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- AÑO XLVIII - Nº 529

Periódico Mensual Los números atrasados se venden

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Raúl A. Yafar - Telma Beatriz Labrit, Julieta Marmo, Analía Verónica Losada
Marcelo Rodriguez Ceberio - Sebastián Plut - Luis Alberto Stoppiello
Javier Fernández Mouján - Gabriela Abad
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Parejas tóxicas
P
odemos recorrer definiciones que
van desde un rasgo de carácter
hasta una definición integral de una
determinada persona, desde una es-
tructuración específica de la de-
Raúl A. Yafar manda hasta un modo de poner condiciones a las
ansias generalizadas. No importa: hoy el goce del que
hay que huir preventivamente se define con el rótulo
de toxicidad.
Individuos tóxicos, conductas tóxicas, rasgos tó-
xicos, incluso vínculos tóxicos: sea como sea, aban-
donando la multiplicidad de matices que tiene en
término de goce, hoy “tóxico” es el epíteto que define
la molestia, el hartazgo, la insoportabilidad que nos
genera un determinado amigo, la que se genera en un
dúo difícil de desenlazar, la que nos arrincona junto
a un/a compañero/a de aventuras, la que anida en
una pareja desavenida, es decir, todo aquello que sólo
puede dañar, inclusive terminar… realmente mal.
Si antes todo era “líquido”, ahora el nombre de
la repetición neurótica es lo que yo llamaría evento
tóxico.
I al menos aparentemente- el funcionamiento de la
Reseño, en los tiempos, digamos, “actuales”, las
transformaciones de la posición del sujeto con res-
pecto al amor. En un verdadero cocktail encontramos:
1) Un neo-narcisismo -como gustan llamarlo los
teóricos- mucho más encapsulado y autorreferencial
que el del Estadio del Espejo.
2) El vaciado del sistema de Ideales del Yo, me-
diante una relativización tan extrema que pierde todo
su contenido prospectivo.
3) Angustias “panicosas” sin señal, sin objeto -in-
cluso, si al menos, esperaríamos uno insinuado o ve-
lado-, sin partener, sin escenografía.
4) Vida sexual errática, casi nómade, desimpli-
cada subjetivamente. Fundamentalmente esto úl-
timo, con la consiguiente evaporación de un
disfrute real.
5) Consumo de sustancias sin objetivos lúdicos,
que pretenden invulnerabilizar, aplanar o sedar al Yo.
Hay mucho para decir sobre ello, que nos remite
a la repetición fantasmática. Este pequeño paquete
que acabo de resumir es hoy lo tóxico en sí mismo.
Es decir, elegiré a partir de aquí pensar sobre si-
tuaciones de la vida cotidiana, situaciones más allá
de épocas y geografías, modernidades y posmoder-
nidades, situaciones donde cualquier lazo puede su-
mergirnos tóxicamente en escenarios fantasmáticos
ruinosos.
Resaltaré el aspecto mentalizado y escenográfico
de las situaciones que quiero examinar -auténticos
cataclismos o “motines” psíquicos de sus protagonis-
tas- y cómo esas tramas adoptan ora un aspecto bi-
polar, ora un ensamblaje triangular, pero los
resultados son los mismos.
II
Supongamos una actividad grupal cualquiera,
donde hay hombres y mujeres. En ésta puede darse -
vamos a elegir tanto a un hombre como a una mujer-
la posibilidad de que alguien se sienta atraído por otra
persona, pero resaltando que esta persona se consti-
tuye en alguien muy inquietantemente…especial.
Con una salvedad, en el caso que estudiamos lo
hace fundamentalmente a nivel de lo que se cultiva en
Actualidad Psicológica
sus pensamientos. Es decir, diría ya en mis términos,
que comienza el trabajo automático de la fantasma-
tización1. Con el resultado de ese trabajo se constituye
la hipotética o posible relación, no con el otro-de-la-
demanda-real.
Esto es fundamental a ser tenido en cuenta. De-
sata todo el problema.
Por eso es un momento crucial: el objeto pre-
ciado va adquiriendo una significación febril, ansió-
gena, imparable, insistente y, como correlato de ésta,
se va haciendo presente en el sujeto cierta avidez cre-
ciente por detectar signos que revelen si la otra per-
sona - el objeto de esa expectativa - va a prestar
recíproca atención, correspondiendo a su atracción.
Claro, el único problema es que los sentimientos
arrojados sobre ese objeto elegido se han vuelto “tó-
xicos”: el proceso en que se han gestado puede llegar
a ser desquiciante y absorbe toda la vivencia del su-
jeto que a éstas se entrega.
Pero veamos el estado previo, pues no es menor
el contexto que enmarca ese desencadenamiento.
¿Qué pasaba unos momentos antes de este brote ima-
ginario que describo? Digamos que sólo teníamos -
represión. No había siquiera “objeto”.
Si hablamos del muchacho, éste soñaba desde
hace meses o años algunas imposibilidades obsesivas
autorreferidas -tal vez compensándolas con alguna
hazaña fantaseada-; mientras las chicas estaban in-
satisfechas de sí mismas desde tiempos inmemoria-
les y, por lo tanto, lejanas de todo goce sensual
-aunque clásicamente repetían que “la culpa de todo
la tienen los hombres”-.
Ahora la llamada toxicidad revelará el novedoso
panorama. Porque ya no es así: todo ha cambiado. Es
que el ojo de la mente comienza una proyección dis-
tinta, donde asoma desde ese borde estable de la neu-
rosis el escenario fantasmático intoxicante.
Éste puede hacer su exaltada-trágica aparición
como estallido invasor del pensamiento. Lo tóxico
irrumpe en la escena dramáticamente.
III
Por ejemplo2, un muchacho está tratando de pes-
car si tal jovencita lo observa o no, y cómo lo mira, es
decir, pequeños instantes que revelarían una cierta
complicidad, instantes cargados de promesas. Al
mismo tiempo, lo acompaña la sensación de no estar
haciendo algo, quizás impreciso, es decir, alguna con-
ducta extra que debería realizar para conquistarla. Esa
cierta complicidad que busca nunca es del todo lo-
grada, pende de un dato que no está, pero que se su-
pone posible. Es un menos que queda del lado del
sujeto y así es que se marca en él.
Podría ser también que una muchacha anhele a
un muchacho y piense que debería haberle mostrado
algo más de interés o de seducción en la primera con-
versación, incluso “comportarse” de otro modo ante
él. En las mujeres suele tratarse de algún atributo del
que carecerían a nivel de su apariencia de mujer, de
su atractivo, etc. Tenemos también un minus del lado
de ella.
Ambos se están tornando tóxicos: todo lo que an-
helen, lo que soliciten, lo que desenvuelvan será, lo
veremos, dañino para el destinatario.
Este es un movimiento donde las usuales imposi-
bilidades del deseo -como defensas de la vida pulsio-
nal-, marcándose como heridas narcisistas, avanzan
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hacia un circuito mucho más congestionada, abiga- más estúpido, más infantil, más enamorado y más su- desesperación, aunque se dude íntimamente de que
rrado y espeso. friente. A veces esto termina generando situaciones sea verídico.
Un auténtico agujero en lo escópico por donde directamente calificables de acting-outs, por ejemplo, Cuando se alcanza esos instantes novedosos hay
el sujeto será succionado dentro del vórtice de un ir a tocar el timbre de la casa de ella a las tres de la ma- olor a plenitud fantasmática en las inmediaciones. La
huracán. ñana o hacerle un escándalo a él ante otra chica que, toxicidad arrasa todo a su paso. Ante ello a los parte-
La contracara de esta omnividencia mental es en- al final, era una prima, etc., etc. neres sólo les quedará huir de la toxina que se les ino-
tonces la sensación, en ambos ejemplos, de una fuerte cula en cada contacto del sujeto.
pasividad culposa, una inmovilidad y una deuda con V Porque este último detalle no es menor: la neuro-
el rol que se supone deberían cumplir. Los sujetos sis hace “borde” y se precipita hacia un circuito de in-
están bordados por una deficiencia. Esta avanza más Ya apenas comenzado el encendimiento de la si- flado-estallido, abandonando sus defensas previas y
allá desde la mera indisposición cabalgando sobre un tuación, se desprenderán de ésta uno o varios peque- alcanzando la lógica binaria del encendido-apagado,
trasfondo de angustia. ños oasis: mínimos pero inaugurales signos, que se con su ritmo de ansiosa precipitación, breve cenit y de-
El neurótico se está por despeñar hacia su borde transforman en algo hiperpreciado. Actúan de carna- rrumbe fulminante.
fantasmal. Y éste inundará con su toxicidad todo lo das para la más funesta repetición. Estamos en el momento en que se suscita la gloria
que toque. Por ejemplo: ella se haya llevado sin querer su que precede a la repetición: un hito previo, una pausa
Entonces, dos rasgos: los privilegios de lo visual y birome… o él, el encendedor de ella. Eso debe que- remarcada, una casualidad que seguramente debe
la correlativa inacción corporal: resultando un lote de rer decir algo, en el sentido de que entre ellos existe tener causalidad.
pensamiento desbocado, escindido de un cuerpo una determinación fundada, recíproca, es decir, Ejemplos: alguna vez, quizás, los dioses de la for-
muy poco dispuesto al saber-hacer de la pulsión. Y los algo esencial e indestructible, a lo que se aspira con tuna permitieron que ellos fueran a tomar un café o
pequeños índices que jalonan la situación se retoman
para que los sujetos, una y otra vez, resulten objetali-
zados en el cuadro adhesivo que se configura.
Al mismo tiempo, en la escena concreta el sujeto
no realiza ningún movimiento en especial, está inmó-
vil, sediento del otro, confuso, ardiendo dentro de su
cabeza, con lo que, obviamente, la desesperación es cre-
ciente y se acompaña de incertidumbre. Nuestro sujeto
se ha rendido a su fantasma, pero para ello abandona
el campo de la acción libidinal objetal concretizable.3
Y su fantasma avanza intoxicándolo todo a su
paso.
Para empezar, ya lo ha hecho consigo mismo.

IV

Complejizo la situación. Esto llevará del sufri-

miento al paroxismo y caldeará aún más las circuns-
tancias.
Ubiquemos junto a la muchacha deseada o al
joven anhelado un/a tercero/a. Por ejemplo, nuestro
protagonista observa que él o ella, este o aquel día, no
estuvieron tan amables al saludarse, pero que además
conversan quizás demasiado animadamente con un
tercero/a, que no se sabe nunca muy bien quién es, ni
de dónde ha salido, es decir, hasta ahora era un “ilus-
tre desconocido” dentro del contexto.
Aquí el correlato corporal suele ser también im-
portante. El sujeto puede sentir que en su ser existe
algún tipo de déficit -demasiado petiso o poco entra-
dor o, en el caso de ella, sentir vulgar su figura-. La
cuestión es que siempre el pensamiento correlaciona
la debacle narcisista con el hecho de que, en la imago
corporal, algo anda mal, está mal cohesionado.
El objeto se va configurando de un modo que re-
crea un penoso círculo vicioso: es cada vez es más
inalcanzable, porque a mayor anhelo obtenemos más
idealización e imposibilidad.
En general esto remite a una identificación con el
progenitor del mismo sexo, y entonces el sujeto siente
que es/está tan trabado con las mujeres como su padre
o la muchacha siente que es tan poco sensual como
era su madre. Como contrapartida el partenér al que
se aspira se ubica en un lugar que no es de paridad con
respecto al sujeto, en el sentido de que pudiese haber
algún posible interjuego sexuado.
Y cada vez es peor… y peor, porque aquellos que
operan de terceros en discordia, que se aproximaron
y con quienes se conversa tan casualmente, ah, pues,
ellos degradan al sujeto hasta el infinito. Él se siente
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bailaran en una fiesta o se dieran un beso. Incluso un
coito supra-inesperado. Acontecimiento que es ele-
vado al rango de lo mítico, de lo fundacional y pro-
batorio de eso “especial” que los une más allá de lo
social-simbólico, un dato acaecido pero perdido ins-
tantáneamente, que se enclava como tiempo cero, de-
sencadenante de toda la secuencia.
Tal vez hubo una mirada especialísima algún
día… o aquella otra jornada donde se suspendieron
las clases y el grupo fue a tomar un café y ellos se en-
tendieron de un modo inefable: un no-sé-qué los re-
cortó a los dos del resto, durante un instante tan
luminoso como efímero.
La escenografía llamará entonces a recuperar ESO
originario, evanescente, fugaz, caído más allá del ho-
rizonte de lo propio… que se ha de perseguir infruc-
tuosamente.
Un detalle, no más, que vale como certeza de lo
que ocurrió y fugó luego hacia un atardecer huidizo.
Nunca se trata del inicio de un movimiento dialéctico
o la profundización de una relación, sino de un toque,
un roce.
Pero como ocurre que ESO inaugural se le brindó
mágicamente y, como no fue el resultado de algo que
fue tramado o enhebrado, el sujeto no podrá recono-
cer que él mismo lo ha creado. ESO tiene hechizo y así
debe ser conservado: hasta le enorgullece que haya
sido tan ajeno a sus procederes e intentos conscientes.
Ha sido algo mágico.
ESO es especial y así debe ser: sólo de ese modo
tiene valor. ESO le entrega a la toxina que se ha de-
sencadenado. Y él será adicto a ésta.
Como el sujeto no es responsable de que haya so-
brevenido ese milagro, tampoco puede creer en vol-
ver a re-crearlo: consagra su sentir a pretender,
esperando pasivo, que cuando se aproxime al área del
sortilegio ESO se reencenderá. Esta es la trampa en la
que cae. Si esa situación fue tan espontáneamente
“maravillosa”: ¿cómo hacer para reproducirla sin
arruinarla… intentando provocarla adrede? Ese em-
brujo, pues, se apagaría…
El sujeto quiere, más que aspirar a conocer al otro,
volver a recrear la resurrección de esa escena. Sólo
quiere ESO.
Que lo intoxica de un pretendido amor.
VI
Falta el último instante, crucial, que define la re-
petición tal como Freud la describió en 1920. Tras la
tensión pasiva inicial, tras el culminante y delicioso
suceso de encuentro mágico, viene la caída, es decir,
la crueldad inalterada del guión del fantasma.
El sujeto “sucumbe” (Freud) cuando se tropieza
con la mismidad de la escena repetida hasta lo demo-
níaco: aguardó durante décadas su oportunidad, ful-
guró con su amor sublime una solitaria noche y,
suponiéndola definitiva vuelve -¡meses o años des-
pués!-, sólo para enterarse que el amado/a se encuen-
tra muy enamorado de un novedoso extraño
inesperado, incomprensible.
De la expectativa angustiada freudiana, tocando
el cielo en su esplendor, para besar el humo de la
ruina trágica.
Resumo los rasgos esenciales:
1) El sujeto se ha deslizado de la espera al portento
y de allí al desastre, aunque siempre con una absoluta
irresponsabilidad subjetiva de su parte. No hay ope-
ratoria de la castración alguna.
2) Lo que se ha constituido entonces es un estado
gozoso y denso que busca su realización totalizante,
pero permaneciendo resumido dentro de un clima a-
histórico y repetitivo.
3) Concreta o sugerida, la figura del tercero marca
el ritmo de la situación: los hilos del trío los teje un
Otro que somete al sujeto a su poder, impotente de
reconocerse en el otro de su amor imposible.
VII
Pero vayamos a un segundo objetivo clínico: es-
tudiemos las parejas ya conformadas. Propongo una
secuencia de la vida amorosa un poco más compleja,
no tan ligada a sujetos que se encuentran solos, como
los que describí recién, donde un episodio desata un
sufrimiento puntual, sino parejas ya cronificadas en
su diario vivir:
1) LA NEUROSIS “PERFECTA”: si uno imagina un
varón casado hace décadas con la misma mujer -o vi-
ceversa-, viviendo sus sosegados rituales cotidianos,
en sempiternos trabajos en relación de dependencia,
con una parejita de hijos, más cerca del “infortunio
cotidiano” que de la “miseria neurótica” -diría Freud-
, sin recurso de sueños pesados, malentendidos ni sín-
tomas, se podría pensar que eso es una respuesta a la
vida… realmente muy bien estabilizada. Unas cuan-
tas “frases hechas” -archirrepetidas-, algunos prejui-
cios y con algo de suerte… se puede vivir cien años4.
Parece la descripción de una pareja obsesivizada -sin
subjetividad, es decir, absolutamente objetivista y ac-
tuando exclusivamente acorde a fines-. Además de
que esto es un hallazgo raro, si es que existe, para mí
aquí sólo habría inhibición de la pulsión, es decir, una
arquitectura yoica fortificada.
2) LA PARTICIÓN DEL OBJETO: en un segundo paso
imaginemos una versión algo más descalabrada de
estos sujetos -más complejos, más conflictivos, más
creíbles de hallar- que estuvieran en entrevistas ana-
líticas y que, encuentro tras encuentro, relatasen en
sus análisis personales que viven una monolítica di-
visión del objeto: a) su esposo/a, a los cuales se les su-
pone no querer saber nada de lo que el otro hace fuera
de casa y… b) sus amantes. Todo cierra: el sujeto, en
las entrevistas se muestra como un ideólogo del co-
nocimiento de lo que es el otro sexo, de lo que nece-
sita un hombre, de lo que se debe permitir una mujer
y, por lo tanto, de lo que supone es la vida amorosa
universal de los seres humanos. Podría pensarse que
aquí las cosas andan aún más aceitadas, tienen más
juego, incluso intensidad. No lo creo: falta un paso.
Me parece que estas conclusiones son una sarta de
ideologemas que ocluyen compulsivamente otra
cosa… que aún no se ha presentado.
3) ANGUSTIA Y DEGRADACIÓN: si buscan amantes
es porque alguna emergencia del afecto de angustia,
al menos ligera o recurrentemente, le suscita su vida
y, especialmente… su compañero/a. Empecemos en-
tonces a suponer que no se puede lanzar decidida-
mente a disfrutar con y de éste en su vida. Dos
opciones: o bien no ama más al partener oficial… o
bien no lo desea. O, como ocurre generalmente en
estos casos, nunca pudo soportar su deseo sexual des-
carnado. Es decir, me propongo sospechar: ¿Por qué
vienen a las entrevistas? ¿Por qué continúan con ellas?
¿Será todo tan estable? ¿El otro realmente no quiere
saber y rehúye el deseo en un pacto sórdido y com-
placiente? ¿Los terceros nunca los angustian? ¿Por
qué duran tan poco esos vínculos rotativos? E, hi-
Actualidad Psicológica
lando e interrogando más finamente, ¿no hay en los
encuentros algunos síntomas sexuales?
4) UNA SEXUALIDAD “A LA DERIVA”: creo que en
estas circunstancias lo que prima es la vacilación del
imaginario de un Otro que ya hace rato ha dejado de
dar respuestas. Los condicionamientos ideológicos
tan explicativos y estereotipados encubren que este
sujeto no sabe qué hacer con su sexuación. Hay un lis-
tado de problemas encubiertos posibles. Por ejemplo,
puede ocurrir que los/las amantes, llegado cierto
punto, empiecen a demandar más ternura o tiempo
juntos; o el mismo sujeto haya comenzado a encari-
ñarse con alguno de ellos, lo cual amenaza con un
conflicto más serio; o los síntomas sexuales que siem-
pre dificultaron la relación con su cónyuge, llegado
cierto punto, se presentan también en la relación con
los terceros; o mucho peor aún -y mucho más inma-
nejable-: intuye que su propio mujer o su propio ma-
rido tienen, ellos también, un amante. Como sea,
están dados todos los elementos para el último paso
culminante. El vínculo tóxico asomará también aquí.
5) ENCENDIMIENTO DEL FANTASMA: hasta aquí he
deshilvanado lo que al principio llamé el estado pre-
vio. Debido a una subrepticia acentuación de estos
problemas inesperados, el sujeto hace lo que siem-
pre se negó a hacer… concurre a entrevistas con un
analista. Ha intentado anteponer su ideología sobre
la vida amorosa, pero la sabiduría callejera, preci-
samente, no le está “rindiendo” más. Lo que leo es
que el escenario de la repetición está próximo a en-
cenderse: recién ahora y en cualquier momento la
fantasmática intoxicante hará su aparición. El su-
jeto estuvo con frecuencia al borde de caer en ella y
la evitó expulsando al amante de turno… o su dis-
curso cínico cerraba cualquier aventura nove-
dosa… o se hacía el tonto con el comportamiento
inusual de su cónyuge. Como sea, algo está por ocu-
rrir y por eso nos ha llamado: pronto un estallido
semejante a los que ya describimos acontecerá y
resquebrajará todo su esquema de vida anquilo-
sado. Una atmósfera de disgregación potencial,
desde el interior de sí mismo, está ya implotando
sordamente. Falta que la toxicidad explote.
VIII
Resumamos. Sea como sea, se trata, en el primer
caso, de jóvenes llenos de tropiezos o, en el segundo,
de parejas enquistadas en respuestas cerradas, ¿en
qué terreno aparece ese algo más, ése que desenca-
denará la extrañeza de la repetición que hemos estu-
diado en detalle?
Pues, en este tipo de juegos alcanza gran importan-
cia la cuestión de la mirada, es decir, el teatro escópico.
En el área coagulada de los fantasmas visuales,
mentales, impresionantes para el sujeto hay un tin-
glado de escenas opacas, desfiguradas, pero sorpren-
dentes en su aberración.
Aberrante, en sentido etimológico es “andar
errante”: sin orientación propia y apropiada, llevado
por fuerzas incognoscibles. El aberrado se ha des-
viado, aparentemente, de su curso… hacia otro sen-
dero que le resulta -según supone- ajeno. Pero tarde
o temprano, advierte que existe una intimidad inquie-
tante en eso tan distante.
Agrego que en óptica las aberraciones son imper-
fecciones de las imágenes, donde un punto del objeto
no se refleja biunívocamente en el mismo punto de
la imagen, sino que se distorsiona. El sistema óptico
Actualidad Psicológica
parece fallar y no devolver el éxito de lo esperado. Hay
refracción anómala: surtidor de disparos in-espera-
dos, desencadenados. Un trueno en un día sereno al-
tera la inmovilidad del sujeto para llevarlo a una zona
sin tiempo, sin movimiento, sin otra cosa que la re-
petición.
Lo aberrante hoy se ha renombrado como lo
tóxico.
IX
Terminaré pensando un poco lo que no ocurre en
estos casos: ¿cuál es la dificultad específica de la neu-
rosis?
En general, conocer las “cosas” del otro, lo que le
concierne, suele ser distante de lo propio: apaga la re-
lación, la vuelve más trabajosa. En estos sufridos su-
jetos -célibes o promiscuos, inveteradamente solos o
casados hace décadas- hay una tendencia a no querer
trabajar por la pareja en lo más mínimo. Porque, por
el contrario, conocer a otro seriamente implica
mucha dedicación.
Aprender a conversar con alguien representa toda
una labor, encontrar a alguien con quien se pueda ha-
blar es más bien raro. Es un arte entenderse a partir
del discurso, no de los gestos supuestamente signifi-
cativos. Pero también es un arte el besar o hacer el
amor: es un arte complejo el del disfrute de la vida.
Son responsabilidades que demandan dedicación y
entrega, que tienen sus ventajas y desventajas, que se
insertan dentro de un proceso, de una dialéctica, es
decir: la idea de construcción y de labor concierne di-
rectamente a la sexuación en todos sus detalles.
Hay una disciplina del amor para que éste sea pro-
ductivo y llegue al “goce más eficaz” (Lacan), pese a
los malentendidos de lo simbólico.
Esbozamos aquí una alternativa que sonará más
“fría” desde el ojo del éxtasis, pero que es artesanal-
mente vivible. Pensamos en el acto-de-besar como la
efectuación de un trazado pulsional, como un arte.
Hay arte erótico también: requiere paciencia, cono-
cimiento, respeto por el otro, así como confianza y
mucha práctica. Puede llegar a ser delicioso, aunque
nunca sea incendiario, extático, inolvidable, único, etc.
Usualmente, a los sujetos que están poseídos por
la toxicidad de un fantasma activado -y que son devo-
tos de su funcionamiento-, absolutamente todo lo que
implica esfuerzo y contrariedades los apaga, les aburre.
Conversar con una muchacha recién aparecida o con
un desconocido, sencillamente para conocerlos -co-
nocerlos realmente- no les genera ninguna exaltación,
por lo que desisten. Ellos manifiestan un desinterés
total por el otro como “otro-de-ellos-mismos”, es
decir, como alteridad. “Sumido” en su guión, el sujeto
renuncia al conocimiento del pequeño otro real.
X introversión de la libido, apuntando a definir la transferencia
Porque más allá de los malentendidos signifi-
cantes este “próximo” es el único con el que se
puede experienciar -como hallazgo de la castración-
, el único espacio donde anida lo que uno puede de-
gustar y, también, lo que, si lo pierde, puede
extrañar, dolido al recordarlo. Allí también se aloja
lo inaccesible -pero fascinante- que motoriza la
continuidad de la relación.5
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Esto no es terreno tóxico de un goce mental y fan-
tasmático, sino un enhebrado de posibles memorias
fechables. Hitos en la vida del sujeto, marcas que lo
han transfigurado, productos vivos que si producen
dolor… éste ha sido fecundo.
Ninguna toxicidad.
Ejemplos: esos detalles algo ridículos de él que lo
hacían tan, pero tan querible… para ella. O los noto-
rios gestos de contrariedad que se esbozaban en el
rostro de ella, ante sus propios pequeños errores, los
que siempre cometía, pero que a él lo hacían sonreír.
Estos sólo marcaban, deliciosamente -¿quién po-
dría saber por cuánto tiempo?-, que compartían la
existencia.
ryafar@hotmail.com
Notas
1
Fantasma en el borde de la neurosis, Raúl A. Yafar (Ri-
cardo Vergara Ediciones, 2017).
2
Elijo, por costumbre, ejemplos heterosexuales, pero esto se
aplica a cualquier vínculo.
3
A este proceso Freud lo llamó, a partir de un texto de Ferenczi,
negativa.
4
En realidad, esto es mentira: este sujeto supone que lo que ocu-
rre es eterno.
5
No hay relación (rapport) sexual, pero sí encuentro sexuado.
Fallido, pero sexuado.
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Vínculos
E
l presente artículo tiene como ob-
jetivo analizar el constructo social
y actual, denominado “vínculos tó-
xicos”. Se advierte en distintos ám-
bitos, ya sea en el consultorio con
tóxicos los pacientes, así como en la vida cotidiana en ge-
neral, que inicialmente los adolescentes y luego ex-
pandido hacia personas de las distintas etapas
evolutivas, comenzaron a utilizar y a adjetivar,
tanto a las relaciones, especialmente de parejas,
Telma Beatriz Labrit, como a las personas consideradas individualmente,
como “tóxicas” “tóxi” o el/la tóxico/a”. Frente a ello
como los profesionales de la Psicología se interpe-
lan acerca de qué es, y que esconde esta denomina-
Julieta Marmo ción vigente y de uso corriente, que ya desde el
vamos e intuitivamente tiende ser considerada
como disfuncional. Finalmente, se brindarán algu-
nas pautas para identificar estos tipos de relaciones
Analía Verónica Losada y así como herramientas de intervención, en miras
a la construcción o re-construcción de vínculos sa-
ludables y funcionales.
Si bien vínculos tóxicos como tal se ha empleado
mayormente en el espacio de divulgación que en la
propia literatura científica el primero en hablar
de amor nocivo fue Platón (427 aC - 347 aC), quien
propuso referirse al amor posesivo para dar cuenta
de la relación establecida en aquellas personas que
realizaban persecución del otro como un objeto al
cual querían devorar. Kant (1724-1804) desarrolló
el concepto del amor-pasión- egoísta, ponderando
un conjunto de sensaciones imposibles de controlar
para quienes las padecen (En Izquierdo Martínez y
Gómez-Acosta, 2013).
El origen del término tóxico deviene del latín to-
xicum y del griego, como veneno, específicamente
veneno para las flechas, ya que toxon es arco. Este
uso del vocablo se halla en Aristóteles. Tóxico alude
a lo nocivo para la salud y la toxina a la sustancia
en sí que porta al veneno.
Por otra parte vínculo, tiene su origen en el latín
vinculum, bajo la significación de atadura, com-
puesto por el sufijo vincire –atar-y el sufijo instru-
mental –ulum.
Como seres sociales, los humanos portan la ne-
cesidad vincular para la supervivencia, e intrínseca
a la necesidad afectiva de relación con un otro.
Toda la vida humana es atravesada por relaciones
que en el mejor de los casos nutren, permiten crecer
y desarrollarse, aportar sentido y propósito. La fa-
milia se constituye como este primer laboratorio,
mediadora de lo social y responsable de la transmi-
sión e inserción en la cultura, dadora de valores y a
la vez espacio de construcción de los primeros vín-
culos (Losada, 2015; Losada y Marmo, 2017; Losada
y Marmo, 2019).
Fredrickson (1998) explicita que las emociones
positivas amplían el foco de la atención, a diferencia
de las emociones negativas que tienden a dismi-
nuirlo. Refiere a vida agradable, cargada de emocio-
nes positivas, enmarcada en vínculos de corte
saludable. Labrit (2020) cita a las emociones autén-
ticas como aquellas que son adecuadas en calidad,
intensidad y duración a la situación del aquí y
ahora, siendo útiles y funcionales para la adapta-
ción. Por el contrario y asociado como la temática
objeto de este artículo, las emociones substitutivas
son las que se aprenden en el sistema familiar que
Actualidad Psicológica
prohíbe la expresión de las auténticas. Las emocio-
nes disfuncionales y por ende desadaptativas dan
lugar a un espacio fértil para la posterior construc-
ción de vínculos de carácter tóxico.
Apego
El constructo apego ha sido acuñado por
Bowlby (1993, en Milozzi y Marmo, 2022) como la
tendencia a establecer lazos emocionales con per-
sonas significativas bajo dos fines primordiales: la
supervivencia y la formación de estructuras de sig-
nificado que posibiliten interpretar la experiencia.
Milozzi (2018) explicita que la calidad del vínculo,
el desenvolvimiento del cuidador y la consistencia
en los cuidados, entre otros. constituyen un im-
portante factor predictor de salud mental o por el
contrario de patología en la niñez.
Si bien originariamente se revisó al apego en
función de las perspectivas del desarrollo infantil,
la teoría del apego se amplió y diversificó siento ac-
tualmente una temática de gran relevancia y estudio
disciplinar. Es decir que la teoría del apego focali-
zada en sus inicios en las relaciones tempranas, dio
lugar a una serie de estudios que aplicaron los prin-
cipios del apego a la edad adulta. Las investigacio-
nes iniciadas por Hazan y Shaver (1994 en
Izquierdo Martines y Gómez Acosta, 2013) aplica-
das al amor de pareja, aportaron que el comporta-
miento del adulto en relaciones cercanas está
moldeado por las relaciones del niño con sus cui-
dadores primarios. Este análisis se traduce en las
conductas que establecen los niños y posterior-
mente los adultos, para gestar proximidad de las fi-
guras de apego en situaciones de temor, ansiedad o
estrés, lo que le otorga a estas acciones un estatus
de sobrevivencia y auto conservación.
En la medida en que la relación con una figura
de apego persiste en el tiempo, se la
denomina vínculo de apego, sin embargo, cuando
se trata solo de activaciones inmediatas de carác-
ter parcial, se conocen como conductas de apego.
La conducta de apego especifica diferentes formas
de comportamiento que generan que una persona
alcance o conserve un cierto grado de proximidad
y cercanía al respecto de otra. La permanencia
vincular conlleva que una relación tóxica se ins-
criba en el vínculo de apego, dado el carácter afec-
tivo, como otorgamiento y relevancia que se
brinda a esa relación.
Empatía
Los aportes al conocimiento de la empatía de-
vienen de diversas disciplinas y aúnan saberes que
incluyen lo biológico, psicológico, social, filosófico,
político, económico y sociológico (Muñoz Zapata
y Castaño, 2013). La empatía aloja la capacidad para
comprender al otro y ponerse en su lugar a partir
de lo que visualiza y percibe de la información ver-
bal o de información accesible desde la memoria y
de la reacción afectiva de compartir su vivencia
emocional, que puede producir alegría, tristeza,
miedo, rabia o ansiedad.
Difícilmente en un vínculo tóxico pueda ha-
llarse una buena decodificación empática, dado que
si en el seno de una relación los participantes no tie-
nen empatía entre sí, es muy probable que los vín-
culos se deterioren fácilmente (Muñoz Zapata y
Actualidad Psicológica Junio 2023 • Página 7

Castaño, 2013). Las habilidades en la resolución de
problemas de la vida diaria son consecuentes de
una comunicación positiva, entre otras variables
donde prima la afectividad y el respeto empático.
Pautas para identificar Vínculos
Tóxicos
En distintos contextos, profesionales o no, apa-
recen expresiones tales como:
“…Me revisa el celular, pero estoy de acuerdo
porque yo también se lo reviso a él…”;
“…Me ayudo a separarme de las relaciones con
mis amigos y mi familia donde me usaban. Con ella
ya me alcanza y tengo todo…”;
“…No puedo decirle que no, tengo miedo de que
se enoje…”; o
“…Nunca me felicita por mis logros, se burla
cuando me equivoco pero si pongo distancia se de-
sespera pero le dura poco…”;
“…Me busca todo el tiempo, hace planes y de
pronto desaparece, me clava el visto, me siento an-
siosa/o e insegura/o todo el tiempo…”.
Estas referencias, dan la pauta de que existen al-
gunos indicadores que suelen reiterarse ante la pre-
sencia de interacciones mediadas por la toxicidad.
Se presentan características de desgaste o agota-
miento emocional, confusión respecto a sí mismo
y al otro, verbalizaciones burlonas o humillantes, la
primacía de pensamientos negativos y/o persecuto-
rios o controladores, actitudes defensivas y agresi-
vas en la dinámica del vínculo, ya sea de manera
implícita o explícita. Puede ocurrir que una de las
partes tienda a conformar sistemáticamente al otro
para evitar conflictos, se restrinja la libertad indivi-
dual, aparezca la culpabilización constante, la pre-
sencia de angustia, temor, estrés y ansiedad
asociada a los intercambios. Entre otros aspectos,
se dan niveles de baja empatía, alta susceptibilidad
y/o exigencia.
Sucede que ambas partes de la relación se en-
cuentran atrapadas, pasiva y/o activamente, a lo que
se suma la perpetuidad y cristalización en el es-
quema relacional, disfuncional. En esta línea, el vín-
culo se transforma en un factor de riesgo para el
desarrollo individual e interrelacional, en detri-
mento de la salud mental y el bienestar emocional
de cada integrante.
Dependencia afectiva
La Dependencia Afectiva es descripta por
Echeburúa y Del Corral (1999 en Izquierdo Mar-
tines y Gómez Acosta, 2013) como un patrón cró-
nico y estable a lo largo de la vida con síntomas
variados como depresión reactiva, trastornos ob-
sesivos o síndromes desadaptativos. A la vez
Cubas et al. (2004 en Izquierdo Martines y Gómez
Acosta, 2013) postulan a este tipo de dependencia
como un trastorno adictivo, en el que el objeto que
provoca la adicción es la misma relación de pareja.
Siendo que la persona asume comportamientos
orientados a evitar algunos eventos privados valo-
rados de forma negativa, es que conlleva su nece-
sidad del otro y de las sensaciones, pensamientos
y emociones asociadas a estímulos específicos o
contextos, y vivencias de amenaza para la relación
aquellas acciones que orienten hacia la posible
pérdida del ser amado.
La dependencia afectiva alude a un conjunto de
comportamientos emitidos por una persona que
implican directamente las relaciones interpersona-
les y cuya funcionalidad puede generar obtención
de atención, mantenimiento de la cercanía o evita-
ción de ciertos eventos amenazantes tales como una
discusión o la pérdida del vínculo afectivo, restando
fluidos y espontaneidad en los vínculos (Izquierdo
Martines y Gómez Acosta, 2013).
Diversas investigaciones colocan a la dependen-
cia afectiva en línea con las adicciones (Bogerts,
2005; Eisenstein, 2004 Bogerts, 2005 y Sophia et al.,
2007 en Izquierdo Martines y Gómez Acosta, 2013).
El dependiente emocional requiere disponer conti-
nuamente de la presencia de la otra persona, en al-
gunas instancias con motivos de control y dominio
y en otras con las necesidades de contacto y la apro-
bación constante del otro (Castelló, 2005 en Iz-
quierdo Martines y Gómez Acosta, 2013).
Específicamente en adultos y enmarcada en la vin-
cularidad tóxica la dependencia encuentra su par

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Dirección Médica:
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Página 8 • Junio 2023
inseparable en la codependencia, siendo sujeto de
esta participación por acción u omisión.
Izquierdo Martines y Gómez Acosta (2013) pos-
tulan que quienes se inscriben en relaciones con de-
pendencia emocional pueden exhibir cierto déficit
en sus habilidades sociales. Los investigadores des-
tacan que el escaso contacto con sus experiencias y
con contingencias directas afectan la toma de deci-
siones, solución de problemas o regulación emocio-
nal, bloqueando el desarrollo de una adecuada
asertividad. En muchos casos la demanda de aten-
ción hacia otra persona podría aún sobrepasar los
límites de los otros y verbalizar su necesidad sin im-
portar demasiado la situación o las circunstancias,
evidenciando así la carencia de empatía. Esta mo-
dalidad vincular se inscribe en el marco de vínculos
de toxicidad, no contando con la auto regulación
emocional necesaria para la gestación del vínculo
saludable.
Fernández Alvarez (2000) explicita el concepto
de Dependencia Afectiva Psicológica como una
forma estable de relación entre dos o más perso-
nas que provoca acciones de consecuencias dañinas
perjudiciales para sus participantes. Postula un
constructo relacional bajo una inadecuada compo-
sición del par dependencia e independencia, base
de una disfuncionalidad que atenta hacia el logro de
la autonomía.
Responsabilidad Afectiva
Esta actitud implica reconocer y hacernos cargo
que con nuestros actos invitamos a las personas con
quienes nos vinculamos a sentir determinadas emo-
ciones. La responsabilidad es un valor, como tal
subyace a nuestra conducta y es una actitud ética.
Significa “Dar respuesta” haciendo lo que se debe
hacer. La palabra Responsabilidad proviene del
latín, responsum, es decir, dar cuenta de una obli-
gación. El término “invitamos” alude a la posibili-
dad de no aceptar determinadas conductas y la
posibilidad de cambio y de esta manera de reparar
ciertos vínculos aprendidos durante la infancia.
Responsabilidad Afectiva significa expresar nues-
tras emociones y lo que esperamos de una relación,
expresar de manera asertiva -ni sumisa ni agresiva-
lo que no nos gusta, siendo recíprocos y cuidadosos
con el otro; significa con seguridad serlo con noso-
tros mismos.
Ferloni y Nosseinte (2022) explicitan que la his-
toria del concepto responsabilidad afectiva se ubica
en unas décadas atrás, señalando la dificultad de
ubicar un origen del constructo, dado que se utiliza
más en el ámbito coloquial que en las publicaciones
de la comunidad científica. Las escrituras sobre el
tema datan de 1980 inicialmente en los Estados
Unidos, aunque en sus albores asociados al movi-
miento poliamoroso pero con una extensión pos-
terior hacia otras modalidades vinculares.
Herramientas de intervención
En miras a la construcción y re-construcción de
vínculos saludables y funcionales, se plantea la po-
sibilidad de desarrollar un cambio en la modalidad
vincular, rotando de vínculos tóxicos a relaciones
saludables, se constituye plausible nutriéndose de
experiencias positivas y gratificantes en nuevas re-
laciones con otras figuras significativas (Cantón y
Cortés, 2003 en Izquierdo Martines y Gómez
Acosta, 2013).
Los modelos de los padres y otras figuras signi-
ficativas son en general imitados consciente o in-
conscientemente, actualizándose en las relaciones
significativas durante la adolescencia, etapa de en-
sayo de roles, y puesta en marcha definitivamente
en la adultez. Kertesz señala determinados vínculos
positivos los cuales a través de psicoterapia y dife-
rentes dispositivos pueden ser re aprendidos, re
construidos y de esta manera ser saludables, fun-
cionales, permitiendo el crecimiento, el desarrollo
personal y vincular.
Propone hacer conciente cada uno en la rela-
ción: 1. La “escala de valores”, valores y normas en
las que acuerdan y aquellos en los que no, aceptar y
respetar, si bien expresa que existen valores crucia-
les con los cuales es conveniente acordar. 2. Comu-
nicación efectiva., de manera tal que permita
brindar y recibir información, tomar decisiones
proyectar en conjunto y aun así discrepar sin im-
portar quién tiene la razón porque el fin último es
resolver el problema. 3. Implica un encuentro desde
los intereses, los gustos, las diversiones, poder dis-
frutar juntos poniendo énfasis en las necesidades
de cada uno en la relación. 4. Aceptar, pedir, y brin-
dar contención, para ello será importante ponerse
en el lugar del otro, tomar conciencia de lo que ne-
cesita para poder brindarlo. 5. Brindar apoyo juntos
a terceros. La unión en función de la necesidad de
quienes nos rodean y necesitan de nuestra ayuda.
El trabajo en el vínculo de pareja, desde la psicote-
rapia, puede ser grupal, individual o en tratamiento
de los dos; psicoterapia de pareja. El trabajo se fo-
calizará en el aprendizaje de conductas vinculares
positivas, brindando recursos, generando tareas que
refuerce el vínculo positivo.
Discusión
En marcos más amplios y contextuales los vín-
culos que han sido objeto de este artículo pueden
inscribirse en climas sociales tóxicos. Por el contra-
rio un clima social positivo alude a ambientes físi-
cos apropiados, actividades variadas y entretenidas,
comunicación respetuosa, capacidad de escucha,
sensibilidad hacia las vivencias del otro, apoyo
emocional y todo aquello que genera un desarrollo
de la inteligencia emocional de cada uno de los
miembros de la vincularidad que posibilitará reso-
lución de los conflictos de modo saludable y una re-
lación armónica (Milicic y Arón, 2000).
Y como futuras líneas queda pendiente el análi-
sis de aquellas relaciones tóxicas consigo mismo
como el consumo, sedentarismo, dormir menos de
lo necesario, alimentarse mal. Y los factores de
riesgo que esta modalidad de auto vinculación ge-
neran. En este sentido Kertész y Kerman (1985 en
Labrit, 2020) ofrecen claves para esta auto vincula-
ción saludable: Dieta sana, Ejercicio físico regular,
Reposo, Diversiones, Trabajo interesante y enrique-
cido, y Grupo de apoyo de asertividad social.
Las relaciones sociales sanas motivan a las per-
Actualidad Psicológica
sonas a afrontar de manera efectiva a la tensión dia-
ria, aportando un estilo de vida saludable. Saber
cómo comunicarse como resolver conflictos, tomar
decisiones racionales, dar protección y solicitarla,
así aportar límites adecuados sin comportarse de
manera sumisa ni agresiva, permitirán la construc-
ción de vínculos óptimos (Labrit, 2020). Los vín-
culos sanos en diferentes áreas y roles, requieren
entonces de adoptar un estilo de vida que respete
necesidades biológicas, psicológicas y sociales.
Referencias
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mántico y la responsabilidad afectiva. Mora, (28), 65-80.
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Kerman, S. E. (2014). Nuevas ciencias de la conducta: aplicacio-
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Labrit, T. B. (2014). Análisis Transaccional como modelo Cog-
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Muñoz Zapata, A. P., y Castaño, L. C. (2013). La empatía:¿ un
concepto unívoco?. Revista Katharsis, (16), 123-143.
Dra. Analía Losada. Vicerrectora General de Docencia e Inves-
tigación UFLO Universidad. Psicopedagoga. Profesora Titular de
la UFLO Universidad, Universidad Austral y Pontificia Univer-
sidad Católica y de Posgrado en la Universidad de Buenos Aires
y la Universidad Austral.
Lic. Beatriz Labrit. Decana de la Facultad de Psicología y Cien-
cias Sociales de UFLO Universidad. Lic. en Psicología. Docente
Universitaria Grado y Posgrado. Miembro Didáctico de ANTAL
- Asociación Iberoamericana de Análisis Transaccional y Cien-
cias del Comportamiento.
Esp. Julieta Marmo. Vicedecana Regional Buenos Aires. Facultad
de Psicología y Ciencias Sociales, UFLO Universidad. Lic. en Psi-
cología (UCA). Especialista en Psicología Clínica de Niños y Ado-
lescentes. Docente de Posgrado (UFLO, Universidad AUSTRAL)
y de la Especialización en Psicología Jurídico Forense.
Actualidad Psicológica Junio 2023 • Página 9
Página 10 • Junio 2023
El sepelio de la
C
omo todo duelo, en el universo
de la separación, los protagonis-
tas tendrán una serie de reaccio-
nes esperables a partir de la
despedida. Se desarrollan no so-
pareja. lamente una serie de emociones y sensaciones que
se tienen en la pérdida del cónyuge, sino también
numerosos comportamientos tanto del protago-
nista como del entorno: cuales son las reacciones
Actitudes en un duelo disfuncional, los signos principales en
la discusión de las ex parejas, la comprensión y el
perdón, las rumias mentales y los pensamientos ca-
tastróficos.
tóxicas post Las reacciones esperables en el duelo
Si duda que el separarse es una situación de alto
nivel de estrés. En las personas que se separan, el
separación. duelo acarrea diferentes reacciones que involucran
diferentes formas de expresión. Por ejemplo, los se-
parados pueden experimentar diversas reacciones
emocionales en donde la persona se angustia, se en-
tristece, se llena de odio y ansiedad, desvaloriza al
Marcelo Rodriguez Ceberio ex, o toma actitudes maníacas y negadoras, grita,
llora, está susceptible e intolerante, se enmudece, en
síntesis, toda una serie de manifestaciones que bien
expresadas permiten ser analizadas y entendidas
(en algunos casos, en un espacio terapéutico).
Todas las emociones detonan reacciones fisioló-
gicas, por supuesto que el territorio de los senti-
mientos mueve todos nuestros fluidos químicos y
comportamientos fisiológicos como taquicardia,
sudoración, tensión muscular, insomnio, somatiza-
ciones como dolores de estómago, alergias, derma-
titis, dolor de cabeza, y otras dolencias del mismo
tenor. Nuestros neurotransmisores se activan: se
eleva el cortisol, baja la serotonina, se activa la adre-
nalina, como sucede en el estrés. (Damasio, 1994,
Jiménez Arrieta et al, 2012)
También hay un feed back cuantioso de inte-
racciones con el medio ambiente en donde se rela-
ciona el duelante. Se pueden observar diferentes
reacciones contextuales que remiten al entorno en
donde se desenvuelve el proceso de separación: las
personas cercanas afectivamente, familiares, amigos
de la pareja y personales, compañeros de trabajo y
principalmente los hijos (Hetherington, 1982), y
demás integrantes del ambiente cercano a los pro-
tagonistas. Algunos se identifican con el problema
y aprovechan para contar el propio; otros hacen
alianza con uno de los miembros de la pareja coali-
cionándose contra el otro (el 2 contra 1); otros es-
cuchan y escuchan y no emiten opinión, solo
contienen; mientras que algunos son expertos en
encender la llama del odio en cambio de apagarla.
En síntesis, hay acciones que alientan o desalientan
a elaborar el duelo de manera saludable.
Las reacciones cognitivas, que competen a la es-
fera del pensamiento, implican reflexión y cons-
trucciones de hipótesis, supuestos, confusión de
pensamientos, rigidez y estereotipación de la forma
que se elucubra la reflexión, teorías rígidas o flexi-
bles, pensamientos automáticos y distorsiones cog-
nitivas, ideas parasitarias, pensar lo que el otro
piensa, entre otros. (Riso, 2006; Abrahms E. 2005;
Beck et al 1979).
Kubler Ross (2006, 2008) sobre el duelo de una
Actualidad Psicológica
muerte, señala 5 pasos que generalmente desarrolla
la persona que duela que bien puede aplicarse a la
separación:
Negación: es el primer impacto de cara a la de-
cisión de separarse. Esta defensa se enarbola en pri-
mera instancia a manera de barricada contra toda
posibilidad de pérdida.
Ira: cuando se traspasa la defensa, la persona se
llena de bronca –Porque a mí-. La rabia lo inunda y
proyecta su rabia en su ex partenaire, su entorno
próximo: amigos, familiares, el terapeuta y hacia sí
mismo.
Negación–racionalización: como forma de soca-
var la rabia y el odio que genera la posibilidad de
separarse, la negación se retoma en forma de racio-
nalización. Se justifica lo que está sucediendo y se
puede intentar la resucitación, en pos de tentar re-
conquistar para amenguar el dolor.
Depresión: La bronca que se racionalizó recre-
ando expectativas, se transforma en una profunda
tristeza frente al fracaso de los métodos implemen-
tados. La inminencia de la separación definitiva co-
necta con una angustia intensa y la depresión.
Aceptación: esa es una etapa de reflexión y de in-
trospección. La persona se replantea qué significa
para ella una pérdida. Es una etapa filosófica donde
la persona se vuelve sabia e incorpora la crisis como
un gran aprendizaje, aceptando la nueva etapa que
está por venir.
La aceptación de la pérdida implica que, en la
antesala de la separación, explícita o implícita-
mente, se logre expresar todo lo que se desee en una
despedida plena en donde se pueda manifestar lo
que la ex pareja nos deja en la vida. Este vacia-
miento implica soltar a la persona, dejarla ir. Im-
plica no solo liberarla, sino la propia liberación del
egoísmo de posesión afectiva.
En una situación de duelo se conjugan algunas
pérdidas que exceden al objeto amoroso perdido,
es decir, cuando un amor se va, varios duelos se ela-
boran. Más allá del contenido de la pérdida (la per-
sona del ex cónyuge), la pérdida en sí misma
provoca dolor y angustia. También se siente dolor
por el contenido de la pérdida, o sea, la identifica-
ción de la persona a quien se pierde, como además
se siente dolor por aquellas cosas que se deposita-
ron en la relación y el otro se las llevó (ilusiones, de-
seos, proyecto, amor, por ejemplo). En general, el
dolor se acrecienta en la presencia de la ausencia.
El dolor del duelo siempre acarrea una serie de
lesiones emocionales, orgánicas y psicológicas que
deben soportarse y que pueden ser el pasaporte a la
elaboración de la pérdida. Hay un dolor natural por
el duelo, más allá de la causa que motivó la separa-
ción; el duelo siempre provoca angustia puesto que
se rompe un sistema y con ello todo lo que sedi-
menta. Ese dolor se agudiza en los momentos que
habitualmente se compartían y aparecen sentimien-
tos de desvalimiento, baja autoestima e impotencia.
La persona puede sentirse como una pobre víctima
abandonada, lo que muestra la necesidad de recu-
perar al partenaire perdido hasta la desesperación:
Me quiero morir si él/ella ya no está.
El dolor adquiere formas espasmódicas en
donde cada ciclo marca un sentimiento que com-
plementa al ciclo que sigue: Me siento triste, me
lleno de bronca, me siento triste, me lleno de bronca,
me siento triste, etc. La persona es invadida por pen-
Actualidad Psicológica
samientos automáticos y negativos que entorpecen
la vida cotidiana y enllentecen la elaboración del
duelo. También aparece bronca y descalificación al
objeto amoroso perdido como parte final de un
prólogo de seducción, amabilidad y dulzura en el
intento de recuperar al ex partenaire.
Duelo tóxico o no quererse despedir
del muerto
En cambio, en el duelo disfuncional, coexisten
una serie de emociones, reflexiones, conductas y ac-
ciones y pensamientos, que entorpecen y bloquean
la resolución de la pérdida. Por ejemplo, resistirse
a despedirse, no lograr decir Basta frente a frente
con la ex pareja, o negar intensamente desoyendo
lo que dice el cónyuge, como si la separación no
fuese inminente, como si el otro no se hubiese
muerto. También el Extrañar recordando más allá
del tiempo esperable, son los separados/as que han
finalizado la relación hace dos años y parece que fue
ayer que se produjo el distanciamiento. Son los que
recuerdan lo positivo de la relación, sesgando lo ne-
gativo (que son esos factores que llevaron a la sepa-
ración) y se auto-recriminan: Si hubiese hecho.../
Quizá si le respondía que sí, ya no habría problemas.
La culpa es otro sentimiento tóxico que invade
y liga a la persona con su ex cónyuge. Los mecanis-
mos reparatorios descalifican al partenaire y lo
hacen desenvolver acciones en pos de recuperar al
objeto perdido. En esta misma dirección se puede
llegar a la desesperación de no soportar la pérdida
e intentar por todos los medios poder retornar al
vínculo. Esta concentración extrema en la pérdida
y en los recuerdos de la ex pareja, hace que todas las
actividades de la vida sean satélites de ella. Nada im-
portará más, mostrando indiferencia y apatía hasta
indiferencia hacia cosas o actividades que antes le
despertaban interés y las ideas parasitarias y rumias
mentales danzan alrededor de la figura perdida y la
añoranza y el dolor se intensifican. Es la sensación
de vacío: sentir que la vida no significa nada o no
tiene sentido. Una tristeza permanente invade a la
persona que deambula entre arranques de rabia y
de angustia que lo inhabilitan a disfrutar la vida y
para conectarse con sus actividades y entorno ha-
bitual, en síntesis, para llevar a cabo una rutina nor-
mal pudiendo llegar a la depresión o tristeza
profunda.
Estos sentimientos, pensamientos, emociones y
acciones, de un duelo disfuncional, son principal-
mente sentidos por un ex cónyuge en posición
down, es decir, una persona que se separó por deci-
sión de su pareja y en contra de su propia voluntad,
más allá de la razonabilidad y coherencia de la de-
cisión del partenaire. Habría que agregar la propia
autodescalificación y desvalorización personal que,
desde esta posición relacional por debajo, son sen-
saciones asesinas de la dignidad que cada persona
debe sentir en un proceso de separación. El cónyuge
en up, tiende a distanciarse aún más de su ex cón-
yuge, puesto que se siente asfixiado por el acoso de
las múltiples tentativas de acercamiento que realiza
(Ceberio 2015).
Estos juegos por debajo y por arriba a los que se
someten los integrantes de la ex pareja, entorpecen
la despedida y la elaboración del duelo, acentuando
las posiciones y sosteniendo el fracaso por los in-
tentos de solución fallidos. No obstante, el juego pa-
radojal e ilusorio es una forma de que el ex parte-
naire en down mantenga viva la relación, aunque
sea a través del rechazo.
El extrañar es un sentimiento común que
emerge en toda separación funcional o disfuncio-
nal. El extrañar puede ser definido como recordar
con deseo o necesidad de estar con el otro (Ceberio,
2015). La aparición del recuerdo viene acompañada
de la necesidad. La sensación de extrañar crea una
sensación de extrañeza –me siento extraño cuando
te extraño- que implica no estar en el propio eje
identitario, donde se perdieron los parámetros de
la habitualidad con el otro, más aún si estamos ve-
lando un muerto con quien compartimos muchos
años y habitualidad vincular. Pero el extrañar se po-
tencia cuando se presenta la ausencia de la ex pa-
reja: te extraño en aquellos momentos donde cobra
presencia tu ausencia. Los momentos de la cotidia-
nidad como desayunos, cenas y fines de semanas,
son los preponderantes en el extrañar. Son los lap-
sos donde los fantasmas del pasando rondan y ge-
neran la añoranza.
En este tránsito, el dolor se reactualiza por el
rencor que produce las imágenes del recuerdo.
Estas imágenes instauran un resentimiento que
provoca accesos de bronca que es una forma de vía
de salida de angustia. La bronca se puede manifes-
tar mediante explosiones (confrontaciones, ataques
de ira, enojos momentáneos) o implosiones (tras-
tornos psicosomáticos), cuando no, se expresa me-
diante la angustia de manera directa. La angustia es
el vehículo emocional que permite la reflexión, la
introspección y de allí puede surgir el perdón como
moneda de trueque. La reflexión angustiosa per-
mite entender razones, aclarar motivos, y establecer
niveles de comprensión, más aún cuando la deci-
sión de separación fue mediatizada por una situa-
ción confusa o cuando resulta difícil entender que
el otro ha dejado de amar y entonces el dejado se
envuelve en preguntas y preguntas buscando por
qué racional a una decisión emocional.
Alienación parental
Uno de los desenlaces que ocurren cuando se
acaba la pareja es lo que se llamó alienación paren-
tal. La alienación parental es un desorden psicopa-
tológico en el cual un niño, de forma permanente,
denigra e insulta sin justificación alguna a uno de
sus progenitores. Es un conjunto de síntomas que
son el resultado del juego relacional en el cual un
progenitor realiza una especie de lavado de cerebro
de uno o más hijos, con objeto de impedir o des-
truir sus vínculos con el otro progenitor. Estos pro-
genitores pueden construir las situaciones más
absurdas o aberrantes, como afirmar que sus hijos
han sido abusados sexualmente por el padre/madre
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y, aunque se les explique en el tratamiento que esto
es imposible, no responden a la lógica o a las apela-
ciones a la razón (Cartujo, 2002). Los hijos a me-
nudo comparten estas fantasías paranoides y llegan
al extremo de ser presas del pánico ante la perspec-
tiva de tener que visitar a su madre o padre (de
acuerdo con la situación).
Algunos indicadores son, por ejemplo, Influir
en los niños con mentiras sobre el otro progenitor
llegando a asustarlos, ridiculizar los afectos y senti-
mientos de los niños hacia el otro progenitor, im-
pedirles que lo vean o que puedan convivir con
él/ella, premiar y alentar las acciones de rechazo,
descalificación y denigración, usan vocabulario
adulto, palabras que no son propias de su edad. Los
niños no pueden justificar sus actitudes ni dar ra-
zones del porque hacen lo que hacen, o se refugian
en explicaciones incoherentes para justificar el re-
chazo (Maida, et al, 2011).
Una pareja separada vuelca en la relación canti-
dad de juegos comunicacionales disfuncionales que
reproducen la misma dinámica interaccional que
los llevó a la separación, pero enzarzada con mayor
rabia y sed de venganza. Entonces es cuando el sín-
toma aparece en los hijos y es necesario desenmas-
cararlo en pos de cesar las vías indirectas donde se
canaliza toda la resaca emocional no elaborada de
cuando la pareja era pareja conyugal. Por lo general,
son los niños esponja el blanco adjudicatario de la
disputa sedimentaria de los ex cónyuges, en donde
se desenvuelven numerosos juegos triangulares re-
lacionales que se colocan en las diversas alternativas
de los devenires de la separación como organiza-
ción de horarios, día y hora de visitas, pautación del
dinero, transmisión y manipulación de informa-
ción, demandas económicas, etc.
Satelizarse, hijos rehenes y
dobles vínculos
También hemos observado un fenómeno -el
efecto Satélite- en donde, por ejemplo, la mujer se
obsesiona en destruir al padre de sus hijos y se cen-
tra de tal manera que se vuelve un satélite de su ex,
a tal punto que puede reducir todos los días de su
vida en esa tarea. En parte de estos mecanismos se
produce un Doble vínculo ex conyugal. El doble vín-
culo es una trampa comunicacional (Bateson y
otros 1962) en donde si se hace A se está equivo-
cado y si se hace B también se está equivocado.
Haga lo que se haga está mal. Se trata de mensajes
en simultáneo que se contraponen.
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Los componentes son los dos ex cónyuges y la
justicia. En este triángulo hay una relación de ten-
sión permanente, poblado de agresiones, descalifi-
caciones e insultos y se utiliza a los hijos para
castigar a uno de los protagonistas. La Justicia no
es justa en este sentido y en general opera a favor
de la mujer, dada las leyes en relación a la violencia
de género masculino.
Mas allá que muchos reclamos son lícitos y ver-
daderos, ciertas mujeres que se satelizan, son exper-
tas en inventar denuncias por violencia, reclamos
de pagos de alimentos, que encuentran medidas
precautorias del tribunal que restringen contacto
entre ex partenaires y con los hijos. Hasta que se de-
muestre lo contrario pueden pasar meses o años. Y
aquí el doble vínculo: si el hombre frente a la injus-
ticia se pone violento, actúa la violencia que se le
imputa y confirma la acusación. Si se defiende di-
ciendo que no es verdad, la justica le impone la me-
dida precautoria. Si no responde, la mujer satélite
seguirá insistiendo por otras vías de entrada, tra-
tando de ver cuál es la imperfección por donde
puede entrar alguna denuncia: impuestos no pagos,
problemas con la AFIP, algún inmueble no decla-
rado, alguna cuota alimentaria que se pagó fuera de
término, etc. Muchas de estas mujeres y también
hombres, se ocultan como señalan Linares y Campo
(2000) tras una honorable fachada y ocultan todos
estos comportamientos psicopatológicos, cuestión
que nadie podría creer que estas conductas son de-
sarrolladas por ellos.
La toxicidad de la comunicación
entre ex cónyuges
Los ingredientes comunicacionales que se reite-
ran en la comunicación de las ex parejas son:
1. Usar el mismo tipo de comunicación que llevó
a la destrucción de la pareja. Claramente si se per-
petúa el modelo de comunicación que ambos ex
cónyuges aplicaron en la relación, es factible termi-
nar en el mismo caos que los llevó a separarse.
2. Afirmar que el otro es un violento y provocarlo
hasta que el otro responda agresivamente. Cuestión
de argumentar la violencia con que se lo rotuló al
comienzo y de esta manera hacer una profecía au-
tocumplidora: del supuesto inicial se construye una
realidad.
3. Escaladas de discusiones para dominar al
otro. Utilizar estas formas de comunicación en
donde se descalifica al otro en pos de dominarlo.
Es una guerra, una contienda y no un intercambio
conversacional.
4. Acusar al ex partenaire de abusador/a. Insi-
nuar o acusar directamente que él o la ex, es una es-
pecie de perversa o de costumbres lascivas o de
sexualidad alternativa.
5. Cualquier acción del ex partenaire puede ser
tomada como justificación o aval de maltrato. Si re-
almente se desea hasta las conductas de ayuda pue-
den ser tomadas como formas de manipulación o
de ocultos deseos de destruir al otro.
6. Aparece descalificación y desvalorización en
general. Todos los intercambios tienen la base en el
desprecio y el rechazo hacia el ex, razón por la que
se lo denigra y descalifica.
7. Intentar dominar al ex mediante la especula-
ción de lo económico. Dar o no dinero, dar más o
menos, pagar cuota alimentaria o reclamar anexar
otros pagos y obra social aparte, escolaridad, hasta
vacaciones que incluyan al ex, etc.
8. Uso de los hijos como frente de disputa y mo-
neda de cambio. Especular y utilizarlos como un
trueque de beneficios casi siempre económicos.
Manipulación del poder en la digitación de horarios
y visitas, cuando se pueden ver y donde, hasta llegar
a impedir a la ex pareja ver a los hijos.
9. Uso de mensajes escritos interminables (mail,
watsapp, texto) como fuente única de comunicación.
Esta forma se somete a interpretaciones del que re-
cepciona, que casi siempre son entendidas negati-
vamente.
10. Hablarles a los hijos de manera negativa del
ex partenaire. Colocarle ideas distorsivas acerca del
otro, tratando de poner a los hijos en contra hasta
que nieguen ver al progenitor o sientan temor de
estar con él o ella.
11. Detonar conductas agresivas o conflictivas
cuando la ex pareja conforma una nueva pareja.
Tener cierto grado de estabilidad y tranquilidad,
mientras que el ex no se haya consolidado en una
nueva relación.
12. Culpar y responsabilizar permanente al ex
cónyuge. Atacar siempre al otro, no reconocerlo y
atribuirle culpas de la separación y de los actos post
separación con o sin hijos presentes.
13. La injusticia y problematicidad en la separa-
ción de bienes. Disputar inmuebles, ahorros, espe-
cular, manipular intentando sacar la mejor tajada.
Es el lugar donde se proyectan todas las conflictivas
y sedimentos problemáticos de la relación.
14. Tratar de que el otro acepte la versión de los
hechos que propone el interlocutor. De manera per-
manente, los ex se disputan el patrimonio de la ver-
dad tomando al otro por equivocado.
15. Triangulación con los abogados. Como el
flanco de disputas personales no alcanzan, los ex
terminan en manos de abogados que legalizarán
la disputa y en muchos casos incrementarán el de-
sorden.
Todos estos detalles comunicacionales maquia-
vélicos, se producen en mayor o menor medida en
las relaciones de personas separadas y más cuando
conservan la pareja de padres, cosa que no sucede
cuando los ex no tuvieron hijos. Cabe aclarar que
todos estos juegos de la interacción pueden darse
tanto justificada como injustificadamente.
Esto quiere decir que sí existen mujeres y
hombres especuladores, manipuladores, descali-
ficadores, escaladores que intentan dominar per-
manentemente al otro, que utilizan a los hijos
como bastión de guerra, y las acusaciones y enojos
del ex partenaire como reacción, es totalmente
justificada. Pero también, se acusa al otro sin aval,
simplemente como forma de depositar rabias se-
dimentarias, proyectos frustrados, resentimien-
tos, etc. y complicando la relación a niveles de
locura.
Comprensión y perdón
La posibilidad de perdonar es un recurso libe-
rador de todas las preguntas que puede hacerse un
partenaire agraviado o dolorido en pleno duelo.
Pero hemos observado que un vehículo del perdo-
nar se encuentra en la comprensión previa, aun-
Actualidad Psicológica
que no es una condición que siempre implique el
perdonar.
Pero la comprensión compete al territorio de lo
racional, es decir, se analiza y se comprende o no.
También depende de cuan enamorado un parte-
naire agraviado pueda estar, para entender benévo-
lamente la explicación de la decisión de la
separación. Hay personas que tienen la tendencia a
perdonar, otros a seguir pasando facturas y a desa-
rrollar un proceso tortuoso tanto para el otro como
para él mismo. Entre las variables comprensión/per-
dón que registramos en la observación clínica se en-
cuentran:
• No te comprendo y no te puedo perdonar: la in-
comprensión impide el perdonar y esta asociación
en este caso es categórica y ratifica la separación.
• Te comprendo y te perdono, pero ya estoy muy
lejos de vos: el tiempo permite la distancia sufi-
ciente para comprender, por ejemplo, la acción
que llevó a la separación, pero el sistema ha cons-
truido un nuevo sistema en su vida que no incluye
a su ex pareja.
• Te comprendo, te perdono, pero no te justifico:
el partenaire comprende y esa comprensión lo lleva
a perdonar, pero no justifica las acciones que agra-
viaron. Entiende que se podrían haber tomado
otros caminos.
• Te comprendo, pero no te perdono y no te
quiero ver más: la persona comprende lo sucedido,
pero a pesar que lo intenta no logra perdonar y de-
cide separarse definitivamente. Por ejemplo, la per-
sona comprende, pero sus creencias son tan rígidas
que le impiden el perdón.
• Te comprendo, te perdono y quiero que lo in-
tentemos nuevamente: la comprensión y el perdón
subsecuente abren una nueva posibilidad de en-
cuentro relacional.
• Pasafacturerismo eterno: en donde la persona
perdona o al menos cree perdonar, pero en realidad
no perdona y reinicia el vínculo, entonces surge un
repertorio cotidiano donde todo se asocia al agravio
y el vínculo se torna tortuoso.
La recomendación terapéutica que cae como
una sentencia en el trabajo terapéutico post-conyu-
gal, es Te perdono o no te perdono, pero a medias
NO. Si se perdona al partenaire, se aceptan las con-
diciones de un nuevo contrato de la pareja y el rea-
nudar el vínculo implica no entrar con el martirio
cotidiano de desarrollar planteos acerca del agravio
(el pasafacturerismo) puesto que perdonar es per-
donar en toda su magnitud. Esto no quiere decir
que la persona en momentos de enojo pueda surgir
su rabia argumentando el hecho que fundamentó
la separación, pero este hecho es un hecho aislado
y no está sistematizado en lo cotidiano.
De la muerte a la resucitación:
interacciones para recuperar
a la pareja
El cónyuge que no ha decidido separarse puede
enrolarse en una serie de mecanismos con la finali-
dad de recuperar a su pareja. Intentos en general in-
fructuosos que terminan confeccionando profecías
autocumplidoras: tanto se intenta acercar al otro
que termina alejándose. Uno de esos mecanismos
muestra la idealización por el otro, en donde se in-
tenta benevolizar al objeto amoroso y se sesga los
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aspectos negativos. Este encumbramiento del otro que en nombre del pensamiento mágico realizarán Referencias
dificulta la despedida y lo acerca más a la relación. rituales, actos de magia y demás trabajos con el fin
Mientras que el benevolizar transcurre en el de recuperar el amor. Además de victimización Abrahms, Eliot (2005). Terapia Racional Emotiva. México:
plano de lo cognitivo, buscar compulsivamente al como forma de manipulación, están los ex cónyu- Editorial Pax
otro lleva el plano de las acciones. Esta búsqueda ges que son detectores de los sentimientos culpó- Beck, A.; Rush, J; Shaw, B.; Emery G. (1979). Cognitive The-
insistente cabalga con mecanismos culposos y ma- genos del otro. rapy of Depression. Edición española (1992): Terapia Cogni-
nipulatorios como la posición de la pobre víctima Hablarán tocando los talones de Aquiles, los tiva de la Depresión. Desclée de Brouwer.
abandonada a la que aludíamos anteriormente, tra- flancos débiles del otro, por ejemplo, hacer referen- Cartujo, J. I. B. (2002). El Síndrome de Alienación Parental.
tando de apelar a golpes bajos emocionales que im- cia a los hijos que extrañan –los chicos no dejan de Descripción y abordajes psico-legales. Psicopatología Clínica
primen culpa en el interlocutor: Porque a mí...!-. preguntar por su papa…. Te extrañan-, de las cosas Legal y Forense, 2(3), 25-45.
En otros casos se observa un cónyuge que ha pe- que hacían todos juntos, de situaciones de cuando Ceberio, Marcelo R. (2007) Se mata a quien se quiere. Los jue-
dido y reclamado durante años a su pareja una serie la pasaban muy bien, de comentarios enternecedo- gos del mal amor en Eguiluz, Luz (2007) El baile de la pareja.
de actitudes o acciones a favor de la relación y el res familiares que recuerdan a la ex pareja, y co- Pax México.
otro no realizó ninguna de esas acciones propues- mentarios del mismo tenor. Cuando las Ceberio, Marcelo R. (2017) Los juegos del mal amor. El amor
tas, o las llevó a cabo por un tiempo y después re- amabilidades seductoras y las conductas persuasi- la comunicación y las interacciones que destruyen parejas. Edi-
tornó al statu quo inicial. De cara al hartazgo el que vas no hacen mella en el otro, el dejado podrá trans- ciones B.
solicitó cambios decide abandonar el barco y frente formar su actitud amorosa en arranques Hetherington, E. M. (1982). El divorcio visto por los hijos. In-
a tal decisión el partenaire casi compulsivamente espasmódicos de rabia, una verdadera ametralla- fancia y aprendizaje, 5(18), 53-64.
inicia a realizar los cambios pedidos, aunque fuera dora emocional que descarga su bronca hiriendo Jiménez Arrieta, M., Amarís Macías, M., & Valle Amarís, M.
de tiempo. Hace todo lo que el otro reclamaba y no gravemente al ahora su oponente y, por supuesto, (2012). Afrontamiento en crisis familiares: El caso del divor-
hizo, y ahora que se pone en marcha su pareja se alejándolo aún más de la relación. cio cuando se tienen hijos adolescentes. Revista Salud Uni-
encuentra muy lejos de la relación. norte, 28(1), 99-112.
En suma, todas estas actitudes post conyugales, Kubler Ross y Kessler D. (2006) Sobre el duelo y el dolor. Lu-
Hemos analizado que casi en un 80% de las se- de comunicación disfuncional y de sentimientos ciérnaga. Barcelona.
paraciones el cónyuge dejado intenta racional- tan oscuros, resultan tan controvertidos puesto que Kubler Ross E. (2008) La muerte: un amanecer. Luciérnaga.
mente encontrar la lógica en las acciones del otro. parece inconcebible que dos personas que han Barcelona.
Esta tentativa conduce casi siempre a la intención compartido amor, hijos, amistad y múltiples expe- Linares, J. y Campo, C. (2000). Tras la honorable
de comprender como una forma tranquilizadora riencias de vida lleguen a semejante catástrofe acti- fachada. Paidós.
de saber o creer saber porque el otro decidió sepa- tudinal y sentimental. Del amor pleno al odio Maida, A. M., Herskovic, V., & Prado, B. (2011). Síndrome
rarse. Muchas de estas decisiones no tienen que acérrimo, parece que solamente hay un corto de alienación parental. Revista chilena de pediatría, 82(6),
ver con decisiones racionales sino con el plano de tramo. La posibilidad de trabajar en un espacio la 485-492.
los sentimientos: la persona dejó de estar enamo- comunicación en la post conyugalidad implica sa- Riso, Walter (2006). Terapia Cognitiva: Fundamentos teóricos
rada. Esto resulta incomprensible para el cónyuge near un vínculo que no solo involucra a los ex, sino y conceptualización del caso clínico. Bogotá: Grupo Editorial
que recibe la noticia y trata denodadamente de que conlleva a establecer una relación mas saluda- Norma
buscar explicaciones: es allí donde resulta muy di- ble con los hijos, amortiguando los traumatismos
fícil encontrar sentido al desamor y la búsqueda de la separación y augurarles una mejor vida.
en muchas oportunidades resulta infructuosa y
entrampante.
Otro juego de intentar fracasadamente de recu-
perar la relación es tratar de acercarse y obtener el
alejamiento de la ex pareja. El cónyuge que desea
reiniciar la relación, producto de su ansiedad apela
a múltiples recursos para tan siquiera hablar con el
otro. Emplea varios canales (chats, skype, watsapp,
mail, Facebook, etc.) y ante la no respuesta multi-
plica el más de lo mismo. Obteniendo más del
mismo resultado, puesto que los silencios comuni-
can. Este juego paradojal de Cuanto más me acerco
más me alejo, es uno de los Juegos del Mal amor.
(Ceberio,2007; Ceberio 2017)
Muchos partenaires que desean separarse y cul-
posos de no afrontar la decisión, manipulan tra-
tando de encontrar en el otro el nock out
definitorio. De esta manera, pasan a la instancia de
la separación sin adoptar la responsabilidad de la
decisión y tienen la oportunidad de colocarse en rol
de víctimas.
Otras de las formas son, llamar compulsiva-
mente por teléfono, mandar mail, skype, chat,
WhatsApp, etc., y si como si esto no alcanzara,
también se intenta frecuentar los lugares para en-
contrar de casualidad al otro, como también recu-
rrir a la familia o los amigos del otro con el fin de
acentuar el vínculo victimizándose y tratando de
que convenzan al ex cónyuge de las ventajas de rei-
niciar la relación y de las bondades y virtudes de
revivir la pareja. Aunque no es extraño que la de-
sesperación por la pérdida lleve a consultar a bru-
jas, tarotistas, videntes y toda la fauna de esotéricos
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Vínculos “Leer, aun siendo un acto comúnmente sedentario,
nos vuelve a nuestra condición de nómadas”.
Antonio Basanta, Leer contra la nada
E
l paso del tiempo y los inevitables
tóxicos y tropiezos nos exigen reconocer
que la enciclopedia era solo una
ilusión; una aspiración entusiasta
que, construida durante la infancia
sentimiento y la adolescencia, años después debimos abandonar.
Aquella dolorosa evidencia nos sugiere recorrer
un camino expositivo que no pretenda una defini-
ción acabada de los conceptos reunidos en el título.
Sin embargo, tenemos la esperanza de alcanzar una
comunitario comprensión aproximada que permita dilucidar los
alcances de la conjunción copulativa que los liga.
Un buen modo de introducirnos en el tema son
las palabras de Ceija Stojka, pintora y escritora gi-
Sebastián Plut tana, sobreviviente de los campos de exterminio nazi
y autora del libro ¿Sueño que vivo?: “Pero entonces
siento la unión con mi gente, a pesar de que nos hayan
separado tanto. Tienes que pensar que hemos sido
siempre un pueblo al que veían como a los malos. Los
migrantes, los gitanos, los que roban, los que mienten,
los que apestan, las que son brujas y nos echan un mal
de ojo. La realidad es que hay en nosotros una vida
familiar en la que la gente se contentaba con nada”.
Lo tóxico
La expansión del término tóxico quizá influya
para que muchos lo consideren un concepto nove-
doso y banal. Sin embargo, hace un siglo Freud
(1930) planteó la necesidad de su abordaje: “dentro
de nuestro quimismo deben de existir sustancias que
provoquen parecidos efectos… Es muy de lamentar
que este aspecto tóxico de los procesos anímicos haya
escapado hasta ahora a la investigación científica”.
Quien más profundizó en nuestro medio sobre
los procesos tóxicos y traumáticos fue David Mal-
davsky (1992, 1994, 1996), quien se ocupó de esta-
blecer las fijaciones y defensas específicas, las
formaciones sustitutivas correspondientes, las dife-
rencias entre diversos desenlaces clínicos, etc. En ese
marco destacó la desestimación del sentir, la percep-
ción sin conciencia, las pugnas interpulsionales y la
desmezcla pulsional al interior de Eros, etc.
Un elemento común a los diferentes cuadros tó-
xicos y traumáticos es la imposibilidad de tramitar
las incitaciones (pulsionales o exógenas), es decir la
imposibilidad de transformar la cantidad en cuali-
dad, en conciencia, en matiz afectivo. Por ello, un
rasgo específico de las manifestaciones de los suje-
tos con cuadros tóxicos es el discurso catártico,
cuya función es “desembarazar al yo del problema
que narra” (Maldavsky; 1994). Se trata de un dis-
curso que no da lugar al interlocutor, no posee un
interrogante sobre el pensar o el sentir de quien es-
cucha, aunque no solo suprime al interlocutor sino
también al propio sujeto que relata el problema.
El autor también dio cuenta del modo en que en
las patologías tóxicas y traumáticas, la psicosis se
desarrolla proyectada, en el sentido de que el sujeto
supone tener un interlocutor despótico al cual debe
someterse.
Sentimiento comunitario
Freud expuso numerosas hipótesis sobre el sen-
Actualidad Psicológica
timiento comunitario: su relación con los ideales,
la ética, la pulsión social, su grado de abarcatividad,
etc. En la siguiente cita se puede advertir parte de
su perspectiva (1921): “Lo que más tarde hallamos
activo en la sociedad en calidad de espíritu comuni-
tario, esprit de corps, no desmiente este linaje suyo,
el de la envidia originaria. Ninguno debe querer des-
tacarse, todos tienen que ser iguales y poseer lo
mismo. La justicia social quiere decir que uno se de-
niega muchas cosas para que también los otros
deban renunciar a ellas o, lo que es lo mismo, no
puedan exigirlas. Esta exigencia de igualdad es la
raíz de la conciencia moral social y del sentimiento
del deber… El sentimiento social descansa, pues, en
el cambio de un sentimiento primero hostil en una
ligazón de cuño positivo, de la índole de una identi-
ficación. Hasta donde hoy podemos penetrar ese pro-
ceso, dicho cambio parece consumarse bajo el influjo
de una ligazón tierna común con una persona si-
tuada fuera de la masa”.
Cobra relieve la identificación, sobre todo la que
se desarrolla con personajes, como dice Freud, si-
tuados fuera de la masa. Con tales personajes, que
suelen detentar algún tipo de poder (económico,
cognitivo, afectivo o motriz), se da la apropiación
identificatoria. Estas identificaciones corresponden
al período en que lo no familiar no tiene una enti-
dad diferencial, dado que lo otro es solo lo ominoso,
lo que amenaza al ser. Luego se desarrolla otro tipo
de identificación, que transforma la hostilidad en
ternura y conduce a considerar al otro como dife-
rente sin estar animado del afán de aniquilarlo. En
este proceso es esperable que lo diverso no solo
quede localizado en el exogrupo (familiar o comu-
nitario) sino también al interior del propio grupo.
Desde luego, esta es una breve referencia a un
largo y complejo proceso que reúne los destinos
pulsionales y las transformaciones del ideal. Allí co-
bran importancia los desenlaces del pensar infantil
en cada sujeto singular, como expresión de la com-
binación entre narcisismo y autoconservación: la
ontogénesis de los particulares modos de clasificar
realidades internas y externas (premisa universal
del falo), la admisión o rechazo de identificaciones
(parto por deposición) y la creación de diversos có-
digos de intercambio (concepción sádica del coito).
La cultura romaní
Resulta sugerente el subtítulo del artículo de
Ávila y Noreña (2016) sobre cultura gitana: la ex-
clusión dentro de la inclusión. Esto es, cómo se vehi-
culiza inadvertidamente la segregación en el seno
de la inclusión.
Existen divergencias en cuanto al origen de la
comunidad romaní, “caracterizada por su inestabi-
lidad territorial” o su nomadismo. Sin embargo,
cobra fuerza la idea de un origen en el noroeste de
la India, de donde habrían sido expulsados por su-
cesivas invasiones (islámica, mongol).
Con frecuencia llamó la atención la baja relación
entre gitanos y la sociedad más amplia, muchas veces
limitada a los intercambios económicos. La escasa co-
nexión debe comprenderse, pues, a doble vía, desde
la comunidad pequeña hacia la más grande y vice-
versa. Según Ávila y Noreña (Op. cit.) “se implemen-
tan mecanismos no verbales para delimitar a ese otro
que aparece como extraño con connotaciones negati-
vas, que van desde la desconfianza hasta el miedo”.
Actualidad Psicológica
Tengamos en cuenta que si prevalece el prejui-
cio hacia un grupo también opera una percepción
homogeneizante, por lo cual se percibe a sus miem-
bros como si fueran todos iguales, cual si todos por-
taran los atributos negativos que se les atribuyen.
Según refieren diversos autores, la socialización
en la comunidad gitana jerarquiza la educación fa-
miliar más que la escolar y “estas diferencias entre
el sistema educativo familiar y el escolar, es lo que
pone en cuestionamiento la inclusión de esta cultura
hacia una cultura más occidentalizada” (Ávila y
Noreña). Asimismo, para los rom las variables de
edad y género cumplen una función mucho más
significativa que en la cultura occidental.
Los autores concluyen que “el proceso de encul-
turación lleva a comprender las consecuencias que
trae el afán por incluir a determinado grupo de per-
sonas a una cultura que cegada por su ignorancia
pasa por alto las características propias de quien pre-
tende proteger, bajo un ideal de inclusión presto a
ser convertido en la exclusión misma”.
El carácter nómade del pueblo gitano forma
parte de su propia identidad y posiblemente sea uno
de los factores de resistencia a la integración, ya que
esta última podría amenazar aquella identidad. Esto
es, la no integración o, mejor dicho, la integración
acotada quizá sea el modo de conservar ese espíritu
histórico de no estar asentados en ningún lugar.
Ávila y Noreña se preguntan “si aquellos discur-
sos y métodos de inclusión que se han venido dando
realmente incluyen o por el contrario sustituyen de
alguna manera su identidad y su cultura por una
cultura ajena”
Para Martin (2014) “el gitano ha percibido siem-
pre el riesgo que podrían correr sus hijos sometidos
en la escuela a influencias de un sistema de valores
que no es el suyo y que no desea adquirir”.
También en el documental “Ella va de largo”,
sobre la vida de Karina Miguel, primera mujer gitana
que se recibe de abogada en Argentina, se puede ad-
vertir que el autoaislamiento de la comunidad rom,
su parcial rechazo a la comunidad extendida, tal vez
su peculiar hermetismo, corresponde a la decanta-
ción histórica de las barreras de protección que de-
bieron erigir ante las persecuciones y el trato que
recibían como parias.
“Te cago en la boca”
Esta frase fue insistentemente proferida por
Omar a su esposa, Andrea. Entre otras expresiones
de ira, en español y en romaní, “te cago en la boca”
combina insulto, maldición y amenaza. Quizá esta
expresión tenga alguna historia (familiar o comuni-
taria) que desconocemos, pero resulta notable el
tipo de violencia que pone de manifiesto. Dicha vio-
lencia consiste en imponer una doble cerrazón, un
circuito cerrado entre dos cuerpos, propio de quien
no soporta la diferencia con el otro. En efecto, “te
cago en la boca” exhibe, por un lado, la falta de dis-
tancia entre dos cuerpos y, por otro lado, un circuito
digestivo cerrado, ya que lo que debe salir hacia el
exterior como deyecto (por vía del ano) volvería a
ingresar por la zona de incorporación (boca).
Mientras Omar es gitano “puro”, Andrea es do-
blemente “impura”: es hija de padre gitano y madre
criolla y, además, ya había estado casada antes de
contraer matrimonio con Omar.
Omar y Andrea vivían junto con los padres de él.
Tanto en la familia como en el negocio familiar el
padre de Omar domina las decisiones de manera ar-
bitraria. Cuando Andrea fue expulsada del domicilio
familiar, su esposo retuvo a la hija en común y luego
se dio a la fuga. Andrea inició acciones judiciales para
recuperar a su hija, a partir de lo cual Omar y su
padre no cesaron de lanzar amenazas de todo tipo,
incluso delante de funcionarios públicos. La situa-
ción fue cobrando tensión al punto que la justicia de-
cidió allanar el domicilio y autorizó, expresamente,
violentar puertas, cerraduras y ventanas.
La familia paterna percibe la denuncia judicial
de Andrea como una traición imperdonable y con-
sideran la injerencia del sistema legal como una
afrenta a su autoridad.
Si bien la transgresión legal ha sido evidente, no
resulta suficiente, desde el punto de vista psíquico,
recurrir a categorías como psicopatía o perversión.
En efecto, es preciso considerar la superposición de
tradiciones comunitarias con una vincularidad tó-
xica para poder comprender el tipo de nexo con lo
diferente así como la expulsión de lo ajeno (por
ejemplo, la disyuntiva entre resolución judicial y so-
lución endogámica). A modo de ejemplo, podría
mencionar el dinero que la familia del varón entrega
a la familia de la mujer como paso al matrimonio.
Allí donde muchos podríamos ver la mercantiliza-
ción de los cuerpos, la tradición gitana vivencia una
donación que no carece de un valor simbólico.
Dicho de otro modo, el debate sobre la validez o no
de la hipótesis del relativismo cultural pone en juego
la conflictiva relación entre, cuanto menos, tres sis-
temas: el legal, el psíquico y el comunitario (1).
Resultan elocuentes las palabras del padre de
Omar:
Se define a sí mismo como “voz autorizada para
determinar el destino de la familia”, expresa que An-
drea no ha sido digna esposa de un gitano y protesta
porque pretenda hacer valer sus derechos como
“mujer criolla”. De modo querellante dice: “Ahora
soy yo el que decide, ni Omar ni nadie me va a decir
a mí qué hacer con mi nieta. Esa nena se queda acá,
venga quien venga, aunque lo diga la jueza, el presi-
dente o venga toda la policía. Sobre mi cadáver me
van a sacar a la beba. A esa puta de mierda, no se la
vamos a dar. Ellos son unos gitanos brutos, que me
Junio 2023 • Página 15
devuelvan los siete mil dólares que pagué por esa
mujer, que dejen de amenazarnos. Ellos no pueden
cuidarla como la vamos a cuidar nosotros. Esto es
una venganza. Aunque yo me muera acá, a mi hijo
no le van a sacar a la nena”. Agrega que no va a aca-
tar la “ley criolla” y “Omar no entregará a su hija ni
a la jueza ni a nadie. Esto se resuelve de otra manera,
entre machos, que el padre de Andrea venga acá, me
devuelva la plata que pagué por esa mujer. Esto es
una venganza y va a terminar mal si siguen insis-
tiendo que Omar entregue a la nena”. La frase “esto
es una venganza” es ambigua, ya que no es claro si
así percibe la decisión de Andrea o es el modo de
describir su propio acto. Un dato histórico abonaría
este último supuesto: hace muchos años, una her-
mana del padre de Omar, siendo niña, fue entregada
a los abuelos de Andrea.
El dominio que ejercen los mayores es tal que
parecen perderse las diferencias hijos y nietos:
cuando el abuelo dice “ni Omar ni nadie me va a
decir a mí qué hacer con mi nieta” o bien, cuando la
madre de Andrea, para referirse a esta última y a su
nieta, dice “mis hijas”.
Errancias
Aunque el nomadismo no es el modo de vida
actual de las familias gitanas, nos preguntarnos
cómo se expresa aquella tradición en el presente.
Desde luego, nuestras hipótesis no se pueden gene-
ralizar pues el pasaje desde el caso singular a la te-
oría tiene determinadas condiciones y limitaciones.
Maldavsky (1999) se pregunta por las vivencias
catastróficas que hacen de fundamento para que un
sujeto se promueva a sí mismo estados de desa-
rraigo y, por lo cual, se reiteran procesos de auto-
expulsión como complemento de una disposición
a dejarse morir. En la historia de la comunidad rom
uno factor central fueron las persecuciones.
Cada sujeto o familia presenta resoluciones di-
versas de la tensión entre el origen y la diversidad
que caracteriza al presente de la inserción en una
comunidad más amplia. Dicho de otro modo, exis-
ten formas variadas de la apropiación identificato-
ria del origen.
El autor sostiene que “no existe una única forma
Página 16 • Junio 2023
de apropiación identificatoria del origen sino una
variedad de ellas, derivada de la diversidad de ero-
geneidades en juego. En cada ocasión cambia el nexo
con el origen, se rescatan ciertos rasgos y se descon-
sideran otros, se construye una determinada concep-
ción del ideal (en cuanto a forma y contenido) y
consiguientemente una representación-grupo propio
y ajeno que permite dotar de significatividad a la in-
serción en las prácticas sociales de todo tipo”.
El nexo con lo diverso también presenta moda-
lidades diferenciales: lo vital singular y colectivo solo
queda resguardado en tanto haya un encuentro con
lo diverso (Freud; 1920). Dicho de otro modo, el en-
cuentro con lo idéntico conduce a una progresiva
descomplejización anímica y comunitaria en que la
agresividad recíproca abre camino hacia lo inerte.
La unidad creada (grupo, comunidad) debe de-
sarrollar una coraza que la proteja ante la invasión
de estímulos desmesurados, que no impida los in-
tercambios con lo exterior a ella, y también resultan
necesarios los modos de reproducción de sí misma,
para sostenerse en el tiempo y multiplicarse.
Maldavsky describió 6 modos de encuentro con
lo diverso: 1) englobamiento reduccionista, 2) ais-
lamiento, 3) coexistencia superficial, 4) afinidad
parcial, 5) rescate de lo diferente, 6) complejización.
Las dos primeras formas tienden a suprimir lo di-
ferente, mientras la tercera permite una coexisten-
cia pacífica. La cuarta modalidad permite rescatar
coincidencias que permitan cierta complementarie-
dad, al tiempo que lo diverso queda soslayado. En
cambio, la quinta forma considera especialmente el
núcleo diferente ajeno como fuente vital, mientras
que la sexta agrega la creación de una estructura
más compleja.
Téngase en cuenta que el repertorio de alterna-
tivas puede aplicarse al grupo pequeño respecto del
más grande y viceversa. A modo de ejemplo, ¿la co-
munidad amplia no pretende, en ocasiones, un en-
globamiento reduccionista de los colectivos que
tienen una posición de minoría?
Multilingüismo
Otro aspecto a considerar es el multilingüismo
ya que los gitanos en Argentina hablan, simultáne-
amente, español y lengua romaní. Desde luego, el
idioma originario queda reservado para el mundo
íntimo, familiar. Es posible, pues, encarar tres tipos
de estudios: 1) estudiar cada idioma como expre-
sión de determinadas erogeneidades específicas. El
mundo de los afectos, por ejemplo, queda expre-
sado en la lengua de origen; así como los insultos
también prevalecen en dicho idioma. En cambio, el
mundo del trabajo o la relación con instituciones
públicas quedarán expresados en el idioma español;
2) estudiar de qué modo cada lengua expresa dis-
tintos estratos de memoria, en cuyo caso cada
idioma expresa la diferencia entre dos o más estruc-
turas mnémico-cognitivas de la subjetividad. Por
caso, los recuerdos de la infancia podrán expresarse
en una lengua, mientras que los vínculos actuales
extracomunitarios se expresarán en la otra. Como
en la perspectiva previa, pueden darse relaciones de
complementariedad o conflicto entre ambos idio-
mas. Por ejemplo, qué ocurre cuando un sujeto
desea traducir una palabra entrañable (como sau-
dade del portugués). “En la traducción -dice Mal-
davsky- puede no quedar expresado un resto que re-
presenta aquello que se pierde por la creciente sofis-
ticación en el pasaje de un estrato psíquico más
elemental a otro más sofisticado”; 3) finalmente,
cada idioma representa a un sector anímico dife-
rente: los deseos, la realidad y el superyó. En efecto,
mientras un idioma expresa los deseos, otro da la
voz de las normas y la moral, o bien es expresión de
la realidad. Recuerdo un paciente brasileño, de
unos 10 años, que vivía desde los 6 años en Buenos
Aires, pues su madre era diplomática. Era notable
que pese a hablar perfectamente el español, el niño
solo se enojaba en portugués. En ese desenlace pue-
den combinarse dos procesos: que el idioma de ori-
gen sea más propicio para expresar la hostilidad y/o
que la lengua adquirida secundariamente esté cons-
treñida a las reglas sociales de conducta y no dé
lugar a otros componentes.
Resulta sugerente lo que plantea Maldavsky
cuando en el conflicto entre dos lenguas queda un
resto que se presenta como lenguaje críptico: “La
palabra cripta sugiere al mismo tiempo la idea de
tumba, de un muerto que debe ser velado y honrado
duraderamente, y la idea de un mensaje hermético,
en clave, sin la cual es imposible su descifre. Con este
término aludimos en realidad a un discurso que en-
cierra un duelo patológico, la nostalgia por un objeto
o un territorio perdido, y también un sentimiento de
injusticia que queda inexpresado, enmudecido por
la falta de interlocutor que pueda escucharlo, desci-
frarlo y obrar en consecuencia. Por lo tanto, en este
lenguaje críptico quedan condensados el dolor, el
sentimiento de humillación y el de vergüenza inhe-
rentes a la vivencia de haber soportado situaciones
de injusticia que han quedado impunes”.
Un tipo de memoria
Entre los tipos de memoria que examina el psi-
coanálisis (representaciones-cosa, representacio-
nes-palabra, superyó, filogénesis, afectos, etc.)
cobran particular relieve las vivencias insoportables
padecidas por generaciones precedentes y que dan
lugar a la transmisión generacional de los traumas.
En la generación precedente fue imposible traspo-
ner en palabras aquellas vivencias insoportables,
cual si el lenguaje no pudiera darles cabida. Suele
tratarse de recuerdos mudos, que la generación si-
guiente también transmite en silencio y que en los
hijos de los hijos se expresa como pesadillas (cuyo
contenido corresponde al mundo anímico de los
abuelos). Esto es, una generación puede incidir
sobre la siguiente al promover ciertas defensas
como la sofocación de afectos, por ejemplo. Dicho
de otro modo, es posible que los padres tomen en
arriendo la subjetividad de sus hijos para tramitar
los traumas padecidos. Las vías de transmisión co-
rresponden a la alteración de la erogeneidad du-
rante la infancia, por vía de la indiferencia hostil o
por vía de las intrusiones violentas (o ambas alter-
nativamente), todo lo cual deja indefenso a lo aní-
mico de quienes dependen afectivamente de los
adultos. Maldavsky observa que “quienes ejercen
esta actividad suelen desplegar un discurso apto para
ser escuchado solo en los vínculos intrafamiliares”.
Y agrega: “La posición de quien despliega este dis-
curso es la del poseedor del poder, pero solo en el ám-
bito privado. Dicho sujeto poderoso desarrolla una
Actualidad Psicológica
argumentación despótica, sostenida en certezas de-
lirantes que hacen de justificativo para las prácticas
sensuales intrusivas y violentas”.
Palabras finales
Resulta relativamente sencillo delimitar las con-
ductas tipificadas como delito, aunque por diversas
razones (necesidad de pruebas, engaños de quien
delinque, garantías procesales, tiempos burocráti-
cos, etc.) es algo más complejo comprobar la culpa
de quien infringió la ley. Lo que definitivamente es
más difícil es comprender acabadamente las tramas
intersubjetivas que dan cuenta de la violencia intra-
familiar. Esto último es de vital importancia si, ade-
más de buscar el necesario castigo, esperamos
sofocar o amortiguar la compulsión a la repetición.
Ya señalamos el palimpsesto entre historia sin-
gular, tradición comunitaria y vincularidad tóxica.
Así como desde el comienzo advertimos la impo-
sibilidad de la ilusión enciclopedista para definir
y combinar nuestros conceptos, nos hallamos
ahora ante un cierto desconcierto si pretendemos
cerrar una conclusión que nos oriente en un obje-
tivo que vaya más allá de lo estrictamente judicial.
En efecto, las razones afectivas que subyacen a
ciertas conductas reúnen duelos, humillaciones,
venganzas, pérdidas, etc., que, a su vez, promue-
ven un conjunto de percepciones, identificaciones
y decisiones cuya significación es heterogénea y no
siempre advertida.
Aun en quien ocupa el rol de victimario se com-
binan, de modo variable, las disposiciones sádicas
y masoquistas y, por ello, solo podremos avanzar
en el mencionado propósito si, cada vez, nos acer-
camos a una comprensión más sofisticada sobre los
destinos y efectos del displacer, singular y grupal.
Notas
(1) Recomiendo la hermosa novela La ley del menor, de Ian
McEwan (Ed. Anagrama, 2015).
Bibliografía
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dentro de la «inclusión»”, Cultura, Educación y Sociedad, 7(1).
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AE.
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Martín, S.; (2014) “El Educador/a Social y la minoría gitana”,
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Plut, S.; (2022) ¿El resto qué piensa? Experiencias de análisis ins-
titucional, Ed. Topía.
Actualidad Psicológica Junio 2023 • Página 17
Página 18 • Junio 2023
Algunas Introducción
L
a pareja, en todas sus versiones, es
un hecho corriente en la vida de la
mayoría de las personas. El en-
reflexiones cuentro con el otro es muy anhe-
lado, a veces
desesperadamente buscado, en tanto fuente de
hasta
una supuesta felicidad compartida.
teórico-clínicas En este trabajo me ocuparé de un tipo especí-
fico de pareja, la pareja heterosexual, constituida
por un hombre y una mujer adultos “(…) que
conviven de un modo más o menos permanente,
que comparten (o al menos proyectan compartir)
sobre la la mayor parte de sus vidas y tienen (o consideran
que deberían tener) relaciones sexuales entre sí”
(Losso, 2001, p113).
Este autor se pregunta por qué la gente busca
toxicidad en unirse en pareja y propone un amplio listado de
causas posibles, las cuales citaré a continuación:
“1) Para no estar solos. “El individuo se siente
incompleto cuando está solo” (Freud, 1921).
los vínculos 2) Como intento de resolver la situación edí-
pica o, dicho de otro modo, de pasar de la endo-
gamia, o de la sexualidad infantil a la sexualidad
actuales de adulta.
3) Como realización de la fantasía infantil de
tomar el lugar de los padres. Ahora soy yo padre
(o madre) y tengo relaciones sexuales como
pareja mamá (o papá) y tengo hijos como mamá o papá.
4) Como confirmación de la propia existencia,
del propio valor, de la identidad, en especial -pero
no sólo-de la identidad sexual. Me reconozco en
Luis Alberto Stoppiello el otro. Me reconozco como varón o mujer en la
medida en que el otro, varón o mujer, me reco-
noce como tal.
5) Para llenar necesidades de amor y protec-
ción (gratificación afectiva).
6) Como búsqueda de gratificación sexual ade-
cuada y relativamente estable.
7) Como modo de aliviar la culpa edípica. En
la medida en que el otro del sexo opuesto me
acepta como pareja, de algún modo soy merece-
dor del cariño del otro y, por lo tanto, no tan cul-
pable de mis fantasías incestuosas y/o agresivas.
8) Como búsqueda de un lugar donde pueda,
en ciertas dosis, expresar la agresión, en una si-
tuación de seguridad en que sé que voy a ser tole-
rado y comprendido.
9) Como búsqueda de independencia: la pareja
me permite independizarme, si bien relativa-
mente, de mi familia de origen. Ahora yo tengo
mi pareja, mi familia, mi casa, mis hijos, etc.
10) Como búsqueda de dependencia: a) poder
contar con el otro que me permita “pequeñas re-
gresiones”, alguien con quien se pueda abandonar
temporariamente la “máscara social” (el “self
adaptativo” o falso self) para mostrarme más de
“entrecasa”; b) (muy importante): buscar un lugar
Actualidad Psicológica
en el que, gracias a lo anterior, sea posible rescatar
aspectos propios “olvidados”, aspectos lúdicos,
creativos, que en un marco de confianza, es decir
de seguridad afectiva, faciliten el desarrollo de as-
pectos curativos y creativos de la pareja.
11) Como búsqueda de alianzas para enfrentar
dificultados: a) frente a las respectivas familias de
origen; b) frente al mundo: la “lucha por la vida”.
12) Para llenar necesidades de posesión: “Eres
mío(a)”.
13) Para llenar necesidades de trascendencia,
más allá de las propias fronteras psíquicas.
14) Para crear una cultura familiar propia. Y
transmitir a los hijos: a) un estilo de vida; b) una
escala de valores; c) un lenguaje común; d) nuevas
normas (como leyes privadas de la familia); e) una
“weltanschauung”.
15) Como intento de curación de heridas fa-
miliares: a) poder corregir experiencias traumáti-
cas relacionadas con las respectivas familias de
origen; b) poder controlar, defenderse, “borrar”,
olvidar, aliviar culpas, reparar, etc. (“seremos me-
jores que nuestros padres”, “no haremos con
nuestros hijos lo que ellos hicieron”, etc.).
16) Posibilidad de un proyecto común. Poder
“soñar juntos” proyectos compartidos, como
modo de elaborar la angustia frente a la finitud.
Dentro de estos proyectos, en primer lugar están
los proyectos de tener hijos, junto a realizaciones
económicas, profesionales, sociales, etc. Es decir,
el desarrollo de la “tercera área” de Winnicott:
área de juego y creatividad (Winnicott, 1971).
17) La relación de pareja implica asimismo
una suerte de recreación (fantástica) de la díada
inicial madre-hijo (o hija). No hay, en efecto, en
la vida una situación donde se cree tanta intimi-
dad, tanta cercanía y que tenga tanto parecido con
aquella. Recordemos con Willi (1978) que es muy
frecuente en las parejas el uso de un lenguaje “in-
fantil”, como sonidos preverbales y ciertas formas
de expresiones características de la primera infan-
cia. Se busca así compensar en la pareja situacio-
nes deficitarias infantiles, esperando del
partenaire que le dé al sujeto lo que no le ha sido
dado en la infancia.
18) Más aún, la pareja puede recrear fantásti-
camente la ilusión infantil de límites entre sujeto
y objeto: se realiza de algún modo la fantasía de
completud y fusión. Es el mito de la “media na-
ranja”, la ilusión -recreada-de completud”
(pp.113-116).
Losso aclara que, si bien estas motivaciones
pueden ser en parte conscientes, en su mayoría
son inconscientes y hasta circulan por transmi-
sión transgeneracional. Derivan de una serie de
deseos de distinto orden, adultos e infantiles o
edípicos, los cuales forman una red que liga y, a
veces, atrapa a los miembros de la pareja.
Por último, el autor dice que toda pareja se or-
Actualidad Psicológica
ganiza y mantiene a partir de elementos bivalen-
tes (positivos y negativos):
Positivos: investiduras recíprocas, enamora-
miento, cierto grado de admiración mutua, iden-
tificaciones comunes, ideales y creencias
compartidas, realización satisfactoria de deseos,
confirmación y realización aceptable del propio
narcisismo y expresión controlada de un cierto
monto de agresividad.
Negativos: renuncias y, sobre todo, pacto de-
negativo (Kaës, 1989).
Este aspecto, negativo, del vínculo amoroso, es
el que me propongo trabajar en este artículo,
puesto que aparece, cada vez más, en la clínica de
pareja el malestar en relación al otro, siendo uno
de los motivos de consulta más frecuente.
Luego de haber presentado brevemente el con-
cepto de pareja, creo necesario, llegado a este
punto, definir dos conceptos centrales del título
elegido: me refiero a la toxicidad en los vínculos
de pareja.
La palabra vínculo deriva del latín “vinculum”
de vincire, y hace referencia a los tallos rastreros
y enredados entre sí de las plantas. Por extensión,
se relaciona con la ligadura o el lazo perpetuo de
una cosa con otra (y entre las personas).
Tóxico también viene del latín “toxicum”, y
este a su vez del griego “Tokicón” y significa que
contiene veneno o produce envenenamiento.
Al acompañar a un sustantivo, tóxico adquiere
la función de adjetivo, por lo cual le confiere una
cualidad o característica al mismo. En este caso se
trata de “vínculo tóxico” y da cuenta de una rela-
ción, como puede ser en este caso de pareja, que
genera malestar y frustración.
Cuando el vínculo es tóxico en la pareja, ésta
no se constituye como una fuente de felicidad,
contención y seguridad, llegando a producir daño
físico y/o psicológico y, en casos extremos, hasta
la muerte.
La elección de pareja, en los vínculos tóxicos,
suele estar condicionada por conflictos no resuel-
tos de uno o ambos integrantes. En la relación hay
culpa, miedo, vergüenza, dependencia, se ha per-
dido la libertad de poder elegir estar con el otro,
no se crece juntos, hay rigidez, produce angustia,
se ataca la identidad y la autoestima de la persona,
prevalecen los deberes por sobre los derechos y,
como ya fue dicho, se puede correr hasta peligro
por la propia vida.
Para finalizar esta introducción, diré que en el
presente trabajo me propongo pensar, desde un
marco psicoanalítico vincular, algunas cuestiones
en relación a la toxicidad instalada en muchos
vínculos actuales de pareja.
A tal fin, partiré de algunas viñetas clínicas1
para, luego, pensar el material presentado con el
apoyo de un grupo de autores de mi estima y res-
peto, por ser ellos mis referentes al momento de
confrontarme con un material clínico.
Viñetas
Caso 1: “La pulseada”
Juan y María son novios hace 9 años. Ambos
divorciados, con hijos grandes y varios nietos. Se
conocieron en un congreso. Dicen que se aman,
que son el uno para el otro, que se eligen y que…
no pueden dejar de provocarse y mantener discu-
siones interminables para ver quién tiene la razón.
Se autodefinen personas con carácter fuerte y no
pueden permitir que el otro los avasalle con sus
planteos. Luego de muchas separaciones y recon-
ciliaciones, consultan para iniciar una terapia de
pareja.
Caso 2: “Te mandé un mensaje”
Ella y él son adultos jóvenes, nacidos en la era
de las redes sociales, las cuales manejan a la per-
fección. Estuvieron varios años de novios y hace,
también varios años, que conviven. Al principio
todo bien y luego la rutina, el aplastamiento de la
cotidianeidad, la ausencia de la sexualidad y el si-
lencio, pero no la falta de comunicación: reem-
plazaron la palabra oral en el dialogo cara a cara,
por la palabra escrita mediante mensajes de texto
enviados a través de los celulares. Ambos están en
la casa, no importa si en lugares diferentes o hasta
en el mismo ambiente, igual se mandan mensajes.
Él se pregunta en voz alta: “¿Por qué hacemos
esto?”
Caso 3: “Porque yo lo decidí”
Marianela es joven, bonita, inteligente, culta,
de modales muy suaves, siempre sonriente, tiene
un buen trabajo, de buena familia, parece la chica
perfecta y la candidata ideal para novia de cual-
quier pretendiente. En la facultad conoció a un
compañero, se gustaron y empezaron a salir al
poco tiempo. Como sucede muchas veces, “al
principio todo bien”, pero de a poco “él fue to-
mando las riendas” de la relación: Al principio
ella se callaba y sonreía, para no discutir, pero en
su interior se quedaba mal, angustiada, enojada y
muy frustrada. Agrega molesta: “Había que hacer
lo que el señor quería y cuando yo empecé a cues-
tionarle algo me respondía: “Porque lo decidí yo”.
Ella quiere cortar la relación, pero no puede y en
estas circunstancias la conozco.
Reflexiones teórico-clínicas
Muchas de las características expuestas, se po-
drán observar en los casos presentados en este tra-
bajo. El común denominador es que “al principio
todo bien”, pero esto no se puede sostener para
siempre y, en algún momento, aparece lo real del
vínculo con todo su peso y, también, su malestar.
“Al principio todo bien” es una ilusión nece-
saria para constituir el vínculo amoroso. Se trata
de un fenómeno imaginario, en el cual se niegan
las diferencias para poder unirse al compañero/a.
Es como tomar una tijera y hacer recortes arbitra-
rios hasta dejar sólo los aspectos deseables y tirar
todo lo no deseable o inaceptable del otro. De este
modo, la totalidad del objeto queda cercenada y
se toma contacto sólo con aspectos parciales e ide-
alizados del mismo.
Por otra parte, todo aquello que suene a ex-
traño, ajeno, diferente, irreconciliable, rechazable,
es decir, cualquier rasgo o característica del par-
Junio 2023 • Página 19
tenaire que pueda detentar un signo menos (-) es
dejado por fuera del campo perceptivo, dando por
resultado un ser parcializado, idealizado y fami-
liarizado con el propio yo. De ahí las expresiones
clásicas de: “Mi media naranja”, “Mi príncipe
azul”, “La diosa”, “Mi rey”, “Mi princesa” y mu-
chas otras más.
El vínculo amoroso se establece entonces
sobre una negatividad radical, un desconoci-
miento en la base de la unión que deja necesaria-
mente algo afuera… pero no para siempre. Lo que
ha permanecido en la sombra acecha y, en algún
momento, se presentifica con toda la potencia de
lo real. Se constituye como una fuerza institu-
yente que arrasa la estabilidad ficticia (imagina-
ria) alcanzada en el vínculo amoroso hasta ese
entonces.
Lo anterior puede relacionarse con lo que Kaës
(1989) definió como pacto denegativo, aquello
que debe quedar por fuera del vínculo para poder
uno unirse al otro. Situación paradojal: para in-
cluirse en el vínculo con un par amoroso, hay que
excluir algo. Para ello, un repertorio defensivo
viene al auxilio de los partenaires (represión, re-
negación, rechazo, negación), pero como ya sabe-
mos, ninguna defensa es completamente exitosa
y tarde o temprano la sombra de lo excluido se
entromete en el vínculo a través del síntoma.
Aquello que estuvo frizado se descongela y
pide voz y voto en la relación. Actúa como un re-
belde que patea el tablero de lo instituido en el
vínculo y provoca desazón, desequilibrio, crisis,
peleas, angustia, rabia, miedo y todo tipo de reac-
ciones desbordantes.
Abadi (2021) sostiene que, llegados a este
punto, se es consciente que algo no anda bien, sin
embargo, no se puede cortar con la situación con-
flictiva. Se produce un desborde y “lo que excede
es lo que deja al descubierto aspectos inéditos del
otro/a que quedan por fuera de la relación repre-
sentada” (p. 91).
Presentaré ahora las viñetas desde su articula-
ción con la teoría.
En el caso 1 (“La pulseada”) asistimos a un en-
trampamiento mutuo en torno al tema del poder.
La pareja ha establecido una modalidad vincular
de confrontación, no hay cooperación, en una
lucha especular por quién tiene la razón.
Resulta interesante que ambos integrantes del
vínculo se autoproclamen personas con “carácter
fuerte”, lo cual me remite al dicho popular: “Dime
de qué te jactas y te diré de qué careces”. La nece-
sidad de imponerse al otro, la compulsión a de-
mostrarle a ese otro que se posee la verdad ¿dará
cuenta de una fortaleza del carácter…o lo contra-
rio? ¿se es fuerte o se es débil?
Una modalidad vincular circular de separacio-
nes y reconciliaciones se instaló entre ellos, pero
¿qué los separa y qué los une? Tal vez, la pregunta
adecuada sea la siguiente: ¿qué es lo que no logra
separarlos ni logra unirlos?
Como dice la instagrammer Lucila (2023) en
la palabra novio, hay algo que se perdió de vista:
no-vio. ¿Qué es lo que no ven Juan y María? ¿Qué
es lo que queda por fuera del vínculo amoroso y
actúa como lazo que los mantiene atrapados en
una lucha estéril por tener la razón sobre el otro?
Algo intenta instalarse, pero no logra hacerlo
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del todo, en cuanto al primer motivo establecido
por Losso para juntarse con otro (causa 1) Para
no estar solos. “El individuo se siente incompleto
cuando está solo” (Freud, 1921). Es como si uno
de los integrantes de la pareja se presentara como
no castrado e intenta que el otro acepte su condi-
ción de castrado…el problema es que al otro le
pasa lo mismo.
Ambos estarían atrapados en la siguiente fór-
mula vincular: “yo no soy un sujeto castrado, pero
vos sí y estoy intentando demostrártelo con mis
mejores argumentos, pero vos no los aceptás” …
y el otro aplica la misma fórmula.
Un circuito cerrado, sin entradas y sin salidas,
se ha establecido y ellos ya no pueden ni estar bien
juntos, ni estar bien separados: hacen siempre lo
mismo (compulsión de repetición mediante) y
obtienen siempre los mismos resultados.
¿Qué pasaría con esta situación de atrapa-
miento mutuo vincular si uno, o ambos miem-
bros de la pareja, se corren de sus respectivos
posicionamientos y se produce un reposiciona-
miento subjetivo o, mejor aún, intersubjetivo?
Otras dos causas de la lista de Losso como mo-
tivos para juntarse también aparecen:
8) Como búsqueda de un lugar donde pueda,
en ciertas dosis, expresar la agresión, en una si-
tuación de seguridad en que sé que voy a ser tole-
rado y comprendido.
Pero en el caso de Juan y María, esta causa
aparece negativizada, es decir, todavía no logran
expresar la agresión enmascarada, en nombre de
tener la razón, en un contexto de seguridad afec-
tiva en el que ambos saben que van a ser tolerados
y comprendidos. Por el contrario, hay un circuito
de intolerancia e incomprensión que los mantiene
a ambos atrapados en una discusión eterna.
En cuanto a la causa 14) Para crear una cultura
familiar propia, en efecto logran crearla, pero la
cuestión es de qué tipo: hay una cultura familiar
propia de la discordia, del conflicto permanente,
de la discusión, de la tensión especular y de la
confrontación.
Todavía no hay una cultura familiar propia del
dialogo, del partir de las diferencias para negociar
y encontrar puntos de acuerdos, de la coopera-
ción y de la aceptación de “la otredad” del otro.
¿Qué pasaría en esta pareja si alguna vez logra-
ran aceptar que ambos no tienen ni completa-
mente la razón ni están completamente
equivocados? Sino que, justamente “entre” ambos
pudieran trabajar para descubrir qué pueden con-
sensuar sobre el tema que están tratando.
En el caso 2 (“Te mandé un mensaje”) estamos
ante una pareja del siglo XXI, de la era de las tec-
nologías de la comunicación de masas y las redes
sociales: ¡tantas redes…que ellos mismos queda-
ron enredados!
Como siempre pasa, al principio todo bien
(ilusión como fenómeno imaginario) pero des-
pués lo real aparece con toda su fuerza aplastante
y afectando las distintas áreas del vínculo: caída
de lo analógico y ascenso de lo digital (no se ha-
blan, pero se escriben mensajes desde el celular)
y, no por último menos importante, caída del
deseo sexual.
Parece que cuando se apaga el deseo, se en-
cienden las pantallas y la única forma de volver a
estar juntos, aunque separados, es a través de la
tecnología. Extraña paradoja, porque lo que une,
separa y lo que separa, une.
Fischer (2021) plantea que en los modos de es-
tablecer lazos de los seres humanos hay algo que
cambia (según el ropaje de la época y el paso de
los años), pero también hay algo que permanece
como constante (lo inconsciente, lo pulsional y el
lazo con el otro).
Es paradojal lo que sucede en el canal de la co-
municación: desaparece el ruido, aparece el silen-
cio, pero hay comunicación. El lugar de la palabra
dicha es sustituido por la palabra escrita. Él se
pregunta: ¿Por qué hacemos esto?
Interesante pregunta que, a modo de punto de
partida, inaugura un trabajo posible.
Al pensar el caso desde el listado de Losso
sobre las causas del juntarse, encuentro tres que
pueden aplicarse a este caso:
Causa 1) Para no estar solos: resulta paradó-
jico, pues por una parte no están solos (conviven
desde hace años), pero al mismo tiempo están
muy solos (no se hablan y la comunicación es por
mensajes escritos): ¿qué le habrá pasado a la pa-
labra dicha como puente comunicacional en esta
pareja? ¿qué sucedió con el encuentro cercano y
cara a cara para mirarse y escucharse mientras se
hablan?
Causa 6) Como búsqueda de gratificación se-
xual adecuada y relativamente estable: el deseo se
apagó entre ellos y dejaron de intimar. La libido
pareciera haber emigrado desde la cama hacia los
celulares, con un proceso de deserotización sexual
y una sobrecatectización tecnológica: lo que las
sábanas ya no ligan, al menos las pantallas todavía
sí.
Causa 14) Para crear una cultura familiar pro-
pia: aquí también logran crearla, un código com-
partido de ausencia de dialogo cara a cara, pero
con presencia de comunicación en base a la caída
de la palabra oral y la aparición de la palabra es-
crita en un medio de comunicación tecnológica
(aunque estén en la misma casa o, incluso, en el
mismo lugar de la casa).
¿Qué sucedió con la mirada en esta pareja?
¿Un deslizamiento se produjo y lo escópico pasó
del rostro (mirar al otro y ser mirado por el otro)
hacia el celular (mirar la pantalla)? ¿Se habrá pa-
sado de mirar al otro a mirarse a sí mismo? ¿La
pantalla equivaldrá en plena era hipertecnológica
al estanque en el cual Narciso se miraba?
En el caso 3 (“Porque yo lo decidí”) otra vez el
“al principio todo bien…”: la ilusión instaura la po-
sibilidad del enamoramiento, pero al mismo tiempo
también una mentira. Cito nuevamente a la insta-
grammer Lucila, que al hacer un juego de palabras
devela la fórmula del enamoramiento: enamora-
miento, o sea, “mientras me enamoro miento”.
No hay opción, la mentira debe instalarse de
entrada para posibilitar el encuentro y la ligazón
afectiva con el otro, caso contrario, tener un acceso
inmediato a lo real del otro podría producir una
reacción de espanto y rechazo: si ella supiera desde
el inicio que él es un hombre infiel o golpeador …
¿se enamoraría? y si él supiera de entrada que ella
Actualidad Psicológica
despilfarra todo el dinero que llega a sus manos o
es una mentirosa serial… ¿se enamoraría?
Nuevamente, vemos aquí como algo debe que-
dar por fuera del vínculo para que éste pueda es-
tablecerse (pacto denegativo). Pero como nada
dura para siempre …lo real se presentifica en el
vínculo de la pareja: el novio lleva a cabo una “in-
vasión proxémica vincular” y avanza sobre el es-
pacio psíquico de la pareja: gana espacios de
poder y comienza a imponer su punto de vista:
“Porque yo lo decidí”.
Esto puede relacionarse con el tema de los es-
tereotipos de género, en donde aquí aparece la fi-
gura del hombre como “el macho alfa”, el fuerte
que toma la delantera, es propositivo y es capaz de
hacer todo…. hasta de decidir por su compañera.
La Oficina del Alto Comisionado de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas (ACNUDH,
2023) define al estereotipo de género como “una
visión generalizada o una idea preconcebida sobre
los atributos o las características, o los papeles que
poseen o deberían poseer o desempeñar las mu-
jeres y los hombres. Un estereotipo de género es
perjudicial cuando limita la capacidad de las mu-
jeres y los hombres para desarrollar sus capacida-
des personales, seguir sus carreras profesionales
y/o tomar decisiones sobre sus vidas”.
En el estereotipo de género se produce un fe-
nómeno particular, la atribución, que consiste en
la acción de asignar a un individuo (mujer u hom-
bre, es indistinto) atributos, características o roles
específicos por el solo hecho de corresponder al
conjunto “hombre” o “mujer”.
Para este organismo internacional, hay dos
tipos de estereotipos de género: los “abiertamente
hostiles” y los “aparentemente benignos”. Ejem-
plos del primer grupo: “las mujeres son irracio-
nales”, “no se puede razonar con las mujeres”, “las
mujeres quieren un hijo para después controlarte
la vida”, etc. Ejemplos del segundo grupo: “las
mujeres son cariñosas”, “las madres dan sus vidas
por sus hijos”, “las mujeres pueden hacer más
cosas que los hombres”, etc.
En ambos casos, cuando los estereotipos per-
petúan las desigualdades entre hombres y muje-
res, se tornan perjudiciales e ilícitos. Como
ejemplo, citan el caso de la visión tradicional de
“las mujeres como cuidadoras naturales”, lo cual
implica una delegación masiva y exclusiva de res-
ponsabilidades de crianza de los niños que recaen
en ellas, al mismo tiempo que desentiende al
hombre de tal responsabilidad (cuando en reali-
dad se trataría de una responsabilidad compar-
tida).
Lo anterior, se relaciona también con lo dicho
por Abadi (op.cit.) “El tejido de lo vincular toma
su materia prima de los enunciados de la época ya
entretejidos en la biografía de los sujetos” (p. 92).
En consecuencia, el contexto social del estereo-
tipo de género, termina convirtiéndose en el texto
actuado por el novio de Marianela.
Ella reacciona inicialmente con el silencio y
una permanente sonrisa. Esto puede relacionarse
con algunas de las interacciones típicas identifi-
cadas por Spivacow (2015) en los tratamientos de
parejas.
Por una parte, aparece la polarización, en
Actualidad Psicológica
tanto posiciones de antagonismo extremo. Ella se
calla para no discutir y, como dice este otro dicho
popular: “El que calla otorga”, despeja el camino
para que él hable y decida por ella (“Porque yo lo
decidí”). Como dice el autor, “en este modo de
funcionamiento ambos pierden algo de su autén-
tica manera de ser y terminan en una forma de
identidad “reactiva”, distorsionada” (p. 93).
Por otra parte, su sonrisa no se condice con lo
que piensa y siente en su interior. Aquí me viene
al encuentro otro dicho popular: “La procesión va
por dentro”. Esto hace referencia a otra interac-
ción típica, descrita por Spivacow como discor-
dancia verbal/gestual: “Se configura al emitirse
diferentes mensajes por los carriles verbales (pa-
labras) y los gestuales (expresión facial, postura
corporal, ritmo respiratorio, tono muscular, tono
de voz, gesticulación)” (p.97).
Al aplicar la lista de Losso de las causas por las
cuales las personas se buscan para juntarse, en-
cuentro 4 causas relacionables con esta pareja:
Causa 4) Como confirmación de la propia
existencia: al conocerse él quedó fascinado por
Marianela, parecía la “candidata ideal”, tan ideal
que no ofrecía ningún tipo de resistencia u obje-
ción. Esta actitud de ella pareció funcionar como
la luz verde del semáforo: “Avance” …y él avanzó,
avanzó tanto que barrió con la confirmación de
Marianela como sujeto con derecho a voz y voto
en la relación de pareja.
Causa 8) Como búsqueda de un lugar donde
pueda, en ciertas dosis, expresar la agresión, en
una situación de seguridad en que sé que voy a ser
tolerado y comprendido: si bien no hubo agresión
explícita en este vínculo amoroso, sí creo que
hubo mucha agresividad, es decir, tensión y do-
minio del novio hacia la novia.
¿Qué llevó a Marianela a ceder tanto terreno y
qué llevó a él a ocuparlo todo? ¿qué acuerdo im-
plícito se estableció entre ellos? En algún mo-
mento algo del acuerdo comenzó a trastabillar y
ella se propuso cortar con la relación, pero a pesar
de su malestar vincular no pudo dejarlo... todavía.
Causa 12) Para llenar necesidades de posesión:
este motivo se aprecia en toda su potencia en la
frase prototípica del novio: “Porque yo lo decidí”.
Él detenta el poder de decidir por sí mismo y por
la novia.
Finalmente, causa 14) Para crear una cultura
familiar propia: en este caso, creo que se estable-
ció una cultura tradicional, conservadora, “ma-
chista” en la cual el hombre tomó la rienda de la
relación y detentó la voz y el voto por ambos, aun-
que ella actualmente está intentando reescribir
una nueva historia (con voz, voto y llegado el
caso, hasta con ruptura del noviazgo).
Comentarios finales
Mediante la presentación de tres viñetas de pa-
reja, me propuse ilustrar lo tóxico en vínculos ac-
tuales de pareja. En todos los casos hay una
búsqueda del otro, un intento de estar con el otro,
pero algo pasa y esos encuentros se transforman
en “encuentros desencontrados”, en fuente de dis-
placer, de sufrimiento, de toxicidad vincular que
hace mal para un miembro de la pareja o, para ser
más precisos, para ambos integrantes del vínculo
amoroso.
No fue mi intención responder cada pregunta
formulada, tampoco presentar el caso y trabajarlo
como algo cerrado, sino todo lo contrario, más
Junio 2023 • Página 21
bien establecer algunas líneas de reflexión y hacer
una serie de preguntas para comenzar a pensar la
toxicidad en ciertos vínculos de pareja actuales.
dr.stoppiello@gmail.com
Nota
1. En cada caso, he respetado la esencia del conflicto, pero he
modificado datos personales y situacionales para mantener la
confidencialidad y el anonimato de los consultantes.
Bibliografía
Abadi, G. (2021). Pensar lo vincular. Movimientos y tensiones,
en De vínculos, subjetividades y malestares contemporáneos,
Fischer, I. (Comp.), Buenos Aires: Editorial Entreideas.
Espaciomoanacba (2023). Cuenta de Instagram.
Recuperada el 2.4.23: https://www.instagram.com/espacio-
moanacba.
Fischer, I. ((2021). Subjetividad y agresión. Un malestar coti-
diano, en Fischer, I. (Comp)., De vínculos, subjetividades y
malestares contemporáneos, Fischer, I. (Comp.), Buenos
Aires: Editorial Entreideas.
Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del yo.
Amorrortu Editores, 18.
Kaës, R. (1989). “El pacto denegativo”, en Lo negativo. Buenos
Aires: Amorrortu.
Losso, R. (2001). Psicoanálisis de la familia. Recorridos teó-
rico-clínicos. Buenos Aires: Lumen.
Naciones Unidas Oficina del Alto Comisionado (ACNUDH)
(2023). Estereotipos de género. El ACNUDH y los derechos hu-
manos de las mujeres y la igualdad de género.
Recuperado el 19.4.23 en: https://www.ohchr.org/es/women/
gender-stereotyping
Willi (1978). La pareja humana. Madrid: Morata.
Winnicott, D. (1971). Realidad y juego. Buenos aires: Granica.
Página 22 • Junio 2023
Lo “tóxico” y La moda y los “vínculos tóxicos”
E
n los últimos años se ha impuesto,
tanto entre profesionales de la
salud mental como en medios de
lo “nutriente” comunicación, redes sociales y
charlas entre amigos y amigas, el
uso de la expresión (o el concepto de uso cotidiano,
además de técnico) “vínculos tóxicos” o “relaciones
en los vínculos tóxicas”. Me pasó hace unas pocas semanas, que un
paciente (José), hablando de sus vaivenes y desen-
cuentros con su pareja, me comentó: “Pablo (un
amigo cercano) me lo dijo: Es una relación tóxica”.
Interesante intervención de un amigo en la intimi-
Javier Fernández Mouján dad de una charla, que por un lado nombra eso ide-
alizado de una manera que deja de ser tan “ideal”,
con claridad y contundencia, pero, por otro lado,
simplifica y encasilla tal vez demasiado rápido.
“Vínculos tóxicos” ha llegado muchas veces a
derivar, en el interjuego de las polaridades que los
vínculos inevitablemente tienen, en el más peli-
groso y tal vez amenazante “personas tóxicas”… en
donde terminan cayendo desde los golpeadores
hasta los temerosos de exponerse afectivamente en
una relación afectiva o, peor aún, amorosa. Cual-
quier pareja que está pasando por conflictos típicos
o atípicos de pareja, puede ser calificada, en nuestro
universo de la liviandad y las etiquetas, de
buenos/as y malos/as, de “relación tóxica”; cual-
quiera puede escuchar esta denominación y enten-
der que se trata de un vínculo en el cual las personas
se “envenenan”, o en un sentido más amplio “se
hacen daño”, y ya haciendo una equiparación con
las adicciones a sustancias -en donde lo tóxico nos
tiene atrapados y nos envenena a la vez- se habla de
“adicción a tal persona”.
Otra paciente (Violeta), hace un par de años, ha-
blaba de su relación de pareja -y de cada miembro
de la pareja- como de una relación entre dos adic-
tos, como si se necesitaran mutuamente como a una
droga. No lograba ya ver en su decisión de estar con
él -que repetía una y otra vez-, una elección libre, y
le temía, por supuesto, a quedar atrapada en esa re-
lación que no dudaba en llamar “tóxica”. Tomar
distancia era el primer paso para empezar a cono-
cerse un poco más a sí misma, “desintoxicada”.
No pretendo, desde ya, agotar la polisemia que
esta denominación tan seductora al habla genera,
sino sólo dar un pequeño marco, o una pequeña
línea de largada, a modo introductorio sobre los
“vínculos tóxicos”. Y es en tal sentido que, el hecho
de ser una expresión “de moda” debe ser explicitado
-o tal vez, desenmascarado-, porque al serlo ocurre,
como con todo lo que en nuestra cultura consumista
pasa, que, a la vez que se pone en evidencia un tema
-en este caso un tema conflictivo, que interfiere en
el potencial bienestar de las personas y su vida de
pareja-, lo superficializa, lo banaliza, hasta -quizás-
restarle significado y poder transformador.
¿Hay toxicidad en los vínculos o
en las personas?
¿Hay vínculos o personas tóxicas o lo tóxico es
cómo nos involucramos en éstos?
Tal vez pueda decirse que hay personas que, por
sus características de personalidad -o sus circuns-
Actualidad Psicológica
tancias actuales- busquen vincularse de maneras
que podríamos llamar “tóxicas”, ya que no hay ma-
nera de que de ahí surja algo positivo, un placer du-
radero, un proyecto feliz, una vida de pareja
deseable -al menos para su “par”, que no es tal-:
Personas que ven a las demás personas como me-
dios y no como fines, que las ven como objetos de
uso/consumo y no como sujetos (con sus emocio-
nes, sus cuerpos, sus ideas, sus sentimientos, su his-
toria pasada y futura). Difícil imaginar que desde
un posicionamiento perverso, que ve a su pareja
como una parte y no como un todo, pueda gestarse
un vínculo amoroso saludable, en el que ambos se
animen a construir un “nosotros” -o nosotras, o no-
sotres- desde el amor y la confianza, que posibilita
entregarse a ese estado de vulnerabilidad que tanto
tememos pero que nos potencia como personas
sensibles e inteligentes: Barajar y dar de nuevo,
amasar juntos, encontrarnos en el vacío potencial.
Metáforas de ese encuentro en el que yo-vos (“yo-
tú”, diría Buber) nos animamos a apostar por un
más allá de yo.
Eva, separada hace un año, conoce a Enzo, sepa-
rado dos veces, ambos apenas pasaron los cuarenta,
con hijos y muy diferentes experiencias. Se ven todas
las veces que pueden, pero no blanquean su situación
-¿son una pareja?- ni hacia afuera -menos aún con
sus hijos-, ni hacia adentro: En una suerte de “de eso
no se habla”, hablan sí, de “eso” (¿qué somos, hacia
dónde vamos?), pero están de acuerdo en no ponerle
un “rótulo”. Devenir puro, ¿Sabia indefinición que
respeta la vivencia más auténtica e innominable o
temor al compromiso, a quedar “expuestos” (vulne-
rables)?... El tiempo va desentrañando que se trata
de una tercera opción, cuidadosa e intermedia: Para
no caer en un vínculo potencialmente tóxico o con
una pareja tóxica, o incluso devenir esa “persona tó-
xica” en la pareja, vamos despacito, gestando la con-
fianza de a poco, sin nombres y con pautas que se
vayan definiendo “al andar”.
Digresión: Lo adictivo y los vínculos
Florencia está convencida de que siempre ha te-
nido vínculos tóxicos porque se vincula con “hom-
bres tóxicos”. Cree entender que hay algo que la
atrae hacia ellos, algo irrefrenable, que los hace más
deseados a sus ojos, más divertidos, más inteligentes.
Pero resulta que, a la vez y según sus propias pala-
bras, son hombres casados que la “usan”, la toman
y la dejan, o son hombres separados con historias
tortuosas que la hacen estar alerta, sospechando -
con bastante criterio, que el tiempo le corrobora-
que son posesivos, celosos, egocéntricos, tal vez vio-
lentos… ¿Narcisistas? Ella ha leído mucho sobre
éstos y le gustaría tener un detector para identificar-
los y salir corriendo a tiempo. De hecho, lo tiene,
pero todavía no lo sabe -o una parte de ella no quiere
saberlo-. Tampoco quiere saber que ella, tal vez por
su miedo a los narcisistas con los que se topó o tal
vez por otras causas -o por unas potenciadas por
otras-, no se anima a encarar un vínculo amoroso,
no se anima a confiar, no se anima a mostrar sus
sentimientos, a los que ya le cuesta identificar. Teme
a estos hombres que la atraen, como un adicto a su
adicción, se sospecha “adicta”.
He reflexionado, en otra oportunidad, sobre lo
“adictivo”.
Actualidad Psicológica Junio 2023 • Página 23

Se habla de que tal sustancia es adictiva, tal co-
mida es adictiva, tal jueguito es adictivo, tal vínculo
es adictivo, etcétera.
Yo pienso que lo que transforma a cualquier
“cosa” en adictiva es la persona adicta, y ésta puede
serlo a cualquier cosa, más allá de que socialmente
hay ofertas para ser adictos/as más o menos atrac-
tivas que otras, con más y mejor prensa y marke-
ting, de efectos más contundentes e inmediatos…
Tampoco me gusta pensar en “personas adic-
tas”, como en un estado eterno e inmutable, aunque
la evidencia nos muestra una y otra vez eso que no
me gusta; es indudable que, si no es inmodificable,
al menos es un estado tan potente que en general lo
mejor que se puede hacer es reconocerlo y tomar
los recaudos necesarios para no caer en las adiccio-
nes: el alcohólico que bate récords de abstinencia,
el drogadicto que evita personas y ambientes deter-
minados -previa “desintoxicación”, literal, primero
física y después psíquica-, el jugador compulsivo
que deja de manejar dinero… y en paralelo, la rein-
serción en el mundo social y cultural descubriendo
y redescubriendo nuevos intereses, menos nocivos
y, ahora, más “manejables” -en el sentido de no ena-
jenarse en ellos, de no ser consumido por éstos-.
¿Cuál sería la equivalencia posible en relación a
los “vínculos tóxicos”?
En los así llamados vínculos tóxicos, lo que pa-
rece ser el objeto de adicción o consumo es la otra
persona, o “el vínculo en sí mismo”: “Necesito estar
con él”, “no puedo vincularme de otra manera que
no sea así”, “sé que me hace mal, pero no puedo estar
solo/a”… A veces hay una dependencia recíproca, a
veces no, siempre el “juego” -un juego que no tiene
nada de creativo ni de transicional- es recíproco.
Tal vez aquí haya un camino posible para salir
de los vínculos tóxicos. Está claro que, si establece-
mos un paralelismo con los tratamientos efectivos
en relación a otras adicciones, la gran dificultad aquí
radica en que el alejamiento, la desintoxicación, nos
enfrenta con la soledad tan temida. No hay posibi-
lidad de plantearse una abstinencia sostenida inde-
finidamente en el tiempo. De lo que se trata es de
salir, no de las relaciones humanas, no de toda po-
sibilidad de establecer vínculos afectivos profundos
y duraderos, sino de “ese juego”. Patear el tablero,
sería una buena imagen para este trabajo. Patear el
tablero de ese juego repetitivo, que nos tiene atra-
padxs, que nos quita libertad, capacidad de amar, de
proyectarnos, de gestarnos un “nosotros”.
Los vínculos tóxicos, más allá
de la pareja
Aunque no nos ocupemos aquí de ellos, no po-
demos dejar de mencionar que, más allá de los tan
temidos y difundidos vínculos “tóxicos” de pareja
(amantes, noviazgos, matrimonios), existen este
tipo de relaciones interpersonales en todos los ám-
bitos de nuestras vidas: laboral, social, familiar…
Lo que nos lleva a poder hablar de vínculos labora-
les tóxicos, vínculos ¿amistosos? (valen los signos
de interrogación como cuestionamiento a si puede
hablarse de “amistad” ante tal categoría) tóxicos,
vínculos tóxicos entre compañeros de estudios o de
actividades deportivas o recreativas, vínculos tóxi-
cos entre familiares -más allá de los de pareja-…
El factor común, sin dudas, es lo que podríamos
definir como su “toxicidad” vincular, la presencia de
dos personas que -por circunstancias o característi-
cas de personalidad- se encuentran en ese estado de
dependencia o codependencia -una en estado de su-
misión ante la otra o ambas sometidas al vínculo-,
el “enganche” nocivo para la vida saludable, o sea,
¿para qué?: ¿El amor y el trabajo?, ¿la búsqueda de
placer, de Eros por sobre Tánatos?, ¿la autenticidad
y la sensación de “sentido” en nuestra vida?.
Hay algo constitutivo -o más bien constitu-
yente- de nuestra sociedad capitalista que hace, si
no necesario, al menos perfectamente coherente y
consistente el vincularnos de maneras “tóxicas”.
Lo predatorio, lo manipulador de la opinión pú-
blica, las “jerarquías” y categorizaciones en la escala
social en función del “tener” -por encima del “ser”-
, el intento permanente de “sacar ventajas” más allá
de la necesidad y el bien común como norte, en sín-
tesis: La cosificación del otro, de la otra, de les otres
si se prefiere, con el único objetivo de usarlo para
mi beneficio individual.
Como si la sociedad toda estuviera estructurada
de acuerdo a una suerte de ley -o anti ley- narcisista
patológica y, me atrevo a afirmar, por lo tanto, pa-
tologizante.
Está claro que lo solidario, el pensar en el placer
compartido, en el bien común y no sólo el “mío,
mío, mío”, no está contemplado en este modelo,
por lo que no es extraño, más allá de lo que se in-
tente enseñar en escuelas, universidades e incluso
en muchos hogares desde la teoría -en un empeci-
nado “haz lo que yo digo pero no lo que yo hago”-
, que se aprenda a vincularse así con las personas,
que se aprenda a posicionarse en uno de esos luga-
res o que se teman los vínculos, justamente, por no
saber cómo salir de esa trampa o por ver a las demás
personas como potenciales depredadores -emocio-
nales y hasta físicos- de sus pares. Podríamos pensar
que, en el otro extremo, tampoco es extraño que se
asuma ese rol de dominador, ese narcisismo que
sólo quiere beneficiarse a costa de los/las otros/as,
tomándolos como objetos de uso o consumo. ¿Y el
nosotros, el nosotras, el nosotres?

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Página 24 • Junio 2023
Deshumanización y vínculos tóxicos
Ya mencionamos antes que es evidente, dentro
de ese panorama “vox populi”, que, así como hay
sustancias “venenosas” o “dañinas”, hay personas
que, por sus características de personalidad -y,
sobre todo, por lo que “buscan” en los demás- pue-
den ser dañinas, pero esto cuenta no sólo para los
vínculos afectivos. También lo son para la amistad,
para ser líderes, compañeros de equipo, etcétera.
Los hay, aunque tal vez sea redundante acla-
rarlo, en todos los ámbitos: laboral, amistoso, de pa-
reja, comunitario, deportivo, etcétera.
La sociedad capitalista -en la que habitamos-
tiene de base una estructura prefijada para los vín-
culos tóxicos: desigual -estructurada en categorías
jerárquicas en función del “tener más o menos-, in-
teresada -los prójimos importan en tanto clientes o
consumidores que pueden aumentar mis ganancias,
o en tanto votantes que pueden legitimar mis mo-
vimientos en tal dirección-, deshumanizante -no
hay lugar para la empatía, para el buen trato “por-
que sí”, por afecto, por amor; el otro o la otra debe
ser “cosificado” para ser usado en función de los in-
tereses de ese poder-, manipuladora -consecuencia
o causa de tal cosificación, o tal vez ambas, paradó-
jicamente: te cosifico para manipularte para mi be-
neficio personal, te manipulo aprovechando que
has sido cosificado/a- …
¿Entonces?
Entonces, los vínculos no tóxicos, en los que las
personas son pares que se ven, se sienten y se tratan
recíprocamente como iguales con la misma digni-
dad humana, que se exponen al amor y al riesgo de
mostrarse “humanas”, significan un gran esfuerzo
o una gran entrega, para ir contra la corriente des-
humanizante.
El poder implícito en los vínculos, cuando no es
el poder adjudicado al otro (partenaire), es -como ya
sugerimos- un poder adjudicado al vínculo mismo.
Ya sea dependencia o codependencia, hay una adju-
dicación de poder -nos domina, nos asegura algo,
nos atemoriza su pérdida o su ira tal vez o hasta su
dolor- que se complementa con una pérdida de la
confianza en la propia fortaleza, capacidad creativa,
poder de seducción, resiliencia, por supuesto que la
autoestima termina por el suelo o más abajo.
Natalia, recientemente separada con cierto trau-
matismo, teme no ser atractiva, verse ya “vieja” -
acaba de cumplir cuarenta años-, pero más aún
teme ser dañada nuevamente por una pareja “tó-
xica”. Mientras incursiona en el mundo de las apli-
caciones para conocer potenciales parejas,
asesorada por amigas aparentemente más “exper-
tas” en ese mundo nuevo, se pregunta: “¿Cómo
hago para no equivocarme?, ¿Cómo hago para no
mostrarme muy vulnerable pero a la vez ser sin-
cera?, ¿Puedo exigir sinceridad si yo no me animo
a mostrarme tal cual soy?”. Quiere un vínculo au-
téntico, no tóxico, pero intenta reasegurarse de la
deshumanización de los vínculos que no se expo-
nen afectivamente. Éste sí, éste no, éste puede ser…
De a poco va encontrando en el universo de la
oferta y la demanda, del marketing de las aplicacio-
nes, indicios de humanidades anhelantes de perso-
nas dispuestas al riesgo de bajar la guardia, en vez
de controlar a la pareja y a los sentimientos. Y al
aire libre, o en la intimidad de su casa, o en diálogos
cara a cara y cuerpo a cuerpo que se van sacando
las máscaras y los escudos, se van encontrando.
No mostrarse débil o frágil, ¿y entonces, debo
enmascararme para vincularme?, ¿seguiré siendo
yo?, ¿habrá una posibilidad de nosotros si ninguno
de los miembros de la pareja se muestra tal como
es, o se permite ser quién es?
La familia de Lucas -sobre todo su mamá- se
muestra muy preocupada por su noviazgo, comen-
zado durante la cuarentena, hace tres años, coinci-
dente con los primeros intentos de éste de salir de
la adolescencia: trabajar, estudiar, tener una novia
y… decidir irse a vivir con ella. Se apartó de sus
amigos, se desinteresó de una primera carrera, está
más con ella que en “su casa” -la de su familia de
origen-. Todas características de cualquier no-
viazgo, más aún uno inédito, por la novedad y por
ser la puerta de salida de la cuarentena, por un lado,
y de la familia, por otro. Doble endogamia. Sin em-
bargo, pesa una sospecha de “toxicidad” en la chica
-un poco más grande que Lucas- o en el vínculo -la
manera en que él lleva la vida de pareja-. Él va pro-
bando: Primero chatearon interminablemente, des-
pués se conocieron personalmente, se alejaron y
decidieron volver, ahora decidieron vivir juntos,
con sus inseguridades a cuestas, a ver si pueden
construir confianza desde el amor que, según afir-
man, comparten.
De los vínculos tóxicos a los vínculos
nutrientes
Parece ser que hay en algún lugar de nuestro ser,
un algo que pugna por poder manifestarse y desa-
rrollarse. Que no se conforma con estar con alguien
a medias, lleno de temores y recaudos que terminan
tapándonos; que menos aún se conforma o quiere
vínculos tóxicos en los que la dependencia y el em-
pobrecimiento yoico -y ni hablar de la capacidad de
generar “nosotros”, ¿empobrecimiento “noso-
troico”?- son la norma, la condición para estar su-
puestamente acompañado/a.
Un intento, una insistencia de búsqueda de una
relación amorosa que valga la pena de ser vivida, en
la que jugársela.
¿Intuición, deseo, anhelo vital, memoria de un
“nosotros” que nos sostuvo y sostiene…?
Charlando con Bruno, un adolescente de 18 años
que acaba de empezar una carrera, me cuenta de una
chica con la que empezó a “verse”: Siente que por
primera vez se está animando a tener una relación
en la que pone en juego sus sentimientos -¿está ena-
morado?-, me cuenta que conversando con Lisa
(con la que está vinculándose de esa manera), inten-
tando definir “qué son” o hacia dónde están yendo,
ya que ambos notan que algo “diferente” les está su-
cediendo, ella acuña esta definición, que nos hace
reír en la sesión, a la vez que la incorporamos, por
supuesto: “Estamos en una situación en la que nos
permitimos ser más vulnerables”.
Conocernos, ser “amigos con derechos”, vernos,
salir, “estar en una situación en la que nos permitimos
Actualidad Psicológica
ser más vulnerables”… Sería una secuencia transita-
ble, en un pasito a pasito lleno de recaudos y temores,
hacia una relación declaradamente amorosa.
Pero además, se presenta como un camino po-
sible hacia una relación superadora de la toxicidad:
Una relación saludable.
Aquí se encuentran “sin disfraz”, sintiéndose fe-
lizmente sí mismos/as/es, animándose a manifestar
sus sentimientos (a “amar”, nada menos), con una
confianza básica que hace las veces de piso en el que
apoyarse, pero que también posibilita caerse y vol-
verse a levantar.
Lo que José vislumbra, más allá de lo que él ha
denominado “relación tóxica”: Un más allá de ésta,
que no sea tan dañino para ambos componentes de
la pareja.
Lo que Violeta desearía poder hacer, para lo cual
siente que necesita poder tomar distancia y encon-
trarse un poco consigno misma, “desintoxicándose”.
Lo que Eva y Enzo deciden no apurar -aunque
lo intuyen-, un poco implícita y otro poco explíci-
tamente, al ir definiendo al andar lo que son, hasta
dónde se animan, cómo seguir.
Lo que Florencia intenta lograr, por más que
deba caer una y otra vez, para descubrirlo, para de-
cidirse (mejor dicho, para animarse).
Lo que investiga Lucas, en ese intento de cons-
truir una pareja y hasta una familia, lejos de su casa
paterna/materna, lleno de dudas, pero con las cartas
sobre la mesa.
Lo que busca Natalia, lo que va animándose de
a poquito a “ir encontrando”, sin zambullirse, sino
más bien entrando en puntitas de pie de a poquito
en un vínculo más allá de las aplicaciones, más allá
de los chats, más allá de las pantallas, más allá de
los consejos y alertas de sus amigas, pero gracias a
todo eso que le sirvió para ir avanzando despacito,
construyendo una confianza que había perdido o
que no tenía, reconstruyendo una autoestima que
estaba muy devaluada, comprobando que la otra
persona también se va sacando de a poco sus capas
protectoras, animándose a “estar en una situación
en la que nos permitimos ser más vulnerables”.
Esta vulnerabilidad es la que nos va a permitir
nutrirnos. Es imposible nutrirse si no permitimos
que “lo otro” nos nutra. Es imposible sin el riesgo.
Habrá que encontrar la propia manera de hacerlo
posible, una propia manera que deberá vincularse
con la propia manera de otra persona. Si necesita-
mos recaudos para acercarnos de a poquito, cons-
truyamos los recaudos, pero con recaudos: Que no
sean una coraza impenetrable.
Me permito sugerir, si vamos a utilizar la metá-
fora de “tóxica”, como refiriéndonos a una especie
de envenenamiento psíquico y/o vincular, la utili-
zación de un opuesto -que al menos nos sirva de
punto de comparación, de contrapeso metafórico,
cuando no de antídoto-: “vínculos nutrientes”.
La vida está llena de éstos.
Y depende de ellos.
Actualidad Psicológica
Calamidades «…el papel de la madre es el deseo de la madre.
Esto es capital. El deseo de la madre no es algo que
pueda soportarse tal cual, que pueda resultarles
indiferente. Siempre produce estragos. Es estar
dentro de la boca de un cocodrilo,
entre madre e eso es la madre».
(Lacan, 1992, El Seminario, Libro 17, El Reverso
del Psicoanálisis, pág. 118)
hija
V
ínculos tóxicos es la expresión
con la que nuestra época
nombra aquellas relaciones en
las que estar juntos es un
martirio, pero la separación se
Gabriela Abad hace imposible, o sea, en la separación está el quid
de la cuestión. Para poder estar juntos es
indispensable poder separarse sin que ello desate
una catástrofe, duelo, sí, con todo lo que conlleva:
dolor, tristeza, hasta incluso algunas situaciones de
acting out. Pero la pérdida está presente, como
parte de los avatares que supone amar al otro.
En este trabajo me propongo pensar el modo en
que la relación madre/hija, horada una huella en la
subjetividad, que se imprime en todas las relaciones
amorosas subsiguientes. Vínculo primario, primera
separación, primera forma de la pérdida podemos
llamarla; la salida de ese manantial materno, no es
sin consecuencias.
Madre/hija
Si nos remontamos a los anales del psicoanálisis
tenemos que reconocer que el vínculo toxico por
excelencia es el que se establece entre madre e hija.
Esta relación primaria, opaca y de difícil acceso al
análisis, será la matriz de los futuros lazos que los
sujetos establezcan. Marca indeleble que estampa
en los albores de la subjetividad, cuando el infante
se encuentra en el estado de mayor indefensión. Si
el deseo de la madre es insoportable en sí mismo,
cuando se trata de una hija, las cosas se complican
más aún.
Freud repara en los inicios de su obra, e insiste
hasta el final, en la complejidad de esta relación a la
que denomina “continente negro”, aludiendo a lo
inexpugnable de la misma. Lo caracteriza siempre
como un lazo de mucha dependencia y de demanda
de exclusividad difícil de acotar. Marcada por la
agresividad y a veces violencia, los reclamos
constantes no encuentran calma.
La clínica nos desafía día a día con estos “casos
incurables” en los que el estrago tuvo un efecto
devastador. Afecciones que se instalan en el
narcisismo, que arrasan con el cuerpo libidinal, que
no conocen agrimensura fálica en los vínculos y que
por momentos anulan toda posibilidad de
establecer un lazo amoroso exogámico. Ambas
abroqueladas en el odio, no pueden escapar de su
propia ratonera.
M es una mujer de 40 años, consulta porque
tiene ataques de angustia. Estos son cada día más
prolongados y profundos. Vive sola desde hace dos
años aproximadamente, cuando logró dejar la casa
materna. Pasa muchas horas encerradas, sale solo
para ver a la madre o trabajar.
Plantea que es ahí, con la madre, en el único
lugar donde se siente protegida y que al final de
cuentas es lo único que tiene en la vida. Todos los
Junio 2023 • Página 25
demás, hermanos, sobrinos y amigos, siempre
fallan. Cabe acotar que un familiar fue quien me
contactó para solicitar el turno y otro es quien la
trae a las consultas inicialmente.
En las primeras entrevistas ya concluye que ella
es una persona resentida porque no logró nunca
hacer lo que deseaba. Desde muy niña estuvo
destinada a cuidar de un padre enfermo pues la
madre trabajaba para mantenerlos. Desgrana el
odio que fue alimentando a lo largo del tiempo.
En el transcurrir de las sesiones y de a poco
puede ir hablando sobre las fuertes discusiones
que mantiene con la madre. Refiere que ésta le
dice cosas horribles y sólo tiene ojos para esperar
y mirar a los hermanos, de ella espera que la
cuide, que le haga los tramites y le imparta la
medicación. -En todo se mete, opina y siempre
me descalifica- afirma.
Aun así, cada vez que intento señalar algo de su
exceso con la madre, deja en claro que allí no está
permitido mi ingreso. A pesar que el odio la
atraganta, nada de esto puede decirse, salvo cuando
a ella algo se le escapa - porque si no lo digo
reviento- acota. Odio y resentimiento que, como
ocurre con la pasión, no logra hacer tope, sino por
el contrario, genera más atadura.
Cuando leemos en la obra de Freud los
laberintos de las niñas para devenir mujeres,
reparamos en la complejidad de este recorrido, que
por momentos extravía. “….habíamos subestimado
también la duración de esta ligazón-madre….Más
aún: era preciso admitir la posibilidad de que cierto
número de personas de sexo femenino
permanecieran atascadas en la ligazón –madre
originaria y nunca produjeron una vuelta cabal
hacia el varón” (1) Hoy podríamos pensar que no
solo al varón sino a la exogamia.
Advertimos, por una parte, el ojo clínico de
Freud y al mismo tiempo, que más allá de su
atascamiento en resolver el Edipo femenino, no
dejaba de señalar un tiempo, al que llamó
preedipico, al que era necesario interrogar. Tiempo
primario en el que se inscriben marcas, cicatrices,
que luego pueden ser el germen de una toxicidad
irreductible.
El preedipo freudiano: ese tiempo
oscurecido.
El padre como donador del falo, llega en un
segundo momento, precedido por un tiempo
anterior, más penoso y que claramente deja rastros
nodulares en el camino hacia la feminidad. Ligazón
materna que no se abandona sino bajo la forma de
una ruptura, y del cual, el vínculo con lo paterno es
heredero. Endoso, le llama Freud, magnifica
manera de explicar que, esa deuda que la madre no
pudo saldar, se transfiere al padre y por qué no, a
los amores subsiguientes. Incluso llega a afirmar
que las mujeres en una primera relación amorosa
tienden a repetir ese lazo primario con la madre y
que luego, en las próximas relaciones, recién puede
establecer un vínculo menos viscoso.
Nos encontramos a menudo en la clínica, con
sujetos que pareciera que el padre, como Nombre,
no sustituyó del todo al Deseo de la Madre. Éste
queda agazapado entre bambalinas. Sujetos de sexo
femenino o varones en posición femenina que
Página 26 • Junio 2023
están entrampados en ese atolladero preedipico.
Tiempo de fijaciones indelebles, difícil de asir
analíticamente, como si hubiera sucumbido a una
represión despiadada, dice Freud.
Retornando al caso:
Dado que intervenir cuando de la madre se trata
está clausurado, empezamos a buscar vías
alternativas, los odios con las jefas, las rivalidades
estrepitosas que se plantean en el lugar de trabajo,
señalando con intervenciones tangenciales, el modo
en que alimenta estos conflictos. Serán los primeros
tejidos que se van tramando en el análisis.
Poner palabras a tanto resentimiento y odio va
abriendo un camino. Un espacio de escucha
siempre es un buen recurso para atemperar la
angustia. Ella más que hablar, vomita.
El resentimiento se desplaza y toma forma en las
amigas, compañeras de trabajo, hermanos, meros
sustitutos. Pero por esta vía puede tibiamente abrir
algo de sus reproches con la madre, se permite
reconocer que nunca la alentó, que siempre la trató
de tonta, la eligió para ser la “cuidadora” y que
cuando el padre murió, quedaron las dos solas –
¿cómo yo la iba a abandonar?- se pregunta.
Ese vínculo obsceno y lleno de reproches es por
momentos muy difícil de soportar en la transferencia.
Recurro al humor, del que por suerte también
participa. M es muy culta y sumamente talentosa en
lo que hace, reconocimiento que sus colegas le
propinan, pero el goce puede más, siempre que
emprende algo abandona antes de concluir, por lo
general efecto de alguna pelea con la madre en la que
termina llorando días enteros encerrada. Las
intervenciones son en acto, señalo cosas, me río, no
me complicito en su goce. La estrategia es quitar
consistencia al dramatismo de su queja. Algo del odio
cede en la transferencia y puede poner en clave
cómica lo que antes se presentaba desgarrador.
La separación en Freud
¿Cuáles son las consecuencias de abandonar este
primer objeto amoroso? ¿Por qué la pasión es lo
que define la ruptura? Esta separación violenta es
efecto del papel doble que juega la madre en este
pasaje, abandona el lugar como objeto amoroso
para pasar a ser objeto de identificación. Debe
conservar para la identificación lo que fue
rechazado en el amor.
Entre 1920 y 1925 Freud va mostrando que el
sexo no es algo dado por la anatomía sino que se
define en la relación del sujeto con la castración, y
en este aspecto, hay una disimetría fundamental
entre los sujetos que se ubican del lado masculino
y los que lo hacen del lado femenino.
Lacan, ya en el Seminario III afirma la
inexistencia de un significante que dé cuentas del
sexo femenino. Planteo que en Freud aparece desde
su cara imaginaria como una ignorancia de la
existencia de la vagina, lo femenino sólo se define
como ausencia. De esto se despeja que dicha
ignorancia revela una falta de reconocimiento del
sexo femenino, como un sexo radicalmente Otro en
relación al falo. No existe significante que pueda
nombrar esa ausencia, que evoque el sexo
femenino, vacío inconmensurable e innombrable.
Frente a la castración materna, y su falta de
respuestas, la niña busca en el padre lo que la madre
no puede donar, ese signo indiscutible de su
identidad sexuada, pero allí se encuentra con la
imposibilidad nuevamente. La madre falla también
como polo identificatorio pues no cuenta con un
significante que lo nombre.
Así el sexo femenino nunca puede ser
descubierto, queda como habitante del “continente
negro”. Defecto de identidad que la deja sin
posibilidad de encontrar una identidad plena. Por
momentos Freud, se debate tratando de definir la
sexualidad femenina vía la envidia del pene, y por
otros, busca el camino de la maternidad como
salida. Termina postulando que el encuentro con la
feminidad presupone un recorrido, un camino,
resumido en el sintagma “devenir mujer”, con la
firme convicción que quedaba mucho por decir.
Pero aún no pudimos dar una respuesta a
nuestra pregunta inicial ¿por qué tanta hostilidad?
¿De dónde surge esa demanda de incondicionalidad
que se establece entre ellas?
Por una parte ya pudimos establecer que la
madre no puede dar una respuesta frente a la
pregunta por la identidad femenina, si acercamos la
mira clínica sobre este tiempo primordial, nos
detenemos en esa clínica compleja que nos
presentan las histerias graves, como plantea Alicia
Hartman luego de citar textos freudianos como
“Sobre la diferencia anatómica de los sexos” (1925),
“Sobre la sexualidad femenina”(1932) y La
feminidad (1931) en el libro Dimensiones de lo
femenino (2020) “Ellos confluyen en que la historia
preedípica, o sea, la prehistoria con la madre, es
agente de ciertas histerias graves. La madre es la que
ejerció los menesteres del cuidado corporal,
provocó las primeras sensaciones placenteras que
ya Freud trabajaba en los primeros textos, los cuales
colorean de intensidad un quantum pocas veces
domeñable de la relación de la niña pequeña con
ella…..Siendo pequeñas, la insatisfacción las signa:
reclamaban lo que la madre no les había dado” (2)
De esta forma vemos cómo esta privación que
la niña acarrea estructuralmente se presenta
clínicamente como una frustración insoportable.
Continuemos con el caso:
Intervengo intentando conmover la iden-
tificación masiva con la madre, esto le habilita a
desplegar el tema con las amigas y amigos, las
rivalidades, etc. Hacer entrar a “la otra mujer”
permite tocar elípticamente su identificación con la
Actualidad Psicológica
madre, las dolencias, el encierro y hasta el corte de
pelo y la ropa. El perpetuo “nosotras” que habita su
decir.
Repasa las historias, todas frustradas, con los
hombres, siempre sufriendo la herida del desamor,
y los pocos que la miraron, obvio, no fueron de su
agrado, menos aún del de su madre. Advierte que
la madre siempre le corrió los candidatos.
A los 35 aproximadamente, comenzó a tener un
sangrado pertinaz que luego de muchas vueltas y
tratamientos frustrados, concluyó con la
extirpación del útero. Llora largamente cuando lo
recuerda, con esto se fue su ilusión de engendrar un
hijo. Recordando los hechos, se enoja con los
médicos, pero en el relato comienza a deslizarse un
serio reproche a la hermana, que sí bien estuvo todo
el tiempo acompañándola, por algún extraño pase
termina siendo casi la “culpable” de lo que le
sucedió, suavemente y casi imperceptiblemente
pasa de la hermana a la madre, reprochándole que
nunca se involucró, ni la acompañó, ni hizo duelo
por semejante desgracia, en su fantasmática ambas
mujeres de la familia, pero fundamentalmente la
madre, gozan del cercenamiento de su cuerpo de
mujer/madre. Ambas asesinas del posible hijo.
Concluye que respondiendo a todos estos
mandatos, no pudo ser mujer y tampoco madre. La
responsabilidad, siempre está depositada en el otro.
Punto éste muy complicado de conmover.
Aun así, una puerta se abre, puede empezar a
hablar del odio que la envenena, de la violencia que
la habita, de la desmesura. Si ella permite que esto
“salga” haría desastres, por eso se vuelve contra ella,
si se detiene a pensar en todos los daños provocados
“tendría que matar” a esta madre, a estos hermanos
cuya libertad fue al precio de su esclavitud, a este
padre tan fallido, tan cobarde, tan impotente y allí,
ella ofrecida para colmar los agujeros genealógicos.
Puesta allí para soportar el odio de esa
mujer/madre cuyo destino fue de pura calamidad
a la par de un hombre que la sometió a sus des-
gracias. La madre una santa, trabajando, cui-
dando marido enfermo e hijos, macerando
resentimiento y frustración con la vida, cuyo
único catalizador fue esta hija, allí ofrecida.
Demanda de incondicionalidad: un
condimento infaltable en la toxicidad.
Cuando el pasaje de la madre al padre, se ve
obstaculizado, nos encontramos con una clínica
compleja, en la que las huellas de lo preedipico
permanecen indelebles. Marcas que no encon-
traron formas de elaboración significante, que no
ingresan en una medida fálica. La ligazón con la
madre permanece inconmovible, y un reclamo
imposible toma insospechadas formas imaginarias,
poca leche, leche envenenada, tramas homicidas,
fantasías de devoración, en fin, una sucesión de
infinitos espejos paranoides en los que rige la
desmesura. Y de esta forma la envidia al pene sí que
se instala como una roca infranqueable. Esta trama
fantasmática parasita los vínculos amorosos,
infectando de hostilidad la vida.
Lacan, cuando trabaja las tres formas de la falta
en el Seminario IV, Frustración, Privación y
Castración, lo hace partiendo del objeto perdido
freudiano. Al detenerse en la operación de la
Frustración, intenta sacarla del circuito imaginario
Actualidad Psicológica
al que lo anclaron algunos analistas pos-freudianos.
Así la Frustración solo quedaba referida a la
vivencia del sujeto frente a la pérdida de un objeto
de la realidad; éste sujeto es el del estadio del espejo
y para Lacan, quedarse solo en eso, no remite a lo
estructural de la operación de la Frustración. Para
moverla de ese plano Lacan, apela al agente de la
Frustración, el Otro simbólico, que con su juego de
alternancia entre presencia-ausencia, vehiculiza el
acceso del sujeto a la realidad humana, habilitando
el universo simbólico.
El niño interpreta el vaivén del Otro, y significa
la presencia como la entrega de un don de amor,
independientemente del objeto ocasional que
pueda otorgar. El objeto será solo un indicador de
su buena voluntad, de la presencia y así inaugura
una nueva forma de satisfacción propiamente
humana.
La madre como Otro primordial será quien
otorga o no ese don, así se diferencian en Lacan, el
objeto de la necesidad, que quedará eclipsado tras
el don que otorga esta madre como Otro simbólico.
De esta forma se pasa de la frustración de goce a la
frustración de amor.
Será esa presencia el signo del amor del Otro
que el infante anhela, presencia que debe repetirse
para que el circuito se instale y la demanda se
establezca, “que llegue a buen puerto” dice Lacan.
¿Qué significa “llegar a buen puerto”?, que la
comunicación está lograda, la sonrisa del bebe es lo
que da cuenta de ello. A partir de allí, de la
instalación de la demanda de amor y asujetado al
Otro surge la frustración de amor, que abre la
pregunta acerca de ¿qué desea el Otro cuando se
hace presente o se ausenta? ¿Qué me quiere el Otro?
Pregunta que permite el pasaje al piso superior del
grafo y habilita los desfiladeros del deseo como
deseo del Otro.
Oscilación que también despierta interroga-
ciones sobre el capricho de este Otro, según se vaya
o se quede y como decíamos, abre el circuito de la
demanda, que siempre es de amor. El sujeto busca
incondicionalidad del Otro, pero el Otro falla por
estructura, frustra por estructura, no puede estar
siempre presente, incluso aún presente físicamente,
también se ausenta. Esa es la frustración de amor,
eminentemente simbólica y estructural.
En las parejas esto se ve continuamente, el otro
puede estar de muchas maneras, pero siempre falla
ausentándose, porque mira el celular, porque
piensa en otra cosa, porque en algún momento cada
uno atiende su juego, dirá el Antón Pirulero. No
hay objeto que pueda cubrir esa necesidad lógica
que fue sustituto de una necesidad biológica.
El Otro no puede ofrecer garantías de incon-
dicionalidad, el Otro muestra su inconsistencia y el
sujeto busca, de distintos modos, encontrar
garantías.
En los casos, que este tiempo inicial dejó marcas
de fijación indeleble; como señalábamos al principio
“Más aún: era preciso admitir la posibilidad de que
cierto número de personas de sexo femenino
permanecieran atascadas en la ligazón –madre
originaria…...” (3) estancamientos en lo preedipico,
que marcan a los sujetos en una inconmensurable
demanda, pidiendo incondicionalidad, sin lograr un
tope para su derrotero de frustración.
El Otro primordial inocula ese tóxico que está
inscripto aún antes de nacer, vehiculizándose por
Junio 2023 • Página 27
la lengua materna, en ese baño de lenguaje del que efectivamente a la imposible armonía, obligadas
beberá por siempre. El deseo nació allí y lleva sus ambas a reconocer la pared con la cual chocan. El
marcas pero también la de sus estigmas. estrago no debe considerarse como una desdicha,
ni como un síntoma resultante de una mala madre,
El estrago: ¿por qué es algo femenino? sino como una catástrofe que existe en el corazón
mismo de la relación entre la madre y la hija” (6)
Resumiendo podemos decir que Freud observa No es culpa de ninguna de ellas, sólo es algo de la
que en la niña la llegada del padre no logra que estructura que ellas deben afrontar para conducir a
desaparezca la relación primaria con la madre, que la futura mujercita en su devenir.
queda sobreimpresa en la vida libidinal. Freud pone Esta autora plantea que “practicar el estrago” es
el acento sobre la demanda de incondicionalidad de dejar de esperar dar un hijo a la madre para calmar
la hija para con la madre. Dirá que ser hija es hacer su voracidad, su enojo por perder su fecundidad, es
a la madre responsable por haberla hecho mal. soportar la imposible semejanza entre ambas a
Lacan plantea en el Atolondradicho «la elucu- pesar de tener el mismo sexo.
bración freudiana del complejo de Edipo, en la que En síntesis practicar el estrago es poder separase
la mujer es como el pez en el agua, por ser la cas- de ese goce pegajoso, de esa ley de la madre, que
tración en ella inicial, contrasta dolorosamente con como dice Lacan es una Ley incontrolada.
el estrago que en la mujer, en la mayoría, es la rela- Separación que se encaminara desde una mensura
ción con la madre, de la cual parece esperar en tanto fálica y bajo la envoltura del síntoma. Por lo tanto
mujer tanto más subsistencia que del padre, lo que el precio será una formación de compromiso que
no pega con su ser segundo en este estrago» (4) no exime del sufrimiento concomitante.
Por lo tanto para Lacan, el estrago es algo que El estrago afecta a ambas partes, requiere trabajo
define el vínculo de la madre con su hija, indepen- de elaboración vía los recursos simbólicos como las
diente del sexo biológico, hablamos de sujeto ubi- formaciones del inconsciente y los síntomas, pero
cado en posición femenina. El estrago da cuenta de también busca el camino del acting out, recurso
la imposible armonía en ese lazo, del incansable re- legitimo para convocar al Otro de la ley. No
proche. Pero también advierte “…cuán devastadora quedando exento el camino del pasaje al acto, como
puede ser la relación madre/hija” (5). Este aspecto recurso final para salir eyectado del infierno.
clínico es el que hoy nos convoca y nos interroga, Cuando el estrago no se practica la subjetividad
la devastación que puede producir, el efecto tóxico queda aplastada arrastrando la pesada carga de ser
del goce materno cuando no logra entrar en la dia- el objeto que obtura la falta materna. Y así llegan a
léctica fálica. nuestras consultas, consumidas y resentidas con la
Entre ellas hay una semejanza imposible, poseen vida. Estrago que no es sin consecuencias en la
el mismo sexo pero la madre no puede donar el transferencia pues la demanda de incondicionalidad
significante que revele los misterios de la sexualidad se extiende al ámbito del análisis. El lazo
femenina, tan difícil de asir, por otra parte. transferencial se ve comprometido y como dice
Marie Magdeleine Chatel en el libro El malestar Freud debemos trabajar con huellas de difícil acceso
en la procreación propone “Conservaré la palabra a la dialéctica asociativa del inconsciente.
“estrago” para designar la especificidad de la
relación madre-hija y llamaré “practicar el estrago” Concluimos con el caso:
a los modos por los cuales cada una se enfrentará Con esta línea de trabajo, que busca hacer
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Página 28 • Junio 2023
posible la separación, ceden los ataques de
angustia, comienza a salir un poquito y “disfrutar”
Sumario I 529 de algunas compañías. Hablar del odio y de sus
temores a matar o matarse va abriendo un camino
al síntoma. Por ratos, logra abandonar ese lugar de
tapón/ objeto en la trama familiar. Algo del
síntoma se dibuja porque sustituye estos “ataques”
por preguntas acerca de tal o cual dificultad para
realizar algunas cosas de su carrera, para ir a tal
lugar. Su devenir en la vida hace
pregunta/síntoma.
Cómo hacer que un análisis transite por una
cornisa tan delgada, aquella, la madre, que
aparecía como único sostén, era también su
verdugo. Esta verdad es tan estridente que se hace
insoportable, todos los caminos conducen a esta
encerrona. Si horadaba a esta madre, M cree que
queda en la soledad más absoluta, pero ningún
movimiento era posible sin hacerlo.
Se toma como dirección en la cura poner un
manto de piedad/velo a semejante historia fantas-
mática y dirigir las preguntas e intervenciones, a lo
Junio 2023 que se revelaba del orden del deseo, su carrera, y
Ilustración de tapa:
todo lo que realiza alrededor de eso, material
Rodolfo López Martino científico que produce y gente con la que se
Distribución en Interior: D.I.S.A
Imprenta: Mundo Gráfico S.R.L. relacionaba. Tanteando primero y con un poco
más de decisión luego, va saliendo de la encerrona.
Los artículos firmados son de exclusiva Transcurrido un tiempo se recibe de una
responsabilidad de sus autores, carrera de posgrado que tenía suspendida y esto le
y no reflejan necesariamente la opinión
de la dirección. da una alegría importante. Llega el verano, con él
las vacaciones, luego de las cuales no retorna.
2° tiempo: habilitar un duelo
2 Parejas tóxicas?
Raúl A. Yafar Pasan unos años y llama para pedir retornar.
La madre había muerto hacía unos meses y no
6 Vínculos tóxicos. podía con eso. Se instaló en la casa familiar para
Telma Beatriz Labrit, Julieta Marmo, cuidarla los meses finales, pero luego no pudo
Analía Verónica Losada volver a su departamento. Una casa enorme, ya
muy dete-riorada, abarrotada de objetos, todos
10 El sepelio de la pareja. Actitudes remiten a la madre. Ella allí arrojada como un
tóxicas post separación. objeto más en desuso. Ya todos le dijeron que
Marcelo R. Ceberio basta de llorar, que un duelo no puede prolongarse
tanto, es hora de retomar la vida. Ella como una
14 Vínculos tóxicos y sentimiento niña huérfana, llora y patalea encaprichada. Ofrece
comunitario. una escena grotesca. Es el goce en su obscena
Sebastián Plut mostración lo que golpea. No quiere abandonar
ese lugar, solo puede revolcarse.
18 Algunas reflexiones teórico-clíni-
Cómo trabajar el duelo si hay tanta bronca
cas sobre la toxicidad en los vínculos
agazapada, tanto deseo de muerte. Y, por otro lado
actuales de pareja.
Luis Alberto Stoppiello también hay que tener en cuenta que con la madre
se fue la excusa, no había nadie a quien cuidar, y
22 Lo “tóxico” y lo “nutriente” en los eso era lo único a lo que en verdad había dedicado
vínculos. la vida. Aquello por lo que odiaba a todos.
Javier Fernández Mouján Quedaron ella y su goce mirándose de frente.
Hacemos duelo por aquel de quien fuimos su
25 Calamidades entre madre e hija. causa, dice Lacan. Ella, con esta mostración de
Gabriela Abad dolor inconmensurable, lograba poner en escena,
acting out, que fue la absoluta causa de su madre,
ella era la UNICA deuda, La deuda, sino era así
¿qué lugar había tenido en esta vida?
Decido hacer lugar y escuchar su duelo, abrir
camino a la palabra, entre su inmenso odio y su
dependencia, irá encontrando palabras.
Mucha tentación de irse con la muerta, incluso
Próximo número: Julio 2023 deja de cuidar su salud.
Acompañamiento terapéutico El duelo la sume en un lugar complejo, ¿cómo
Actualidad Psicológica
tramitar una separación ahora?
Son esos casos que ponen a prueba el deseo del
analista, en los que el tránsito es muy difícil, casi
agotador. Acotar el goce se hace complejo y
soportarlo, por momentos, insoportable.
Hacer lugar a su llanto, escuchar el dolor,
reconocer el lugar de deuda, será la primera línea
de trabajo. De ninguna manera insinuar aquello
que los demás dicen – por fin eres libre- porque,
sabemos que, del fantasma el sujeto no se libera
con la muerte de sus padres, Hamlet da acabado
testimonio de ello. Muy lentamente el reproche
reaparece, y puede volver a enojarse con esta
madre, el amor/odio otra vez presente. Por
momentos la justifica, maniobra que la analista
sostiene. Se vela y se devela, única manera de
soportar los embates del duelo.
Con mucho trabajo cierra la casa materna y
retorna a su departamento/vida como le llamaban
sus amigas y amigos. El obstáculo más fuerte a
sortear es su pertinaz identificación con la madre.
Parece una señora mayor, no solo se viste y se
porta como tal, sino que también se busca
enfermedades de 20 años más que los que cuenta.
Conmover esa identificación tan masiva será el
desafío de este segundo momento. Construir vallas
en el abismo que abrió la muerte, le llevó varios
años de elaboración.
Hasta acá me interesa desplegar el caso.
A veces nos engañamos creyendo que frente a
lazos tóxicos la solución es el corte y olvidamos
que ese toxico ya invadió el cuerpo y el fantasma
por tanto el trabajo es mucho más arduo aún.
Doctora en Psicología, Psicoanalista, Codirectora de la
Carrera de Doctorado Universidad Nacional de Tucumán
Notas
1. Freud. S (1931) “Sobre la Sexualidad femenina”. Tomo XXI.
Bs As. Amorrortu Ed. 1986, p.232
2. Hartmann. A. Y otros (2020) Dimensiones de lo femenino.
Bs. As. Ed. Kliné, p.47
3. Lacan J. (1972) El Seminario, Libro 17, El Reverso del Psico-
análisis. Argentina Ed. Paidós. 2004, p. 118
4. Lacan J. (1972) “El atolondradicho” en Otros escritos, Bs.
As Paidós 2012, p 21
5. Lacan J. (1972) El Seminario, Libro 17, El Reverso del Psico-
análisis. Argentina Ed. Paidós. 2004, 118
6. Chatel M.M (1993) El malestar en la procreación, Bs. As Ed.
Nueva Visión.1996, p. 47
Lic. nélida Mograbi
Psicóloga UBA
Tratamiento presencial y online
Tel. 54 9 11.5346.8164