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No pudo reaccionar a tiempo a la escena frente suyo.

Eran las 12 de la noche exactamente,


celebrando el próximo año 2017. Y sin si quiera iniciar el primer segundo de la víspera, Lucrecia
yacía agonizando en el piso junto a su atacante. Una mujer rubia y delgada, con un vestido de
fiesta ajustado y una daga con unos extraños símbolos en la hoja. La daga estaba manchada de la
sangre de su maestra agonizante. Quien Agatha creía que era un acolito de ella, se volvió en su
asesina. La mujer se percató de Agatha en la escena, paralizada y tratando de tomar algún objeto
para defenderse. Levantando la guitarra, su único objeto más cercano. La mujer solo miro a la
discípula con una sonrisa traviesa. “No sabía que había más personas aquí lindura” comento la
mujer desconocida mientras que observaba el pánico en los ojos de Agatha, que solo permanecía
allí. Paralizada por el miedo de no saber con quién se estaba enfrentando. La voz de la mujer era
seductora y dulce, coqueteándole como si fuese su presa. La voz era sobrenaturalmente atrayente.
Agatha trago saliva y grito tratando de apartar la mirada del cuerpo inerte de su madre. “¡Quien
mierda eres! ¿Acaso eres uno de esos nefandos? ¡Porque mataste a mi madre!” grito Agatha
entonando con mucha más fuerza la última frase ya con lágrimas en sus ojos. La mujer solo se rio
un poco, disfrutando de la agonía de la joven. “Lamentablemente no tengo mucho tiempo para
hablar querida, será en otro momento.” Comento mientras que esta se hacía una con las sombras
de la habitación. Dejando a la chica junto a lo que fue su madre en la habitación oscura, solo
iluminada por los fuegos artificiales que resplandecían de vez en cuando por las ventanas. Recién
siendo una adulta, con apenas 18 años y sin poder si quiera decirle adiós. La habitación de la casa
de lucrecia, un lugar tan lleno de recuerdos hermosos. Manchado con el cuerpo de su madre.
Agatha se acercó a su mentora rápidamente tomándole el vientre sangrante, con una respiración
agitada. Tratando de no caer en pánico de la situación. Los labios de Agatha temblaban con el solo
pensamiento de que esto estaba en realidad pasando. Lucrecia tomo las pocas fuerzas que tenia
de su dolor, sin poder hablar por el corte profundo en la garganta y la hemorragia constante en su
pecho. Tomo suavemente la mejilla de la chica, con lágrimas en los ojos y con una pequeña
sonrisa, tratando de tranquilizar a la niña de la perdida, aceptando su destino. Agatha entre sus
balbuceos solo se pudo escuchar un “no te vayas… por favor…” cual repetía entre lágrimas por su
incapacidad de curarla. Permaneció abrazando el cuerpo por un tiempo, sintiendo como poco a
poco el calor de su madre adoptiva se desvanecía.

Agatha permaneció allí llorando por unos momentos, aunque parecían horas. Para luego escuchar
un ruido atrás suyo. Con miedo, se levantó y salió corriendo hacia la ventana. La abrió con rapidez,
siguiendo sus instintos de supervivencia. Miro por curiosidad atrás. Para ver a un iniciado de su
maestra ver la escena. El iniciado que la observo era Aaron, un chico que despertó hace un tiempo
haciendo una tocata en un bar de Montreal, conocía a Agatha por un tiempo. La considero como
una buena amiga para aprender mejor música. Pero él no se esperaba que fuera ella quien matase
a la maestra de ambos. Mientras que Agatha observaba a su compañero por unos segundos. Aaron
pudo jurar ver que tras uno de los estallidos de los fuegos artificiales que reflejaban a contra luz de
la silueta de Agatha, se podían ver dos cuernos en la figura. Aaron solo grito del terror al ser
iluminada la habitación de nuevo por la luz exterior y observar a Agatha empapada de sangre.
Agatha con solo escuchar el grito, salió por la ventana. Corriendo de tejado en tejado mirando
paranoicamente atrás suyo. De entre sus miradas para atrás se llego a resbalar con el tejado
escarchado cayendo fuertemente a uno de los callejones de la ciudad. Se desplomo a un tacho de
basura. Clavándose vidrios y golpeándose por el impacto. Permaneció allí por unos segundos.
adolorida por la caída, se trato de levantar débilmente. Bajando lentamente del tacho de basura.
Camino unos pasos débiles para luego apoyarse a la pared del callejón, viendo las luces constantes
salir de los fuegos artificiales, encandilándola con su luz. Necesitaba esconderse, ella estaba segura
de que el concilio no le iba a creer que ella no mato a su maestra. No habría motivo, pero igual
siempre se le espero de ella hacer cosas horribles. Ser un monstruo.

Se trato de limpiar la sangre con un charco cercano. Arruinándose más la ropa que había
preparado para salir a festejar con su maestra. En el charco llego a ver su reflejo, con su maquillaje
corrido, ojos rojos de tanto llorar y empapada de sangre que no es suya, con moretones de la
caída. Solo respondió con un suspiro de decepción.

Wa a seguir mas tarde, vamos que se puede.

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