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Jacobo de Cessolis

El juego del ajedrez (ca. 1300-1330)

Traducción del latín al español antiguo del Licenciado Reyna realizada en el año 1549 y
modernizada por Marie-José Lemarchand en 2006.

Primer tratado: De la invención del juego

Capítulo 1: De cuándo se inventó el juego del ajedrez

De todas las mañas señales que pueden hallarse en el hombre, la peor es la vida desordenada,
cuando no se teme a Dios y se ofende y escandaliza al prójimo, cuando uno menosprecia a quienes
le enseñan y corrigen, y hasta les quita la vida, como leemos del emperador Nerón, que no quiso
que siguiera viviendo su maestro Séneca, porque no podía sufrir sus reprimendas.

Fue inventado el juego del ajedrez en tiempos de Elvimerodac, rey de Babilonia, hombre injusto,
lascivo y cruel, que mandó a despedazar el cuerpo de su padre Nabucodonosor en trescientas partes
y darlas a comer a los buitres. Pues este rey, entre otras costumbres que ya resultaban aborrecibles,
tenía una aún peor, que era una verdadera locura: mandaba a matar a quienes le increpaban. En esto
se parecía a su padre, que como hubiese soñado y no se acordase del sueño una vez despierto, quiso
que mataran a todos los sabios de Babilonia porque no habían sabido adivinar su sueño, como
leemos en el Libro II de Daniel.

Algunos creen que este juego fue hallado en tiempos de la guerra de Troya, pero es más cierto que
de los caldeos pasase a los griegos, como lo afirmó Diomedes, que era griego de nación.

Capítulo 2: De quién halló o inventó este juego

El inventor de este juego o novedad fue un filósofo, llamado Jerjes entre los caldeos o Filométor
entre los griegos, lo que quiere decir “defensor o inventor de toda justicia o medida” para los
latinos. La fama de este Jerjes fue tan preclara entre griegos y atenienses que, después de él, muchos
maestros o amantes de la ciencia le tuvieron en gran estima, por lo que habían oído a sus mayores.
Quiso aquél escoger su propia muerte antes de que acabaran sus días, para no sufrir viendo la
detestable vida del rey Elvimerodac, con sus falsos deleites y menosprecio de la justicia. Como
ninguno le osase culpar por su crueldad, que ya se había evidenciado con la muerte de muchos
sabios, prefirió poner fin a una vida justa a caer en torpes costumbres, como lo hacía el propio rey,
según dejó dicho Valerio Máximo.

Asimismo relata cómo Teodoro Cirineo fue crucificado porque se atrevió a increpar al rey Lisímaco
por su injusta conducta. Como estuviese colgado en el tormento, dijo al rey y a sus consejeros
vestidos de púrpura: “¡Venga esa muerte a que vosotros tanto teméis, que a mí nada se me da por
pudrirme en la tierra!”.

Capítulo 3: De las tres causas por las que este juego fue inventado
Tres causas hubo por las cuales este juego fue inventado. La primera y principal fue el corregir y
enmendar las costumbres del rey Elvimerodac, como hemos dicho antes. la segunda fue para evitar
la ociosidad. La tercera, por la intención de una multitud de sutiles razones.

El rey de quien antes hicimos mención, como viese al filósofo Jerjes jugando al ajedrez con muchos
caballeros, barones y capitanes, a manera de batalla, maravillado de la belleza del juego y de la
novedad de aquel pasatiempo no acostumbrado, quiso aprender las reglas y determinó pelear
jugando con el filósofo. Más como éste le dijese que no podía hacerlo, si antes no tomaba lecciones
como discípulo, respondió el rey que ello era casi conveniente y, deseoso de aprender de todos en
todo, se sometió a sus enseñanzas. Entonces describió el filósofo la manera del tablero y de los
trebejos, las costumbres o reglas del rey y de los nobles, así como de los oficios populares, tal como
lo declararemos en los siguientes capítulos, y atrajo al rey a corrección y formación en las virtudes y
buenas costumbres. Pero cuando oyó cómo le censuraban por haber mandado matar a muchos
sabios increpó al filósofo, pidiendo que le dijera por qué había inventado este juego.

“¡Ah, mi señor rey!”, respondió el filósofo, “deseo que tu vida sea gloriosa, lo cual por desgracia
no es lo que veo. Si enseñado con justicia y buenas obras no eres amado del pueblo, ruégote, señor,
que seas otro del que has sido, para que tú que te enseñoreas de los demás, pero no con justicia sino
con violencia, seas dueño y señor de ti mismo. Pues ciertamente es injusto que quieras mandar
sobre otros cuando ni siquiera manda sobre ti mismo, y recuerda que al violento y tirano el imperio
no le puede durar mucho tiempo. Esta invención se hizo para tu enmienda, pues los reyes han de
sufrir con paciencia las correcciones de sus sabios, y oírlas de buena gana”.

Como dijo Valerio de Alejandro Magno, un caballero noble al que deseaba reprender,
especialmente respecto de su honra: "Si nuestros dioses hiciesen tu pequeño cuerpo a medida de la
codicia de tu ánimo, no cabrías en todo el mundo, y si quieres que diga por qué, pues porque con la
mano diestra tocarías el oriente y con la siniestra el occidente, y así como tu cuerpo no responde a
tu ánimo, o eres Dios, o eres hombre. Si eres Dios, obra como tal, vive e imita a Dios, haz el bien a
los hombres y no tomes sus bienes. Pero si eres hombre, considera que eres mortal, apártate y deja
de hacer el mal, ya que siempre habrás de ser castigado. Mas si crees que no eres nada de estas
cosas, te conviene no olvidar que nadie está tan seguro que no pueda correr algún peligro por parte
de otro que lo esté menos aún. Así el león, que es el más fuerte de todos los animales, a veces es
devorado por bestias más pequeñas”.

La segunda causa de esta invención fue como remedio a la ociosidad, de la cual dice Séneca,
escribiendo a su amigo Lucilio, que estar ocioso sin libros o lecturas es la muerte del hombre en
vida, y Varrón en su libro de Sentencias, que los que hacen camino no andan por andar, pues la vida
no se hizo sólo para vivirla, sino para que los hombres hagan a lo largo de su vida algo preclaro y
señalado. Por esto el inventor del juego de ajedrez no solamente lo creó para enmendar al rey, sino
para evitar la ociosidad y la tristeza causada por la holganza, pues con la mucha abundancia de
riquezas los hombres se acostumbraron a holgar y muchos se dieron a la ociosidad. Por lo que dice
Quintiliano, que toda ociosidad se torna vicio con la demasiada abundancia, de donde viene
necesariamente que el ardor se convierta en codicia y la lascivia en melancolía, pues la ociosidad
causa amargura de ánimo y mata la alegría, quedando el espíritu trastornado y atado como con un
lazo de desesperación. Para evitar estos males, halló el filósofo Jerjes, o Filométor, el juego del
ajedrez, pasatiempo y descanso que aleja a la ociosidad y a la melancolía.

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La tercera causa fue un haz de muchas sutiles razones. Cualquiera desea naturalmente saber y oír
novedades, y así se lee de los atenienses que estudiaban para saber cosas nuevas. Así mismo, la
vista corporal estorba a veces el pensar sobre cosas ingeniosas, y leemos que el filósofo Demócrito
se arrancó los ojos para tener mayor agudeza de ingenio y más continuos pensamientos. Pues,
ciertamente, muchos ciegos o flacos de vista fueron muy agudos en hallar invenciones y tuvieron
más ingenio. Ello está claro en el ejemplo de Dídimo, obispo de la ciudad de Alejandría, el cual fue
de tan grande entendimiento, careciendo de vista, que mereció tener por discípulos Gregorio
Nacianceno y a San Jerónimo, presbítero y cardenal de la Iglesia romana, los cuales, pese a haber
empezado iniciándose como maestros en la doctrina de otros grandes Doctores, quisieron ser
discípulos en la escuela de Dídimo Alejandrino, por la altura de su entendimiento. Leemos en el
gran Antonio, el ermitaño, que habiendo visitado a este obispo Dídimo, y como le preguntase, entre
otras palabras de consuelo, si le dolía haber perdido la vista, respondió: "Me sorprende que no
puedas pensar que me pesa mucho”. A lo que replicó Dídimo: “Antes me sorprende, padre, que te
duela el haber perdido lo que tu cuerpo tiene en como con las bestias, cuando guardas en el alma lo
que compartes con los ángeles”.

Por esto el inventor de este pasatiempo del ajedrez, apremiado por la muerte, como ésta le hizo
olvidarse de las cosas sensibles y palpables, halló este juego, que se hizo famoso por la variedad de
razones y semejanzas que encierra, y por el ingenio de los que con él peleaban en sus batallas.

[...]

Cuarto tratado: De los movimientos de las piezas

Acabadas las consideraciones sobre la forma y hechura de las piezas, y lo que se refiere a sus
oficios, tanto nobles como populares, veamos ahora más brevemente cómo andan estos trebejos,
quiero decir, de qué manera han de moverse en el presente.

Este tratado se divide en seis capítulos. Un solo capítulo trata de los peones populares o trebejos
menores, porque pese a tener distintos oficios, todos se mueven de la misma manera y capturan
conforme a las mismas reglas. En cambio, la manera de andar y capturar de las piezas nobles es
distinta, por lo que distinguiremos cinco capítulos diferentes, que corresponden a las cinco maneras
de vivir noblemente

Capítulo 1: De los movimientos de los peones

Lo primero que hay que observar en el juego del ajedrez es que se ponen dos filas de peones
alineados unos contra otros, a manera de batalla, pues se oponen y contradicen.

Uno de esos haces representa un conjunto de males o tentaciones, donde quien lleva el juego es el
diablo. Bajo Las falsas apariencias de las cosas mundanas, éste intenta elevar a los suyos a la altura
de la soberbia y de los otros vicios, para precipitarlos después al suplicio sin fin.

El segundo haz representa el ejército de los buenos, que pelean con la bondad, la verdad y la
misericordia bajo el mando de Cristo, que se esfuerza en elevar a los suyos hasta el supremo bien de
la gloria celestial.

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Todos los peones o piezas de orden menor, que representan el estado y movimiento de los oficios
populares, sólo tienen derecho a andar de un lado a otro del tablero, avanzando de una casilla en
una, y dos casillas para capturar de lado.

Estos peones figuran las gentes humildes, que nada o muy poco pueden ganar, porque se lo impide
la oposición del poder que predomina. Quiero decir que, si estos quieren gastar más en comer y
vestir, han de vivir mal necesariamente, y no se lo consienten los justos que pueden más que ellos.
Pues estos pequeños siempre son pisoteados y dados de coces por los ricos, que los derriban y
menosprecian. Algunos andan trastocados, ganando de aquí y de allá, despojando a los demás para
enriquecerse. De ello tenemos ejemplo en personas de mayor y menor estado, que han pasado en
poco tiempo de pobres y necesitados a ricos y soberbios, y habiendo perdido el sentido de la
medida, viven sin orden ni concierto.

Es digno de mencionar que cuando estos pequeños populares, rebajados en dignidad y reputación,
van subiendo poco a poco, pueden llegar a lo más alto: es el caso de los peones hechos damas, o
semejables a ellas, que tienen la misma manera de andar por el tablero, así como para ganar y
capturar. Pueden llegar a una casilla blanca o negra de la última fila del tablero, y allí serán
entroncados y cambiados, quiero decir que, para bien o para mal andan y trastornan, capturan y
despojan a los que poco pueden, de la misma manera que los otros ricos, y siempre andan y
capturan no por el camino recto, sino por el oblicuo, porque siempre se mueven al revés y no cesan
de robar. Así vemos a muchos que, vendiendo a crédito y trafagando con fianzas, haciendo
contratos ilícitos y usurarios, doblan y triplican cuanto venden y compran. Los que llegan a más son
los peores, porque en sus dignidades y nuevas riquezas se olvidan de los pobres y viven como si
siempre hubiesen sido ricos.

Capítulo 2: De la manera de andar del rey

Si quiere andar debidamente, el rey no ha de pasar más de una casilla del tablero a la vez, y debe ser
cauto y astuto, para que no le puedan decir “Jaque” ni “Mate”. Puede moverse a la redonda a
cualquier casilla de su entorno, si no es estorbado por los trebejos de su entorno o los suyos propios.

Hablando en sentido figurado, se dice de los religiosos que entienden del servicio divino que son
reyes, porque según San Agustín, servir a Dios es reinar. Del mismo modo que el rey debe respetar
el límite de una casilla alrededor, y no moverse más que en círculo, así estos deben guardar la
limpieza de su conciencia y todas las reglas a las que están sometidos por voto y profesión.

A su lado y por encima tienen en un punto a Dios y al deseo de eternidad; a su lado y por debajo, al
eterno tormento, y a cada lado alrededor, a las tentaciones de los demonios, y al mundo para huir y
despreciarlo. Si guardan presentes estos puntos en su mente, pueden tener la seguridad de no perder
al juego del ajedrez. Pero si se inclinan a los deleites, honras y riquezas, perdiendo el juicio de la
perfecta razón y discreción, entonces les dirán, como al rey en el juego: “Jaque”, y perderán
aniquilado en un instante, todo cuanto adquirieron.

Para poder moverse a todas partes en círculo, el rey necesita sabiduría y prudencia, porque todos los
de la parte contraria son enemigos del rey, más que de ningún otro. Si capturara indebidamente lo
que no es suyo, fácilmente podrían tenerle en jaque, y entonces caerían víctimas del despojo todos
los del reino. En cambio, quedando el rey, no es fácil que se pierda el juego. Quiero decir, viviendo

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sabia y prudentemente no se podrá perder el rey, ni nadie bajará de su condición. Por lo tanto, lo
principal para el rey es la sabiduría, que pidió al Señor por encima de todas las cosas el rey
Salomón. Porque si el rey, rodeado de sus prelados y de todos los nobles, se mueve sin razón ni
discreción, por pura pompa y vanagloria, el reino se turba y conmueve, y ellos mismos corren
peligro de verse capturados por el bando contrario.

Capítulo 3: Del andar de la dama por la cual se entiende la reina

La dama, por quién se entiende la reina, tiene la manera de andar de todas las piezas del tablero,
excepto el caballo; es decir, de frente, de lado y el movimiento oblicuo. Puede ser de bajo estado o
linaje, cuando es hecha de peón. En su manera de andar se manifiesta su sutil huida para protegerse.
Esto se ve cuando huye astuta y sabiamente, para resguardarse y retener en sí la dignidad del rey y
de su linaje, quedando a salvo e inatacable.

Necesitas saber mucho de los deseos desenfrenados, de la codicia y demás vicios, para moverse de
un lugar a otro, asediada por la hostilidad de muchos hombres nobles, acechada por seglares y
eclesiásticos, pues la mujer es mudable y frágil y puede ser engañada. Ella atrae y es atraída, es
deseada y desea. Por tanto no sólo se la debe respetar y rehuir, sino que ella debe protegerse por
dentro y por fuera, en los movimientos del cuerpo y del alma.

Capítulo 4: Del movimiento del alfil, que representa al juez

Los alfiles o jueces tienen tres puntos, todos ellos oblicuos, porque no se mueven ni capturan de
frente, sino de lado. Esto representa a los falsos y locos abogados, que siempre hacen mal uso de
tres cosas, a saber: la primera, el querer tener clara noticia de la verdad; la segunda, la elocuencia, y
la tercera, una rica y abastada familia. Es digno de verse cómo alargan o abrevian a su conveniencia
los plazos de los pleitos, con sus blandas y hermosas palabras, sus mañosas razones, y cómo
descontentos con los jueces, finge que se quieren marchar, cuando éstos no proveen lo que ellos
quieren que se provea. El canto de los abogados es semejante al de las sirenas, que atraen a peligro
a los marineros con su cantar. Para ellos parece escrito el Salmo: “Acecha para arrebatar o robar al
pobre y tragarlo”.

Pero a ellos, con lo que corren y se apresuran, no hay peligro de que los trague el diablo.

Capítulo 5: De los movimientos de los caballos, que representan a caballeros, soldados y


hombres de guerra.

Caballeros, soldados y hombres de guerra se mueven en torno a tres puntos, los dos primeros de
frente o de lado, y el tercero más de soslayo que los otros. Esta forma de andar y capturar representa
los nobles, que tienen tres condiciones: la primera, la pompa; la segunda, la generosidad, y la
tercera, la loca osadía. Las dos primeras son buenas cualidades, pero la tercera acarrea todos los
males, porque los nobles viven de rapiña, como aves de presa, y no precisamente como los pájaros,
que alegran el mundo con sus cantos. Se parecen también a los leones, en tanto que el rey de los
animales, nobilísimo y muy liberal, comparte su presa con otros animales, pero si le falta la comida,
arremete con gran ímpetu contra el animal al que dio parte de su captura; del mismo modo, los
caballeros, cuando tienen para gastar, sea de donde fuere, suelen ser liberales y compartir el botín

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con los demás, pero cuando hay escasez, no sólo piden lo que dieron, sino que lo toman por la
fuerza.

Capítulo 6: De los movimientos de los roques, que representan a los dignatarios de la Iglesia, a
los gobernadores del reino y a los auditores del Consejo.

Del mismo modo que los obispos y dignatarios de la Iglesia, los gobernadores del reino y
consejeros del Rey recorren todo el reino, a lo largo y a lo ancho, en un recto camino a su antojo, así
los roques recorren el espacio del tablero, si no se lo impide ninguna pieza por delante, y no
capturan, salvo cuando temen su propia perdición. Así hacen los prelados, cuando roban a sus
súbditos y no perdonan al clérigo mercenario, como se ve en las Actas de los Apóstoles, cuando
Saúl (que después de su conversión sería San Pablo) destruía las iglesias, saqueaba las casas y
llevaba a la cárcel a hombres y mujeres, hasta que intervinieron para refrenar tales abusos. Éstos son
los malos prelados y consejeros de los reyes, que usan mal del gobierno por su gran amor a las
honras y al dinero, del que nunca se hartan.

Dice el capítulo XII del Apocalipsis que el que acecha y actúa a escondidas, léase nuestro enemigo
el diablo, se llevó con su cola, es decir, con su engaño, la tercera parte de las estrellas. Las estrellas
de la verdad son los prelados, que deberían iluminar al mundo con el ejemplo de una vida santa,
pues a ellos dijo Cristo: “Vosotros sois la luz del mundo”. Pero muerta la lumbre, aquellos que han
de ser guiados por ella yerran y se desesperan, de ahí que si muere el ejemplo en los prelados yerren
sus súbditos, tanto eclesiásticos como seglares. Verdaderamente, no es de extrañar que, ciego el
pastor, se extravíen las ovejas. Así vemos cómo nos visitan, no para enseñarnos la doctrina, sino
para robarnos. Como hacen el ladrón, que de día visita alguna casa para ver lo que podría hurtar de
allí cuando tuviera oportunidad, así los malos prelados, que no fueron instituidos para apresar a sus
ovejas, sino para guardarlas y apacentarlas.

Como la cabeza ha sido puesta encima del cuerpo por la divina providencia, no para dañar ni
oprimir los miembros con su peso, sino para regir, mantener y enderezarlos, así los gobernantes del
Consejo de los reyes han sido instituidos para no cesar de pensar y trabajar por el bien común, para
defender a todos en la hermosura de la paz. En cambio, no han sido puestos en sus cargos para
causar pesadumbre a sus súbditos con traiciones y malos consejos; tampoco para robarles
injustamente, como hacen los gobernantes que sólo miran su propio interés y provecho, y con
desenfrenada ambición, olvidando el temor a Dios, la razón y la discreción, despojan todo el reino.

[...]

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