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“Yo no sé cuánto sabe cada uno de ustedes acerca del psicoanálisis, sea por sus
lecturas o de oídas; pero estoy obligado […] a tratarlos como si nada supieran y
necesitasen una instrucción preliminar”.
Sigmund Freud
Todo aquel que movido por el deseo de saber se halle de frente con el discurso
psicoanalítico, verá lo atractivo que éste resulta, tan seductor, encantador y desde
luego cautivador, pero sin duda también mortífero, en el sentido de que difícilmente
se puede escapar de él por completo, pues “a quien el psicoanálisis atrapa… ya no
lo suelta”, dice Roustang (1989). Es en el intento de huida cuando el curioso del
saber psicoanalítico se topa con una seria dificultad, un inmenso bagaje teórico y
terminológico, constituido por múltiples conceptualizaciones o nociones dignas de
reflexión, crítica, o desarrollo, y en el intento por clarificar la pertinencia de tales
nociones, termina en medio de severas encrucijadas conceptuales, que en
consecuencia lo llevan a adentrarse cada vez más en las propuestas freudianas.
Una de las conceptualizaciones que sin lugar a dudas más dificultades y aprietos
genera en el cuerpo del psicoanálisis, es la noción de pulsión, esto debido a que su
estatuto y entendimiento conserva algo del orden de lo lúgubre, pues tratar de
precisarle es sumamente complicado, esto como resultado del vasto material que
hace un abordaje reflexivo acerca de esta propuesta freudiana. Tanto se ha escrito
de esta noción (trieb), que hoy día resulta gravoso siquiera definirle aunque sea
someramente, sin embargo, creo legítimo y sobre todo pertinente tratar de darle
morada a un saber, un saber cuya implicación requiere de un retorno a la letra de
algunas personalidades- Freud en primera instancia- que se han dado a la tarea de
interpretar aquellas concepciones sobre este “concepto fundamental del
psicoanálisis”, es decir, la pulsión; tal retorno no busca emplear de manera abusiva
un tecnicismo sino más bien precisar un término que les propio al psicoanálisis y
Creo oportuno iniciar tal hazaña tal como Freud lo hacía, precisando con cierto
grado de antelación las dificultades propias de la tarea, en este caso particular,
puntualizar la inconformidad que el estatuto de conocimiento psicológico de la
pulsión provocaba en el padre del psicoanálisis. Ya desde el año (1915ª), Freud
comunicaba en diversos textos o pasajes, la gran insatisfacción que le invadía que
lo concerniente a la doctrina de las pulsiones estuviera situada en un ámbito oscuro
para el psicoanálisis, “dada la total inexistencia de una doctrina de las pulsiones que
de algún modo nos oriente, está permitido o, mejor, es obligatorio adoptar
provisionalmente algún supuesto y someterlo a prueba de manera consecuente
hasta que fracase o se corrobore” (Freud, 1914, p.75), más tarde, en el año de 1920,
en el texto titulado “Más allá del principio de placer” alude a la importancia de las
pulsiones, refiriéndose a estas como “el elemento más importante y oscuro de la
investigación psicológica” (p.34); en un sentido y en otro resulta paradójico
entonces, que tal elemento que es de interés sumo para el psicoanálisis
permanezca bajo un estatuto irregular, no delimitado, ambiguo incluso.
Freud tenía conocimiento -o cuando menos hasta cierta medida- de las múltiples
dificultades que giraban en torno a precisar este concepto, y en este sentido, en
1915, se da a la tarea de exponer aquello que entendía éste por pulsión, elaborando
un texto con cierto grado de amplitud y profundidad que diera cuenta –al menos en
un primer momento y bajo ciertas premisas- del estatuto de esta conceptualización
dentro del cuerpo del psicoanálisis, específicamente el cómo pensaba que ella
(trieb) operaba, esto para intentar desbrozar este camino lúgubre de investigación
psicológica y resarcir los sesgos de conocimiento en torno al tema, por ello, creo
legítimo traer a cuenta un texto estructural, el más importante en un sentido
referencial, lleno de reflexiones e intelecciones sobre el estatuto de la pulsión, tal
texto es Pulsiones y destinos de pulsión, aquí Freud expone y reflexiona en torno a
Sale a relucir en este intento del padre del psicoanálisis por definir a la pulsión, el
carácter fronterizo de la misma. Freud a lo largo de las múltiples comunicaciones
que fueron dando cuerpo a su sistema de pensamiento, de forma paulatina fue
brindando elementos que hoy día funcionan como un marco referencial para
construir una definición que brinde cierto grado de satisfacción y entendimiento,
algunos de estos referentes se perciben en un par de comunicaciones del famoso
Caso Schreber “Un caso de paranoia descrito autobiográficamente” publicado en el
año de 1911, Freud en esta ocasión describe a la pulsión casi bajo los mismos
términos anteriormente citados, se refiere a esta como: “el concepto fronterizo de
lo somático respecto de lo anímico […] el representante (Repräsentant) psíquico de
poderes orgánicos” (p.68).
Años más tarde y siguiendo la misma línea de Freud, psicoanalistas como Jean
Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis se dieron a la tarea de hacer un recorrido por
la literatura psicoanalítica y cavilar en torno a la terminología técnica de la obra
freudiana y posfreudiana, publicando en el año 1967 un Diccionario de psicoanálisis
para tratar de atender y contrarrestar “la aversión al psicoanálisis expresada con
ironías respecto a su lenguaje” (2019, p. 11), en este intento realizan un abordaje
generalizado acerca de la conceptualización de pulsión, definiéndola como un
“proceso dinámico consistente en un empuje (carga energética, factor de
motilidad) que hace tender al organismo hacia un fin” (2019, p. 385).
Contemporáneamente José de Jesús González Núñez y María del Pilar Rodríguez
Cortés, psicoanalistas mexicanos de la Psicología del yo, han definido a la pulsión
como “una conducta heredada, no aprendida, común a la especie o sea
filogenéticamente determinada, pero aunque es contante no es estereotipada como
en los animales […] es un estado de excitación central […] actúa como una fuerza
contante” (2002, p. 25-26).
Referencias bibliográficas
Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual y otras obras. Tomo VII. Buenos
Aires. Editorial Amorrortu.
--------------(1920). Más allá del principio de placer. Obras completas. Tomo XVIII.
Buenos Aires. Editorial Amorrortu.