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Reflexiones en torno al concepto Pulsión (Trieb) en la Teoría Psicoanalítica

Eduardo Barajas Pérez

“Yo no sé cuánto sabe cada uno de ustedes acerca del psicoanálisis, sea por sus
lecturas o de oídas; pero estoy obligado […] a tratarlos como si nada supieran y
necesitasen una instrucción preliminar”.

Sigmund Freud

Todo aquel que movido por el deseo de saber se halle de frente con el discurso
psicoanalítico, verá lo atractivo que éste resulta, tan seductor, encantador y desde
luego cautivador, pero sin duda también mortífero, en el sentido de que difícilmente
se puede escapar de él por completo, pues “a quien el psicoanálisis atrapa… ya no
lo suelta”, dice Roustang (1989). Es en el intento de huida cuando el curioso del
saber psicoanalítico se topa con una seria dificultad, un inmenso bagaje teórico y
terminológico, constituido por múltiples conceptualizaciones o nociones dignas de
reflexión, crítica, o desarrollo, y en el intento por clarificar la pertinencia de tales
nociones, termina en medio de severas encrucijadas conceptuales, que en
consecuencia lo llevan a adentrarse cada vez más en las propuestas freudianas.

Una de las conceptualizaciones que sin lugar a dudas más dificultades y aprietos
genera en el cuerpo del psicoanálisis, es la noción de pulsión, esto debido a que su
estatuto y entendimiento conserva algo del orden de lo lúgubre, pues tratar de
precisarle es sumamente complicado, esto como resultado del vasto material que
hace un abordaje reflexivo acerca de esta propuesta freudiana. Tanto se ha escrito
de esta noción (trieb), que hoy día resulta gravoso siquiera definirle aunque sea
someramente, sin embargo, creo legítimo y sobre todo pertinente tratar de darle
morada a un saber, un saber cuya implicación requiere de un retorno a la letra de
algunas personalidades- Freud en primera instancia- que se han dado a la tarea de
interpretar aquellas concepciones sobre este “concepto fundamental del
psicoanálisis”, es decir, la pulsión; tal retorno no busca emplear de manera abusiva
un tecnicismo sino más bien precisar un término que les propio al psicoanálisis y

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que de cuando en cuando genera una confusión de pensamiento, justamente por la
diversidad de concepciones, por ello, trataré de esbozar una concepción que me
sea propia.

Creo oportuno iniciar tal hazaña tal como Freud lo hacía, precisando con cierto
grado de antelación las dificultades propias de la tarea, en este caso particular,
puntualizar la inconformidad que el estatuto de conocimiento psicológico de la
pulsión provocaba en el padre del psicoanálisis. Ya desde el año (1915ª), Freud
comunicaba en diversos textos o pasajes, la gran insatisfacción que le invadía que
lo concerniente a la doctrina de las pulsiones estuviera situada en un ámbito oscuro
para el psicoanálisis, “dada la total inexistencia de una doctrina de las pulsiones que
de algún modo nos oriente, está permitido o, mejor, es obligatorio adoptar
provisionalmente algún supuesto y someterlo a prueba de manera consecuente
hasta que fracase o se corrobore” (Freud, 1914, p.75), más tarde, en el año de 1920,
en el texto titulado “Más allá del principio de placer” alude a la importancia de las
pulsiones, refiriéndose a estas como “el elemento más importante y oscuro de la
investigación psicológica” (p.34); en un sentido y en otro resulta paradójico
entonces, que tal elemento que es de interés sumo para el psicoanálisis
permanezca bajo un estatuto irregular, no delimitado, ambiguo incluso.

Freud tenía conocimiento -o cuando menos hasta cierta medida- de las múltiples
dificultades que giraban en torno a precisar este concepto, y en este sentido, en
1915, se da a la tarea de exponer aquello que entendía éste por pulsión, elaborando
un texto con cierto grado de amplitud y profundidad que diera cuenta –al menos en
un primer momento y bajo ciertas premisas- del estatuto de esta conceptualización
dentro del cuerpo del psicoanálisis, específicamente el cómo pensaba que ella
(trieb) operaba, esto para intentar desbrozar este camino lúgubre de investigación
psicológica y resarcir los sesgos de conocimiento en torno al tema, por ello, creo
legítimo traer a cuenta un texto estructural, el más importante en un sentido
referencial, lleno de reflexiones e intelecciones sobre el estatuto de la pulsión, tal
texto es Pulsiones y destinos de pulsión, aquí Freud expone y reflexiona en torno a

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la pulsión, pensándola desde dos ejes, primeramente el biológico y en un segundo
momento (eje) el anímico, sitúa a “trieb” como:

“un concepto fronterizo entre lo anímico y lo somático, como un


representante (Repräsentant) psíquico de los estímulos que provienen del
interior del cuerpo y alcanzan el alma, como una medida de la exigencias de
trabajo que es impuesta a lo anímico a consecuencia de su trabazón con lo
corporal” (p.117).

Sale a relucir en este intento del padre del psicoanálisis por definir a la pulsión, el
carácter fronterizo de la misma. Freud a lo largo de las múltiples comunicaciones
que fueron dando cuerpo a su sistema de pensamiento, de forma paulatina fue
brindando elementos que hoy día funcionan como un marco referencial para
construir una definición que brinde cierto grado de satisfacción y entendimiento,
algunos de estos referentes se perciben en un par de comunicaciones del famoso
Caso Schreber “Un caso de paranoia descrito autobiográficamente” publicado en el
año de 1911, Freud en esta ocasión describe a la pulsión casi bajo los mismos
términos anteriormente citados, se refiere a esta como: “el concepto fronterizo de
lo somático respecto de lo anímico […] el representante (Repräsentant) psíquico de
poderes orgánicos” (p.68).

En un segundo marco referencial, que es precisamente “Tres ensayos de teoría


sexual” (1905) se vislumbra cierto grado de discrepancia en relación a las
definiciones antes plasmadas, aquí la pulsión se transfigura en “la agencia
representante psíquica de una fuente de estímulos intrasomática en continuo fluir
[…] uno de los conceptos del deslinde de lo anímico de lo corporal” (p. 153). No
obstante, es hasta 1915, cuando Freud hace una serie de distinciones entre pulsión
y su representante psíquico (de fuerzas somáticas) y las plasma en “La represión”
y “Lo inconsciente”, en estos ensayos comunica que la pulsión (moción pulsional)
no puede ser objeto de conciencia, ni tampoco puede situarse en el interior de lo
inconsciente, sólo a través, o por medio de ese “algo que la representa”, es decir,
su agencia representante psíquica (agencia representante-representación), que
posee una ligazón con la pulsión, pero no es ella en sí misma, Freud concibe a esa

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agencia representante como “una representación o grupo de representaciones
investidas desde la pulsión con un determinado monto de energía psíquica (libido,
interés)” (1915b, p. 147).

Podemos reflexionar sin duda acerca de la contrariedad que acompaña a las


distintas conceptualizaciones elaboradas por Freud, una contrariedad muy propia
del psicoanálisis, aunque por otro lado, ya realizado un breve recorrido por las
principales nociones plasmadas en diferentes momentos de su escritura, creo
merecedor inteligir sobre el carácter fronterizo, de deslinde, ambiguo o limítrofe de
la pulsión, que parece ser un intento conceptual que trata de delimitar (demarcar) lo
orgánico de lo anímico, al mismo tiempo que genera una estrecha vinculación entre
ambas realidades, es decir, entre la realidad biológica (corporal, orgánica o
somática) y la psíquica (anímica). A ciencia cierta, tal conceptualización desde
Freud (trieb) es lo que une al cuerpo y el alma, al mismo tiempo que desdibuja una
diferenciación entre tales nociones.

La pulsión Freudiana es entonces una propuesta conceptual antipsicológica y


antifilosófica, en el sentido de que interpela el sistema filosófico que sostiene
epistemológicamente a la psicología (platónico-dualista, alma-cuerpo), ya que pone
en evidencia la noción de alma de la cual se sirve la psicología para “hacer” y “ser
ciencia”, es decir, un alma separada del cuerpo; por tales implicaciones la pulsión
debe ser concebida como una conceptualización estructural del psicoanálisis, pues
interroga cuestiones de orden epistemológico, lo que en consecuencia convierte a
este último –al psicoanálisis- en una propuesta subversiva, una contraciencia, al
generar una no correspondencia entre la palabra-cosa (palabra no coincide con la
cosa), el indicio-cosa, el signo-referente, muy propia de la ciencia, plantea una
sobredeterminación.

Siguiendo esta línea subversiva de la propuesta freudiana, creo imprescindible


destacar las características principales de la pulsión desarrolladas por el padre del
psicoanálisis (o mejor dicho aquellos términos conexos al concepto pulsión),
comunicadas en “Pulsión y destinos de pulsión”, es decir, la meta (la satisfacción,
placer), la fuente (soma, cuerpo), el esfuerzo (medida de la exigencia) y el objeto,

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que es lo más diverso, aquello en o por lo cual puede alcanzar la meta (satisfacción).
Freud plantea que la pulsión se satisface, no obstante, no en plenitud, sino en su
recorrido, siempre necesitando de su objeto aunque este sea contingente (1915).
Sin lugar a dudas Freud logra en gran medida su cometido, elucubrar en torno al
estatuto de la pulsión, la forma en la que opera, etc.

Años más tarde y siguiendo la misma línea de Freud, psicoanalistas como Jean
Laplanche y Jean-Bertrand Pontalis se dieron a la tarea de hacer un recorrido por
la literatura psicoanalítica y cavilar en torno a la terminología técnica de la obra
freudiana y posfreudiana, publicando en el año 1967 un Diccionario de psicoanálisis
para tratar de atender y contrarrestar “la aversión al psicoanálisis expresada con
ironías respecto a su lenguaje” (2019, p. 11), en este intento realizan un abordaje
generalizado acerca de la conceptualización de pulsión, definiéndola como un
“proceso dinámico consistente en un empuje (carga energética, factor de
motilidad) que hace tender al organismo hacia un fin” (2019, p. 385).
Contemporáneamente José de Jesús González Núñez y María del Pilar Rodríguez
Cortés, psicoanalistas mexicanos de la Psicología del yo, han definido a la pulsión
como “una conducta heredada, no aprendida, común a la especie o sea
filogenéticamente determinada, pero aunque es contante no es estereotipada como
en los animales […] es un estado de excitación central […] actúa como una fuerza
contante” (2002, p. 25-26).

En un sentido y en otro, las distintas propuestas anteriormente abordadas


colocan a la pulsión bajo un entendimiento dinámico, como una fuerza de empuje,
de excitación constante que busca ser librada parcialmente en el recorrido a través
de los diversos objetos contingentes, la pulsión puede concebirse bajo un estatuto
limítrofe entre lo anímico y lo somático, y subversivo, constituido por múltiples
distinciones y contrariedades terminológicas, y desde luego ambigüedades que le
dan algo de inédito en cada lectura e invitan a generar una construcción contante
de la noción, o mejor dicho del término. Estas contrariedades llevan a la necesidad
de ejecutar diversos retornos, esto para enriquecer la reconstrucción y la crítica del
cuerpo del psicoanálisis, resulta imprescindible perderse cuantas veces sea

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necesario en el saber psicoanalítico, pues sólo de este modo es posible reflexionar
en torno a sus propuestas y posicionamientos epistemológicos, y metapsicológicos
por supuesto. En cada retorno se reaviva la vigencia del psicoanálisis, al
multiversarse se le da una nueva vida.

Referencias bibliográficas

Freud, S. (1905). Tres ensayos de teoría sexual y otras obras. Tomo VII. Buenos
Aires. Editorial Amorrortu.

-------------(1911). Sobre un caso de paranoia descrito autobiográficamente (caso


Schreber). Tomo XII. Buenos Aires. Editorial Amorrortu.

-------------(1914). Introducción del narcisismo. Obras completas. Tomo XIV. Buenos


Aires. Editorial Amorrortu.

-------------(1915a). Pulsión y destinos de pulsión. Obras completas. Tomo XIV.


Buenos Aires. Editorial Amorrortu.

-------------(1915b). La represión. Obras completas. Tomo XIV. Buenos Aires.


Editorial Amorrortu.

--------------(1920). Más allá del principio de placer. Obras completas. Tomo XVIII.
Buenos Aires. Editorial Amorrortu.

González-Núñez, J. y Rodríguez-Cortés, M. (2002). Teoría y Técnica de la


Psicoterapia Psicoanalítica. Ciudad de México. Editorial Plaza y Valdés.

Laplanche, J. y Pontalis, J.B. (2019). Diccionario de Psicoanálisis. Ciudad de


México. Editorial Paidós.

Roustang, F. (1898). A quien el psicoanálisis atrapa…ya no lo suelta. Ciudad de


México. Editorial Siglo Veintiuno.

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