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Raúl Arias*

Tzántzicos dentro y fuera

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E n el año 1963 los tzántzicos


hicieron un acto desacrali-
zador que denominaron Anfitea-
Ulises describe lo ocurrido: La con-
vocatoria era una cartulina negra
en la que, en letras plateadas, se
tro, poesía puesta en escena informaba de la participación de Un
realizada precisamente en el Anfi- Médico, Dos Practicantes y un
teatro del Instituto de Anatomía del Muerto. Se trataba de la disección
Hospital Eugenio Espejo de Quito. de la sociedad y en particular de la
situación política. El Médico enun-
Ulises Estrella, en su libro testimo- ciaba los errores cometidos por el
nial Memoria incandescente Muerto, que simbólicamente era el
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(2003), recuerda que a mediados país. Y se lo veía acostado en la


de ese año, en vísperas de la ins- mesa cubierto con una sábana.
talación de la dictadura militar,” los Los dos Practicantes, junto al ca-
tzántzicos tuvimos una prueba de dáver, leían en coro un poema, una
originalidad en la estética de la re- especie de responso satírico en el
sistencia”. que se fortalecía la necesidad de

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la muerte de la vieja sociedad para semanal de lecturas en diversos


que pueda surgir una nueva. De espacios del país.
pronto se levantó el muerto y con
gran vozarrón intimidó al público, Y así era, efectivamente. En este
diciendo: Orden, subversivos, des- tiempo de dictadores disfrazados,
alojen la sala. Los 300 estudiantes de trampas y corrupciones en la
28 que llenaban el auditorio salieron política y en la economía, de fis-
atropelladamente. cales fiscalizados, de caos gene-
ral, los tzántzicos habrían
Estrella anota: El interés no era el vislumbrado la presencia, no de
espectáculo sino una provocación un muerto por resucitar, sino de un
a favor de generar una conciencia Frankestein en construcción den-
crítica. Los actos tzántzicos eran tro de un laboratorio. Es lo que
coyunturales, una crítica de actua- nos entregan a diario los gestores
lidad más que una depuración en de una patria que no sabemos a
los textos poéticos… Buscábamos dónde la llevan. Frankenstein en
escenarios para mantener un ritmo acción bamboleante, terrorífica.
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En casa del pintor Oswaldo Guayasamín, de izquierda a derecha: Simón Corral, Antonio Ordóñez, Raúl Arias,
Alfonso Murriagui, Marco Muñoz, Euler Granda y Luis Corral.

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Los actos recitantes de los vera acusación social que luego
tzántzicos formularía de manera directa.

Coyunturales, de acuerdo a la Ahora: odiado por los derechistas,


vida social y política del Ecuador detestado por mini y micro ensa-
o de Latinoamérica, los tzántzi- yistas que le aplican la cobarde y
cos elaboraron textos, poemas, sistemática represalia del silencio, 29
canciones, collages. Con pocos ignorado por pontífices y periodis-
recursos pero mucha imagina- tas “sesudos” pero aplaudido en
ción, resolvían una puesta en es- universidades, colegios, sindica-
cena de acuerdo al tema tos, etc., el tzantzismo, tierno e in-
desarrollado. solente, es, mal que pese a sus
adversarios, la verdad de nuestra
Anotemos que durante el tiempo que cultura (y el público así lo siente:
gobernó la dictadura militar entre los tzántzicos son los únicos poe-
1963 y 1966, se realizaron más de tas capaces de tener lleno com-
15 recitales y numerosos eventos, pleto en cualquier local donde se
alusivos a la política represiva. presentan).

Agustín Cueva valoró de manera Negación de toda retórica, es, a


precisa el papel desempeñado por la vez, nuestra poesía y la impo-
los poetas tzántzicos y así se ex- sibilidad actual de una absoluta
presó en su ensayo Entre la ira y poesía: es el germen y el fracaso
la esperanza: de nuestra ternura; la dimensión
exacta, auténtica, de un momento
En efecto, los tzántzicos aparecie- en el que el artista toma concien-
ron cuando en Ecuador se había cia del alcance social como de las
pasado de la literatura de la mise- limitaciones de la palabra. Por
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ria a la miseria de la literatura, para eso, entre el acto y el grito pró-


decirlo parafraseando a Marx, y ximo al estallido, el tzantzismo se
por eso su primera reacción fue la afirma como una forma de arte
de denunciar a los literatos y a la ceremonial y agresiva, destinada
literatura-denuncia que por su- a vencer la capa de inercia,
puesto llevaba ya, implícita, la se- cuanto la barrera opresiva-repre-

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siva que le oponen los detentado- Damos por sentado que es impo-
res del poder socio-político. sible la existencia de un arte que
defienda la injusticia y la explota-
La herencia: proseguir en la ción del hombre por el hombre.
lucha. Sabemos que existe solo una po-
sibilidad para lograr una buena
30 El tiempo, en su implacable reco- obra y una verdadera actitud: la re-
rrido, se ha ido llevando uno a uno beldía.
a estos poetas de la resistencia y
la formación de una conciencia so- Sin plantear una norma estética,
cial que permita enfrentar y dete- reclamamos una actitud del crea-
ner a los detentadores del poder. dor. Su obra tiene que ser cum-
Sus voces permanecen, su poesía plida como respuesta a ese
es vigente, y en ella se alienta la requerimiento, a esa aspiración del
lucha y la posibilidad de cambios medio que estrechamente le rodea
estructurales. Dejaron huellas im- y de la humanidad con todas sus
borrables, que son recogidas por complicaciones.
poetas de nuevas generaciones a
las que es difícil engañar. No tenemos más que esta vida
para vivir y tenemos que hacerlo
Un texto del año 62, publicado en en medio de esta revolución y por
la revista Pucuna, anotaba: este mundo.
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* Raúl Arias. (Quito, 1943). Formó parte del grupo de los Tzántzicos en la década de los años 60 y publicó
en la revista Pucuna sus primeras producciones literarias. En los años 70 se incorporó a la revista La
bufanda del sol. Entre sus obras literarias se encuentran: ‘Poesía en bicicleta’ (1975), ‘Lechuzario,
poesía’ (1983), ‘Espejo: un zapador de la colonia americana’ (1989), ‘Pedal de viento, antología poética’
(2004). También ha trabajado en varias producciones radiofónicas como ‘Pensamiento y cultura de
Nuestra América’ (1980), ‘Escritores Ecuatorianos’ (1981), entre otras.

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