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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA – 1º Cuatrimestre 2023

Ficha de clase: lunes 12/6


Prof. Elena Díaz

Ousía en Categorías

ÍNDICE ANALÍTICO DE TEMAS


[Homonimia, sinonimia y paronimia. El sentido especial de la homonimia de “ser”. Las
categorías. Distinción entre categoría y accidente. Los criterios de inherencia y predicación para
la distinción entre ousía primera, ousía segunda, accidente particular y accidente universal.
Características de la ousía primera: es sujeto de inherencia y predicación; es un “esto”
determinado (tóde ti); no tiene gradación; no tiene contrarios; admite contrarios. El status de la
ousía segunda: prioridad de la especie respecto del género.]

Al estudiar los sentidos de ser en Metafísica V, 7 vimos que en uno de ellos, el ser por sí,
la ousía figura en primer término. Si pasamos al capítulo siguiente, Aristóteles explora
allí los sentidos de “ousía”, uno de los sentidos que había discutido en el capítulo anterior.
No leímos Metafísica V, 8 inmediatamente luego de su capítulo precedente por una razón
didáctica. En este capítulo Aristóteles explora los sentidos en los que se ha reconocido
históricamente que algo califica de ousía, haciendo una trasposición conceptual, en tanto
no se trata de que sus predecesores hayan compartido el concepto de ousía, sino que
Aristóteles los interpreta en función de su propia distinción conceptual.
Entonces, como ahora vamos a comenzar a explorar el rol de la ousía en la metafísica
aristotélica, podemos leer Metafísica V, 8 en función de su planteo y no otorgarle a este
capítulo más que una exploración terminológica preliminar.

El primero de los sentidos posibles se corresponde con:


1) los cuerpos simples —por ejemplo, la tierra, el fuego, el agua y cuantos son
tales— y, en general, los cuerpos y sus compuestos, animales y divinidades, así
como sus partes. Todas estas cosas se dice que son entidad porque no se predican de
un sujeto; al contrario, las demás cosas (se predican) de ellos.
Los primeros que nombra son los elementos que habían sido elegidos por los milesios
como principios (arché en singular, archái en plural) de la phýsis. De esta lista
Aristóteles elige como ousía en sentido propio a los seres vivos, tanto animales como
divinidades, en tanto no solo funcionan como sujeto, sino que permanecen a través de los
diferentes cambios. Es por eso que los accidentes se predican de ellos. Las partes de los
animales no serán considerados ousía por no poseer independencia ontológica. Estamos
leyendo el Libro V como una lista de sentidos posibles, en el marco del método
diaporemático, forjada por Aristóteles a partir de los sentidos otorgados a los términos
por sus predecesores. De estos sentidos Aristóteles privilegia algunos y muestra por qué
otros no pueden ser ousía en los libros centrales de Metafísica (VII, VIII y IX, de los
cuales leeremos gran parte del VII).
Pero además de este sentido,
En otro sentido, lo que es causa inmanente del ser de aquellas cosas que no se
predican de un sujeto: así, el alma para el animal.
Esta causa inmanente del ser es lo que Aristóteles denomina “forma”, y que, como

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afirma este texto, no está separada, sino que es inmanente al compuesto. La forma es la
causa de que algo sea lo que es, esto es, que posea la determinación que lo define como
un individuo de una determinada especie.
Pero se dicen ousía,

2) Además, las partes inmanentes de tales cosas, si las delimitan y expresan


algo determinado, y si su eliminación acarrea la eliminación del todo: así, como
dicen algunos, la (eliminación) de la superficie (acarrea) la del cuerpo y la de
la línea (acarrea) la de la superficie; y el número, en general, es tal según el
parecer de algunos (puesto que define todas las cosas y si se eliminara, nada
quedaría).
Aquí queda claro que esta postura se corresponde al punto de vista de algunos de
los predecesores, los pitagóricos, quizás, por el carácter privilegiado dado al número.
Aristóteles también va a rechazar que puedan constituir ousía.
A estos sentidos se suma,

3) “Además, la esencia, cuyo enunciado es definición, también ella se dice


que es la entidad de cada cosa.”
Este sentido, que estudiaremos con más detalle a la hora de ver Metafísica VII, es
un candidato elegido por Aristóteles para ser ousía. La forma inmanente de algo, en
efecto, es su esencia, lo que hace que algo sea lo que es.
El capítulo concluye con una distinción fundamental y recoge dos sentidos básicos de
ousía:

A) el sujeto último que ya no se predica de otra cosa

B) lo que siendo algo determinado es también capaz de existencia separada.


Y tal es la conformación, es decir, la forma específica de cada cosa.

Es decir que este recorrido sobre sentidos posibles de ousía desembocó en estas dos
acepciones básicas. Esto forma parte de un modus operandi típico del método aristotélico.
Recoge diferentes sentidos de un término que dan cuenta de posiciones diversas y luego
realiza una sistematización en la que recoge aquello que considera importante de modo
transversal a los diferentes sentidos, en vistas de construir el propio. Esta etapa es
preliminar a su propia teorización.

Primera parte: ousía en Categorías

El concepto de ousía no sólo abre la llave de su comprensión de la lógica y la metafísica


sino que es fundamental para la lectura de otros tratados como Física y De anima. En esta
cuestión se juegan aspectos importantes del disenso aristotélico con Platón y además se
advierte su toma de posición respecto del problema de los universales. De allí la
importancia de este tema a la hora de cursar Historia de la filosofía medieval.

Vamos a hacer primero una introducción al problema de la ousía en Aristóteles, para


seguir luego con los textos de Categorías. Por último, veremos el planteo de la ousía en
Metafísica, adelantando que si bien no se trata de dos concepciones incompatibles, hay
diferencias significativas entre el tratamiento de la ousía en ambos textos.

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οὐσία

En Aristóteles el problema de la ousía, como justificaremos enseguida, es el problema


del ser, y no fue el primer filósofo ni en plantear la cuestión ni en introducir el término al
vocabulario filosófico. Se puede pensar que su planteamiento de la ousía forma parte de
su discusión y toma de posición propia frente a la prioridad otorgada por Platón a sus
formas.

“Entidad”, “sustancia”, son posibles traducciones del término griego ousía, que también
podemos optar por transliterar, sin traducir. La palabra ousía está emparentada, aclaro,
con el verbo “ser”, es un sustantivo abstracto que deriva de la misma raíz de la que
procede el participio. Mientras que el participio presente (ón) del verbo ser designa lo que
es, ser en general, el sustantivo abstracto designa la entidad, lo que tiene la calidad de ser
o es en sentido primario, un significado especial de ser. En el vocabulario griego anterior
designaba el patrimonio, esto es, el conjunto de los bienes de una familia, la herencia. En
un sentido técnico filosófico había sido utilizado ya por Platón, como habrán visto, para
referirse a las ideas. En la traducción de República de editorial Gredos, por ejemplo,
aparece traducido como “realidad”: las ideas, afirma Platón, son ousíai, lo que realmente
es, en oposición a lo que deviene. En Aristóteles, sin embargo, no se usa esa traducción,
sino más bien “entidad” o “sustancia”.

El término “ousía” aparece usada en Aristóteles de dos modos diferentes:

1) Para identificar qué cosas son ousía. En este sentido es que encontramos la expresión:
X es ousía. Esta X, para Aristóteles, sería un individuo natural, “este hombre”, “este
caballo” son sus expresiones favoritas. El agregado de “este” responde a la necesidad de
desambiguar la expresión “hombre” y que no se entienda la especie universal.

2) Para mentar qué es lo que hace que una cosa sea lo que es. En este sentido la pregunta
será acerca de la ousía del individuo natural.

Las dos expresiones que destacamos, ‘X es una ousía’ y ‘la ousía de X’, son respuestas a
preguntas distintas, por un lado la pregunta “¿qué cosas son ousía?” y, por otro lado, la
pregunta por aquello que hace a una ousía ser tal, qué es lo que hace que sea lo que es.
En Categorías, el texto que veremos en primer lugar, responde la primera pregunta y
comienza a enumerar rasgos que conducirán, en Metafísica, a la respuesta de la segunda
cuestión.

κατηγορία

El concepto de “categoría” tiene una larga historia filosófica. Los hitos más famosos de
esa historia son, sin duda, Aristóteles, quien es el responsable de su introducción al
vocabulario técnico filosófico, y Kant, en la Crítica de la razón pura. El término griego
“kategoría” tiene un origen jurídico, significa “acusación”, es el contrario de “apología”,
“defensa”. El verbo kategoreîn significa “acusar”, “mostrar”, de allí “revelar”, “decir”,
o “predicar”. En muchos casos se habla de las categorías como predicados, pero hay que
tener presente que “categoría” no es exactamente lo mismo que “predicado”. Las
categorías, de las que Aristóteles ofrece, en muchos de sus textos, distintas listas (no
siempre coincidentes entre sí), son más bien clases de predicados, designan los tipos, las

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clases más amplias de predicados que de alguna manera reúnen todo aquello que puede
decirse de la ousía sensible, que es aquella tratada por Aristóteles en Categorías. En
Metafísica, cuando vean la definición de filosofía primera como teología, sobre todo en
el Libro XII, verán que Aristóteles identifica otros tipos de ousía.

El texto que lleva su nombre, Categorías, pertenece al Organon, que es el conjunto de


los escritos lógicos y epistemológicos de Aristóteles (“organon” significa “instrumento”).
La lógica antigua, como veremos, tiene fuertes componentes ontológicos. La lógica
aristotélica, en efecto, no es formal, al menos no completamente.

Comencemos con Categorías 1. En los primeros capítulos Aristóteles realiza una serie de
taxonomías lógicas y semánticas que se van a cruzar, pronto, con distinciones
ontológicas. Me interesa que leamos estos primeros capítulos para que advirtamos,
precisamente, cómo se da este cruce:

se llaman homónimas las cosas cuyo nombre es lo único que tienen en común,
mientras que el correspondiente enunciado de la entidad es distinto, v.g.: vivo
dicho del hombre y dicho del retrato; en efecto, ambos tienen sólo el nombre en
común, mientras que el correspondiente enunciado de la entidad es distinto; pues, si
alguien quisiera explicar en qué consiste para cada una de esas cosas el ser vivas,
daría un enunciado propio para cada una.

No son distinciones complejas, por cierto. Lo único que puede resultar algo inusitado es
que un término que parece remitir al ámbito del lenguaje está siendo usado con referencia
a cosas. Hay por ende una discusión acerca de si los homónimos son las cosas o los
términos, o ambos, tanto las cosas como los términos del lenguaje. Destaquemos que
Aristóteles es muy sensible a las homonimias o ambigüedades (otra forma de traducir
homonimia sería “ambigüedad”, “equivocidad”) del lenguaje, y también que identificó
varios tipos de homonimia. El de este texto implica una coincidencia solo nominal. Ya
veremos que existe un tipo de homonimia especial que es la de “ser”. En este caso, como
Aristóteles afirma en Metafísica IV, 2, como todo lo que es o bien es ousía o bien se
relaciona de modo directo o indirecto con ella, se trata de una homonimia pròs hén,
“homonimia en relación a uno” o “sentido focal”. No es una relación genérica, para
Aristóteles el ser no es un género sino un conjunto de sentidos homónimos que están
unidos porque son ousía o están relacionados con esta. Ya volveremos, en otra clase,
sobre esta cuestión.

Ahora vamos a ver el ejemplo de sinonimia:

Se llaman sinónimas las cosas cuyo nombre es común y cuyo correspondiente


enunciado de la entidad es el mismo, v.g.: vivo dicho del hombre y dicho del buey:
en efecto, ambos reciben la denominación común de vivos y el enunciado de su
entidad es el mismo; pues, si alguien quisiera dar el enunciado de en qué consiste
para cada uno de ellos el ser vivos, daría idéntico enunciado.

Cuando se dice “vivo” del hombre y del buey, aunque se trate de especies diferentes se
dice sinonímicamente, unívocamente o sin ambigüedad, porque está en juego el mismo
nombre pero además la definición de las cosas involucradas remite al género “ser vivo”,
un género en común. Estas distinciones, adelanto, serán claves a la hora de distinguir la
predicación esencial de la predicación accidental.

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La tercera distinción no interesa a nuestro tema, alude a la paronimia. Parónimas se
llaman las cosas que reciben su denominación a partir de algo, con una diferencia en la
inflexión. El ejemplo es “gramático”, que recibe su nombre en virtud de la gramática.

Pasemos al capítulo 2:

De las cosas que se dicen, unas se dicen en combinación y otras sin combinar. Así,
pues, unas van en combinación, v.g.: un hombre corre, un hombre triunfa; y otras
sin combinar, v.g.: hombre, buey, corre, triunfa.

Aristóteles está llamando la atención sobre la distinción entre cosas que se dicen –que son
las que acabamos de leer- y cosas que existen o son. Ejemplos de cosas dichas sin
combinar: “hombre”, “buey”, “corre”, “triunfa”, es decir, nombres o verbos tomados por
sí solos, son los ejemplos que también daba Platón. Ejemplos de cosas en combinación,
“un hombre corre”, esto es, enunciados que tienen la cualidad de ser verdaderos o falsos.
Después va a volver en el capítulo 4, donde aparece la famosa lista de categorías, a esta
distinción dentro de las cosas que se dicen, pero lo que resta del capítulo 2 se refiere a las
cosas que son.

Hay una oscilación en el texto entre las cosas y lo que se dice de las cosas, no porque
Aristóteles no tenga en claro la distinción, sino porque establece una correlación entre
ontología y lenguaje. Las oscilaciones presentes tanto en Categorías como Acerca de la
interpretación (conocido también con sus nombres Perì hermeneías o De interpretatione)
serán objeto de disputa en las lecturas medievales de Aristóteles, que verán en ellas una
clasificación ontológica, lógica o lingüística. Tengan presente que son las dos únicas
obras de Aristóteles (junto con otras espurias) que la Edad Media conoce hasta el
reingreso de las obras de Aristóteles en el siglo XIII.

Sigamos con la lectura:

De las cosas que existen, unas se dicen de un sujeto, sin que estén en sujeto alguno',
v.g.: hombre se dice del hombre individual tomado como sujeto, pero no está en
sujeto alguno; otras están en -un sujeto.

En primer lugar, entre las cosas que son, existen aquellas que se dicen de un sujeto pero
no están en ningún sujeto. Tales cosas son universales, no todo universal pero sí ciertas
especies y géneros. El ejemplo es el universal “hombre”, la especie, dicha del hombre
individual. Afirmamos legítimamente que Sócrates es hombre, pero esto no quiere decir
que la especie humana esté “en” Sócrates, mucho menos el género “ser vivo”, podríamos
agregar. De modo que el universal “hombre” se dice del hombre individual, de este
hombre, sin estar en él.

Hay dos criterios que está tomando Aristóteles; a ellos apuntan las expresiones “se dice
de” y “está en”. Son los criterios de predicación y de inherencia, el primero en un plano
lingüístico o lógico y el segundo se ubica en un nivel ontológico. A esto me refería antes
cuando decía que lo lógica aristotélica está impregnada de elementos ontológicos.

Sigamos con la taxonomía:

otras están en un sujeto, sin que se digan de sujeto alguno —digo que está en un
sujeto lo que se da en alguna cosa sin ser parte suya, no pudiendo existir fuera de la

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cosa en la que está—, v.g.: el conocimiento gramatical concreto está en el alma como
en un sujeto, pero no se dice de sujeto alguno, y el color blanco concreto está en el
cuerpo como en un sujeto —pues todo color se halla en algún cuerpo—, pero no se
dice de sujeto alguno;

Este segundo caso se refiere a cosas que están en un sujeto pero no se dicen de ningún
sujeto; aquí se trata no ya del universal sino de algo concreto como el conocimiento
gramatical, que está en el alma de quien lo posee, pero no se predica, justamente por su
carácter de particular, ya que todo lo que se predica, parece expresarse aquí, es universal
o general. Se trataría de un accidente particular, o individuado. La noción de accidente
remite a ciertas características que son contingentes, que pueden estar o no estar, y a los
predicados que refieren a ellas. Lo definitorio del accidente, cualquiera sea, es su ser en
otro, el estar en otra cosa en la cual inhiere. Todo accidente es relativo a otra cosa en la
que está, de la cual depende ontológica y también lógicamente (porque no sería posible
definir propiamente un accidente sin referencia a aquello de lo cual es accidente):

otras se dicen de un sujeto y están en un sujeto, v.g.: el conocimiento está en el alma


como en un sujeto, y se dice del saber leer y escribir como de un sujeto.

En tercer lugar, se mencionan ahora cosas que se dicen de un sujeto y están en un sujeto:
el ejemplo aristotélico es el conocimiento, que está en algo, en el alma (se trata de algo
que sólo puede existir en el alma) y que también se dice de algo, por ejemplo, de la
gramática, cuando digo que ella es conocimiento. Es cierto que aquello en lo que el
conocimiento está (el alma) no es, sin embargo, aquello mismo de lo que se dice (la
gramática), pero eso no parece ser relevante aquí. En este caso no se trataría del accidente
concreto, individuado, del caso anterior, sino de un accidente tomado en general, allí
cuando lo predico de algo. En rigor, podemos quedarnos con que para Aristóteles solo se
predica lo universal; a eso podría deberse la distinción entre el accidente concreto o
individuado, o accidente particular (segundo caso), y el accidente general o universal, que
se ilustra en el tercer lugar. El rasgo común a ambos es el “estar en” algo en lo que
inhieren, un ser en otro que define a la accidentalidad.

Resta un último caso:

otras, ni están en un sujeto, ni se dicen de un sujeto, v.g.: el hombre individual o el


caballo individual —pues ninguna de tales cosas está en un sujeto ni se dice de un
sujeto—

Se trata de la entidad, la ousía, como por ejemplo este caballo, o este hombre, cosas
individuales y numéricamente singulares. Serán identificadas después, en el capítulo 5,
como entidades o ousíai primarias (recordemos que ousíai es el plural del término ousía).
No es casual que los ejemplos aristotélicos sean de individuos naturales: tienen para él un
estatus privilegiado en el conjunto de los seres, al menos cuando se está hablando del
ámbito sublunar. Plantas y animales (incluido entre estos últimos el hombre) poseen
independencia ontológica y se mueven por sí mismos, por lo que Aristóteles una y otra
vez privilegia este tipo de seres cuando especifica su concepción acerca de la ousía. No
nos da un ejemplo de artefacto, sino de un ser vivo. Este era el sentido del texto de lo que
denominamos la versión de la caverna aristotélica, en el texto conservado por Cicerón. Si
bien algo adelantamos a la hora de dar cuenta de las críticas a los platónicos, recién
cuando veamos Metafísica vamos a poder explicar mejor esta prioridad de las cosas
naturales sobre las artificiales.

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Aprovecho para realizar otra recomendación de lectura de la obra aristotélica: no dejen
de tener en cuenta los ejemplos otorgados por el filósofo. A veces los comentaristas (o
los docentes) dan ejemplos propios para aclarar tal o cual cuestión, pero hay que
diferenciar bien entre los del propio Aristóteles, por más complejos que sean, o el que
cualquier otro autor proporcionó, o se le ocurrió a uno mismo a la hora de la lectura. Digo
esto porque una buena lectura tiene que poder dar cuenta también de los ejemplos del
filósofo, incluso de las dificultades de comprensión de dichos ejemplos, si ese fuera el
caso.

Resumamos las características en un cuadro, teniendo en cuenta que, como toda


clasificación, sólo cobra sentido en tanto se pueda explicar la razón por la cual los
diferentes elementos entran dentro de ella:

Predicación Inherencia Ejemplos


(“se dice de) (“está en)

Ousía secundaria: Sí No hombre


géneros y especies (especie)

Accidente No Sí este blanco


individuado

Accidente universal Sí Sí blanco


(universal)

Ousía primaria No No este hombre

Este es el lugar, entonces, de la ousía o entidad primera. El universal ‘hombre’ (primer


caso), que correspondería a la especie sería, al menos en este tratado, ousía o entidad
segunda o secundaria. Categorías es en rigor el único texto aristotélico donde se va a
reconocer el estatus de entidad, aunque sea entidad secundaria o derivada, al universal, si
bien no a cualquier universal sino a un universal como “hombre”, que dice qué es una
entidad primera. La entidad primaria, entonces, es la que ni se dice ni está en un sujeto,
porque es, podemos agregar, el sujeto último del cual todo lo demás se dice y en la que
todo lo demás está. Tengamos presente, entonces, la triple distinción que traza Aristóteles
entre la entidad primera, lo que se dice de una entidad primera y lo que está en ella como
accidente de la entidad primera. A esta se la identifica negativamente, de modo
doblemente negativo, como lo que ni está en un sujeto ni se dice de un sujeto. Más
adelante, en el capítulo 5, Aristóteles volverá a ella, estableciendo la distinción entre
entidad primera y entidad segunda.

Vamos al capítulo 4. En este capítulo aparece una de las nociones más famosas del
pensamiento lógico aristotélico, que termina dándole su título al tratado: las categorías.
Aquí Aristóteles retoma lo que se dice sin combinación (recuerden la distinción del

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capítulo 2), los términos, y los clasifica atendiendo a su significado. Todo término
significa:

una entidad (ousía), o bien un cuanto, o un cual, o un respecto a algo, o un donde, o


un cuando, o un hallarse situado, o un estar, o un hacer, o un padecer. Es entidad —
para decirlo con un ejemplo—: hombre, caballo; es cuanto: de dos codos, de tres
codos; es cual: blanco, letrado; es respecto a algo: doble, mitad, mayor; es donde: en
el Liceo, en la plaza del mercado; es cuando: ayer, el año pasado; es hallarse situado:
yace, está sentado; es estar: va calzado, va armado; es hacer: cortar, quemar; es
padecer: ser cortado, ser quemado.

La que se ofrece acá es solo una entre varias listas que ofrece Aristóteles de sus categorías
en varios de sus escritos. Como señalamos antes, no siempre se mencionan las mismas,
si bien esta es una de las más completas. En otras ocasiones Aristóteles no incluye, por
ejemplo, la categoría de estado, que acá aparece ilustrada como “va calzado”, tampoco la
de posición “situado”; muchas veces no aparecen porque, de alguna manera, se dejan
reducir a las demás. Esto no reconduce al problema del Aristóteles sistemático, porque
dado el carácter de su método filosófico, y su afirmación en Metafísica II, 1 de que cada
pensador aporta algo insignificante, tampoco podemos pensar que tuvo pretensión de dar
una lista exhaustiva e inmodificable de este sentido de ser por sí.

La ousía encabeza la lista de las llamadas categorías. Dijimos que las categorías tienen
que ver con todos aquellos predicados que pueden convenir a un individuo, al menos a
un individuo sensible, y dado que la ousía es aquello que ni está ni se dice de un sujeto,
podría sorprender que figure ahora entre los predicados. Es más, ella es la primera
categoría, también llamada categoría de la esencia o del “qué es”, en virtud de que es la
respuesta a la pregunta qué es algo, cuál es su naturaleza. La inclusión de la ousía en esta
lista de categorías se explica en función de que para Aristóteles hay predicación no solo
accidental sino también esencial. Las cosas, aun cuando estén sujetas a cambio, a devenir,
tienen para él una ousía, una entidad o esencia, que es cognoscible y se expresa en su
definición. Así, de Sócrates no solamente puedo predicar accidentalmente, basándome en
las categorías distintas de la ousía, que es culto, que es maestro de Platón, que tiene nariz
chata, que está en el Ágora, etc., sino también que es hombre, expresando en este caso su
naturaleza o esencia. En este caso no se trata de un predicado cualquiera, ya que no hay
distinción entre el sujeto y el predicado sino una verdadera identidad. Parafraseando a
Aristóteles, podemos decir que “categoría” se dice en más de un sentido, según me refiera
a la ousía o a las demás categorías.

Las categorías que se mencionan acá son ousía, cantidad, cualidad, relación, lugar,
tiempo, acción, pasión, más otras dos, posición, que en buena medida es reductible al
lugar, y estado o posesión (por ejemplo, estar calzado), que figuran aquí pero no en los
escritos físicos ni en los metafísicos. No se trata de que todas las categorías tengan que
estar involucradas explícitamente cuando se habla de un individuo sensible, sino que
todas ellas, en su conjunto, de alguna manera agotan lo que se puede decir de un individuo
sensible. Justamente por eso son algo más sólido que el ser accidental, la constante en la
variable de los accidentes, como expresa Reale cuando explica la distinción entre
categoría y accidente. Las categorías no son accidentes, entonces, ya que el accidente es
contingente, puede estar o no estar, mientras que la estructura categorial como tal es
necesaria. Tampoco son predicados sin más, sino clases de predicados, engloban todos
los predicados que pueden convenir a un individuo sensible, los que se dejan agrupar
dentro de ellas. Son estructuras "portantes" de los predicados, en términos de Reale.

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Entonces de Sócrates no sólo puedo decir que es el maestro de Platón, que es feo, de baja
o alta estatura, canoso, que está en el Ágora, etc., sino también que es hombre, y esta
predicación no es una predicación como las otras porque apunta a algo que Sócrates es
esencialmente, algo que lo define como tal y lo hace ser lo que es. Cuando digo que
Sócrates es hombre digo la especie hombre y es una predicación esencial, de ahí que la
ousía aparezca como la primera categoría, a la cual todas las demás se subordinan de
alguna manera.

Reparen además en que la mayoría de las categorías, aquellas distintas de la ousía,


remiten a accidentes, lo que podría tentarnos a vincular las categorías que no son la ousía
a los accidentes. Esto es correcto, a condición de no perder de vista una diferencia
fundamental entre la categoría y el accidente. El accidente puede estar o no estar, lo propio
del accidente es su contingencia. Que algo sea accidentalmente tal quiere decir que puede
tener esa característica u otra. La categoría como tal, en cambio, es necesaria. Cuando nos
referimos a Sócrates, que es una ousía sensible, naturalmente podrá ser esto o lo otro,
podrá estar en el Ágora o en el gimnasio, no importa de qué manera accidentalmente se
concrete esa categoría, pero ha de tener una cualidad, ha de estar en un lugar, en un
determinado momento, etc. La categoría como tal es forzosa. Reale explica la diferencia
diciendo que la categoría es la constante en la variable del accidente. De modo que las
categorías son algo así como tipos de predicados que se van a concretizar con accidentes.

Llegamos al capítulo central para nuestro tema, el 5. Aristóteles profundiza ahora la


distinción que hizo anteriormente entre aquello que ni está ni se dice de un sujeto (el caso
4º) y aquello que no está pero se dice de un sujeto (el caso 1º), es decir, la distinción entre
este hombre y el universal, la especie hombre. Ahora la presentará como la distinción
entre la entidad o ousía primaria y la ousía secundaria:

Entidad, la así llamada con más propiedad, más primariamente y en más alto grado,
es aquella que ni se dice de un sujeto, ni está en un sujeto, v.g.: el hombre individual
o el caballo individual. Se llaman entidades secundarias las especies a las que /15/
pertenecen las entidades primariamente así llamadas, tanto esas especies como sus
géneros; v.g.: el hombre individual pertenece a la especie hombre, y el género de
dicha especie es animal; así, pues, estas entidades se llaman secundarias, v.g.: el
hombre y el animal.

De modo que además de la ousía primaria, a la que Aristóteles identifica de modo


doblemente negativo como lo que “ni se dice de un sujeto, ni está en un sujeto”, aquí se
reconoce la existencia de otro tipo de ousía, dependiente de esta, la llamada ousía
secundaria. Noten que no concede el rango de entidad secundaria a todo universal, sino a
los géneros y especies a los cuales pertenecen las entidades primarias. Estos universales,
al aplicarle los criterios de inherencia y predicación, resulta que no están en un sujeto (en
un individuo hombre no está contenida toda la especie ni, mucho menos la animalidad
completa) pero sí se dicen de él: Sócrates es hombre, Sócrates es animal o ser vivo.
Aclaremos, nuevamente, que esta es la única vez en el conjunto de sus escritos que
Aristóteles acepta un sentido en el cual el universal es ousía, pero lo hace restringiéndolo
a un tipo especial de universal: las especies y los géneros de las entidades primarias, que
contribuyen a su conocimiento, y no a cualquier universal. En el libro VII de Metafísica,
como veremos, hará hincapié en que lo universal no es ousía, lo que también surgía,
recordemos, en su crítica a los argumentos platónicos que “sustancializaban”, a su
entender, los universales.

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Lo que a Aristóteles le interesa destacar es la prioridad de la ousía primaria, esta es una
de las claves para entender su pensamiento. En el párrafo siguiente (2a34
aproximadamente, hasta 2b8), afirma que “de no existir las entidades primarias, sería
imposible que existiera nada de lo demás: pues todas las demás cosas, o bien se dicen de
ellas como de sus sujetos, o bien están en ellas como en sus sujetos”. Todos los demás
sentidos especificados en este capítulo dependen de la ousía en un sentido fundamental:
si la ousía no existiera, ellos tampoco lo harían, la ousía subyace a todo lo demás. Esta
dependencia rige tanto para el universal como para el accidente. Respecto del universal,
fíjense la inversión del planteo platónico: el universal depende de la ousía primaria. Si no
existiera este hombre individual, no podríamos predicar “hombre”, y mucho menos “ser
vivo” o “animal”. La posibilidad de conferir sentido a estas denominaciones universales
depende de la existencia de entidades primarias que sean sus instancias. Ciertos
universales, entonces, son entidades en sentido derivado o secundario por ser géneros y
especies de entidades primarias, y, por otro lado, de no haber individuos, entidades
primarias, no tendría sentido esa predicación. La estructura de la predicación, en última
instancia, remite a la ousía primaria; sin este anclaje se desmoronaría el ámbito del ser y
el del lenguaje.

Seguidamente, para ilustrar la dependencia que tienen los accidentes, también, respecto
de la entidad primaria, da el ejemplo de blanco y dice que de no haber un cuerpo
individual en el que darse esta cualidad, este blanco, tampoco podría predicarse blanco
del cuerpo en general. Los accidentes solamente tienen ser con relación a la entidad
primaria en la cual inhieren. Si un color no estuviera en un cuerpo, tampoco podría
predicarse el color de un cuerpo en general, de modo que tanto la estructura del lenguaje
como la estructura de lo real se sostienen gracias a que hay entidades primeras. La
caracterización doblemente negativa que Aristóteles hace de la entidad primaria como
aquello que no se dice de ni está en un sujeto, ya lo habíamos dicho, apunta a distinguirla
tanto de lo universal como del accidente. La ousía primaria es por eso el sujeto último de
predicación y de inherencia.

Un poco más adelante (línea 2b9 aproximadamente) aparecen un conjunto de aclaraciones


acerca de la jerarquía dentro de las entidades secundarias. Veamos el texto:

Ahora bien, de entre las entidades secundarias, es más entidad la especie que el
género: en efecto, se halla más próxima a la entidad primaria.

A continuación aclara cuál es el criterio para sostener tal jerarquía: la proximidad respecto
de la ousía primaria:

Pues, si alguien explica qué es la entidad primaria, dará una explicación más
comprensible y adecuada aplicando la especie que aplicando el género; v.g.: hará
más cognoscible al hombre individual dando la explicación hombre que la
explicación animal —en efecto, aquél es más propio del hombre individual, éste, en
cambio, es más común—, y al explicar el árbol individual lo hará más cognoscible
dando la explicación árbol que la explicación planta.

Ya habíamos visto que la ousía secundaria, que no está en la primaria, se dice de ella. Al
predicarla, dice Aristóteles en el texto que acabamos de citar, la especie es más específica
que el género y, por lo tanto, más ousía.

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A continuación traza un paralelismo entre la situación que se da entre la ousía primaria y
la especie y la que se da entre la especie y el género:

Además de esto, las entidades primarias, por subyacer a todas las demás cosas, y por
predicarse de ellas o estar en ellas todo lo demás, por eso se llaman entidades en el
más alto grado; del mismo modo, precisamente; en que las entidades primarias se
relacionan con lo demás, así también se relaciona la especie con el género: en efecto,
la especie subyace al género: los géneros se predican de las especies, pero no así,
inversamente, las especies de los géneros; conque también resulta de esto que la
especie es más entidad que el género.

Es más entidad la especie que el género, entonces, y la primera razón es por su proximidad
a la entidad primaria: la especie dice o permite conocer más de ella, la revela mejor que
el género. Desde el punto de vista del conocimiento que aporta, entonces, la especie es
más entidad, más ousía, que el género al que pertenece la cosa. Si pregunto qué es
Sócrates, digo más de él o lo explico mejor si digo “hombre” que si digo “ser vivo”,
predicado que es mucho más amplio, más abarcativo, y por lo tanto dice menos de él. Hay
una segunda razón: la relación de la especie con el género reproduce la que la ousía
primera guarda con todo lo demás, i.e., con las entidades secundarias como con los
accidentes en general. La especie subyace al género, el cual se dice de la especie, sin que
la especie, en cambio, se diga del género. Esta afinidad entre la especie, que es universal,
y la entidad primera, da pie para reforzar la afirmación de que la especie es más ousía que
el género.

El hecho de que haya entidades primarias y entidades secundarias, unido a que, dentro de
las entidades secundarias, las especies sean más entidad que los géneros, no debe
confundirnos, advierte Aristóteles, y hacernos olvidar que ninguna entidad primaria es
más entidad que otra, como tampoco una especie es más entidad que otra especie
cualquiera. Este caballo es tan entidad como este hombre, y cuando explico qué es el
primero mencionando la especie caballo, lo explico tan adecuadamente como cuando
explico qué es Sócrates y digo “hombre”, invocando la especie que le corresponde. En
ese sentido no es lícito decir que una entidad primera es más entidad que otra entidad
primera ni una especie más entidad que otra especie.

En la línea 3a9 empieza la última sección del capítulo 5, que contiene una enumeración
de las características distintivas de la entidad, las que justifican que algo merezca el título
de ousía, de sustancia o entidad:

1) no está en un sujeto
2) es un esto (tode ti)
3) no tiene contrario
4) no admite el más y el menos
5) es capaz de aceptar contrarios

No son estas características necesariamente exclusivas de la entidad, ya que algunas de


ellas las comparte con alguna otra de las categorías –por ejemplo, el no tener contrario,
es un rasgo propio de la entidad pero no exclusivo de ella, ya que tampoco la cantidad (de
dos codos) tiene contrarios. Vayamos entonces a las características propias de la ousía:

Es común a toda entidad el hecho de no estar en un sujeto.

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Esta es la primera característica (en 3a9, aproximadamente). Conviene tanto a la entidad
primaria como a la secundaria, es un rasgo que diferencia a la entidad del accidente, el
cual se define por estar en otra cosa, por necesitar de una entidad, de un sujeto para ser.
De esta dependencia, propia del accidente, está libre la entidad. No estar en un sujeto, no
estar en otra cosa, ser sujeto último de inherencia, expresa la autonomía característica de
toda ousía. Y Aristóteles aclara que la entidad primaria añade a este rasgo el no decirse
de un sujeto.

Toda entidad parece significar un esto. (3b10)

La expresión que usa Aristóteles por “esto” es tode ti. Es una expresión deíctica, que
apunta a algo, por eso se traduce también como “algo determinado”, o “ser determinado”.
¿Por qué se servirá Aristóteles de una expresión demostrativa? Es muy proclive a dar este
tipo de ejemplos para aclarar que la ousía no es una abstracción, a esto podría estar
apuntando esta afirmación de que toda entidad parece significar un esto, un ser
determinado. En el caso de las entidades primarias, sigue diciendo, “es indiscutible y
verdadero que significan un esto: en efecto, lo designado es individual y numéricamente
uno”. La determinación es propia de aquello que es numéricamente uno, que posee unidad
concreta, la unidad característica del individuo que, sea este hombre o este caballo, tiene
una unidad funcional. Algo que es numéricamente uno no es una parte, sino una totalidad,
algo perfectamente determinado: tode ti. Pero en el caso de las entidades secundarias es
más problemático:

parece, debido a la forma de su denominación, que significan también; de manera


semejante, un esto, por ejemplo cuando se dice hombre o animal: sin embargo, no es
del todo verdad, sino que significan más bien un cuál: en efecto, el sujeto no es uno,
como la entidad primaria, sino que hombre y animal se dicen de muchos; pero no
significa un cual sin más, como blanco; pues blanco no significa nada más que cual,
mientras que la especie y el género determinan lo cual por referencia a la
entidad…(3b12-22)

Vean los rodeos que da Aristóteles para justificar que la entidad secundaria es también
algo determinado. En tanto es universal, esta ousía segunda es un uno que abraza lo
múltiple, uno de muchos, y justamente por su aplicabilidad universal se presenta como
una unidad abstracta, indeterminada, difusa, una unidad específica que no es la unidad
concreta del individuo. Para justificar que posee determinación Aristóteles vincula la
entidad secundaria a una de las categorías: la cualidad. Por supuesto que no es
exactamente lo mismo la cualidad que la entidad secundaria, pero Aristóteles afirma que
especie y género también “determinan lo cual”, solo que “por referencia a la entidad”. En
una palabra, nos dicen cuál es la entidad, la cualifican de alguna manera, sin ser una
cualidad (porque la cualidad ya sabemos que está en la entidad primaria y remite a un
accidente, mientras que la entidad secundaria no está en otra cosa). La entidad secundaria
determina lo cual por referencia a la entidad. Posiblemente aquí Aristóteles esté
apuntando a que especie y género son algo así como una cualificación esencial (aunque
tenga algo de paradójico hablar de cualificación esencial), porque nos dicen qué es en
esencia, por su naturaleza, la entidad primaria. Dado que la cualidad tiene que ver con lo
accidental, es entendible su cautela.

La tercera nota aparece en la línea 24: “Es propio también de las entidades no tener ningún
contrario". Ninguna entidad, ni primaria ni secundaria, tiene un contrario, rasgo que la
ousía comparte con la cantidad, ya que no hay contrario de ser de un metro y medio, de 2

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codos, etc. La afirmación de que la ousía primera no tiene contrario tiene alguna
implicancia interesante con respecto al problema de la extensión de la formas tal como se
les presentó a los platónicos; recuerden, en el Parménides de Platón, la vacilación del
Sócrates platónico a la hora de reconocer formas de sustancias naturales (hombre, agua,
fuego). Para Platón hay formas indiscutiblemente de ciertas características o propiedades
que tienen contrario, que coexisten con su opuesta en las cosas –grande/pequeño,
bello/feo, etc.–, y son por eso fuente de perplejidades que no se dan, en cambio, a
propósitos de las ousíai o entidades primeras. El caballo puede parecer grande y pequeño
a la vez, pero no caballo y no-caballo. Una ousía, en fin, carece de contrario, nota que se
liga a la que aparece en la línea 35:

Parece, por otro lado, que la entidad no admite el más y el menos.

Aun cuando haya entidades primeras y entidades segundas o secundarias, ninguna entidad
es más o menos aquello que es. Este rasgo, no admitir el más y el menos, además de
evocar la interpretación que Aristóteles hace de Platón, distingue a la entidad del
accidente. Puedo decir que algo es más o menos bello, más o menos grande, pero no ya
que algo sea más o menos hombre o caballo. La ousía no admite deficiencia, es
plenamente eso que es. No se trata de que no esté sujeta a devenir, pero para Aristóteles,
el hecho de estar sujeta a cambio y de alguna manera gobernar ese cambio y preservar su
unidad, revela su consistencia ontológica.

Vamos a la última característica de la entidad. En 4a10 dice Aristóteles:

Muy propio de la entidad parece ser que aquello que es idéntico y numéricamente
uno sea capaz de admitir los contrarios.

Esto tiene que ver con lo que acabamos de decir. Estar sujeto a contrariedades, sometido
a cambio, admitir los contrarios, eso mismo que llevaba a los platónicos a descalificar al
individuo sensible negándole el título de ousía, es una nota que Aristóteles reivindica aquí
como “muy propia” de la ousía. La ousía no tiene contrario pero los admite, y en esto
hace hincapié Aristóteles: es capaz de recibir contrarios siendo una e idéntica. El ejemplo
aristotélico que aclara esto último figura en 4a18-21: el hombre, permaneciendo uno e
idéntico a través de los cambios, puede ser a veces blanco y otras, bronceado, caliente o
frío, deshonesto u honesto. Es una característica fundamental para la explicación del
cambio, pues la ousía es lo que subyace al cambio, de modo que no podrá aducirse que
al cambiar las propiedades algo se vuelve otra cosa, ni que algo ha dejado de ser para
surgir algo completamente nuevo. No confundamos esta característica de admitir los
contrarios con la anterior, la de que la entidad no tiene un contrario. Lo que ahora se
recalca es que es propio de la entidad acoger los contrarios, preservando su unidad y
experimentando un cambio ella misma. Esto último es subrayado en 4b6, al afirmar
Aristóteles que lo propio de la entidad es "ser capaz de admitir los contrarios en virtud de
su propio cambio". Este agregado es fundamental. Un enunciado, aclara, puede acoger
contrarios en la medida en que puede pasar de ser verdadero a falso simplemente porque
aquello a lo que se refiere ha cambiado (“Juan está sentado” es un enunciado contingente,
verdadero en un momento, pero que se vuelve falso en cuanto Juan se pone de pie), y en
ese sentido, sin cambiar, es capaz de recibir los contrarios. No es este, sin embargo, el
modo en que la ousía acepta los contrarios: cambiando ella misma, o "en virtud de su
propio cambio".

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La posición de Aristóteles respecto de la ousía en Categorías implica, entonces, la
identificación de cuáles son los sentidos de ser que califican como tal en función de una
serie de características. Es ousía primaria el individuo natural y reconoce la existencia de
una ousía secundaria constituida por la especie y el género de las ousíai primarias. No
hay que confundir este planteo con el que veremos de Metafísica VII.

Bibliografía primaria de lectura obligatoria:

Selección de textos de Aristóteles: textos 15, 27-30

Bibliografía de lectura obligatoria:

REALE, G., Guía de lectura de la Metafísica de Aristóteles, Barcelona, Herder, 1999,


pp. 146-170

Material didáctico de circulación interna de Historia de la filosofía antigua, Facultad de


Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

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