Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
de Cristo
Vol. 1
José A. Montes
Autor: José Montes
Editor: Javi Martínez
Revisión de citas bíblicas: Luis Zangla
Capítulo 1: Jesús
Capítulo 2: Cristo
Capítulo 3: Hijo de Abraham
Capítulo 4: Hijo De David
Capítulo 5: Emanuel
Capítulo 6: Rey De Los Judíos
Capítulo 7: Mi Hijo
Capítulo 8: Señor
Capítulo 9: Maestro
Capítulo 10: Esposo
Capítulo 11: Señor De La Mies
Capítulo 12: Hijo Del Hombre
Capítulo 13: Señor Del Sábado
Capítulo 14: Pastor
Capítulo 15: Justo
Capítulo 16: Hijo Del Dios Altísimo
Capítulo 17: El Verbo
Capítulo 17 (continuación): El Verbo
Capítulo 18: La Vida
Capítulo 19: La Luz del Mundo
Capítulo 19 (continuación): La Luz Del Mundo
Capítulo 21: El Cordero de Dios
Capítulo 22: “Yo Soy Antes de Abraham”
Capítulo 23: “Yo Soy La Puerta”
Capítulo 24: “Yo soy El Buen Pastor”
Capítulo 25: “Yo soy la Resurrección y la Vida”
Capítulo 26: “Yo Soy la Vid Verdadera”
Capítulo 27: La Roca
Capítulo 27 (continuación): La Roca
Capítulo 28: Yo Soy El Camino
Capítulo 29: Cabeza de la Iglesia
Capítulo 30: Santo y Justo
Capítulo 31: Autor de la Salvación o de la Vida
Capítulo 32: El Apóstol
Capítulo 33: Sumo Sacerdote
Capítulo 34 (continuación): Sumo Sacerdote.
Capítulo 35: Heredero
Capítulo 36: El Precursor
Capítulo 37: Autor y Consumador
Capítulo 38: Príncipe y Salvador
Capítulo 38 (continuación): Príncipe y Salvador
Capítulo 39: Alfa y Omega
Capítulo 40: “Jesucristo, este es Señor de todos”
Capítulo 41: Lucero de la Mañana
Capítulo 42: Mediador
Capítulo 43: Gran pastor
Capítulo 44: El libertador
Capítulo 45: Nuestra Pascua
Sobre el autor
Capítulo 1: Jesús
Además:
Tengamos en claro esto. No es ninguna señal de humildad o
una característica de santidad entrar en la presencia de Dios,
dudando si Dios nos ha perdonado o no. Eso es incredulidad,
falta de fe. Eso es una incapacidad de entender la verdad.
Amigo mío, no intentes pues, nunca más dar la impresión de
que eres un cristiano tan sensible que no te gusta tener la
certeza de que tus pecados te son perdonados. ¡Nuestra
responsabilidad es saber que nuestros pecados han sido
perdonados! Menoscabamos la gracia y la gloria de Dios y la
maravilla de este Evangelio si no tenemos certeza de ello
“teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo”. No por
mis méritos, no por mi rectitud, sino por la sangre preciosa de
Jesús. Él ha abierto el camino.
(Obra citada, pág. 421)
En el libro de los Hechos, hay una declaración que marca una gran
diferencia, un cambio de época, en el discurso de Pedro en Hch. 2:36:
“Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús
a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo”.
Jesús, recordamos, era el nombre de la humanidad, de la
humillación del Señor. Los judíos no le reconocieron nada más que
como el hombre Jesús, que hacía milagros por Satanás, que decía
que era un profeta, o un loco, por eso, le crucificaron, sus palabras y
mensajes molestaron a todas las clases sociales, a los judíos
religiosos, a las distintas sectas, fariseos, saduceos, etc. Ellos
crucificaron a Jesús, pero venciendo la muerte por su resurrección,
apareció muchas veces y a distintas personas. En 1 Co. 15:1-8, Pablo
lo presenta como si fuera un argumento ante un tribunal de juicio de su
época, por eso, no menciona a ninguna mujer como testigo, pues en
aquella época no eran tomadas en cuenta como testigos, solo los
varones se podían presentar en esa condición ante un tribunal. Ahora
había sido ascendido (como relata Hch. 1) y proclamado Señor
estaba sentado en el mismo trono de Dios.
Esta posición de Señor debía afectar sus vidas y debe afectar la
nuestra. Es significativo que como por ejemplo en Flp. 2, donde se
habla de la humillación, allí también dice que en el nombre de Jesús
se ha de doblar toda rodilla, para reconocerle como Señor.
En este día, debemos decir, sin dudar, que el hombre Jesús, es el
Señor, y debemos reconocerle en nuestra vida práctica como el que
tiene potestad en nosotros por esta misma razón.
Personalmente, me molesta cuando escucho a muchos cristianos
hablar, en el nombre de Jesús, y referirse a Él a cada momento,
invocándole de esta manera. En las epístolas, siempre se pone el
énfasis en que Él es el Cristo, por eso, muchas veces aparece el
nombre Jesucristo o Cristo Jesús, para remarcar su humanidad, pero
también su exaltación, es una falta de respeto, hoy llamarle “Jesús” a
secas. Recordemos que Él es Señor.
Debo preguntarme: ¿En realidad vivo pendiente del Señor, del
Cristo exaltado? ¿O no le doy importancia a su “señorío” sobre mi
vida? ¿Dependo de Él o simplemente lo hago de boca para afuera?
Muchas veces, les soy sincero, he tenido que hacerme este planteo:
¿es Cristo mi Señor en todas las áreas de la vida, o tengo algunas en
las que no le dejó entrar?
Tenemos una palabra de consuelo para nosotros: “Y seré para
vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor
Todopoderoso” (2 Co. 6:18). Si aceptamos y vivimos como hijos del
Señor, desde lo íntimo de nuestro corazón, podemos disfrutar de la
presencia del Padre en nosotros, por medio del Espíritu Santo que
mora en nosotros desde el momento que hemos creído en el Señor
Jesús, o sea, la Trinidad Divina es nuestra compañía.
Capítulo 9: Maestro
Este título, que literalmente significa: “uno que es grande”, aparece
por primera vez en el evangelio Mt. 8:19: “Y vino un escriba y le dijo:
Maestro, te seguiré adonde quiera que vayas”. En el pasaje, un
hombre experto en la ley de Moisés tuvo una buena intención,
conmovido tal vez por las enseñanzas tan particulares de este nuevo
“maestro”, estuvo dispuesto y así lo expresó, a seguirle, pero al oír una
dura respuesta, se acabaron sus buenas intenciones y no estaba
dispuesto a pagar el precio de ser un discípulo del maestro que
terminaría muriendo en la cruz.
En el capítulo que sigue, el 9, un fariseo se dirige a los discípulos, y
habla del Maestro que comía con publicanos y pecadores. Esto
rebajaba su “calidad” ante su mirada soberbia y orgullosa de la
apariencia de religiosidad que tenía esta secta, que se llamaban “los
separados”, estos tampoco siguieron al Señor. Por otro lado, también
es notable que Judas, el que le entregó, lo hizo diciendo: “¡Salve,
Maestro! Y le besó” (Mt. 26:49). Además, nunca encontramos en los
evangelios que le llamara Señor, nunca este “apóstol” que escuchó,
convivió, le manejó las finanzas y vivió la intimidad del Señor, pero no
le aceptó como tal. Jamás pasó de la categoría de un maestro más
para Israel. El Señor estaba triste por saber sus intenciones más
íntimas. ¡Estar tan cerca y no reconocer que era más que un maestro!
Para Judas, Jesús nunca fue el Señor de su vida, siempre se dirigió a
Él como “maestro” (Mt. 26:25), en la última cena: “Entonces
respondiendo Judas, el que le entregaba, dijo: ¿Soy yo, Maestro? Le
dijo: Tú lo has dicho”, y en el saludo al entregarle a los soldados
romanos (Mt. 26:49).
Yo conozco a teólogos muy reconocidos, de los cuales he usado
algunos de sus libros como consulta, porque son eruditos, porque
explican muy bien las verdades bíblicas, pero debo confesar que no
creo que ellos sean Hijos de Dios, porque niegan: o su deidad, o su
nacimiento virginal, o algunos de los milagros, están como Judas. Lo
reconocen como un maestro muy grande, pero no el Señor y Salvador
de su vida.
En Mt. 17:24, los que cobraban el impuesto anual para el templo,
dos dracmas o dos denarios anuales, que equivalían al salario de dos
días de trabajo de un obrero o campesino común, le dan este título.
En Mt. 22:16, lo hacen los herodianos, otra de las sectas judías,
más politizadas a favor de los romanos, también eran enemigos del
Señor.
En el Mt. 23:8-10 hay una dura advertencia a los discípulos:
Este título aparece en Mt. 9:37-38. El Señor veía una realidad que
sus discípulos no tenían en claro. Él recorría las ciudades y aldeas,
enseñando en las sinagogas, predicando el evangelio del Reino, y
tenía compasión de las multitudes. Al verlas desamparadas y
dispersas como ovejas que no tenían pastor, dijo: “Rogad al Señor de
la mies que envíe obreros a su mies”.
En la actualidad, la situación no ha cambiado en absoluto. La
muchedumbre vive en la época de la postverdad, en la que ya no se
sabe si lo que a la mañana es verdad, a la noche pasó de moda y es
mentira; ser inmoral es algo para ser proclamado como la cosa más
natural del mundo; o en la ventana del mundo donde existe la mayor
densidad de población del mundo, es en la que más incrédulos existen
y la que menos misioneros tiene en la mies, está abarca Asia, Medio
oriente, y África.
Los creyentes de mi generación fuimos testigos de las grandes
campañas y la trayectoria de hombres como Oswald Smith, Billy
Graham, luego siguieron otros grupos evangelísticos que despertaron
al mundo impulsando la predicación, pero aún así la tarea sigue
inconclusa.
Recuerdo a Oswald Smith, por ejemplo, en uno de sus mensajes
que ejemplificaba nuestra actividad, como si en una casa
mantuviéramos el jardín del frente muy bien cuidado y regado todos
los días, pero nuestra tarea se limitara a ese pedacito de tierra y
descuidáramos el resto del lote que tiene muchos metros cuadrados
más y está lleno de malezas que nadie quita.
Me parece que para muchos de nosotros la visión no ha cambiado.
Para muchos grupos, la obra misionera se limita al propio radio de
acción, al vecindario, donde están y de allí no se pasa más allá. Pero,
el mandato del Señor sigue siendo ir a Jerusalén, Judea, Samaria y
hasta lo último de la tierra.
En la actualidad, tenemos todos los medios posibles para expandir
nuestro radio de acción, hay hermanos nuestros que están
arriesgando sus vidas en países donde ser cristiano significa
persecución y aún la muerte.En el siglo XX se realizaron estadísticas
confiables que calculan que hubo más mártires cristianos en ese siglo
que en toda la historia de la humanidad, esto no ha cambiado en el día
de hoy. En Asia y África, millones no han escuchado el mensaje de
salvación, mientras tanto los creyentes nos callamos, Cristo, tiene la
entrada prohibida en países musulmanes, comunistas o paganos.
El pasaje que sigue tiene una tremenda actualidad, cada uno de
nosotros debería leer y no avanzar hasta no haber contestado cada
pregunta que se nos plantea, oremos para que el Señor toque “mi
corazón” y respondamos como Él quiere de cada uno:
Creo que esto es demasiado claro, nos deja pensando: ¿es Jesús
el Señor de mi vida? Si la respuesta es positiva, debo preguntarme si
mi vida práctica refleja esta afirmación, porque en caso contrario debo
replantearme, porque mi fe debe manifestarse en hechos concretos.
Esto implica obedecer sus mandamientos o sea ponerlos en práctica,
vivir como un hijo de Dios, que los demás vean a Cristo reflejado en mi
vida y puedan creer en Él, que ellos vean la vida del Hijo de Dios
manifestada en mis hechos, que mi vida sea un reflejo de Él.
Este es un desafío para mi vida: “El que dice que permanece en él,
debe andar como él anduvo” (1 Jn 2:6).
Capítulo 17 (continuación): El Verbo
Este es otro de los grandes títulos del Señor: “YO SOY LA PUERTA
DE LAS OVEJAS” (Jn. 10:1). Recordemos que el evangelio de Juan
tiene 7 afirmaciones en este sentido que son exclusivas para el Señor
y que están ligadas a nuestra salvación. Él no solo es una puerta, sino
“la única puerta” en la cual podemos encontrar la vida y al igual que
los restantes “Yo soy” cierra la posibilidad de otro medio de salvación y
comunión con la Divinidad. Con base en esto leemos en Hch. 4:12: “Y
en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo,
dado a los hombres, en que podamos ser salvos”. Luego, la escritura
dice: “Pero ahora tanto mejor ministerio es el suyo, cuanto es
mediador de un mejor pacto, establecido sobre mejores promesas”
(Heb. 8:6) y “Así que, por eso es mediador de un nuevo pacto, para
que interviniendo muerte para la remisión de las transgresiones que
había bajo el primer pacto, los llamados reciban la promesa de la
herencia eterna” (Heb. 9:15).
Debemos afirmar sin lugar a dudas que el evangelio consiste en
este carácter de exclusividad, que existe un solo medio de salvación
presentado mediante distintas expresiones metafóricas o figuras
literarias que llevan el sello de un único medio que es Cristo y su obra
completada en la cruz.
Estas frases fueron dichas ante un pueblo de origen pastoril y no es
la primera vez que encontramos una enseñanza basada en esas
experiencias. Ellos conocían mejor que nosotros, la relación íntima del
pastor y sus ovejas, lo que significaba pertenecer al rebaño y lo que
era la puerta del redil.
El redil era el lugar de la seguridad, allí había protección, los
enemigos eran comunes y poderosos, animales feroces, hombres
ladrones, etc., pero en ese lugar estaba la puerta guardada por el
pastor. También, sabían que al llegar el día había que atravesarla bajo
su mando para buscar el sustento diario en un ambiente hostil y
agresivo como es el desierto de la tierra de Judea, no era una tarea
sencilla y sin riesgos.
El Señor es la única puerta donde el hombre caído en pecado,
muerto espiritualmente, encuentra la salvación, vida eterna y la
seguridad en su vida diaria, ya que como dice aquí puede entrar y salir
seguro de que encontrará alimentos.
Esto sin duda nos recuerda al “buen pastor” del Salmo 23, allí se
habla de delicados pastos y aguas de reposo y de su presencia en el
valle oscuro, aunque no le veamos físicamente, escucharemos su voz
y su cayado golpeando en el suelo. Las ovejas son animales muy
frágiles y asustadizos, en lugares como los de Palestina se identifican
totalmente con su pastor, para él son su responsabilidad y para ellas
sus vidas dependen literalmente de su presencia a cada instante.
¿Cuántas veces esta ha sido nuestra experiencia? Debemos
reconocer que estar en su redil y su compañía debe ser una realidad
permanente.
Esta afirmación: “Yo soy la puerta”, nos habla de nuestra salvación,
de nuestra provisión diaria en todo sentido, material y espiritual, de
nuestra dependencia de Él. Como la oveja, tendremos en Él la
provisión, la libertad de entrar y salir, de continuar en sus manos,
sentir su voz en la quietud de la vida o en el momento de la
“oscuridad”.
Tal vez, estemos nosotros en estos aspectos en la incertidumbre y
que la pandemia nos esté afectando. Estamos alterados en el ritmo de
lo que era nuestra vida, hace meses que solo oímos malas noticias
que han oscurecido la realidad diaria y la esperanza. Muchos
experimentan el temor a la enfermedad, el temor económico, el sentir
que la senda se ha estrechado y no saben cómo salir de estas
situaciones difíciles. Mientras escribo este texto internan a un amigo
nuestro de toda la vida, Benito Bongarrá en Buenos Aires, un siervo
del Señor, y en la localidad de Tornquist, a la hermana carnal de una
creyente. Oro y oramos por ambos y continuamos haciéndolo por
todos nuestros familiares y aún por nosotros mismos, pedimos que el
Señor nos permita pasar por este “Valle de sombra de muerte”
escuchando su Voz, y que su vara y su cayado que nos infunda
aliento.
¿Estoy seguro de que soy su oveja? Y en ese caso, ¿qué clase de
oveja soy? ¿Escucho su voz diariamente? ¿Tengo comunión
permanente, entro y salgo con su compañía?, o ¿solamente recurro al
Pastor Celestial en los casos de emergencia?
Les dejo esta afirmación poderosa del Señor y les aliento a confiar
en la misma:
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo
les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las
arrebatará de mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor
que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi
Padre. Yo y el Padre uno somos.
(Juan 10:27-30)
Capítulo 24: “Yo soy El Buen Pastor”
(1)Ver
http://www.freebiblecommentary.org/pdf/spa/VOL01_spanish.pdf, pág.
185.
Capítulo 28: Yo Soy El Camino
“YO SOY EL CAMINO” (Jn. 14:6).
El Señor se levantó en su época aquí en la tierra y se proclamó
como el único camino, por el cual el hombre debía andar para conocer
al Padre.
Notemos que los discípulos habían estado con el Señor durante los
3 años o más que duró su vida en público, lo conocieron en todo lo
que enseñó, los milagros, las respuestas a los interrogantes más
personales, algunos le vieron transfigurado y como dice Juan: vieron
su gloria, etc., pero llega la hora de la intimidad y la despedida. El
Señor se encarga de revelarles las verdades últimas,sus palabras son
de consuelo y preparación, por lo que ha de venir. Esto será como un
terremoto espiritual, Judas le vendería y luego terminaría ahorcado,
Pedro le negaría, la fe de ellos flaquearía, aún después de que
supieron que había resucitado, su reacción fue esconderse por miedo
a los judíos.
Las circunstancias son bien conocidas por nosotros, el Señor
estaba participando de la última cena con sus discípulos, Él lo sabía
muy bien lo que acontecería porque le había dado la orden a Judas
que fuera a hacer “lo que tenía que hacer y que lo hiciera pronto” (Jn.
13:27). Habían quedado los otros 11 apóstoles y el Señor, esos
momentos fueron de mucha intimidad y perplejidad porque ellos no
sabían los entretelones, y suponían que Judas estaba ayudando (Jn.
13:29), pero también había un drama supremo. Judas se convierte a
Satanás, rechazando finalmente al Señor (Jn. 13:26-28).
Esto marca el inicio de la etapa final de la vida del Señor y Él lo
sabía, le quedan pocas horas para dar a los suyos instrucciones , por
eso, las palabras adquieren un peso inimaginable.
Tomás, el incrédulo, como había sido inquietado por las palabras
acerca de que se iría, hace una pregunta doble, no sabía ni el camino
ni el destino final, del cual le hablaba el Señor.
Uno piensa: “No puede ser, ¿cómo es que no sabe dónde queda “la
casa de mi Padre” (que es el lugar que al que el Señor se dirigía)?,
¿cómo pasó tanto tiempo con el Señor y ahora le dice que no sabe el
“camino”? Él no sabía estas dos cosas tan importantes, ¿acaso no le
había escuchado hablar, antes como el único que podía restablecer la
comunión perdida del hombre con Dios?
Yo no puedo juzgar al pobre Tomás en su perplejidad porque
muchas veces yo he reaccionado de la misma manera.
También, es interesante ver que los Herodianos y los fariseos
mandaron a tentar al Señor, ellos le dijeron: “sabemos que con verdad
enseñas el camino de Dios” (Mr. 12:14). Aunque se trataba de una
trampa, de la cual salieron perplejos sin poder engañar al Señor, sus
enemigos afirmaban esta verdad.
Ahora, ellos demuestran que no sabían cómo llegar al Padre ni
sabían el camino ni siquiera habían “visto” al Padre, a pesar de que
ellos escucharon los testimonios, los milagros, la voz del cielo, que
aprobó a su Hijo, etc.
El Señor se movió en un mundo de confusión teológica, recuerdan
los distintos caminos por los cuales los judíos habían perdido el
rumbo: los fariseos, los saduceos, los escribas, los intérpretes de la
ley, envueltos como hasta el día de hoy en las fantasías y
declaraciones de rabinos, que se relatan en el Talmud, los griegos
perdidos en sus disquisiciones filosóficas, el mundo entero
influenciado como hasta el día de hoy por el ocultismo babilónico, etc.
Hay tanta basura teológica en las redes, en los medios masivos de
comunicación que el mundo necesita escuchar nuevamente como dice
el antiguo himno: “Dime la antigua historia, del celestial favor, de Cristo
y de su gloria, de Cristo y de su amor. Dímela con llaneza propia de la
niñez. Porque mi mente es flaca, necesita sencillez” Y el coro dice:
“Dime la antigua historia. Cuéntame la victoria. Háblame de la Gloria.
De Cristo y de su amor”.
La gente del siglo XXI, necesita escuchar a los hijos de Dios
proclamar que Jesucristo es el único Camino al Padre. Las grandes
“mentes filosóficas” nos han llevado por distintos caminos, pero su fin
es muerte. Cristo fue, es y será el único camino para que los hombres
y mujeres de todas las edades encuentren su nueva relación como
hijos de Dios.
Cuántas veces me he callado la boca y no he aprovechado la
oportunidad de presentar a Cristo como el Camino que lleva al Padre.
Perdón Señor por mi silencio.
Que en momentos de tanta incertidumbre personal y colectiva,
podamos poner toda nuestra fe en aquel que dijo: “YO SOY EL
CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA NADIE VIENE AL PADRE SINO
POR MÍ” (Jn. 14:6).
Capítulo 29: Cabeza de la Iglesia
Este es un título típicamente paulino, pues es él quien lo desarrolla
en su carta a los efesios y en otros escritos, haciendo las siguientes
declaraciones:
En el capítulo 1:15-23 enseña que el poder de Dios sentó a Cristo a
su diestra en lugares celestiales, y por lo tanto lo dio por cabeza sobre
todas las cosas a la iglesia.
Debemos tener en cuenta los alcances de las declaraciones de
Pablo. Les recuerdo que escribió como todos los autores de la
Sagrada Escritura, inspirado por el Espíritu Santo, que la posición del
Señor es la exaltación a la máxima autoridad celeste entronizado a la
mano derecha del trono del Padre en igualdad de condiciones de
soberanía, sobre todo el mundo espiritual que conocemos solo por
vislumbres en pocos pasajes de la Escrituras y del universo físico del
cual también tenemos un conocimiento muy limitado, dado que su
vastedad es tan grande que el hombre sólo ha alcanzado a investigar
una pequeña parte. Todo está bajo su control y sostén como dice
Colosenses: “Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda
creación. Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en
los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos,
sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado
por medio de él y para él” (Col. 1:15-16).
Esta es una de las enseñanzas básicas para esta nueva creación
que es la iglesia de Cristo, más adelante nos dirá que Él es “el
fundamento” y “la principal piedra del ángulo” (Ef. 2:20), pero en el
pasaje que enuncia el título que estamos considerando hablan de un
símil a un cuerpo humano: Él es la cabeza. Esto es autoridad,
gobierno, posición ejecutiva, como dijimos anteriormente, Cristo no ha
delegado a ninguna autoridad ni divina, ni creada, angélica o humana,
esta posición. Él es y posee la autoridad única e intransferible de su
cuerpo espiritual que es Su iglesia.
En Ef. 4:15, se nos dice que “siguiendo la verdad”, debemos crecer
en aquel que es la Cabeza que es Cristo, igual en Col. 1:18. La vida
cristiana es un crecimiento que se produce estando unidos a nuestra
Cabeza, así como ninguno de nuestros miembros del cuerpo físico
crece sin estar perfectamente unido al resto del organismo y todo
proviene de la cabeza que nutre y gobierna las partes que vemos y no
vemos de nuestro cuerpo, Cristo nuestra cabeza espiritual alimenta a
su iglesia de todas aquellas verdades vitales que precisa para
desarrollar el servicio que cada miembro tiene en el cuerpo que es su
iglesia.
La vida cristiana es tomada como un reflejo de lo que es nuestra
propia experiencia al tener un cuerpo físico y conocer sus funciones.
El apóstol Pablo nos habla de la vida espiritual como un crecimiento
continuo y que cada uno debe en la obra del Señor ejercer sus propios
dones, interrelacionándonos en comunión los unos con los otros. Así
como nuestro propio cuerpo físico se resiente cuando uno de sus
miembros deja de funcionar al unísono con los otros, todo debe ser
interdependiente en la obra del Señor y esto redundará en el
desarrollo de una obra en comunión los unos con los otros, que se irá
expandiendo en forma sostenida en la medida que cada miembro
visible o invisible cumpla con su deber, no hay un trabajo por sencillo y
humilde que sea que tenga menor valor, todos somos necesarios.
¿Quién conoce los órganos internos de su cuerpo y su
funcionamiento? ¿Alguien suele preguntarse espontáneamente, por
ejemplo, por su vesícula? Lo dudo, pero cuanto hacemos un
“desarreglo”, salta la voz de alerta y nos acordamos de ella, tenemos
que tratarnos con remedios y comida adecuada. Ha estado allí
sirviéndonos muchos años de nuestra vida, pero nunca nos hemos
acordado de ella mientras funcionó, hasta que fue afectada y
enseguida reaccionamos.
Así pasa en la vida de la iglesia, no hay ni siquiera un vaso de agua
dado en el nombre del Señor que quedará en el olvido, algo tan simple
tan sencillo, pero afecta al desarrollo de la obra cristiana. Cuánto más
debemos hoy llevar la palabra de consuelo, de ánimo, de esperanza.
El mensaje cristiano trae paz al corazón humano porque su contenido
es de perdón y vida eterna.
En Ef. 5:23, dice: “Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su
cuerpo, y él es su Salvador”, no sólo es la cabeza a la cual debemos
estar sujetos, sino también es nuestro Salvador. El autor reconoce que
sin Él estábamos muertos en nuestros delitos y pecados, y que
cuando lo aceptamos como tal, ingresamos en un cuerpo espiritual
que es la iglesia y que Cristo es su cabeza.
Que el Señor me ayude a continuar creciendo en Él. En la vida
cristiana, no debe haber desnutridos espirituales.
Meditemos en el siguiente pasaje:: “para que habite Cristo por la fe
en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor,
seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál
sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el
amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos
de toda la plenitud de Dios. Y a Aquel que es poderoso para hacer
todas las cosas mucho más abundantemente de lo que pedimos o
entendemos, según el poder que actúa en nosotros, a él sea gloria en
la iglesia en Cristo Jesús por todas las edades, por los siglos de los
siglos. Amén.” (Ef 3:17-21).
Capítulo 30: Santo y Justo
El apóstol Pedro tiene una destacada acción en los primeros
capítulos del libro de los Hechos. En los inicios de la vida de la iglesia,
en sus discursos apologéticos con los sacerdotes y principales
autoridades judías presenta al Señor como el “Santo y Justo” (Hch.
3:14), aquí podemos ver la verdadera actitud de los “príncipes de
Israel”, mientras Pilato se dio cuenta de que estaba entregando a la
muerte a un inocente, y falló en todas las veces que le declaró
inocente, hasta que en una actitud cobarde “se lavó las manos” y se
declaró inocente de esta muerte.
Estos son atributos divinos, por ejemplo en el Antiguo Testamento,
recordamos el llamado de Moisés: “Viendo Jehová que él iba a ver, lo
llamó Dios de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él
respondió: Heme aquí. Y dijo: No te acerques; quita tu calzado de tus
pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es” (Ex.3:4-5).
Isaías capítulo 6 es otro ejemplo clásico en el cielo alrededor del
trono de Dios clamaban: “Santo, Santo, Santo, Jehová de los ejércitos”
(v.3) y así podríamos citar muchísimos pasajes, o ejemplos que
hablaban de la santidad del Señor como un atributo único de la
deidad, lo mismo se enseña en todo el Nuevo Testamento, ya hemos
visto varias veces este tema en nuestras meditaciones.
Esta condición de Santidad y Justicia ha declarado a la obra del
Señor eficaz para nuestra salvación, así como el cordero debía ser
perfecto para ser sacrificado, el Cordero de Dios fue santo y sin
mancha ante Dios y los hombres: “ni hubo engaño en su boca”, había
profetizado Isaías (53:9), fue limpio y sin contaminación.
Pedro les recrimina a sus paisanos esta actitud, les dice que “El
Dios de nuestros padres ha glorificado a su Hijo Jesús” (Hch. 3:13).
El Señor cumplió exactamente lo profetizado, cuando le vio Juan El
Bautista le llamó el “Cordero de Dios”. Aquí, Pedro nos dice que ese
Cordero está sentado a la diestra de Dios porque es Santo y Justo.
Por eso, su sacrificio fue perfecto y aceptado ante los ojos de Dios.
El autor de la carta a los hebreos desarrollará más extensamente la
perfección de este sacrificio, acepto ante Dios y que con un solo
sacrificio, dio por cumplidos todos los requisitos para nuestra salvación
y por lo tanto es irrepetible: “fue hecho una vez y para siempre” (Heb.
7:27; 9:12; 10:10 y 10:12).
Los mismos demonios que le conocían antes de su encarnación le
llamaron así, diciendo: “¡Ah! ¿qué tienes con nosotros, Jesús
nazareno? ¿Has venido para destruirnos? Sé quién eres, el Santo de
Dios” (Mr. 1:24).
A la virgen María se le anunció: “también el Santo Ser que nacerá,
será llamado Hijo de Dios” (Lc. 1:35).
Ahora bien, nosotros hemos sido declarados justos, por Dios, eso
se llama justificación, es en base a su muerte en la Cruz, como dice el
apóstol Pedro: “Porque también Cristo padeció una sola vez por los
pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios, siendo a la
verdad muerto en la carne, pero vivificado en espíritu” (1 Pe. 3:18).
Es en base a esta “santidad y justicia del Señor”, que podemos
estar seguros de nuestra salvación, por este título Santo y Justo,
debemos agradecer al Señor por estas cualidades que nosotros
podemos compartir y ser bendecidos por ellos, recordemos la
exhortación de las escrituras: “sino, como aquel que os llamó es santo,
sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque
escrito está: Sed santos, porque yo soy santo (1 P. 1:15-16)
Dios, usando la metáfora del saltador de la garrocha, ha puesto la
vara muy alta, pero lo interesante es que nos ha dado todas las bases
para que podamos vivir de una manera que sea sin mancha en el
mundo donde se han perdido todos los límites y ya no se sabe dónde
está lo moral y lo amoral, todo es relativo. Los filósofos griegos decían
que “el hombre es la medida de todas las cosas”, y los modernos
pensadores nos dicen que si a una persona algo le hace sentir bien,
mientras no afecte a otros, está todo bien. O hay límites, no hay
reglas, no hay nada en que comparar y así en este relativismo moral
que vivimos, no sabemos sinceramente dónde y cómo va a parar este
modelo de sociedad en la que todo es confusión.
Debo mirar mi vida a la luz de esta enseñanza: el Señor es Santo y
Justo, y yo debo vivir en esta condición de hijo de Dios, el Espíritu
Santo que está en nosotros, es la herramienta poderosa que nos dejó
el Señor para vivir como Él quiere.
Les dejo este pensamiento al encarar el día: “enseñándonos que,
renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, vivamos en este
siglo sobria, justa y piadosamente” (Tito 2:12).
Capítulo 31: Autor de la Salvación o de la
Vida
Recordemos que el nombre dado al Señor, es Jesús, que significa
JEHOVÁ SALVA, es por eso que el escritor a los Hebreos dice, que Él es
“el autor de la salvación” (2:10).
En Hechos 3:15,el apóstol Pedro usa esta misma palabra griega, que
ha sido traducida “Autor de la vida”, al acusar a los judíos de haber
matado al Señor.
En Hebreos 12:2 se traduce: “autor y consumador de la fe”.
El diccionario Strong del significado de las palabras griegas, dice que
puede traducirse: “autor, dirigente, jefe, príncipe”.
Este título como se remarca en las tres veces que aparece, está
relacionado a los sufrimientos del Señor a lo largo de su vida, que fueron
que tanto físicos: hambre, sed, cansancio, persecuciones, etc.; como
espirituales: dolor, incomprensión, falta de fe de sus propios discípulos,
peleas entre ellos, uno le traicionaría, etc. Pero, dice la escritura que el
Señor no vaciló en ningún momento, sino que enfrentó la muerte con
todo lo terrible que significó, fue golpeado y torturado por los judíos,
luego azotado y torturado por los romanos y finalmente,
vergonzosamente fue desnudado, exhibido públicamente y en esa
condición, crucificado entre dos ladrones. Les recuerdo que esta clase de
muerte era terriblemente dolorosa, la agonía podía llegar a días, pero en
el caso del Señor sabemos que fue crucificado a las 9 de la mañana y a
las 3 de la tarde (la misma hora en que el cordero pascual era muerto en
las casas de los judíos) la escritura dice que entregó su espíritu al Padre.
El Autor y Consumador de nuestra salvación dio su vida por mí.
La película cinematográfica LA PASIÓN batió récords de taquilla, y se
basó solamente en las horas entre el momento en que el Señor es
tomado preso y todas las torturas a las cuales fue sometido hasta su
muerte. Los musulmanes por primera vez pudieron ver una película en
que se viera a Cristo morir en la cruz y su resurrección. El Señor permitió
que así el evangelio fuera predicado, sin violar ninguna ley islámica, ya
que ellos mismos la divulgaron como propaganda antijudía y así el
mensaje de salvación les llegó a millones de musulmanes que nunca
irían a ver algo semejante porque lo tendrían prohibido.
El camino de su humillación, en Flp. 2:8, describe que estando en la
condición de hombre se humilló a sí mismo.
No sé si en la eternidad podremos comprender este misterio de
nuestro Salvador, ahora, escapa a mi razón: Dios humillándose al
extremo de afrontar la muerte y muerte de cruz.
El autor de mi salvación y la tuya, lo hizo. Dejó su gloria, para tomar
forma humana y afrontar la cruz con toda su vergüenza y dolor. Esto lo
vemos expresado en la profecía de Isaías 53, y muchos pasajes del
Nuevo Testamento.
Pero la identificación del Autor de la salvación con los suyos es tal
que dice: “que Él no se avergüenza de llamarlos hermanos” (Heb. 2:11),
esto me asombra, que el Autor de mi salvación, me ama de tal manera
que me llama “su hermano”.
En Cristo, el creyente es elevado a esta condición de hijo de Dios
desde el momento de su conversión. Hemos sido sellados con la
presencia misma del Espíritu Santo, lo cual es el sello de propiedad
divina y la habilitación para pertenecer a la familia de Dios.
Por esto, la escritura nos habla de una Salvación tan grande, una
oferta grandiosa de la gracia de Dios: pertenecer a su familia, ser hijos
de Dios, en Cristo, el autor de nuestra salvación.
Debo alabar a Dios por su gracia y misericordia, ya que me amó de tal
manera que entregó a su propio hijo, y por puro amor declara hijos suyos
a los que hemos creído en Él.
En mi casa paterna había un cuadrito que decía: “¡qué maravilla, el
Señor nos llama sus hermanos!” (Heb 2:17).
Demos gracias al Señor por su gran amor al brindarnos lo mejor que
tenía, su amado Hijo quien murió por nosotros, “el justo por los injustos,
para llevarnos a Dios” (1 Pe. 3:18).
Oremos por nuestro país en estos momentos en que la pandemia
tiene récords de infectados y muertos en todo el país, pero básicamente
en el Gran Buenos Aires, oremos por el personal de la medicina abocada
a este tema, ya están agotados al extremo, clamemos a Dios, pero
fundamentalmente para que el mensaje del evangelio, con la esperanza
de salvación de que acepten al Autor y consumador de la fe, sean salvo,
sus pecados perdonados y entren en la familia de Dios, que pase lo que
pase luego con su vida, ya tienen vida eterna asegurada por Aquél que
no se avergüenza de llamarse “su hermano” (Heb. 2:17).
Pensemos en esta pregunta sin respuesta: “¿cómo escaparemos
nosotros, si descuidamos una salvación tan grande? La cual, habiendo
sido anunciada primeramente por el Señor, nos fue confirmada por los
que oyeron” (Heb. 2:3).
Capítulo 32: El Apóstol
Si había una figura que era respetada en Israel era la del Sumo
Sacerdote, porque era la autoridad máxima en el orden religioso. Dado
que estaban bajo el yugo romano cuando ocurrieron los
acontecimientos del Nuevo Testamento, cobró mayor relevancia
porque era la autoridad máxima del judaísmo ante el Imperio.
Pero, en los pasajes de Hebreos 2:17, 3:1, 4:14 al 5:10 y otros del
libro (15 en total), se llama al Cristo: el “gran sumo sacerdote” del
nuevo pacto, se nos enseña que es mayor que el sumo sacerdocio
aarónico, del cual los judíos se jactaban.
Recordemos el Sumo Sacerdote Judío, en la fiesta anual más
importante entraba en el lugar Santísimo del tabernáculo y del templo,
en el Día del Perdón, llamado en hebreo Yom kipur, para ofrecer un
sacrificio en expiación primero por sus propios pecados y, luego, otro
por todo el pueblo. El desarrollo de este tema escapa en su dimensión
al propósito de estas meditaciones por su extensión, así que nos
limitamos a mostrar algunas particularidades. Si en su primera entrada
su sacrificio, que era por sus propios pecados, no era aceptado, moría
como juicio de Dios. Dicen las tradiciones que, por eso, llevaba una
soga atada a una de sus piernas mientras que el otro extremo
quedaba fuera del lugar Santísimo y así si moría desde afuera, lo
sacaban sin tener que entrar al lugar prohibido. (Ver esta fiesta
relatada en Levítico 16).
En el Heb. 2:17, se nos relata acerca de la necesidad de que este
Sumo Sacerdote fuera semejante a nosotros, por eso, desde los
evangelios y siguiendo todo el Nuevo Testamento, se nos relata el
gran misterio de la encarnación, Dios tomando forma humana. Por
ejemplo “el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios
como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando
forma de siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la
condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente
hasta la muerte, y muerte de cruz” (Flp. 2:6-8), “para expiar los
pecados del pueblo” (Heb. 2:17).
En Hebreos 3:1 se nos invita a considerar, es decir, detenernos a
mirar atentamente “al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión
Cristo Jesús”. En el capítulo anterior le vimos bajo el título de
“apóstol”, en este bajo el de “sumo sacerdote”. La característica que
se nos apunta en primer lugar es que fue “fiel”. El Señor pudo decir al
Padre en su oración final en Jn. 17:4: “Yo te he glorificado en la tierra;
he acabado la obra que me diste que hiciese”. Esta es la oración
sacerdotal, el Señor está orando como si la Cruz ya hubiese pasado, y
estando en esta exclamó con las últimas fuerzas humanas que le
quedaban: “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: ‘Consumado
es’. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu” (Jn. 19:30).
La característica que se nos señala en Heb. 3:2 es que es fiel, el
Señor Jesús cumplió con su tarea con toda fidelidad, y se lo compara
con el máximo prócer del judaísmo, Moisés, que también fue fiel. Pero,
Jesús es superior a Moisés porque es el que hizo la casa, una
metáfora que remarca su dignidad: Él construyó la casa de la que
luego Moisés fue fiel como administrador de la misma.
En Heb.4:14, menciona que “traspasó los cielos”, el suyo es un
sacerdocio celestial, en contraposición del sacerdocio de Israel, que es
terrenal. El Sumo Sacerdote judío “traspasaba” la cortina que
separaba el lugar Santo del Santísimo una sola vez al año, pero Cristo
lo hizo una sola vez y para siempre entrando en el santuario celestial,
como se enfatiza continuamente en este libro del Nuevo Testamento.
Recordamos cuando el Señor en Hch. 1 fue tomado y ascendido a
los cielos, y Pedro en su discurso en Hch. 2:36 dice: “a este Jesús que
vosotros crucificasteis Dios le ha hecho Señor y Cristo”. Nuestro Sumo
Sacerdote está en los cielos.
Pero, además, mediante una forma literaria que se llama negar
para afirmar, en Heb. 4:15, usa una doble negación para afirmar que
tenemos un sumo sacerdote que puede compadecerse de nosotros.
Como cuando nosotros decimos: “Hace frío, ¿no?” y este “no” refuerza
afirmativamente lo dicho. Qué identificación tan gloriosa que el eterno
Hijo de Dios tomara forma humana para poder comprender nuestro
drama, no hay experiencia humana de la cual el Señor no pueda
compadecerse, Él sufrió como verdadero hombre, tuvo sed, hambre,
angustia al ver a la gente tuvo compasión de ellas, les dio alimento, les
sanó sus enfermedades, enfrentó por tres veces a la muerte y le
arrebató sus víctimas, nadie en la historia del Antiguo Testamento,
pudo resucitar un muerto “que hiede porque es de cuatro días” (Jn.
11:39), el Señor había llorado ante la tumba al ver el dolor de todos los
que estaban allí, por eso, puede compadecerse de nuestro dolor
porque se hizo hombre. En el último tiempo falleció Gracielita, parte de
nuestra familia, nosotros, nuestra familia, nuestros hermanos los que
la conocieron, estamos siendo consolados por el Señor mismo, Él está
a nuestro lado, nos recuerda que es nuestro Sumo Sacerdote que se
compadece de nuestro dolor, y nos acaricia, diciéndonos: “No se turbe
vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí. En la casa de
mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho;
voy, pues, a preparar lugar para vosotros. Y si me fuere y os preparare
lugar, vendré otra vez, y os tomaré a mí mismo, para que donde yo
estoy, vosotros también estéis. Y sabéis a dónde voy, y sabéis el
camino” (Jn. 14:1-3).
Capítulo 34 (continuación): Sumo
Sacerdote.
Al terminar de escribir el capítulo anterior di por concluido el tema,
pero después de mirar lo que nos quedaba a considerar del libro a los
Hebreos, cambié de opinión y quiero invitarles a meditar un poquito
más sobre este título porque me ha hecho bien pensar en algunos
aspectos del mismo.
La división del cap. 4 al 5 del libro a los hebreos que consideramos
ayer, no ha sido la mejor porque en realidad deberíamos abordarlo
como una unidad. De paso, les recuerdo que la división de la Biblia en
capítulos y versículos no ha sido inspirada por el Espíritu Santo (sí las
palabras usadas en los idiomas originales), el cap. 5:1-10 sigue el
tema del nuevo Sumo Sacerdote, el Señor, y marca las diferencias con
el sacerdocio imperante, los descendientes de Aarón, y el Sumo
Sacerdote Celestial del cual nos dice, además de describir sus
funciones, que ha sido llamado al sacerdocio según el orden de
Melquisedec. Como hemos dicho antes, un descendiente de Judá
como lo fue Jesús del linaje Real no podía ser a la vez sacerdote, pero
aquí la escritura nos lleva a pensar en este personaje que aparece
como un relámpago fugaz en la escritura, en el incidente donde
Abraham le ofrece los diezmos según Ge. 14. En el cap. 7 de
Hebreos, se amplía este tema y se nos dan más datos de este
sacerdocio celestial, dice el v. 3: “sin padre, ni madre, sin genealogía,
que ni tiene principio de días, ni fin de vida, sino hecho semejante al
Hijo de Dios, permanece sacerdote para siempre”.
Aquí está la explicación bíblica de aquella figura tan extraña del
Génesis. El Señor es Sumo Sacerdote por una orden celestial,
superior al de Aaron que era terrenal, Él pertenece a una orden eterna
y celestial (ver Salmo 2). Todo el argumento de Hebreos es muy
significativo, por eso, el autor toma tiempo en desarrollarlo.
“Ahora bien, el punto principal de lo que venimos diciendo es que
tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la diestra del trono de
la Majestad en los cielos” (Heb 8:1), este es otro punto interesante, los
sacerdotes humanos morían y eran reemplazados, pero el nuestro es
eterno.
El Señor entró al templo Celestial, habiendo ofrecido su sacrificio
expiatorio, siendo Sumo Sacerdote y a la vez el Cordero de Dios que
quita el pecado del mundo. Al hermano Horacio Alonso le escuché
decir: “el Sumo Sacerdote entraba cada año, al lugar Santísimo, por
sus propios pecados, llevando sangre ajena, nuestro Sumo Sacerdote,
Cristo, entró una sola vez y para siempre, con sangre propia y por
pecados ajenos”.
El sacerdocio humano era renovable y falible por propia naturaleza,
a veces, si el sacrificio no era aceptado por Dios, como dijimos, el
Sumo Sacerdote moría en el lugar Santísimo. Pero, el nuestro está en
el lugar más alto, terminó su trabajo en la cruz, allí exclamó:
“Consumado es”, por lo tanto, dice la Escritura: “Por lo cual Dios
también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo
nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los
que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda
lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre”
(Flp. 2:9-11).
A manera de conclusión de este gran tema hay tres acciones que
debemos hacer, porque la vida cristiana no es un estado de “éxtasis
contemplativo”, sino de acción, la conclusión está en el cap. 10:21-25
de este libro de Hebreos que les dejo que ustedes mediten y
desarrollen con más detalle.
El primer imperativo es Heb. 10:22: “Acerquémonos (…) con
corazón sincero, (…) y limpios”.
El segundo es 10:23: “Mantengamos (…) la fe de nuestra
esperanza”.
El tercero en 10:24: “Y considerémonos los unos a los otros para
estimularnos al amor y a las buenas obras”.
Quiera el Señor que juntos podamos poner en práctica estas
hermosas exhortaciones de la Palabra de Dios. Al considerar a
nuestro Sumo Sacerdote, en primer lugar, doy gracias a Dios por
haberme amado a tal punto que Cristo murió por mis pecados y los
echó a lo profundo del mar como dice la escritura. Mi Sumo Sacerdote
dio su propia vida por mí, ahora, me pide que me acerque a Él, me
mantenga firme y mire a mi alrededor a mis hermanos, que nos
estimulemos unos a otros y juntos socorramos a un mundo muy
convulsionado, lastimado, herido por el pecado y la injusticia. En la
actualidad, debemos orar por nuestras autoridades, y por la situación
injusta que plantean las fuerzas policiales de la provincia de Buenos
Aires, que son los que nos deben resguardar, pero por lo visto, ellos
mismos se sienten desamparados. Oremos para que este duro y difícil
conflicto se termine solucionando en paz, y sin que tengamos que
derramar lágrimas por hechos violentos que se pueden desatar en
cualquier momento. Estamos ante una crisis muy seria y como pueblo
de Dios oremos a nuestro Sumo Sacerdote para que las autoridades
encuentren una solución pacífica y justa.
Les dejo con esta palabra de Dios:
Por ejemplo, cita Is. 40:3: “Voz que clama en el desierto: Preparad
camino a Jehová; enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios”.
Juan el bautista la aplica directamente al Señor Jesús en Mt. 3:3;
Mal.3:1: “He aquí, yo envío mi mensajero, el cual preparará el camino
delante de mí; y vendrá súbitamente a su templo el Señor a quien
vosotros buscáis, y el ángel del pacto, a quien deseáis vosotros. He
aquí viene, ha dicho Jehová de los ejércitos” (cp. Mr. 1:2-3)
En Isa. 44:6: “Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová
de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí
no hay Dios. (cp. Ap. 22:13), “el Alfa y la Omega”. Otras citas para
comparar: Jer. 23:6 con 1 Co. 1:30, Sal. 24:10 con 1 Cr. 2:8.
También Isa. 43:11: “yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien
salve”, Lc. 19:10 “El hijo del hombre vino a buscar y salvar lo que se
había perdido” y Jn. 10:9: “Yo soy la puerta, el que por mí entrare será
salvo; entrará y saldrá y hallará pastos”. “En palabras que aún los
niños podían entender, Jesús dijo, que Él vino a ser el salvador del
mundo”.
Recomiendo a los que quieren indagar más del tema, pueden
buscar y leer este hermoso libro: La magnificencia de Jesús, de H.
Rimmer.
Este es una verdad que a veces hemos pasado por alto, Dios
siempre ha obrado de la misma manera en la búsqueda de restablecer
la comunión perdida entre Adán y Eva a causa del primer pecado,
Dios le había puesto un límite, había un árbol del cual no podían
comer: “porque el día que de él comieres morirás” (Gén 2:17). En el
capítulo 3, la mujer primero y el hombre después, siendo tentados,
comieron y al pecar, pagaron las consecuencias, murieron
espiritualmente, no pudieron tener comunión con Dios, no solo ellos,
sino todos los descendientes de la raza humana, hasta nosotros.
La humanidad ha tratado de romper esas consecuencias y
humanamente es imposible, por esto, Dios mismo estableció un
“mediador” que tuviera su propia naturaleza, su Hijo, y participara de la
nuestra y pudiera así ser el puente, el camino, por donde nosotros
pudiéramos retornar a la vida espiritual y comunión con Él.
Al escribir esto se celebra en el hemisferio sur, el nacimiento de la
primavera. La estación en la cual pareciera que la naturaleza misma
nos enseña acerca de la necesidad de un renacimiento. Tanto las
plantas como los animales silvestres, pareciera que vuelven a la vida.
En casa, dos árboles frutales nos lo han indicado claramente, un
ciruelo se llenó de flores y, ahora, ya están sus pequeños frutos
desarrollándose y el damasco está en todo su esplendor, es todo flor,
sin hojas, una maravilla que está proclamando a su manera un canto a
la nueva vida.
En las páginas del Nuevo Testamento, se nos habla de este nuevo
nacimiento que el ser humano puede experimentar, en el evangelio de
Juan 3 hay una conversación muy interesante entre un maestro judío y
Jesús. Este le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere
de nuevo, no puede ver el reino de Dios”. (v.3). Esta afirmación causó
perplejidad, pero este es el camino de nuestra verdadera vida, tener
un encuentro personal con el Mediador, solo debemos pedirle a Él que
entre en nuestra vida, es una experiencia única, que traerá una
primavera eterna, ya que Cristo nos vuelve a dar la vida perdida a
causa del pecado, el apóstol Pablo la describe así: “De modo que si
alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he
aquí todas son hechas nuevas” (2 Co. 5:17).
Podemos confiar plenamente en el MEDIADOR, entre Dios y los
hombres, Jesucristo hombre, en quién hemos puesto nuestra fe,
porque Él es el único que siendo auténtico Dios tomó forma humana
para lograr nuestra salvación. El mediador en el Antiguo Testamento
es el mismo Jesús del Nuevo Testamento. Alabemos a Dios por su
grandeza, por su humillación y exaltación. Él es nuestro ÚNICO
MEDIADOR.
Capítulo 43: Gran pastor
Hemos visto el título de Pastor de las ovejas en Juan 10, pero aquí
en otro contexto, el autor de la carta a los Hebreos nos da otra faceta
de su obra. En primer lugar, al decir “Y el Dios de paz que resucitó de
los muertos a nuestro Señor Jesucristo” (13:20) muestra la acción
del Padre que ha efectuado la paz, por medio de la muerte y la
resurrección del Gran Pastor, la que lo capacita para que podamos
hacer toda buena obra, cumpliendo su voluntad.
Esto es lo que podemos experimentar como hijos de Dios,
integrantes de su familia, una cosa es decir que Jesús es pastor y
otra: “El Señor es mi pastor” (Sal. 23). Esto cambia toda la relación, al
usar el pronombre posesivo: “mi”, se acepta que el Pastor es “mío”.
Lo convierte en una experiencia personal, me pone bajo su
protección, guía, amparo, me permite tener satisfacción en el
proyecto de vida que Él quiere darme, escuchar su voz, oírle a pesar
de que el sendero se oscurezca y no lo vea, escucharé su voz, y su
vara y su cayado estarán presentes.
También hay otro aspecto de este título, en 1 Pedro 5:4, se le
llama el “Príncipe de los pastores”. Este es uno de los oficios dados a
la iglesia, el de los guías espirituales, llamados “ancianos”, “pastores”
o “sobreveedores u obispos”, que son personas capacitadas con
dones para apacentar o pastorear la grey de Dios. Esta es una
función que involucra muchas acciones prácticas algunas en parte
didácticas como: enseñar la Palabra, aconsejar, dirigir la obra
espiritual y material de la iglesia, que son tareas inagotables. El
apóstol Pablo dice que la practicó en Éfeso, de día y de noche, y
trabajando con sus propias manos, por aproximadamente tres años
(Hechos 20).
Cristo es un ejemplo total en este sentido. Él es Pastor (Juan 10),
Gran Pastor (Heb. 13:20), mi Pastor (Salmo 23) y el Príncipe de los
pastores que cuida a su iglesia (1 Pedro 5:4).
Que el Señor me permita comprender cada día cada uno de estos
aspectos prácticos de su obra y obrar de acuerdo con ellos.
Capítulo 44: El libertador