, ministro fulgurante,
podré reavivar tu primitiva llama en caso de arrepentirme,
pero una vez apagada tu luz
el modelo más excelso de la hábil naturaleza,
no se dónde está aquel fuego Prometeico capaz de volver a encenderla.
Cuando haya arrancado tu rosa, no podré devolverle su vital lozanía;
por fuerza habrá de marchitarse. Quiero olerla en su tallo.

(Besa a Desdémona.)

¡Oh, aliento embalsamado, que casi persuades a la justicia a romper su


espada!
¡Uno más, uno más! Quedate así cuando estés muerta,
y yo te mataré y te amaré después. Uno más, y éste es el último.
Beso tan dulce nunca fue tan fatal. Tengo ganas de llorar.
Pero ellas son lágrimas crueles: este dolor es celestial:
hiere alli donde ama.
Ella despierta.

Desdémona:
¿Quién está allí? ¿Otelo?

Otelo:
Sí, Desdémona.

Desdémona:
¿Vendrás a la cama, mi señor?

Otelo:
¿Rezaste esta noche, Desdémona?

Desdémona:
Sí, mi señor.

Otelo:
Si te acordás de algún pecado
roga por su perdón de inmediato.

Desdémona:
¡Ay, mi señor! ¿Qué me querés decir con eso?
Otelo:
Bueno, hacelo, y sé breve: daré vueltas por aquí:
No quiero matar tu espíritu si no está preparado; no
-¡el cielo me ampare!-, no quiero asesinar tu alma.

Desdémona:
¿Habláis de asesinar?

Otelo:
Sí, lo hago.

Desdémona:
Entonces, ¡que el cielo se apiade de mi!

Otelo:
¡Amén, con todo mi corazón!

Desdémona:
Si hablas así, espero que no me mates.

Otelo:
¡Hum!

Desdémona:
Y, sin embargo, te temo, pues sos fatal cuando movés los ojos así.
Por qué debería temer no lo sé, pues no conozco mi culpa,
pero aún así tengo miedo.

Otelo:
Pensá en tus pecados.

Desdémona:
Los causa el amor que siento por vos.

Otelo:
Sí, y por ello moriras.

Desdémona:
Es muerte desnaturalizada la que por amor mata.
¡Ay!, ¿por qué te mordés así los labios?
Una sangrienta emoción agita todo tu cuerpo:
éstos son presagios; pero aún espero, sí,
espero que no me señales a mí.

Otelo:
¡Silencio, y quedate quieta!

Desdémona:
Así lo haré. Pero, ¿qué ocurre?
Otelo:
Aquel pañuelo que yo tanto amaba y te regalé, se lo diste a Casio.

Desdémona:
¡No, por mi vida y por mi alma! Envia por ese hombre y preguntale.

Otelo:
Dulce alma, tene cuidado.
Cuídate del perjurio: estás en tu lecho de muerte.

Desdémona:
Sí, pero todavía no para morir.

Otelo:
Sí, y de inmediato.
Por lo tanto, confesa abiertamente tu pecado.
Vas a morir.

Desdémona:
Entonces, ¡que el Señor tenga piedad de mí!

Otelo:
amén.

Desdémona:
¡Y vos tambíen tené piedad! En toda mi vida nunca te ofendí;
Jamás amé a Casio sino con ese afecto corriente con que el cielo me permitía
amar.
Nunca le di un recuerdo.

Otelo:
Por todos los cielos, vi mi pañuelo en su mano.
¡Ah, mujer perjura! Haces que llame a lo que me propongo hacer asesinato,
cuando yo lo pensaba un sacrificio. Yo vi el pañuelo.

Desdémona:
Entonces, él lo encontró;
Yo nunca se lo dí. Hacelo venir aquí;
Permitile confesar la verdad.

Otelo:
Ya confesó.

Desdémona:
¿Qué, mi señor?

Otelo:
Que había hecho uso de ti.
Desdémona:
¿Cómo? ¿Ilícitamente?

Otelo:
Sí.

Desdémona:
Él no dirá eso.

Otelo:
No, su boca está cerrada: el honrado Yago lo dispuso así.

Desdémona:
¿Está muerto?

Otelo:
Si cada uno de sus cabellos fuera una vida,
mi gran venganza tendría estómago para todos ellos.

Desdémona:
¡Ay!, lo han traicionado y yo estoy perdida.

Otelo:
¡Fuera, puta! ¿Lloras por él en mi cara?

Desdémona:
¡Desterrame, mi señor, pero no me mates!

Otelo:
¡Abajo, puta!

Desdémona:
¡Matame mañana; dejame vivir esta noche!

Otelo:
No, si te resistís…

Desdémona:
¡Media hora, apenas!

Otelo:
Lo que ha comenzado no puede detenerse.

Desdémona:
¡Pero mientras digo una sola oración!

Otelo:
Es demasiado tarde.

Desdémona: ¡Oh Dios, Dios, Dios! (Él la ahoga)

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