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Universidad de Chile

Facultad de Filosofía y Humanidades


Departamento de Ciencias Históricas

Historia de América en el Siglo XIX


Profesor: Juan Ignacio Pérez Eyzaguirre
Taller y Ensayo grupal

Integrantes:
José Irarrazabal
Roberto Lagos
Vicente Guzman
José Olivari
El presente ensayo tiene como objetivo problematizar el concepto de pueblo y su relación con
el concepto de nación y soberanía nacional en el contexto de las independencias
latinoamericanas y la posterior construcción de los nuevos estados independientes
latinoamericanos. Se busca constatar las principales trayectorias, evoluciones, cambios y
contradicciones que sufre el concepto de pueblo en relación con el devenir político de los
nuevos estados nacionales, cuya consolidación sabemos fue bastante conflictiva. La
importancia del concepto pueblo para entender las trayectorias políticas de los estados
americanos radica en la centralidad de dicho concepto en el cuerpo de ideas que acompaña
los procesos de independencia y de construcciones estatales. Particularmente la equivalencia
entre pueblo y nación, y la idea de pueblo como titular de la soberanía nacional implica una
ruptura con las ideas de antiguo régimen (las cuales también caracterizaremos). La evolución
del lenguaje político, con sus cambios, continuidades y contradicciones, nos puede entregar
información acerca de los aspectos mas importantes de las construcciones políticas de los
nuevos estados independientes y el rol que cumplen los diversos sectores de la sociedad en
dicho proceso. Las preguntas sobre qué sectores de la sociedad componen el pueblo, y cuál es
el rol de este pueblo en el nuevo ciclo político, y en qué medida este pueblo se iguala a la
idea de nación y ejerce soberanía no tienen una respuesta cerrada. Cambian a lo largo de los
años y en función de las realidades diversas de los nuevos estados. Por eso mismo que nos
puede ayudar a entender cuales eran las concepciones y grupos políticos en pugna en el
periodo de transición a la modernidad política en América.
Al final del ensayo, haremos un paralelismo con el proceso constituyente en curso en Chile.
Esto con el objetivo de dar cuenta de las principales problemáticas y contradicciones que
suscita el uso del termino “pueblo” en el contexto de debates políticos fundacionales o re
fundacionales (o que pretenden serlo). Veremos que algunos de los usos y definiciones del
termino pueblo siguen presentes en el debate político y, en la misma linea, la in definición del
termino y la consecuente disputa por su significación, también son extrapolables a los debates
políticos actuales.
Primero es necesario definir una sociedad de antiguo régimen para entender el proceso
revolucionario de cambio que tuvo lugar con las independencias americanas y la construcción
de nuevos estados nacionales, pero considerando también los elementos de continuidad. La
sociedad de antiguo régimen se caracteriza por estar dividida en estratos sociales o
estamentos. Los individuos que los componían, actuaban en función de su pertenencia a estos
estamentos, en detrimento de su acción y/o raciocinio como agentes individuales libres. Cada
uno de los estamentos o grupos tenía derechos y deberes, o bien privilegios profundamente
diferenciados. Del mismo modo, cada uno de estos cuerpos o actores colectivos cumplen un
rol determinado dentro de la totalidad del conjunto social. La sociedad de antiguo régimen se
componía de un conjunto de cuerpos o actores colectivos que tienen funciones diferenciadas
y complementarias. Los individuos constitutivos de estos estamentos actuaban de manera
conjunta, en otras palabras, eran actores colectivos que no se regían por intereses
individuales.
Además, en las sociedades de antiguo régimen existían entidades políticas y territoriales
como ciudades, villas o pueblos con una institucionalidad social y política propia y jerarquías
internas. Estas a su vez, son parte de unidades políticas más grandes (por ejemplo, son parte
de una monarquía, un reino, un virreinato o una ciudad más grande) y podían tener
representación por medio de los cabildos. Un cabildo representaría a una de estas unidades
político-territoriales, las cuales a su vez, tienen derechos y funciones diferenciadas entre sí.
De este modo, la concepción corporativa, orgánica y pactista del orden social estaría en la
base de las sociedades del antiguo régimen. Cada uno de los cuerpos del antiguo régimen
tiene derechos y deberes que los unen a los otros cuerpos constitutivos de la sociedad
Por ejemplo, en la España peninsular, existían los fueros locales o municipales: estas
entidades políticas y territoriales tenían estatutos legales diferenciados, se regían por normas
distintas y tenían derechos y obligaciones diferenciadas.
En las sociedades coloniales, por otro lado, existían diferentes estamentos o estratos sociales
con sus propias lógicas internas, legislaciones y reglas, así como también, formas de
propiedad. Por ejemplo, la iglesia poseía fuero eclesiástico, lo que implicaba que el estamento
clerical estaba sometida a un derecho diferente al que regía al resto de la sociedad y por ende,
las causas judiciales relativas a este estamento eran juzgadas por tribunales especiales.
Por su parte, las comunidades indígenas tenían derechos políticos y derechos territoriales en
función de su pertenencia a una entidad colectiva: la corona los reconocía como parte de los
pueblos de indios.
Del mismo modo, los blancos peninsulares y criollos solían tenían un estatuto legal
diferenciado que les permitía acceder a los cargos más altos de la administración en
detrimento de los otros cuerpos colectivos.
En las sociedades coloniales americanas, la pertenencia a un estamento, cuerpo o entidad
colectiva estaba muy relacionada a factores raciales y/o étnicos, a diferencia de lo que ocurría
en la península. Pero se repite el esquema de derechos y deberes diferenciados entre cuerpos
políticos y de pactos que implican obligaciones mutuas entre los cuerpos constitutivos de la
totalidad social.
El imaginario moderno de nación, por su parte, tiene como base una concepción contractual
de las relaciones sociales. La sociedad se entiende como un conjunto de individuos
libremente asociados, con la capacidad de firmar contratos. La libre acción de los individuos
según el ideario moderno, debería sustentarse en su capacidad autónoma de hacer uso de su
razón. En esta línea, la modernidad sostiene que la nación es el pueblo; nación es equivalente
a pueblo, mientras que el pueblo es un conjunto de individuos libremente asociados. Este es
el cambio más revolucionario de la modernidad política ya que se considera al pueblo como
titular de la soberanía. La legitimidad de los estados nacionales reside en el pueblo, es decir,
en el conjunto de individuos que la componen y usan la razón para participar en los asuntos
políticos de la nación.
A principios del siglo XIX tienen lugar en América los procesos de independencia de las
colonias hispanas con respecto a la corona. En este nuevo periodo, conocido como
“modernidad política”, los nuevos estados americanos enfrentan la tarea de construir nuevos
regímenes políticos fundamentados a su vez en nuevas ideas y un nuevo lenguaje político
influenciado por la Ilustración que se venía desarrollando en Europa y por la experiencia de
la Revolución Francesa. Estos regímenes políticos modernos buscan desarrollar nuevas
instituciones políticas, nuevos mercados e individuos libres que puedan ejercer derechos
políticos y participar en los mercados e instituciones.
Para esto es necesario que sean libres de ejercer derechos de propiedad y que la propiedad de
los bienes no esté limitada por la pertenencia de los individuos a estamentos, o por privilegios
(como el caso de la iglesia que era propietaria de tierras). Brindándole de esta forma la
capacidad a cada individuo de tomar una decisión en torno a su interés individual y no alguna
que esté mediada por la conveniencia del estrato al cual este pertenece. El individuo que
conforma el pueblo soberano debe entonces tener ciertas características y cualidades que no
cualquier individuo tiene. Esto da lugar a una problemática. ¿qué sucede con los individuos
que no tienen estas características?
No existió una sola respuesta a esta problemática. La construcción de nuevos estados
nacionales no estuvo exenta de disputas, conflictos internos entre las elites y, considerando la
centralidad del concepto de pueblo como base de la soberanía de los nuevos estados, no es
extraño que no existiera una definición unívoca del concepto “pueblo” (del mismo modo que
no existía un consenso sobre la forma en que se debía ejercer la soberanía en los nuevos
estados). Por una parte, la diferenciación semántica entre “pueblo” y “pueblos” tenía
connotaciones políticas y sociales importantes. Pero además, el vocablo “pueblo” o “pueblos”
estaba cargado de connotaciones heredadas del antiguo régimen que ya hemos mencionado.
Por ejemplo, la idea mencionada de “pueblos” en plural, como entidades políticas-
territoriales con derechos diferenciados (pueblos de indios, pueblos sujetos a fueros
diferenciados), estaba vinculada al antiguo régimen. Los pueblos eran estructuras colectivas
que agrupaban a los vasallos de la corona. En el antiguo régimen entonces, el vocablo
“pueblos” solía ser plural y podía hacer referencia a entidades políticas grandes (una
monarquía o un reino) , comunidades o entidades relacionadas a factores raciales y étnicos
(por ejemplo, un poblado de indios), comunidades municipales más pequeñas, o bien a la
clase baja en su conjunto. Pero en el período de la modernidad política, el plural “pueblos” no
deja de existir, aunque tiene un peso menor que el singular “pueblo”, y está vinculado a una
disputa entre proyectos unitaristas y proyectos federados de estado: casos como el de México
o el movimiento de los canonistas españoles, en donde los intereses federales o locales
chocaban con los intereses de la nación. El conjunto de individuos constitutivos de la nación
sienten más arraigo por sus comunidades locales que por el estado-nación unitario, por lo que
el concepto de pueblo se vincula más al de comunidad local que al de estado-nación.
En el caso del singular “pueblo”, si bien este concepto está en la base de las construcciones
políticas modernas, entendido como conjunto de individuos libres titulares de la soberanía y
constitutivos de la nación, también tiene concepciones variadas, que se disputan entre sí y que
van teniendo diferentes evoluciones en función de sus contextos. En este sentido, los grupos
políticos utilizan el concepto de “pueblo” para legitimarse a sí mismos y legitimar su acción,
argumentando hablar y actuar en nombre del conjunto del pueblo.
En el contexto de las Independencias Americanas, la construcción de los nuevos estados y la
redacción de nuevas constituciones, el pueblo es entendido como equivalente a la nación y es
el titular de la soberanía. Este pueblo sería entendido como el conjunto de individuos que
componen una nación. Ahora bien, en teoría este “pueblo” debería ser el titular de la
soberanía, pero las elites independentistas a la cabeza de los nuevos estados se dan cuenta de
que la idea del pueblo como titular de la soberanía es incompatible con la idea de estado
liberal que buscan construir, ya que el conjunto del pueblo, carente de educación y
formación, seguía respondiendo a lógicas sociales del Antiguo Régimen y sus intereses no se
corresponden con los intereses de los nuevos estados nacionales (o mas bien con los intereses
de las elites liberales en el poder). Como se dijo, el pueblo-político, titular de la soberanía
debía tener ciertas características que el conjunto de la población americana no tenía. Por
esto, se hace la diferencia entre pueblo-político, como el que realmente ejerce la soberanía, y
pueblo-población, como el conjunto de la población. Esta restricción del pueblo-político
como titular de la soberanía se da con fuerza entre las décadas de 1810 y 1830. En esta
década, las élites buscan movilizar al pueblo en función de sus propios intereses, pero
consideran que empoderar a dicho pueblo atenta en contra de los intereses de los Estados que
buscan construir. En este sentido, el uso del termino “pueblo” puede ser usado para hacer
alusión a toda la parte de la población que no forma parte de una elite. Este ejercicio
discursivo se hace cuando un sector político quiere movilizar a la población en contra de la
elite o una facción de ella.
Por una parte, el pueblo-político, auténtico titular de la soberanía, que participa en la toma de
decisiones, es limitado por parte de las elites, ya sea en función de su propiedad o bien en
función de su capacidad de hacer uso de la razón. La parte del pueblo que tiene las
características necesarias para participar en las decisiones políticas son definidos como
ciudadanos. Los ciudadanos serían los titulares de la soberanía, y se diferencian del resto del
pueblo-población o masa, que por su incapacidad cultural e intelectual, no está capacitado
para el ejercicio de la soberanía. En este sentido, la idea de pueblo entendida como “bajo
pueblo”, clase baja o plebe, mirada con desdén por parte de las elites, sería otro foco de
conflicto o contradicción en cuanto a la definición del concepto de pueblo como base de los
nuevos estados.
De todas maneras debemos entender que las distintas facciones de las elites latinoamericanas,
en su lucha por llegar al poder e imponer su propio proyecto de estado, van ampliando o
restringiendo la categoría de “pueblo-político” en función de sus propios intereses y que
también, el conjunto de la población, a medida que va logrando acceder a la educación o
información, comienza a presionar por mayor participación política.
Uno de los principales problemas del proceso de construcción de los nuevos estados
americanos fue la aplicación, o bien, superposición de ideas modernas y de un sistema
político moderno (basado en la idea de individuos que adscriben contratos toman decisiones
en base a su racionalidad), sobre una sociedad compuesta por cuerpos sociales con
características de antiguo régimen: una sociedad en que los individuos están acostumbrados a
responder ante el estamento, cuerpo político colectivo o “pueblo” al que pertenecían, en vez
de responder a sus propios intereses como individuo. El ideario liberal de las elites además,
partía de la base de individuos racionales que toman decisiones en función de sus intereses
como propietarios, pero la herencia del antiguo régimen fue justamente una masa de
individuos que no tienen propiedad y accedían a la tierra en función de su pertenencia a un
cuerpo colectivo (como el ejemplo mencionado de los “pueblos de indios”). La principal
contradicción, y obstáculo que esta situación implicaría para construcciones políticas basadas
en las ideas modernas sería que los individuos tomarían decisiones en función de su
estamento, del cuerpo colectivo del que formaban parte o con respecto al cual tenían deberes.
Así, en un sistema político moderno, por ejemplo, por medio del sufragio universal, los
actores y entidades del antiguo régimen serían favorecidas por el voto colectivo de una masa
de individuos que actúa de manera mancomunada.
Es por esto que uno de los principales problemas para las elites americanas del periodo
posterior a la independencia fue la necesidad de construir un pueblo moderno: es decir, que
actúe en función de su interés individual y racional y que sepa identificar dicho interés con el
de la nación. Esto bien puede ser entendido como la necesidad por parte de las elites, de un
pueblo que tenga ciertas características acordes a sus intereses y a su proyecto político y
económico. Para esto, las características principales que debían tener según la mayor parte de
las elites en el periodo post independencia eran tener propiedad y tener una capacidad cultural
e intelectual elevada. Mientras un individuo no tuviera capacidad de ser libre, de gozar de
autonomía, libertad, propiedad y razón, no podrían ejercer la soberanía ya que no serían
individuos modernos. La interpretación de las elites latinoamericanas del ideario moderno
hace una fuerte asociación entre la libertad y la propiedad. Un individuo que no tiene
propiedad no será capaz de responder a un interés propio ni menos a un interés nacional.
Responderá al interés de su estamento o cuerpo político previo a la independencia. Los
individuos de la elite, según esta concepción son los únicos que tienen la capacidad de ser
libres y usar su razón en libertad; los individuos de la población serían parte de la nación pero
estarían excluidos de participación política, ya sea por medio de la exclusión directa (sufragio
restringido) o por medio de la “ficción democrática”, en donde la gran mayoría del pueblo no
tiene participación real en los asuntos políticos. Se conforma así una diferencia tanto de facto,
como en el discurso, entre un “pueblo político”, restringido, que tiene el atributo de la
ciudadanía y puede participar en los asuntos políticos, y el conjunto de la población o
“pueblo-población”, excluido de la participación. En algunos casos los primeros tendrían el
atributo excluyente de “ciudadanos”, la parte de la población que tiene derechos políticos.
Así, discursivamente, la soberanía nacional sigue residiendo en el pueblo, pero en la práctica,
este “pueblo” no se corresponde con la totalidad de la población.
Pero como hemos dicho, el proceso de construcción de los nuevos estados está caracterizado
por la presencia de fuertes conflictos entre las élites y por proyectos políticos muchas veces
excluyentes (por ejemplo, la tensión entre federalistas y centralistas). Es por eso que las
facciones de la elite, en función de su conveniencia buscan en determinados contextos,
movilizar al pueblo, fomentar su participación, y como resultado, ampliar la categoría de
“pueblo político”. Por ejemplo, las logias yorkinas en México buscan movilizar al bajo
pueblo, no solo a los sectores medios urbanos, con el objetivo de consolidarse en el poder. En
esta línea, se auto-atribuyen el papel de los únicos representantes legítimos del pueblo. En
términos discursivos, dicen hablar y actuar en nombre del pueblo en consonancia con la idea
moderna de soberanía. En lo discursivo, dicen ejercer la soberanía en nombre del pueblo
mediante un ejercicio de transferencia simbólica. También es importante que en este caso, la
valoración del bajo pueblo no es negativa o peyorativa.
Como vemos, la idea moderna de soberanía aplicada en un contexto en donde subsisten
vínculos de antiguo régimen, da lugar a sistemas políticos en donde la participación de la
población es sumamente reducida. Esta contradicción entre la idea de un régimen político
cuya legitimidad descansa en el pueblo, y una práctica política que restringe la participación
del pueblo, solamente puede ser entendida, por una parte, por la ambigüedad y la polisemia
que en este período cargaba el concepto de pueblo soberano y, por la imposición de ideas
elitistas y conservadoras sobre quienes forman realmente parte de este “pueblo político”
capacitado para ejercer derechos políticos.
La imposición de una definición restringida y elitista de “pueblo soberano” se sostiene en la
idea de que un régimen político moderno, sustentado en un conjunto de individuos libres que
se asocian de manera contractual, chocaba con una estructura social, de herencia colonial
caracterizada por la división de la sociedad en actores colectivos que actúan en base a su
pertenencia a un estrato social. Para la construcción de una entidad política moderna, se
necesitaban individuos libres capaces de firmar contratos en base al uso individual de la
razón. Además los nuevos estados se encontraban en un proceso de inserción en los mercados
mundiales, por lo cual las élites buscaban construir nuevos mercados en un contexto de libre
comercio. Por esto, el tipo de estado que las élites necesitaban para la consecución de sus
intereses políticos y económicos necesitaba un pueblo constituidos por una suma de
individuos con unas características particulares. Las élites buscaban que estos individuos
pudieran identificar sus intereses con los intereses de las naciones modernas (no con los
intereses de sus estamentos o estratos sociales). Para esto era necesario que los individuos
portadores de la soberanía tuvieran la capacidad de hacer uso de la razón para perseguir los
intereses nacionales identificados con los suyos propios y también, tuvieran propiedad. En las
sociedades del siglo XIX no existía la propiedad moderna, o por lo menos no existía de
manera extendida. Además esta población no tenía la formación cultural e intelectual para
identificar sus intereses propios con los nacionales. Por esto, las élites creyeron que la
solución era formar un pueblo moderno, es decir, capacitado para ejercer la soberanía
nacional. Como consideraban que el pueblo no tenía esta capacidad, su solución fue restringir
la categoría de pueblo soberano a aquellos individuos que ellos consideraban que podrían
identificar sus intereses con los de la nación y por eso impusieron una serie de restricciones
culturales y económicas para el ejercicio de la soberanía. El pueblo soberano quedaba
circunscrito al conjunto de individuos que cumplieran dichas características. Estas
características no fueron estáticas. Se restringen o amplían en función de los programas
políticos de las facciones de la élite que se imponían.
Las élites consideraban que sus propios intereses eran los intereses de la nación, por lo que
cuando actuaban, decían hacerlo en nombre del pueblo. mediante este mecanismo de
transferencia simbólica, la élite afirma sustentar su poder en la soberanía del pueblo. De este
modo, la idea de un pueblo soberano es compatible con regímenes políticos excluyentes
solamente en la medida en que el pueblo es un concepto de límites poco claros, en gran
medida delimitados por la propia élite gobernante. Teóricamente, el pueblo titular de la
soberanía según la doctrina política moderna, estaba en construcción, y mientras las masas
populares no logran constituirse como este pueblo moderno acorde a la idea de estado de la
elite, estas no podrían ejercer la soberanía efectiva y por ende, los derechos políticos estarían
restringidos. Sólo cuando fueran superados los resabios contractuales del antiguo régimen y
la población adquiriera capacidad de uso de razón y propiedad, ésta estaría constituida como
pueblo moderno y capacitada para ejercer derechos políticos. En base a este ejercicio práctico
y discursivo las elites legitiman sistemas políticos excluyentes. Debemos considerar que las
elites, por medio de la exclusión de gran parte del pueblo-población del ejercicio de derechos
políticos, buscaban realmente mantener el orden social y el status-quo.
De este modo, la compatibilidad entre un sistema político elitista y de participación
restringida, y la idea moderna de pueblo soberano depende en gran parte del prisma
ideológico. para las élites del periodo de construcción de los nuevos estados, no existía
contradicción ya que se necesitaba crear un pueblo moderno para que este fuera capaz de
ejercer la soberanía. La parte de la población que no formaba parte de este pueblo moderno,
no tendría capacidad para ejercer la soberanía en términos modernos y por ende, no habría
contradicción en su exclusión. Ahora bien, esto estuvo lejos de ser un consenso y la
imposición de sistemas oligárquicos de gobierno fue resultado de la imposición de facciones
de las elites americanas que se hicieron con el poder. Es necesario entender que el concepto
de pueblo fue campo de permanente disputa entre distintas facciones de las elites americanas,
entendiendo su centralidad en el ideario político sobre el que se sustentaban los nuevos
estados, y la falta de una definición univoca que haya sido compatible con este proyecto.
Incluso hasta los tiempos actuales, el concepto de pueblo es polisémico y por su alta
connotación política ha sido dotado de variados significados, y utilizado en diferentes
contextos para legitimar ideas y proyectos políticos.
El uso y la significación del concepto de “pueblo” sigue presente en la discusión política de la
época actual, y dicho concepto en la actualidad tampoco tiene una definición cerrada. En las
constituciones políticas latinoamericanas actuales podemos constatar que se consagra al
pueblo como ente depositario de la soberanía nacional. Este principio fundamental, que
iguala el concepto de pueblo con el de nación, da cuenta de la continuidad y vigencia de las
ideas modernas de origen ilustrado en los sistemas políticos actuales. Incluso en sistemas
políticos federales como los de Bolivia, Ecuador o Brasil se utiliza el concepto de pueblo en
singular en los artículos relativos a la soberanía. Pueblo entendido como el conjunto de
individuos constitutivos de la nación que ejercen la soberanía por medio del sufragio, sin que
esto sea impedimento para que en otros artículos se utilice el plural “pueblos”. La extensión
de los derechos políticos al conjunto de la población da lugar a una definición más concreta
de “pueblo” (por lo menos en términos legales), pero el uso del concepto no se agota en esta
definición puntual, constitucional relativa a la soberanía nacional. Al igual que en el siglo
XIX, el termino pueblo está en el centro de disputas políticas en las que determinados
sectores buscan representar al pueblo o consignarse como depositarios del interés del pueblo.
Esta permanencia del concepto hemos podido constatarla en el proceso constituyente que está
teniendo lugar en Chile a raíz del estallido social del año 2019.
Esto lo pudimos constatar sobretodo en el primer proceso constituyente iniciado el año 2021
(liderado por una convención constitucional electa en su totalidad vía sufragio universal).
Este órgano estaba compuesto por una serie de movimientos o colectivos políticos cuyo
discurso se centraba en ser representantes del pueblo o de “los pueblos” (Pueblos Indígenas,
Pueblo Constituyente, La Lista del Pueblo). Aquí la concepción de pueblo deja de ser
univoca. En un contexto de impugnación hacia las elites nacionales, la concepción de pueblo
está determinada en gran medida por el clivaje pueblo/élite, es decir, entendiendo como
“pueblo” al conjunto de la población que no pertenece a la élite. Además, este contexto de
impugnación daba lugar a que discursivamente, se identificara a las elites con los partidos
políticos. Una cantidad inusual de grupos y pactos independientes logró representación en
este órgano constitucional y en lo discursivo se potenció la idea de una contraposición entre
los partidos políticos y el pueblo (los “no elite”). Esto podemos constatarlo por ejemplo, en el
discurso de la lista del pueblo. Por otro lado, el debate sobre la plurinacionalidad, el
reconocimiento a las naciones indígenas y la existencia de escaños reservados para “pueblos”
en el órgano implica la apertura de un nuevo flanco en el debate sobre la definición del
concepto y sus implicancias. El reconocimiento de pueblos en plural como constitutivos de la
nación, altera la equivalencia pueblo-nación. La propuesta constitucional final consagraba en
su segundo articulo que “La soberanía reside en el pueblo de Chile, conformado por diversas
naciones”: el pueblo de Chile es uno solo, pero está constituido por naciones. Por otro lado,
en el texto se hacía la equivalencia entre un pueblo y nación indígena. Este proyecto
constitucional buscaba garantizar espacios de autodeterminación a los pueblos indígenas. No
hay en la propuesta constitucional una sola definición de pueblo y por ende, se abre la
discusión acerca de en qué medida estos pueblos-naciones indígenas pueden ejercer soberanía
propia. Cómo la soberanía del pueblo de Chile dialoga con la existencia de pueblos-naciones
al interior del Estado. Más allá de las implicancias legales concretas, en el contexto del
debate publico, elementos como sistemas de justicia diferenciados para estos pueblos-
naciones indígenas, así como las implicancias de su reconocimiento como naciones con
respecto al principio de soberanía nacional, generaron fuertes criticas que apuntaban a que la
existencia de naciones-pueblos diferenciados dentro del estado daría lugar a desigualdades y
tratos diferenciados. Así podemos constatar que en la etapa de la convención constitucional
(tanto en el debate como en la propuesta final), convivió una idea de pueblo amplia, que
apelaba a las mayorías, con una idea de “pueblos” más fragmentada, que aludía a la
diversidad y a las minorías históricamente oprimidas y excluidas.
El rechazo de la propuesta dio lugar a un nuevo proceso, esta vez caracterizado por una
reacción conservadora y, consideramos que con una marcada tendencia oligárquica en la que
tanto la concepción amplia de pueblo, como la concepción diversa de pueblos sufren un
retroceso. Incluso la participación del pueblo, como conjunto de individuos que ejercen la
soberanía mediante el voto individual es restringida: La acción del órgano electo mediante
votación popular (concejo constitucional) es limitada por una Comisión Experta elegida por
el poder legislativo. Los miembros de dicha comisión son en gran medida personalidades
ligadas a la élite política que ha dirigido el estado desde el fin de la dictadura. Cuando
hablamos de una composición oligárquica, nos referimos a que existe un sector minoritario,
ligado a una elite política previamente consagrada que busca liderar y controlar el proceso en
detrimento de la participación popular. Esto implica necesariamente una connotación
negativa del concepto de pueblo, incluso en su concepción menos rupturista con el orden
político (conjunto de individuos que ejercen la soberanía por medio del voto). Aunque de
manera implícita, se considera que el voto popular debe ser limitado, o bien contrapesado por
un grupo intelectual y técnicamente capacitado que evite caer en los “excesos” que trajo
consigo el voto popular en el proceso anterior.

Bibliografía

Fernández Sebastián, Javier (ed.) (2009). Diccionario político y social del mundo
iberoamericano. La era de las revoluciones, 1750-1850. Madrid: Fundación Carolina.
Capítulo 9: “Pueblo/Pueblos”, pp. 1117-1139.

Guerra, François Xavier (2008). Modernidad e independencias. Ensayos sobre las


revoluciones hispánicas, Madrid. Capítulo. X: “El pueblo soberano: incertidumbres y
coyunturas del siglo XIX”, pp. 430-466.

Propuesta de Constitución Política de la República de Chile de 2022

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