V. Ficha de Contratos Parte General - Roitbarg 28-9-23

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Ficha de Contratos: parte general (corresponde al contenido de la Unidad


V del Programa de DERECHO ECONÓMICO )

Profesor Roitbarg

Material de Estudio extractado del libro “Contratos civiles y comerciales”, Colección


Cuadernos de Derecho, autor Marcelo R. Roitbarg, A-Z Editora, Buenos Aires, 2011,
5ª edición, con actualización de los temas de acuerdo al nuevo Código Civil y
Comercial (Ley 26.994).

Capítulo 3. GENERALIDADES DE LOS CONTRATOS

1. Definición del articulo 957 del Código Civil y Comercial (CCC)

La mencionada disposición establece: “Contrato es el acto jurídico mediante


el cual dos o más partes manifiestan su consentimiento para crear, regular,
modificar, transferir o extinguir relaciones jurídicas patrimoniales”.
El contrato es un acto jurídico; esto es, un acto voluntario lícito que tiene por
fin inmediato la creación, modificación o extinción de derechos y
obligaciones.
Necesariamente, debe ser bilateral o plurilateral, según que, para su
perfeccionamiento se exija la concurrencia de dos o más partes con
intereses diferenciados. Los contratos de cambio son bilaterales, en tanto
que los contratos asociativos (los que dan nacimiento a una sociedad o a
una asociación) tienen, por lo general, el carácter de plurilaterales (la
circunstancia de que una sociedad pueda constituirse con dos socios no
excluye la posibilidad de que, a futuro, puedan incorporarse otros).
La definición legal de contrato se refiere a dos o más partes como otorgantes
del acto, es decir, a personas con intereses diferenciados. En la
compraventa, por ejemplo, el interés del comprador radica en que le sea
entregada la cosa adquirida, en tanto que el del vendedor radica en que le
sea pagado el precio pactado; en la sociedad (la sociedad anónima
unipersonal es una situación excepcional), aunque la finalidad a obtener sea
común a todos los socios (obtener beneficios repartibles derivados de una
explotación comercial o productiva), cada socio tiene un interés diferente,
que está dado por su ambición de ocupar un cargo en el órgano de
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administración, o imponer su decisión en la reunión de socios, o influir sobre


los otros en la dirección de los negocios o en la operatividad de la empresa
Por último, el contrato tiene necesariamente contenido patrimonial, porque
las obligaciones que de él se derivan también lo tienen (conf. art.1003 CCC).
El objeto de la obligación debe tener contenido económico, de forma tal que,
ante el incumplimiento, el acreedor pueda ejecutar el patrimonio de su
deudor.
2. Naturaleza Jurídica
En el punto precedente ha quedado expuesta la naturaleza jurídica del
contrato: se trata de un acto jurídico, en los términos del art. 259 CCC (acto
voluntario lícito que tiene por fin inmediato la adquisición, modificación o
extinción de relaciones o situaciones jurídicas), de carácter bilateral y con
contenido patrimonial.

Entre acto jurídico y contrato, entonces, existe una relación de género a


especie.
3. Convención, contrato y pacto.
Aunque en los tres casos nos encontramos ante actos jurídicos bilaterales,
existen diferencias conceptuales remarcables.
Por convención se entiende el acuerdo de voluntades al que arriban dos o
más partes sobre cuestiones extrapatrimoniales (p.ej.: dos universidades
celebran un convenio de colaboración pedagógica; en el marco de un juicio
de divorcio, los cónyuges celebran un convenio sobre tenencia de los hijos y
fijación de régimen de visitas, etc.).
El contrato, según dijimos, es un acto jurídico bilateral y patrimonial.
El pacto supone el acuerdo en virtud del cual las partes de un contrato,
mediante una cláusula especial, modifican los efectos naturales de dicho
contrato. Daremos un ejemplo de pacto.
Los arts.1051 a 1058 CCC están referidos a la responsabilidad por vicios
ocultos, que pesa sobre los transmitentes cosas. Se trata de un efecto
natural de los contratos onerosos (p.ej: del contrato de compraventa). Las
partes, sin embargo, pueden pactar expresamente en el contrato dejar sin
efecto dicha obligación, lo que es común cuando, por ejemplo, se adquiere
un automóvil chocado.
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4. Autonomía de la voluntad. Libertad de contratar y libertad


contractual
La materia contractual se halla regida por el principio de la autonomía de la
voluntad, que Vélez receptaba en el art. 1197 del C.C., en los siguientes
términos: “Las convenciones hechas en los contratos forman para las partes
una regla a la cual deben someterse como a la ley misma”.
El CCC, bajo el título de “efecto vinculante” da cabida al mencionado
principio en el art.959: “Todo contrato válidamente celebrado es obligatorio
para las partes. Su contenido sólo puede ser modificado o extinguido por
acuerdo de partes o en los supuestos en que la ley lo prevé”.
La idea se completa con la previsión del art.958 CCC: “Las partes son libres
para celebrar un contrato y determinar su contenido, dentro de los límites
impuestos por la ley, el orden público, la moral y las buenas costumbres”.
La autonomía de la voluntad supone la existencia de libertad de contratar,
entendida como la facultad de celebrar o no el contrato, y de libertad
contractual, es decir, de estipular las cláusulas que más convengan a los
intereses de cada uno.
Sin embargo, el mencionado principio no es absoluto, encontrándose
limitado en nuestro ordenamiento por el orden público, la moral y las buenas
costumbres. Dentro del concepto de orden público se incluye al interés
colectivo, determinante del intervencionismo estatal en la materia (vgr.
normas relativas a la defensa de los consumidores).
El principio de la autonomía de la voluntad tiene fundamento en el principio
de reserva contenido en el art.19 de la Constitución Nacional, según el cual
“Las acciones privadas de los hombres que de ningún modo ofendan al
orden y a la moral pública, ni perjudiquen a un tercero, están sólo reservadas
a Dios, y exentas de la autoridad de los magistrados. Ningún habitante de la
Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que
ella no prohíbe”. Además, está protegido por el art.17 C.N.: “La propiedad es
inviolable, y ningún habitante de la Nación puede ser privado de ella, sino en
virtud de sentencia fundada en ley…”. En este sentido, la Corte Suprema de
Justicia Nacional ha fallado reiteradamente en el sentido de que los
derechos derivados del contrato integran el derecho de propiedad.
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Siguiendo tales antecedentes y fundamentos, el art.965 CCC dispone: “Los


derechos resultantes de los contratos integran el derecho de propiedad del
contratante”.
Supletoriedad de las normas legales que regulan los contratos
El art.962 CCC establece: “Las normas legales relativas a los contratos son
supletorias de la voluntad de las partes, a menos que de su modo de
expresión, de su contenido, o de su contexto, resulte su carácter
indisponible”.
En este punto debemos realizar una distinción entre leyes imperativas y
leyes supletorias.
Son imperativas aquellas que desplazan a la voluntad de las partes, en la
medida que lo que prevén ha sido establecido en salvaguarda de un interés
general o superior. Las partes del contrato no pueden dejarlas sin efecto.
Las supletorias, en cambio, respetan la autonomía de la voluntad en materia
contractual y sólo rigen en defecto de previsión de las partes.

La fuerza obligatoria de los contratos: su fundamento


Diversas teorías se han esbozado al respecto:
a) Para los representantes del Derecho Canónico, el fundamento de la
fuerza obligatoria de los contratos reside en un criterio de naturaleza moral:
el cumplimiento de la palabra empeñada, que a su vez, es aplicación del
mandamiento divino de "no mentir".
b) Para los cultores del derecho natural laico, representados por Hugo
Grocio, la esencia de la obligatoriedad de los contratos se hallaría en un
primario contrato social tácito, por el cual los hombres se habrían obligado a
respetar sus promesas.
c) Los utilitaristas, especialmente Bentham, consideraban que para el
hombre es más provechoso cumplir las promesas que violarlas, porque si no
las cumple, sus semejantes perderán la confianza que hasta entonces le
tenían, resintiéndose, además, el valor de la palabra empeñada en la
comunidad.
d) Finalmente, la mayoría de la doctrina considera que la fuerza obligatoria
de los contratos radica, tanto en el respeto dispensado por la ley a la
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autonomía de la voluntad de las partes, como en las necesidades del tráfico


jurídico.
La buena fe en los contratos
El principio básico en este punto está contenido en el art.961, que dispone: "
Los contratos deben celebrarse, interpretarse y ejecutarse de buena fe.
Obligan no sólo a lo que está formalmente expresado, sino a todas las
consecuencias que puedan considerarse comprendidas en ellos, con los
alcances en que razonablemente se habría obligado un contratante
cuidadoso y previsor”.
Se distingue en doctrina entre buena fe creencia y buena fe lealtad. La
primera, de carácter subjetivo, implica un estado de ánimo o estado
psicológico de la parte, quien confía en la apariencia de un título o de una
situación jurídica determinada que se le presenta. Así, por ejemplo, quien
contrata con el heredero aparente creyéndolo dueño de los bienes que
enajena, no se verá desposeído luego por el verdadero sucesor.
Corresponderá al Juez, determinar si, en el ejemplo dado, la situación
jurídica era susceptible de generar en el contratante la creencia de que
quien le vendía los bienes era el heredero legitimado para hacerlo.
La buena fe lealtad (de carácter objetivo), en cambio, consiste en el deber
que tiene cada uno de los contratantes de desempeñarse en la negociación
con honorabilidad y prudencia. Lo que se plantea aquí es un patrón de
conducta exigible a las partes contratantes.

5. Los contratos masivos


Nuestro derecho contractual, tal como vimos, se ha construido sobre la idea de
la autonomía de la voluntad, la buena fe, la libertad de contratar y la libertad
contractual, es decir, a la medida del denominado contrato paritario o
discrecional donde las partes, de común acuerdo, determinan sus cláusulas.
En los últimos treinta años -pero desde principios de los años noventa con
mayor fuerza-, acompañando la evolución económica y las nuevas formas de
negocios, ha irrumpido en nuestra realidad la contratación masiva. Con
fórmulas estandarizadas y cláusulas predispuestas, que no admiten posibilidad
de discusión, paulatinamente ha ido desplazando al contrato clásico, que hoy
es casi excepcional.
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Ante la necesidad de contar con instrumentos aptos para dar respuesta a la


agilidad de los negocios y a las exigencias de una economía cambiante,
caracterizada por la producción masiva de bienes y servicios para satisfacer
demandas crecientes de consumidores o usuarios indeterminados, los
contratos masivos aparecen como la solución ansiada.
La característica distintiva de estos contratos es que una parte
económicamente fuerte propone, mediante fórmulas preestablecidas, las
condiciones de la contratación. La contraparte, generalmente consumidor o
usuario, se limita a aceptar o no, sin posibilidad de discutir cláusulas, ni de
alterar tales condiciones.
Dentro de las formas de contratación masiva podemos distinguir entre
contratos predispuestos y contratos por adhesión.
Son contratos predispuestos o “standard” aquellos que el comerciante o
empresario, con vistas a reducir costos y dar mayor agilidad a sus operaciones
comerciales, elabora unilateralmente. Las condiciones generales del futuro
contrato ya están establecidas y la contraparte las acepta o no. En general,
brindan un escaso margen de opción a la contraparte en lo relativo a aspectos
accesorios del negocio (forma de pago, plazos). Pueden elaborarse bajo la
forma de formularios tipo, con claros a completar, o no. Lo importante es que
apuntan a un uso generalizado y no admiten negociación.
El contrato por adhesión es un contrato predispuesto, con condiciones
generales de mayor rigidez, en que la contraparte debe efectuar una
manifestación de adhesión, es decir de acatamiento incondicionado a sus
cláusulas. La única alternativa es adherir o rechazar el contrato.
Los contratos masivos suponen, por definición, la ausencia de negociación de
sus cláusulas. En muchos casos, la parte proponente, aprovechándose de su
posición de fortaleza, incluye condiciones abusivas, cláusulas de eximición de
responsabilidad improcedentes, facultades de rescisión unilateral ante
incumplimientos mínimos, etc. La mayoría de los países cuentan con
legislación de protección a los consumidores y usuarios, a efectos de
desalentar las prácticas abusivas y sancionar a quienes incurran en ellas.
Los contratos de seguro, de telefonía celular, de transporte aéreo, de salud,
son típicos ejemplos de contratación masiva, donde se recurre a fórmulas
predispuestas o por adhesión.
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Para culminar el punto diremos que en los contratos masivos se encuentra


limitada la libertad contractual del consumidor o usuario, en la medida que no
podrá discutir las cláusulas que ya se encuentran predispuestas; no así la
libertad de contratar, que es aquella que lo faculta a aceptar o rechazar el
contrato que se le ofrece.

Capítulo 4. CLASIFICACIÓN DE LOS CONTRATOS

a) Unilaterales y bilaterales
Los contratos son unilaterales cuando una de las partes se obliga hacia la otra
sin que ésta quede obligada. Son bilaterales cuando las partes se obligan
recíprocamente la una hacia la otra. Las normas de los contratos bilaterales se
aplican supletoriamente a los contratos plurilaterales (art.966 CCC).

Los contratos bilaterales, al momento de su perfeccionamiento, engendran


obligaciones para todas las partes intervinientes, p. ej. la compraventa, la
permuta, la locación en sus diversas formas, etc. Los unilaterales, en cambio,
sólo crean obligaciones para una de las partes, p. ej. la donación, la fianza, la
renta vitalicia, etc.
Contratos plurilaterales
En los contratos bilaterales existen obligaciones correlativas; en los
plurilaterales (la sociedad en sus diversos tipos, con la excepción de la nueva
figura de la S.A. unipersonal), los derechos y obligaciones de cada parte se
establecen con relación a las otras partes.
En los contratos plurilaterales resulta posible el ingreso de nuevas partes.
Las prestaciones a cargo de cada una de las partes no tienen que guardar
equivalencia con las prestaciones a cargo de las otras, como en los contratos
de cambio.
Cada una de las partes del contrato tiene un status jurídico diferenciado del de
los demás.
Además del de sociedad, también son plurilaterales, o pueden serlo, los
contratos asociativos (agrupaciones de colaboración, uniones transitorias,
consorcios de cooperación, previstos en los arts.1442 y ss. CCC).

b) Onerosos y gratuitos
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Los contratos son a título oneroso cuando las ventajas que procuran a una de
las partes les son concedidas por una prestación que ella ha hecho o se obliga
a hacer a la otra. Son a título gratuito cuando aseguran a uno o a otro de los
contratantes alguna ventaja, independiente de toda prestación a su cargo
(art.967 CCC).
De lo expuesto se deduce que todo contrato oneroso es, a la vez, bilateral. En
cambio, el contrato unilateral puede ser oneroso o gratuito. Veamos un
ejemplo. El contrato de mutuo, en caso de no haberse pactado intereses, es
gratuito. Si, en cambio, se hubieran previsto intereses, se transforma en
oneroso, porque el préstamo de dinero que recibe el mutuario encuentra su
razón de ser en los intereses que deberá abonar al mutuante o prestamista.

c) Conmutativos y aleatorios

Los contratos a título oneroso son conmutativos cuando las ventajas para todos
los contratantes son ciertas. Son aleatorios, cuando las ventajas o las pérdidas,
para uno de ellos o para todos, dependen de un acontecimiento incierto
(art.968 CCC)
El contrato de seguro es claramente aleatorio, porque la obligación de
indemnizar el daño, que cabe a la compañía aseguradora, sólo se genera si se
produce el acontecimiento futuro e incierto que es el siniestro (incendio, robo,
granizo, etc.).
d) Formales
Los contratos para los cuales la ley exige una forma para su validez, son nulos
si la solemnidad no ha sido satisfecha. Cuando la forma requerida para los
contratos, lo es sólo para que éstos produzcan sus efectos propios, sin sanción
de nulidad, no quedan concluidos como tales mientras no se ha otorgado el
instrumento previsto, pero valen como contratos en los que las partes se
obligaron a cumplir con la expresada formalidad. Cuando la ley o las partes no
imponen una forma determinada, ésta debe constituir sólo un medio de prueba
de la celebración del contrato (art.969 CCC).
Estos contratos se dividen, a su vez, en:
I Formales "ad solemnitatem": en que la forma es exigida por la ley bajo pena
de nulidad (establece el art.1552 CCC: “Deben ser hechas en escritura pública,
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bajo pena de nulidad, las donaciones de cosas inmuebles, las de cosas


muebles registrables y las de prestaciones periódicas o vitalicias”).
II. Formales "ad probationem": la forma es exigida a los efectos de la prueba
del contrato (art. 1020 CCC: “Los contratos en los cuales la formalidad es
requerida a los fines probatorios pueden ser probados por otros medios,
inclusive por testigos, si hay imposibilidad de obtener la prueba de haber sido
cumplida la formalidad o si existe principio de prueba instrumental, o comienzo
de ejecución. Se considera principio de prueba instrumental cualquier
instrumento que emane de la otra parte, de su causante o de parte interesada
en el asunto, que haga verosímil la existencia del contrato”).
III. No formales: aquellos que no requieren solemnidad alguna para ser
otorgados (art.1015 CCC: “Sólo son formales los contratos a los cuales la ley
les impone una forma determinada”. En concordancia con esto, el art.284,
referido a la forma y prueba de los actos jurídicos, dispone: “Si la ley no
designa una forma determinada para la exteriorización de la voluntad, las
partes pueden utilizar la que estimen conveniente…”).
El artículo 969 CCC, además de la clasificación de los contratos formales,
contiene una previsión que anteriormente se encontraba regulada en el
art.1185 C.C., que establecía: “Los contratos que debiendo ser hechos en
escritura pública, fuesen hechos por instrumento particular, firmado por las
partes o que fuesen hechos por instrumento particular en que las partes se
obligasen a reducirlo a escritura pública, no quedan concluidos como tales,
mientras la escritura pública no se halle firmada; pero quedarán concluidos
como contratos en que las partes se han obligado a hacer escritura pública”. El
CCC sigue el mismo criterio, si el contrato se hubiere celebrado sin la forma
exigida por la ley, no producirá los efectos propios de tal contrato (p. ej: hacer
entrega de la cosa o pagar el precio), pero será tomado como una obligación
asumida por las partes de extender otro contrato respetando la forma
prescripta.
e) Nominados e innominados
Los contratos son nominados e innominados según que la ley los regule
especialmente o no. Los contratos innominados están regidos, en el siguiente
orden, por:
a) la voluntad de las partes;
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b) las normas generales sobre contratos y obligaciones;


c) los usos y prácticas del lugar de celebración;
d) las disposiciones correspondientes a los contratos nominados afines que son
compatibles y se adecuan a su finalidad (art.970 CCC).
En doctrina se ha criticado la clasificación, ya contenida en el art.1143 C.C., y
se ha propuesto una nomenclatura más apropiada: la de contratos típicos y
atípicos. Lo importante no era que un contrato estuviera denominado por el
Código Civil o por una ley especial, sino que se hallara regulado o no por
nuestra legislación.
El CCC, aunque ha respetado la denominación de contratos nominados e
innominados, en el texto del artículo opta por clasificar según el criterio de que
los contratos se encuentren regulados o no en nuestra ley.
Si bien los contratos típicos facilitan la labor de los otorgantes, porque su
preocupación debe centrase casi exclusivamente en las cláusulas particulares
del negocio específico (p.ej.: en una compraventa, identificación del objeto, el
precio, el plazo de pago), pudiendo, prácticamente, desentenderse de las
demás y, paralelamente, dificultan que la parte más poderosa pueda apartarse
del modelo reglado, mediante la desnaturalización de cláusulas, con el
consiguiente perjuicio de la contraparte, necesario es reconocer que los
modelos contractuales típicos se encuentran en franca situación de crisis.
Las necesidades de las actividades económicas han determinado el uso cada
vez más frecuente de formas contractuales atípicas, que combinan
características de distintos contratos típicos, o que encuentran su fuente en las
prácticas y costumbres comerciales.
No obstante que el CCC ha regulado especialmente contratos que antes no lo
estaban (p. ej: factoraje, concesión, agencia, franquicia, etc.), la realidad es que
la regla sigue siendo la atipicidad, por cuanto la dinámica de los negocios muy
rápidamente va generando nuevas formas que no encuadran en las estructuras
contractuales de las figuras especialmente reguladas.
Otras clasificaciones
Las mencionadas hasta aquí son las clasificaciones contenidas en el CCC.
Existen otras, elaboradas por la doctrina, que veremos seguidamente.
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f) De ejecución inmediata y de ejecución diferida


Los primeros son aquellos que empiezan a producir efectos desde el momento
mismo de su celebración, así, por ejemplo, la compraventa, la permuta, etc.
Los de ejecución diferida, en cambio, son aquellos en que las obligaciones a
cargo de las partes comienzan a cumplirse después de transcurrido un cierto
plazo fijado por ellas mismas; por ejemplo, en la locación de un inmueble se
acuerda que, en razón del deterioro que presenta el bien, el contrato recién
comenzará a tener efecto tres meses después de su firma, que es el tiempo
que se tomará el dueño para efectuar las reparaciones.

g) De ejecución instantánea y de tracto sucesivo


Los de ejecución instantánea son aquellos que se cumplen de una sola vez, en
un único acto (p.ej. las compras cotidianas de comestibles). Son de tracto
sucesivo, por el contrario, aquellos que se cumplen por medio de prestaciones
repetidas en periodos convenidos, p. ej: locación de cosas, suministro.

h) Principales y accesorios
Son principales los que no dependen, en cuanto a su existencia, de otro
contrato. Y accesorios, aquellos cuya existencia jurídica depende de otro
contrato. La fianza es el ejemplo clásico de contrato accesorio: extinguida la
obligación del contrato principal, se extingue la fianza por vía de consecuencia.

Contratos consensuales y contratos reales. Eliminación de la categoría de


contratos reales

El art. 1.140 C.C. establecía: “Los contratos son consensuales o reales. Los
contratos consensuales… quedan concluidos para producir sus efectos
propios, desde que las partes hubiesen recíprocamente manifestado su
consentimiento”.

Los contratos reales, para producir sus efectos propios, quedan concluidos
desde que una de las partes haya hecho a la otra tradición de las cosas sobre
que versare el contrato. Forman la clase de los contratos reales, el mutuo, el
comodato, el contrato de depósito, y la constitución de prenda y de anticresis
(arts.1141 y 1142 C.C.).
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Daremos un ejemplo de un contrato de los denominados reales en el régimen


del C.C., para que se comprendan las reacciones que esta categoría de
contratos había generado en doctrina.

En el mutuo (préstamo de consumo), el único obligado era el mutuario, es


decir, la persona que había recibido el préstamo (por ejemplo, reintegrar la
suma de dinero al vencimiento del plazo; pagar los intereses en término). La
entrega de la cosa por el mutuante hacía a la naturaleza del contrato, porque si
no mediara esa entrega (en el ejemplo, el dinero dado en préstamo), el contrato
directamente no hubiera nacido como tal. El contrato no quedaba
perfeccionado (concluido en el texto legal) hasta la entrega de la cosa por el
mutuante.

La doctrina entendía que la entrega de la cosa por el mutuante, comodante,


depositante, no era un elemento constitutivo necesario para la formación de los
contratos de mutuo, comodato, depósito, sino la obligación principal a cargo de
las partes antes mencionadas. Tal postura no sólo implicaba negar la existencia
de los contratos reales, sino afirmar, a la par, que constituían verdaderos
contratos consensuales. Esta postura prevaleció en el seno de la Comisión que
elaboró el Proyecto de Código Civil Unificado con el Código de Comercio de
1998, que eliminó la categoría de contratos reales.

Finalmente, el CCC, siguiendo el mismo criterio procedió a la supresión de tal


categoría de contratos.

Capítulo 5. ELEMENTOS DE LOS CONTRATOS - GENERALIDADES


1. Distintas clases

En general se distinguen en doctrina tres clases de elementos, a saber:


esenciales, naturales y accidentales.
2. Elementos esenciales

Son ciertos requisitos que no pueden faltar en ningún contrato dado que hacen
a su existencia como tal.
La doctrina clásica entiende que los elementos esenciales del contrato son tres:
consentimiento, objeto y causa.
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Algunos agregan la capacidad, pero ésta es en sustancia un presupuesto del


consentimiento. Otros consideran también comprendida a la forma, pero ésta, o
bien cae dentro del consentimiento (cuando es interpretada como
exteriorización de voluntad), o bien configura un elemento propio de
determinados contratos (aquellos en que la ley exige determinadas
solemnidades bajo pena de nulidad, p. ej. las donaciones de bienes inmuebles
y los contratos de renta vitalicia que, por mandato del art.1552 CCC, deben
instrumentarse en escritura pública).
3. Elementos naturales

Son aquellos impuestos por el ordenamiento jurídico en forma supletoria de la


voluntad de las partes. Es decir, están previstos por la ley, pero pueden ser
dejados de lado por convención de las partes. Un ejemplo está dado por la
garantia de eviccion que es un elemento natural de los contratos onerosos, la
cual, sin embargo, puede ser dispensada por un acuerdo expreso en contrario;
otro elemento natural es la gratuidad en el contrato de mandato.
4. Elementos accidentales
Son aquellos surgidos de la voluntad de las partes, que al ser incluidos en un
determinado contrato tienden a modificarlo en algún aspecto. Tales son el
plazo, la condición y el modo o cargo.

Capítulo 12. EFECTOS DE LOS CONTRATOS

l. Concepto
Son efectos de los contratos en general, la creación, modificación, transmisión
y extinción de obligaciones.
2. El efecto relativo de los contratos
La regla en esta materia está dada en los arts. 1021 y 1024 CCC. El primero de
ellos establece: " El contrato sólo tiene efecto entre las partes contratantes; no
lo tiene con respecto a terceros, excepto en los casos previstos por la ley”. En
tanto que el art.1024 CCC dispone: “Los efectos del contrato se extienden,
activa y pasivamente, a los sucesores universales, a no ser que las
obligaciones que de él nacen sean inherentes a la persona, o que la
transmisión sea incompatible con la naturaleza de la obligación, o esté
prohibida por una cláusula del contrato o la ley”.
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El principio general, entonces, es que los contratos sólo producen efectos


respecto de las partes (otorgantes del acto). Se asimilan a las partes sus
sucesores universales, es decir, aquellas personas que a la muerte de uno de
los contratantes ocupan su lugar. Pero esto último admite algunas excepciones,
así por ejemplo, los efectos del contrato no afectan a los sucesores de las
partes cuando se trate de obligaciones "intuitae personae" o cuando la
transmisión esté expresamente prohibida por la ley o por una cláusula del
contrato.
Contratos a favor de terceros
El art. 1027 CCC prevé la situación de las estipulaciones contractuales
establecidas en favor de terceras personas.
Si el contrato contiene una estipulación a favor de un tercero beneficiario,
determinado o determinable, el promitente le confiere los derechos o
facultades resultantes de lo que ha convenido con el estipulante. El
estipulante puede revocar la estipulación mientras no reciba la aceptación del
tercero beneficiario; pero no puede hacerlo sin la conformidad del promitente
si éste tiene interés en que sea mantenida. El tercero aceptante obtiene
directamente los derechos y las facultades resultantes de la estipulación a su
favor. Las facultades del tercero beneficiario de aceptar la estipulación, y de
prevalerse de ella luego de haberla aceptado, no se transmiten a sus
herederos, excepto que haya cláusula expresa que lo autorice. La estipulación
es de interpretación restrictiva.
En esta clase de contratos se pueden diferenciar dos tipos de relaciones:
a) Entre estipulante (persona que contrata en mira de favorecer a un tercero) y
promitente u obligado (es quien debe cumplir la prestación en favor del
tercero). Estas relaciones se rigen por las reglas comunes de los contratos.
b) Entre promitente y tercero beneficiario. El tercero posee una acción directa
para exigir el cumplimiento de la obligación. A su vez, el promitente podrá
oponer al tercero todas las excepciones que le quepan respecto del estipulante,
derivadas del contrato.
En cuanto a la aceptación del beneficio por el tercero, reviste especial
importancia, dado que hasta ese momento el estipulante puede retractarse del
beneficio acordado. La aceptación debe ser comunicada al promitente.
El ejemplo clásico de este tipo de contrato está dado por el seguro de vida,
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donde el beneficiario de la indemnización que debe pagar la Compañía


Aseguradora ante la muerte (siniestro) es un tercero ajeno al contrato.
Contratos por terceros

Dispone el art. 1025 CCC: “Quien contrata a nombre de un tercero sólo lo


obliga si ejerce su representación. A falta de representación suficiente el
contrato es ineficaz. La ratificación expresa o tácita del tercero suple la falta de
representación; la ejecución implica ratificación tácita”.

Taql como se establece en la última parte del artículo, puede ocurrir que el
tercero ratifique el contrato expresa o tácitamente (ejecución de las
obligaciones a su cargo), en cuyo caso aquél será válido. La ratificación hecha
por el tercero a cuyo nombre o en cuyo interés se hubiese contratado, tiene el
mismo efecto que si hubiera autorizado previamente tal contratación, y le da
derecho para exigir el cumplimiento del contrato.

Promesa del hecho de terceros

El instituto está previsto en el art. 1026 CCC, que establece: " Quien promete el
hecho de un tercero queda obligado a hacer lo razonablemente necesario para
que el tercero acepte la promesa. Si ha garantizado que la promesa sea
aceptada, queda obligado a obtenerla y responde personalmente en caso de
negativa”. Lo prometido por la persona que contrató es el cumplimiento de la
obligación por el tercero; garantizó el éxito de la promesa. Caso contrario, es
decir, si el celebrante del contrato sólo se hubiera obligado a influir sobre el
tercero para obtener su cumplimiento, no cabría hablar de pérdidas e intereses.

Capítulo 15. INTERPRETACIÓN DE LOS CONTRATOS

1. Concepto
Interpretar un contrato es desentrañar el sentido y alcance de sus distintas
cláusulas. Cuando las partes del contrato difieren en el significado que cabe
dar a lo convenido, la controversia es sometida a decisión judicial o de árbitros.
2. Régimen del Código Civil y Comercial
El contrato debe interpretarse conforme a la intención común de las partes y al
principio de la buena fe (art.1061 CCC).
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La aplicación del principio de buena fe lealtad (objetiva) conduce a no limitarse


a la literalidad de las expresiones usadas en el contrato cuando del contexto
surge claro que el espíritu que animó a las partes para convenir alguna cosa
fue otro.
La Corte Suprema en este sentido ha dicho que los contratos deben
interpretarse de buena fe y de acuerdo con lo que las partes verosímilmente
entendieron o pudieron entender, obrando con cuidado y previsión, y este
principio cardinal de la buena fe informa y fundamenta todo nuestro
ordenamiento jurídico, tanto público como privado, al enraizarlo en las más
sólidas tradiciones éticas y sociales de nuestra cultura (CSJN, Fallos:
330:1649).
Dispone el art. 1062 CCC: “Cuando por disposición legal o convencional se
establece expresamente una interpretación restrictiva, debe estarse a la
literalidad de los términos utilizados al manifestar la voluntad…”.
Muchas veces, las partes o la ley determinan que ciertas cláusulas deban
interpretarse restrictivamente, es decir, no más allá de los que las palabras
dicen. En este supuesto, la disposición transcripta determina que
corresponderá estar a la letra contractual.
En la segunda parte la disposición establece una salvedad: “…Este artículo no
es aplicable a las obligaciones del predisponente y del proveedor en los
contratos por adhesión y en los de consumo, respectivamente”.
El sentido de esta previsión es otorgar protección a la parte más débil de la
contratación: a quien no pudo discutir cláusulas en un contrato de adhesión y
se limitó solamente a prestar su conformidad, y al consumidor.
Las palabras empleadas en el contrato deben entenderse en el sentido que les
da el uso general, excepto que tengan un significado específico que surja de la
ley, del acuerdo de las partes o de los usos y prácticas del lugar de celebración
conforme con los criterios dispuestos para la integración del contrato.
Se aplican iguales reglas a las conductas, signos y expresiones no verbales
con los que el consentimiento se manifiesta (art.1063 CCC).
Las cláusulas del contrato se interpretan las unas por medio de las otras, y
atribuyéndoles el sentido apropiado al conjunto del acto (art. 1064 CCC).
La interpretación contextual que indica el artículo es la que posibilita integrar el
contrato y darle unidad. Interpretar fuera de contexto y asignarle a las palabras
17

un sentido que no se compadece con el conjunto supone desnaturalizar la


voluntad de las partes.
Dispone el art.1065 CCC: “Cuando el significado de las palabras interpretado
contextualmente no es suficiente, se deben tomar en consideración:
a) las circunstancias en que se celebró, incluyendo las negociaciones
preliminares;
b) la conducta de las partes, incluso la posterior a su celebración;
c) la naturaleza y finalidad del contrato.
El art.1066 CCC consagra el “principio de conservación” del contrato.
Si hay duda sobre la eficacia del contrato, o de alguna de sus cláusulas, debe
interpretarse en el sentido de darles efecto y no de quitárselo. Si el estado de
duda es resultado de varias interpretaciones posibles, corresponde adoptar la
interpretación que más se compadezca con el objeto del contrato.
La interpretación debe proteger la confianza y la lealtad que las partes se
deben recíprocamente, siendo inadmisible la contradicción con una conducta
jurídicamente relevante, previa y propia del mismo sujeto (art. 1067 CCC).
La lealtad en el obrar de las partes y la coherencia entre un accionar previo y la
conducta asumida posteriormente por esa misma parte debe ser tenida en
cuenta al momento de interpretar.
Es importante resaltar que el intérprete será normalmente el juez, porque es a
quien corresponderá resolver las cuestiones suscitadas entre las partes con
respecto a la interpretación y ejecución del contrato sobre el cual mantienen
diferencias.
La regla del artículo, al igual que las antes vistas, posibilitarán al juzgador
aplicar las herramientas hermenéuticas aptas para solucionar los diferendos.
Por último, el art.1068 CCC, establece: “ Cuando a pesar de las reglas
contenidas en los artículos anteriores persisten las dudas, si el contrato es a
título gratuito se debe interpretar en el sentido menos gravoso para el obligado
y, si es a título oneroso, en el sentido que produzca un ajuste equitativo de los
intereses de las partes”.
Se trata de una norma residual que, ante la difícil situación creada a partir de la
ineficacia de las reglas de interpretación que da la ley, opta por recurrir a un
criterio de equidad.
Capítulo 16. EXTINCIÓN DE LOS CONTRATOS
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1. Extinción, modificación y adecuación del contrato

Rescisión
El contrato puede ser extinguido por rescisión bilateral. Esta extinción, excepto
estipulación en contrario, sólo produce efectos para el futuro y no afecta
derechos de terceros (art.1076 CCC).
La rescisión ha sido conceptualizada en doctrina como un acto jurídico
unilateral extintivo, en virtud del cual una de las partes, en contratos cuya
ejecución se extiende en el tiempo, pueden decidir ponerle fin.
Es común que en los contratos de ejecución continuada o que habrán de
vincular a las partes por un lapso prolongado, se prevea la posibilidad de que
cualquiera de ellas, bajo ciertos recaudos de fehaciencia de la notificación que
se curse y de suficiente antelación, pueda comunicar a la contraparte su
voluntad de extinguir el contrato a partir de cierta fecha.
Es característica de las cláusulas rescisorias que se incluyen en los contratos
que la extinción produzca efectos a futuro. Es más, para no afectar a terceros
con la medida, generalmente se hace referencia al modo en que serán
finiquitadas las obligaciones en curso de ejecución.
Aun sin que exista una previsión expresa de cláusula rescisoria en el contrato,
las partes pueden poner fin a su vínculo contractual por mutuo acuerdo en
cualquier momento. Si el contrato nace del mutuo consenso, es lógico que
pueda extinguirse por mutuo disenso. Esta es la rescisión bilateral a que se
refiere el artículo comentado.
El art.1077 CCC establece: “ El contrato puede ser extinguido total o
parcialmente por la declaración de una de las partes, mediante rescisión
unilateral, revocación o resolución, en los casos en que el mismo contrato, o la
ley, le atribuyen esa facultad”.
La rescisión puede ser bilateral, cuando las partes de común acuerdo deciden
ponerle fin a su vínculo contractual, o unilateral, con causa o sin causa y, a su
vez, con fundamento en la ley o en el propio contrato.
El art.1261 CCC, referido a las locaciones de obra y de servicios, bajo el título
“Desistimiento unilateral”, establece: “El comitente puede desistir del contrato
por su sola voluntad, aunque la ejecución haya comenzado; pero debe
indemnizar al prestador todos los gastos y trabajos realizados y la utilidad que
19

hubiera podido obtener…”. Se trata de una causal de rescisión unilateral, con


causa, prevista en la ley.
Otro caso se encuentra previsto en el art.1539 CCC, referido al contrato de
comodato. Allí, bajo el título de “Restitución anticipada”, se prevé otro supuesto
de rescisión unilateral, con causa, prevista en la ley: “El comodante puede
exigir la restitución de la cosa antes del vencimiento del plazo: a) si la necesita
en razón de una circunstancia imprevista o urgente; o b) si el comodatario la
usa para un destino distinto al pactado, aunque no la deteriore”.
La rescisión unilateral especialmente prevista en el contrato (cláusula
rescisoria) la hemos analizado al tratar el artículo anterior. Corresponde ahora,
entonces, conceptualizar la revocación y la resolución como causas de
extinción de los contratos.
Revocación
La revocación es el acto jurídico unilateral en virtud del cual una de las partes
del contrato puede dejarlo sin efecto a futuro, sin retroactividad, sea por su sola
voluntad, sea en virtud de una causal prevista en la ley que lo habilita para
actuar de tal modo. La revocación deja subsistentes los efectos ya cumplidos
del contrato.
Ejemplos clásicos de revocación del contrato se ven en materia de donaciones
y de mandato. El fundamento que generalmente se esgrime para habilitar la
revocación de las donaciones es que el daño que ello puede causar se
encuentra minimizado en la medida que lo que se deja sin efecto es una
liberalidad. Se trata de un contrato gratuito y, por esa razón, la procedencia de
la revocación no supone una cuestión de gravedad.
En el caso de la revocación del mandato, el fundamento que se da para
justificar su procedencia es que se trata de un contrato que se sustenta en la
confianza del mandante en la persona del mandatario; cuando esa confianza
se pierde, lógico es habilitar la revocación del contrato.
Resolución
Por último, la resolución es la extinción de un contrato durante la etapa de
ejecución como consecuencia de una causa sobreviniente, que extingue
retroactivamente los efectos del acuerdo convencional celebrado por las partes.
La resolución tiene su origen en un hecho posterior, sobreviniente a la
celebración del acto jurídico, a diferencia de la nulidad, que es una sanción
20

legal que priva de efectos al contrato, pero que tiene su origen en un vicio
anterior o contemporáneo a la celebración del contrato .
El hecho que opera como causa de la resolución del contrato puede hallarse
previsto en la ley o tener su origen en la voluntad de las partes. Así, por
ejemplo, en el contrato de compraventa puede pactarse una condición
resolutoria, en virtud de la cual si se produce un acontecimiento determinado,
futuro e incierto, las partes se reintegrarán las prestaciones cumplidas. El
art.1169 CCC refiere que la compraventa sujeta a condición resolutoria produce
los efectos propios del contrato, pero la tradición (entrega de la cosa vendida)
o, en su caso, la inscripción registral (si la cosa vendida es un bien que se
transfiere mediante la inscripción en un registro de la propiedad), sólo transmite
el dominio revocable.
El art.1086 CCC, incluido en este mismo Capítulo, prevé que las partes pueden
pactar expresamente que la resolución del contrato se produzca en caso de
registrarse incumplimientos genéricos o específicos identificados.
Una causal de resolución prevista especialmente en la ley se da en el supuesto
de excesiva onerosidad sobreviniente para una de las partes, a raíz de haberse
alterado en forma extraordinaria las circunstancias existentes al tiempo de la
celebración del contrato.
Dispone el art. 1078 CCC: “Excepto disposición legal o convencional en
contrario, se aplican a la rescisión unilateral, a la revocación y a la resolución
las siguientes reglas generales:
a) el derecho se ejerce mediante comunicación a la otra parte. La
comunicación debe ser dirigida por todos los sujetos que integran una parte
contra todos los sujetos que integran la otra;
b) la extinción del contrato puede declararse extrajudicialmente o demandarse
ante un juez. La demanda puede iniciarse aunque no se haya cursado el
requerimiento previo que pudo corresponder, en tal situación se aplica el inciso
f);
c) la otra parte puede oponerse a la extinción si, al tiempo de la declaración, el
declarante no ha cumplido, o no está en situación de cumplir, la prestación que
debía realizar para poder ejercer la facultad de extinguir el contrato;
d) la extinción del contrato no queda afectada por la imposibilidad de restituir
que tenga la parte que no la declaró;
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e) la parte que tiene derecho a extinguir el contrato puede optar por requerir su
cumplimiento y la reparación de daños. Esta demanda no impide deducir
ulteriormente una pretensión extintiva;
f) la comunicación de la declaración extintiva del contrato produce su extinción
de pleno derecho, y posteriormente no puede exigirse el cumplimiento ni
subsiste el derecho de cumplir. Pero, en los casos en que es menester un
requerimiento previo, si se promueve la demanda por extinción sin haber
intimado, el demandado tiene derecho de cumplir hasta el vencimiento del
plazo de emplazamiento;
g) la demanda ante un tribunal por extinción del contrato impide deducir
ulteriormente una pretensión de cumplimiento;
h) la extinción del contrato deja subsistentes las estipulaciones referidas a las
restituciones, a la reparación de daños, a la solución de las controversias y a
cualquiera otra que regule los derechos y obligaciones de las partes tras la
extinción”.
El CCC, con la firme intención de unificar las disposiciones aplicables a las tres
formas de extinción de los contratos analizadas, consagra un procedimiento
novedoso, con soluciones que en el anterior Código se hallaban desperdigadas
en distintas disposiciones que, a veces, se contradecían.
Establece el art. 1079 CCC: “Excepto disposición legal en contrario:
a) la rescisión unilateral y la revocación producen efectos solo para el futuro;
b) la resolución produce efectos retroactivos entre las partes, y no afecta el
derecho adquirido a título oneroso por terceros de buena fe”.
Ya hemos distinguido conceptualmente cada una de las figuras extintivas y se
han analizado sus efectos. Un aspecto a tratar ahora es el contenido en la
última parte del inciso b): los efectos retroactivos de la resolución contractual
no afecta el derecho adquirido a título oneroso por terceros de buena fe.
La resolución, al tener efecto retroactivo, obliga a las partes a reintegrarse lo
que mutuamente se hubieren entregado en cumplimiento del contrato. Esto que
parece bastante fácil de comprender, es más difícil de ser llevado a la práctica.
Ocurre que, en general, la resolución de un contrato en etapa de ejecución da
idea de extensión en el tiempo y de prestaciones periódicas de las partes.
Piénsese en un contrato de suministro en que el suministrado (empresa que
adquiere insumos para su proceso productivo), decide resolver el contrato ante
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un incumplimiento grave en la entrega por parte del suministrante, que lleva al


primero a tener que interrumpir la operación de su fábrica, con serias
consecuencias económicas a futuro. Supongamos que, mientras el suministro
era cumplido en tiempo y forma por el suministrante, el suministrado vendió, a
su vez, parte de los insumos a una tercera empresa que fabrica un producto
distinto, pero que utiliza el mismo insumo industrial. Producida la extinción del
contrato por resolución, las partes se reintegrarán aquello que no hayan
consumido y lo que ya no exista será reemplazado por una indemnización de
daños y perjuicios.
La tercera empresa que durante algún tiempo compró al suministrado una
cantidad de los insumos adquiridos no debe verse afectada por la rescisión
contractual, porque es de buena fe, en la medida que es ajena a los
inconvenientes que luego se suscitaron entre suministrante y suministrado, y
adquirió los insumos a título oneroso.
El CCiv., en su art.1051, establecía: “Todos los derechos reales o personales
transmitidos a terceros sobre un inmueble por una persona que ha llegado a
ser propietario en virtud del acto anulado, quedan sin ningún valor y pueden ser
reclamados directamente del poseedor actual; salvo los derechos de los
terceros adquirentes de buena fe y a título oneroso, sea el acto nulo o
anulable”.
El limitado marco de aplicación en que se consagraba el principio de tercero de
buena fe y a título oneroso en el régimen del CCC (actos nulos relativos a
derechos reales sobre inmuebles), ha sido ampliado enormemente y se
transformado en regla general en materia de extinción de los contratos. Serán
los jueces, en su calidad de verdaderos intérpretes del derecho quienes, en
definitiva, deberán fijar los límites de aplicación del referido principio.
Si el contrato es extinguido total o parcialmente por rescisión unilateral, por
revocación o por resolución, las partes deben restituirse, en la medida que
corresponda, lo que han recibido en razón del contrato, o su valor, conforme a
las reglas de las obligaciones de dar para restituir, y a lo previsto en el artículo
siguiente (art.1080 CCC).
Dispone el art.1081 CCC: “ Si se trata de la extinción de un contrato bilateral:
a) la restitución debe ser recíproca y simultánea;
b) las prestaciones cumplidas quedan firmes y producen sus efectos en cuanto
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resulten equivalentes, si son divisibles y han sido recibidas sin reserva respecto
del efecto cancelatorio de la obligación;
c) para estimar el valor de las restituciones del acreedor se toman en cuenta
las ventajas que resulten o puedan resultar de no haber efectuado la propia
prestación, su utilidad frustrada y, en su caso, otros daños”.
2. Teoría de la imprevisión
Se trata de un supuesto comprendido dentro de la resolución de los contratos.

Fue introducida en el Código Civil por la ley 17.711. El art. 1198 disponía:

"... En los contratos bilaterales conmutativos y en los unilaterales onerosos y


conmutativos de ejecución diferida o continuada, si la prestación a cargo de
una de las partes se tornara excesivamente onerosa, por acontecimientos
extraordinarios e imprevisibles, Ia parte perjudicada podrá demandar la
resolución del contrato. El mismo principio se aplicará a los contratos
aleatorios cuando la excesiva onerosidad se produzca por causas extrañas al
riesgo propio del contrato. En los contratos de ejecución continuada, la
resolución no alcanzará a los efectos ya cumplidos...".

El art.1091, en redacción más amplia, que amplía el ámbito de aplicación a


los contratos gratuitos, establece: “Si en un contrato conmutativo de ejecución
diferida o permanente, la prestación a cargo de una de las partes se torna
excesivamente onerosa, por una alteración extraordinaria de las
circunstancias existentes al tiempo de su celebración, sobrevenida por causas
ajenas a las partes y al riesgo asumido por la que es afectada, ésta tiene
derecho a plantear extrajudicialmente, o pedir ante un juez, por acción o como
excepción, la resolución total o parcial del contrato, o su adecuación. Igual
regla se aplica al tercero a quien le han sido conferidos derechos, o asignadas
obligaciones, resultantes del contrato; y al contrato aleatorio si la prestación
se torna excesivamente onerosa por causas extrañas a su álea propia”.

Una novedad importante que contiene el nuevo texto es la posibilidad del


tercero a quien le han sido conferidos derechos, o asignadas obligaciones en
el contrato de pedir su resolución o bien su adecuación. Es el caso del tercero
interesado, como podría ser el beneficiario de un seguro de vida que, por
efecto de la alteración extraordinaria de las circunstancias existentes al
tiempo de la contratación del seguro, ve en riesgo la indemnización que
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habría de recibir al fallecimiento del tomador.


La onerosidad que tiene en vista el artículo –ha dicho la Cámara Civil de la
Capital Federal con referencia al similar texto del art.1198 CCiv.- no puede ser
apreciada tomando en cuenta únicamente la prestación debida por el deudor
que invoca la previsión; es la (onerosidad) que se vincula con la equivalencia
de las prestaciones recíprocas que en virtud del contrato se deben las partes,
es la (onerosidad) que consiste en que las prestaciones de cumplimiento
diferido dejen de ser económicamente correlativas, de modo que la aplicación
estricta de lo pactado conduzca a una desproporción de dichas prestaciones en
beneficio de una de las partes y en detrimento de la otra (CNac.Civ., Sala C,
30-9-75, Ávila, Oscar R. c/ El Roll S.A.).
En algunos casos que se han llevado a conocimiento de nuestros tribunales
luego de la crisis de los años 2001 y 2002, la excesiva onerosidad
sobreviviente fue consecuencia también de la falta de buena fe de la
contraparte: “…fue la conducta infundada y arbitraria de la recurrente lo que
impidió que la demandada cancelase su obligación en épocas en que regía la
paridad cambiaria entre el peso y el dólar. Y exigirle a su contraria que hubiese
consignado judicialmente las sumas adeudadas, y de esa forma, evitado la
posterior y mayor onerosidad sobreviviente derivada de la devaluación de la
moneda nacional, significa ignorar que fue su propio comportamiento
injustificado, lo que a su vez la constituyó en su propia mora y además, permitió
que la suma ofrecida en pesos se depreciara…es la conducta deliberada y
contraria a la buena fe de la actora, previa al pleito, lo que enerva su derecho a
exigir ahora el pago en dólares ante el órgano jurisdiccional” (CNac.Civ., Sala
H, 15-6-05, Tonconogy, Gala c/Chubb Argentina de Seg. S.A.)

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