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HISTORIA DE LA FILOSOFÍA ANTIGUA – 1º cuatrimestre 2023

Ficha de clase: lunes 3/7/2023


Prof. Pilar Spangenberg

Introducción a la filosofía helenística

ÍNDICE ANALÍTICO DE TEMAS


[Introducción a la filosofía helenística. De la pólis a la kosmópolis. Constitución y rasgos
generales de las escuelas helenísticas: escepticismo, epicureísmo y estoicismo. La filosofía
como fármaco y las distintas fórmulas para alcanzar la eudaimonía]

Hoy vamos a comenzar con una introducción muy general a la filosofía helenística, y después
vamos a abordar una de las tres escuelas más importantes del período que son el estoicismo, el
epicureísmo y el escepticismo. Estudiaremos algo de la tercera de estas escuelas, el
escepticismo. Tengan en cuenta que estas clases sobre filosofía helenística entran para el final
y que en general se trata de tomar siempre algún tema vinculado a ellas, justamente porque no
se evalúan en los parciales; ténganlo en cuenta a la hora de preparar el final.
Recuerden que al comienzo de la cursada planteamos un esquema general de los períodos de
la filosofía antigua; el último período al que referimos fue el de la filosofía helenística. La
fecha que convencionalmente se asume como el inicio al período helenístico es el 322,
(comienzo del siglo IV a.C.), fecha de la muerte de Aristóteles. El año 529 en que el
emperador Justiniano cierra la Academia platónica se estableció convencionalmente como
cierre del período. Tengan en cuenta que habría que hablar de un período helenístico y
romano que supone grandes continuidades, pero también algunas diferencias: si tuviéramos
que dar cuenta de este pasaje del mundo helénico al romano deberíamos referir al año 31 en
que se da la batalla de Accio en que Octavio vence e Marco Antonio y se termina de
incorporar el mundo helénico a Roma. Entonces ahí se establece un corte convencional.
Aquí debemos hacer una mínima referencia al contexto histórico. La política de conquista de
las ciudades griegas llevada a cabo por Filipo II de Macedonia determinó la suerte de las
póleis y el comienzo del fin del período clásico. En la batalla de Queronea, en el 338 a.C.,
Filipo había derrotado a una confederación de ciudades griegas comandadas por Tebas y
Atenas, y a partir de allí la historia de Grecia se confunde con la historia de la conquista
macedonia. Su hijo Alejandro, de dieciocho años, comandó el ala de uno de los ejércitos en
esta batalla. La consecuente pérdida de autonomía de las diversas póleis minó la base
fundamental de su organización en tanto tales y cambió radicalmente las prácticas y la propia
concepción de lo político. En la medida en que la filosofía del período clásico tenía cuestiones
políticas en el centro de su reflexión, estos acontecimientos históricos tuvieron un impacto
directo en el curso del desarrollo filosófico, como lo tuvo en el resto de la sociedad griega del
momento. Estos acontecimientos decisivos ocurren en los últimos años de la vida de
Aristóteles, como queda claro si se compara la fecha de Queronea (338 a.C.) con la de la
muerte de Aristóteles (322 a.C.). Poco tiempo antes, en el 323 había muerto Alejandro

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Magno, lo cual determinó el inicio en Grecia y en todo el imperio de luchas entre sus
generales, los llamados diádocos, lo cual redundó en una división del imperio en reinos.
Desaparece entonces la pólis y emergen estos reinos, de manera que la relación entre el
ciudadano y el rey es mucho más mediada, no es una relación en que el ciudadano opera de
una manera directa, deliberando y decidiendo en lo que concierne a los asuntos públicos; es
otra relación la que el ciudadano tiene con la política. En consecuencia, un rasgo fuerte que
exhibirá el pensamiento helenístico es que se empieza a pensar la autarquía no tanto en
función de la pólis como era hasta ahora, sino en función del individuo. Es decir, ya no se
piensa la pólis sino el individuo como el lugar de la autarquía; esto supone un giro importante
en relación al período previo.
Un rasgo característico de este período es la difusión de la cultura y la formación de centros
de estudio e investigación fuera de Grecia, por ejemplo, Alejandría en Egipto y Antioquía en
Siria. Esta expansión, comenzada por las conquistas de Alejandro, se acentúa con la
fragmentación del imperio luego de su muerte. Al hablar de esta expansión cultural no se debe
dejar de lado el contacto con algunas culturas de oriente como India, que será también un
rasgo característico de este período y cuyo alcance no está libre de controversia. Diógenes
Laercio relata, en su Vida y opiniones de los filósofos IX, 61-63, que Pirrón de Elis,
considerado el primer filósofo escéptico, viajó con su maestro Anaxarco a la India
acompañando la marcha del ejército de Alejandro (326 a.C.), y que luego de regresar de este
viaje vivió una vida retirada porque escuchó a un pensador indio que afirmaba que no podía
ser maestro ya que frecuentaba las cortes reales.

Otro rasgo característico de las escuelas helenísticas es que, alejadas del marco de la pólis, sus
integrantes no son un grupo selecto dentro de los ciudadanos, sino que son mucho más
abiertas, admitiendo mujeres y esclavos, por ejemplo. Y así tenemos, en el estoicismo
romano, dos pensadores destacados como Epicteto y Marco Aurelio, uno esclavo liberto y el
otro emperador del Imperio Romano.
Otro punto que va a ser determinante a la hora de abordar el pensamiento de los filósofos de
este período es que, a diferencia de lo que sucedía con Platón y Aristóteles, de quienes
conservamos muchos textos, en este período volvemos a una situación similar a la de los
presocráticos, en el sentido de que se perdieron todos los textos. Por más que en este período
contamos con filósofos muy prolíficos, como ser el caso de Epicuro o de Crisipo, por algún
motivo sus obras se perdieron prácticamente íntegras. Una de las principales causas de esta
verdadera tragedia de pérdida de los textos fueron las guerras e invasiones que sacudieron a
los diferentes centros de cultura, sobre todo el saqueo que sufre Atenas por parte de Sila en el
86 a.C. o las numerosas destrucciones parciales y, finalmente, la destrucción total de la
Biblioteca de Alejandría. Ni siquiera se tiene certeza acerca de si hubo un agente final de la
destrucción o si fueron destrucciones parciales. Lo cierto es que a finales del siglo III d.C. la
biblioteca ya había desaparecido. Lo que se ha conservado depende, en muchos casos, de
copias romanas o referencias de autores de este período, lo cual ocurre tanto respecto de los
manuscritos como también de muchas esculturas conservadas a partir de copias romanas. No
hay que olvidar, además, que las escuelas helenísticas que continuaron en el período romano,
son las que están vigentes al momento del advenimiento del cristianismo. En el Nuevo
Testamento, en Hechos 17, se narra la predicación de San Pablo en el Areópago de Atenas, y
se menciona allí que discutió con filósofos estoicos y epicúreos, que se burlaron de sus tesis
sobre la resurrección de los muertos. Así, el cristianismo asumió un vínculo tanto de
enfrentamiento como de apropiación con estas escuelas. Muchos de los juicios sobre estas
escuelas, o deformaciones tales como considerar hedonistas burdos a los epicúreos se debe a
la lectura de autores cristianos. ¿Cómo conocemos entonces el pensamiento de los filósofos
que corresponden al período helenístico? A través de citas o paráfrasis realizadas por otros
autores. Según hemos dicho, hay que tener en cuenta que las fuentes principales en muchos
casos son bastante adversas al pensamiento que abordan. De modo que volvemos a la cuestión
de los fragmentos; y en su mayoría ni siquiera son fragmentos, son testimonios. Recuerden la
clasificación que hacía Diels entre fragmentos, testimonios e imitaciones (A, B y C). Si
nosotros tuviéramos que decir con qué nos encontramos en el caso de los filósofos
helenísticos, deberíamos decir que fundamentalmente son testimonios, y en muchos casos, si
nos estamos refiriendo a este período, son testimonios muy posteriores. Estas son cuestiones
que hay que tener en cuenta a la hora de abordar los pensadores helenísticos.

Acuérdense que la Academia platónica pervive, también el Liceo, que es la escuela de


Aristóteles. A estas se van a agregar tres grandes escuelas helenísticas que surgen entre finales
del siglo IV y comienzos del III a. C., que son el epicureismo -que es la que aparentemente
surge primero, cerca del 306-, cerca del 300 surge la escuela que funda Zenón de Citio, el
estoicismo, y en la última mitad del siglo IV y la primera del III también vive Pirrón de Elis,
iniciador para la tradición de la línea escéptica. El escepticismo poco después será
representado fundamentalmente por la Academia. Es bastante particular lo que sucede en el
caso de la Academia platónica. En un principio los sucesores de Platón tienen un sesgo muy
matematizante, pero en el período helenístico se produce un deslizamiento de la Academia
hacia el escepticismo. Les menciono estas cuestiones para que tengan presente cómo cobra
importancia el rol de las escuelas en este período. Entonces, estas escuelas conviven y
polemizan muchísimo entre sí a lo largo de estos siglos.
Es importante tener en cuenta que estas escuelas -fundamentalmente el estoicismo- no se
terminan en el período helenístico. El estoicismo tiene tres grandes períodos: el estoicismo
antiguo, el estoicismo medio y el estoicismo imperial; esta escuela pervive en el imperio
romano, es decir, son escuelas que no quedan delimitadas en el período helenístico.
Atenas sigue siendo, fundamentalmente durante el período que vamos a ver nosotros, el
centro intelectual, pero ya hay otras ciudades que asumen mucha importancia, como el caso
de Alejandría, o el de Rodas, que son otras ciudades que van adquiriendo mucha relevancia
cultural. Es importante tener en cuenta que, si bien los filósofos más importantes de este
período no son atenienses –a diferencia de lo que sucedía con Sócrates y Platón– recuerden
que Aristóteles, si bien funda el Liceo en Atenas no es ateniense, es de Estagira– estos
filósofos en su mayoría tampoco son atenienses si bien van a parar a Atenas, porque sigue
siendo el centro intelectual hacia fines del siglo IV, principios del III. Entonces convergen de
todos modos en esta ciudad que es escenario de disputas entre diversas escuelas. De modo que
hay que tener muy en cuenta esta situación histórica muy diversa a la de Platón y Aristóteles.
Aristóteles asiste a la decadencia de la pólis como unidad autónoma, porque con el avance de
Alejandro las póleis supuestamente perviven, pero pasan a ser regidas por Macedonia, quedan
como unidades administrativas, conservan cierta autonomía, pero ya no la autarquía que
pretende Aristóteles para la pólis. Sin embargo, si ustedes van a la Política van a ver que
Aristóteles sigue defendiendo la pólis como unidad autárquica y autónoma. Esto es bastante
curioso porque estamos asistiendo a su decadencia. Platón asiste muy joven a la derrota de
Atenas en la Guerra del Peloponeso, pero Aristóteles asiste a la declinación de la pólis en
general, porque avanza otro tipo de unidad política que es el imperio. Entonces, según hemos
dicho, la autarquía pasa del plano de la pólis al del individuo. A su vez, surge un espíritu
cosmopolita como contraparte de este traspaso de la autarquía de la pólis al individuo; es
decir, con la disolución de los límites de la pólis se abre el espacio político, hay una
concepción que va cobrando cada vez más fuerza en las diferentes escuelas del período
helenístico que es el cosmopolitismo. Por otro lado, les mencionaba que hay otros centros que
van adquiriendo muchísima importancia entre los siglos III y II en lo referente a las ciencias y
el conocimiento –es el caso de Alejandría con su célebre biblioteca, por ejemplo–. También se
da a partir de Aristóteles, pero con muchísimo más intensidad en el período posterior, una
partición en el ámbito de lo científico, una clasificación del saber mucho más pronunciada.
Entonces hay desarrollos en astronomía, mecánica, geografía, medicina, etc.; se concibe cada
una como una ciencia separada.
Un rasgo importante común a las escuelas de pensamiento de esta época –sobre todo para
confrontarlas tanto a Platón como a Aristóteles– es que son corporeistas: frente a la
postulación de realidades incorpóreas, lo existente es cuerpo. Esto es una constante en las tres
grandes escuelas o líneas de pensamiento. Aclaro que no dudo en referirme al estoicismo y al
epicureismo como escuelas, ellas se reconocen a sí mismas como tales. No es tan claro en el
caso del escepticismo. Sobre todo, en períodos posteriores el escepticismo no se ve a sí mismo
como una escuela porque en realidad el hecho de hablar de una escuela supondría admitir la
existencia de un dogma que es justamente lo que el escepticismo rechaza. Con lo cual, si uno
entiende por escuela la aceptación de un cierto cuerpo dogmático, el escepticismo no se
considera a sí mismo una escuela. Por eso hay que tener ciertos recaudos a la hora de hablar
de las escuelas helenísticas.
También se suele insistir mucho en este punto que voy a desarrollar ahora para referirse a
todas las escuelas del período helenístico; pero esto puede ser discutido en el caso del
estoicismo antiguo por lo menos. Me refiero a la primacía de la ética sobre el resto de los
ámbitos del saber o de la filosofía. Es claro que son filosofías que tienen como fin la
eudaimonía, noción que deben conocer ya desde la filosofía práctica de Aristóteles.
Eudaimonía es el término griego para “felicidad”. Entonces el fin es la eudaimonía, se
entiende que todo el sistema del saber estaría subordinado a la ética, pero en el caso del
estoicismo antiguo puede ser puesto en duda porque para los estoicos el saber constituye un
sistema férreo en que se dan de un modo totalmente entremezclado y solidario tres
dimensiones del saber que inclusive se niegan a llamar “partes”, que serían la ética, la física y
la lógica. Después vamos a leer algunos testimonios de los estoicos en que aparece esta
especie de tripartición de la filosofía o del discurso filosófico. Ya les digo, se suele decir en
todos los manuales que las otras partes del saber se subordinan a la ética, porque el fin sería la
eudaimonía y esto supone el hecho de vivir de cierta manera, de vivir y actuar conforme a la
naturaleza, en el caso de los estoicos. El fin tanto en el caso del epicureismo como en el del
estoicismo y el del escepticismo es alcanzar cierto estado de bienestar, que sería justamente lo
que alcanza el sabio, el sophós, figura que adquiere enorme relevancia en este período. Uno
podría encontrar que en Sócrates ya emerge con fuerza esta figura del sabio, en su caso quizás
haya sido el filósofo, que es justamente el virtuoso que tiene las herramientas como para
alcanzar esta vida buena, virtuosa y feliz. Este sabio es el que alcanza una cierta serenidad,
por decirlo de un modo genérico. En el caso del epicureismo, se habla de ataraxía,
imperturbabilidad. El sabio es imperturbable. En el estoicismo se habla de apátheia, páthos es
una pasión, un padecer. Entonces apátheia sería algo así como impasibilidad.
Durante mucho tiempo se concibió el período helenístico como un momento de decadencia
política, de decadencia en cuanto al conocimiento, al pensamiento y demás; así, luego del
período de las luces ateniense, vendría este de cierta oscuridad. Esta concepción es la que
relegó al olvido la filosofía helenística durante mucho tiempo. Recién en el siglo XX vuelve a
cobrar fuerza su estudio. En realidad, se empieza a cuestionar que haya sido un período de
decadencia político: lo que se produce es el cambio de un sistema de organización política a
otro. En el período clásico sin duda la unidad política por excelencia era la pólis, acá en
cambio sería en cierta medida el reino, pero esto no tiene por qué suponer decadencia. Por el
contrario, es un período que brinda las condiciones como para que realmente se desarrolle
muchísimo el pensamiento en todas sus formas. Es decir, no es un período en que el saber
haya quedado relegado, muy por el contrario. Por algún motivo los textos de los grandes
pensadores de la época helenística desaparecen –debe haber influido justamente la emergencia
de la noción de lo clásico y la atención prestada a la tradición previa– y así queda relegado al
olvido este período del pensamiento que, sin embargo, fue de una riqueza e importancia
histórica inmensas. Entonces, está esta lectura tradicional que entiende que frente a las
circunstancias políticas adversas el filósofo se refugia en sí mismo y se desentiende de toda
dimensión política. Por ejemplo, en el caso del epicureismo es claro que hay un cierto rechazo
a la vida política, pero en el caso del estoicismo no es tan claro que sea así, en todo caso es un
nuevo modo de comprender la política y la vida práctica. En ningún caso se puede hablar de
una renuncia a la vida práctica, por el contrario. Lo que sucede es que es otro modo de
entenderlo, no es la política la que imprime su lógica. Tengan presente el comienzo de la
Ética Nicomaquea cuando Aristóteles dice que la política es una ciencia arquitectónica que
tiene prioridad sobre la ética. Recuerden que el fin de la política es el fin último al que se
subordina el fin del individuo, porque la felicidad de la pólis es mayor y, en última instancia,
condiciona la felicidad del individuo. Este sistema sí se invierte en este caso, eso es claro. Lo
que quiero resaltar es que esto no supone decadencia del pensamiento. Hay un cambio en la
configuración política, sí, y eso impacta en la filosofía y el pensamiento.
Otra cuestión que quiero mencionarles es que durante mucho tiempo se habló de estas
filosofías helenísticas como saberes de salvación. La filosofía, es cierto, es concebida como
una terapéutica del alma que apuntaría a allanar la vía para que el alma alcance la felicidad.
Las analogías con la medicina son constantes en estas escuelas. Pero esa idea de “los saberes
de salvación” parece referir a un conocimiento encaminado a alcanzar la salvación individual,
no, es claro, en el sentido de una vida post mortem sino en el hecho de alcanzar la felicidad.
No hay que pensar sin embargo en una especie de “sálvese quien pueda”. Sin embargo, contra
esta concepción es importante resaltar que son muy fuertes los elementos comunitarios que
aparecen tanto en el epicureismo como el estoicismo. Entonces, uno podría pensar que en
todo caso esta salvación supondría una dimensión social.

Vamos a hacer una mínima referencia ahora a las tres grandes escuelas helenísticas.
La escuela epicúrea fue fundada por Epicuro de Samos (341-271) alrededor del 306 a.C. en
Atenas. Fue conocida como “el Jardín” y funcionó en esa ciudad por lo menos hasta el siglo II
d.C. Epicuro fue unos de los escritores más prolíficos de la Antigüedad. La gran mayoría d su
obra se perdió, conservamos sólo tres cartas y dos colecciones de máximas de su autoría. Un
filósofo posterior muy destacado de esta escuela fue el romano Lucrecio (99-55 a.C.), autor
del poema didáctico De rerum natura (Sobre la naturaleza de las cosas), que se conservó
hasta nuestros días. La escuela epicúrea adoptó el atomismo como su física de base, en
función de las consecuencias éticas que tal mecanicismo carente de finalismo ofrecía sobre la
posibilidad de negar un plan divino en el cosmos que fuera causa de angustia para los
hombres. En cuanto a la ética sostuvo una identificación entre el placer y el bien, aunque
propuso un hedonismo que suponía modo de vida reflexivo que encuentra algún antecedente
en el Protágoras de Platón en que Sócrates propone una métrica de los placeres que supone
sopesar placer y dolor para obtener el máximo de placer al que un ser humano puede aspirar.
Para ello es necesario aprender a disfrutar de placeres sencillos. Es decir que algo tan
inmediato como el placer puede ser engañoso si, a causa de las opiniones erróneas, se
considera sólo el placer presente, al margen de su opuesto, el dolor. La filosofía es para
Epicuro una terapéutica, destinada precisamente a extirpar estas opiniones falsas acerca del
placer y la felicidad, para optimizar el balance de placeres y dolores. Los epicúreos
resumieron sus doctrinas en el llamado “cuádruple remedio” o tetraphármakon: “Los dioses
no son de temer, la muerte no es terrible, el placer es fácil de encontrar y el dolor fácil de
soportar”. Adviertan como la analogía médica cobra cuerpo en esta consideración de los
preceptos como remedios para un alma que está enferma a causa de sí misma y no por
factores externos. Epicuro sostiene que los dioses existen, y viven felices, pero no se ocupan
de los asuntos humanos; y es por eso que no pueden otorgar premios ni castigos. La muerte
propia no es algo que podamos experimentar, porque cuando está presente, nosotros no, y por
lo tanto no puede ser un mal algo que no nos puede ocurrir y no nos quita nada que poseamos
(el futuro). Si se han administrado bien los placeres, como dijimos antes, encontraremos que
son fáciles de alcanzar, y nos permiten, además, rehuir del dolor.
El estoicismo toma su nombre de la Stoa Poikíle o pórtico pintado donde se reunía este grupo
de filósofos. Fue fundado por Zenón de Citio (344-262 a.C), alrededor del año 300 a.C y
persistió hasta el cierre de las escuelas de filosofía pagana en el 529 d.C. No poseemos
ninguna obra completa de ninguna de las figuras principales de la escuela estoica: Zenón de
Citio, Crisipo (muerto alrededor del 206 a.C) y Cleantes (muerto alrededor del 232 a.C.). De
Crisipo, que escribió 165 obras, sólo tenemos fragmentos. Sólo poseemos obras completas de
los estoicos de la época romana imperial: Séneca (4 a.C.-65 d.C.), Epicteto (55-135 d.C.) y el
emperador Marco Aurelio (121-180 d.C.). La obra de los pensadores del periodo imperial fue
sobre todo moral. Para reconstruir el pensamiento del estoicismo antiguo dependemos,
entonces, de doxógrafos como el pseudo Plutarco, Diógenes Laercio, Estobeo, Aecio, Ario
Dídimo e incluso los Padres apologistas cristianos que los discutieron para sus propios
propósitos y fueron, en general, hostiles a su pensamiento. Tuvieron enemigos también entre
los escépticos y los neoplatónicos. Zenón tuvo numerosos discípulos, entre los que se
destacan Cleantes, Aristón de Quíos y Dionisio de Heraclea. Cleantes sucedió a Zenón al
frente de la escuela a su muerte, en el 261 a.C.. Los estoicos pusieron el acento en la
racionalidad del cosmos en su conjunto y en la racionalidad humana como microcosmos.
Tomaron de Heráclito el concepto de lógos para esa fuerza racional que todo lo gobierna. Lo
consideraron como un pneûma, o aliento que permea toda la realidad. Esta dimensión material
implica que todo lo real es cuerpo y que el cosmos es un cuerpo animado, razón por la cual
fueron criticados por los cristianos posteriores que les atribuyeron una postura panteísta. La
moral estoica reposa en la aceptación de este orden ineluctable. Cleantes sostenía: “Los
destinos guían a quien los acepta; arrastran a quien se les resiste”.
Por último, diremos algunas palabras acerca del escepticismo, del cual nos ocuparemos de
todos modos en las próximas clases. No llegó a conformar una escuela, según hemos dicho.
Los escépticos no compartían exactamente las mismas tesis sino un cierto modo de abordar,
tanto en la teoría como en la práctica, la crítica de los dogmatismos y la alabanza del estado
de indiferencia. El escepticismo se basa en las enseñanzas de Pirrón de Elis (360-272 a.C.).
Los adeptos al escepticismo tuvieron asociados, seguidores, sabían de sus predecesores y de
ese modo los argumentos y actitudes del escepticismo se transmitieron de una generación a
otra, pero no profesaron doctrinas de escuela ni tuvieron la organización formal de las
instituciones educativas de su época. Con Arcesilao o Arquesilao (315-240), considerado el
fundador de la Academia nueva, el escepticismo sí se escolariza, ya que se introduce en la
Academia que había fundado Platón. Esta vertiente posterior del escepticismo, la de los
neoacadémicos, es criticada por Sexto Empírico, que se presenta a sí mismo como pirrónico y
ve en los neoacadémicos un dogmatismo negativo, pero dogmatismo al fin. Quien renueva el
pirronismo antiguo es, en el siglo I a.C., Enesidemo (50 a.C.). Posteriormente el escepticismo
se funde con el empirismo médico, una corriente en la que se destaca Sexto Empírico, quien
se ubica en la segunda mitad del s. II d.C., el autor más importante para el estudio de esta
corriente de la filosofía helenística. De Sexto nos llegaron los Esbozos Pirrónicos, una
introducción general al pirronismo, en tres libros, y un grupo de once libros conocidos
colectivamente como Contra los matemáticos o Contra los profesores. Una línea muy general
de todo el pensamiento escéptico consiste en que promovieron la suspensión del juicio
(epoché) para alcanzar la serenidad, llave de la felicidad. Es por esto que lucharon contra
todos los dogmatismos, que fueron considerados fuente de perturbaciones del alma. De todos
modos, en las próximas clases abordaremos en detalle algunos puntos de su pensamiento.

Bibliografía secundaria de lectura obligatoria:


HADOT, P., ¿Qué es la filosofía antigua?, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, pp.
105-162;
LONG, A., La filosofía helenística, Madrid, Alianza, 1977, pp. 13-24.

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