La historia y la forma de escribirla van cambiando según el tiempo que se viva, esto lo vamos a notar en cualquier etapa de la historia, no hay excepción. La historia del siglo XVI no se queda atrás, pues hay mucho misterio e información oculta a propósito. Para ser un historiador del siglo XVI no solamente se necesitaba ser medianamente bueno a la hora de escribir o datar crónicas, para poder historiar, era necesario ser apasionado, centrado y ser lo más hábil posible, prácticamente necesitabas saber dos cosas bases, lo que te hacía falta y lo el conocimiento que no tienes. Por ejemplo, para poder historiar, era necesario saber lenguas antiguas como el latín, pues muchos grandes conocimientos, están escritos en esta lengua, después, centrarte en los estudios de la ciencia, no necesariamente humanística.
El historiador necesitaba ser centrado y la vez ordenado, su escritura
prácticamente perfecta, para historiar es necesario ser escuchado y comprendido, necesitaba unir las dos corrientes historiográficas para crear una sola, lo viejo con lo nuevo, transformar las ideas y adaptarlas a su realidad y su percepción.
Escribir historia no es fácil, el hecho no es lo único con lo que se juega a la hora
de datarla, hay mucho contexto aparte de todo, las razones, el animo y que llegaba a suceder también son parte de la historia, omitirla es básicamente no hacerlo. El autor llega a considerar que la historia se asemeja a la poesía, de hecho, no la poesía y la historia no hacen mala dupla, aunque ambas son complicadas, es difícil guardar respeto cuando se habla sobre un suceso y no involucrar de más o de menos.
Jiménez Nora y Gómora Francisco, “Escribir historias en el siglo XVI”.